Este es el episodio 37 llamado El reinado de Alfonso III de Asturias y en este episodio aprenderás:
- El final de Musa ibn Musa
- Los condicionantes de la expansión astur
- El nacimiento del condado de Castilla
- Poblamiento y poder en la Castilla condal
- Alfonso el Magno, rey en Asturias
- Expansión por el flanco occidental. El condado portucalense y de Coímbra
- Ibn al-Qitt y el día de Zamora
- Revueltas y conspiraciones. La división del Reino de Asturias
- El Veredicto: Alfonso, un rey no tan magno
- Avance y outro
- Fuentes
El final de Musa ibn Musa
Como puedes ver este va a ser un episodio largo porque voy a hablar de la mayor parte de la historia política del Reino de Asturias desde donde lo dejamos, en el 860 cuando aún reinaba Ordoño hasta el 910 que es cuando muere Alfonso III de Asturias. Eso sí, algunos hechos de su reinado más relacionados con la política andalusí como el apoyo a la rebelión de Ibn Marwán en Extremadura o las alianzas y guerras contra los Banu Qasi pues lo veremos durante los episodios que dedicaré a la fitna, a ese periodo convulso y de guerra civil del Emirato de Córdoba que por poco terminó con el fin de la dinastía omeya en la península. Pero antes de eso suscríbete al programa si no lo has hecho ya y veamos los últimos años de un personaje que ya hemos visto en más de un episodio, el patriarca de los Banu Qasi Musa ibn Musa.
El emir Muhammad de Córdoba cesó a este muladí, a este musulmán de origen hispano, como gobernador de la Marca Superior y Zaragoza en el 860, coincidiendo con una destacada campaña emiral contra el Reino de Pamplona. Según las crónicas árabes, después de haber pagado su rescate para que los vikingos lo liberasen, el rey García Iñiguez de Pamplona se había aliado con el rey de Asturias Ordoño para realizar incursiones en tierras del islam. Por eso el emir decidió organizar una gran operación militar contra Navarra y los soldados andalusíes estuvieron durante un mes entero destruyendo poblados, arrasando campos y ocupando castillos. En uno de los castillos fue capturado el primogénito de García Iñiguez, Fortún el Tuerto, que pasó muchos años como uno de esos prisioneros de oro en Córdoba, lo que también es un recordatorio de que los emires concebían toda la península como legítimamente suya y consideraban a los soberanos de Pamplona como rebeldes al nivel de cualquier rebelde andalusí.
Además, a Fortún lo acompañó su joven hija Onneca, que se casó con el príncipe omeya Abd Allah, que se convertiría en emir y de este modo Onneca se convirtió en abuela del califa Abd al-Rahman III. Musa ibn Musa, al haber perdido la generosa autoridad que había disfrutado, volvió a las andadas y dejó de ser obediente al emir de Córdoba. Muhammad sabía que había sido un error darle tanto poder al ambicioso patriarca de los Banu Qasi, y empezó a fortalecer otros linajes de la Marca Superior. El más notable de estos linajes fueron los Banu Tuyib, una de las familias árabes que participaron en la conquista musulmana de la península ibérica, que hasta entonces habían permanecido asentados en el municipio zaragozano de Daroca y con la ayuda del emir fundaron y fortificaron Calatayud en el 862. Los tuyibíes empezaron a hacer algaradas contra los dominios de los Banu Qasi en La Rioja y Tudela, y en este contexto Musa se dirigió a Guadalajara donde gobernaban los Banu Salim para ofrecerle al gobernador Azraq a su hija en matrimonio y rebelarse contra el emir.

Si recuerdas del episodio 36 Muhammad I de Córdoba y Ordoño I de Asturias, los Banu Salim eran el linaje bereber que dominaba Medinaceli y Guadalajara y también fueron los primeros en gobernar la recién fundada Madrid, así que eran un poder regional importante en la frontera. Al enterarse Muhammad de esto, reprendió a Azraq por haber tomado como esposa a la hija de Musa, pero queda claro el poco valor político que le otorgaba al matrimonio cuando Azraq respondió: “¿Cómo te puede perjudicar que tu aliado se tire a la hija de tu enemigo? Si con este matrimonio puedo atraerlo a tu obediencia, lo haré; si no, yo combatiré a tu lado.” Cuando el rebelde muladí descubrió que Azraq no tenía intención de rebelarse contra el emir, se dirigió con sus hombres contra él y Musa fue herido en el combate, resultando muerto por las heridas unos días después de camino a Tudela.
Me pregunto cómo se tomó la hija de Musa la muerte de su padre y cómo fue tener que estar casada de por vida con el responsable de su muerte, pero como siempre a los cronistas de la época no les importaban las mujeres ni los asuntos emocionales. En todo caso, este fue el fin de Musa ibn Musa y tenemos dos versiones sobre la sucesión de Musa, una nos dice que le sucedió como patriarca de los Banu Qasi su hijo Fortún y éste confirmó su lealtad a Muhammad, y otra versión nos dice que le sucedió su hijo Lubb que se rebeló. Jesús Lorenzo Jiménez, que ha estudiado a fondo a los Banu Qasi, concluyó en vista a lo que ocurrió después que el sucesor fue Lubb y durante una década fue obediente, hasta que la fitna del Emirato de Córdoba permitió que los Banu Qasi volvieran a ser protagonistas de los eventos de la Marca Superior.
