Este es el episodio 36 llamado Muhammad I de Córdoba y Ordoño I de Asturias y en este episodio aprenderás:
- El ascenso al trono de Muhammad I de Córdoba
- La rebelión de Toledo y la batalla de Guadacelete
- La incorporación asturiana de León y Astorga
- La fundación islámica de Madrid
- Musa ibn Musa, señor de la Marca Superior. Batalla de Albelda
- Vuelven los vikingos, la expedición del 858-860
- El Veredicto: Hacer al enemigo más grande de lo que es
- Avance y outro
- Fuentes
El ascenso al trono de Muhammad I de Córdoba
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Según Ibn al-Qutiyya, la cuestión sucesoria fue resuelta en una reunión de eunucos, que mantuvieron en secreto la muerte del emir antes de discutir el asunto entre ellos. A pesar de que al descubrirse la conspiración de Nasr Abd al-Rahman destituyó y encarceló a algunos cortesanos y funcionarios, a Tarub le quedaban voluntades compradas entre los eunucos que hablaron a favor de nombrar a su hijo. Sin embargo, un eunuco respetado por su virtud afirmó que el hijo de Tarub no tenía las cualidades de un gobernante, y que si lo elegían a él los cordobeses no lo aceptarían y los eunucos perderían su poder. Por eso decidieron elegir a Muhammad, y un grupo de eunucos tuvo que salir la misma noche de la muerte de Abd al-Rahman para ir a buscar a Muhammad, convencerle del fallecimiento de su padre, y llevarle discretamente vestido de mujer por las oscuras calles cordobesas, todo para evitar que los apoyos del hijo de Tarub movieran ficha.
La clave era apoderarse del alcázar, porque por multitud de sucesiones sabemos que el alcázar omeya era lo que otorgaba legitimidad para gobernar, y por suerte para Muhammad entraron por una puerta trasera y lo proclamaron nuevo emir. Esta historia solo la cuenta Ibn al-Qutiyya y le solía gustar edulcorar la narrativa con elementos novelescos, pero lo importante aquí es que no fue una sucesión tan sencilla como otros cronistas la hicieron parecer, aunque sí se evitó un enfrentamiento armado entre omeyas como les había pasado a otros emires. Esa misma noche se apresuró a convocar a miembros de la dinastía omeya, sus redes de clientela, notables del ejército y la corte, para que le prestaran juramento, y en los días sucesivos la gente común de Córdoba prestó juramento en la mezquita aljama frente al cadí de la capital.
Varios hermanos de Muhammad vivían en el alcázar, y para evitar conspiraciones o que interfirieran en los asuntos de gobierno lo primero que hizo fue echarles de ahí, compensándoles con generosos estipendios mensuales, numerosas fincas, casas y siervos y esclavos. Este fue un recurso muy habitual entre los emires y califas omeyas, y lo hacían incluso con sus hijos, pero es que además Muhammad liberó a tres miembros encarcelados de la rama de los marwánidas, descendientes del califa Marwán I y del primo del primer emir cordobés, todo para mantener la unidad y paz entre las ramas de los omeyas. Muhammad tenía unos treinta años al acceder al trono cordobés y reinó por treinta-y-cuatro largos años, hasta el 886.
Los cronistas árabes describen a Muhammad como un emir inteligente, piadoso y honesto, pero también sin muchos escrúpulos y como demasiado tacaño en el manejo de la Hacienda, aunque eso es totalmente comprensible dado que en la segunda mitad de su reinado hubo malas cosechas y perdió buena parte del control de las provincias del Emirato, con lo que se necesitaba cada céntimo recaudado. Las críticas venían sobre todo de cortesanos que chupaban del bote omeya y reclamaban más dinero, pero los tiempos de bonanza y muestras de gran opulencia de Abd al-Rahman II no pudieron continuar en estas difíciles circunstancias. Tuvo que enfrentarse al agravado problema del muy minoritario movimiento de los mártires voluntarios de Córdoba, y tomó medidas bastante draconianas contra las comunidades cristianas andalusíes en su conjunto como expliqué en el episodio 34 Mártires de Córdoba y derecho islámico, medidas como aplicar las restricciones contempladas por el estatus dimmí, no emplear a cristianos en la administración central, o aumentarles los impuestos.
La rebelión de Toledo y la batalla de Guadacelete
Las rebeliones de las fronteras del Emirato de Córdoba fueron la tónica del siglo IX. Los motivos de las rebeliones podían ser variados, pero solían coincidir en oponerse a la política fiscal que iniciaron al-Hakam I y Abd al-Rahman II y que convirtieron la Córdoba omeya en un vórtice que quería engullir los impuestos de todo al-Ándalus. En el caso toledano siempre hubo además la reclamación de elegir ellos mismos a su gobernador, y a nivel circunstancial las medidas contra todos los mozárabes que decretó el emir Muhammad para terminar con los mártires de Córdoba pudo influir en la nueva revuelta de Toledo.
