Este es el episodio 20 El ocaso visigodo y en este episodio aprenderás:
¿Decadencia visigoda?
Dejamos la historia política del Reino visigodo en el episodio 19 Chindasvinto y Recesvinto con la muerte del rey Recesvinto en el 672, pero antes de meterme plenamente en la historia política hay un tema más importante del que hablar para tener una visión global más clara. Tradicionalmente, se ha presentado el fin del Reino visigodo como algo inevitable causado por su propia decadencia y debilidad, incluso en términos morales, y según esta tesis los musulmanes simplemente habrían dado el golpe de gracia a un reino destinado a caer. Pero claro, es muy fácil ser así de deterministas cuando ya sabes cómo es el final de la historia.
Veamos esta tesis tradicional de la crisis del Reino visigodo en más detalle. El sistema de sucesión electivo era un lastre para la estabilidad política del Reino godo y el trono era objeto de duras disputas entre facciones nobiliarias, como ya vimos en el episodio anterior con las purgas de Chindasvinto y veremos de nuevo en este episodio con la deposición de Wamba y las conspiraciones contra Egica. Se presenta el Reino visigodo del siglo VII como un estado en vías de feudalización, ignorando la fuerza de las instituciones laicas y eclesiásticas y la fuerte fundamentación ideológica de la monarquía. Otro factor de crisis interna frecuentemente citado es la falta de compromiso de los súbditos para la defensa del reino, y se citan las leyes militares de Wamba y Egica para apoyar esta hipótesis sobre lo difícil que era reclutar soldados para el ejército visigodo.

Se hace alusión a problemas sociales como el de los siervos y esclavos fugitivos o un rebrote de la plaga de Justiniano entre los graves problemas del Reino visigodo de finales del siglo VII y principios del siglo VIII, o a los problemas económicos y hambrunas causadas por las plagas de langosta. También recientemente se hizo un estudio que usaba el polen fosilizado de artemisa, una planta, para estudiar los períodos de sequía de la península ibérica en la Antigüedad tardía y Alta Edad Media y entre el 695 y 725 detectaron un período de sequía que pudo contribuir a la inestabilidad. Por tanto, se caracteriza esa supuesta crisis interna visigoda por la ineficacia de un estado en descomposición y por el descontento de gran parte de la sociedad.
Sin embargo, estos problemas ya habían sucedido anteriormente y eran recurrentes, por ejemplo entre el 545 y 575 hubo la peor sequía de todas por tres eventos volcánicos globales que hicieron bajar a mínimos las temperaturas, y no por ello el Reino visigodo había desaparecido. Es más, ¿alguien diría que el Reino visigodo de finales del siglo VII era más débil que el de antes de Leovigildo? ¿No verdad? ¿Pues entonces cómo se puede decir que el derrumbamiento del Reino visigodo era una muerte anunciada? Por eso la historiografía más reciente ha revisado los postulados de la tesis tradicional, por ejemplo es destacable que no hubiera movimientos separatistas como sí ocurría entre los francos y lombardos, o el hecho de que el Reino visigodo se fue fortaleciendo y pareciendo más a un Imperio bizantino en miniatura, a diferencia de otros reinos germánicos que fueron debilitándose a lo largo del siglo VII.
Tal y como dice el historiador Armando Besga, si imperios más potentes como Bizancio o los sasánidas no pudieron resistir las conquistas árabes, difícilmente el Reino visigodo podría. Además, un estado centralizado descabezado es más fácil de conquistar que un territorio sin unidad política, como ya vimos en el episodio 7 Conquista romana de Hispania. Roger Collins, Pablo de la Cruz Díaz Martínez o Javier Arce defienden la fortaleza del Reino visigodo y recuerdan que no es nada excepcional que un reino desaparezca como consecuencia de una sola batalla y especialmente si muere el rey. ¿No pasó acaso exactamente lo mismo con los suevos o los vándalos?
