Este es el episodio 15 La Spania bizantina y sociedad visigoda y en este episodio aprenderás:
- Justiniano y la renovatio imperii
- Agila y la guerra civil visigoda
- La conquista bizantina de Spania
- Provincia de Spania
- ¿Por qué fracasó la renovatio imperii?
- La conversión de los suevos al catolicismo
- La fundación del Reino visigodo de Toledo
- Sociedad visigoda
- El Veredicto: ¿Habría sido posible la restauración del Imperio romano?
- Avance y outro
- Fuentes
Justiniano y la renovatio imperii
En el episodio anterior, el episodio 14 Intermedio ostrogodo, hablé sobre la primera mitad del siglo VI, que fue un período difícil para el Reino visigodo, pero es importante porque ahí es cuando el Reino visigodo pasó de estar en el sur de la Galia a establecerse en Hispania. Pero durante esta primera mitad del siglo VI ocurrieron muchos cambios geopolíticos que afectarían también al Reino visigodo. Esta vez los cambios no estaban ocurriendo a causa de los bárbaros, sino por parte del Imperio romano, es decir, de la parte oriental que no cayó y que conocemos en la historiografía como Imperio bizantino.
Al empezar Justiniano su reinado en el 527, el Mediterráneo no era ya un mar romano. La capital era Constantinopla, y Roma ni siquiera estaba bajo control de ese mismo imperio que se llamaba romano. La antigua parte occidental del Imperio romano llevaba décadas ocupada por distintos reinos bárbaros, y Justiniano consideraba que esto era algo intolerable. Así que, a diferencia de sus predecesores, su reinado tuvo el objetivo de restaurar el Imperio romano en su plenitud, con un programa ideológico y militar que conocemos como renovatio imperii, y a partir de ahí ya no valdría que los reyes bárbaros se presentasen como representantes legítimos del poder imperial.
Ten en cuenta que en ese momento los reinos bárbaros de Occidente podían verse como algo efímero si se comparaba con la larga historia del Imperio romano, así que la idea de una reconquista romana no era tan descabellada. Algunos historiadores presentan la renovatio imperii como una forma de distraer a sus súbditos de los problemas internos del Imperio bizantino y de unir a los romanos orientales fijando un enemigo común, hasta el punto de negar que hubiera existido tal programa ideológico concienzudamente planificado. Pero realmente sería erróneo minusvalorar la importancia del componente ideológico, esa idea ecuménica de una monarquía universal que restaurase la unidad política y religiosa de los cristianos.
Esta misma idea de una monarquía cristiana universal será una base ideológica fundamental para Carlos I de España y V del Sacro Imperio romano, y a la larga su proyecto terminó en un fracaso al igual que el de Justiniano. Pero volviendo a la renovatio imperii, lo que hay que entender es que la motivación religiosa era igual de importante que la política, porque algunos emperadores bizantinos, y entre ellos estaba Justiniano, querían el poder supremo tanto secular como religioso. Esto es lo que se conoce como cesaropapismo, aunque obviamente a muchos obispos no les hacía ninguna gracia y se oponían a esa intromisión del emperador en los asuntos eclesiásticos, pero esta idea de unidad en todos los sentidos es la clave para entender la obra de Justiniano.
Los predecesores de Justiniano habían fortalecido la administración, el ejército y la economía, así que con estos pilares sólidos y los factores ideológicos, políticos y económicos que entraron en juego se pudo llevar a cabo esta aventura de restauración imperial. Justiniano se aprovechó de forma oportunista de conflictos dinásticos para conquistar el Reino vándalo del norte de África en el año 534, incluyendo Ceuta y las islas Baleares, y el siguiente objetivo fue Italia, controlada por el Reino ostrogodo. La guerra Gótica pudo haber terminado igual que rápido que la Vándala, pero por una serie de malas decisiones la guerra Gótica se convirtió en un conflicto largo que devastó Italia.
El Imperio de Justiniano tenía frentes abiertos en Italia, el norte de África combatiendo a bereberes y rebeldes, y los siempre problemáticos persas por el este. Y aún peor fue la peste de Justiniano que se extendió por todo el Mediterráneo y de la que ya hablé en el episodio anterior. A todo esto, los reinos francos merovingios se pudieron fortalecer al conquistar el Reino de los burgundios y al arrebatar la Provenza de las manos de los ostrogodos. El rey ostrogodo del momento fue reconquistando territorio y ejecutó a muchos senadores romanos, así que irónicamente, el mismo orden romano que había sobrevivido bajo Odoacro y Teodorico el Amalo estaba siendo destruido como reacción a las acciones del soberano que intentaba restaurar el Imperio romano en Occidente.
Agila y la guerra civil visigoda
Todos estos acontecimientos de gran importancia ocurrieron durante el reinado de Teudis, como ya vimos en el episodio anterior. El rey Teudis ya vio con gran preocupación la empresa de la renovatio imperii de Justiniano porque obviamente después de conquistar Italia y la provincia de África el Reino visigodo podía ser el siguiente, y ahora ya no tenían a sus primos ostrogodos para salvarlos. Teudis intentó arrebatar Ceuta de manos bizantinas porque era una amenaza permanente a los visigodos, pero su expedición resultó en un sonoro fracaso. A su muerte y a la su efímero sucesor Teudiselo, le siguieron más de dos décadas de crisis y pérdida de control territorial de los visigodos sobre Spania.