Según Eduardo Manzano Moreno, el hecho de que los toledanos mantuvieran largos asedios, pudieran hacer campañas militares propias o que fueran duros negociando demuestra que sus ciudadanos estaban bastante cohesionados y unidos en torno a las demandas de menor fiscalidad y cierta autonomía política, y esto también se demuestra porque el califa Abd al-Rahman III tuvo que aceptar las tradicionales demandas de Toledo para mantenerla leal. Toledo era la cabeza de la Marca Media, como capital se convirtió en un centro de islamización a pesar de mantener una importante comunidad cristiana arabizada, y es que la antigua capital del Reino visigodo era un lugar de paso obligatorio para las conexiones terrestres peninsulares, el paso de ejércitos y el comercio. El hecho de ser Toledo el eje estratégico, político y económico vertebrador de su región le daba el poder para levantarse contra Córdoba con bastante éxito.
¿Y cómo empezó esta revuelta? Como veremos también en otras revueltas y huidas, en Córdoba había un gran edificio donde vivían como reyes rehenes de notables y antiguos rebeldes de todo el país como garantía de sumisión, y la rebelión de Toledo de la década del 850 empezó por instigación de dos rehenes que habían sido enviados tras terminar la revuelta toledana del 837 y que habían conseguido escapar de su prisión de oro. Los toledanos apresaron a un hermano del emir y al gobernador de la ciudad nombrado desde Córdoba y cliente de los omeyas, soltaron al omeya pero chantajearon a Muhammad para que liberase al resto de rehenes toledanos a cambio de soltar a su cliente. El emir tuvo que ceder porque como patrón tenía la obligación de velar por el bienestar de sus clientes, de no hacerlo podría enfrentarse a una grave crisis entre el resto de la ancestral clientela omeya.

Al salirse con la suya, los rebeldes toledanos se pusieron más audaces y atacaron Calatrava la Vieja, plaza fuerte clave entre Córdoba y Toledo que había sido fortificada unos años antes precisamente como medida contra las rebeldías periódicas de Toledo, y pudo haber piques entre ambas localidades que explican la ofensiva. La acción resultó en la masacre o expulsión de los habitantes de Calatrava y la destrucción de sus murallas, tal ataque no pudo quedar impune, por lo que Muhammad envió un ejército que fue emboscado y derrotado. El conflicto toledano alcanzó unas proporciones difícilmente vistas en otras ocasiones, porque se aliaron con los bereberes de Almadén, en la provincia de Ciudad Real, e hicieron correrías más al sur, mientras que también es destacable para hablar de estas dinámicas regionales y entre bereberes que los omeyas contaba con el apoyo de los Zennun, tribu bereber arabizada después como Banu Di-l-Nun y que gobernaron la Taifa de Toledo, aunque de momento dominaban la cora de Santaver, una versión engrandecida de la actual provincia de Cuenca.
Gracias a informaciones de espías, en marzo del 854 los toledanos y sus aliados rebeldes atacaron por sorpresa al ejército omeya acampado en Andújar, en la provincia de Jaén pero peligrosamente cerca de Córdoba, para que veáis lo lejos que podían proyectar su poder los toledanos. Como es natural, desde Córdoba se reaccionó preparando una gran expedición contra Toledo para terminar con su rebeldía, y sabiendo la que se les venía encima los toledanos enviaron una petición de ayuda al rey Ordoño I de Asturias. A principios del 850 había muerto Ramiro I de Asturias y fue sucedido por su hijo Ordoño, descrito como un monarca benevolente a la par que fuerte y guerrero. Decidido a expandir la influencia de su reino, el monarca de Oviedo envió al conde Gatón del Bierzo que estaba en esos momentos encargado de integrar Astorga dentro de la órbita asturiana.
El medievalista Carlos de Ayala Martínez explica este apoyo inédito asturiano a una revuelta toledana por el impulso de la integración política de nuevos territorios de la cuenca del Duero y una agudización del programa ideológico neogótico reconquistador y, claro, la importancia que tenía Toledo en el recuerdo del Reino godo. La monarquía asturiana intentaba esparcir la idea de ser garante y protectora de la continuidad del pueblo godo derrotado y de la restauración del monopolio de la Iglesia católica, y así intentaron promover un sentimiento panhispánico y católico en torno a la monarquía asturiana. Los reyes de Asturias se perfilaban claramente como un modelo político alternativo al omeya, y la petición de ayuda toledana refleja ese reconocimiento de la proyección de poder de Oviedo, que estaba empezando a jugar un papel activo en la política de al-Ándalus.

La expedición cordobesa fue comandada por el propio emir Muhammad y en junio del 854 se produjo la batalla de Guadacelete cuando una pequeña avanzadilla cordobesa se enfrentó a la coalición rebelde apoyada por Oviedo, los soldados emirales retrocedieron y los enemigos cayeron en la emboscada preparada. En la batalla de Guadacelete el ejército omeya rodeó completamente a los rebeldes y les infligió una derrota contundente. Varios sacerdotes que acompañaban a los asturianos fueron ejecutados inmediatamente, mientras que el conde Gatón del Bierzo sí pudo huir. Los cronistas árabes hablan de 8.000 muertos en esta batalla o 20.000 entre el bando rebelde y cordobés causados por la rebelión de Toledo, como siempre ocurre la cifra real será menor, pero lo que es verídico es que este fue un conflicto de gran magnitud para la época y hubo muchos muertos.