A veces intentamos buscar motivos más allá del plano militar, buscamos unas causas que pudieron ser condicionantes pero no decisivas, porque por muy simple que parezca lo cierto es que una batalla podía decidir la existencia o no de un reino. Como veremos en este episodio, Rodrigo es posible que fuera responsable de la muerte del rey Witiza y eso creó una crisis política coyuntural como tantas que habían ocurrido anteriormente, pero no por ello hay que intentar explicar la caída de la Spania goda por una decadencia visigoda ni por unos problemas estructurales agudizados, sino que más bien había algunas limitaciones propias de los estados de la época e igual que el año 711 marcó el principio del fin del Reino visigodo, su derrumbamiento podría haber ocurrido mucho antes.
La elección de Wamba
Bien, ahora que ya he establecido el marco conceptual que creo más correcto para entender las últimas décadas del Reino visigodo, puedo retomar la narrativa en la muerte de Recesvinto y la elección de Wamba en el 672. Parece que el rey Recesvinto murió sin dejar hijos el 1 de septiembre en la vallisoletana Gérticos tras una campaña por la cordillera Cantábrica, y ahí estaba el cadáver del rey con sus fieles pensando, ¿y ahora quién va a ser rey? Los magnates estaban preocupados porque sabían que según quién fuera elegido rey su propia fortuna podía cambiar para bien o para mal.

Los grandes señores del reino eligieron a Wamba, un hombre ya mayor que había ejercido de duque de Gallaecia y por tanto tenía experiencia de gobierno y militar. Wamba siguió la teatral tradición romana de rechazar el cargo para demostrar falta de ambición, poniendo como excusa que estaba demasiado viejo para ser rey, aunque es bastante seguro que era más joven que Chindasvinto al usurpar el trono. En todo caso, los magnates godos insistieron, pero a cambio de aceptar Wamba exigió ser ungido rey en Toledo en una ceremonia de lo más sacra y pomposa, para que no hubiera dudas sobre su legitimidad. Sin embargo, al poco de empezar a reinar Wamba se encontraría con su primer obstáculo.
La rebelión de Paulo
A la corte de Toledo llegaron noticias de una revuelta en la Galia Narbonense encabezada por el conde de Nimes Ilderico, que contaba con el apoyo de algunos aristócratas y eclesiásticos galos. El cronista Julián de Toledo no se muestra sorprendido del estallido de una revuelta en la Galia goda, porque según él esa tierra era hervidero de traiciones y un prostíbulo de judíos. La revuelta no afectaba a toda la Septimania, así que tampoco era muy grave la situación y Wamba encomendó al duque del ejército Paulo la misión de reprimir la revuelta, mientras que él preparó una razia contra los vascones en la primavera y verano para reforzar su liderazgo y recompensar a sus fieles con botín.
Así que Paulo partió con parte del ejército visigodo y se dirigió aparentemente a combatir a los sediciosos, pero en lugar de eso su ambición le tentó y se unió a la rebelión. Con el apoyo del duque de la Tarraconense y del ejército que lo acompañaba, Paulo se proclamó rey y envió una carta desafiante a Wamba. Alguna vez se ha dudado de la autenticidad de la epístola, pero si le damos credibilidad es muy interesante porque Paulo dice ser rey del este, es decir, al ver que no consiguió apoyos más allá de Tarraconense y Narbonense y de los mercenarios francos y vascones que contrató Paulo pretendía que hubiera dos reyes godos gobernando distintas partes del territorio como había pasado con Liuva y Leovigildo.
Realmente Paulo demostró su debilidad porque reconocía implícitamente que no podía hacerse con el trono toledano, y la reacción enérgica de Wamba no se hizo esperar. Wamba ya se encontraba en la región de La Rioja preparándose para combatir a los vascones, pero dadas las graves noticias que llegaban de Narbonense el rey discutió con sus fieles la estrategia a seguir, si terminar la campaña vascona e ir de inmediato a Narbonense, o si retirarse a Toledo para reclutar más efectivos. Wamba reprendió a sus tropas al ver que dudaban entre las opciones y en cambio dio un largo discurso para encender los ánimos contra los vascones y contra los traidores.