Por cierto, a partir de aquí ya no hablo más de Hispania sino que uso el término Spania porque es el que ya se usaba en la época, aunque en época visigoda este será un concepto geográfico cambiante porque por ejemplo Leovigildo se consideraba rey de Spania, Gallaecia y Narbonense, es decir, que debido a los suevos Gallaecia se consideraba algo aparte, esto ya lo mencioné en el episodio de Memorias Hispánicas que dediqué a hacer un repaso completo de la historia política del Reino suevo. Para evitar confundir Spania en general con la provincia bizantina de Spania cuando hable de la Spania bizantina lo especificaré. Aclarado esto, tras el asesinato de Teudiselo el aristócrata visigodo Agila fue elegido rey. Los visigodos desde Teudis que centraban sus esfuerzos en extender sus posesiones por la Bética, pero los éxitos fueron limitados y las informaciones que tenemos limitan bastante su soberanía a Sevilla.
Córdoba se resistía al dominio visigodo y su élite quería seguir siendo independiente, pero según las fuentes posteriores el arriano Agila profanó la iglesia del patrón de Córdoba y esto provocó una reacción popular. Los cordobeses atacaron a Agila y su ejército y sorprendentemente derrotaron a los godos, provocando la muerte del hijo de Agila y la pérdida de una parte del tesoro real visigodo, algo muy importante para un reino bárbaro tanto económicamente como por prestigio e identidad. La derrota fue tal que Agila tuvo que retirarse a Mérida, y una derrota militar humillante como esta puso en cuestión su reinado y menoscabó su legitimidad. Un sector de la aristocracia visigoda decidió rebelarse contra Agila desde Sevilla, con Atanagildo al frente. Con esto se inició una guerra civil visigoda, ¿y quién era experto en explotar guerras civiles? ¡Exacto, Justiniano!
La conquista bizantina de Spania
Atanagildo creía que no tenía suficientes apoyos como para derrocar por sí solo a Agila, así que pidió ayuda al Imperio bizantino de Justiniano. Justiniano estaba ocupado en frentes más importantes, como sus ofensivas finales contra el Reino ostrogodo, pero pudo mandar un pequeño contingente a Spania, porque aún recordaba cómo no había podido responder de forma contundente al ataque godo a Ceuta del 546. Así que Atanagildo y Justiniano llegaron a algún tipo de acuerdo del que no conocemos detalles, quizás Atanagildo le prometió cederle la soberanía de parte de Spania y eso es lo que ansiaba Justiniano con su proyecto de restauración imperial.
Así fue como a mediados del año 552 una expedición de unos 2.000 soldados imperiales desembarcó probablemente en las costas de Algeciras dirigidos por un senador octogenario llamado Liberio. Este hombre ya había sido prefecto de Italia y la Galia bajo Teodorico el Amalo, y luego sirvió al Imperio bizantino como prefecto de Egipto, y tras esta carrera tan excepcional recayó sobre sus hombros esta última misión poco antes de morir. Con esta intervención bizantina se demostró que Teudis hizo bien en al menos intentar tomar Ceuta, porque aunque no tenemos apenas detalles sobre esta campaña lo lógico es que el apoyo naval de la guarnición de Ceuta fuera clave.
Esto se demuestra también por el hecho de que fue en las cercanías de Sevilla donde se produjo una batalla entre los partidarios de Agila y Atanagildo que se saldó con la victoria de los rebeldes. En los dos o tres años siguientes parece que hubo bastante inactividad o que los bizantinos se encargaron más de asegurar sus posesiones por el litoral sur de Spania que en ayudar a Atanagildo. Pero la cosa es que en esos momentos el Imperio bizantino conquistó el Reino ostrogodo salvo por alguna guarnición menor, y habían prevenido una invasión franca y alamana, así que tenían tropas disponibles para enviar a Spania.
En el 554 o 555 un contingente mayor al anterior pudo desembarcar en Carthago Spartaria, la actual Cartagena, y como los magnates godos se las veían venir y no querían sufrir el mismo destino que los ostrogodos, los que apoyaban a Agila lo asesinaron en Mérida y terminaron así con la guerra civil visigoda. Ahora Atanagildo tenía el deber de reparar la debilitada autoridad goda y combatir a sus antiguos aliados bizantinos para evitar que esto se convirtiera en una invasión a gran escala. Pero al final, los romanos orientales solo pudieron consolidar sus dominios desde Cádiz hasta Denia y Atanagildo no fue capaz de expulsarlos.
Los historiadores han debatido mucho sobre las causas y los objetivos que tenía Justiniano al intervenir en la guerra civil visigoda visto el desinterés de las fuentes y los escasos recursos dedicados a la provincia de Spania. Algunos defienden que la Spania bizantina cumplía principalmente con la función geoestratégica de prevenir ataques visigodos a sus posesiones norteafricanas. Esto se argumentaría por el hecho de haber tomado solo el litoral, por previamente conquistar Ceuta, y porque el duque de Spania dependía administrativamente de la África bizantina.
