Este es el episodio 8 llamado Alto Imperio y romanización de Hispania y en este episodio aprenderás:
- ¿Qué es la romanización?
- Consecuencias de la romanización
- Causas de la romanización
- Perspectivas nativas
- Administración romana durante las conquistas hispanas
- Distintas velocidades de la romanización
- Economía de Hispania
- Edicto de Latinidad de Vespasiano
- Trajano y Adriano
- Inicio de la lenta decadencia del Imperio romano
- El Veredicto: La nada excepcional romanización
- Avance y outro
- Fuentes
¿Qué es la romanización?
Bien, algunos os preguntaréis qué es la romanización, y la definición tradicional breve es que la romanización fue el proceso de aculturación de las poblaciones incorporadas a la República romana y posteriormente al Imperio, es decir, la expansión de la cultura romana. Sin embargo, la romanización no fue una política deliberada o consciente que intentara erradicar las culturas indígenas, y no fue algo unilateral. Fue un fenómeno espontáneo, gradual, y heterogéneo a nivel geográfico que resultó de la interacción e integración de la cultura romana y las nativas. Por tanto, no hay que ver a los indígenas como gente pasiva que simplemente asimilaba una cultura extranjera, y hay que tener en cuenta que esa romanización no fue igual en Valencia que en Castilla, Britania o Grecia, es decir la romanidad o el ser romano era diferente según el lugar y otros factores como la riqueza o estatus social.
Es importante recordar que las culturas son cambiantes y la cultura romana anterior a la segunda guerra púnica es diferente a la del siglo I d.C., y como resultado de su propia expansión la cultura romana cambió. En Hispania, los elementos romanos e indígenas se mezclaron y formaron la cultura hispanorromana, que al mismo tiempo tenía variantes regionales. Por supuesto que los elementos romanos predominaron, pero algunas características de las culturas indígenas pervivieron o se adaptaron para parecer romanas. Este sincretismo es exactamente el mismo que ocurrió más tarde cuando España colonizó América, porque es cierto que la cultura española predominó, pero los elementos indígenas también prevalecieron y nuevas culturas regionales emergieron de la fusión de la cultura española y las indígenas.
Consecuencias de la romanización
¿Pero qué aspectos cambian con la romanización? Pues la verdad es que muchos, incluyendo la lengua, religión, costumbres, cultura material, tecnología, ley y urbanismo. Empecemos con el idioma. El latín se convirtió en la lengua franca del Imperio romano, y fue adoptado primero por las clases altas de Hispania para comunicarse tanto con la administración romana como con otros cacicazgos. Muchos nativos de la élite enviaron a sus hijos a Roma para aprender latín y conocer gente influyente, así que aprendían latín porque les convenía para consolidar y mejorar su posición social.
Los pobres no recibían una educación formal, pero el latín se extendió poco a poco a los estratos sociales más bajos. Así nacieron las variedades dialectales del latín en Hispania en base también a las lenguas nativas, y esto lo quiero remarcar porque alguna gente se piensa que todo el mundo hablaba el mismo latín en un imperio tan grande como el romano, y por supuesto no era así, igual que hay muchos dialectos y formas de hablar el español. Ya a finales del siglo I d.C. la mayoría de lenguas hispanas habían desaparecido, a excepción del euskera arcaico.
Otro aspecto importante de la romanización es la religión. Como recordarás, en la España prerromana había muchas religiones, y las religiones extranjeras ya habían influido a los nativos antes de la llegada de los romanos. Me refiero a las deidades fenicias y griegas, que se pudieron cambiar fácilmente por las romanas, porque como muchos ya sabréis, Roma básicamente cambió los nombres de las deidades griegas y las hizo suyas. Los romanos no eran muy originales la verdad. Los hispanos rápidamente adoptaron la religión romana durante la República tardía y el principio del Alto Imperio, aunque eso no excluyó la posibilidad de creer en otras deidades.
Hago un paréntesis aquí para explicar que el Alto Imperio es el primer período del Imperio romano, que va desde el reinado del emperador Augusto hasta la llamada crisis del siglo III, y el Bajo Imperio o Imperio romano tardío va del 284 con la llegada al trono de Diocleciano y el fin de la crisis del siglo III hasta la caída del Imperio romano de Occidente. El Alto Imperio se caracterizó por ser un período de apogeo militar y económico del Imperio y por ser teóricamente aún una república, con el sistema de gobierno conocido como Principado, y de hecho el Senado romano aún tenía cierto poder. Gradualmente los gobiernos se volvieron cada vez más autocráticos y los emperadores actuaban cada vez más como verdaderos monarcas, y este proceso culminó con Diocleciano y el tipo de gobierno conocido como Dominado.