A pesar de la victoria, el emir no se atrevió a atacar Toledo directamente y la insumisión toledana siguió sin el apoyo asturiano. El apoyo a los rebeldes lo pagaron los cristianos del norte con varios años de campañas de saqueo contra Álava, Castilla y el área de Pamplona, con las habituales destrucciones de cosechas, ocupaciones de castillos y captura de algunos cristianos para esclavizarlos. En su afán para doblegar a los toledanos, Muhammad I de Córdoba instaló guarniciones en Calatrava, Talavera y Zorita de los Canes para bloquear los caminos y aislar Toledo, y sus hombres hicieron destrucciones de cosechas cerca de la capital rebelde igual que hacían en los territorios cristianos. Una expedición toledana contra Talavera en el 857 salió mal para los rebeldes porque según los cronistas se saldó con 700 muertos, y ya debilitados tras varios fracasos militares y por su aislamiento, los toledanos solicitaron el perdón al emir, que fue concedido.
Aun tuvieron tiempo para no tardar en sublevarse de nuevo y buscar la protección de Musa ibn Musa, que colocó a su hijo Lubb como gobernador de la ciudad, pero, si damos credibilidad a las crónicas asturianas, Lubb abandonó a los pocos meses Toledo y se sometió al rey asturiano junto a sus hombres después de que Ordoño derrotara a su padre. Es de suponer que Toledo no tardó en volver a entrar en obediencia, aunque Ibn Hayyan nos dice que estuvo como una década entre la obediencia y la rebeldía, pero que sepamos no fue hasta el año 875 en que se volvieron a rebelar, en un contexto de revueltas cada vez más generalizadas por el emirato. Creo que demasiados historiadores no le han prestado la atención debida, pero la rebelión de Toledo de la década del 850 no fue una más de las revueltas fronterizas de la historia andalusí, fue un gran conflicto que tuvo implicaciones políticas importantes y que, como veremos ahora, influyó en el avance asturiano en la Meseta y en la fundación de Madrid.
La incorporación asturiana de León y Astorga

Ordoño I de Asturias fue el responsable de expandir las fronteras del reino hacia las llanuras de la Meseta norte. La Crónica de Alfonso III empieza la narrativa del reinado de Ordoño de Asturias afirmando que este monarca ocupó las desestructuradas ciudades de León, Astorga, Tuy y Amaya, además de los numerosos castros de esas comarcas. Se dice que Ordoño I de Asturias las dotó de nuevas murallas, restauró o creó diócesis episcopales, y repobló las poblaciones con una mezcla de su gente y de inmigrantes cristianos provenientes de al-Ándalus. Estas afirmaciones no se terminan de sostener porque ya vimos en el episodio anterior, el episodio 35 Alfonso II y Ramiro I de Asturias, que un ejército cordobés atacó León en el 846 y que su muralla de herencia romana probó ser demasiado resistente como para destruirla.
León, Astorga y Tuy habían continuado siendo habitadas antes de ser conquistadas o incorporadas políticamente dentro del Reino de Asturias, por eso como hacen varios historiadores actuales prefiero huir del término tradicional de repoblación porque induce al error. Claro que hubo inmigración del norte y cristiano del sur que se asentaron en las nuevas adquisiciones territoriales del Reino de Asturias, tenemos por ejemplo testimonio de dos clérigos de Córdoba a los que el rey Ordoño les donó un monasterio con varias fincas e iglesias en Galicia, pero la mayor parte de la población de la cuenca del Duero seguiría siendo la que ya estaba asentada ahí antes, solamente que ahora estaban sometidos a un poder central frente a la situación de desorganización política que dejó la inestabilidad causada por la caída del Califato omeya de Damasco.
Este tema ya lo expliqué extensamente en el episodio extra 12 Tierra de nadie. El Duero entre los siglos VIII y XI y lo he ido mencionando en otros episodios de la serie principal también, solamente quiero recordar que la cuenca del Duero quedó desestructurada políticamente, ya era un territorio que desde siempre tuvo pocos habitantes y a partir de mediados del siglo VIII quedó sin urbes dignas de tal calificación, y lo que había eran poblaciones y comunidades sin estado que fueron integradas unas veces por pactos con sus élites y habitantes y otras más por la fuerza. Un caso de estudio interesante sobre el heterogéneo poblamiento del Reino de Asturias lo encontramos en la comarca leonesa de El Bierzo, un territorio que se siguió articulando mediante castella de época visigoda, es decir, ahí no había ciudades sino que los que articulaban el territorio eran asentamientos rurales fortificados.
En El Bierzo se hacen referencias a Castro Ventosa, la antigua Bergidum romana, que siguió estando ocupada en los siglos VIII y IX y que es utilizada como referencia de su territorio cercano, lo que es indicativo de su papel comarcal o regional prominente con unas élites capaces de estructurar el territorio. La documentación referente a la integración política de Astorga en el 854 sugiere que el conde Gatón del Bierzo pudo ser un personaje originario de Castro Ventosa y no un miembro de la familia real como se ha venido afirmando, y que hombres suyos se dirigieron a Astorga para hacerla asturiana. El caso de Gatón del Bierzo sería pues una historia de integración en la élite de la monarquía asturiana de un aristócrata local que vio como su poder y riqueza y la de su red clientelar aumentó al entrar en la órbita de Oviedo.
