Este es el episodio 29 llamado La época de Carlomagno. Parte 2 y en este episodio aprenderás:

La conquista carolingia de Barcelona

Vimos en el episodio anterior, el episodio 28 La época de Carlomagno. Parte 1, cómo los francos conquistaron Gerona y el Pirineo catalán y sus injerencias en las revueltas de cabecillas musulmanes de la Marca Superior contra el poder cordobés en toda la década del 790, y ahora toca ver la fase final de la expansión carolingia en la península ibérica. En el 798 el rey de Aquitania Luís el Piadoso ordenó reforzar las fortificaciones del río Ter, en el condado de Gerona, y ordenó al conde Borrell de Urgel y Cerdaña tomar y fortificar Vic, Caserras y Cardona en la actual Cataluña central como paso previo a la conquista de Barcelona. Hubo un fallido intento de tomar Barcelona, que por la frustración de no haberla podido tomar llevó a los francos hasta Lérida, ciudad que incendiaron, y también hicieron pillaje por Huesca.

La tentativa final de conquista de Barcelona se preparó bien en Tolosa en el año 800, aprovechándose de la coyuntura de guerra civil en el Emirato de Córdoba entre el emir al-Hakam y sus tíos. Tras el fallecimiento del gobernador de Barcelona Matruh en Zaragoza y con él seguramente la emigración de buena parte de los árabes y bereberes asentados en Barcelona, la ya de por sí exigua presencia musulmana se redujo y ante el avance franco parece que el gobernador Sadun al-Ruayni acordó con Carlomagno la entrega de la ciudad a los francos a cambio de mantenerse en el poder y protección contra Córdoba, igual que en su momento los rebeldes musulmanes del 778 prometieron exactamente lo mismo. Los francos tras la dura lección de la expedición del 778 sabían que la palabra de los gobernadores de la Marca Superior no tenía valor alguno, y que debían prepararse para tomar Barcelona por las armas si Sadun se negaba a entregar la ciudad, tal y como finalmente sucedió.

Previendo esta situación, el rey Luís dividió su ejército en tres cuerpos: el ejército bajo su mando se quedó como reserva en el Rosellón, el ejército liderado por el conde Guillermo de Tolosa y Ademar de Narbona se encargó de combatir a los ejércitos de socorro árabes y bereberes provenientes de Zaragoza, y finalmente el ejército dirigido por el conde Rostán de Gerona llevó a cabo el asedio en sí mismo. Las huestes de Guillermo y Ademar se pudieron unir a las de Rostán tras derrotar a los refuerzos, y llegó el invierno y el asedio continuó provocando la desmoralización y hambre de los barceloneses hasta el punto de que Sadun intentó huir para pedir ayuda a Córdoba pero fue descubierto, capturado por los francos y ejecutado. Tomó el relevo como gobernador un hombre llamado Harun, partidario de la defensa hasta el último hombre de Barcelona, y las tropas de reserva con el rey Luís al mando llegaron a principios del año 801.

Siguieron pasando las semanas, y con el hambre y la desesperación azotando a los barceloneses, un grupo de hispanogodos hicieron prisionero a Harun y lo entregaron a los francos, y así Barcelona capituló permitiendo la entrada triunfal de Luís el Piadoso para el Domingo de Pascua. Pese a la conquista cristiana, las evidencias documentales, toponímicas y onomásticas apuntan a la existencia de una pequeña comunidad islámica en el área de Barcelona tras la conquista, a pesar de que las fuentes musulmanas informan de que se les concedió un año para marcharse. Luís nombró como primer conde de Barcelona a Bera, hijo del todopoderoso conde Guillermo de Tolosa, y trasladó la guarnición franca de Gerona a Barcelona porque esta tomó su testigo como primera línea de defensa de la frontera suroeste del Imperio carolingio.

Extensión de Barcelona en el siglo X, superpuesto en el mapa actual de Barcelona
Extensión de Barcelona en el siglo X, superpuesto en el mapa actual de Barcelona

En el siglo IX Barcelona era una pequeña ciudad heredera de la Antigüedad tardía, llena de edificios cristianos y de espacios sin edificar con huertos dentro de la ciudad amurallada, para quiénes se crean que esto de los huertos urbanos es una novedad. Aunque cueste de imaginar por lo grande que es hoy en día, la Barcelona conquistada por los francos tenía una población estimada de poco más de 1000 habitantes, no mucho mayor que la de Gerona, y aún no parece que hubiera barrios diferenciados de artesanos o de judíos. La Barcelona carolingia tenía una proyección de poder limitada sobre sus áreas colindantes y sabemos que el castillo de Olérdola, cerca de Vilanueva y la Geltrú o el Garraf, era la frontera más extrema de al-Ándalus durante el siglo IX, por lo que la Barcelona carolingia y condal estuvo muy expuesta ante posibles ataques andalusíes hasta el período de taifas.

La formación de la Marca Hispánica

Aunque la conquista de Barcelona del 801 marque el fin de la expansión carolingia por Spania, lo cierto es que no era el objetivo final sino un paso intermedio para la conquista completa de la Marca Superior andalusí, o como mínimo para conquistar todo el territorio del margen derecho del río Ebro. Se conocen tres campañas fallidas de Luís contra Tortosa, ciudad situada cerca de la desembocadura del Ebro porque en la Edad Media no existía aún el Delta del Ebro y en aquella época la cercana localidad de Amposta era donde desembocaba el Ebro y ya se encontraba el mar. La primera en el 804 provocó la destrucción de numerosas fortalezas y aldeas en las costas de Tarragona, y esta actividad destructiva en la actual provincia de Tarragona más que probablemente está relacionada con el hecho de que el área de Tortosa era la zona más llena de esos piratas andalusíes que atacaban las costas cristianas de todo el Mediterráneo.