Pero esta tesis no me parece muy sólida, porque realmente el Reino visigodo aún estaba tocado por el desastre de Vouillé y no controlaba toda la península ibérica. O sea, un enemigo débil como eran los visigodos en ese momento suficiente tenían con lo suyo como para aventurarse a atacar a los imperiales en África. El intento de conquista de Ceuta es un caso aparte porque está al otro lado del Estrecho, pero los visigodos no podían ni soñar con atacar las posesiones bizantinas de lo que hoy es Argelia y Túnez. Otros historiadores enfatizan los intereses comerciales, para volver a convertir el mar Mediterráneo en el mare Nostrum romano y controlar la ruta atlántica con el control del estrecho de Gibraltar.
Esta motivación es complementaria y es más creíble, aunque al fin y al cabo Justiniano seguramente deseaba conquistar toda Spania como había hecho en Italia y el norte de África, y si no pudo hacerlo fue por las plagas y complicaciones económicas y militares. Por tanto, la idea de la renovatio imperii también guió las acciones de los bizantinos en Spania, pero como el Imperio estaba bastante agotado solo pudieron adoptar una estrategia defensiva de protección de las poblaciones costeras conquistadas y la provincia de Spania siempre fue una provincia secundaria y marginal para los intereses bizantinos.
Provincia de Spania
Al final, parece que Justiniano y Atanagildo tuvieron que firmar un tratado para más o menos fijar las fronteras de la recién fundada provincia de Spania entre Cádiz y Denia y en el interior hasta Medina Sidonia, Ronda, Antequera y Baza. La administración bizantina provocó pocos cambios, porque no había recursos para ponerse a hacer grandes obras públicas ni para acuñar monedas en suelo hispano. Ya cuando Justiniano puso un pie en Spania el Imperio bizantino tenía pocos recursos para dedicar a sus aventuras occidentales, y casi todos los emperadores posteriores no prestaron atención a Occidente y estaban completamente a la defensiva.
El gobierno de la Spania bizantina era de corte militar-eclesiástico, con militares al frente de la administración y defensa y los obispos ostentando el poder civil de las ciudades que antes tenían las curias municipales. Aunque se han propuesto Málaga o Ceuta como posibles capitales de la provincia de Spania, lo más probable es que Cartagena fuera la capital administrativa por estar mejor conectada con el resto del Mediterráneo y porque ya había sido la capital de la Cartaginense y tenía una sede episcopal metropolitana. Que Cartagena estuviera en manos bizantinas favoreció mucho a Toledo, porque los visigodos decidieron arrebatar su condición de sede metropolitana para los obispados de la antigua provincia de la Cartaginense que estaban en manos godas.
Se estima que había unos 5.000 soldados imperiales en la Spania bizantina, acuartelados sobre todo en las ciudades costeras, aunque a medida que se fue reduciendo el territorio y hubo problemas en frentes más importantes este número se fue reduciendo. Claro, es que entre los bereberes del norte de África, los lombardos invadiendo Italia, la amenaza de los ávaros y eslavos en los Balcanes y Tracia, y los persas en el este, pues obviamente la pequeña provincia de Spania no era precisamente la prioridad de los emperadores de Constantinopla. Y a nivel de colonos civiles tampoco hubo muchos, por tanto, no se produjo una helenización, y de hecho vemos incluso más influencia oriental en la goda Mérida, donde un médico de origen griego y un hombre egipcio llegaron a ser obispos de la ciudad.
Las fronteras de la Spania bizantina nunca fueron estables, al igual que pasó en la África vándala y bizantina al hacer frontera con los bereberes. Al principio, entre la provincia de Spania y el Reino visigodo había ciudades y regiones autónomas que funcionaban como una zona colchón, como por ejemplo Córdoba o las sierras de Jaén y Albacete, y esto fue así hasta que Leovigildo inició sus campañas de conquista por toda Spania. Así que, aunque intermitentemente se reactivaba ese conflicto greco-gótico, estamos hablando de fronteras muy permeables donde no había problemas para la libre circulación de personas y de bienes.
Es interesante la reflexión que hace uno de los mayores especialistas en la Spania bizantina, Jaime Vizcaíno Sánchez, tras analizar restos arqueológicos de toda la Spania bizantina, porque nos cuenta que lo que se observa es que los territorios hispanos ocupados por los bizantinos sufren menos cambios que los del Reino visigodo. Y esto tiene todo el sentido del mundo, tanto porque la presencia bizantina fue muy modesta como por el propio carácter de la renovatio imperii, que no era más que asegurar la continuidad de la romanidad. Por ejemplo, los ya antiguos vínculos comerciales y culturales entre Spania y el norte de África se estrecharon con los bizantinos, y esto se refleja en las cerámicas y monedas que prácticamente eran todas de África, mientras que las de Oriente no abundan.
Dentro de este sistema también estaban Ceuta y las islas Baleares bajo dominio bizantino, que estaban integradas en los sistemas administrativos, fiscales y militares del Imperio bizantino y mantenían una actividad económica y comercial no muy diferente a siglos anteriores. Los bizantinos actuaron como garantes de que el comercio mediterráneo se mantuviera vivo, a pesar de que claramente se había reducido considerablemente desde el siglo V. Y esto es tan cierto que a la que las ciudades de la Spania bizantina fueron cayendo en manos visigodas, se ve como se desmediterranizaron económicamente al igual que había pasado en la Spania visigoda y por toda la Europa no bizantina. La Europa cristiana continuaba dando pasos hacia la realidad fragmentada de la Alta Edad Media.
