Este es el episodio 7 llamado Conquista romana de Hispania y en este episodio aprenderás:

Intereses romanos en Hispania

Dejamos la narrativa en el episodio 6 con los romanos ganando la segunda guerra púnica y Roma convirtiéndose en el estado más poderoso del Mediterráneo. Pero la conquista romana de la península ibérica fue un proceso que duró dos siglos, desde el 218 a.C. con el desembarco romano en Ampurias hasta el 19 a.C. con el fin de las guerras cántabras, siendo de largo la región que les llevó más tiempo conquistar. La pregunta es, ¿por qué fue ese el caso? Bueno, en primer lugar, Roma ni siquiera controlaba toda la península itálica cuando comenzó la segunda guerra púnica, en el sur había colonias griegas y ciudades itálicas que traicionaron a Roma cuando la ciudad mostró debilidad durante la guerra, y en el norte los galos recelaban de los romanos.

Luego, debe considerar el tamaño de la península ibérica, porque mirando el mapa quizás no lo parece, pero la península ibérica duplica el tamaño de la península itálica. Tampoco hubo un plan claro del Senado romano con qué hacer con Hispania ni un programa político más que extraer de ella recursos, y a Roma le faltaban soldados para conquistar Hispania porque muchas veces tenían múltiples frentes abiertos. Por último, la península ibérica era muy diversa cultural y socialmente, algunos pueblos presentaron una resistencia feroz, y Hispania estaba muy dividida políticamente, y esto hace más difícil y menos rentable cualquier conquista. Lo mismo pasó con las conquistas españolas de América, en poco tiempo se conquistó los imperios aztecas e incas porque eran estados centralizados, pero las conquistas en otras regiones sin unidad política como Chile o el norte de México fueron mucho más complicadas.

Fases de la conquista romana de Hispania
Fases de la conquista romana de Hispania

Ya he respondido a la pregunta de por qué, pero eso plantea otra pregunta. ¿Qué intereses tenía Roma en la península ibérica? La verdad es que la República romana no mostró ningún interés especial en Hispania antes de la segunda guerra púnica. Es cierto que hicieron alianzas con las ciudades-estado griegas ibéricas, pero los romanos ni siquiera buscaron activamente esas alianzas, las colonias griegas fueron las que pidieron ayuda romana porque tenían miedo de Cartago. Por lo tanto, Roma solo se interesó en Hispania porque Cartago la usó como su centro de operaciones para atacar a Roma.

Con Hispania en manos romanas, Roma privó a Cartago de una base fundamental para reclutar tropas y extraer recursos naturales. Los cartagineses dejaron de ser una amenaza ahora que los romanos tenían parte de Hispania, pero los romanos se dieron cuenta de que la península ibérica podía ser explotada no solo por razones geoestratégicas, sino también económicas, en especial para explotar su riqueza mineral y para capturar y vender esclavos hispanos. Y por supuesto, no hay que pensar solo en el beneficio de la conquista para Roma como estado, no pocos aristócratas romanos usaron sus éxitos militares en Hispania para enriquecerse y para unas ambiciones políticas mayores en Roma.

La revuelta ibera

Para administrar mejor el territorio recién conquistado, Escipión dividió Hispania en dos provincias, Hispania Citerior e Hispania Ulterior, que con el paso de los años tendrán capital fija en Tarragona y Córdoba respectivamente. Las provincias en época republicana se definían por ser territorios fuera de Italia gobernados por magistrados y militares elegidos por los comicios romanos y el Senado, es decir, Hispania aún no era concebida como una parte integral de la República romana y regulada por una administración y leyes. La administración romana era casi inexistente en las primeras décadas, porque a los romanos solo les preocupaba mantener la seguridad de las provincias hispanas y extraer recursos de ellas mediante tributos y una política autoritaria, depredatoria y de terror, sin ningún programa político para Hispania.

Los primeros sesenta años de la administración romana en Hispania fueron especialmente violentos, entre la supresión de la revuelta ibera por Catón hasta la caída de Numancia. Inicialmente Roma dependió en gran medida de los pactos con los nativos y la presencia militar continua para mantener a Hispania en sus manos, pero este tipo de control pronto mostró sus debilidades. Debido a una nueva guerra en Grecia, la República romana decidió reducir el número de legiones romanas estacionadas en Hispania de cuatro a dos. Grecia era un territorio mucho más suculento en ese momento, pero la reducción de la presencia militar romana en Hispania resultó ser fatal.

Los primeros pretores o gobernadores en Hispania eran relevados cada año y carecían de experiencia e interés para entender a la población local. Eso condujo a abusos de poder, y pronto los iberos, turdetanos y buena parte de fenicios peninsulares dijeron basta al expolio y a la pretensión romana de no abandonar Hispania, cuando en realidad se habían presentado como libertadores que se irían cuando neutralizasen la amenaza cartaginesa. En el 197 a. C., los pueblos de las dos provincias hispanas se rebelaron simultáneamente contra la nueva potencia conquistadora. El levantamiento fue general y masivo, y con alrededor de 10.000 soldados romanos para enfrentarlo, el pretor de Hispania Citerior fue asesinado y su ejército aplastado.

