Este es el episodio 6 llamado Segunda guerra púnica y en este episodio aprenderás:
- Antecedentes de la segunda guerra púnica
- Conquista cartaginesa de Hispania
- La audacia de Aníbal
- La genialidad de Aníbal
- Un pasito pa’lante, un pasito pa’tras
- Cambio de tornas: batalla del Metauro y batalla de Ilipa
- El fin de la segunda guerra púnica
- Consecuencias de la segunda guerra púnica para España
- El Veredicto: ¿Y si Cartago hubiera ganado la guerra?
- Avance y outro
- Fuentes
Antecedentes de la segunda guerra púnica
Entre los siglos V y III a. C. dos potencias emergieron en cada lado del Mediterráneo, Cartago y Roma. Después de la caída de la antigua metrópoli fenicia de Tiro, Cartago, en la actual Túnez, asumió el liderazgo de los asentamientos fenicios del Mediterráneo occidental. Los cartagineses expandieron su poder a través de acciones tanto comerciales como militares, y por ejemplo fundaron colonias como la de Ibiza en este período. Roma, por otro lado, dependía más de los militares y de los intereses de los terratenientes para expandirse, en lugar del comercio y el poder naval. Ya en el año 509 a. C., cuando se fundó la República romana, Cartago y Roma hicieron un tratado para determinar sus áreas de influencia.

Por aquel entonces, Cartago era mucho más poderosa que Roma, ya que los púnicos tenían influencia sobre toda la costa del norte de África, Sicilia, Cerdeña y Córcega, y, por supuesto, en el Levante español y sur peninsular. Por el contrario, Roma ni siquiera tenía un control completo sobre la península italiana. No obstante, la débil situación de Roma cambió durante el curso del siglo IV a. C., y en el siglo III a. C. Roma se convirtió en una amenaza para los intereses cartagineses. El choque de intereses sobre Sicilia resultó en la primera guerra púnica, que duró 23 años y agotó económica y demográficamente ambas potencias, pero la República romana emergió vencedora en el 241 a.C. Cartago perdió primero Sicilia y luego Cerdeña y Córcega. Pero aún peor fue que Cartago no pudo pagar a sus soldados mercenarios debido al agotamiento económico y a las altas indemnizaciones impuestas por Roma, lo que causó la guerra de los Mercenarios que casi destruyó Cartago.
El poder naval púnico también disminuyó y la oligarquía cartaginesa tenía que hacer algo para compensar las pérdidas territoriales y económicas, por lo que la oligarquía púnica debatió sobre qué deberían hacer a continuación. La clase terrateniente quería renunciar a cualquier acción militar que pudiera causar un nuevo conflicto con Roma, y preferían centrar su atención en el control del norte de África y tal vez expandirse hacia el oeste en Numidia y Mauritania, las actuales Argelia y Marruecos. Pero luego estaban las poderosas familias que se habían enriquecido con el comercio marítimo y quería expandirse por el extranjero. La facción mercantil liderada por Amílcar Barca de la familia Bárcida ganó el debate y el Senado cartaginés permitió la conquista de la península ibérica.
Conquista cartaginesa de Hispania
En el 237 a. C. Amílcar Barca y su ejército desembarcaron en Cádiz y comenzaron la conquista militar desde el sur de la península ibérica. Llegó junto con su yerno Asdrúbal el Bello y su hijo Aníbal, que en ese momento tenía solo 9 años. Amílcar centró su campaña inicial en la conquista de los territorios que la antigua Tartessos, en el valle del Guadalquivir, por sus tierras fértiles e importantes recursos minerales. Allí lucharon contra los íberos y los turdetanos, aunque parece que hubo turdetanos que fueron colaboracionistas con los cartagineses. Los turdetanos que se opusieron a la expansión púnica contrataron mercenarios celtas y celtíberos, porque como ya mencioné en el episodio anterior los turdetanos no eran un pueblo guerrero.

