Este es el episodio 31 llamado La génesis del Reino de Pamplona y en este episodio aprenderás:
Vasconia en los albores de la Alta Edad Media
Si eres nuevo, acuérdate de suscribirte al programa en YouTube o pódcast y que puedes apoyarme económicamente por Patreon, YouTube, Spotify o con donaciones únicas, tienes enlace en la descripción. Antes de hablar de la formación del Reino de Pamplona, es importante ver cuál era la situación de la región de Vasconia antes de eso, y cuando hablo de Vasconia excluyo la Vasconia francesa o Gascuña e incluyo País Vasco, Navarra, así como parte de La Rioja y el Alto Aragón que en aquellos momentos tenían una cultura más vascona que latina. Vasconia en época goda era una región periférica no sometida a los visigodos y con unas milicias que desempeñaban un liderazgo sobre un ámbito geográfico local y comarcal muy limitado y pobre en recursos.
Esto explica que muchas veces se dedicasen al bandidaje y saqueo y que su sociedad tuviera pocas desigualdades y bastante movilidad social según la fortuna en la guerra. La región vascona estaba abierta a las influencias francas y visigodas, a veces facciones vasconas apoyaban a los godos y otras a los francos, pero siguió siendo un territorio no integrado en ningún reino y con Pamplona como único núcleo urbano relevante y con un obispo. El cristianismo fue consolidándose entre los siglos V y VIII, aunque es posible que quedaran poblaciones paganas en los siglos VIII y IX. Con la conquista islámica se sometió en parte Vasconia, hubo una guarnición y población civil islámica de origen norteafricano en Pamplona, y hubo algunos terratenientes nativos como los Banu Qasi que se convirtieron al islam.
Tras la conquista islámica observamos que las élites vasconas cristianas eran enterradas con objetos de prestigio como anillos con inscripciones árabes, que, aunque no pudieran leer, les daba un reconocimiento social por representar sus conexiones con los nuevos amos de la península ibérica. La historia de Pamplona y en general de toda Vasconia entre el último tercio del siglo VIII y las primeras décadas del siglo IX es bastante oscura y confusa por la parquedad de las fuentes. Como vimos en el episodio 28 La época de Carlomagno. Parte 1, hubo una primera irrupción de los francos en la Vasconia peninsular en la campaña del 778 que provocó estragos por toda Vasconia y la destrucción de las murallas de Pamplona, pero culminó con la victoria vascona sobre los francos en la primera batalla de Roncesvalles.
Para entonces es posible que la guarnición musulmana bereber y sus familiares hubieran desaparecido ya de la capital navarra, pero eso no significa que la influencia islámica hubiera desaparecido en la región. En la campaña del emir Abd al-Rahman I del 781 aparecen los nombres de dos magnates vascones, Jimeno el Fuerte y García Belascotenes. Del primero se plantea la hipótesis que sea antepasado común de los Arista y Jimena que gobernaron el Reino de Pamplona, y del segundo que dominaba la comarca aragonesa del Sobrarbe y que fue padre del conde de Aragón García el Malo. Vasconia volvió a ser un territorio en líneas generales no integrado en ningún estado y fragmentado políticamente en jefaturas de hombres fuertes con sus redes clientelares, que a veces tenían que someterse y entregar rehenes y tributo a los cordobeses.
Iñigo Arista y la fundación del Reino de Pamplona
Para el año 799 el cronista Ibn Hayyan da una escueta noticia en que afirma que gentes de Pamplona traicionaron y asesinaron a Mutarrif ibn Musa de los Banu Qasi, pero como no sabemos si actuaba como gobernador de Pamplona o si quiera si se encontraba en Pamplona pues es difícil de interpretar este hecho. Si tenemos en cuenta hechos contemporáneos como la preparación para la conquista carolingia de Barcelona o la presencia del rebelde muladí Bahlul ibn Marzuq y de embajadores del Reino de Asturias en la corte de Tolosa del rey Luís el Piadoso, podemos plantear la hipótesis bastante verosímil de que los responsables del asesinato de Mutarrif eran una facción de pamploneses favorables a entrar en la órbita carolingia.