Las cosas no pintaban bien para los romanos, pero al año siguiente ganaron la guerra contra Macedonia y el Senado pudo centrar su atención en lo que estaba sucediendo en Occidente. El experimentado Catón el Viejo fue el enviado a Hispania en el 195 a. C. para resolver la situación con mano de hierro. Catón el Viejo era un romano tradicionalista que se oponía al cosmopolitismo y al pensamiento helenístico y él representaba a la nueva clase terrateniente que acaparaba y explotaba sin piedad sus latifundios con esclavos, algo que causaría una crisis social durante el último siglo de la República romana. Este Catón fue el primero de su familia en conseguir la posición de cónsul, y por eso dedicó muchos recursos en darse autobombo y en engrandecer sus acciones.

También es importante que a nivel militar seguía la máxima de que una guerra debe autofinanciarse, y esta regla no escrita la siguieron muchos otros generales romanos, por eso los vemos saqueando y destruyendo poblaciones sin piedad si hacía falta. La situación era crítica, por lo que el Senado reunió un gran ejército de más de 50.000 hombres para sofocar la revuelta. Catón entró en la península ibérica a través de las colonias griegas de Rosas y Ampurias, y allí logró una gran victoria sobre la coalición de pueblos iberos. Por eso algunos iberos de la actual Cataluña se rindieron, entregaron sus armas y algunos rehenes, liberaron a los prisioneros de guerra romanos, y tuvieron que aceptar que los romanos les desmantelases numerosas fortificaciones.

Luego, los pretores de Hispania Ulterior pidieron la ayuda urgente de Catón el Viejo, y él utilizó la diplomacia para convencer a los mercenarios celtiberos para que no ayudaran a los turdetanos en su revuelta. Los romanos lograron pacificar los pueblos iberos, pero Catón todavía tuvo tiempo para enviar a su ejército por el inexplorado territorio celtibero para mostrar el poder de Roma y empezar a recabar información sobre la zona. Una nueva revuelta comenzó en Cataluña, pero rápidamente la sofocó antes de partir hacia Roma. Allí, Catón el Viejo fue recibido con una marcha triunfal, ya que él terminó con la revuelta ibera y trajo consigo la mayor cantidad de oro y plata jamás vista hasta ese momento en Roma, además de muchos esclavos. Catón es glorificado en la historiografía romana, y no es extraño, ya que el camino que abrió fue el utilizado en el futuro por el imperialismo romano: Roma usaría su poder militar para conquistar nuevos territorios y reprimir de manera sistemática y brutal cualquier resistencia.

Primera guerra celtibera

Conquista romana de Toledo
Conquista romana de Toledo y la Carpetania

Quizás recuerdes del episodio 5 Pueblos prerromanos de la península ibérica que los nativos del oeste y del interior de Hispania eran pobres y tenían sociedades muy desiguales, algo que alentó el bandolerismo. Ese es un problema que los romanos enfrentaron poco después de su conquista inicial, con constantes ataques sobre los valles del Guadalquivir y el Ebro. Entre el 194 y 179 a. C., las legiones romanas pacificaron los territorios conquistados e hicieron incursiones en la Meseta y la tierra natal de los celtiberos. En este contexto, Roma capturó Toledo y avanzó hacia el norte a lo largo del valle del Ebro, haciendo contacto directo por primera vez con los vascones de Navarra. Con el tiempo, los belicosos celtiberos reclutaron un ejército confederado de 35.000 hombres para oponerse al expansionismo romano, y el enfrentamiento desató la breve primera guerra celtibera.

Aunque los celtiberos reunieron un ejército de un tamaño considerable, no fue suficiente para detener a Roma y fueron derrotados una y otra vez. Tiberio Sempronio Graco padre terminó la guerra firmando una serie de tratados y llevando a cabo una política más conciliatoria que la de Catón el Viejo, a través de la cual pudo establecer lazos de clientela militar con los celtiberos y fundar dos ciudades en La Rioja y Jaén. Graco reguló por primera vez la recaudación de impuestos para evitar abusos y estableció que los aliados celtiberos debían proporcionar tropas auxiliares y que no podían establecer nuevas ciudades. El Senado a menudo se opuso a políticas pacíficas como las de Sempronio Graco y exigían una guerra sin cuartel y hasta la rendición incondicional de los hispanos.