¿Por qué fracasó la renovatio imperii?
Hay dos grandes cuestiones que son fundamentales para entender este período. Primero, ¿por qué algunos reinos bárbaros colapsaron rápidamente cuando en ellos participaban activamente los romanos provinciales? Y segundo y quizás más importante aún, ¿por qué fracasó la renovatio imperii, es decir, por qué el Imperio bizantino no pudo mantener los territorios reconquistados durante mucho tiempo y por qué su expansión militar no pudo replicar el éxito de las conquistas de la República romana y del Alto Imperio?
Sobre la primera cuestión, una de las causas de la destrucción del Reino vándalo o del ostrogodo es por el mal liderazgo. En algunas ocasiones los ostrogodos pudieron derrotar decisivamente a los imperiales y no lo hicieron, y el problema de la sucesión de Teodorico el Amalo persistió en el tiempo. En el caso vándalo, el reino norteafricano llevaba tiempo mostrando debilidad incluso frente a los jefes y reyezuelos bereberes. Los vándalos además alinearon a buena parte de la población romana africana por sus expropiaciones y persecuciones anticatólicas, así que es normal que muchos romanos de África prefirieran o ser gobernados por los bizantinos o por los bereberes.
Al final, una derrota militar era la causa principal de que un reino bárbaro cayera. Ya vimos esto con los suevos, y también se produjeron situaciones similares con el Reino de los burgundios o los turingios, que fueron incorporados a los dominios francos. De hecho, el Reino visigodo estuvo a punto de desaparecer tras el desastre de Vouillé y no sería hasta el reinado de Leovigildo, muchas décadas después, que los visigodos pudieron construir un reino sólido. Y en cuanto al fracaso a largo plazo de la restauración imperial de Justiniano, hay varias causas a considerar además de las derrotas militares.
La plaga de Justiniano redujo considerablemente la población y eso también tuvo grandes efectos negativos en la moral de las tropas y en la economía. El Imperio bizantino se había extendido en demasiados frentes, pero el problema no era tener varios frentes abiertos, porque al fin y al cabo la República romana o el Principado también lucharon en varios frentes, sino que el problema reside en qué tipo de frentes eran. Para entendernos, la Antigua Roma luchó muchas veces contra estados más pequeños o contra gentes divididas políticamente y poco desarrolladas.
Pero la naturaleza de los enemigos bárbaros del siglo VI era muy diferente, los reinos de los ostrogodos, vándalos, francos o visigodos eran estados posromanos con toda la infraestructura y administración romana de las provincias, no eran ya jefaturas políticas que si se mantenían divididas eran débiles frente a Roma como ocurría antes del siglo V. Otra diferencia clave es el rol del ejército republicano y altoimperial y el bizantino, porque en el primer caso el ejército era una vía de integración de las poblaciones conquistadas, mientras que el ejército bizantino estaba en buena parte compuesta por mercenarios que volvían a su casa cuando la guerra terminaba. Esto explica por ejemplo por qué el Imperio no pudo proteger bien Italia frente a la invasión lombarda en el 568, tres años después de la muerte de Justiniano.
Otros factores explican por qué el Imperio bizantino falló en emular el éxito de la República y Alto Imperio, por ejemplo que las economías de los reinos bárbaros mediterráneos estaban fragmentadas y eran cada vez más locales y autárquicas. Los productos importados y exportados no penetraban muy al interior de los territorios, así que el comercio mediterráneo ya no era lo que había sido y los productos bizantinos no consiguieron tener el rol político de los productos romanos. Y a nivel ideológico la clave era que el Imperio romano había dejado de ser la única fuente de legitimidad política.
En el siglo IV, el Imperio romano tenía un control absoluto sobre las ideas de legitimidad del poder, incluso en los territorios bárbaros donde intervenía favoreciendo a unos u a otros con la táctica del divide y vencerás. Pero en el siglo VI esto ya no era así, no había nadie con un poder tan grande en comparación con otros como para definir quién tenía el derecho de gobernar. En Italia uno podía apoyar a los ostrogodos, lombardos o a los bizantinos, y luego incluso apoyarse en la legitimidad del Papa. En Spania, la situación política estaba tan fragmentada que además del Reino visigodo y del suevo estaban los imperiales bizantinos, comunidades campesinas autónomas, y distintos poderes locales que querían mantener su independencia a toda costa.
Precisamente los romanos occidentales en general sentían antipatía hacia el Imperio romano oriental porque era un estado más centralizado que los reinos bárbaros, y ahora que habían descubierto lo que era tener buena autonomía política sin grandes cargas fiscales no querían renunciar a eso. A los comerciantes sí que les interesaba restaurar el Imperio romano para que volviera la paz y el comercio en el Mediterráneo, pero a los aristócratas y a la mayor parte de la población no porque tendrían que pagar más impuestos. Tanto es así que los hermanos Leandro e Isidoro de Sevilla emigraron hacia el Reino visigodo a la que los bizantinos conquistaron Cartagena y desde allí llamaban extranjeros bárbaros a los bizantinos, es decir, no los veían como romanos iguales a ellos y de hecho ellos mismos, en ese mundo posromano, ya se identificaban más como hispanos que como romanos.