Ya vimos en el episodio 29 La época de Carlomagno. Parte 2 que esta facción triunfó durante unos años, porque el gobernador de Pamplona en los primeros años del siglo IX era un leal a los francos llamado Velasco. Aparecieron pues dos tendencias o facciones rivales en la Vasconia no sometida a dominio directo islámico: los partidarios de buscar la protección en la corte carolingia y los partidarios de mantenerse en la órbita andalusí y en un cierto reconocimiento nominal de los emires omeyas de Córdoba. Fíjate que ambas opciones suponen que Vasconia se mantuviera como un territorio periférico con una amplísima autonomía política y solamente con un reconocimiento nominal a una lejana autoridad central, un delicado juego de equilibrios en la frontera del mundo cristiano e islámico.
Con el nombramiento de Amrus ibn Yusuf como gobernador de la Marca Superior, se fue restaurando el dominio omeya sobre la región y por su gran poder Amrus se granjeó enemigos. Es por ello que los Banu Qasi abandonaron su lealtad y formaron una coalición compuesta por gentes del Alto Aragón, Álava, la Castilla primitiva, Amaya y Pamplona, y probablemente entre sus apoyos ya estaban los Arista, pues Iñigo Arista era hijastro por parte de madre de Musa ibn Fortún y fue hermanastro de Musa ibn Musa. Por cierto, quiero aprovechar para desmentir un mantra muy repetido y es eso de la alianza duradera entre los Banu Qasi y Arista hasta que los Arista fueron reemplazados por los Jimena en el 905.
Lo cierto es que la alianza entre los Arista y Banu Qasi no continuó tras la muerte de Iñigo Arista en el 851, ya que ambas familias se expandían en un mismo espacio y los soberanos pamploneses a veces se aliaban con la monarquía asturleonesa, otras con rebeldes muladíes, y solo de manera muy puntual con los Banu Qasi, sin que hubiera una alianza estratégica duradera. Aclarado esto, la coalición de los Banu Qasi y cristianos de principios de siglo fue derrotada y en el 806 puede que algunos se acogieran a la protección carolingia, en un contexto en que el Imperio carolingio aún intentaba expandirse por tierras hispanas con la incorporación de Ribagorza, Pallars y el Alto Aragón o los intentos de tomar Tortosa y Huesca.
Por ejemplo, el conde Aznar I Galíndez recuperó para los carolingios el condado de Aragón, que había sido ocupado por Amrus ibn Yusuf, pero para el año 812 se frenaron los avances carolingios tras la paz firmada con el emir al-Hakam. El rey Luís el Piadoso intervino con sus tropas en Pamplona y castigó la desobediencia de los vascones peninsulares, pero para poder volver seguro sin sufrir una emboscada tuvo que atravesar los Pirineos con mujeres y niños de rehenes. Esto refleja bien la debilidad de la tenue autoridad carolingia en Vasconia, que más parecía un país enemigo que un territorio sometido. Ante la peligrosa pérdida de influencia islámica sobre Vasconia, el emir al-Hakam organizó una devastadora aceifa en el año 816 contra los territorios vascones controlados por Velasco en nombre de los carolingios y por Alfonso II de Asturias.
Esta expedición y el levantamiento de los vascones de la Gascuña contra la autoridad carolingia cambió el balance de poder en la región y provocó inestabilidad y guerras. Fue por el desprestigio de la derrota del 816 que Velasco y la facción partidaria de los carolingios perdió el poder en Pamplona y fueron desplazados por los partidarios de mantenerse en la órbita de al-Ándalus. Según el historiador Juan José Larrea, para los vascones someterse a sus correligionarios francos no ofrecía las mismas garantías de autonomía y no injerencia en la política local que ofrecía el orden islámico andalusí. Es muy fácil de entender este razonamiento al tener en cuenta lo que ocurrió en la Lombardía, en Septimania o en la futura Cataluña Vieja, es decir, ahí muchas veces reemplazaron los condes y obispos hispanos por francos.
Tras décadas de tensiones, alianzas y guerras en Vasconia sobresalió entre los años 816 y 820 el liderazgo de Eneko Aritza, conocido en español como Iñigo Arista, de la estirpe conocida por los árabes como Banu Wannaqo. De Iñigo Arista pocos datos tenemos aparte de su nombre, sus conexiones con los Banu Qasi y su muerte en el 851. Si ya nos pueden parecer pocas las fuentes primarias para el Reino de Asturias, este problema es aún mayor en el Reino de Pamplona porque no tenemos una crónica propia hasta el siglo XII y para períodos anteriores nos tenemos que limitar a las referencias de las crónicas árabes, francas, asturleonesas y a algunos documentos concisos y genealogías como el códice de Roda.