Roma todavía estaba organizada como una ciudad-estado, y la mayoría de las acciones expansionistas fueron provocadas por la ambición política y económica de aristócratas romanos con autoridad militar. Estos administraron el territorio de una manera autoritaria, y esto les permitió abusar de la población local y dio lugar a revueltas. Este continuo estado de agitación en la península ibérica preocupaba al Senado, pero en este mismo Senado los pretores tenían amigos y familiares que los protegían. Y no solo los pretores abusaron de los lugareños, los patricios y los ecuestres también abusaron de ellos. Los patricios eran una clase social que basaba su poder en la propiedad de tierras, mientras la orden ecuestre, o caballeros, basaron su poder en el comercio y la recaudación de impuestos.

Afortunadamente para los romanos, los nativos estaban muy divididos políticamente y exhaustos después de años de guerra constante, por lo que la mayoría de las revueltas contra el poder y los abusos romanos no eran una amenaza para sus intereses. Después de años de guerras, llegó el momento de dejar de expandirse y centrarse en explotar las dos provincias de Hispania. Las cosas estuvieron bastante tranquilas durante los siguientes veinte años, y en este tiempo de relativa paz algunos nativos comenzaron a adoptar el estilo de vida agrario e urbanizado de los romanos. La romanización de la península ibérica estaba en marcha, y la presencia de soldados romanos y la llegada de colonos de Italia solo aceleraron el proceso.

Segunda guerra celtibera

Sin embargo, la paz no duró mucho. En el 154 a. C. estalló la segunda guerra celtibera, porque la ciudad de Segeda, en la actual provincia de Zaragoza, creció demográficamente y decidió expandir sus muros preexistentes. Roma consideró que Segeda estaba rompiendo el tratado acordado con Graco padre, que no está claro si estipulaba que no se podían construir muros en poblaciones sin fortificar o si también decía que no se podían ampliar murallas. Sea como fuere, los romanos temían una nueva rebelión generalizada en Hispania porque pueblos lusitanos y vetones se aliaron para arrasar la Turdetania. Antes de que eso pudiera suceder, Roma tomó la iniciativa y peleó en una guerra de dos frentes. Los resultados fueron realmente malos al principio, pues la coalición lusitana derrotó a los romanos en Hispania Ulterior y los celtiberos repelieron a los romanos en el primer asedio de Numancia.

El pretor de Hispania Citerior decidió poner fin a la guerra, prometiendo volver a las condiciones del tratado anterior. Los celtiberos estuvieron de acuerdo, pero el Senado romano se negó a aceptar la paz, ya que la orgullosa oligarquía romana quería la sumisión total de los nativos. Roma mostraba que no sabía cómo resolver problemas con otra cosa que no fuera la violencia de las armas. No obstante, los pretores y soldados no estaban muy entusiasmados de ser enviados a Hispania, ya que la tierra era famosa por estar llena de peligros. Un nuevo cónsul fue enviado a Hispania para continuar la guerra y decidió atacar a las gentes celtas situada al lado de los celtiberos, a pesar de que nunca habían causado problemas a Roma, por eso la historiografía romana califica su guerra como ilegal e impulsada por la codicia de fama y fortuna. Y aunque no obtuvo nada de eso, nunca fue llamado para rendir cuentas de su guerra ilegal.

Guerra lusitana

Campañas de Viriato en las guerras lusitanas
Campañas de Viriato en las guerras lusitanas

Las cosas en la Celtiberia se calmaron entonces, pero ¿qué pasó con los lusitanos y los vetones? Para los romanos, la Lusitania era una región tan salvaje como la Celtiberia, y era incluso un foco mayor de problemas por culpa de las continuas campañas de pillaje de los lusitanos. La guerra lusitana se volvió muy cruenta, ya que el pretor Servio Sulpicio Galba, después de ser derrotado, prometió a los lusitanos paz y tierras para resolver el problema de la mala distribución de las tierras agrícolas. Con esa propuesta, los lusitanos acordaron encontrarse con Galba, pero ese hijo de perra les ordenó que bajaran sus armas, rodeó a los lusitanos y los masacró. En este ataque tan traicionero muy pocos sobrevivieron, pero entre los que sobrevivieron había un hombre llamado Viriato, probablemente parte de los linajes de la élite lusitana.

En el año 147 a. C., los lusitanos atacaron de nuevo pero fueron derrotados y volvieron a pedir la paz. Pero cuando el tratado estaba a punto de ser sellado, según los relatos transmitidos Viriato le habló a su pueblo y les recordó que la palabra de un romano no tenía valor alguno. Los lusitanos vieron en él al líder que tanto necesitaban y lo eligieron como su caudillo, y a continuación Viriato libró una larga guerra de guerrillas y de desgaste contra Roma que demostró ser muy efectiva. Viriato logró controlar buena parte del sur y centro de Hispania, con lo que su lucha se convirtió en algo más que la del pueblo lusitano. El éxito de Viriato fue tal que llegó a acorralar un ejército liderado por uno de los cónsules romanos, y le obligó a aceptar la independencia de Lusitania y el reconocimiento de Viriato como soberano amigo del pueblo romano.