Todo esto no significa que Justiniano no hubiera podido restaurar el Imperio romano en toda su gloria, porque como ya hemos visto con derrotas militares sonoras un reino bárbaro podía desaparecer de la noche a la mañana. Lo que todo esto implica es que necesitaría conquistar todos los reinos bárbaros posromanos para eliminar esas fuentes de legitimidad política y así volver a la situación anterior al siglo V. Solo de este modo podría haber tenido éxito conectando de nuevo los intereses de las élites locales y regionales con los del estado central.
La conversión de los suevos al catolicismo
Bien, antes de hablar del reinado de Atanagildo quiero hablar del frecuentemente olvidado Reino suevo. Como ya vimos en el episodio 13 ¡Adiós, Imperio romano!, el rey suevo Remismundo había reunificado a los suevos con la ayuda de Teodorico II, pero tras la muerte de éste el Reino suevo dejó de ser vasallo momentáneo del Reino visigodo y empezó a consolidar un reino propiamente dicho en el noroeste de Spania, en la actual Galicia y norte de Portugal. Desde el 469 hasta mediados del siglo VI apenas sabemos nada del Reino suevo, pero a partir de aquí ya conocemos algunos detalles sobre lo que estaba pasando y había pasado entre los suevos.
Por ejemplo, la curiosa llegada de inmigrantes britanos a Galicia y Asturias. Los britanos provenían originalmente de las islas Británicas, pero por la llegada de los anglosajones y la presión de los escotos de la actual Escocia muchos se establecieron en la región de Armórica, la punta noroeste de Francia que hoy lleva el nombre de Bretoña. Así que algunos directamente desde Britania y otros desde Armórica fueron llegando al Reino suevo entre los ríos Eo y Ferrol y establecieron en el Reino suevo su propio obispado. Su identidad étnica diferenciada hizo que también pudieran establecer su propia estructura eclesiástica, y que el obispo de los britanos no fuera el obispo de una ciudad concreta sino el de todos los britanos del Reino suevo, con la actual Basílica de San Martín de Mondoñedo como el monasterio britano más importante.
En el año 538 el papa Vigilio envió una carta al metropolitano de Braga, Profuturo de Braga. A través de ella sabemos que Profuturo había mostrado una gran preocupación porque las prácticas arrianas de los suevos podían confundir a los católicos galaicorromanos, y también porque el priscilianismo seguía vivo en Gallaecia. Pero lo más interesante que conocemos del Reino suevo antes de ser conquistado por Leovigildo es la conversión de los suevos al catolicismo.
Un misionero de origen panonio, es decir, de la actual Hungría, llamado Martín llegó al Reino de los suevos en algún momento de la década del 550, quizás como resultado de contactos diplomáticos entre los suevos y los bizantinos. El pronto conocido como Martín de Braga fundó el monasterio de Dumio, escribió numerosos libros, e inició una importantísima labor misionera contra las prácticas heréticas y paganas que los galaicorromanos y suevos mantenían por ignorancia. Aquí es donde tenemos relatos contradictorios sobre la conversión sueva.
Según Gregorio de Tours, el hijo del rey suevo Carriarico había contraído la lepra, y como Carriarico había oído hablar de los milagros del mártir Martín de Tours, quiso hacerse con sus reliquias, y si su hijo se curaba prometió convertirse al catolicismo. Como te puedes imaginar, su hijo se curó y según este relato fantasioso el rey suevo y todos los suevos se convirtieron al cristianismo católico. En cambio, según la más creíble versión de Isidoro de Sevilla, la conversión de los suevos ocurrió antes del 561 bajo un rey llamado Teodomiro, que contó con el apoyo del influyente Martín de Braga para convertir a los suevos al catolicismo y reorganizar la iglesia de Gallaecia con nuevas sedes episcopales y metropolitanas para desvincular algunas diócesis bajo dominio suevo de la metropolitana de Mérida que estaba bajo dominio godo.
Estos eran pasos para crear una Iglesia nacional propia del Reino suevo. Al igual que pasó unas décadas después con la conversión de los visigodos con Recaredo, la conversión de los suevos servía para cohesionar mejor el reino y para consolidar una alianza política entre la monarquía y los obispos católicos. Además, era una forma de ganarse la simpatía de los imperiales y de los francos para hacer frente al enemigo godo, al que querían mantener débil. Parece que de algún modo la jerarquía arriana quedó absorbida por la católica para evitar el descontento de los obispos suevos, porque si en el concilio de Braga del 561 solo un asistente tenía nombre germánico, en el 572 de los doce asistentes cinco llevaban nombre germánico.
La fundación del Reino visigodo de Toledo
Aparte de la guerra civil y la guerra contra el Imperio bizantino, poco sabemos del reinado de Atanagildo. Durante su reinado, el tesoro real estaba agotado por la pérdida de una parte del tesoro por Agila en Córdoba y por la falta de control aún sobre buena parte de la península ibérica. Pese a la situación complicada del Reino visigodo y a la fragmentación política que vivía Spania en esos momentos, Atanagildo tuvo algunos éxitos, como la reimposición de la autoridad visigoda en Sevilla y el llevar a cabo una política exterior acertada. Casó a dos de sus hijas con reyes francos merovingios para así mantener la paz con los francos y para ayudarse mutuamente ante las amenazas de reconquista por parte del Imperio bizantino.