Fortificaciones y área de influencia de la Tortosa andalusí, por Joan Negre
Fortificaciones y área de influencia de la Tortosa andalusí, por Joan Negre

El segundo intento fue en el 808 terminando con victoria militar franca y captura de botín pero sin conquistar Tortosa, y el último intento fue al año siguiente y los francos pusieron cerco a Tortosa con maquinaria de asedio por todo lo grande. Los miembros más prominentes de Tortosa de origen hispanogodo libraron las llaves de la ciudad en señal de rendición tras cuarenta días de asedio, pero los gobernadores de frontera y el hijo y heredero del emir al-Hakam, el futuro Abd al-Rahman II, llegaron con un ejército de refuerzo y pudieron derrotar a los atacantes y abortar la toma franca de Tortosa, que permaneció como fortaleza andalusí inexpugnable hasta el siglo XII. Es muy interesante un artículo de Josep Suñé que destaca la importancia de la guarnición y población voluntaria local en la defensa de Tortosa y revela la participación en su defensa de los dimmíes cristianos y judíos, muladíes y los marineros tortosinos de las clases más desfavorecidas de distinto origen étnico.

En el escenario aragonés, los francos no habían renunciado a tomar Huesca y lo volvieron a intentar en el año 812, pero fracasaron y así terminó su intervención sobre el Pirineo central. Donde parece que sí tuvieron más éxito es en Pamplona, que al empezar el siglo IX tenía un gobernador vascón llamado Velasco que era fiel a los francos. Esa Pamplona carolingia se sostenía mucho más por la diplomacia que por la presencia física de francos y en el 816 se inició una guerra en Vasconia para decidir si estaría más en la órbita de influencia andalusí o en la franca, finalmente inclinándose a favor de al-Ándalus como veremos cuando toque hablar del génesis del Reino de Pamplona con Iñigo Arista.

Viendo que a corto plazo se veía difícil continuar la expansión, los carolingios y omeyas firmaron un tratado de paz estableciendo la frontera entre francos y andalusíes en Barcelona a cambio de la renuncia de las pretensiones francas sobre Tortosa y Zaragoza, que no estaban sometidas a los omeyas. Las paces fueron efímeras y en el 815 el emir al-Hakam ordenó a su tío Abd Allah al-Balansi que atacase Barcelona, pero el conde Bera defendió con éxito la plaza, y antes del 820 se firmó una paz más duradera con Córdoba. De este modo se consolidó el espacio de frontera de la llamada Marca Hispánica en el sector oriental de la futura Cataluña, la llamada Cataluña Vieja compuesta por condados como los de Barcelona, Gerona, Osona o Ampurias, mientras que los francos perdieron su influencia sobre los valles del Pirineo aragonés y Navarra.

Condados carolingios de la Marca Hispánica, por Cullen J. Chandler
Condados carolingios de la Marca Hispánica, por Cullen J. Chandler

Para diferenciar el territorio controlado por los carolingios del resto de la península, algunos cronistas francos hablan de Marca Hispánica o utilizan otras denominaciones como Gotia, pero como ya señaló en su día el historiador Ramon d’Abadal es muy importante alertar que la Marca Hispánica no existió como unidad administrativa superior ni existía un sentido de unidad de los condados subpirenaicos, sino que es una forma de llamar al conjunto de condados carolingios fronterizos de la actual Cataluña cuando aún no existía el concepto de Cataluña. Es por eso que algunos historiadores hablan de Marca Hispánica y después de Wifredo el Velloso de Pre-Cataluña, porque al final nos encontramos con el mismo problema que los autores de la época y es que se estaba formando una realidad política sin precedentes y por eso era difícil darle un nombre preciso. Los resultados de las campañas carolingias en Spania solo se pueden valorar como mixtos, con sus éxitos y fracasos, y la frontera de la Marca Hispánica y los futuros condados catalanes permanecerá prácticamente inalterada durante trescientos años.

Carlomagno, emperador y campeón de la cristiandad

En el año 800 el papa de Roma León III coronó a Carlomagno emperador, después de que este lo ayudase a regresar a Roma tras haberse visto obligado a abandonarla por la enemistad con la aristocracia romana. Según el poeta Eginardo, Carlomagno no quiso ser coronado emperador, pero este no es más que el típico recurso para engrandecer la figura de Carlomagno como alguien humilde y está claro que fue Carlomagno quien preparó la coronación. La elevación de Carlomagno a emperador ha sido interpretada de muchas maneras, por ejemplo como un desafío claro a la legitimidad del Imperio bizantino al reclamar el pasado imperial romano y el liderazgo de la cristiandad, pero lo cierto es que por los documentos de la época no parece que Carlomagno le diese tanta importancia como le queremos dar hoy en día.

Las campañas de Carlomagno no solamente fueron campañas de expansión militar y pillaje, sino que también tenían una vertiente religiosa. El papa dio una justificación religiosa a las campañas carolingias en al-Ándalus como guerra contra infieles y de liberación y protección de las comunidades cristianas sometidas a la opresión árabe. Claro que como siempre hay una brecha entre la retórica y la realidad, porque ya vimos como los francos no tenían problemas en pactar con los rebeldes musulmanes de la Marca Superior, como tampoco con príncipes eslavos o jefes guerreros daneses paganos. No solo las campañas tenían esa faceta religiosa, la reforma eclesiástica, espiritual y moral promovida por Carlomagno y su hijo Luís tiene que verse como parte del ideal utópico de una sociedad gobernada de manera justa de acuerdo a los preceptos bíblicos y por tanto apoyada y juzgada por Dios, y gobernar de manera cristiana era un requisito tomado muy en serio en la cultura política carolingia.

La edad no perdonaba tampoco al campeón de la cristiandad latina y para cuando fue coronado emperador Carlomagno ya estaba cada vez menos activo en los asuntos militares y se centró en llevar a cabo una intensa actividad legislativa mientras también delegó más protagonismo a sus tres hijos. Por eso se acordó la división del Imperio carolingio para sus tres hijos en el año 806, pero como dos de sus hijos murieron antes finalmente Luís el Piadoso, rey de Aquitania, quedó como único heredero de Carlomagno y sucedió a su padre a su muerte en el año 814. Carlomagno había logrado crear el imperio más grande visto en Europa desde el Imperio romano, y por eso algunos lo llaman el padre de Europa o más bien uno de los padres de Europa, y siglos después de su muerte Carlomagno siguió siendo una figura de referencia para todos los soberanos de la cristiandad latina.

Sociedad carolingia y, ¿feudalismo?