Los condicionantes de la expansión astur
¿Qué factores explican el proceso de expansión de la monarquía asturiana a partir del rey Ordoño? Pues debemos considerar factores medioambientales y políticos. Desde el siglo V hasta el IX se habla del episodio frío altomedieval, con inviernos duros, estaciones secas, suelos más áridos en parte por la acción humana y momentos de fuertes sequías con sus consecuentes hambrunas, bien documentadas en las fuentes escritas. Galicia específicamente se ha estudiado que recuperó la más favorable climatología romana ya en el siglo VIII y hasta una temperatura más cálida para el noroeste peninsular, porque llegaban corrientes de aire cálidos del sur.
Esto ayuda a explicar por qué se empezaron a ver cultivos típicamente mediterráneos en el norte peninsular, pero aún así poco tienen que ver los ecosistemas de Galicia y los montes cántabros que el paisaje más árido y llano de la Meseta norte, por lo que fue un reto para la monarquía astur gobernar sobre ecosistemas distintos donde los cultivos y ganados se explotaban de forma diferente. Recordemos del episodio 29 La época de Carlomagno. Parte 2 que estamos en un período donde en el paisaje europeo seguían predominando los bosques, pero en el siglo IX empezó un lento proceso de expansión agraria y demográfica que se intensificó en la Plena Edad Media, en los siglos XI hasta el mediados del siglo XIV siendo interrumpido por un cambio climático y la peste negra, por lo que la expansión astur debe situarse en este contexto macro.
El período cálido medieval se considera que empieza entre el 900 y 950 por toda Europa occidental, siendo un período caracterizado por unas temperaturas similares a las actuales y lluvias frecuentes o moderadas según la región. Sin embargo, ya a partir de la segunda mitad del siglo IX observamos por la documentación escrita y los registros paleoambientales que en el Reino de Asturias se produce un desarrollo en las prácticas agrarias, la colonización de nuevos espacios unido a deforestaciones, y en definitiva la antropización del medio, es decir, una mayor actuación del ser humano en el medio ambiente. En cualquier caso aún faltan muchos más estudios paleoambientales y arqueológicos a nivel local y regional para luego poder construir una visión global más completa sobre el paisaje, poblamiento, sociedad y economía de la Alta Edad Media peninsular, así que nos queda trecho para mejorar nuestra comprensión de esta época.
La expansión astur venía ayudada por la debilidad del Emirato de Córdoba, que permitía dejar sin contestar la conquista e integración de poblaciones más al sur y los aristócratas de la cuenca del Duero e incluso cabecillas rebeldes andalusíes miraban a Oviedo como un modelo político alternativo cada vez más viable a Córdoba, que se empezaba a ver como un caballo perdedor. La integración de nuevas élites en el Reino de Asturias o por el contrario de aristócratas extranjeros en las estructuras locales del Duero se produjo por distintos medios, desde la conquista militar, acuerdos políticos y matrimonios, la creación de redes políticas centradas en las obligaciones militares, el patronazgo de la iglesia y las construcciones monumentales como marcadores de prestigio social y dominación, la redistribución de tierras y el control sobre las tierras comunales, o el ejercicio de la justicia basada en el Liber Iudiciorum godo.
Se llevaban a cabo, con o sin apoyo de la monarquía o de aristócratas, fundaciones de aldeas y ocupaciones de nuevas tierras con tala de árboles y puesta en marcha de cultivos, pero como he repetido ya en múltiples episodios la mayoría de población de las tierras conquistadas por el Reino de Asturias era población autóctona preexistente y no colonizadores nuevos del norte ni tampoco una especie de heroicos cristianos andalusíes que huían de una supuesta represión religiosa. Los poderosos usaban la figura jurídica de la presura, de la ocupación de espacios no explotados y supuestamente sin propietarios, para justificar y legalizar la apropiación de nuevas tierras, pero sabemos que en más de una ocasión esos terrenos sí estaban ocupados y entraban en conflicto con los vecinos al imponerles un control señorial. También hay que tener en cuenta que si se ocupaban nuevos espacios es porque en los territorios cristianos de la Alta Edad Media la norma era una agricultura extensiva y no especializada en un solo tipo de cultivo para minimizar riesgos y tener una dieta más equilibrada, algo que irá cambiando a medida que los aristócratas vayan aumentado el control sobre los campesinos y ganaderos.
El nacimiento del condado de Castilla

La conocida como Castilla primitiva nació en la actual comarca de Las Merindades en el norte de la provincia de Burgos, y es un espacio que se integró en el Reino de Asturias desde el reinado de Alfonso I. Los sistemas de poblamiento y defensas de esa Castilla aún estaban poco desarrollados en la primera mitad del siglo IX, pero es a partir del reinado de Ordoño I de Asturias en que se produce la consolidación de Castilla, empezando por organizarlo como un condado. El primer conde de Castilla conocido fue Rodrigo, hombre seguramente cercano a la familia real que también se convirtió en conde de Álava como recompensa de su fidelidad al suprimir una revuelta en este territorio a principios del reinado de Alfonso III, y empezó a gobernar Castilla en algún momento de la década del 850.