No sabemos en qué momento de su reinado sucedió, pero fue con Atanagildo que el Reino visigodo estableció su capital en Toledo. Desde la pérdida de Tolosa, los reyes visigodos habían sido itinerantes, yendo a una u a otra ciudad según las circunstancias con los pilares de su poder: el ejército y el tesoro real. Los reyes visigodos habían estado en Narbona, Barcelona, Mérida y Sevilla, pero finalmente Atanagildo fijó la sede regia en Toledo. No sabemos qué lo llevó a elegir Toledo cuando esta no era una gran ciudad, pero los historiadores han especulado sobre las razones.
Uno de los motivos más citados es su situación estratégica, tanto por ser una ciudad con buenas defensas y recursos naturales, como por estar en medio de los dos polos principales de riqueza de Spania, el valle del Ebro y la Bética junto a Mérida. Además, al igual que pasa ahora con Madrid, al estar situada en el interior Toledo no está tan expuesta a ataques de enemigos exteriores, ya sea desde el norte o desde el sur. Y otra vez al igual que Madrid en el siglo XVI, Toledo no tenía a una poderosa aristocracia hispanorromana como sí ocurría en Mérida, Sevilla u otras grandes ciudades de Spania, así que los visigodos podían hacerse los amos de Toledo sin encontrarse con grandes resistencias.
El rey Atanagildo fue de los pocos reyes visigodos en morir de causas naturales sin asesinatos de por medio. Al morir Atanagildo en el año 567, hubo un largo interregno de unos cinco meses, lo que nos lleva a pensar que los magnates godos estaban divididos en facciones y les costó ponerse de acuerdo para nombrar un candidato al trono. Con la debilidad del poder visigodo en Spania en esos momentos, los godos debían evitar a toda costa una nueva guerra civil que podría ser la perdición del reino. Así que las facciones de godos de Spania parece que consensuaron un candidato que estuviera alejado de las disputas de la corte, ni más ni menos que al duque de la Septimania, Liuva. Pero de él y sobre todo de su hermano Leovigildo voy a hablar en el siguiente episodio, porque ahora queda un tema importante del que hablar.
Sociedad visigoda
Así es, ahora toca hablar de la sociedad del Reino visigodo de Toledo, y aquí me centraré en cómo estaba estructurada la sociedad de la Spania goda. Bien, primero hay que hablar de demografía y etnia. Como explico en el episodio extra 6 Identidad goda y su evolución, los visigodos no fueron más que unos guerreros acompañados de sus familias que con el tiempo se asentaron en Spania y se convirtieron en parte de la élite dirigente. Estamos hablando de entre 70 y 100.000 godos que se asentaron en la península ibérica y gobernaron sobre una población de entre 4 y 6 millones de habitantes, por lo que estamos hablando de una minoría privilegiada.
Sin embargo, esta minoría no era privilegiada por razón de etnia, sino por su posición socioeconómica, porque la sociedad del Reino visigodo no estaba segregada étnicamente, se dividía según la condición de noble o no o por ejercer un cargo público o eclesiástico. Por ejemplo, la prohibición de matrimonios mixtos que no se quitó hasta Leovigildo no existía antes por motivos étnicos o racistas, sino porque originalmente los godos eran una fuerza militar que tenía una serie de prerrogativas y deberes propios de la casta militar.
Si se casaban con una persona de distinta condición jurídica se creaba un problema jurídico con sus descendientes, y esto no es algo que se resolvió jurídicamente hasta décadas después de que los matrimonios mixtos hispanogodos se estuvieran produciendo. Al final, ser godo se convirtió en un signo de nobleza, pero había muy pocos elementos culturales germánicos que pervivieran, es decir, los godos se romanizaron. Pero en el Reino visigodo de Toledo no solo había hispanorromanos y godos, sino que también había galorromanos, suevos, africanos, griegos y sirios, britanos, así como algunos cántabros, astures y vascones, no todos porque los godos no gobernaron nunca sobre la totalidad de la península ibérica.
Así que la Spania del siglo VI o VII no era una región homogénea en términos étnicos e identitarios, ni tampoco era homogénea en términos religiosos, porque había católicos, arrianos, priscilianos, paganos y judíos. Todo esto es importante de destacar porque gobernar sobre una población diversa siempre tiene sus complicaciones. La sociedad visigoda es una sociedad propia de la Antigüedad tardía y del mundo posromano, porque se mantienen esas mismas tendencias del Bajo Imperio de declive de las ciudades, disminución del comercio, aumento de las desigualdades, y cristianización. Y a esto hay que sumarle nuevas tendencias que vimos en el episodio anterior, como el fin de las villas romanas y el auge de la aldea medieval y de granjas, algo muy bien estudiado arqueológicamente en la provincia de Madrid y otras zonas de la Meseta norte.
¿Y cómo estaba estratificada la sociedad visigoda? Pues como vimos en el episodio 9 Bajo Imperio y cristianismo en Hispania, la división social básica era entre los honestiores y los humiliores, los primeros coincidiendo generalmente con los más ricos y poderosos social y políticamente, además de existir la división fundamental entre libres y no libres. Con los cambios sociales ocurridos en época visigoda, aunque se seguía usando la terminología bajoimperial, también se usaban otros términos como maiores, seniores, o senatores para indicar un alto rango, frente a los inferiores, minores o viles que eran las personas libres que no estaban en los círculos del poder. Los privilegiados legalmente eran los godos hechos magnates, los terratenientes hechos aristócratas de servicio, obispos y miembros del alto clero, y todo aquel que ejerciera un cargo público de importancia. Entre los beneficios legales de las clases altas estaban que se le daba más validez a su palabra dada en un juicio y que los castigos que podían recibir eran distintos.