Con el cambio de cónsul, este tratado tan humillante quedó roto y los romanos continuaron la cruenta guerra lusitana. Para el año 140 a. C., los pueblos lusitanos estaban exhaustos e intentaron hacer las paces con los romanos, una paz aceptada por el cónsul pero no por el Senado. Por lo tanto, la guerra continuó y al año siguiente el cónsul romano sobornó a tres hombres de Viriato para matar a su líder mientras dormía. La acción fue considerada vergonzosa por el Senado, pero la guerra lusitana terminó poco después del asesinato. Junto de la guerra numantina, la pacificación de Lusitania fue un paso crucial en la conquista romana de Hispania, y permitió a la República avanzar hacia el país de los galaicos en una campaña de exploración. En el 136 a. C., Roma logró una gran victoria sobre los galaicos, aunque la Galicia actual no fue conquistada hasta época de Julio César.

La muerte de Viriato, jefe de los lusitanos (1807) de José de Madrazo
La muerte de Viriato, jefe de los lusitanos (1807) de José de Madrazo

Guerra numantina

Pero volvamos al 143 a. C. En ese año, la resistencia de Viriato estaba en su punto álgido y los celtiberos decidieron unirse a la fiesta y rebelarse. De este modo comenzó la tercera guerra celtibera, más conocida como la guerra numantina. El cónsul Quinto Cecilio Metelo, quien fue un victorioso general en Grecia, fue enviado a Hispania con un ejército de 32.000 efectivos. Sobre el papel un gran ejército dirigido por un líder competente como él debería haber obtenido una rápida victoria sobre los celtiberos, pero la guerra en Hispania era muy diferente a la de Grecia. En Grecia, el cónsul luchó contra estados cohesionados, pero en Hispania los pueblos indígenas estaban divididos, por lo que no habría una batalla decisiva, sino una serie de escaramuzas y batallas que convirtieron al conflicto en una verdadera guerra de desgaste.

Movimientos romanos en territorio celtibero por las guerras celtiberas
Movimientos romanos en territorio celtibero por las guerras celtiberas

El cónsul atacó la región de los vacceos, el pueblo prerromano asentando en el área central del valle del Duero, para cortar las líneas de aprovisionamiento y de ayuda militar que podían ofrecer a los celtiberos. Su sucesor atacó Numancia, la ciudad celtibera más importante, con alrededor de 10.000 habitantes, una población que hoy sería la segunda más grande de Soria. Numancia estaba estratégicamente ubicada en una colina para controlar la región cercana, así como un cruce del Duero. Después de que los romanos fueran repelidos en Numancia, trataron de tomar la segunda ciudad más importante de la región, Termancia, pero tampoco pudieron hacerlo.

Una vez más, el nuevo e incompetente pretor tuvo la brillante idea de desviar el río para matar de hambre a la ciudad, pero los romanos fueron atacados por los numantinos mientras lo intentaban. La situación no era para nada esperanzadora, porque se acercaba el frío invierno y muchos hombres se contagiaron de disentería. Además, se acercaba el final del mandato anual del pretor, por lo que el pretor decidió hacer las paces con los numantinos, pero cuando llegó su reemplazo, el anterior negó haber hecho las paces sin el consentimiento del Senado, así que se reanudaron las hostilidades. Los pobres numantinos debieron quedar perplejos, y esta es otra muestra de lo traicioneros que eran los romanos.

Los dos años siguientes fueron más tranquilos, los ataques romanos contra Numancia fracasaron, por lo que nuevamente Roma atacó a los dóciles vacceos. Atacar a esta pobre gente se convirtió en un mal hábito cuando atacar Numancia probaba ser una tarea demasiado ardua. En el 137 a. C., el cónsul Cayo Hostilio Mancino se hizo cargo de la situación. Su liderazgo fue un completo desastre, perdió múltiples batallas contra los numantinos, luego le llegaron falsos rumores diciendo que cántabros y vacceos vendrían a ayudar a los numantinos… ¿Y cómo reaccionó Mancino? Pues haciendo lo que 1ro de estrategia enseña a no hacer: entrar en pánico. Ordenó una retirada y el ejército romano terminó rodeado por los numantinos.

Afortunadamente para los romanos, los numantinos eran demasiado nobles e ingenuos, y les ofrecieron la paz cuando era el momento perfecto para destruirlos. Todos los tratados firmados por los romanos debían reconocer su supremacía, y en este los numantinos se ponían al mismo nivel que los romanos. Vamos, que una ciudad de 10.000 habitantes y menos de 4.000 guerreros se ponía al mismo nivel que la gran Roma, qué osadía y desfachatez tenían estos numantinos pensaron desde Roma. Esto era inaceptable, y el Senado no pudo reconocer un tratado tan humillante, a pesar de que el populacho estaba infeliz y exhausto en Italia. El Senado ordenó al nuevo cónsul que entregara al cobarde de Mancino a los numantinos completamente desnudo y con las manos atadas a la espalda. Los numantinos quedaron perplejos y se negaron a dejarlo entrar, y Mancino regresó a Roma y perdió su ciudadanía.