La primera noticia que tenemos del conde Rodrigo de Castilla data del 860, cuando después de haberse producido las integraciones de León, Astorga y Tuy en el Reino de Asturias, se le encomienda la tarea de integrar Amaya Patricia, la antigua capital del llamado ducado de Cantabria del Reino visigodo tardío. En este caso y a diferencia de León o Astorga, es muy posible que Amaya sí tuviera que ser poblada y reconstruida prácticamente desde cero por haber sido una plaza fuerte conquistada y arrasada durante la conquista islámica, recordemos que Amaya fue defendida por Pedro de Cantabria y su hijo Alfonso fue yerno de Pelayo y posteriormente rey, así que tenía un significado especial para la monarquía asturiana.

Poco tiempo antes el rey Ordoño había desarticulado la amenaza de la fortaleza de Albelda en La Rioja, demasiado cerca de los dominios castellanos, y así los asturianos reganaron el control del desfiladero estratégico de Pancorbo, la puerta de la Castilla condal por donde pasaban todas las expediciones musulmanas en aquella época para atacar el flanco oriental del reino. También del 860 sabemos que Ordoño lideró una campaña de saqueo hasta llegar tan lejos como Coria, en Extremadura, y tropas lideradas por el conde Rodrigo atacaron la recién fortificada Talamanca en la Marca Media, al norte de Madrid. En ambos casos sus defensores fueron ejecutados y la población civil fue esclavizada y vendida en subasta, pasando seguramente a formar parte de la pobremente conocida población servil del Reino de Asturias.
Pero aunque los cantares de gesta castellanos alabasen para la posteridad a Rodrigo, lo cierto es que en la defensa de Castilla de ataques musulmanes sufrió derrota tras derrota. En verano del 863 el emir Muhammad envió a un hijo suyo a hacer campaña en los condados de Álava y Castilla gobernados por Rodrigo, y los cronistas árabes afirman que la campaña fue victoriosa para los musulmanes y en un desfiladero causaron muchas muertes, incluidas las de un puñado de personajes notables. Dos años más tarde hubo una movilización a gran escala liderada por el que sería sucesor de Muhammad, su hijo al-Mundir, y los invasores se pusieron a incendiar casas y cosechas impunemente y destruyeron una salina, probablemente Salinas de Añana en Álava. Después el ejército cordobés se vio obligado a buscar una ruta alternativa al desfiladero de Pancorbo que estaba bien defendido por los cristianos, y pasaron por la Hoz de la Morcuera, en la frontera entre La Rioja y Burgos, donde se enfrentaron a las huestes del conde Rodrigo.
Los cronistas árabes comentan que las tropas de Rodrigo acamparon frente a un foso que el conde se había encargado durante años de hacer más abrupto con la ayuda obligatoria de las gentes de Castilla. Con estas defensas se produjo una batalla campal reñida durante varios días, la conocida como batalla de la Morcuera, que sin embargo terminó otra vez con muchos cristianos muertos por la espada, ahogados al huir por un río, o capturados. En el 866 hubo otra campaña destructiva en Álava y Castilla, y se nos informa que para el conde Rodrigo fue muy difícil reunir tropas porque las gentes estaban muy desanimadas y debilitadas por los saqueos, matanzas y hambre causada por las destrucciones de cosechas del año anterior, y el año siguiente fue aún peor porque se extendió el hambre por toda la península ibérica.

A la muerte de Rodrigo en el 873, el condado de Castilla fue a parar a manos de su hijo Diego Rodríguez mientras que el de Álava lo gobernó otro magnate. La crisis interna del Emirato de Córdoba que se agudizó en la segunda mitad del reinado de Muhammad dio un respiro al Reino de Asturias. Esto permitió avances significativos en la integración política y colonización de nuevos espacios más al sur en época de Alfonso III de Asturias, por ejemplo el conde Diego Rodríguez fundó Burgos en el 884 para avanzar la frontera oriental del Reino de Asturias hasta el río Arlanzón y poco tiempo después hasta el río Arlanza. También erigió el castillo de Pancorbo para mejorar las defensas de ese desfiladero y el conde Munio Núñez, nieto del personaje del mismo nombre que otorgó la carta puebla de Brañosera en el 824, construyó el castillo de Castrojeriz al oeste de Burgos.
En el 885 se fundó el monasterio de San Pedro de Cardeña y los cristianos tomaron el castillo de Grañón en el actual extremo occidental de La Rioja, aunque esta plaza fue disputada y reocupada por los Banu Qasi hasta que no volvió a manos castellanas en el 924. Pero en ese mismo año 885 el condado de Castilla sufrió la agitación política de la segunda mitad del reinado de Alfonso III y el conde Diego Rodríguez murió en circunstancias violentas, un suceso que pudo estar relacionado o con un conflicto con los Banu Qasi o con una revuelta del hermano del rey. A la muerte del hijo de Rodrigo, la autoridad condal de Castilla permaneció dividida en condados más pequeños hasta que no se reunificó Castilla con Fernán González en el 932, y aquí debo hablar de una de las ideas clave con las que quiero que os vayáis de este episodio así que pido un poco de atención a los que me estén escuchando mientras hacen otras cosas.
Nosotros desde una perspectiva presentista y anacrónica hablamos de condes de, mientras que como bien señalan Gonzalo Martínez Díez y Carlos Estepa Díez lo cierto es que en las fuentes primarias aparecen como condes en. Esta distinción es importante porque el título de conde no estaba vinculado de forma fija a una ciudad, fortaleza o territorio, sino que era una dignidad otorgada a una persona que podía gobernar un territorio mayor o menor según las circunstancias. Esto de hecho también es cierto para los reyes, porque aunque hablamos de reyes de Asturias, sería más correcto hablar de reyes en Asturias, León, Galicia, etc. como se ve por la división del Reino de Asturias igual que ocurría constantemente en los reinos francos, el territorio podía variar pero lo importante era la autoridad del título, y es que la concepción patrimonial de un estado en aquella época poco tenía que ver con la concepción pública y nacional de un estado que tenemos hoy en día.