Sin embargo, todo el esfuerzo fue para nada, porque las tropas cartaginesas los derrotaron, mataron a los líderes del ejército confederado e incorporaron 3.000 de ellos en su ejército. Amílcar obtuvo el control sobre las minas de Sierra Morena y las tierras del río Guadalquivir en un año, y eso permitió a Amílcar Barca pagar a su ejército, pagar parte de las indemnizaciones impuestas por Roma, y comprar lealtades entre los pueblos indígenas. Las regiones conquistadas se vieron obligadas a entregar soldados, rehenes y esclavos a los cartagineses, y adicionalmente los cartagineses contrataron a mercenarios íberos, celtas, celtíberos y a los conocidos honderos baleares. El sistema económico de la Hispania cartaginesa estaba orientado a la extracción de materias primas para beneficio de la metrópolis y a acciones predatorias para arrebatar riquezas de los pueblos indígenas. Por lo tanto, era un sistema económico diseñado a la extracción rápida de recursos para beneficiar a la República cartaginesa y pronto para financiar la segunda guerra púnica, aunque los primeros años de presencia romana fueron exactamente iguales.
Pero la expansión cartaginesa hacia el este resultó más difícil, ya que tomó cuatro años controlar el área que ahora es Murcia y Alicante. Roma ya advirtió a Cartago en el 229 a. C. que no avanzara hacia el litoral del este español, porque las ciudades de Emporion y Sagunto pidieron la protección romana. Amílcar respondió que estaba recogiendo el botín para pagar las indemnizaciones, y los romanos prefirieron la pasta a corto plazo y siguieron mirando para otro lado durante algunos años. Amílcar trasladó su campaña al noreste de Andalucía y Cuenca, donde luchó contra la confederación de los oretanos lideradas por el caudillo Orisón. Orisón aparentemente le ofreció una alianza al cartaginés para luego traicionarlo, ya que mató a Amílcar Barca en batalla en el 228 a. C.
Su yerno Asdrúbal el Bello lo sucedió y fundó la base estratégica más importante de los cartagineses en la Península, Cartago Nova en la actual Cartgena, conocida por los púnicos como Qart Hadasht. Visto el ejemplo de los oretanos, Asdrúbal el Bello creyó conveniente consolidar el dominio cartaginés y prefirió la diplomacia a la guerra, por lo que arregló pactos y matrimonios con las élites nativas para pacificar los territorios conquistados. Incluso firmó un tratado con la República romana en el 226 a. C. que delimitaba los límites de las dos potencias en el río Iberus, que comúnmente se ha identificado con el Ebro. Al cabo de unos años Asdrúbal el Bello fue asesinado por un antiguo esclavo del caudillo celta Tagus, vengando así la ejecución de su amo. Una historia de lealtad realmente conmovedora teniendo en cuenta que hablamos de un esclavo, y probablemente es una muestra de la devotio celtíbera.
Volviendo a la historia, a los 25 años Aníbal Barca se convirtió en el Comandante Supremo del Ejército cartaginés. Realmente te hace pensar ver como grandes militares y políticos como Alejandro Magno o Aníbal lograron muchas cosas siendo tan jóvenes, mientras que la mayoría de nosotros no ha logrado apenas nada a esa edad, aunque claro, ellos tenían la ventaja de ser nobles. De todos modos, Aníbal comenzó su campaña marchando hacia el norte, donde luchó y derrotó a los celtas y celtíberos de la Meseta. Y luego, en el invierno del 220 a. C., el general púnico estaba planeando algo que nadie esperaba. Planeaba con sus hermanos la invasión de Italia para vengar la derrota cartaginesa de la primera guerra púnica.
La audacia de Aníbal
La segunda guerra púnica comenzó en el 218 a. C., porque Aníbal atacó la ciudad de Sagunto, que de alguna manera estaba bajo la protección de Roma. Las causas del ataque y la justificación de la guerra han sido objeto de mucha controversia durante siglos. Lo que sí es seguro es que los saguntinos no eran ningunos santos, ya que atacaron territorios que estaban bajo control púnico, por lo que es comprensible que los cartagineses pudieran estar enojados. Los romanos declararon la guerra alegando que Cartago había violado el Tratado del Ebro firmado unos años antes, pero no está claro si Sagunto fue incluido en el tratado porque se supone que la influencia romana llegaba hasta el norte del Ebro, y Sagunto está al sur.