Volviendo al tema de la religión, las deidades más importantes en la Hispania romana precristiana fueron las de la Tríada Capitolina, es decir, Júpiter, el dios de los dioses; Juno, la reina de los dioses y diosa de la maternidad; y Minerva, la diosa de la sabiduría, el arte y la guerra. Por otro lado, los hispanos adoptaron rápidamente el culto imperial, ya que los nativos tenían esta institución social llamada devotio que conectaba fuertemente al patrón, es decir, a una persona más poderosa, y a un cliente. El culto imperial era sólo una evolución de esa devotio. Incluso cuando Augusto seguía vivito y coleando, Tarragona y Mérida erigieron altares y templos en su honor. Las creencias orientales de deidades sirias, egipcias, fenicias o persas también tuvieron sus seguidores en Hispania, mientras que el cristianismo no se expandió en Hispania hasta el siglo III, en esa época de transición hacia el Bajo Imperio.
Los nativos de la Península también adoptaron las costumbres romanas. Adoptaron ropas y nombres romanos, de nuevo empezando desde las élites para luego expandirse a las clases sociales más bajas; abandonaron la práctica de los sacrificios humanos; la gente empezó a ir a los baños para limpiarse y socializar; y los nativos hispanos empezaron a asistir a los famosos espectáculos romanos. Los espectáculos eran financiados por la clase terrateniente para complacer y distraer a las masas, de forma similar al rol de los deportes modernos como el fútbol o el baloncesto. Las obras de teatro griegas y latinas difundieron la cultura grecorromana, pero los «juegos» violentos como las batallas de gladiadores o peleas contra bestias tuvieron un papel más importante aún en la difusión de la romanización.
El proceso de romanización también implicó la adopción de la cultura material, los gustos y la tecnología romana. Cuanto más se integró económicamente Hispania a la República y Imperio romano, más adoptaron los nativos hispanos la moneda romana, las unidades de medida, el gusto por el vino y el aceite de oliva, las tecnologías agrícolas más avanzadas, o las técnicas griegas para hacer esculturas. Por otro lado, el proceso de aceptación de las leyes romanas y el sistema judicial no fue fácil, tomó su tiempo y no se implementó inmediatamente en toda Hispania. Para ilustrar esto con un ejemplo, durante el período republicano tardío los gobernadores provinciales comenzaron a organizar asambleas en múltiples lugares durante el invierno para impartir justicia dentro y entre cacicazgos. Eso gradualmente creó una relación de dependencia más fuerte hacia Roma; no eran listos ni nada estos romanos.
En cuanto a la romanización en términos de urbanismo, los romanos fundaron ciudades como Córdoba, Tarragona, Valencia, Palma de Mallorca, Pamplona, Sevilla, Mérida, Zaragoza, o Barcelona. Hay que señalar que cuando hablamos de fundación de una ciudad, tanto en época romana como en la medieval muchas veces nos referimos a que se organiza un asentamiento nativo desorganizado acorde con unos cánones urbanísticos determinados, pero no significa que esa zona no estuviera poblada antes. En este caso, Julio César y Octavio Augusto fundaron muchas ciudades en Hispania siguiendo las tendencias urbanísticas romanas. Es interesante observar que algunos pueblos exclusivamente nativos eventualmente imitaron el urbanismo romano para parecer más romanos y mejorar su prestigio, otra dinámica típica de muchos fenómenos de aculturación.

Causas de la romanización
Ya hemos visto los aspectos que tienen que ver con el proceso de romanización. ¿Pero cuáles fueron los elementos clave que causaron esta aculturación? El primer factor clave es la constante presencia de soldados romanos y latinos. Había entre 20 y 25.000 soldados estacionados permanentemente en Hispania hasta finales del siglo I, y si había una campaña liderada por el cónsul se podían duplicar o triplicar estas cifras. Muchos campamentos militares se convirtieron más tarde en asentamientos urbanos permanentes, como ocurrió en León, Astorga, Tarragona o el barrio romano de Ampurias. La importancia de los soldados en el proceso de romanización no fue tanto durante su servicio, sino después de que los soldados terminaran sus obligaciones militares, ya que la mayoría recibió o pudo comprar una tierra y cultivarla, y muchos se casaron con mujeres nativas.
Se puede decir que el papel del ejército en la romanización de España tenía dos facetas, porque los soldados romanos e itálicos se establecieron en Hispania y los soldados íberos y celtas aprendieron las costumbres romanas cuando se unieron al ejército. Cuando los nativos hispanos regresaban a su tierra natal, lo hacían conociendo las costumbres romanas y ellos, a su vez, romanizaban sus comunidades. Los nativos no se integraron en las filas del ejército romano de la noche a la mañana, de hecho durante la mayor parte del período republicano los nativos sirvieron como auxiliares temporales y lucharon usando sus propias armas y tácticas. Pero más tarde se integraron progresivamente en el ejército romano, ya que los soldados itálicos empezaron a servir en las legiones y alguien tenía que llenar el vacío dejado por los auxiliares itálicos permanentes. Ahí estaban los hispanos para ser auxiliares permanentes, pero incluso antes del Alto Imperio ya había una legión romana formada enteramente por hispanos.