¿Cómo se organizaba la población y cómo estaba estratificada la sociedad? ¿Cuándo nace el sistema de señoríos? ¿Se puede hablar de feudalismo en la Europa cristiana altomedieval? Responderé a estas preguntas y más en esta sección que puede ser algo larga y densa pero que es imprescindible para entender el mundo carolingio y desmontar algunas ideas preconcebidas. La sociedad carolingia y la europea altomedieval en general era una sociedad de órdenes sociales o estamentos, más que de castas o clases sociales distinguidas por su rol económico y con una consciencia de clase con unos intereses comunes.

Esos órdenes sociales estaban reconocidos por la legalidad vigente y venía dada por los cargos laicos o eclesiásticos o por nacimiento. Es caer en un anacronismo estratificar la sociedad europea altomedieval según la profesión o la renta, y en cambio era mucho más importante la autoridad y rango de acuerdo a la legalidad y a las funciones políticas, militares o eclesiásticas. También en la ecuación del orden social carolingio hay que incluir diferencias según el sexo, el credo, la influencia política y social, y otros criterios que se superponen y hacen que sea difícil pensar en un orden social simple y fácil de comprender, aunque siendo rigurosos esa complejidad ocurre en cualquier sociedad y nunca nada es tan fácil como las pirámides estamentales dan a entender.

En la concepción medieval, se veía la sociedad ante todo como cristiana y el orden social estratificado se interpretaba como un reflejo del orden celestial, ya que cada persona tenía su lugar y papel en la sociedad. A nivel teórico, esto supone reconocer las desigualdades sociales, pero por otro lado también se respetaba cada rol social por igual, fueras conde o campesino, porque la tarea de cada uno era necesaria para la sociedad y las personas son iguales ante Dios. Igual que vimos con la sociedad del Reino visigodo, la distinción legal fundamental y común en las sociedades posromanas era entre libres y no libres, y entre señores y siervos y esclavos. También se incluían categorías legales específicas para militares, servidores públicos y eclesiásticos, tales como obispos, jueces o condes.

El mundo carolingio era un mundo dominado por aristócratas, y ese estatus aristocrático derivaba del control de la tierra y el trabajo, la posesión de un caballo, la participación en redes de clientela, el linaje y la familia extendida, y el reconocimiento del estatus social prominente en forma de cargos públicos. Vamos, que como siempre la sociedad estaba regida por el nepotismo y enchufismo, y los aristócratas expresaban su estatus de élite yendo armados, llevando un cinturón militar y otras ropas, siendo capaces de hablar latín culto, y participando en actividades como la guerra, caza y banquetes. Es cierto que ser hijo de tal no te garantizaba tener una carrera brillante o por lo contrario no tener ninguna, la aristocracia no era una casta cerrada, sino que había una cierta movilidad social ya fuera por méritos, lealtad y favor real, la construcción de redes clientelares, matrimonios o cambios en el patrimonio, e incluso una persona de origen humilde podía ser ennoblecida mientras que un noble rebelde derrotado podía ser ejecutado, sus propiedades confiscadas y su familia caer en desgracia.

Las fuentes se refieren a los aristócratas con el título de su cargo y con términos como nobles, potentes, ilustres, cercanos al rey, o excelentes, por lo que la identidad de la élite se distinguía del resto por ser un grupo de personas libres e influyentes social y políticamente, y además por ser moralmente superiores respecto a la plebe campesina. En la mentalidad aristocrática no había nada peor que perturbar el orden social que dominaban, y esto se ve por ejemplo en cómo los aristócratas tanto francos como sajones masacraron a unos campesinos que habían defendido sus tierras de los vikingos. Esta defensa de la patria que podría interpretarse no solo como un derecho sino una obligación de toda la población fue vista como una amenaza por una élite que quería evitar un asociacionismo de campesinos sin su consentimiento. La amenaza a la autoridad de la aristocracia era peor que el ataque de unos paganos que harían pillaje y tomarían cautivos y luego se largarían.

Sin embargo, un examen de la rica documentación carolingia nos hace ver que la sociedad carolingia no cumple en líneas generales con el estereotipo del señor feudal que domina a unos siervos campesinos desde su gran residencia o castillo y sometiéndolos a demandas abusivas y arbitrarias. Esto es así primero porque la norma entre grandes y pequeños propietarios era que sus tierras estuvieran algo dispersas, no eran lo más común las grandes haciendas concentradas bajo la jurisdicción de un noble. Por ejemplo, un propietario mediano podía tener unas cuantas parcelas en una aldea y alguna más en aldeas cercanas, y este mismo propietario solía tener contactos con un propietario de mayor estatus, con más propiedades en un espacio geográfico más amplio que podía ser un aristócrata con autoridad pública reconocida por los carolingios, y de esta forma se articulaba informalmente la sociedad carolingia con redes de clientela y cada vez mayores diferencias sociales y estratificación.

Recreación de una finca carolingia en Ornavik, Hérouville-Saint-Clair
Recreación de una finca carolingia en Ornavik, Hérouville-Saint-Clair

La forma de organización de población más común era la de aldeas con casitas hechas de madera y otros materiales simples para albergar una familia nuclear, que solía ser compuesta por una pareja y tres hijos, y los hogares estaban situados a unos pocos metros de cada uno, mientras que las tierras arables en sí solían encontrarse fuera de la aldea y cada familia tenía unas pocas hectáreas para cultivar, ya fueran de su propiedad o bien arrendadas por un terrateniente. En la Antigüedad tardía posromana hubo mucha aparición y desaparición de aldeas y de fincas dispersas, pero a partir de la época carolingia emerge la tendencia a fijar ya más definitivamente los poblados, en especial si se había construido un cementerio o una iglesia, que por cierto cada vez más se construían con piedras en vez de madera.

Los grandes terratenientes aristocráticos solían tener múltiples residencias en ciudades, fincas rurales lejos de las aldeas campesinas, o en monasterios de fundación familiar, y no vivían en un lugar fortificado fijo sino que las necesidades del Imperio carolingio y de las propiedades dispersas que gestionaban implicaban mucho movimiento. Los magnates más importantes usaban administradores o párrocos arraigados en la comunidad para que les llevasen a cabo la gestión directa de sus propiedades. Las conexiones de esos aristócratas con la corte carolingia o con magnates aún mayores con contactos permitía conectar las aldeas con la administración y justicia imperial en su conjunto, del mismo modo que la creciente implantación local de la Iglesia, muchas veces gracias a los mismos aristócratas que fundaban iglesias controladas por sus familias, servía tanto de conexión política como espiritual de las aldeas con el resto de la sociedad carolingia.