Poblamiento y poder en la Castilla condal
Veamos cómo era el territorio y sociedad de Castilla en esta época y cómo las estructuras de poder fueron centralizándose bajo el amparo de la monarquía asturleonesa, porque sino es muy difícil entender la historia política del espacio oriental del reino. Los que formaron la sociedad de la Castilla primitiva y condal eran tanto propietarios libres como siervos dependientes y una población emigrada que venía de la cordillera Cantábrica y de los territorios vascones que se sumaba al grueso de la población que era autóctona, de antes de ser integrados por la monarquía asturiana. Recordemos del episodio extra 14 La frontera de Castilla y La Rioja en la Alta Edad Media que el hecho de que el territorio que conformó la Castilla condal fuera conquistado por las armas islámicas hizo que fuera un territorio con más presencia bereber y más arabizado de manera temprana que un territorio sometido por pactos como los vecinos dominios riojanos de los Banu Qasi.
De los 300 nombres de campesinos propietarios de la documentación castellana de la primera mitad del siglo X, entre un 15 y un 20% eran nombres árabes como Tariq, Sulayman o Mutarrif, una situación similar a la que se vivía en León o en la Cataluña Vieja, y del mismo modo que había población cristiana arabizada por lo menos en nombre, también se documentan judíos ya en esta época, por lo que la realidad social de Castilla y del Reino de Asturias en general era más diversa de lo que se suele imaginar. En contraste con la sociedad a partir del año 1000 que más o menos puede cumplir los tópicos de la imagen que se suele tener cuando hablamos de la Edad Media y el feudalismo, la sociedad castellana altomedieval, y esto con más o menos matices lo podemos hacer extensible al resto de regiones cristianas peninsulares, pues era una sociedad menos formal y más simplificada, tanto a nivel de desigualdades socioeconómicas como a nivel institucional y era una sociedad con mayor movilidad social y geográfica porque los aristócratas aún no tenían el poder y grado de control social que alcanzaron más tarde.
La fragmentación de la propiedad era la norma como en el mundo carolingio, era difícil que hubiera un aristócrata o una institución eclesiástica con grandes latifundios y posesión de aldeas enteras, y este proceso de concentración de la propiedad de un mismo territorio fue gradual y culminó con la formación de una sociedad plenamente feudal en la Plena Edad Media. El heterogéneo paisaje de Castilla en los siglos IX y X se caracterizaba por unas aldeas conviviendo también con algunos hábitats dispersos, castillos sencillos, monasterios, y espacios de explotación comunitaria, mientras que no había nada remotamente parecido a una ciudad en el solar burgalés desde el siglo V y hasta el siglo XI cuando empezó a crecer Burgos.
En diplomas castellanos de la primera mitad del siglo X aparece por primera vez el término alfoz, de origen árabe que sirve para designar un distrito y eran la unidad básica de organización del territorio castellano. Según el historiador Julio Escalona, las áreas de control de los alfoces originalmente eran muy limitadas y no se ampliaron y consolidaron unas a favor de otras hasta los siglos XI y XII, es decir, las fortalezas, iglesias y monasterios que articulaban Castilla no tenían un amplio radio de influencia en esta época. Esta situación implicaba varias cosas, una de ellas que en espacios geográficos pequeños podía haber diferencias políticas y culturales importantes en la península ibérica altomedieval, por ejemplo a través de la arqueología se ha visto que en aquella época había dos Álavas con niveles de complejidad social diferentes divididas por el río Bayas.

Por lo tanto, en el espacio político de Álava y Castilla todo era muy local, esto hacía incluso conveniente fragmentar la autoridad política del condado de Castilla después de la muerte de Diego Rodríguez porque había múltiples centros de poder en Burgos, Lantarón, Amaya, Cerezo y Lara, sin que como he comentado existiera ciudad alguna. Era una realidad política heredera de la situación de la tierra de nadie formada en las décadas anteriores sin núcleos urbanos capaces de articular de manera más centralizada el territorio, y solo con el tiempo se fueron integrando mejor y participando en una política de mayor magnitud sobre todo a partir del siglo X. En entidades políticas con una articulación territorial débil y desigual y un grado de formalización del poder público bajo como el Reino de Asturias, las campañas militares, las relaciones de parentesco y la movilidad social y geográfica de las élites eran claves para vertebrar el reino y mantenerlo unido.
El caso de los condes en Lantarón es interesante porque según ha estudiado Julio Escalona buscaban mucho legitimarse en la monarquía asturleonesa, a pesar de estar ese centro político alejado, y esto era así porque la arqueología ha comprobado que el espacio de Lantarón en el oeste de Álava era un espacio sin grandes castillos y sus condes no tenían una riqueza patrimonial muy grande, de manera que la monarquía ayudaba a estas élites locales a construir su autoridad. Este proceso de construcción de redes clientelares más allá del ámbito local y comarcal beneficiaba a unos y a otros para aumentar su poder y es lo que permitió que gradualmente se fortalecieran las jerarquías internas de las sociedades y que hubiera mayores desigualdades sociales.