El discurso convenció a sus tropas y no solo fueron rápidamente a Septimania sino que en una semana les dio tiempo a derrotar a los vascones, quizás aliados de Paulo. Las jefaturas vasconas enemigas aceptaron el pago de tributos y entrega de rehenes a los godos, unas dinámicas de sumisión que también se verán en el norte peninsular en relación con los ejércitos andalusíes en siglos posteriores. El ejército de Wamba pasó de Calahorra a Huesca y allí lo dividió en tres columnas compuestas por una turma cada una, es decir, por un ejército de unos 3.000 o 4.000 hombres. Una turma pasó por la provincia de Lérida y pasó por Puigcerdá para cruzar los Pirineos; la segunda unidad pasó por Vic, la Cataluña central, y la tercera columna usó la vía Augusta pasando por Barcelona y Gerona y consiguiendo su rendición. Hasta aquí fue un paseo militar y las tres columnas terminaron uniéndose en los Pirineos, donde descansaron dos días antes de reiniciar las operaciones militares.
A todo esto, Julián de Toledo presenta a Wamba como el perfecto monarca cristiano por sus victorias y justicia, porque lo vemos imponiendo castigos severos contra aquellos soldados suyos que aprovechasen la campaña para violar mujeres. También hay que remarcar que en el relato del obispo contrasta la virtud de los hispanos y godos frente a la pérfida de los galos y francos, a pesar de que es evidente que había hispanos y godos entre las filas de Paulo, y esto da buena cuenta de la identidad regional diferenciada de la Narbonense goda. Pero siguiendo con la historia, tras tomar unos fuertes pirenaicos las tropas godas del rey marcharon hacia Narbona y prepararon una ofensiva terrestre y naval con el apoyo de la flota visigoda.
Viendo la que se le venía encima, el usurpador Paulo huyó a Nimes y dejó el marrón de Narbona a otro. Los rebeldes no quisieron salir a presentar batalla, pero los muros de Narbona no pudieron resistir el asalto godo y la ciudad fue tomada. Wamba fue de camino a la fronteriza Nimes capturando a su paso Béziers, Agde y Maguelone. A todo esto, Paulo y sus tropas defendieron Nimes desde las murallas esperando que ocurriera un milagro, pero Wamba no hacía más que aumentar sus efectivos y tenía un gran ejército para el asedio.
Según el relato de Julián de Toledo, Paulo se dirigió a sus soldados diciendo que el ejército godo ya no es lo que era y que no debían temerles, pero la moral de las tropas rebeldes iba inevitablemente a la baja, porque tenían ojos, y finalmente las tropas de Wamba entraron en la ciudad. Paulo y sus fieles buscaron un último refugio en el anfiteatro de Nimes, un edificio que estaba dotado de buenas defensas y en su interior tenía viviendas como había ocurrido con tantos otros anfiteatros. Entre las deserciones y las matanzas del ejército godo de Wamba, poco quedaba del bando rebelde, y los rebeldes decidieron negociar la rendición y pedir clemencia a través del obispo de Narbona.
El rey Wamba prometió poner fin al derramamiento de sangre, pero no podía aceptar bajo ningún concepto perdonar sin consecuencias a los cabecillas rebeldes. Se siguieron resistiendo, pero Wamba mandó a sus mejores soldados a sacar de su escondite a los cabecillas. Paulo fue presentado de forma humillante ante Wamba y el rey le perdonó la vida, aunque no lo mereciera. Los cabecillas fueron juzgados y declarados culpables tres días después, y como castigo les confiscó sus propiedades y o fueron cegados o fueron decalvados. Tras encargarse de la reconstrucción de Nimes y sepultar cadáveres Wamba volvió a Toledo y celebró un triunfo paseando a los cabecillas rebeldes humillados como un trofeo.