Vale la pena pues recordar que muchos líderes eclesiásticos provenían de la aristocracia y no hay que verlos como un estamento enteramente separado de la élite laica, pese a que también es cierto que los clérigos desarrollaron una identidad de grupo diferenciada, por ejemplo vistiendo diferente o no participando en las cazas propias de los aristócratas. El grueso de la población eran siervos campesinos, no pequeños propietarios libres, aunque hay que matizar que ser libre o no libre no era blanco y negro sino que había sutiles grados de libertad o sumisión más informales. Los mayores poseedores de tierras en propiedad eran la dinastía carolingia y la Iglesia, cuyos obispados y abadías gestionaban enormes patrimonios cedidos por reyes, aristócratas o gente común o comprados por ellos mismos.

En las áreas nucleares del Imperio carolingio fue ganando terreno a lo largo de los siglos VIII y IX el sistema de señoríos con una aldea bajo la posesión del rey, de un aristócrata o de una institución eclesiástica donde había unas tierras cultivadas por los siervos para el señor mientras que luego los campesinos dependientes tenían otras alquiladas para su propia subsistencia y por las que debían pagar una renta, ya fuera con sus servicios o con pagos monetarios o en especie. El sistema de señoríos ha dado mucho que hablar y a partir de aquí se ha construido en gran medida el concepto del feudalismo, ¿pero estos señoríos son generalizables en época carolingia?  La información que tenemos de este sistema de señoríos proviene siempre de las tierras fiscales de la dinastía o de grandes fincas eclesiásticas, y hay que entender que esta explotación para sacar el máximo rendimiento de las tierras vino por iniciativa regia y luego se extendió a esas tierras obispales o monacales que disfrutaban de privilegios fiscales a cambio de unos servicios al rey, por lo que en parte las propiedades eclesiásticas eran entendidas como recursos públicos también.

Representación del señorío de la Plena Edad Media, con el castillo del señor feudal, el bosque señorial, tierras comunales y la aldea campesina bajo su jurisdicción
Representación del señorío de la Plena Edad Media, con el castillo del señor feudal, el bosque señorial, tierras comunales y la aldea campesina bajo su jurisdicción

Por tanto, no podemos generalizar y extender este fenómeno señorial de los dominios regios y eclesiásticos del centro político del Imperio carolingio como el sistema de producción o de posesión de tierras más extendido. Solo el rey, la Iglesia o los mayores aristócratas imperiales podían permitirse comprar y unificar las dispersas propiedades que eran la norma, o bien llevar a cabo las costosas tareas de deforestación para convertir tierras no agrícolas en arables sin parcelas de otros propietarios de por medio, y ese es uno de los motivos por los que no podemos hablar de feudalismo en la Alta Edad Media. ¿Y qué es el feudalismo? Hay muchas definiciones y no hay consenso ni si hasta es un marco teórico útil, pero el feudalismo se suele definir como el sistema político, económico y social basado en relaciones de vasallaje y dependencia, siendo el vasallaje una relación desigual entre dos hombres libres y la dependencia una relación de servidumbre entre un propietario de tierras y una persona no libre.

Hay quienes ven el origen de este sistema en la dinastía carolingia y en como los reyes carolingios forjaron lazos de fidelidad personal con aristócratas dándoles cargos públicos. Contra esto se puede argumentar que en las fuentes carolingias los vasallos eran individuos ligados al servicio más personal del rey y que no toda la aristocracia cortesana era referida como vasalla, tampoco hay juramentos escritos de fidelidad, otorgar rentas en forma de beneficio vinculado a un cargo que podía ser retirado en cualquier momento no era el modo más habitual ni importante de acceder a la propiedad de la tierra, y no había aristócratas que cediesen tierras en beneficio a sus respectivos fieles. El beneficio o feudo tiene que entenderse como una recompensa extra, pero al fin y al cabo los monarcas carolingios al otorgar cargos públicos ya estaban reconociendo la prominencia social de quiénes recibían los honores y dignidades, no es como si el poder y autoridad de quienes recibían tierras como beneficio o feudo dependiese enteramente de estas recompensas.

Cuando hablamos de feudalismo muchos se imaginan un sistema opresivo donde magnates laicos y eclesiásticos explotaban sin limitaciones legales y con gran autonomía respecto a la autoridad regia a unas masas campesinas siervas. A veces la Edad Media de la Europa cristiana se ha caracterizado enteramente como feudal, pero en la definición más restrictiva esta etiqueta se refiere a la relación entre un rey, un señor laico o eclesiástico y sus fieles o vasallos, y el fenómeno de jurar fidelidad y poner por escrito unos compromisos fue algo más limitado a la Plena Edad Media entre los siglos XI y XII, tal y como vimos en el episodio extra 15 El condado de Urgel (870-1066). Algunos historiadores diferencian así entre feudalismo como vínculos personales entre nobles y el sistema señorial de explotación de la tierra entre señores y campesinos dependientes.

Sobre cómo se llegó a eso, lo investigaré más en un futuro pero se suele explicar como que con el debilitamiento de los reinos carolingios en la segunda mitad del siglo IX los aristócratas con cargos públicos tales como duques y condes patrimonializaron las instituciones, las hicieron hereditarias, y transformaron las tierras del fisco en tierras de su propiedad. Gradualmente los duques y condes se convirtieron en soberanos con control sobre unos recursos antes públicos y que como tenían capacidad para redistribuir a su gusto pudieron arraigar su poder y tejer sus propias redes clientelares recompensando a sus fieles con feudos a cambio de sus servicios principalmente militares, y a su vez los subalternos de los condes y reyes que surgieron en el mundo poscarolingio tenían dependientes fieles por debajo suyo. De este modo de produjo un efecto goteo de arriba abajo y se consolidaron los grandes linajes aristocráticos y la pequeña nobleza, en un proceso que podemos llamar de feudalización de la sociedad.