¿Qué más ayudaba a construir autoridad política a nivel local? Pues el control de las tierras comunales, las sernas. Las sernas podían ser campos, valles, montes o bosques, así que como puedes imaginar eran recursos importantes sobre todo para la ganadería, caza o explotación forestal. Las sernas podían tener dos niveles de propiedad, la propiedad útil de los vecinos de una aldea que explotaban colectivamente o con parcelas individuales las tierras comunales y un nivel de propiedad superior, la propiedad eminente, con un aristócrata laico o eclesiástico que podía tener derechos privilegiados a la explotación de la tierra o a cobrar rentas a los vecinos a cambio de protección y arbitraje en caso de disputas.
Por este motivo las sernas también pasaron a significar el trabajo obligatorio de los campesinos para cultivar las tierras bajo posesión directa de su señor. Solo tenemos constancia de las sernas como tal en Castilla y León y podrían ser un recuerdo de formas de gestión de la tierra propias de la Meseta norte después del derrumbamiento de cualquier forma de autoridad central a mediados del siglo VIII. Iñaki Martín Viso considera que el control de las sernas era clave para la construcción de autoridad política de la monarquía, los condes y la Iglesia a nivel local, y es que quien tiene el control eminente de los espacios comunales tiene la llave para aumentar el control sobre una población.
Alfonso el Magno, rey en Asturias

El rey Alfonso III de Asturias no tuvo un inicio de reinado tranquilo, porque al morir su padre Ordoño en mayo del 866 tras varios años sufriendo de gota el joven heredero tuvo que enfrentarse a un pretendiente de Galicia, del mismo modo que su abuelo Ramiro había usurpado el trono. El conde de Lugo Fruela avanzó con un ejército hasta Oviedo y se proclamó rey, quizás legitimado por haberse casado con una mujer de la dinastía real, mientras que Alfonso tuvo que refugiarse en el condado de Castilla bajo el amparo del conde Rodrigo. Según nos informan los Anales castellanos primeros, no pasaron muchos meses antes de que los leales a Alfonso liderados por Rodrigo mataran al usurpador y el rey Alfonso pudo volver a Oviedo para finales del 866.
Poco tiempo después hubo una revuelta en los dominios vascones, que fue suprimida sin más problemas y por la que Rodrigo recibió el condado de Álava, y en el 875 hubo otra revuelta de algunos nobles de Lugo que fueron ajusticiados. Pero bueno, aparte de estos sobresaltos, a nivel interno la primera mitad del reinado de Alfonso fue bastante tranquilita, Alfonso tuvo suerte de reinar durante un momento histórico muy favorable a la expansión cristiana. Todo el tema del neogoticismo y desarrollo del discurso de Reconquista de las crónicas asturianas de época de Alfonso III de Asturias no es un tema que vaya a volver a tratar porque ya lo hablé en detalle en el episodio 24 La Reconquista, Pelayo y Covadonga.
Solamente recordar que si se construye ese discurso ideológico reconquistador de decir que el Reino de Asturias es heredero del Reino visigodo y que Alfonso III quiere expulsar a los musulmanes de la península y demás pues es un discurso que si surge con fuerza en la década del 880 es porque era realmente un momento muy difícil a nivel interno para el Emirato de Córdoba y esto hacía que hubiera un ánimo triunfalista en la corte de Oviedo. Además de expandir las fronteras políticas del Reino de Asturias, el monarca asturiano apoyó las rebeldías de distintos muladíes de al-Ándalus, como la del fundador de Badajoz Ibn Marwán al que acogió durante algunos años en la corte ovetense, y contra los omeyas cosecho victorias destacables.
Una campaña emiral del 878 contra León y Astorga terminó en desastre para los omeyas y en la mayor victoria de Alfonso el Magno, cuando dos ejércitos emirales avanzaron por separado y el rey astur derrotó de forma contundente a uno de los ejércitos en la batalla de Polvoraria, y cuando el otro ejército dirigido por el heredero al-Mundir emprendió la retirada al enterarse, según algunas informaciones también fueron cogidos por sorpresa y derrotados. Al año siguiente el emir cordobés envió una flota contra el Reino de Asturias como venganza, pero fracasó al ser destrozada por una tormenta, es por esta serie de reveses militares junto a las revueltas internas que los omeyas por primera vez fueron los que pidieron negociar unas condiciones de paz.
A nivel interno el monarca de Oviedo tenía el poder de nombrar condes, obispos y abades a voluntad y exigirles un juramento de fidelidad, como precedente al proceso de feudalización de toda la sociedad. Alfonso fue también un rey constructor, que patrocinó la fundación de numerosos monasterios e iglesias y la construcción de castillos y fortificaciones, y por las obras de orfebrería y joyas que compraba la monarquía asturiana se nota que empezaron ya a mover pasta, cosa que quizás levantaba la envidia de los aristócratas y era motivo de unos levantamientos nobiliarios que se volvieron frecuentes a medida que avanzó el reinado de Alfonso. La fama de Alfonso el Magno llegó a Roma, puesto que conservamos cartas que envió el papa de Roma para solicitarle ayuda militar y caballos ante el avance militar de los musulmanes por el sur de Italia.