Hispania fue para los romanos lo que América fue para los españoles, una tierra de oportunidades perfecta para colonizar. Las tierras fértiles de los valles del Guadalquivir y del Ebro, las minas de Andalucía, Cartagena o del norte, o las oportunidades comerciales atraían a campesinos, comerciantes, esclavistas y prostitutas por igual. ¿Y por qué los romanos y los itálicos emigraron? Pues porque desde el siglo II a.C. las clases medias y los campesinos libres se empobrecieron debido al auge de los patricios, que compraban tierras y las trabajaban con esclavos. Fue la creciente desigualdad social y la pobreza en Italia lo que alentó la colonización latina en Hispania. De hecho, el Senado se opuso a la colonización, pero el ejército fundó algunas colonias con ciudadanos romanos y soldados itálicos, y más tarde César y Augusto promovieron la colonización con población civil también.
El ejército no sólo tenía la tarea de expandir el imperio y sofocar revueltas, sino que también realizaba obras públicas como la construcción de calzadas o puentes que eran vitales para integrar el imperio. Las calzadas romanas fueron claves para la romanización y para mantener el imperio unido, pues sin ellas, los ejércitos habrían tenido dificultades para desplazarse, el comercio se habría restringido más a la costa, y la cultura romana no se habría expandido tanto como lo hizo a través de las regiones interiores del imperio. La dinastía Julio-Claudia terminó la construcción de las calzadas más importantes de Hispania, la Vía Augusta que conectaba la costa de los Pirineos con Cádiz, y la Vía de la Plata que conectaba Mérida con las minas del norte.

En términos más generales, la administración romana se convirtió en un elemento romanizador en sí mismo, porque los gobiernos provinciales romanos unificaron las diversas formas previas de organización política, social y económica encontradas en los territorios conquistados, desde Hispania hasta Oriente Próximo. La administración romana eventualmente dio una serie de derechos y el amparo de un sistema legal que antes los indígenas hispanos no tenían. Además, Roma fundó ciudades siguiendo los estándares romanos y eso transformó poco a poco la forma de vida de las gentes que las habitaban y las situadas alrededor de estas ciudades de nueva creación.
Hemos visto los elementos clave desde el lado romano, pero debe haber elementos del lado de los nativos hispanos que expliquen esta aculturación, porque no todos los conquistadores dejan un legado duradero. Este es un tema del que ya he hablado en episodios anteriores, pero las élites locales se enfrentaron a un dilema con la llegada de los romanos: podían o bien colaborar o bien oponerse a ellos. Las élites necesitaban evaluar lo que era mejor para sus intereses, un simple análisis de coste y beneficio.
Los líderes nativos listos entendieron que era mejor ser amigos de Roma que enemigos, y fueron los listos los que sobrevivieron y preservaron o incluso mejoraron su posición de poder dentro de su comunidad, mientras que los zopencos que se oponían a Roma perecieron o perdieron su posición social. Pronto las élites aprendieron las costumbres latinas y romanas y adoptaron una apariencia romana, y eso les dio privilegios, ya que fueron recompensados con la ciudadanía latina o incluso la tan deseada ciudadanía romana.
Perspectivas nativas
Bien, ya he hablado de los aspectos y causas de la romanización, y ahora quiero tomar la perspectiva de los habitantes de la península ibérica para imaginar cómo reaccionaron a la llegada de los romanos. Empecemos con los colonos griegos, que fueron los primeros habitantes de la península ibérica en pedir protección romana. Imagina que eres un comerciante, uno con poder político en Emporion, la ciudad comercial griega situada en el este de Cataluña. Te llega la noticia de que Aníbal desea conquistar toda la península ibérica, y sabes que si Cartago tiene éxito, tus compatriotas griegos serán expulsados por los comerciantes cartagineses.
Al mismo tiempo, sabes que Roma es una potencia emergente. Desde tu perspectiva, Roma es el mal menor, ya que los romanos están más cerca del mundo griego y puedes llegar a acuerdos con ellos. Además, los íberos controlan la llanura mientras que la colonia griega está presionada por el mar, así que quizás si Emporion muestra una lealtad inequívoca a Roma, tú y todos tus vecinos griegos podréis expandiros y dejar de sentiros amenazados por los nativos con los que comerciáis. Así que hablas con tu comunidad y todos decidís ofrecer Ampurias como base de operaciones para los romanos, y la República romana acepta la propuesta.