El reinado de Wamba
Poco después de llegar triunfante a Toledo, el rey Wamba promulgó una ley militar sobre reclutamiento y la defensa del reino que ha sido muy discutida por los historiadores. Ya hablé de ella en el episodio anterior al hablar del ejército visigodo, y esta ley militar requería que los señores laicos y eclesiásticos del reino situados a un radio de unos 150 km de un ataque extranjero o de una rebelión interna tenían el deber de contribuir con sus siervos y esclavos armados adecuadamente, y los hombres libres aptos para empuñar un arma también debían participar. La ley contemplaba penas muy duras a quiénes osaran evitar su cumplimiento.
Algunos historiadores han interpretado esta ley como una muestra de la debilidad del Reino visigodo por su dependencia a las levas de los nobles y de la falta de compromiso de sus súbditos para defender el reino frente a agresiones extranjeras o revueltas, así que como he discutido al principio esta ley se veía como un síntoma de la decadencia visigoda y un factor que explica la rápida conquista musulmana. Pero la ley militar de Wamba y luego la revisada por Ervigio también son leyes preventivas que regulaban el reclutamiento y la deserción, y más que demostrar debilidad lo que demuestran es la fortaleza del estado al establecer y aplicar unas normas claras.
Por otro lado, Wamba no dudó en tomar medidas para limitar un poco el poder de la aristocracia y clero, por ejemplo permitiendo que libertos y esclavos del fisco pudiesen ascender y convertirse en altas dignidades, para de este modo colocar en puestos de gobierno a hombres nuevos de confianza. Frenó el acaparamiento desmedido de tierras y hombres dependientes por parte de la Iglesia, con medidas contra la apropiación indebida de tierras o la prohibición de casar hombres libres y libertos de la Iglesia para que sus descendientes fueran siervos. Por estos motivos Wamba se ha calificado como un rey moderado, justo y firme, que no era ningún títere a merced de una facción nobiliaria o de obispos.
Sin embargo, quizás eso le granjeó enemigos entre parte de las élites en esas típicas luchas de poder de los godos, y en octubre del 680 Wamba cayó gravemente enfermo de forma súbita. Las crónicas astures explican de forma bastante verosímil que Wamba fue drogado con un tóxico derivado del esparto que dejó al anciano postrado, con los músculos muy débiles y en un estado de amnesia que parecía que anunciaba su muerte. Entre los conjurados estaban su sucesor Ervigio y probablemente el obispo Julián de Toledo, lo cual es bastante sorprendente teniendo en cuenta cómo alaba al rey Wamba en su crónica.

Los conjurados aprovecharon que el rey estaba ido para tonsurarle y vestirle con el hábito religioso, lo que le inhabilitaba como monarca. Los conjurados también consiguieron que Wamba firmase semiinconsciente un documento en que recomendaba a Ervigio como su heredero, y el 21 de octubre Julián de Toledo ungió a Ervigio. Unos días después Wamba logró recuperarse, y el pobre tuvo que aceptar con resignación que ya no podía ser rey de los godos, por lo que pasó sus siete años de vida restantes en un monasterio.
El reinado de Ervigio
Dadas las sospechas sobre la legitimidad de Ervigio y de cómo accedió al trono sin un proceso electivo, el nuevo rey tuvo que apresurarse a convocar el XII Concilio de Toledo en enero del 681. En este concilio Ervigio no reconoció que hubiera conjura o envenenamiento alguno y presentó el documento firmado por Wamba que le reconocía como su sucesor para así acallar a sus opositores y calmar los ánimos entre la facción que apoyó a Wamba. Eliminó algunas disposiciones que afectaban a la Iglesia para consolidar su apoyo, mientras que como giño a parte de los magnates laicos amnistió y devolvió propiedades a los que participaron en la rebelión de Paulo y a perseguidos por Chindasvinto. Además, eliminó la posibilidad de que los siervos del fisco pudiesen acceder a cargos importantes, y abolió la obtención de confesiones de aristócratas mediante la tortura.