Siguiendo con la política externa, en el 869 Alfonso III de Asturias se casó con Jimena, que se la ha supuesto hija del rey García Iñiguez de Pamplona o una princesa franca, porque en la Crónica de Sampiro se afirma que Jimena estaba emparentada con el rey Carlos el Calvo y las crónicas francas hablan de las buenas relaciones entre el rey asturiano y el rey de Francia Occidental y también el conde de Burdeos. ¿Esto qué significa? Pues que el Reino de Asturias no era un reino hermético y autárquico como se ha dado a entender durante mucho tiempo, aunque fuera un estado pequeño, pobre y periférico estaba conectado a la política europea y también a la economía, con comercio por mar con puertos como los del castillo de Gauzón y mercaderes que viajaban hasta Francia y las islas Británicas.
Aparte de la importación de productos de lujo de los países vecinos y la comercialización a nivel local y regional de productos básicos como trigo, cebada o ganado, en la documentación escrita destacan del reino asturiano miel, lampreas y ostras de Galicia, escanda y sidra de Asturias, y sal y productos minerales como oro, plata, cobre y estaño de varias explotaciones del reino. La economía del Reino de Asturias no estaba suficientemente desarrollada como para necesitar de la acuñación de moneda propia, como sí ocurría en el Imperio carolingio o el Emirato de Córdoba, así que el comercio que se producía se realizaba con monedas tardorromanas y godas, monedas extranjeras de la época, o por trueque.
Expansión por el flanco occidental. El condado portucalense y de Coímbra
He hablado de la expansión territorial por el flanco oriental del Reino de Asturias, en el episodio anterior vimos con el rey Ordoño la expansión por el centro por León y Astorga y más adelante en el episodio veremos más expansión por aquí, pero vayámonos ahora al flanco occidental, en Galicia y Portugal. En la década del 850 el Reino de Asturias empezó a incorporar las partes más septentrionales de la actual Portugal como Chaves, pero el que hizo un avance espectacular fue Alfonso III y eso estuvo muy conectado a las rebeldías del Emirato de Córdoba. Un musulmán llamado Sadun al-Surunbaqi era señor de Portucale, la actual Oporto, y ante la pujanza del Reino de Asturias buscó la protección del rey de Oviedo y seguramente entregó la ciudad a cambio de algún tipo de concesión.
El que lo sustituyó como gobernador de Oporto y de su territorio entre el Miño y el Duero en el 868 fue Vimara Pérez, hijo del magnate gallego Pedro Theon, el hombre que lideró la defensa de Galicia durante el último ataque vikingo. Bajo la familia Pérez, Oporto se convirtió en una ciudad floreciente y se erigió un obispado ya a finales del siglo IX, que sustituía a la antigua capital sueva de Braga que llevaba décadas en completa decadencia, y Vimara Pérez también construyó un monasterio y una fortaleza que formaron el núcleo para la ciudad de Guimarães, que convirtieron en una plaza fuerte para esta familia. El condado portucalense ha sido visto como precursor del Reino de Portugal por su nombre evidentemente, aunque por ser parte del Reino asturleonés desde el nacionalismo portugués no ha interesado mucho estudiar este período.
Por su parte, Sadun al-Surunbaqi solicitó permiso a Alfonso para ayudar al rebelde muladí Ibn Marwán en Badajoz, de este modo Alfonso el Magno no tenía que usar sus propias fuerzas y podía recurrir a aliados musulmanes para causar problemas a los omeyas. El clan bereber de los Banu Danis, entonces leal al emir, dominaba la ciudad y región de Coímbra pero fueron expulsados a Alcácer do Sal por Sadun, y el victorioso Sadun logró saquear y ocupar Lisboa junto a Ibn Marwán. Les asestaron derrotas a los omeyas hasta el punto de capturar a su háyib, la influyente mano derecha del emir, que fue presentado ante el rey Alfonso y fue liberado tras dos años de cautividad después de que el emir cordobés pagase parte del cuantioso rescate exigido y entregase rehenes como garantía.
El emir Muhammad, después de mandar al príncipe heredero al-Mundir a derrotar a los rebeldes de Badajoz de Ibn Marwán en el 877, siguió con su avance para desbaratar los avances territoriales asturianos en el norte de Portugal. El ejército omeya atacó Oporto, defendida por Hermenegildo Gutiérrez, yerno de Gatón del Bierzo, el magnate que integró Astorga en el Reino de Asturias. El aristócrata gallego aguantó el sitio hasta que llegaron refuerzos y pudieron derrotar a los musulmanes, y gracias a esta victoria y a la victoria contemporánea de la batalla de Polvorosa Hermenegildo Gutiérrez avanzó la frontera asturiana al conquistar Coímbra en el 878 y con ello también incorporar ciudades como Lamego o Viseo.

Aunque Hermenegildo trajese pobladores de Galicia, bajo el gobierno asturleonés Coímbra retuvo una población cristiana arabizada sustancial e incluso algunos musulmanes, como demuestra la documentación del monasterio de Lorvâo entre el 900 y el 1100 en que un tercio de los nombres mencionados son árabes. Coímbra estaba muy lejos de los centros de poder del Reino de Asturias, así que esta era la realidad social sobre la que gobernaron Hermenegildo Gutiérrez y sus descendientes, y esta situación propia de una sociedad de frontera se mantuvo cuando fue reconquistada por los andalusíes en época de Almanzor.