A cambio de la integración política en el Reino de Asturias con su debido pago de tributos y obligación de contribuir con mesnadas a los esfuerzos bélicos, las élites locales de los territorios incorporados estaban amparados por un poder militar superior que reforzaba su protección y posibilidades de expansión y amparados por un aparto institucional que reconocía sus propiedades y estatus social. De hecho, la monarquía asturiana les ayudaba a incrementar su influencia con donaciones y prerrogativas legales, nuevos territorios conquistados, y financiación para construir iglesias, monasterios y llevar a cabo proyectos monumentales de infraestructuras que no podrían haber llevado a cabo esas élites locales por su cuenta. Si nos vamos a las ciudades incorporadas por Ordoño, sobre Tuy apenas tenemos datos para el período altomedieval, pero sería una urbe de muy poca entidad aunque con ella el Reino de Asturias ya ocupaba casi toda la Galicia actual.
Según los Anales Castellanos Primeros, la incorporación de León se produjo en el 856, unos dos años después de la ocupación de Astorga, y en ambos casos se colocaron obispos para remarcar su papel preeminente dentro de la estructura territorial del Reino de Asturias y simbolizar que era la dinastía asturiana la restauradora del binomio de ciudad-obispado de la Antigüedad tardía. Esto tiene mucho que ver con la ideología neogótica de Reconquista o de restauración de Iglesias y el pasado godo que se desarrolló en esta época en los círculos regios de Oviedo. Por otro lado, para poner un poco de dosis de realidad sobre a qué nos referimos cuando hablamos de ciudades para el norte peninsular de la época, me gusta la tesis doctoral de Raúl González González en que analizó la historia urbana de León, Astorga y Oviedo.
La sede regia en la Alta Edad Media solo contaba con una superficie de 5 hectáreas, frente a León que tenía un perímetro amurallado de 20 hectáreas y Astorga uno de 27. Si les aplicamos una ratio de 45 habitantes por hectárea, a Raúl González le salen unos 900 habitantes para León y 1200 para Astorga en época tardorromana, que serían algunos centenares menos para mediados del siglo IX, mientras que se estima una población de menos de 500 personas para Oviedo antes del siglo XI, para que veáis lo pequeñas que eran las ciudades en el norte peninsular. Fue el convertirse en plaza fuerte asturiana y en especial luego en sede regia que llevó a León a un notable impulso urbanístico, demográfico y económico a partir de mediados del siglo X.
La fundación islámica de Madrid

Madrid es la única capital europea fundada por gobernantes islámicos, y claro para el discurso nacionalcatólico el origen islámico de Madrid es un problema. Por eso ha habido muchos intentos de buscar la fundación de Madrid en tiempos más remotos, en un asentamiento prerromano, romano o visigodo, pero al final la arqueología no ha podido confirmar ninguna de estas hipótesis. Por lo tanto, en el centro histórico de Madrid no se ha encontrado ningún vestigio que indique un hábitat permanente anterior al período islámico. Obviamente con lo que ha crecido Madrid en otras zonas de la ciudad actual sí habría poblados anteriores o por ejemplo se han encontrado villas rurales romanas, pero eso no tiene nada que ver con la fundación del núcleo histórico de Madrid.
La mayoría de cronistas árabes atribuyen la fundación de Madrid al emir Muhammad, aunque el Muqtabis III de Ibn Hayyan se afirma que el fundador fue un rebelde del linaje muladí de los Banu Habil y que Mayrit siguió siendo un núcleo rebelde hasta que pactó su sometimiento con Abd al-Rahman III. Es posible que ya en algún momento de los primeros 150 años de presencia musulmana se fundase Madrid como poblado no fortificado, pero su fundación fehaciente se produjo cuando se fortificó a finales de los años 850 o principios de los 860. El topónimo árabe Mayrit del que deriva Madrid significa lugar abundante de aguas, y es que se eligió el emplazamiento de Madrid por tener un buen cauce de agua gracias al río Manzanares, su situación de punto de acceso a la Meseta sur, y sus tierras aptas para el cultivo y con buenos pastos.
La decisión de Muhammad de fundar y fortificar Madrid, junto a Talamanca y el despoblado de Peñahora, se produjo fundamentalmente por dos motivos complementarios entre sí, primero como una fortaleza leal a los omeyas al norte de Toledo para mantener a raya su habitual desobediencia, y segundo como refuerzo defensivo de las fronteras frente a la conquista o incorporación de algunas plazas de la Meseta en el Reino de Asturias, tales como León y Astorga, porque el sistema Central era la frontera del emirato. La fundación de Madrid ocurre en un siglo de impulso a la urbanización y reorganización territorial, puesto que también nacen Tudela o Murcia y ciudades como Tortosa, Algeciras o Jaén ganaron una importancia que antes no habían tenido.
El primer gobernador de Madrid fue probablemente Ubayd Allah ibn Salim, del linaje bereber de los Banu Salim. Los Banu Salim eran un clan bien asentado en la frontera de la Marca Media como tantos bereberes que poblaban esta zona, de hecho de los Banu Salim deriva el nombre de la plaza fuerte de Medinaceli, en Soria, y estaban bien arraigados en Guadalajara. El Mayrit o Madrid islámico nació con un marcado carácter militar, era una fortaleza pequeña de cuatro hectáreas, igual que Gerona a la que se le estiman unos 1000 habitantes en esta época. Madrid era foco de atracción para ulemas que quisieran hacer el ribat, esa combinación de labores de defensa militar y de estudio religioso y prácticas ascetas del que hablé en Memorias Hispánicas en mi entrevista con Javier Albarrán.