La naturaleza del poder carolingio

Como consecuencia de ser una sociedad dominada por una aristocracia y regida por las relaciones de patronazgo y clientela, la naturaleza del poder político en el mundo carolingio era menos institucionalizada y más informal que en los estados modernos o en época imperial romana, y el Imperio carolingio siempre que podía optaba por la negociación y la cooperación con las élites locales de cada región antes que imponerse por la vía de la fuerza o reemplazando la jerarquía local por fieles de origen franco. El poder del rey derivaba por el lado terrenal de poseer más tierras que ningún otro aristócrata, los éxitos militares y su habilidad política, y por el lado espiritual la legitimidad del poder del rey por encima de los demás venía dada por su alianza con el papa de Roma, el representante de Dios en la Tierra, y por la promoción y protección de una sociedad ordenada según los mandatos bíblicos.

Los problemas de sucesión y por una cuota del poder siempre estuvieron presentes en el mundo carolingio por la concepción patrimonial del reino, frente a la idea de un estado y unas instituciones indivisibles y públicas, de ahí que a conveniencia se hiciesen y deshiciesen subreinos o directamente se partiese el Imperio. La tonsura para dejar calvo como un monje a un posible heredero era una forma de denegar sus aspiraciones regias, como ocurrió con los visigodos, aunque la tonsura o la ilegitimidad no fueron suficientes para evitar esas aspiraciones e incluso algunos llegaron a ser rey a pesar de eso. La mayoría de hijas de reyes carolingios terminaban en conventos para evitar que hubiera demasiados yernos que reclamasen derechos dinásticos, aunque por esta política a finales del siglo IX los carolingios llegaron a enfrentarse al problema de tener una línea de sucesión demasiado estrecha que puso en peligro la continuidad de su linaje.

Por otro lado, el poder aristocrático estaba legitimado por su asociación con el poder regio, que a su vez estaba unido al eclesiástico, y el poder regio necesitaba a los aristócratas para administrar de manera efectiva el imperio. No hay que entender las relaciones entre rey y aristocracia como un juego de suma cero en que el rey y los nobles compiten por quitarle el poder al otro, sino que ambos se necesitaban y se entendía que el rey buscaba el consenso y compartía su poder con los condes y obispos del imperio. Y del mismo modo que había intereses distintos y a veces abiertamente enfrentados entre los miembros de la dinastía carolingia, tampoco nunca la aristocracia actuó con unidad de acción, porque había intereses muy distintos para cada individuo y según las circunstancias.

¿Y cómo es que el Imperio carolingio fue perdiendo impulso hasta su disolución? Pues hay que entender que en buena medida la estructura política y militar estaba orientada a la expansión territorial y a la guerra. Es una táctica política muy vieja el realizar campañas ofensivas y conquistas con el fin de encontrar un enemigo exterior, mantener a las élites ocupadas y recompensarla con los botines de guerra, y disminuir la probabilidad de guerras intestinas. La propaganda carolingia justificaba las guerras por la religión, para expandir el catolicismo ahí donde había paganos, y como es habitual en los imperios se hablaba del propósito de civilizar, que no es más que aculturar las poblaciones conquistadas y hacerlas más similares al pueblo conquistador, en este caso los francos.

Pero aunque tampoco hay que ser incrédulo y no creer que en la mentalidad de la época hubiera una preocupación real por expandir el cristianismo y salvar almas, yo soy de los que piensa que solían pesar más las ganancias materiales, que permitían que tanto la familia real como los aristócratas y otros se enriqueciesen con las oportunidades que da la guerra, como vimos por ejemplo en el episodio 16 Leovigildo y la construcción del Reino visigodo al explicar los motivos de las campañas de Leovigildo. La captura del tesoro de los ávaros destacó por las enormes riquezas que aportó al Imperio carolingio y permitió que Carlomagno tuviera más margen para recompensar a los aristócratas más prominentes y a la Iglesia. Pero a medida que las prospecciones de nuevas conquistas, grandes botines y oportunidades de ascenso social disminuían, también lo hacían las ganas de los nobles de participar y aportar hombres para las campañas y por eso al final del reinado de Carlomagno se ve más legislación para fomentar la aportación de levas militares en señoríos, obispados y abadías.

A menos posibilidad de ganancias económicas y de cargos, menos pastel había a repartir y más incentivos tenían para iniciar revueltas los nobles que se sentían desfavorecidos por el poder central, casi siempre eso sí con un pretendiente carolingio a la cabeza, es decir, jugaban dentro del sistema, no fuera del sistema. Como les ha pasado a tantos imperios, el Imperio carolingio de Carlomagno tuvo éxito a pesar de sus muchos reveses mientras que pudieron canalizar su poder militar hacia el exterior, pero a la que empezaron a alcanzarse los límites de la expansión y a aumentar los ataques de otras gentes contra ellos se agravaron los problemas internos. Otro motivo que jugó su papel en la disolución del Imperio carolingio era el delicado balance entre la unidad imperial y la falta de estandarización institucional de las regiones pertenecientes al Imperio, un fenómeno típico de la gobernanza medieval.

Esto era una arma de doble filo, porque por una parte se pudieron mantener regiones inconexas con un pasado y cultura propias y se difundió una cultura política y eclesiástica en todos los territorios carolingios que perduró y permaneció tras sus independencias, pero por otro lado eso también tenía la debilidad de que esta flexibilidad y adaptación a las realidades locales  hacía que el Imperio carolingio estuviera poco cohesionado y no fuera difícil que surgieran fuerzas centrífugas que separasen los dominios imperiales. Pero irónicamente quiénes más contribuyeron a la caída del Imperio carolingio no fueron unas élites regionales separatistas sino que fueron los propios miembros de la dinastía, por sus rivalidades internas y la concepción patrimonial del reino frente a la visión que tendríamos actualmente de ver una entidad política como algo indivisible.

Historia ambiental y economía carolingia

Volvamos atrás en el tiempo y visualicemos la realidad del paisaje de Europa en la Alta Edad Media. Debes imaginártelo como un paisaje donde predominaba el bosque, con áreas donde entre el 40 y el 80% del espacio lo ocupaba la masa forestal. Para que te hagas una idea, en la actualidad en España entorno al 37% del territorio son bosques, pero hay partes de Europa donde el porcentaje está por debajo del 15%, y eso que con las mejoras tecnológicas ya no se ocupa tanta tierra para fines agrícolas. Los humanos debían pelear contra la naturaleza para sobrevivir, por ejemplo contra los lobos que poblaban los bosques europeos altomedievales, las plagas de langosta o las inundaciones y sequías, y debían dominar la naturaleza y adaptarla para servir mejor a sus necesidades.