Luego estaban las personas libres pero no privilegiadas por las leyes ni generalmente tampoco desde el punto de vista socioeconómico. Aquí encontramos medianos y pequeños propietarios de tierras, propietarios de negocios y comerciantes, y trabajadores urbanos y de profesiones liberales que no mantenían relaciones de dependencia respecto a ningún terrateniente. Existían comunidades campesinas que se autogobernaban y que no tenían lazos políticos visibles con entidades supralocales, mientras que otras sí estaban integradas en unos círculos de poder más amplios, con notables diferencias regionales en esta integración sociopolítica o no, algo que también se seguirá viendo durante todo el período altomedieval. De esta forma se formaban islas de autoridad, en palabras de Iñaki Martín Viso.
Con el derrumbamiento de la autoridad imperial romana y su sistema productivo, el proceso de concentración de la riqueza propio del Bajo Imperio quedó truncado en algunas regiones, mientras que en otras cercanas a centros de poder y zonas ricas, como el área de Toledo, el valle del Guadalquivir o del Ebro, siguieron habiendo grandes magnates y una Iglesia que no hizo más que fortalecerse durante este período. De esta manera, podemos caracterizar la sociedad visigoda por encima de todo por sus relaciones de patrocinio y dependencia entre grandes señores y siervos y esclavos, pero de nuevo remarcando esas diferencias regionales, porque en algunas zonas las élites sociales o se empobrecieron o prácticamente desaparecieron.
Algunos autores creen que la sociedad del Reino visigodo estaba dominada por esclavos, pero aunque jurídicamente a veces se abusase de este término, no parece que ese fuera el caso y más con las tendencias propias del Bajo Imperio romano. Por tanto, el grueso de la población tenía la condición jurídica de siervo, que es un estatus con el que ni se puede considerar a la persona libre ni tampoco esclava. Los siervos en el Reino visigodo eran campesinos dependientes y de las pocas diferencias reales con la situación de un esclavo es que los siervos no podían ser comprados o vendidos ni ser separados de la propiedad en la que trabajaban. Las comunidades campesinas serviles, y los arrendatarios de tierras que realmente estaban en una situación muy similar a los siervos, pues eran comunidades bastante igualitarias y sus formas de desigualdad social eran sutiles, por ejemplo en sus adornos y entierros. Estas comunidades tenían algo de autonomía, y por ejemplo podían organizar asambleas rurales para gestionar conflictos menores entre ellos sin la intervención de su señor.
Había siervos del rey y del fisco, que gozaban de una buena consideración social; siervos de la Iglesia, bastante numerosos, que trabajaban las propiedades de los obispados y monasterios; siervos domésticos que vivían con su amo y trabajaban en el hogar; y siervos rústicos, que eran el grueso de los siervos, que labraban el campo de los grandes propietarios de tierras. La condición de los siervos era hereditaria, tenían que pagar una renta a sus señores, y no podían abandonar la tierra que labraban. Estaban obligados a servir como soldados si su señor así lo creía conveniente, y tenían pocos derechos, porque por ejemplo no podían llevar a su amo a juicio si éste abusaba de sus siervos. También es cierto que los patronos de los siervos tenían que asegurar la seguridad y alimentación de sus siervos, y como los siervos debían obedecer a su señor si éste por ejemplo se rebelaba contra el rey, los siervos no podían ser castigados legalmente porque solo habían obedecido. Así que nos encontramos ante una relación muy desigual, pero con obligaciones recíprocas.
El Veredicto: ¿Habría sido posible la restauración del Imperio romano?
En El Veredicto de hoy quiero plantearte algunas preguntas sobre la renovatio imperii de Justiniano para que me dejes tu respuesta en los comentarios. La primera de todas y la fundamental es, ¿crees que habría sido posible la restauración del Imperio romano? Imagina que estás en el siglo VI y que la historia aún no está escrita, ¿qué decisiones crees que se podrían haber tomado para reconquistar la antigua parte occidental del Imperio en su totalidad? Y luego relacionado con la Spania bizantina, ¿crees que Justiniano realmente quería conquistar todo el Reino visigodo con su intervención, o tenía otros motivos? ¿Habría sido posible poner a los aristócratas hispanorromanos de su lado? Espero tu respuesta en los comentarios del vídeo o en el pódcast. Y con eso, El Veredicto termina.
Avance y outro
Dicho esto, acuérdate de suscribirte al canal de YouTube y dos pódcasts La Historia de España – Memorias Hispánicas y de compartirlo con otros amantes de la historia si te gusta mi trabajo. Te animo a unirte al servidor de Discord y a seguir el programa en TikTok, Twitter, Instagram y Facebook para ver más contenido mío y debatir o resolver cualquier duda, tienes los enlaces abajo en la descripción. Y por supuesto, te animo a convertirse en mecenas en Patreon, miembro de YouTube o suscriptor de pago en Spotify para ganar beneficios exclusivos. En el próximo episodio hablaré sobre la construcción del Reino visigodo de Toledo de la mano del que probablemente sea su monarca más importante, Leovigildo. ¡Esto es todo por hoy, muchas gracias por escucharme y hasta pronto!