Después de la segunda guerra púnica, la alianza dio sus frutos y Emporion floreció como una poderosa ciudad con fronteras expandidas. Roma recompensó a los colonos griegos con las llanuras de los íberos, exenciones de impuestos y el monopolio de la producción de ladrillos para toda Hispania. A lo largo de tu vida, Emporion crece económicamente y está claro que la decisión de mostrar una posición pro-romana fue la correcta. Sin embargo, tu nieto verá a Emporion en declive en pro de otras ciudades. Los romanos establecieron un campamento militar que pronto se convirtió en permanente, y de este puesto avanzado surgió la ciudad romana, y llegaron oleadas de inmigrantes romanos e itálicos. Pronto superaron numéricamente a los griegos y la ciudad perdió su identidad griega, mientras que al mismo tiempo Tarraco, es decir Tarragona, se convirtió en la ciudad más relevante económicamente de la Hispania Citerior.
Un proceso similar ocurrió en Cádiz, la ciudad fenicia más importante de Hispania. La ciudad había sido más o menos amiga de Cartago durante mucho tiempo, pero cuando vieron claramente quién iba a ganar, cambiaron de bando y firmaron un tratado de amistad con Roma. Cádiz no perdió del todo su identidad fenicia, tal y como he analizado en el episodio extra ‘Identidad fenicia e integración en el mundo romano’, y te recomiendo encarecidamente verte este episodio extra para entender con un caso concreto cómo funcionó la romanización y ver qué clase de contenido exclusivo puedes obtener convirtiéndote en mecenas en patreon.com/lahistoriaespana.
Si tomamos la perspectiva de los íberos, ellos sólo querían que les dejaran en paz, que no se les esclavizara, y que sus tierras no fueran devastadas. Pero pronto se dieron cuenta de que los romanos no eran libertadores altruistas, sino que sólo eran otros conquistadores. Los celtas y celtíberos sólo tenían un interés económico en la guerra, los que servían en las filas de uno u otro bando querían ganar algo de dinero mientras mantenían su independencia, y por el momento, se les dejó estar, pero no tardarían mucho todos ellos a sucumbir al poder de Roma.
Administración romana durante las conquistas hispanas
Digo esto último porque durante la primera fase de la conquista romana, es decir, entre la segunda guerra púnica y la segunda guerra celtíbera, la República tenía un fuerte control sobre la costa mediterránea, pero muchas regiones interiores escapaban del dominio romano, como por ejemplo todo lo de arriba del río Guadiana o la región celtíbera. Es más, Roma podía ejercer un poder real bastante limitado sobre el territorio conquistado. Los romanos dependían de pactos con las élites nativas, tenían que hacer frente a rebeliones e incursiones constantes, y sólo podían reclutar auxiliares nativos de forma irregular.
Un ejemplo muy ilustrativo del poder tan limitado que tenían los romanos se ve en algo tan importante como los impuestos. No podemos imaginar un estado moderno que no cobre impuestos directamente a sus habitantes, pero eso es lo que pasaba durante la Roma republicana. La República cedió el derecho de recaudar impuestos por una suma de dinero previamente establecida a los équites, la clase social de caballeros y emprendedores. Con este sistema, Roma evitaba cualquier riesgo de impago mientras que los équites tenían todos los incentivos para hacer lo que fuera necesario para cubrir sus gastos y ganar dinero.
Ciudades clave como Ampurias, Sagunto, Cádiz o las pocas colonias latinas fundadas durante este período estaban exentas del pago de impuestos por su lealtad o estatus, por lo tanto, la carga fiscal recaía en las comunidades nativas y menos urbanizadas, por eso los íberos iniciaron levantamientos populares masivos contra el dominio romano. Los colonizadores romanos e itálicos iniciaron la romanización en las zonas más importantes económicamente, los valles del Guadalquivir y del Ebro, así como Cartagena, que tenía buenas minas, pero la extensión de la romanización fue bastante limitada.
En la segunda fase de la conquista romana, entre la guerra numantina y la guerra sertoriana, la República romana tenía el río Tajo, en el centro de España, como la frontera de sus posesiones hispanas. Con la derrota de los partidarios sertorianos, Roma obligó a muchas comunidades nativas a utilizar la moneda romana y forzó su reubicación en las llanuras para controlar más eficazmente el territorio y evitar revueltas. Esas políticas se adoptaron para pacificar las tierras conquistadas, pero aunque no fuera un efecto buscado eso aceleró el proceso de romanización. En esta fase, algunas jefaturas como las de lo que hoy es Cataluña, Valencia, Aragón e incluso algunos vascones vieron sustituida su unidad tribal o de cacicazgo por lazos locales en las zonas urbanas. Los celtíberos aún se resistían a las prácticas romanas y su institución social básica, la gens, persistía. El latín se adoptó para hablar con la clase dirigente romana y para hablar con poblados lejanos, pero para hablar con otros de su comunidad seguían hablando su idioma, y sus leyes seguían siendo las propias.