El rey Ervigio promulgó una nueva ley militar que especificaba que los señores laicos y eclesiásticos debían aportar al menos una décima parte de sus siervos si eran convocados en campañas militares, así que no era ambigua ni poco realista y práctica como la de Wamba, que requería la participación de todos los súbditos. En los años siguientes se convocaron los concilios de Toledo XIII y XIV y además de tratar cuestiones eclesiásticas se nota que Ervigio tenía miedo de que él o su familia sufrieran represalias si perdía el trono, porque como lo hizo en su día Chintila incluyó una disposición conciliar que exigía el respeto de las propiedades de la familia del rey una vez fallecido.
Ervigio modificó y promulgó numerosas leyes y por eso publicó una nueva edición del Liber Iudiciorum, pero quizás lo más destacado del reinado de Ervigio son las malas cosechas y hambrunas que ocurrieron durante su reinado, en parte debido a la bajada general de temperaturas por todo el mundo. Por ello Ervigio se vio obligado a condonar impuestos que sus súbditos debían a la Corona. Tras unos siete años de reinado, en el 687 Ervigio estaba en su lecho de muerte y nombró sucesor no a uno de sus hijos, sino a su yerno y sobrino de Wamba, Egica, quizás como manera de evitar rencillas entre las facciones de Wamba y Ervigio.
El antijudaísmo extremo de Ervigio y Egica
Desde los inicios del cristianismo que eran populares los pensamientos milenaristas y predicciones apocalípticas sobre la llegada del día del Juicio Final. Esto es especialmente cierto en el siglo VII desde tiempos de Sisebuto, primero por la toma sasánida de Jerusalén y ahora también por el rápido avance de las tropas árabes musulmanas, y eso sin contar con los desastres naturales como el período de sequía de esta época, ligado a hambrunas y epidemias, que se interpretaba como una mala señal. Es en este clima de predicciones escatológicas, a las que se le sumó las predicciones de la llegada del mesías judío, cuando se promulgaron leyes contra las relaciones homosexuales muy duras como ya hablé en el episodio La homosexualidad en el Reino visigodo y también leyes contra los judíos extremadamente duras.
Las leyes tienen un marcado carácter religioso y eso es porque desde la concepción monárquica isidoriana el monarca visigodo, como príncipe cristiano, tenía el deber de salvar las almas de sus súbditos y limpiarlas del pecado ante la inminente llegada del Juicio Final, aunque como veremos en el caso de Egica los intereses económicos jugaron un papel vital. La fuerte persecución contra los judíos y criptojudíos en la Spania goda empezó con Sisebuto, pero la violencia física y retórica alcanzó su punto máximo durante los reinados de Ervigio y Egica. Ervigio pedía la extirpación de raíz de la plaga judía, mientras que su sucesor Egica defendió la esclavización de todos los judíos.
Julián de Toledo, proveniente de una familia de judeoconversos, justificó estas políticas en sus tratados teológicos al comparar a los judíos con una gangrena, y defendió que un buen monarca cristiano debía eliminarlos antes de que la enfermedad se propagase. Esto es lo que se llama la fe del converso. Como puedes ver se llegó a unos niveles de antijudaísmo dignos de los nazis, aunque claro aquí sin las connotaciones raciales del siglo XX. Las múltiples leyes antijudías de Ervigio obligaban a los judíos a bautizarse en el plazo de un año, a manumitir o vender sus esclavos cristianos, a hacer un juramento público de su conversión frente al obispo, y además se encargaba a los sayones, jueces y obispos la tarea de mantener a los conversos vigilados.
Incluso una ley de Ervigio castigaba a los judíos que convirtieran a un cristiano con la amputación del pene en el caso de los hombres y de la nariz en el caso de las mujeres. La política de Egica respecto a los judíos fue muy diferente antes y después del 694. Al principio de su reinado, reconoció que aún había judíos y criptojudíos pero también judíos que se habían convertido sinceramente al cristianismo, como era el caso de la familia de Julián de Toledo. Por eso quiso igualar jurídicamente a los verdaderos conversos con los cristianos viejos, reconoció que estos podían comerciar y acceder a cargos públicos, y no tendrían que pagar un impuesto especial por ser judíos, así que Egica creó unos incentivos económicos y sociales para la conversión en vez de solo reprimir.