Su núcleo histórico se desarrolló en torno a la actual catedral de la Almudena, ahí se encontraba la alcazaba, y el poblamiento de Madrid se desarrolló con hábitats dispersos cerca de la fortaleza que con el tiempo se convirtieron en arrabales. Mayrit aparece en las fuentes escritas árabes como un pequeño núcleo urbano dotado de unas murallas, una guarnición y una mezquita provista de un cadí, y en época del califa Abd al-Rahman III se convirtió en ciudad cabeza de su distrito con una huerta desarrollada y una artesanía afamada por todo al-Ándalus. En época omeya Madrid no dejó de ser una pequeña ciudad de frontera, con la Taifa de Toledo fue desarrollándose más, pero será con los cristianos cuando alcanzará su mayor desarrollo y se convertirá en capital de toda España.
Musa ibn Musa, señor de la Marca Superior. Batalla de Albelda
Toca a volver a hablar de Musa ibn Musa de los Banu Qasi, un clan muladí, es decir, de hispanogodos convertidos al islam, que estaba asentado en La Rioja y Aragón, porque la década del 850 fueron los años de oro de Musa. Mientras su padre Abd al-Rahman intentó ser conciliador pero no toleró los desafíos de autoridad de los Banu Qasi y le quitó cargos a Musa, el emir Muhammad adoptó la estrategia contraria de colmarlo de títulos para mantenerlo leal. Pensaría que era más útil emplearlo y satisfacer sus demandas que malgastar recursos preparando campañas cada dos por tres contra él. Un grave error ante personajes ambiciosos como Musa ibn Musa si se quiere mantener una autoridad central fuerte, y este error lo terminaron pagando los emires de Córdoba porque tardaron décadas en acabar con el papel preponderante de los Banu Qasi en la Marca Superior.

Deseoso de consolidar su dominio sobre el Emirato de Córdoba, Muhammad se apresuró a menos de un mes de acceder al trono en ofrecer a Musa ibn Musa el gobierno de Zaragoza, sumándosele así al de Tudela y Arnedo, y al cabo de tres años le concedió el gobierno de toda la Marca Superior, es decir, era el delegado del gobierno de todas las tierras islámicas de Aragón, La Rioja y el oeste de Cataluña. El gran poder que obtuvo Musa ibn Musa gracias al apoyo del emir cordobés y a sus provechosas acciones militares en la frontera posiblemente facilitó el acercamiento entre la monarquía de Oviedo y el rey García Iñiguez, sucesor de Iñigo Arista en Pamplona. Como señor de la Marca Superior, Musa ibn Musa era el que generalmente llevaba a cabo las aceifas andalusíes contra el Reino de Asturias, Pamplona o los condados francos de Cataluña, y como solo enviaba el quinto estatal a Córdoba o a veces ni eso, la mayor parte de los beneficios se quedaban en casa de los Banu Qasi y de sus redes clientelares, lo que no hacía más que reforzar la influencia del clan muladí.
Un buen ejemplo de ello es que en el verano del 856 Musa ibn Musa lideró una expedición contra Barcelona, saqueó sus tierras, destruyó varias fortalezas y los barrios extramuros de Barcelona, y se apoderó de la plaza fuerte de Tarrasa, al norte de la ciudad condal. Según el cronista Ibn Idari, con el quinto del botín de Tarrasa se pagó las ampliaciones de la mezquita aljama de Zaragoza, ya me imagino a algún independentista catalán diciendo que otra vez el dinero de los catalanes pagaba construcciones fuera de Cataluña. Pero poniéndonos más serios, tenemos un gran problema con lo confusas y contradictorias que son las fuentes sobre las guerras de Musa ibn Musa, y eso ha originado muchos debates historiográficos difíciles de resolver y solo podremos plantear hipótesis y quedarnos con la que nos convenza más.
Volvamos al año 850, cuando Musa volvió a ser investido gobernador de Tudela y Ordoño I sucedió a su padre. La oposición interna con la que tuvo que lidiar el usurpador Ramiro I de Asturias desapareció prácticamente por completo durante el reinado de su hijo, con la excepción de su primer año de reinado en que vascones de Álava se rebelaron. Esta circunstancia fue aprovechada por los musulmanes para atacar, posiblemente liderados por Musa, pero según las crónicas asturianas Ordoño los puso a la fuga y sofocó la revuelta de los vascones. Después sucedió la batalla de Albelda o batallas de Albelda según a quién preguntes, y es ahí donde tenemos el gran lío montado porque poco tiene que ver lo que dicen las crónicas latinas de las árabes, por eso empezaremos contrastando qué nos dicen las versiones de los hechos y luego intentaré formular la hipótesis de lo que pudo ocurrir en realidad.