La tercera fase y el punto crucial de la romanización de Hispania estuvo marcada por las políticas de Julio César, Augusto y sus sucesores. Julio César concedió, por primera vez, el rango de municipium a ciudades enteras, algo que otorgaba la ciudadanía latina a sus ciudadanos. Julio César fue quien inició la política de colonización más ambiciosa hasta la fecha, ya que César vio en Hispania la tierra perfecta para resolver el caos social y la miseria económica de los campesinos itálicos. Roma había estado presente en España por más de un siglo, había tierras fértiles en el lado mediterráneo de la Península, estaba relativamente cerca de Italia, y durante la guerra civil Hispania Ulterior fue leal a Pompeyo, por lo que era necesario hacer que la provincia le fuera fiel. Todos los astros estaban alineados para dar un paso más para integrar Hispania.
La política de colonización de César tuvo mucho éxito, y su sucesor Augusto la mantuvo y la amplió. Pero Augusto no sólo continuó la política de colonización y la extensión de la ciudadanía latina por Hispania. Si César podía conquistar la Galia, Augusto necesitaba completar la conquista de Hispania de una vez por todas, sometiendo a las norteñas Asturias y Cantabria, cuyas gentes de vez en cuando salían de las montañas y atacaban a sus vecinos, que estaban bajo protección romana. La grandeza de Augusto en Hispania no sólo vino de esa conquista, sino que también comenzó ambiciosas obras públicas para transformar Hispania en la nueva Italia.
Distintas velocidades de la romanización
Luego el emperador romano se embarcó en la reorganización de las provincias. Augusto amplió la Hispania Citerior y cambió su nombre por Hispania Tarraconense, y también dividió la provincia de Hispania Ulterior en dos, la provincia imperial de Lusitania y la provincia senatorial de la Bética, en Andalucía. Las provincias senatoriales eran provincias controladas por el Senado en lugar del emperador, y estaban caracterizadas por ser poco rebeldes y no tener legiones estacionadas. Te puedes imaginar la Bética como una provincia ya muy romanizada por aquel entonces, ya que el recién nacido Imperio romano consideraba a la Bética como un territorio integral y fundamental del Imperio.
La Bética era la región más rica de Hispania, con tanto recursos minerales como tierras fértiles para labrar, pero esa no es la única razón por lo que la Bética fue la región hispana más romanizada, ¿recuerdas quiénes habitaban esas tierras? Cierto, los íberos. Y los íberos, debido a su ubicación, ya habían interactuado con otras civilizaciones avanzadas, como los griegos y fenicios. Sus estructuras sociales e instituciones eran similares a las de Italia, sólo que menos avanzadas, y fue por eso que el proceso de romanización fue más fácil en el sur y el este de España.
Por otra parte, la España central, la España mesetaria, experimentó un proceso de romanización más lento. ¿Cómo y en qué medida se integraron los pueblos de la España central en el Imperio romano? Pues las calzadas romanas, las villas y el urbanismo fueron elementos clave para la romanización de la Meseta. Las villas romanas eran lujosas casas de campo construidas por los terratenientes para controlar sus fincas y mostrar su riqueza, y en entornos muy rurales como la Meseta las villas eran la expresión de la cultura romana. El urbanismo en el centro peninsular era un punto intermedio entre las grandes ciudades del sur y el este de España y las aún menos pobladas regiones norteñas. Por eso la Meseta tardó más tiempo en romanizarse, pero terminó por aculturarse de todas formas. Un buen indicador de cuán romanizada estaba es que ya en el siglo I d.C. el centro peninsular pudo ser desmilitarizado.
En cuanto al norte, Asturias, Cantabria y Vasconia recibieron poca influencia cultural romana durante toda la existencia del Imperio romano, mientras que Galicia sí que fue más romanizada. La presencia romana en el norte se limitaba a algunas legiones romanas estacionadas en León y Astorga para proteger minas tan importantes como Las Médulas, y debido a eso las antiguas estructuras tribales, los idiomas nativos y las leyes locales sobrevivieron el Alto Imperio. Es más, en áreas de Asturias y Cantabria la romanización no llegó a intensificarse hasta la época visigoda, y en algunos puntos muy remotos no fue hasta después de la llegada de los musulmanes que los rasgos más indígenas o prerromanos de estas zonas desaparecieron.