Los siguientes tres cónsules no atacaron Numancia por temor a sufrir el mismo destino que Mancino, y nuevamente atacaron las áreas circundantes, sin mucho éxito. El ejército romano en esos momentos estaba descontento, la opinión pública romana veía como una humillación que una ciudad hispana plantase cara a la gran Roma, por lo que la República necesitaba un hombre competente para terminar la campaña de una vez por todas. El hombre elegido para esa misión fue Escipión Emiliano, un pariente adoptivo de Escipión el Africano. Escipión Emiliano ya había comandado el ejército romano en la tercera guerra púnica y destruyó la decadente Cartago, y también había participado en campañas de la Celtiberia, por lo tanto, era la única opción posible en el año 134 a. C. No obstante, el Senado lo veía con recelo por su creciente popularidad y además por los crecientes problemas sociales de Roma era más difícil reclutar, por lo que no contó más que con 4.000 voluntarios de refuerzo para las tropas estacionadas en Hispania.

Sitio de Numancia
Sitio de Numancia

Sin embargo, muchos nombres prominentes se le unieron de forma voluntaria: Cayo Mario, quien se convertiría en un cónsul muy importante, el futuro rey de Numidia Jugurta, el historiador griego Polibio, o el escritor satírico Cayo Lucilio. Con un poderosísimo ejército de 60.000 hombres, con solo un tercio siendo legionarios itálicos, lo primero que hizo Escipión fue restaurar la disciplina aplicando reglas de austeridad muy estrictas y duros ejercicios. Una vez que el ejército levantó su moral, los romanos atacaron a los pueblos vacceos nuevamente para luego construir un circuito de fortificaciones y rodear completamente Numancia. Los muros eran de tres metros de alto y más de dos metros de ancho, y mientras los construían los numantinos por supuesto que atacaron, pero los romanos repelieron sus ataques gracias a un ingenioso sistema de rápidas comunicaciones. Además, Escipión Emiliano ordenó cerrar los afluentes del Duero, y todas estas acciones tenían un único objetivo: matar a los numantinos de hambre y de sed.

El final de Numancia, por Albert Álvarez Marsal
El final de Numancia, por Albert Álvarez Marsal

Un valiente guerrero llamado Retógenes pudo escabullirse y pedir ayuda a los pueblos cercanos, pero todos los pueblos importantes se negaron por miedo. Solo un pueblo se ofreció a ayudar, pero los ancianos del pueblo advirtieron a Escipión y él ordenó la amputación de las manos de los jóvenes de ese pueblo. Sí, los romanos eran así de brutales, como para que luego se los glorifique como civilizadores. Después de años de constantes ataques y meses de asedio, como era previsible Numancia se estaba muriendo de hambre y finalmente aceptó la rendición incondicional. La mayoría de los numantinos y refugiados en Numancia o habían muerto ya por el hambre y enfermedades o se suicidaron, negándose a ser esclavizados como lo fueron los pocos que no murieron.

Eso puede verse como un acto de patriotismo o de desesperación por no desear ser esclavizado, pero también podría explicarse por la institución social que fue la devotio celtibera. En cualquier caso, la heroica última defensa numantina inspiró a las generaciones venideras de romanos y españoles, e incluso Miguel de Cervantes escribió una obra de teatro sobre el asedio. La destrucción de Numancia en el año 133 a. C., junto con la victoria sobre los lusitanos, fue el punto de inflexión de la conquista romana de Hispania. Ahora que todos los principales focos de resistencia estaban pacificados, solo las pocas gentes del norte de Hispania podían ofrecer resistencia.

Tensiones sociales en la República romana

Durante los siguientes cincuenta años, Hispania disfrutó de relativa paz. Hubo algunas rebeliones de celtiberos y lusitanos aun, y la consecuencia más seria parece la matanza de 20.000 celtiberos y el desmantelamiento de la ciudad de Termancia. El bajo rendimiento económico de las tierras y su probable mal reparto social inducía a celtiberos y lusitanos a rebelarse, a veces primero matando a élites indígenas que habían pactado con los romanos y se habían beneficiado con más tierras concedidas. A veces los romanos prometían repartos de tierra que no eran más que un engaño para matar rebeldes, o a veces los hacían pero eran insuficientes para aliviar a la población. Los romanos no querían revolucionar la sociedad y por lo tanto solo les quedaba la fuerza bruta para responder a los problemas socioeconómicos subyacentes en estas revueltas.