La realidad geográfica de cada comarca y región y las preferencias alimentarias según la cultura o posición socioeconómica dictaban cómo los humanos explotaban los recursos naturales. Por ejemplo, en el norte de Europa se consumía más carne que en el Mediterráneo, y las élites preferían consumir pan, carne y vino porque eran muestras de ser civilizado y porque según la teoría de los cuatro humores, la más extendida en el mundo árabe y europeo para explicar el funcionamiento del cuerpo humano, el pan era el único cereal caliente y húmedo, que se creía era la combinación de cualidades más deseadas y beneficiosas para el cuerpo. Los campesinos cultivaban y consumían cereales, con el beneficio de aportar muchas calorías de forma barata, pero consumir pan para la plebe era más raro y solían comerlo como un potaje.

Para los campesinos era habitual tener algún animal de granja como cerdos, ovejas o cabras para la alimentación de las élites o la propia y para usar sus excrementos para fertilizar la tierra cultivada. Allá donde los aristócratas ejercieron un mayor dominio los campesinos dependientes se centraron más en la producción de cereales y algunos animales al coste de tener una dieta menos diversa y equilibrada y con mayor riesgo a sufrir una mala cosecha. En un proceso de siglos que se vislumbró a partir del año 800 y se intensificó en la Plena Edad Media ayudado por el período cálido medieval, el paisaje europeo cambió mucho por la acción humana y se hicieron tareas de deforestación para convertir esas tierras sin explotar en terrenos arables.

El Imperio carolingio y otros territorios europeos experimentaron un crecimiento económico durante este período, al mismo tiempo que lo hacían el Califato abasí o el Imperio bizantino. Lentamente la actividad económica incrementó como resultado de la mayor explotación agraria, tanto por la ampliación de tierras arables en toda Europa como por la inversión en infraestructuras como los molinos hidráulicos para aumentar la producción. Eso permitió el inicio de un crecimiento demográfico gradual a partir del siglo IX que continuó en Europa hasta la llegada de la peste negra en el siglo XIV, y también hubo muestras de resurgimiento de la vida urbana. Eso no significa que entremedio no hubiera reveses económicos y demográficos causados por las crisis cíclicas de malas cosechas o epidemias propias de las economías preindustriales, o por motivos políticos tales como las guerras civiles y los ataques vikingos de mediados del siglo IX, pero la tendencia era claramente al alza.

Como en la mayoría de economías preindustriales, el motor de la economía carolingia era la agricultura, ¿pero es justo hablar de una economía autárquica con agricultura de subsistencia? Eso quizás es mucho más matizable porque, aunque el comercio a larga distancia era limitado, hay claros signos de un floreciente comercio local y regional y de la venta de excedentes en el mercado. Si lo comparamos con la economía del Reino visigodo, la del Imperio carolingio era notablemente más dinámica y orientada al mercado, y difícilmente la podemos comparar con la romana porque en la economía carolingia no había un sistema de centro-periferia como el romano en que el comercio en buena medida giraba entorno a las necesidades de Italia en el caso romano.

Conexiones comerciales más importantes del Imperio carolingio, siglos VIII-IX, por Michael McCormick
Conexiones comerciales más importantes del Imperio carolingio, siglos VIII-IX, por Michael McCormick

Por eso más que de una economía carolingia, quizás es más apropiado hablar de economías carolingias, porque como ya he dicho anteriormente el Imperio carolingio estaba poco cohesionado y la economía en su conjunto no giraba entorno a las demandas del centro político franco, que eran los territorios entre el norte de Francia y el oeste de Alemania. Las economías de cada región o las grandes rutas comerciales del mar del Norte, del mar Adriático o del oeste europeo no estaban muy interconectadas y no existía una conexión central que sirviera de motor para el Imperio carolingio en su conjunto, pero esto no tiene que verse como algo necesariamente malo porque cada región más o menos era autosuficiente y los males que ocurrían en una región no tenían por qué esparciese en las demás o convertirse en un problema político de primer orden, como sí podía ocurrir en el Imperio romano si había una mala cosecha o una revuelta en los graneros de Roma, como eran las provincias de Egipto y la actual Túnez.

A pesar de que es importante recordar que el mayor peso en la economía estaba en el sector agrario, quiero hablar más en detalle sobre el comercio y la artesanía del mundo carolingio. Aparte del crecimiento de la producción agrícola y en consecuencia de la población, una medida política que alentó la reactivación del comercio local y regional fue la mayor monetización de la economía gracias a la acuñación de monedas de plata. Los reyes y acuñadores de moneda podían ganar dinero con su acuñación, y la sustitución de los tremesíes de oro de época merovingia por monedas de plata permitió transacciones cotidianas, incluso para las clases populares, y el surgimiento de numerosos mercados y ferias periódicas a lo largo y ancho del Imperio carolingio.

La mayor parte del comercio se realizaba por tierra, muchas vías romanas siguieron en uso aunque también hubo unas que cayeron en desuso y otras que se abrieron en época carolingia. Esto es especialmente cierto en los Alpes del norte de Italia, porque los constantes movimientos de personas con fines militares, de peregrinación a Roma o comerciales requirieron de nuevas infraestructuras como puentes, cuadras de caballos con servicio postal, albergues o monasterios que ayudaban a los viajeros. Incluso hubo un proyecto de construcción de un canal para conectar el Rin con el Danubio, aunque parece que no pudo completarse su construcción.