Según el cronista Ibn Hayyan, en el año 237 de la Hégira, es decir, entre julio del 851 y junio del 852, se produjo la batalla de al-Bayda, cerca de Viguera. Este topónimo ha sido comúnmente identificado con el municipio de Albelda de Iregua, unos pocos kilómetros al sur de Logroño, La Rioja, pero el arabista Asín Palacios o el historiador Jesús Lorenzo Jiménez en su monografía de los Banu Qasi cuestionan esta identificación porque al-Bayda y al-Balda, del que deriva Albelda, parten de fonética y significados distintos. Ibn Hayyan dice que la batalla se produjo entre musulmanes e infieles de Yalasqiyyun o Glaskiyyun, esto unos historiadores lo han interpretado como una referencia a los gascones o vascones del sur de Francia, y otros como una referencia a Yilliqiya, la región noroeste peninsular con la que se referían al Reino de Asturias en las fuentes árabes.
En la crónica árabe el primer encuentro de la batalla de al-Bayda fue desfavorable para los musulmanes y no pocos hallaron el martirio, incluso el propio Musa terminó herido por lanzazos, pero al segundo día los musulmanes rechazaron la ofensiva y los cristianos sufrieron una gran derrota. La victoria la atribuyen a las armas musulmanas, y no hay muchos motivos para dudar de su veracidad en el sentido de que las crónicas árabes no suelen ocultan incluso sus peores derrotas. Si nos vamos a las crónicas asturianas, estas dedican gran parte del reinado de Ordoño I a su victoriosa campaña contra Musa ibn Musa. En la Crónica de Alfonso III se presenta a Musa como un godo convertido al islam que se rebeló contra el emir de Córdoba, ocupó por la espada y el engaño Zaragoza, Tudela, Huesca y Toledo, y tuvo victorias contra otros señores musulmanes y contra gascones y francos, cuyas tierras saqueó.
Por estas victorias se dice que el muladí se hinchó se soberbia y ordenó que los suyos lo llamasen tercer rey de Spania. Fuera esto cierto o un invento de los asturianos para ensalzar su victoria en Albelda poco importa, lo que sí creo es que es muy exagerado de hablar de Musa ibn Musa en esos términos y no es de ningún modo sostenible afirmar que Musa creó una especie de estado independiente o semiindependiente, como también se afirma por ahí sobre las tierras del magnate godo Teodomiro en el siglo VIII. Con el patriarca de los Banu Qasi descrito y ensalzado, las crónicas asturianas proceden a decir que el rey Ordoño movilizó su ejército contra él y puso bajo asedio la plaza fortificada de Albelda. Musa convocó a sus hombres y acampó en el monte Laturce, pero el soberano asturiano dividió su ejército en dos para dejar unas manteniendo el sitio mientras la otra columna tomó por sorpresa el campamento de Musa.
El ejército de los Banu Qasi no pudo organizar una defensa y la batalla fue más bien una matanza y saqueo impune de los asturianos, el propio Musa terminó herido por la espada y escapó medio muerto gracias a un cristiano amigo suyo que le dio un caballo para huir. Musa perdió mucha maquinaria de guerra, armamento, y los preciados regalos que había recibido del rey franco Carlos el Calvo. Con el ejército de Musa desecho, la guarnición de Albelda quedó aislada y a los siete días los cristianos mataron a sus defensores y arrasaron la fortaleza hasta los cimientos, y al enterarse Lubb de la derrota de su padre dejó de ser gobernador de Toledo y se sometió a Ordoño I con sus hombres. Claro, si lo que nos relatan son unos mismos hechos, las dos versiones que dan las fuentes árabes y latinas son difíciles de conciliar.
Medievalistas como Claudio Sánchez-Albornoz y Justo Pérez de Úrbel plantearon la existencia de dos batallas de Albelda para explicar la gran divergencia entre las crónicas latinas y árabes, situando la primera batalla victoriosa para los musulmanes en el 851 y la segunda victoriosa para los cristianos en el 859, después de que Musa se hubiera mostrado un poco rebelde y hubiera colocado a su hijo Lubb en el gobierno de Toledo. Los contraargumentos que dan Lacarra y Martínez Díez a la tesis de las dos batallas de Albelda es que el hecho de que el lugar de la batalla parezca coincidir y que Musa fuese herido en ambos relatos refuerza la idea de que solo hubo una batalla de Albelda, en el 851 u 852. Esta batalla de Albelda sería la que luego la historiografía cristiana deformó para convertirla en la legendaria batalla de Clavijo, en la que habría aparecido el apóstol Santiago.

Yo voy a lanzar mi hipótesis, que también tiene algunos problemas pero también tiene algunos argumentos a favor interesantes. Las crónicas asturianas mencionan que anteriormente Musa había derrotado contundentemente a gascones y francos, y es que recordemos del episodio 31 El génesis del Reino de Pamplona que en esta época el rey Carlos el Calvo de Francia Occidental tuvo que enfrentarse a oposición en Aquitania por parte de Pipino II de Aquitania, desheredado por el tratado de Verdún, y del hijo de Bernardo de Septimania, Guillermo, y estos extendieron el caos con ayuda vikinga y con ayuda musulmana en la Marca Hispánica. Conocemos una aceifa del 851 contra la actual Cataluña oriental en que la propia Barcelona terminó ocupada, saqueada, y con su conde muerto.