En cualquier caso, el asedio de Sagunto duró 8 meses y las tropas cartaginesas saquearon la ciudad, pero la ciudad no fue destruida como las fuentes romanas intentan hacernos creer. Otro hecho muy interesante es que Roma no ayudó a sus supuestos aliados, solo declararon la guerra a Cartago después de enterarse de que la ciudad había caído y, lo que es más importante, después de haber elaborado un plan estratégico, vamos que les importaba un comino Sagunto. Sobre los planes estratégicos que ambas partes idearon, primero tenemos la estrategia de Aníbal que consistía en marchar rápido y sin ser detectados hasta llegar a Italia, cruzando los Alpes para luego destruir Roma. Aníbal dividió el ejército, la mayoría lo siguió, pero algunos soldados necesitaban permanecer en la Península y en Cartago.
El plan cartaginés dependía de la velocidad y del efecto sorpresa para tener éxito, pero también de la capacidad de Aníbal para provocar una revuelta entre las ciudades y pueblos itálicos para dar un golpe final a Roma. Por otro lado, los dos cónsules romanos planearon dividirse y marchar uno sobre la península ibérica a través de las costas del sur de Francia, mientras que el otro cónsul marcharía sobre Sicilia para luego atacar Cartago. Aquí hay un detalle importante para entender la política romana, y es que el Senado elegía cada año dos cónsules que tenían el mismo poder, y esos cónsules también eran los comandantes supremos del ejército romano republicano. Está claro que este sistema dual causaba problemas de liderazgo, pero peor fue el límite de la comandancia a un año, pues eso generó incentivos para hacer movimientos militares estúpidos por la gloria y prestigio personales. En nada veréis un ejemplo de lo que hablo.
Así pues, Aníbal marchó desde Cartagena hacia el norte, primero derrotando a las poblaciones íberas de Cataluña y luego cruzando los Pirineos. El ejército cartaginés tomó una ruta interior para viajar por la Galia, porque no querían que los romanos o sus aliados griegos de Massalia los detectaran. Pero los romanos sí los detectaron, y poco después de desembarcar en Emporion Publio Cornelio Escipión, el cónsul que debía atacar las posesiones cartaginesas en la Península, regresó a Roma para proteger el corazón de la República romana. El ejército cartaginés pudo cruzar los Alpes bajo el liderazgo de Aníbal, algo que nadie esperaba considerando las dificultades del terreno y que lo cruzaron cuando se acercaba el frío invierno. Tened en cuenta que Aníbal traía consigo a miles de hombres y elefantes de guerra, por lo que se recuerda como un logro muy épico de la historia militar mundial por la enorme dificultad logística de esta empresa.
Cuando la noticia de una acción tan impensable y audaz llegó a Roma, el Senado romano entró en pánico y decidió abortar el plan de invadir los territorios del norte de África de Cartago. El cónsul Tiberio Sempronio Longo se unió a Escipión y se enfrentaron a Aníbal, en un intento desesperado de derrotarlo antes de ser reemplazados como cónsules. La batalla de Trebia fue el resultado de esa impulsividad, y de los 42.000 soldados de la República romana, solo 10.000 lograron retirarse libres y con vida. El año 218 a. C. fue un año fantástico para Aníbal, no solo había derrotado a los romanos, sino que también estaba sellando alianzas con los galos, los celtas y otros pueblos que habían sido conquistados recientemente por Roma o que se sentían amenazados por ésta.
La genialidad de Aníbal
Al año siguiente, se eligieron nuevos cónsules, pero también fueron derrotados en la batalla del Lago Trasimeno. Esta batalla es una de las emboscadas más grandes en la historia militar, y es debido a su creatividad que Aníbal ha sido puesto en un pedestal como estratega. Con alrededor de 50.000 o 60.000 hombres según las fuentes, mató o capturó a todo el ejército romano que estaba compuesto por 30.000 hombres. Aníbal mantuvo cautivos a los que eran romanos y liberó a los que no lo eran, para que los itálicos lo vieran como un libertador del yugo de Roma. Después de la batalla del Lago Trasimeno, los romanos entraron en pánico y el Senado decidió nombrar a Quinto Fabio Máximo.
Un dictador para la República romana era un hombre con plena autoridad para tiempos convulsos, pero con algunas limitaciones para evitar el fin del sistema republicano. En unos meses o unos años, el dictador abandonaba esa posición y todo volvía a la normalidad una vez que el peligro había pasado. Aclarado esto, Fabio adoptó la famosa estrategia fabiana de evitar batallas en campo abierto, y en su lugar provocó escaramuzas para agotar al enemigo. Fue llamado cobarde por eso y algunos pensaron que solo adoptó este tipo de estrategia porque no se le ocurría nada mejor, pero como veremos luego vieron cuán necesario era alguien como él.