En el sector occidental del Reino de Asturias se pudieron producir avances territoriales más grandes y sin muchas dificultades por el hecho de ser un territorio periférico muy alejado de los centros de poder musulmanes, a diferencia del condado castellano que estaba a pocos kilómetros de plazas fuertes islámicas. En cualquier caso, lo importante es que si al final del reinado de Alfonso III el Reino de Asturias ocupaba la mayoría de territorios de la línea norte del Duero, en el flanco occidental no solo se alcanzó el Duero sino que se incorporaron los territorios entre el Duero y el río Mondego. De este modo para finales del siglo IX toda Galicia y el tercio norte de Portugal estaban en manos de la monarquía asturiana.
Ibn al-Qitt y el día de Zamora
Durante la década del 890 las fronteras del reino se expandieron hasta Zamora, Dueñas, Simancas y Toro, de manera que la frontera se llevó al Duero también por la frontera central. Zamora no había sido un poblado importante antes de su integración en el Reino de Asturias, pero las élites, que habían sido las más perjudicadas en el Duero por la falta de un poder político central, se vieron muy beneficiados al someterse a Alfonso en el 893 y llegar mozárabes de Toledo que revitalizaron la vida de la ciudad. Inmediatamente Zamora se convirtió en una sede episcopal firmemente controlada por la monarquía asturiana y en la plaza fuerte avanzada que protegía los dominios leoneses, mientras que su comarca mantenía una red de castros del período visigodo que siguieron habitados y que articulaban de hecho la mayoría de territorios de la cuenca del Duero.
Pero estos avances cristianos no gustaban a los musulmanes que estaban más cerca, como los bereberes de la tribu Nafza asentados entre el Tajo y el Guadiana que sufrieron razias de los asturianos. A todo esto, un asceta que actuó de intermediario en los intentos de alianza entre los Banu Qasi y el rebelde de Andalucía Umar ibn Hafsún animó a un tataranieto del emir Hisham llamado Ibn al-Qitt a rebelarse contra el emir Abd Allah. Con el apoyo propagandístico del asceta, en el año 901 Ibn al-Qitt abandonó Córdoba para predicar y ganarse el apoyo de grupos bereberes del Guadiana y el Garb al-Ándalus, la mitad sur de Portugal, a lo que no tardaron en sumarse bereberes de todas las regiones andalusíes. No fue difícil ganarse su apoyo al hacer proclamas de yihad contra los infieles cristianos, un mensaje muy sugerente sobre todo para aquellos que vivían en la frontera y veían que el emir Abd Allah ya no tenía capacidad para defender las fronteras del islam.
La intención de Ibn al-Qitt debía ser convocar un gran ejército, obtener victorias contra los cristianos que le darían prestigio, y usar ese renombre para destronar a Abd Allah en Córdoba. Pero este omeya no era un pretendiente cualquiera porque se llegó a presentar como mahdi, recordemos que esa es la figura mesiánica que ha servido a lo largo de la historia islámica para que algunos se presentasen como salvadores de almas antes del fin del mundo, y los bereberes muchas veces caían en estas heterodoxias. Lo de ser mahdi convencía a la gente porque básicamente hacía trucos de magia que presentaba como milagros, con su carisma y mensaje contra los cristianos formó un gran ejército de 60.000 hombres entre infantes y jinetes según Ibn Hayyan, la cifra real sería menor pero sí debió ser una movilización impresionante.
Durante la marcha a Zamora pasó revista del ejército y quedó claro que el supuesto profeta no era muy buen jinete, lo que ya le hizo perder un poco de prestigio. Algunos jefes bereberes ya empezaban a arrepentirse de haber respaldado a Ibn al-Qitt por temor a perder su poder sobre sus clanes en favor de este omeya. Pero bueno, el ejército fanatizado siguió avanzando con la promesa de que tan pronto como apareciera Ibn al-Qitt frente a Zamora sus murallas se desmoronarían. Esto obviamente no ocurrió y lo que hizo el profeta omeya fue enviar una carta al rey asturiano para invitarle a convertirse al islam, o sino perecer. Alfonso había venido en persona a Zamora y reforzado la guarnición al oír sobre Ibn al-Qitt, y un Alfonso furioso por la arrogancia del líder musulmán ordenó que salieran a atacarlos, pero este primer choque no fue favorable para los cristianos que tuvieron que volver a refugiarse detrás de las murallas zamoranas.
Fue entonces cuando los jefes bereberes arrepentidos de esta expedición abandonaron el campo de batalla, marcharon al campamento y difundieron información falsa diciendo que los musulmanes habían sido derrotados, de modo que cundió el pánico y provocaron una caótica desbandada. Los cristianos aprovecharon esta oportunidad de oro para contraatacar. Muchos musulmanes aprovecharon para largarse del campamento durante la noche, aunque Ibn al-Qitt aún prometía la victoria y algunos seguidores permanecieron a su lado en un combate que duró dos días más. Dándose cuenta de que todo estaba perdido, Ibn al-Qitt y sus seguidores más acérrimos se lanzaron en un ataque suicida y murieron en el conocido como día de Zamora en julio del 901. Los cristianos saquearon lo que quedaba del campamento, cortaron la cabeza del pretendiente omeya y la colgaron en la puerta de Zamora, concretamente en la calle Balborraz que proviene del árabe bab al-ras y significa puerta de la cabeza en recuerdo de este episodio histórico.