La brutalidad de la conquista romana había hecho estragos en la economía hispana por muertes, migraciones, saqueos, destrucciones de propiedades, y la esclavización de parte de la población indígena. Fueron durante los años posteriores a la caída de Numancia, más pacíficos, cuando fueron acelerándose las transformaciones de Hispania como un territorio romano y se fueron superando las consecuencias negativas de las acciones extractivas y depredatorias de la conquista romana. La única conquista notable en esta época en Hispania fue la de las islas Baleares en el 123 a. C., con el pretexto de luchar contra los piratas que usaban las islas como base de sus operaciones. La conquista de Baleares servía para hacer seguro el paso marítimo más usado de Hispania, entre Denia y Baleares, conseguir más tierras agrícolas para colonos itálicos, y para tener fácil acceso al reclutamiento de honderos baleares.

Mientras tanto, la República romana tenía una lista interminable de problemas sociales y otras guerras que combatir, como las guerras serviles, la guerra social entre Roma y las ciudades itálicas, o la guerra cimbria contra los pueblos germanos que migraban a territorios romanos. Como mencioné anteriormente, las tensiones sociales se dispararon en el corazón de la República romana después de la guerra numantina. Que los frentes cada vez estuvieran más alejados de Italia y que las guerras fueran recurrentes provocó una crisis en el modelo de campesinos propietarios que se convertían en soldados de las legiones romanas cuando era necesario. Los más beneficiados por el imperialismo romano fueron los oligarcas latifundistas que explotaban sus villas agrarias con mano de obra esclava.

Los pequeños campesinos propietarios no podían competir con ese modelo y muchos se vieron obligados a malvender sus tierras y emigrar a Roma en busca de otras oportunidades económicas, pero muchos terminaban en una situación económica más precaria o desempleados. O sea, todas las conquistas que había llevado a cabo la República romana por todo el Mediterráneo no solo no había mejorado la vida del romano e itálico medio, sino que la empeoró. En el seno de la aristocracia romana surgieron dos facciones, los optimates que defendían a ultranza los intereses de clase de la oligarquía a través del Senado, y los populares que eran también aristócratas, pero buscaban acumular poder personal con la promesa de reformas a favor de la plebe.

De este período vale la pena reseñar dos políticas de los populares. Primero las reformas militares promulgadas por el cónsul Cayo Mario. Mario cambió el requisito de ser un ciudadano propietario con un mínimo de riqueza personal para entrar en las legiones romanas y permitió la entrada de proletarios. Esta reforma, que mucho había tardado en introducirse para solucionar los problemas de reclutamiento de una entidad política en expansión, no estuvo exenta de problemas, porque al poder acceder al ejército gente pobre, estos tenían un mayor interés en vivir de una carrera militar, si bien no fue hasta época imperial que se instauró un ejército profesional permanente.

El ciudadano pobre que quería ganar fortuna en el ejército se sentía más atraído para servir a un comandante victorioso y generoso en el reparto del botín. Esta libertad de acción de los generales permitió que comprasen voluntades y creasen clientelas militares leales a su persona y no necesariamente al estado, por lo que las reformas de Mario facilitaron la aparición de caudillos y la transformación de la república en un imperio. También se aceleró el proceso de romanización, porque se dieron tierras a los legionarios retirados para formar colonias en tierras como Hispania. La otra política popular reseñable es la de regalar grano a los plebeyos, política introducida por los hermanos Graco.

En esta política Hispania tuvo un rol destacado como granero de Roma junto a Sicilia, y además de esto Hispania proporcionó un flujo constante de eslavos a la economía agraria y esclavista de la República. La crisis de la República permitió a un optimate como Sila marchar sobre Roma y convertirse en dictador en el sentido moderno del término, mucho antes que Julio César. Las tensiones políticas estaban en una escala nunca antes vista, por eso muchos líderes políticos se exiliaron en Hispania. ¿Y por qué Hispania? Bueno, la península ibérica está relativamente cerca de Italia, algunas partes de Hispania ya estaban muy romanizadas, y las provincias tenían suficiente población para formar un ejército si era necesario para hacer frente a Sila.

Guerra de Sertorio

De entre estos exiliados de la facción popular durante el gobierno de Sila, el más destacado fue Quinto Sertorio. Sertorio había sido nombrado pretor de Hispania Citerior en el 83 a. C., pero cuando Sila tomó el poder en Roma, nombró a otro y Sertorio se convirtió en un rebelde. Huyó a la región de Mauritania, en lo que hoy es Marruecos, y sus victorias allí le valieron fama en Hispania, especialmente entre los lusitanos, por lo que pudo regresar a Hispania y formar un ejército compuesto mayoritariamente por nativos hispanos. Para Sertorio, Hispania era un medio para conseguir un fin, desalojar a Sila del poder en Roma.Destaco esto porque los nacionalistas portugueses o españoles a veces han presentado a Sertorio como un separatista antirromano, pero nada más lejos de la realidad.