Sin embargo, solo un año después la posición de Egica respecto a los judíos dio un giro radical. En el XVII Concilio de Toledo del 694 Egica acusó a los judíos del reino de conspirar junto a judíos de ultramar contra él y contra la Iglesia católica, del mismo modo que habían hecho contra otros reyes cristianos, en clara referencia al presunto colaboracionismo judío con los conquistadores musulmanes en el Imperio bizantino. Tras su discurso, presentó a los judíos acusados de conspirar, pero no se les juzgó como individuos sino como colectivo. Los miembros del concilio aprobaron la esclavización de los judíos, que pasarían a ser esclavos del fisco, la dispersión de sus familias por Spania, y la confiscación de sus bienes.
Los hijos de los judíos serían separados de sus padres a los siete años para ser criados entre cristianos verdaderos, y los hijos nunca podrían recuperar las propiedades de sus padres. Hubiera o no una conspiración, en las disposiciones conciliares se refleja de manera evidente que se aprovechó la supuesta conspiración para convertir en esclavos del fisco a una gran cantidad de personas y quedarse con sus tierras, que las repartirían entre sus fieles o se las quedaría el estado. Es decir, a diferencia de persecuciones anteriores la motivación económica está muy presente en la persecución de Egica, y esto hay que contextualizarlo en unos años en que los apoyos nobiliarios y eclesiásticos a Egica se tambaleaban y en una época en que la peste azotó a todo el reino, por lo que Egica necesitaba recursos para la monarquía y para recompensar a sus leales.
Curiosamente quedaba excluida de esta ley la Septimania, recordemos que calificada como prostíbulo de judíos blasfemos por parte del obispo de Toledo, según Egica porque la Narbonense perdió mucha población por la peste y guerra contra los francos. Los historiadores han propuesto otras explicaciones a la excepción de la Narbonense, quizás Egica la excluyó porque había una comunidad judía muy numerosa y sería peligroso para la paz social y el dominio godo perseguirlos, o quizás como propone Céline Martin Egica no quería reforzar el fisco del ducado de la Narbonense con más hombres y más tierras de los judíos ante el peligro de alimentar un movimiento separatista.
El turbulento reinado de Egica
La sucesión de Ervigio fue tranquila porque suponía la entronización de un candidato de consenso emparentado tanto con la familia de Ervigio como con la de Wamba, pero pronto Egica se encargó de hacer saltar el consenso por los aires. En el XV Concilio de Toledo del 688 Egica quiso librarse de un juramento que había hecho a Ervigio en su lecho de muerte, porque el rey anterior le había pedido que velara por el interés general y que protegiese a su familia. Egica dijo al concilio que esos dos juramentos eran contradictorios y los miembros del concilio aceptaron de forma parcial que se librase de su compromiso con el difunto rey. Por eso Egica confiscó propiedades de la familia de Ervigio, no tardó en repudiar a su esposa y obligó a que ella y la viuda de Ervigio tomaran los hábitos e ingresaran en un monasterio.

Esta lucha contra el clan de Ervigio tuvo un coste político, ya que en el 692 se produjo un golpe de estado que involucraba al mismísimo obispo de Toledo Sisberto y a otros miembros prominentes de la corte y del clero vinculados a la facción ervigiana. Sisberto de Toledo ungió rey a un usurpador aprovechando que Egica estaba fuera de la capital, y los rebeldes pudieron mantener el control de la capital durante unos meses antes de que los partidarios de Egica entraran triunfantes en la sede regia. La ira y desconfianza de Egica estaba desatada y desde entonces no toleraría a nadie mínimamente sospechoso de conspirar contra él.