Fuentes
Álvarez Palenzuela, Vicente Ángel, editor. Historia de España de la Edad Media. Ariel, 2011.
Aragonés, Daniel Gómez. Historia de los visigodos. Editorial Almuzara, 2020.
Arce Martínez, Javier. Esperando a los árabes: Los visigodos en Hispania (507-711). Marcial Pons Historia, 2013.
C. Díaz Martínez, Pablo. El reino suevo (411-585). Akal, 2011.
Cardoso Daflon, Eduardo. «Tumultos e Clamores: Assembleias rurais e resistência camponesa na Hispânia Visigoda (Séculos VI-VIII).» Brathair 15.2 (2015): 132-167.
Castellanos, Santiago. The Visigothic Kingdom in Iberia: Construction and Invention. University of Pennsylvania Press, 2020.
Cernadas, José Miguel Andrade. «Sobre los orígenes de la sede mindoniense.» Rudesindus: miscelánea de arte e cultura 5 (2009): 35-42.
Collins, Roger. Early Medieval Spain: Unity in Diversity, 400-1000. St. Martin’s Press, 1995.
Collins, Roger. Visigothic Spain, 409-711. Blackwell Pub., 2004.
Dell’ Elicine, Eleonora, y Céline Martin, editoras. Framing Power in Visigothic Society. Discourses, Devices, and Artifacts. Amsterdam University Press, 2020.
Díaz Rodríguez, José María. «La sede episcopal de los britones.» Rudesindus: miscelánea de arte e cultura 6 (2010): 33-42.
García Moreno, Luis A. Historia de España visigoda. Cátedra, 1989.
Halsall, Guy. Barbarian migrations and the Roman West, 376–568. Cambridge University Press, 2007.
Isla Frez, Amancio. “El reino de los visigodos” Desperta Ferro Especiales 23 (2020): 6-13.
Loring, María Isabel, et al. La Hispania tardorromana y visigoda. Siglos V-VIII. Síntesis, 2007.
Manzano Moreno, Eduardo. Épocas Medievales. Dirigido por Josep Fontana y Ramón Villares, vol. 2, Crítica, 2009.
Martín-Iglesias, José Carlos, et al. La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2020.
Miranda-García, Fermín. Breve historia de los godos. Ediciones Nowtilus SL, 2015.
Monsalvo Antón José María, editor. Historia de la España medieval. Ediciones Universidad de Salamanca, 2014.
Panzram, Sabine, y Paulo Pachá, editores. The Visigothic Kingdom: The Negotiation of Power in Post-Roman lberia. Amsterdam University Press, 2020.
Pérez Martín, Inmaculada, y Pedro Bádenas de la Peña. Bizancio y la península ibérica: de la antigüedad tardía a la edad moderna. CSIC, 2004.
Quirós Castillo, Juan Antonio. «Early medieval landscapes in north‐west Spain: local powers and communities, fifth–tenth centuries.» Early Medieval Europe 19.3 (2011): 285-311.
Sánchez Ramos, Isabel. “Looking through Landscapes: Ideology and Power in the Visigothic Kingdom of Toledo.” Urban Interactions: Communication and Competition in Late Antiquity and the Early Middle Ages, editado por Michael J. Kelly y Michael Burrows, Punctum Books, 2020, 305–342.
Sayas Abengochea, Juan José y Manuel Abad Varela. Historia Antigua de la Península Ibérica II. Época tardoimperial y visigoda. Editorial UNED, 2013.
Soto Chica, José. «El reino de Toledo y sus relaciones externas.» Desperta Ferro. Arqueología e Historia 16 (2017): 20-25.
Soto Chica, José. Los visigodos. Hijos de un dios furioso. Desperta Ferro Ediciones, 2020.
Vallejo Girvés, Margarita, y Jaime Vizcaíno Sánchez, editores. El umbral del Imperio. Nuevas miradas a la Hispania bizantina. Editorial Universidad de Alcalá, 2023.
Vallejo Girvés, Margarita. «La presencia bizantina en el sur de la Península Ibérica: Más de 70 años de permanencia (552-625).» Andalucía en la historia 53 (2016): 20-25.
Vallejo Girvés, Margarita. Hispania y Bizancio: Una relación desconocida. Ediciones AKAL, 2012.
Vizcaíno Sánchez, Jaime. “La pugna de visigodos y bizantinos por el sur de Hispania” Desperta Ferro Especiales 23 (2020): 64-71.
Vizcaíno Sánchez, Jaime. La presencia bizantina en Hispania, siglos VI-VII: la documentación arqueológica. Vol. 24. EDITUM, 2009.
Wood, Jamie, Molly Lester, y Damián Fernández, editores. Rome and Byzantium in the Visigothic Kingdom: Beyond Imitatio Imperii. Amsterdam University Press, 2023.
Zavagno, Luca. «“Going to the Extremes”: The Balearics and Cyprus in the Early Medieval Byzantine Insular System.» Al-Masāq 31.2 (2019): 140-157.
Comentar