Economía de Hispania
Bien, antes de entrar en la historia política de la Hispania del Alto Imperio, quiero discutir la economía hispana de esta época. Los sectores más destacados de la economía hispanorromana del Alto Imperio fueron la agricultura, la minería y la salazón, es decir, la extracción de sal y su uso para preservar alimentos. Hispania ya no era el granero de Roma como sí lo era Egipto, ni era la región más rica del Imperio. Sin embargo, Hispania ofrecía oportunidades para cultivar nuevas tierras y era la mayor fuente de riqueza mineral del Imperio romano, siendo la lejana Britania la única provincia comparable en recursos minerales. Hispania exportaba cereales, pero también aceite de oliva y vinos que tenían una excelente reputación por todo el Imperio. La producción de aceite de oliva era tan importante que en Roma construyeron el artificial Monte Testaccio con una altura de 35 metros. Lo construyeron usando un gran número de ánforas rotas que en su mayoría provenían de la Bética, la actual Andalucía.
De hecho, los romanos fueron los que introdujeron el cultivo de olivos y uvas a gran escala en la península. Mientras que la Bética aumentó enormemente la producción de aceite de oliva y vino, eso significaba que había menos tierra usada para producir cereales, y debido a ello el centro de España probablemente tuvo el papel de cultivar cereales para el resto de Hispania, ya que la seca Meseta es ideal para ello. El trigo era transportado a través de caminos o ríos para luego ser exportado por mar. Entre los cambios que los romanos introdujeron en la agricultura hispana, hicieron distinciones más claras entre las tierras comunales y las privadas e introdujeron nuevas herramientas de cultivo y técnicas agrícolas más eficientes. Todo ello permitió tener una economía rural de mercado, y pongo de mercado entre muchas comillas, porque para la mayoría de gente básicamente era una economía de subsistencia e ya.

La segunda industria que he mencionado es la minería, y tal vez recuerdes que Roma encontró muy atractiva la riqueza mineral de la península ibérica. Las minas de Cartagena, Andalucía y más tarde las del norte de España se volvieron muy importantes para el Imperio. Las minas de la Bética perdieron importancia a finales del siglo II, ya que las minas de Britania eran más fáciles de explotar, pero las minas del norte mantuvieron su importancia incluso en el Imperio romano tardío. Al principio, las minas eran propiedad del estado y eran explotadas por el propio Imperio, pero más tarde Roma alquiló las minas a hombres de negocios. Estas explotaciones mineras requerían trabajadores cualificados y la fundación de colonias, por lo que podemos decir que la minería fue también un pilar para la romanización de Hispania.
La tercera industria hispana destacada es la de la salazón, que implicaba la extracción de sal y la pesca para luego comercializar pescado salado. Cartagena, Cádiz y otras ciudades del sur de España y la Lusitania ya antes de la conquista romana eran famosas por esta actividad. Además del pescado salado, las manufacturas de salazón producían una salsa muy popular en Italia y Grecia, el garo, que también se usaba para condimentar alimentos y darles un gusto salado. Esto puede sonar muy desagradable, pero esta salsa se hacía con intestinos de pescado fermentados, y sinceramente, sólo veo dos razones por las que alguien consumiría vísceras de pescado fermentadas, para usarlo como afrodisíaco o como medicina, y el garo se usaba para ambos. Para terminar esta charla económica, quería añadir que la caza, la cría de caballos y la fabricación de textiles y cerámica eran actividades importantes también.
Edicto de Latinidad de Vespasiano
Bien, ahora hagamos un repaso a la evolución política del Imperio romano desde la dinastía Julio-Claudia a la dinastía Severa. Ya he hablado de cómo César y Augusto de la dinastía Julio-Claudia impulsaron el desarrollo económico, la colonización romana y la integración de Hispania en el Imperio. Nerón fue el último de la dinastía Julio-Claudia y después de algunas guerras civiles la dinastía Flavia tomó el trono romano en el 69 d.C. El emperador Flavio Vespasiano emitió el Edicto de Latinidad que dio no la ciudadanía romana pero sí la latina a todos los hispanorromanos libres, incluyendo a los habitantes del centro y norte de España que no estaban demasiado romanizados. Ese fue el paso definitivo para la integración de Hispania en el Imperio romano.
Esta fue la mayor extensión de derechos otorgados por Roma desde que la República dio la ciudadanía romana a todos los hombres libres de Italia, es decir, una medida así no se había producido en ninguna otra parte del Imperio aún. ¿Pero por qué Vespasiano tomó una medida de esta magnitud? Hay varias razones que explican la promulgación del Edicto de Latinidad. Una es puramente política, Hispania ayudó a Vespasiano a alcanzar su posición, pero la otra fue que Hispania estaba lo suficientemente romanizada y pacificada como para al menos conceder la ciudadanía latina, que era inferior a la romana en teoría pero no tanto en la práctica en ese entonces.