Revueltas y conspiraciones. La división del Reino de Asturias
La segunda mitad del reinado de Alfonso fue convulsa por las revueltas y conspiraciones contra él. Según la Crónica de Sampiro, un hermano del rey llamado Fruela intentó matar a Alfonso, al descubrirse el complot huyó a Castilla pero ahí fue capturado y cegado. Otros coaligados eran el conde de Chaves y otro hermano del rey llamado Bermudo, que también había sido cegado y según se dice ocupó Astorga y Castro Ventosa y las mantuvo bajo su dominio durante siete años con ayuda de soldados musulmanes. Bermudo se refugió en los territorios musulmanes más allá del río Mondego, quizás entre los hombres de Ibn Marwán porque el cabecilla muladí rebelde había roto las relaciones amistosas con el rey asturiano después de que hubiese provocado una matanza en un castillo musulmán cerca de Badajoz.
De aquí se explica la noticia de un ataque sobre Coímbra, pero Alfonso el Magno pudo terminar con la rebelión de sus familiares, perdonándoles la vida pero manteniendo confiscadas sus propiedades. En los años siguientes un magnate de León intentó asesinar al rey, pero fue capturado y sus propiedades confiscadas, un posible hijo del conde gallego Pedro Theon también rompió su fidelidad y sus propiedades terminaron confiscadas, pero la más grave revuelta fue la del calificado como duque Witiza, que duró unos siete años. Por cuarta o quinta vez la rebeldía se originaba en Galicia y Alfonso III encomendó al mayordomo real y conde de Coímbra Hermenegildo Gutiérrez la difícil tarea de aglutinar a los aristócratas gallegos leales para combatir a Witiza.
Lograron devolver a la obediencia las zonas gallegas rebeldes en el 895, con Witiza siendo encarcelado de por vida y con sus bienes confiscados para repartir entre los fieles gallegos del rey, sobre todo para la diócesis de Iria Flavia y Hermenegildo Gutiérrez, cuya familia se convirtió en la más rica y poderosa del occidente del reino. Por algún motivo que desconocemos hubo bastante desafecto hacia Alfonso el Magno entre la nobleza gallega durante todo su reinado, podría deberse a que no se sentían debidamente recompensados por sus servicios al rey, envidias por cómo otros recibían más concesiones de tierras en el proceso de expansión hacia el sur, o descontentos por la expansión del obispado de Iria Flavia-Santiago de Compostela que estaba bajo firme control del rey de Oviedo.
En cualquier caso, estas rebeldías no se tienen que ver como una especie de movimientos de secesión nacionalista gallega y el resultado final de estas revueltas fueron siempre el triunfo de la monarquía y el fortalecimiento del control del territorio al expandir las fronteras y repartir las propiedades de los rebeldes entre sus fieles. Pero el problema interno más grave del reinado de Alfonso III de Asturias ocurrió al final de su reinado. De regreso de una campaña en respuesta a la petición de auxilio del gobernador de Toledo, en otoño del 909 Alfonso el Magno descubrió un complot de un siervo suyo que pensaba cometer un magnicidio, instigado en realidad por el primogénito del rey, García. El siervo fue ejecutado y después el soberano astur siguió su camino a Zamora para apresar a García, que terminó encarcelado y bien vigilado en el castillo de Gauzón, que estudié bien en el episodio 35 Alfonso II y Ramiro I de Asturias.
En Castilla se levantó el conde de Amaya Munio Fernández, en defensa de las pretensiones de su yerno, y según la Crónica de Sampiro los tres hijos del rey se unieron en rebelión para deponer a su padre. Ante esta situación a Alfonso III de Asturias no le quedó otra que abdicar, el retirado rey Alfonso es posible que hiciera una peregrinación a Santiago de Compostela poco antes de morir en Zamora en el 910. Entonces se hizo efectiva la división del Reino de Asturias como hacían los carolingios, que no sabemos si planeó el propio Alfonso o si fue un acuerdo entre sus hijos. El reino se dividió entre Ordoño que gobernó Galicia y las tierras portuguesas, Fruela que reinó Asturias, y el primogénito García gobernó sobre León, Castilla y Álava y era teóricamente reconocido como figura superior por sus hermanos menores. Así se pasó del Reino de Asturias al Reino de León.
El Veredicto: Alfonso, un rey no tan magno
En El Veredicto de hoy quiero relativizar un poco el mérito de Alfonso III de Asturias en la expansión de su reino. La teoría del gran hombre que tanto influyó en la historiografía del siglo XIX y más allá venía a decir que grandes hombres con poder han sido los que han moldeado la historia, pero sin negar lo determinantes que son las decisiones de personajes políticos, lo cierto es que todo el mundo es producto de la sociedad en la que le tocó vivir y lo más importante son los condicionantes socioeconómicos, ambientales y también geopolíticos por supuesto.
Esto es como los que dan muchos méritos a Franco por el desarrollo económico de España en los años 60 y 70, cuando la realidad es que en el contexto de la llamada edad de oro del capitalismo tenías que hacer una gestión nefasta para no aprovecharte de eso siendo un país de Europa occidental. Alfonso III heredó ya un reino consolidado y ensanchado y con un Emirato de Córdoba que se estaba yendo a la mierda por momentos pues lo tenía muy a huevo para integrar y conquistar nuevos territorios, así que no creo que fuera un rey tan excepcional y solo fue favorecido por las circunstancias. Después de este episodio, ¿tú cómo valoras su reinado? Déjamelo saber en los comentarios de YouTube o iVoox, y con esto, El Veredicto termina.
Avance y outro
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Fuentes
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