Muchas veces el comercio no era llevado a cabo por el beneficio económico ni por profesionales especializados, sino que compraban y vendían los propios consumidores y productores sin intermediarios y por necesidad, por ejemplo si tenías un excedente y no sabías qué hacer con él pues lo vendías en el mercado local. Es cierto que el comercio a larga distancia en los siglos VIII y IX no estaba en su mejor momento, por ejemplo el comercio mediterráneo de especias y seda con Asia no se podía comparar con la época imperial romana aunque la actividad comercial en el mar del Norte sí había aumentado. Pese a que no disponemos de muchos documentos sobre esas transacciones a larga distancia, lo cierto es que por viajes políticos o peregrinaciones sabemos que existía la infraestructura necesaria para esos viajes por tierra o por mar, porque los viajes por mar de peregrinos o diplomáticos necesariamente utilizaban infraestructura que se usaba por más que un tráfico ocasional de personas.

En los mercados carolingios llegaban especias, sedas, vidrios y oro del mundo árabe e islámico, pero, ¿qué exportaban los europeos? Pues europeos. Así es, aparte de armas y pieles, lo más destacado era la exportación de esclavos europeos, un negocio muy provechoso para algunos más orientado a la exportación que a las necesidades del Imperio carolingio. Tras la última ola de peste bubónica que azotó duramente Oriente Medio y África durante la caída del Califato omeya, el mundo islámico tenía una falta de mano de obra. Ya he mencionado cómo emergió la piratería en el mundo islámico contra las costas mediterráneas cristianas, en busca de ese bien tan demandado y preciado que eran los esclavos para usos militares, agrarios y domésticos, pero los propios cristianos vendían esclavos europeos a los árabes y norteafricanos, incluyendo también al-Ándalus.

Principales mercados europeos de esclavos y lugares de exportación, siglos VIII y IX, por Michael McCormick
Principales mercados europeos de esclavos y lugares de exportación, siglos VIII y IX, por Michael McCormick

Normalmente los esclavos eran capturados en campañas o secuestrados, por ejemplo se conocen casos de cristianos  esclavizados por otros cristianos, pero también uno podía convertirse en esclavo al ser castigado por crímenes, abandonado y vendido de niño, por ser hijo de un esclavo, o incluso por iniciativa propia, por ejemplo para pagar deudas. Los mercados quedaron inundados de esclavos en la segunda mitad del siglo IX con las campañas de Carlomagno contra los paganos de Sajonia y paganos eslavos, de hecho el término esclavo deriva de eslavo por la cantidad enorme que fueron esclavizados. La venta de cristianos a infieles musulmanes provocó que algunos clérigos pusieran el grito al cielo, y que hasta el papa Zacarías en el año 748 cerrase el mercado de esclavos de Roma y liberase a muchos que iban a ser vendidos por comerciantes venecianos en África, pero aún así el tráfico de esclavos siguió sucediendo y algunos traficantes de origen franco, veneciano, judío y hasta uno andalusí fueron amparados por privilegios concedidos por el mismísimo rey Luís el Piadoso.

En cierto modo, Europa financió parte del crecimiento económico del mundo islámico que estaba tan necesitado de mano de obra tras la última ola de plaga bubónica a en la década del 740, y a su vez numerosos individuos de Europa y posteriores repúblicas mercantiles como Venecia o Amalfi se enriquecieron de ese tráfico de esclavos que siguió existiendo durante toda la Edad Media y continuó en la Edad Moderna. Esta dinámica de tráficos de esclavos se puede decir que fue un arma de doble filo, porque engrandecieron los ejércitos de los árabes y fomentaron los ataques vikingos y musulmanes del siglo IX, porque ¿por qué deberían pagar los vikingos o árabes a intermediarios cristianos para hacerse con esclavos, si podían capturarlos ellos mismos en el Imperio carolingio y sacarse jugosos beneficios por su venta?

Precio relativo de los esclavos en el Califato abasí, el Imperio bizantino y el Imperio carolingio, por Michael McCormick
Precio relativo de los esclavos en el Califato abasí, el Imperio bizantino y el Imperio carolingio, por Michael McCormick. Como el precio relativo era mucho mayor en el Califato abasí, era un gran negocio exportar esclavos desde Europa.

Dejando de lado el comercio, a diferencia de lo que ocurrió en siglos posteriores, en época carolingia había más producción artesanal de textiles, herramientas, armas o cerámicas en áreas rurales y señoríos laicos o eclesiásticos que en pueblos y ciudades. Muchos de esos artesanos trabajaban en monasterios por ejemplo, y no eran considerados profesionales libres como algunos podría pensar por como se enseña la sociedad bajomedieval posterior, sino que eran considerados personas dependientes del monasterio. Lo mismo ocurría con muchos comerciantes que trabajaban para los monasterios o grandes propietarios, unas veces como comerciantes profesionales y otras una persona cuya actividad habitual no era el comercio podía ser encomendada con la tarea temporalmente de ser agente comercial.

Los textiles solían tejerlos las mujeres de campesinos como actividad complementaria a otras, ya fuera para el autoconsumo o para la venta, y el tejer también podía ser una actividad social y de ocio si se reunían varias mujeres y hablaban mientras trabajaban. En una economía que con matices se puede calificar de autárquica, la elaboración de objetos de uso cotidiano tales como platos, cucharas, barriles o antorchas eran producidos como actividad secundaria de los campesinos, muchas veces porque eran objetos demandados por los señores como parte de la renta y las obligaciones del siervo. Por tanto, en la Europa cristiana de la Alta Edad Media los artesanos en su mayoría no estaban en ciudades ni en barrios separados, estaban vinculado por lazos de dependencia a un magnate, y había tareas artesanales donde no había unos profesionales especializados porque los campesinos mismos realizaban las tareas de forma complementaria.

El Renacimiento carolingio

Ya desde Pipino el Breve que el Reino de los francos fue expandiéndose y cuanto mayor es un reino o imperio, más necesaria se vuelve la palabra escrita para gestionar los asuntos de estado. Ese es uno de los grandes motivos que explican el llamado Renacimiento carolingio, del mismo modo que el Imperio español de los Austrias fundó más universidades que nadie porque las necesidades burocráticas de un imperio tan extenso lo demandaban. Sin embargo, el Renacimiento carolingio no solo se explica por el uso pragmático de la escritura para las necesidades imperiales o por el prestigio de un rey de ser patrón de artes y letras, sino que también había una genuina preocupación por reformar y corregir la sociedad y transformarla en una sociedad cristiana recta, de ahí que se convocaran sínodos o se promocionasen teólogos para definir qué es ortodoxia y qué es herejía cristiana o que se invirtiera en la educación de los clérigos a nivel parroquial para que transmitiesen mejor el cristianismo.