Por el momento, debido a su impopularidad se eligieron nuevos cónsules en el 216 a. C., cónsules que volvieron al enfoque agresivo de toda la vida. La República romana formó un ejército de 86.000 soldados para enfrentar a Aníbal, aunque todos estos números probablemente están bastante exagerados, lo que sí es verdad es que Aníbal no estaba recibiendo el apoyo de los itálicos como había esperado. Pero todo eso fue en vano, porque este ejército tan grande para los estándares de la Antigüedad fue dirigido por generales totalmente incompetentes. Fue en ese entonces cuando se produjo la batalla de Cannas, la victoria más conocida de los cartagineses. Aníbal logró su mayor hazaña militar, destruyendo la mayor parte del ejército romano con su poderosa caballería y tácticas superiores.
Las estimaciones de las bajas varían, los historiadores antiguos como Livio dijeron que Roma sufrió más de 60.000 bajas, mientras que los historiadores modernos reducen ese número a quizás 20.000. En cualquier caso, la batalla fue un desastre para Roma y muchos temían que la propia Roma cayera. La ciudad estaba al borde del colapso. Las legiones romanas habían sufrido derrota tras derrota, algunas regiones italianas estaban devastadas debido a las necesidades de suministro tanto de los cartagineses como de los romanos, su moral era muy baja y los romanos estaban tan desesperados que restauraron brevemente el sacrificio humano. Las colonias griegas y algunas ciudades itálicas del sur, Macedonia en Grecia y el pequeño estado siciliano independiente de Siracusa se unieron a Aníbal. Pocos creían que la República romana podía sobrevivir, y todos querían estar ahí cuando tocara repartir el botín de la República romana.
Un pasito pa’lante, un pasito pa’tras
Sin embargo, Aníbal creía que todavía no podía atacar a Roma, porque tenía un ejército de alrededor de 40.000 hombres y la propia Roma tenía 200.000 habitantes y aún muchas ciudades y pueblos aliados. Aníbal ofreció la paz, pero el Senado romano la rechazó. Con las alianzas que Aníbal hizo con algunas ciudades costeras, Cartago pudo enviar refuerzos por primera y única vez. Básicamente, Aníbal estaba actuando sin el apoyo de Cartago porque el Senado cartaginense estaba lleno de enemigos suyos. Tuvo que recurrir a los hombres que le quedaba de la expedición inicial más los nativos con los que podía aliarse.
Mientras tanto, el Senado romano recurrió nuevamente a Quinto Fabio Máximo y lo eligió cónsul para los años 215 y 214 a. C., junto al también victorioso general Marco Claudio Marcelo. Pensaron que su estrategia pudo haber sido la correcta visto lo visto. Aunque Cartago estaba conquistando algunas ciudades, los romanos al menos derrotaron a la expedición cartaginesa de Cerdeña, una isla que era importante para alimentar a Roma, y también impidieron que Asdrúbal, hermano de Aníbal, se uniera a él, ya que los romanos derrotaron a Asdrúbal en la península ibérica.
Por allá en el 213 y 212 a. C. dos cosas buenas le sucedieron a Roma: se aliaron con Sifax, un rey de Numidia, y sitiaron y capturaron Siracusa en Sicilia. Los cartagineses estaban perdiendo la iniciativa y el impulso que obtuvieron inicialmente, así que el plan de Aníbal estaba fallando. Había esperanzas para Roma. Oh, pero espera porque ahora hay un giro inesperado y dramático de los acontecimientos, Aníbal captura la ciudad griega más grande de Italia, Tarento, y las legiones romanas estacionadas en la península ibérica están sufriendo mucho para mantener su posición en Cataluña.
Ahora para continuar con lo que estaba sucediendo en España, los viejos hermanos Escipión capturaron Sagunto y pudieron contratar a 20.000 guerreros celtíberos. Lanzaron una gran ofensiva en el 211 a. C. y Asdrúbal y Magón, hermanos de Aníbal que dirigían a los cartagineses en la Península, no solo tenían que mantener su posición sino que también tenían que derrotar claramente a los romanos en la Península. Recuerda que Cartago no estaba enviando refuerzos a Aníbal en Italia, por lo que para tener la oportunidad de destruir Roma, Aníbal necesitaba los ejércitos de sus hermanos.