Es en esto contexto de apoyo del Emirato de Córdoba a los rebeldes en que creo que debemos situar la captura de dos magnates gascones y francos mencionados en las crónicas asturianas, Musa por aquel entonces aun era solo gobernador de Tudela y Arnedo así que probablemente no actuó en la aceifa contra los condados catalanes, pero sí se enfrentó a los gascones y francos leales al rey Carlos el Calvo defendiendo su frontera e incluso haciendo incursiones en el ducado de Gascuña, tierra azotada por vikingos y ejércitos varios. Uno de los notables que capturó Musa fue el duque de Gascuña Sancho II, y el rey Carlos intercedió para pagar un rescate al patriarca de los Banu Qasi, y luego Sancho II le devolvió el favor entregando a Pipino II de Aquitania, sobrino del rey.
Ya he comentado antes que la batalla de al-Bayda mencionada por Ibn Hayyan, que no se sabe si ocurrió en Albelda de Iregua, pudo tener como enemigos a los gascones y francos y no a los asturianos, y esto coincidiría con la fecha y con el hecho de que el ejército de este señor musulmán salió victorioso. Si mi hipótesis fuera cierta, entonces la batalla de Albelda o segunda batalla de Albelda iniciada por iniciativa asturiana se habría producido poco tiempo después, en el año 852 u 853, aprovechándose Ordoño I de Asturias de las elevadas bajas que Ibn Hayyan dice que sufrió Musa y aprovechándose también de que había recibido recientemente el pago por la liberación de los dos magnates francos. Lo que no tiene ningún sentido es datar la batalla en el 859 porque Musa habría puesto a buen recaudo los regalos recibidos del rey franco, no se pasaría años paseándose con ellos, así que veo posible que las crónicas asturianas mientan al hablar de que se enfrentaron a Musa ibn Musa cuando era gobernador de toda la Marca Superior y cuando había colocado a su hijo en el gobierno de Toledo.
Esto es solo una hipótesis, los problemas que le veo es que sería raro que Musa terminara bastante herido en dos batallas separadas por poco tiempo y dependiendo de si hubiera ocurrido antes o después de su nombramiento como gobernador de Zaragoza podría ser difícil de explicar que consiguiera ese puesto o el de gobernador de toda la Marca Superior con esta derrota en sus espaldas, si fue tan sonada como las crónicas asturianas la pintan. Al final son hipótesis de unos relatos muy difíciles de conciliar, y sino solo quedaría decir que si hubo una sola batalla una de las fuentes miente en el resultado. Sea cual fuera la verdad histórica sobre las guerras entre Musa ibn Musa, los francos y gascones, y los asturianos, lo que es seguro es que Albelda no fue incorporada por los asturianos y que tardó varias décadas en ser conquistada por los pamploneses, a la que los Banu Qasi desaparecieron de la escena política.
Vuelven los vikingos, la expedición del 858-860
Bueno, si ahora acabo de hablar de los problemas historiográficos con la batalla o batallas de Albelda, la segunda expedición vikinga en la península ibérica no es menos problemática con las fuentes que tenemos. Unos quince años después de la primera expedición vikinga del 844 hubo una nueva expedición que duró unos tres años y pasó por diversos puntos del Mediterráneo. Mucho se ha discutido sobre quiénes fueron los vikingos de esta segunda expedición, por crónicas nórdicas poco fiables y muy contradictorias entre sí se atribuye la segunda expedición vikinga a dos hijos de Ragnar Lodbrok, protagonistas en la serie de televisión Vikingos, pero toda su historicidad es complicada y es difícil saber qué es ficción y qué es realidad. Sí parece que eran piratas daneses por fuentes francas.
Según la leyenda de las sagas nórdicas, los hijos del mítico Ragnar Lodbrok querían conquistar Roma y llevarse toda la gloria y riquezas que ese logro comportaría. Fueran quiénes fueran los líderes, los vikingos daneses estaban muy animados porque en el Imperio carolingio y las islas Británicas no encontraron una gran oposición en sus saqueos, así que es normal que buscaran nuevas tierras a las que atacar. Tuvieron parada obligatoria en el Reino de Asturias en verano del 858, concretamente en Galicia que era una región con ríos e islas en la costa más similares a Francia por ejemplo que ningún otro sitio del norte peninsular. En el Chronicon Iriense, vinculado a la diócesis de Iria Flavia y Santiago de Compostela, se atribuye el ataque vikingo a un castigo divino contra el rey Ordoño I de Asturias por haber sometido a juicio al obispo de Compostela, acusado de sodomía por cuatro de sus siervos.
Ahí no mencionan que los vikingos fueron expulsados con éxito sin causar muchos estragos porque de otro modo el mensaje político que se quería lanzar perdería fuerza. Pero como ocurrió en el 844, los vikingos siguieron su itinerario pasando por la costa occidental de al-Ándalus con 62 barcos de tipo drakar según las crónicas árabes. Esta vez el Emirato de Córdoba estaba mucho más preparado porque el emir Abd al-Rahman II había mejorado las defensas costeras y había creado una flota permanente para vigilar los mares. Dos de los barcos vikingos fueron sorprendidos por los guardacostas andalusíes en la región portuguesa de Beja y pudieron capturar sus bienes y tomarlos como cautivos. Como hizo su padre, a la que se enteró el emir Muhammad del regreso vikingo movilizó efectivos de todo al-Ándalus para combatir a los piratas infieles, y los vikingos ocuparon Algeciras y quemaron su mezquita pero no pudieron volver a saquear Sevilla, que fue defendida entre otros por el hermano de Musa ibn Musa.