Por mencionar otro factor, a medida que Italia se fue enriqueciendo, menos romanos quisieron servir en las legiones, y el hecho de dar la ciudadanía latina a los hispanorromanos facilitó y alentó el reclutamiento. Vespasiano quería lograr varios objetivos en Hispania: reducir el tamaño del ejército en Hispania y reubicar las legiones en regiones más problemáticas; utilizar más ampliamente la soldadesca hispana; promover las minas del norte y la región de Lusitania; y promover los municipios. Al dar a los hispanorromanos un papel más activo en la administración del Imperio romano, Vespasiano esperaba poder purgar el Senado y las legiones de romanos desleales. Además, fue durante su reinado que la administración de Hispania se transformó para tener un carácter más civil que militar, y es que a partir de entonces Hispania solo tuvo una fuerza legionaria permanente, la Legio VII Gemina estacionada en León, más encargada de tareas constructivas que militares.
Trajano y Adriano
Debido en parte al Edicto de Latinidad de Vespasiano y en parte al grado de integración de Hispania en el Imperio, surgió una poderosa facción de senadores de Hispania y esa misma facción pronto promovería, a principios del siglo II, dos emperadores hispanorromanos de nacimiento, Trajano y Adriano. Trajano se convirtió en el primer emperador nacido fuera de Italia, aunque su familia era puramente romana, y se considera que igualó o incluso superó la grandeza de Augusto. Remarco lo de que era de ascendencia romana y no nativa hispana porque algunos han querido presentar a Trajano o Adriano como emperadores españoles directamente, lo cual es un anacronismo como una casa y además está claro que no es así, porque su identidad era 100% romana.
Volviendo al tema, Trajano abrazó los ideales estoicos del también hispanorromano Séneca para gobernar: austeridad, bondad, autoexigencia, meritocracia, respeto y tolerancia sin renunciar a la autoridad y determinación, e impasibilidad ante la adversidad. Por eso se le llamó Optimus Princeps, que significa el mejor de los primeros ciudadanos. Aplicó políticas de bienestar social, promovió un amplio programa de obras públicas en todo el Imperio, y expandió territorialmente el Imperio a su máximo histórico con la conquista de Dacia y sus campañas en Mesopotamia.

Trajano dio un trato de favor a los hispanorromanos tanto en los cargos administrativos como en el ejército, y eso fue criticado por algunos sectores de la oligarquía romana. Durante el gobierno de Trajano el reclutamiento en la rica Hispania Bética disminuyó como ocurrió en Italia, mientras que muchos auxiliares provenían del más pobre norte peninsular. Para terminar de hablar de él, es notable cómo Hispania se benefició de su programa de obras públicas, ya que Trajano ordenó la expansión de las ciudades, la construcción de puentes y anfiteatros, y la reparación y ampliación de las calzadas romanas, con especial atención a la desatendida región de Lusitania.
Su sucesor Adriano adoptó una política de consolidación de las conquistas y establecimiento de fronteras defendibles, como lo ejemplifica el Muro de Adriano en Britania, pero también la retirada de las tropas romanas de la recién conquistada Mesopotamia. Adriano continuó las políticas de bienestar social y de obras públicas de su predecesor, y el emperador hispanorromano viajó por todo el Imperio romano para conocer los problemas que tenía el Imperio y para resolverlos personalmente, un emperador muy campechano como puedes ver. Por ejemplo, reunió en Tarragona una asamblea con representantes de toda Hispania y les pidió que contribuyeran con un número importante de soldados para resolver los problemas de Britania y Mauritania.
Su propuesta fue recibida con una feroz resistencia al principio, pero Adriano y los representantes finalmente llegaron a un acuerdo. Adriano confió en un principio en los hispanorromanos para puestos administrativos clave y para ocupar las filas del ejército, pero eso fue cambiando con el paso de los años y fue incorporando a gente de otros rincones del Imperio. A modo de resumen, los gobiernos de Trajano y Adriano son recordados por su prosperidad, justicia y relativa paz, además de por ser el punto álgido y de máximo poder de Roma.
Inicio de la lenta decadencia del Imperio romano
Adriano fue sucedido por Antonino Pío, que tuvo un reinado marcado por la paz. Antonino demostró ser un muy buen administrador, ya que dejó el cargo de emperador con un enorme superávit en la tesorería, muy diferente a cualquier presidente de España de las últimas décadas. También amplió el acceso al agua potable y construyó calzadas romanas en la Galia, la actual Francia. Sin embargo, el Imperio comenzó a mostrar señales de estancamiento bajo su mandato, y Antonino Pío apenas hizo nada en Hispania, aunque es entendible ya que los anteriores emperadores habían dedicado mucha atención a la región.