Por suerte para los cartagineses, los hermanos Barca lograron aplastar al ejército romano de Hispania y matar a los hermanos Escipión en la batalla del Betis Superior, y así fue como el ejército romano restante tuvo que volver a su posición inicial en Cataluña. ¿Pero quién los iba a dirigir ahora? Aunque fueron reforzados por el general Cayo Claudio Nerón, fue el joven hijo de Publio Escipión quien lo reemplazó. Sería conocido como Escipión el Africano, pero aún no se había ganado ese apodo.
Cambio de tornas: batalla del Metauro y batalla de Ilipa
Escipión el Africano quería vengar a su padre, mantener vivo su legado y salvar la República romana. Reclutó un ejército de 31.000 hombres, marchó hacia el sur y sorprendentemente capturó la base de operaciones cartaginesas en la Península, Cartagena. Escipión mató a sus habitantes, sus riquezas fueron saqueadas y los rehenes hispanos fueron liberados para ganar más aliados. Moviéndonos a Italia, los romanos lograron asegurar su control sobre Sicilia y en la península itálica la guerra estaba esencialmente en un punto muerto. Mientras tanto, recuerda que Macedonia también declaró la guerra a Roma, y la República romana confió en sus aliados griegos para luchar por ellos. Al igual que en la península ibérica, los macedonios no pudieron avanzar y eso les impidió ayudar a Aníbal en Italia.
Estaba claro que los romanos recuperaron la compostura, mientras que los cartagineses no avanzaban. Asdrúbal fue derrotado por Escipión, pero pudo cruzar los Pirineos y marchar hacia Italia para reforzar al ejército de su hermano y aplastar decisivamente Roma. Mencioné brevemente a Cayo Claudio Nerón anteriormente, pero fue en Italia donde participó críticamente. Este cónsul evitó que se formara un ejército cartaginés combinando las fuerzas de Aníbal y Asdrúbal, un ejército que habría sido casi imposible de derrotar. Engañó al maestro del engaño y, mientras el león estaba distraído, Claudio Nerón unió fuerzas con otro general romano y derrotó y mató a su hermano Asdrúbal Barca. La batalla del Metauro fue un punto de inflexión de la segunda guerra púnica, ya que Asdrúbal fue asesinado y Aníbal se vio obligado a retirarse a la región de Calabria, al sur de Italia.
Con Aníbal en una posición débil en Italia, los romanos decidieron dejarle ir a su aire, con el fin de evitar una costosa batalla en campo abierto y centrarse en el otro gran teatro de la guerra, Hispania. El joven e inteligente Escipión ya llevaba un tiempo forjando alianzas y contratando guerreros nativos, y había llegado el momento de una acción decisiva en Hispania. Los pueblos íberos, celtas y celtíberos desertaron masivamente del lado cartaginés, y los únicos territorios que los púnicos aún controlaban eran las tierras del sur, lo que hoy es Andalucía. Pero pronto iban a perder esos territorios también. Escipión tenía un ejército combinado hispano-itálico de alrededor de 40.000 hombres cuando se enfrentó y derrotó a un ejército cartaginés de similar magnitud dirigido por Magón Barca.

La derrota cartaginesa en la batalla de Ilipa en el 206 a. C. fue catastrófica para los púnicos, y fue, junto a la batalla del Metauro, la batalla decisiva que selló el resultado de la guerra. Llegados a este punto, incluso la antigua colonia fenicia de Cádiz se rebeló contra Cartago, y pronto con la rendición de Ibiza y la recién fundada Mahón en Menorca se puso fin a la existencia de la Hispania cartaginesa. Entre tanto, Escipión tuvo que enfrentar una revuelta íbera dirigida por dos caudillos, pero la revuelta fue sofocada rápidamente. Los íberos tuvieron que aceptar a sus nuevos gobernantes, porque nada sería igual que antes de que comenzara la segunda guerra púnica. Magón Barca intentó recuperar Cartagena, pero fracasó, mientras que Escipión no perdió el tiempo en visitar a los reyes númidas Sifax y Masinisa. Sifax había sido un valioso aliado de Roma, pero cambió de bando, y su rival Masinisa hizo lo contrario, dándole a Roma la tan preciada caballería númida.