Guerra de Sertorio. Territorio optimate vs sertoriano en el 76 a. C
Guerra de Sertorio. Territorio optimate vs sertoriano en el 76 a. C

Sertorio utilizó tácticas de guerrilla para derrotar a fuerzas numéricamente superiores, y todos se percataron rápidamente de su destreza militar. Pronto fue conocido como el nuevo Aníbal, y fue de victoria en victoria hasta que conquistó la mayor parte de Hispania Citerior. Lusitanos, celtiberos e iberos lo siguieron, además de algunos romanos enemigos de Sila, y Sertorio selló su lealtad con pactos de devotio. Los políticos populares, las víctimas del dictador y los nativos hispanos consideraron que su mejor baza era apoyar a Sertorio para mejorar su posición dentro de la República romana. Sertorio creó una estructura política paralela en imitación a la de Roma, desafiando así la legitimidad del gobierno de los optimates de Sila. Por ejemplo constituyó un senado formado por exiliados romanos, eligió magistrados, o creó una escuela en Huesca, su base de operaciones, para educar del modo romano a hijos de notables indígenas.

Entretanto, Sila murió, pero el partido aristocrático permaneció en el poder adoptando algunas políticas populares, y los optimates incluso promulgaron una ley de amnistía para provocar deserciones en el bando sertoriano. Un joven y habilidoso Pompeyo asumió la misión de aplastar a Sertorio, pero no fue tan fácil como pensó inicialmente. La guerra de Sertorio fue de desgaste para ambos bandos, pero después de varios años de guerra los seguidores de Sertorio estaban más exhaustos que los del otro lado y un general traicionó y asesinó a Sertorio en el 73 a. C. Así fue como la larga pesadilla del gobierno romano terminó.

Guerras civiles: de la República al Imperio romano

Pompeyo sofocó muchas rebeliones y pacificó provincias enteras de la República romana, también en Hispania. Era un caudillo que quería ganarse la admiración tanto de la República como de los plebeyos para ganar poder político. Pero después de luchar contra los piratas en el Mediterráneo y conquistar múltiples áreas de Oriente Próximo, el Senado se negó a reconocer sus victorias. Era un héroe, muy parecido a Escipión el Africano o Escipión Emiliano, y precisamente por eso era una amenaza para el sistema político romano. Lo paradójico aquí es que la oposición de sus antiguos mecenas juntó al ambicioso Julio César con Pompeyo.

Se acercaba así el fin de la República. Pompeyo no solo tenía muchos amigos importantes y el apoyo de la plebe y el ejército, sino que también había desarrollado fuertes redes clientelares en Hispania y hasta había fundado la ciudad de Pamplona. Por su parte, Julio César fue nombrado pretor de Hispania Ulterior en el 62 a. C. y creó una red de lealtades al ser generoso con sus soldados y entablar relaciones personales con notables hispanos, como la familia fenicia de los Cornelio Balbo de Cádiz. Además, para financiar sus aspiraciones para convertirse en cónsul de Roma César avanzó la línea de las provincias romanas que se situaba en el Duero y se dispuso a conquistar la actual Galicia para hacerse con sus recursos minerales. Julio César, Pompeyo y el hombre más rico de Roma formaron el llamado primer triunvirato para monopolizar el poder en Roma y repartirse el control de las provincias.

Durante este período, Julio César conquistó las Galias y Pompeyo se preocupó por la creciente popularidad de César, pero a pesar de eso, Pompeyo decidió quedarse en Roma porque daba por sentado que seguía siendo fuerte en Hispania. Error garrafal de Pompeyo. Había demasiados gallos en el gallinero y solo uno podía erigirse como líder de la República. Pompeyo se había mantenido bastante al margen de la política de los populares, así que el Senado romano dominado por optimates finalmente ofreció el puesto de cónsul único a Pompeyo en el año 53 a. C. Ante esta maniobra con la que se quería acabar políticamente con Julio César, éste cruzó en invierno y con una sola legión el río Rubicón en el 49 a. C., comenzando una guerra civil.

Situación previa a la guerra civil en el 49 a. C
Situación previa a la guerra civil en el 49 a. C

Pompeyo y el Senado huyeron a Grecia con la idea de atacar desde Oriente y desde Hispania, pero César marchó hacia Hispania y las legiones de Pompeyo no pudieron actuar conjuntamente y fueron derrotadas o cambiaron de bando. La decisión de César resultó ser la acertada, pues marchó contra un ejército sin líder antes de atacar a un general sin ejército. La victoria de Julio César benefició en gran medida a Hispania, pero hablaré más de ello en el próximo episodio. Después del famoso asesinato de César en el 44 a. C., Marco Antonio, Octavio y otro formaron un nuevo triunvirato, hubo una guerra civil más tarde entre Octavio y Marco Antonio, pero esa guerra civil no afectó a Hispania en absoluto, ya que había una lealtad total respecto al hijo adoptivo y heredero de Julio César, Octavio. Octavio ganó la guerra civil, fundó el Imperio romano en el 27 a. C. al proclamarse Augusto, y el resto es historia.