Los reinados de Marco Aurelio y Cómodo representaron el fin de la Pax Romana y el comienzo de la lenta decadencia del Imperio romano. La Peste Antonina desoló el Imperio, matando hasta un 20 o 30% de la población, y para empeorar las cosas el Imperio romano sufrió las incursiones de las confederaciones germánicas en la frontera del norte y las tribus bereberes del norte de África en Hispania. La economía de Hispania estaba resentida por las plagas y las incursiones, pero también por los elevados impuestos y las levas. Se estima que la población de Hispania era de unos 6 millones de personas antes de la Peste Antonina, pero después de eso, la población disminuyó hasta unos 4 o 5 millones.
Con Cómodo terminó la dinastía Antonina, y la dinastía Severa finalmente tomó el poder a finales del siglo II. Los Severos sembraron las semillas de una gran crisis económica, pues incrementaron exponencialmente los salarios de los soldados, pero como el estado no podía pagar por ello decidieron devaluar la moneda romana. Una receta siempre catastrófica, como se ha visto recientemente en Zimbabue o en la Venezuela bolivariana. Eventualmente eso generó una alta inflación, desconfianza en el sistema monetario romano y en general un desastre económico. Hispania específicamente sufrió más, porque los terratenientes empezaron a invertir más capital en el norte de África. En el campo militar, el reclutamiento de hispanorromanos disminuyó masivamente desde el gobierno de Septimio Severo en adelante, como había sucedido con los itálicos, es decir, la sociedad hispanorromana se desmilitarizó.
El infame Caracalla concedió entonces la ciudadanía romana a todas las gentes libres del Imperio romano, no como un acto de altruismo sino para freírles más a impuestos y tener más jóvenes disponibles para servir en el ejército. Eso no afectó a mucha Hispania, ya que muchos ya tenían la ciudadanía romana y todos los hispanorromanos libres tenían la muy similar ciudadanía latina. Con esta ley, la ciudadanía romana dejó de ser algo de lo que sentirse orgulloso, porque todo el mundo la tenía, y para los que no la tenían vieron que ahora tenían que pagar más impuestos, así que tampoco estaban muy contentos.
Alejandro Severo se convirtió en el último de la dinastía Severa, y su reinado estuvo marcado por el emergente Imperio sasánida en el este y las confederaciones germánicas amenazando el poder romano. Lo que fue fatídico para Alejandro Severo fue la descomposición de la disciplina militar y las continuas conspiraciones dentro del ejército, pues finalmente el último de los Severos fue asesinado por amotinados en Germania en el año 235, terminando así con el Alto Imperio y comenzando la larga crisis del siglo III que casi acabó con el Imperio romano.
El Veredicto: La nada excepcional romanización
Estoy seguro de que muchos de vosotros ya habréis oído hablar de la romanización antes, pero no es un fenómeno cultural excepcional en absoluto. En realidad, hay muchos fenómenos históricos y actuales de asimilación cultural que terminan con -zación. Hispanización, anglicización, rusificación, y por sorprendente que parezca existe la uzbekización y esto no es un meme. Pero esto es lo que sucede con las culturas, se pueden transmitir de una manera más pacífica, a veces las culturas se pueden imponer, pero lo que es común es que los estados traten de expandir sus fronteras, su riqueza y por supuesto su cultura. Aún así, como veremos en muchos otros episodios, la transmisión cultural nunca es unidireccional, sino que siempre supone un intercambio de elementos de una cultura a otra, aunque una sea la dominante. Lo que está claro es que el deseo de crecer, expandirse y poseer son la esencia de la naturaleza humana, y así es como surgen los estados e imperios. Y con eso, El Veredicto termina.
Avance y outro
Dicho esto, si quieres profundizar más en el tema de la romanización y ver un caso concreto, como he dicho antes ya puedes ver en YouTube el episodio ‘Identidad fenicia e integración en el mundo romano’, que trata sobre la evolución identitaria de las comunidades fenicias desde sus inicios en la Península hasta la época romana imperial. Este es un episodio de muestra de lo que son los episodios exclusivos durante un año para patrones, así que si quieres más contenido conviértete en mecenas de La Historia de España en patreon.com/lahistoriaespana. En el siguiente episodio voy a hablarte de la sociedad hispanorromana, la cristianización de Hispania, y la historia política del Bajo Imperio desde la crisis del siglo III hasta antes de la llegada de los bárbaros. ¡Acuérdate de suscribirte y hasta pronto!
Fuentes
Barceló, Pedro, y Juan José Ferrer Maestro. Historia de la Hispania Romana. Alianza Editorial, 2016.
Bayo Fuentes, Sonia. Contestania Ibérica en los siglos II-I a.n.e: Poblamiento y Romanización. 2019. Universidad de Alicante, tesis doctoral.
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