Escuelas, scriptoria y centro de aprendizaje conocidos del mundo carolingio, por Rosamond McKitterick et al
Escuelas, scriptoria y centro de aprendizaje conocidos del mundo carolingio, por Rosamond McKitterick et al.

Se fundaron escuelas para clérigos y nobles y aumentó la alfabetización, se fundaron y expandieron scriptoria y bibliotecas, al mismo tiempo que se instauró un nuevo estilo de caligrafía, la miniatura carolingia, que era más legible y rápida de escribir que estilos anteriores y se transmitió por todo el Imperio carolingio para estandarizar y facilitar la lectura. Roma era sinónimo de civilización, y los francos conscientemente imitaron y revivieron la liturgia y elementos culturales romanos como su escritura o el latín clásico frente a las lenguas romances que ya emergían como lenguas separadas de las variaciones regionales de latín vulgar. El conocimiento se revalorizó porque era una forma de acercarse a Dios.

Al igual que la cultura del Reino visigodo, la cultura del mundo carolingio era una cultura eclesiástica y casi todos los hombres de letras estaban relacionados de un modo u otro con la Iglesia, por eso su interés se centraba en temas teológicos, espirituales y morales, mientras que el interés por las matemáticas o la astronomía se limitaba a la preocupación por calcular correctamente las fechas señaladas del calendario cristiano. Un género literario muy popular era la exégesis, la interpretación crítica de partes de la Biblia, debido al interés de la cultura cristiana en los monasterios de buscar respuestas sobre el mundo terrenal y celestial o sobre la moralidad en los textos sagrados. Otro género popular era la hagiografía, que eran biografías de santos con elementos místicos y fantásticos como milagros.

Hubo una preocupación por la liturgia y hacer los ritos y ceremonias correctamente, por transmitir himnos y sermones por escrito, o los clérigos intercambiaban cartas y debatían o planteaban dudas teológicas a otros hombres de Dios. A pesar de que hay debate sobre si es adecuado hablar de Renacimiento carolingio, si hay un campo en que no hay ninguna duda de que hubo un verdadero renacimiento es en la poesía, que prácticamente había desaparecido en la Antigüedad tardía y en época carolingia resurgió con fuerza con poemas épicos, bíblicos, cortesanos, o incluso humorísticos, por no hablar de los himnos litúrgicos pensados para ser cantados. Se escribieron tratados de gramática y retórica, medicina, agrónomos, y de otras ciencias basándose en la tradición griega y romana y circularon copias de las grandes obras de referentes intelectuales de la Antigüedad tardía, como Agustín de Hipona, Isidoro de Sevilla, o el anglosajón Beda.

Se siguieron transmitiendo obras o partes de obras de autores clásicos con el filtro de comentarios y compilaciones de autores cristianos, tales como las gramáticas de Elio Donato y Prisciano o las obras de retórica de Cicerón, que eran obras imprescindibles para la enseñanza del latín culto en las escuelas del clero y de la aristocracia. El llamado Renacimiento carolingio no fue un movimiento cultural desde abajo sino un programa consciente promocionado desde la corte carolingia poniendo a sueldo a numerosos intelectuales eclesiásticos. Entre los intelectuales más destacados del mundo carolingio están Alcuino de York, Paulino de Aquilea, Pedro de Pisa, Pablo el Diácono, Rabano Mauro, Eginardo, o Teodulfo de Orleans, este último de origen hispano.

La cultura carolingia reanudó el énfasis en la escritura no únicamente por leyes o grandes obras enciclopédicas o literarias, sino que se extendió la escritura para necesidades mucho más cotidianas como registros de gestión de haciendas, compraventas o disputas de propiedad, y gracias a la popularización de esa valoración de la escritura tenemos tantos manuscritos de la actual Cataluña en época altomedieval frente a otras regiones con reinos y condados cristianos que no eran de origen y dominio carolingio. El Renacimiento carolingio afectó a la producción escrita pero también a la arquitectura y el arte, como en cúpulas de capillas, pinturas al fresco, miniaturas iluminadas, o la música, y quizás aún más importante es que la elevación de la cultura no se limitó al reinado de Carlomagno y fue un legado duradero que incluso sobrevivió a la dinastía carolingia.

El Veredicto: La esclavitud carolingia

En El Veredicto de hoy quiero hablar un poco sobre cómo me ha sorprendido el tema de la esclavitud en época carolingia para entender algunos procesos que de otro modo son difíciles de saber por qué ocurren en el momento y las circunstancias que ocurren. No hay que perder nunca de vista que el pilar de la riqueza medieval estaba en la agricultura, pero no se puede despreciar el impacto desproporcionadamente grande que tenía el comercio con eslavos y sus consecuencias a largo plazo. Sabía de las esclavizaciones que provocaron las campañas de Carlomagno contra los paganos, pero desconocía que además de por diferencias culturales la mayor demanda de esclavos en el mundo islámico se debiera al impacto demográfico que tuvo la última ola de peste bubónica que no volvería hasta el siglo XIV y tampoco me había parado a pensar en que ese comercio de esclavos con el mundo islámico fuese tan absolutamente fundamental para el desarrollo de las repúblicas marítimas italianas como Venecia.

También me ha sorprendido mucho y me ha convencido al 100% la explicación de Michael McCarmick de que los ataques vikingos y musulmanes de los siglos IX y X hay que entenderlos dentro de estas dinámicas de búsqueda de esclavos y monopolización de su comercio, ya que de otro modo no hay una buena explicación del porqué del surgimiento de estos ataques en ese momento y no antes. Cuando hablamos de esclavitud lo primero que nos viene a la mente es la esclavitud de negros en la Edad Moderna y Contemporánea por parte de las naciones europeas, pero lo cierto es que por desgracia la esclavitud, independientemente del origen étnico del esclavizado, ha sido una pieza clave en las economías desde los primeros tiempos y no hay que olvidarse ni de eso ni de que hay ciudades, regiones o países que deben su posición económica actual a las ganancias de ese tráfico de esclavos. Y con eso, El Veredicto termina.

Avance y outro

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Fuentes

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