Fin de la conquista de Hispania: guerras cántabras

Pero la conquista romana de Hispania aún no había terminado. El norte de la península ibérica tenía que ser conquistado, y Octavio Augusto tenía muchos planes para Hispania. La conquista de la península debía completarse, porque si Julio César conquistó en menos de una década la Galia, Augusto necesitaba lograr algo más grande que el César. Ya había hecho algo grandioso, incorporó definitivamente un país rico como Egipto en el recién nacido Imperio romano, pero la conquista de toda Hispania terminaría con dos siglos de continuas guerras y problemas. ¿Qué hazaña podía ser más grande que esa? Además, la cordillera Cantábrica era rica en recursos minerales, que eran indispensables para la agotada tesorería del Imperio, por lo que Augusto tenía que ser el que lograra un objetivo tan importante como el fin de la conquista de Hispania.

España. Hispania romana. Guerras cántabras (Circa 30 a.C.). 20
Hispania durante las guerras cántabras, por el Instituto Geográfico Nacional

Las guerras cántabras no empezaron en el año 26 a. C. cuando el emperador Augusto hizo acto de presencia, sino que al menos ya habían empezado tres años antes con resultados no muy buenos. Los várdulos y caristios, que habitaban lo que hoy es País Vasco y probablemente hablaban protoeuskera, seguramente fueron sometidos al poder romano en esta época. Los astures y cántabros supuestamente atacaron pueblos hispanos bajo la protección de Roma, incentivados por su pobreza y falta de buenas tierras agrícolas, y eso habría dado a los romanos el pretexto para iniciar una campaña de conquista. Las guerras cántabras fueron complicadas porque estaban en terreno montañoso, los lugareños tenían la ventaja de conocer el terreno, les atacaban con tácticas de guerrilla, y al ser prácticamente inexistente la agricultura en el norte peninsular la logística para alimentar a los soldados romanos fue muy complicada.

Augusto dirigió personalmente durante un tiempo la campaña del año 26 a. C. con más de 70.000 soldados, pero entre que un rayo estuvo a punto de matarle y que enfermó pues tuvo que abandonar la campaña y establecerse en Tarragona, convertida brevemente en centro político del Imperio romano al estar Augusto y su séquito ahí. Esto benefició ampliamente a la ciudad y, para agradecérselo al emperador, fue la primera ciudad en erigir un templo en su honor, comenzando así el culto al emperador. En el año 24 a. C. Augusto consideró que Hispania estaba ya pacificada y celebró una marcha triunfal en Roma para celebrar la conquista definitiva de Hispania.

A pesar de eso, la guerra de hecho continuó durante unos años más. La resistencia y los ataques continuaron, y como Augusto estaba ya mosqueado, decidió enviar a Agripa, su general y amigo predilecto, para poner fin a la resistencia. Agripa exterminó a muchos cántabros varones en edad militar, mientras que los astures se rindieron, y forzó a los montañeses a asentarse en los valles para que fuera más fácil controlarlos y evitar nuevos levantamientos. Los romanos sometieron los pueblos de la cordillera Cantábrica mediante matanzas, esclavizaciones, el incendio y destrucción de poblados, y los suicidios en masa de cántabros. Sobre este territorio en ruinas, humeante por los incendios y teñido de sangre se impuso el dominio romano. La conquista de Hispania se completó así en el 19 a. C., y era la hora de reorganizar Hispania y redoblar el esfuerzo de integración de la región en el Imperio romano.

El Veredicto: La brutalidad de la conquista romana

En El Veredicto de hoy quiero reflexionar sobre la imagen positiva de los romanos en España. Esto de vender la imagen de que los romanos son el pilar de la civilización occidental y que civilizaron Hispania y trajeron carreteras, acueductos, leyes, e infinidad de cosas supone ignorar completamente la brutalidad de la conquista romana. Los romanos no vinieron con un programa político para mejorar Hispania, durante la mayor parte del período de la conquista se preocuparon para extraer recursos de ella para beneficio de Roma y de los itálicos y ya está, les importaba un bledo los hispanos.

Ellos solo querían hacerse con minerales, cereales y esclavos de Hispania, y no tenían reparos en provocar grandes matanzas y saqueos con tal de someter a la fuerza a los nativos hispanos, y todo lo que es la romanización fue más bien una consecuencia no buscada por los romanos. Ten presente pues que la Hispania romana se construyó derramando la sangre de miles de hispanos. Y con eso, El Veredicto termina.

Avance y outro

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Fuentes

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