En el XVI Concilio de Toledo Egica se quejó de “con qué astucia los traidores y tesón los enemigos intentan nefandamente engañarme y de los cuales me siento víctima cada día”. El concilio excomulgó y confiscó los bienes del obispo Sisberto y Egica pudo pedir la aprobación de todo lo que quiso sin encontrar oposición, incluyendo que a partir de entonces los conspiradores y rebeldes fueran vendidos como esclavos. De este modo Egica pudo purgar la corte y obispado de la facción ervigiana, colocar solamente a personas afines en posiciones de poder, y asociar al trono a su joven hijo Witiza en el 694, aunque como pasó con Chindasvinto esto generó mucho resentimiento en una parte de la aristocracia y clero. Es posible que eso provocara hacia el final de su reinado una revuelta en la Bética encabezada por Teodofredo, padre del futuro rey Rodrigo, y al fracasar éste fue cegado.
El reinado de Egica se volvió turbulento, tanto por las continuas sospechas de conspiraciones contra su persona como por la peste y hambruna que asoló el Reino visigodo y que le obligó a tomar medidas para engrandecer las arcas públicas, como la persecución terrible contra los judíos que he comentado antes. Como ya expliqué en el episodio 16 Leovigildo y la construcción del Reino visigodo, los desastres naturales como sequías o plagas de langostas eran recurrentes como en cualquier economía preindustrial. Sí que es cierto que parece que estos desastres fueron frecuentes en los años finales del Reino visigodo, pero incluso en reinados recordados positivamente como el de Leovigildo hubo plagas de langosta y hambrunas terribles, y no hay que olvidar eso porque sino es muy fácil comprar el discurso de decadencia visigoda que he discutido al principio del episodio.
El reinado de Egica también incluye un hecho extraño, y es que una flota bizantina atacó las costas levantinas de Spania en el 697. ¿Tenían acaso los bizantinos la intención de reconquistar su provincia perdida? Pues claro que no, el Imperio bizantino estaba sumido en una profunda crisis debido a las conquistas árabes. Es posible que flota que atacó hubiera participado en la efímera reconquista bizantina de Cartago y ahora estaba buscando botín con acciones de piratería, o que fuera una flota estacionada en Ceuta o las islas Baleares. Sin embargo, los bizantinos fueron derrotados por el duque Teodomiro, un magnate godo importante que había participado anteriormente en la conspiración de Sisberto en el 692 y que fue rehabilitado políticamente. De hecho, este Teodomiro sería el mismo aristócrata que luego firmaría un famoso pacto de capitulación para mantener sus dominios y privilegios al establecerse los musulmanes en la Península.
Witiza, ¿un rey bueno o malo?
A finales del año 702 murió el rey Egica, y como ya estaba asociado al trono su hijo Witiza siguió gobernando en solitario, de nuevo saltándose al parecer el sistema electivo de la monarquía visigoda como venía sucediendo desde Ervigio. La figura de Witiza siempre ha sido muy controvertida, en la tradición cristiana española se le ha presentado de forma muy negativa, empezando por las crónicas de Alfonso III de Asturias que lo presentaban como un malvado y mujeriego infiel, de este modo explicaban la conquista musulmana como un castigo por los pecados de Witiza. Sin embargo, como comenté en el episodio extra 7 El pasado preislámico de al-Ándalus, en las fuentes árabes Witiza es visto como bondadoso y moderado al restituir los cargos y propiedades de nobles perseguidos por su padre Egica.
También esta imagen de Witiza viene dada por la presunta colaboración de los witizianos con los conquistadores musulmanes, entre ellos los hermanos de Witiza, por eso las crónicas asturianas presentan a los witizianos como malvados traidores mientras que los musulmanes difundieron intencionadamente la colaboración de los witizianos para presentarse como legítimos herederos del Reino visigodo frente al usurpador que fue Rodrigo. Hay que tener en cuenta el uso político de la figura de Witiza y sus partidarios tras su muerte por uno u otro lado para analizar de la forma más objetiva posible el reinado de Witiza, y eso es lo que trataré de hacer ahora.