El fin de la segunda guerra púnica
¿Pero y ahora qué? ¿Debería Roma firmar un tratado con condiciones favorables para sus intereses? ¿Deberían centrarse en aniquilar a las fuerzas restantes de Aníbal en Italia? ¿O deberían atacar la capital púnica, en el norte de África? El Senado romano no conseguía llegar a un acuerdo, en parte porque Escipión fue elegido cónsul a la edad de 31 años en el año 205 a. C., y muchos senadores, incluido Quinto Fabio, tenían envidia y cuestionaban las ambiciones de Escipión. Ya era muy popular porque se aseguró las antiguas posesiones cartaginesas de Hispania para Roma, pero ¿qué pasaría si hiciera campaña en África y destruyera Cartago?
La gloria de tal acción lo haría extremadamente poderoso. Por lo tanto, el Senado decidió no darle más tropas que las que estaban estacionadas en Sicilia. Pero debido a su popularidad, Escipión pudo levantar un ejército y una armada mayores que los que Roma le dio. Escipión se salió con la suya, desembarcó cerca de Cartago, atacó con éxito una importante ciudad vecina, e incendió el campamento de los cartagineses y númidas de Sifax, matando a la mayoría del ejército cartaginés con una táctica no muy honorable pero efectiva. Escipión el Africano persiguió a otro ejército cartaginés y númida, capturando al rey Sifax y ayudando al rey Masinisa a unificar Numidia bajo su liderazgo.
Los cartagineses estaban muy preocupados, y algunos querían pedir la paz, mientras que otros querían que Aníbal y el resto del ejército cartaginés de Italia regresaran a sus hogares y protegieran la patria púnica. Cartago y Roma estaban negociando un armisticio y Escipión propuso términos de paz moderados, pero Aníbal fue llamado de Italia y una vez que llegó, los senadores cartagineses que querían seguir con la guerra ganaron popularidad y las negociaciones de paz se detuvieron. Fruto de esta situación, Aníbal y Escipión libraron una batalla final en el año 202 a. C., la famosa Batalla de Zama. En esta batalla, Roma tuvo por primera vez superioridad de caballería gracias a los númidas, y aunque la batalla fue feroz y sangrienta, Escipión el Africano logró la victoria.
Después de la batalla, Aníbal convenció a los pocos que aún querían que la guerra continuara para dejarlo estar y negociar la paz. El Senado romano quería la destrucción total de Cartago y la muerte de Aníbal y su familia, pero Escipión ofreció unos términos más aceptables. A los cartagineses se les prohibió formar un ejército sin permiso de los romanos, su flota naval fue severamente limitada, y tuvieron que pagar nuevas reparaciones de guerra. Cartago perdió todas sus posesiones hispanas, y los romanos pudieron mantener los antiguos territorios cartagineses hispanos bajo su control, a excepción de las Islas Baleares, que tardarían un poco más en conquistar.
Consecuencias de la segunda guerra púnica para España
Ahora, dado que este programa se llama La Historia de España, centrémonos en la influencia que tuvo la segunda guerra púnica en la península ibérica. La parte conquistada se dividió en dos provincias, Hispania Citerior en el norte e Hispania Ulterior en el sur. Las sociedades de jefatura que vivían en lo que solía ser la Hispania cartaginesa perdieron su autonomía política, tuvieron que pagar impuestos a los romanos y el Senado podía solicitar contribuciones extraordinarias o el reclutamiento de tropas auxiliares en cualquier momento. Solo Ampurias, Sagunto, Cádiz y Málaga mantuvieron su condición de ciudades libres y federadas durante algún tiempo como recompensa por su colaboración.

Pese a que estas condiciones pueden sonar bastante duras, en la fase inicial de la conquista los romanos fueron respetuosos con las oligarquías locales. Esencialmente, Roma practicó el colonialismo de explotación, lo que significa que con pocos colonos mantuvieron los territorios hispanos bajo su control para explotar los recursos naturales, la mano de obra y las oportunidades comerciales para beneficiar a la metrópoli. ¿Y cómo hicieron eso? Pues principalmente utilizando la fuerza militar, pero también por vías diplomáticas como pactos y matrimonios, algo muy similar a lo que hizo luego el Imperio español. Pero veremos en el próximo episodio que la conquista de Hispania no sería para nada fácil para Roma.