Un hecho sí conocido es que en el pequeño condado de Aragón, en la porción noroeste del actual Aragón, García el Malo fue víctima de una burla que provocó una reacción desmesurada por su parte. García el Malo mató a su cuñado, repudió a su mujer y desplazó de los dominios aragoneses a su suegro, el conde Aznar I Galíndez, todo con la ayuda de su nuevo suegro, Iñigo Arista. De este modo quedó instalado en el condado de Aragón García el Malo, con relaciones de dependencia respecto al soberano de Pamplona, mientras que el conde Aznar de Aragón le rogó al emperador carolingio que le diera un nuevo condado y recibió el condado de Urgel y Cerdaña. Es en estas circunstancias en las que en la asamblea anual del Imperio carolingio del 824 se decidió organizar una expedición con las tropas de la Gascuña, el País Vasco francés, en apoyo a unos condes llamados Eblo y Aznar para hacer una demostración de fuerza y restaurar la obediencia franca de la Vasconia peninsular.
Las tropas carolingias atravesaron lo que llamaban país de los vascones, pamploneses y navarros, llegaron hasta Pamplona y cumplieron aparentemente su misión, y de regreso por los pasos de Roncesvalles fueron masacrados y los condes Eblo y Aznar capturados, en la conocida como segunda batalla de Roncesvalles. En ese mismo año en que el emir cordobés hizo campaña en Álava y Castilla, los vascones enviaron al conde Eblo a Abd al-Rahman II como regalo y muestra de su obediencia, mientras que el conde Aznar fue liberado porque tenía lazos familiares con los vencedores. De este modo el año 824 representa la victoria de las élites vasconas proandalusíes frente a las procarolingias, porque los francos jamás volvieron a intentar hacerse con Pamplona.
¿Y cuáles eran los límites de los dominios de los Arista? Pues de modo similar a como ocurría en las primeras décadas de existencia del Reino de Asturias, le viene grande hablar de reino para Pamplona en el siglo IX y es más correcto pensar en esto como una jefatura política y un señorío. La autoridad de los Arista se limitaba al entorno de Pamplona hasta Roncesvalles y por el este hasta Sangüesa, y el actual País Vasco o el suroeste de Navarra en torno al municipio de Estella quedaba fuera de sus límites. ¿Fundó Iñigo Arista el Reino de Pamplona, o era un señor local sometido a al-Ándalus? Pues lo cierto es que ambas opciones tienen su parte de verdad.
Desde el punto de vista actual de estados con unos límites de soberanía muy claros olvidamos que durante la mayor parte de la historia humana esto no ha sido así, y las fronteras medievales no eran líneas duras sino espacios permeables con sus dinámicas específicas. El nacimiento de un reino solía ser más un proceso que un hecho con una fecha concreta. Como ha estudiado Larrea, los soberanos de Pamplona del siglo IX se movían en un frágil equilibrio de doble legitimidad, porque de cara al exterior eran gobernadores sometidos a la autoridad del emir de Córdoba y al pago de un tributo irrisorio y testimonial, pero de cara al interior eran príncipes cristianos con unos símbolos y discursos asociados a la realeza.
Es muy elocuente el testimonio del cronista Ibn Hayyan, que se refiere a los Arista como emires o señores de Pamplona y de los vascones, mientras que emplea el término rey o tirano para hablar de los monarcas de Asturias. Estos equilibrios eran difíciles desde el exterior, porque los navarros eran vistos como dimmíes bárbaros de zonas marginales del mundo islámico que no estaban lo suficientemente civilizados como para profesar el islam, y otras veces eran vistos como rebeldes a los que habían de arrancarles el tributo por la fuerza.
Por otro lado, el clero cercano al cristianismo militante mozárabe y algunos vascones sometidos a los Arista tampoco aceptaban bien la relación cercana de esta dinastía con los musulmanes, tal y como reflejan los acercamientos posteriores y duraderos a Oviedo y León, la presencia en los monasterios navarros del siglo IX de textos polemistas antiislámicos, o la falta de santuarios y monasterios de renombre en el entorno cercano a la capital. Estas contradicciones internas del discurso de poder de los Arista fueron resultas en el siglo X cuando Sancho Garcés de la dinastía Jimena convirtió el Reino de Pamplona en todo un reino independiente y aliado del Reino asturleonés, frente a Córdoba y al ya decadente dominio de los Banu Qasi.