De las pocas cosas que sabemos del reinado en solitario de Witiza del 702 al 709 o 710 es que de lo primero que hizo fue tratar de reconciliarse con la facción ervigiana y en general con los notables laicos perseguidos por su padre. Por ello quemó los documentos que había recabado Egica para obligar que algunos magnates les cedieran sus tierras y reestableció los cargos públicos y propiedades de buena parte de los represaliados. Esta misma dinámica ya la vimos con Recaredo o Recesvinto devolviendo propiedades confiscadas y amnistiando a perseguidos, pero Witiza no había aplastado rebeliones internas y conseguido victorias contra los francos como Recaredo ni era un hombre hecho y derecho como Recesvinto, sino que Witiza era un jovenzuelo de 17 años que ahora se encontraba solo gobernando la Spania goda.
Además, las devoluciones de propiedades con Recaredo o Recesvinto no parece que fueran tan masivas como las que hizo Witiza, recuerda que Recesvinto no había cedido en todas las demandas de la aristocracia y clero, por lo que Witiza debilitó considerablemente el poder de la monarquía, cosa que se ve incluso en el poco oro que contenían las monedas acuñadas durante su reinado. El rey Witiza convocó el último concilio de Toledo, el XVIII, pero por desgracia no se conservan sus actas ni ninguna ley emitida por Witiza. Según la Crónica mozárabe del 754, la más cercana a los hechos y una que no es favorable a los árabes, el reinado de Witiza fue bueno en comparación con el de su padre porque Witiza fue clemente con los perseguidos por Egica, pero Spania sufrió de hambrunas en el 702 y entre el 707 y 709, cosa que realmente no puede atribuirse como si fuera culpa de Witiza.
Fuera o no bueno el reinado de Witiza para el bienestar general de los hispanogodos, su final fue abrupto. Witiza murió a finales del 709 o en el 710 a la edad de 24 años. No sabemos cómo murió Witiza, si por una enfermedad y eso abrió un interregno en que sus familiares intentaron mantener sin éxito el control sobre la corona, o si fue asesinado a causa de una usurpación y golpe de estado organizado por Rodrigo, duque de la Bética. La Crónica mozárabe nos confirma que Rodrigo tomó el poder de forma violenta, al igual que lo habían hecho otros reyes godos como Atanagildo, Witerico o Chindasvinto, pero el problema es que su usurpación no tuvo un éxito completo y en la Tarraconense y Septimania apareció otro candidato al trono, Agila II. El Reino visigodo estaba dividido y sus élites enfrentadas en una nueva guerra civil por el trono, y todo esto mientras los árabes justo habían completado la conquista del Magreb. La receta para el desastre estaba servida.
El Veredicto: El determinismo histórico
En El Veredicto de hoy quiero discutir esto de caer en el error del determinismo histórico. Cuando hablo de determinismo histórico, me refiero a creer que el futuro ya está predeterminado como es la manera que tienen algunos de explicar la caída del Reino visigodo. Esta visión histórica supone la negación de la capacidad de los humanos de cambiar el curso de la historia con sus decisiones, porque pone todo su énfasis en factores o procesos que se producen en la economía, sociedad o geografía. Y oye, aquí nadie niega que elementos macro como estos influyan mucho en el devenir de un país, pero cada uno con las decisiones que tomamos cambiamos y moldeamos la historia a diario.
Si Ervigio no hubiera tomado el trono mediante una conspiración, ¿crees que hubiera habido tan mala sangre entre las familias de Ervigio y Wamba? O si Witiza hubiera decidido destituir a Rodrigo como duque de la Bética, ¿acaso no hubiera hecho imposible que Rodrigo emergiera como rey de los godos? O sin ir más lejos, ¿qué hubiera pasado si hubieras tomado la decisión de trabajar en otra cosa o si hubieras tenido las agallas para declarar tu amor a esa persona especial? ¿No hubiera sido tu vida acaso muy diferente? La historia la escribimos con las decisiones que tomamos, y por eso es muy fácil explicar las causas de algo a posteriori, pero si por casualidad los resultados hubieran sido diferentes, ¿crees que alguien citaría la decadencia económica o la tensión social como variables si los visigodos hubieran derrotado a las tropas de Tariq en Guadalete? Piénsalo y por favor cuidado con pensar que unos hechos son inevitables. Y con eso, El Veredicto termina.
Avance y outro
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Fuentes
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