La segunda guerra púnica supuso el ascenso imparable de una potencia mediterránea, la República romana, y la derrota decisiva de la otra, el Estado púnico. Nunca más Cartago supuso una seria amenaza para Roma, a pesar de que hubo una tercera guerra púnica, pero esa fue muy asimétrica y supuso la destrucción existencial de Cartago. De todos modos, Roma consolidó su presencia no solo en Italia, sino que se expandió o ganó influencia de forma crucial en Hispania, África y Grecia. Con el declive de Cartago como potencia comercial, Roma también creció económicamente, a pesar de que muchas partes de Italia y en especial el sur habían sido arrasadas por el ejército cartaginés.
Eso también trajo cambios sociales como el ascenso de los équites, una clase social que podía participar en el comercio y la recaudación de impuestos, a diferencia de los patricios. Además, cada vez más personas pobres y esclavos se asentaron en Roma, lo que aumentó las tensiones sociales, y la cultura griega comenzó a influir sustancialmente en la cultura romana. Solo el tiempo mostró cuán relevante fue la segunda guerra púnica y cuán importante sería Roma para España.
El Veredicto: ¿Y si Cartago hubiera ganado la guerra?
En El Veredicto de hoy quiero discutir algo de historia alternativa. La pregunta es, ¿qué hubiera pasado si Cartago hubiera ganado la segunda guerra púnica y destruido Roma? Toda la historia de Europa sería increíblemente diferente, es decir, sus consecuencias son de tal magnitud que son casi impensables. Tal vez más ideas orientales habrían influido en Europa, o tal vez el comercio, en lugar del militarismo, habría influido más a las culturas europeas. ¿Habrían aparecido las religiones cristianas o el islam? ¿Qué hubiera pasado en términos lingüísticos y culturales, los cartagineses habrían influido en gran parte de Europa como hizo Roma?
Es interesante plantearse estas preguntas, pero la supervivencia de la República romana y la conquista de los territorios cartagineses de Hispania provocaron el surgimiento de un imperialismo romano imparable que eventualmente transformaría la República en un imperio y cambiaría Europa, el norte de África y Oriente Próximo para siempre. Cartago se parecía un poco a Alemania en la Segunda Guerra Mundial. Perdieron la primera guerra, buscaron venganza y fueron aplastados nuevamente, esta vez de manera mucho más decisiva. Al final, creo que las posibilidades de que Cartago ganase eran más bajas que las de Roma.
El hecho de que fue principalmente una guerra defensiva para los romanos también creó lealtades más fuertes, lo cual es fácil de entender porque si vieras a esos extranjeros saqueando y arrasando tu región, ¿estarías feliz de colaborar con ellos? ¿Los verías como libertadores? Cartago no trataba al resto de los africanos del norte como iguales y confiaba en una fuerza mercenaria menos comprometida para combatir, mientras que Roma tenía más ciudadanos y alianzas fuertes con otros pueblos itálicos. Es por eso que Aníbal, hablando en términos generales, no logró convencer a los itálicos no romanos para que se unieran a su causa, y es por eso que la República romana podía formar un nuevo ejército cada vez que eran severamente derrotados. Y con eso, El Veredicto termina.
Avance y outro
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Fuentes
Barceló, Pedro, y Juan José Ferrer Maestro. Historia de la Hispania Romana. Alianza Editorial, 2016.
Blázquez, José María, y María García-Gelabert Pérez. «Los Bárquidas en la Península Ibérica.» (1991).
Blázquez, José María. «El impacto de la conquista de Hispania en Roma (218-154 a. C.).» (1962).
Bravo, Gonzalo. Hispania: la epopeya de los romanos en la Península. La esfera de los libros, 2007.
Domínguez Ortiz, Antonio. Historia de España 2: La España romana y visigoda (siglos III a.C.-VII d.C.). Planeta, 1992.
López, Enrique Javier Martínez. «La segunda guerra Púnica en Iberia.» Arse: Boletín anual del Centro Arqueológico Saguntino 50 (2016): 29-89.
Pisa Sánchez, Jorge. Breve Historia de Hispania. Nowtilus, 2009.
Plácido Suárez, Domingo. Historia de España 1: Hispania Antigua. Editado por Josep Fontana y Ramón Villares, Crítica, 2009. Prieto, Enrique Hernández. «La «economía de guerra» romana durante la Segunda Guerra Púnica en Hispania.» El futuro del Pasado 1 (2010): 411-423.
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