Después los vikingos se dirigieron a la costa marroquí o fueron enviados ahí por una tormenta y atacaron el pequeño emirato de Nekor, matando y esclavizando a muchos de sus habitantes, incluyendo a dos mujeres de la familia gobernante para pedir un rescate. Es por la intervención del emir Muhammad en el pago del rescate de los Banu Salih de Nekor que el Emirato de Nekor se puede decir que mantuvo unas relaciones de vasallaje con los omeyas o que los omeyas ahí mantuvieron mucha influencia. Volvieron a aparecer en Tudmir, esto es por Murcia y Alicante, y causaron estragos por las zonas rurales y tomaron la fortaleza de Orihuela, y de ahí pasaron a las Baleares que saquearon y donde capturaron a un número notable de habitantes.
En general la campaña en Spania había sido decepcionante si tenemos en cuenta la magnitud de la expedición y el mayor éxito había sido en el Magreb, pero decidieron continuar hacia el este con la esperanza de no encontrar una resistencia tan organizada. Desde las Baleares se dirigieron a las costas del sur de Francia, saqueando pueblos, monasterios y ciudades como Arlés o Nimes y haciendo esclavos, y pasaron el invierno en la desembocadura del río Ródano. A principios del 859 debemos especular que se produjo una división en la expedición, con un grupo de vikingos regresando a sus bases de Aquitania por el estrecho de Gibraltar y otro grupo pasando más tiempo haciendo rapiñas por el Mediterráneo.
Si esta hipótesis es cierta, el grupo que regresó ya en el 859 perdió cuatro embarcaciones contra la flota emiral, pero consiguieron llegar sin muchos percances hasta el Reino de Pamplona. Sobre cómo llegaron a Vasconia ha habido mucha confusión en si remontaron todo el río Ebro, cosa que no tiene sentido porque sería imposible no encontrar resistencia en ciudades como Tortosa o Zaragoza, o si como he dicho dieron la vuelta completa a la península ibérica, pero cabría plantear la posibilidad de que este fuera un grupo distinto activo en Aquitania que extendió sus actividades predatorias por Navarra. Los vikingos capturaron al rey García Iñiguez de Pamplona y exigieron una gran[DCC1] suma de dinero para liberarlo, aunque sus familiares no pudieron hacer frente a todo el pago exigido en el momento y según las fuentes árabes García Iñiguez tuvo que entregar algunos hijos de rehenes como garantía del pago diferido.
Por su parte, los vikingos que siguieron en el Mediterráneo remontaron el Ródano hasta llegar a la ciudad de Valence, donde se encontraron una fuerte resistencia y eso hizo que decidieran dirigirse a Italia. Allí saquearon Lucca y Pisa y es entonces en el 860 cuando estos vikingos quisieron regresar a sus tierras pero se encontraron una gran flota andalusí bloqueando el estrecho de Gibraltar. Los barcos del emirato estaban muy bien armados y contaban con buenos arqueros y fuego griego, y gracias a eso pudieron destruir dos tercios de la flota vikinga enemiga y capturar algunos de sus barcos. La expedición en una tierra lejana como las aguas del Mediterráneo fue una gesta épica para generaciones de vikingos, pero si analizamos los resultados vemos que tuvieron éxitos pero al final para la mayoría de miembros de la expedición no fue ningún logro porque terminaron muertos en el mar. En contraste con los carolingios que no pudieron defender bien las fronteras de su imperio, la buena organización defensiva en mar y tierra y la respuesta rápida y decisiva de los asturianos y omeyas al problema vikingo consiguieron minimizar los daños que podían haber causado y los vikingos tardaron casi un siglo en volver a la península ibérica.
El Veredicto: Hacer al enemigo más grande de lo que es
En El Veredicto de hoy quiero hablar de Musa ibn Musa y de lo engrandecida que ha sido su figura tradicionalmente, sobre todo al comprar la imagen que se vende en las crónicas asturianas. Se ha hablado de él como Musa el Grande, el tercer rey de España, el hombre que independizó la Marca Superior y la convirtió en feudo de los Banu Qasi, pero si en vez de repetir mantras te paras a analizar los hechos sin esas ideas preconcebidas verás que Musa ciertamente fue un personaje poderoso, pero para nada omnipotente ni un reyezuelo independiente.
Es desde este punto de vista crítico en que en 2010 Jesús Lorenzo Jiménez analizó su figura y todo lo que nos dicen las fuentes sobre los Banu Qasi, y las fuentes lo que nos revelan es a un ambicioso señor de guerra de la frontera que tuvo sus victorias y sus derrotas, y que actuó siempre dentro de los parámetros políticos del Emirato de Córdoba como servidor del emir o como rebelde. Si pudo ser destituido por orden del emir de Córdoba en el 860 es porque no era ningún rey independiente, así que cuidado en creerse tanto a las fuentes asturianas porque éstas estaban interesadas en hacer de Musa un enemigo más grande de lo que era en realidad. Y así, El Veredicto termina.
Avance y outro
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Fuentes
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