Y para finalizar esta sección con un breve comentario sobre la sociedad del señorío de Pamplona, hay que decir que tenemos pocas certezas porque del siglo IX no se conservan ni una veintena de documentos y diplomas del espacio vascón cristiano. Podemos decir que, si la sociedad vascona conquistada por los árabes y bereberes era una sociedad sumamente pobre, atomizada en poderes locales frágiles e inestables y con poca estratificación social, entre los siglos IX y X fue poco a poco transformándose la sociedad navarra y aragonesa con una mayor concentración del poder. En Vasconia en época goda y en la Alta Edad Media no había una aristocracia fuerte, los únicos grandes patrimonios eran los del rey y algunas abadías hasta el siglo XI, y los campesinos y ganaderos navarros y aragoneses de este período eran mayoritariamente de condición libre.
Musa ibn Musa y el auge de los Banu Qasi
El linaje muladí de los Banu Qasi fue uno de los más destacados de la historia de la Marca Superior andalusí, aunque su historia ha sido un tanto mitificada. Para empezar, las referencias a un gran conde godo llamado Casio que pactó con los musulmanes y llegó a convertirse en cliente del propio califa de Damasco son referencias solo aparecidas en relatos posteriores a la conquista, parte de la memoria de los Banu Qasi que querían magnificar sus orígenes familiares cuando se convirtieron en un poderoso linaje en el siglo IX. Como indicó Jesús Lorenzo Jiménez en su estudio de referencia sobre esta familia, si los Banu Qasi conservaron su patrimonio a diferencia de los descendientes de Witiza o Teodomiro es porque sus propiedades no despertaban la ambición de la nueva élite árabe.
Es en la década del 780 y 790, en una época convulsa para la Marca Superior por las rebeldías de jefes árabes y muladíes y el intervencionismo carolingio, cuando aparecen en las fuentes de manera más fidedigna los Banu Qasi. En aquellos tiempos aún eran una de las diversas familias relevantes de la zona y poseían sus tierras entre Tarazona, Borja y Alagón, al noroeste de Zaragoza y por La Rioja. Los Banu Qasi al principio permanecieron leales a los emires omeyas, pero cuando Amrus ibn Yusuf se convirtió en amo y señor de la Marca Superior probablemente tomó acciones contra los Banu Qasi y eso provocó que formasen una coalición con cristianos notables de la región, aunque finalmente fueron derrotados.
Tras la muerte de Amrus ibn Yusuf en el 812 se abrió una oportunidad para que los Banu Qasi se hiciesen con el dominio de la arena política de la Marca Superior y de ahí que a partir del 839 aparezca repetidamente Musa ibn Musa como el más poderoso político y magnate de la Marca Superior, con un arraigo local tan fuerte que le permitía oscilar a veces entre la lealtad a Córdoba y la rebeldía sin que el emir pudiese socavar las bases de su poder ni reemplazar a los Banu Qasi. De forma exagerada en las crónicas asturianas se habla de Musa ibn Musa como tercer rey de España, pero eso solo era para ensalzar la victoria del rey Ordoño sobre Musa en la batalla de Albelda, y a todas luces tal calificativo no se corresponde con la realidad. No fundó ningún reino independiente y actuaba dentro de los parámetros políticos del Emirato de Córdoba y del mundo islámico. Lo que quería Musa era acumular poder y hacerse amo de la Marca Superior sin que el emir se entrometiese en sus asuntos, y tras la muerte de Abd al-Rahman II lo consiguió.
Pero volviendo un poco para atrás, en las primeras aceifas contra Álava y Castilla del emir Abd al-Rahman II no se menciona a Musa y solo se hace una referencia genérica a la habitual participación o protagonismo total de las tropas de frontera en estas campañas. Pese a eso, podemos afirmar que las sólidas bases de poder del clan se fueron construyendo en esos años de ausencia en las fuentes escritas y si el emir no atacó Pamplona fue por las buenas relaciones entre Iñigo Arista y los Banu Qasi y que seguramente los vascones pagaban tributo. El emir mandó una expedición en el 839 para inspeccionar las fronteras y reforzar las fortificaciones, y en esta expedición más burocrática que ofensiva participó Musa ibn Musa con una razia contra Álava y Castilla y su hijo Fortún defendió Medinaceli, en Soria, de un ataque cristiano.
Abd al-Rahman II recompensó a Musa por su exitosa campaña con cargos de mayor importancia administrativa y militar tales como el de gobernador de Tudela y de los territorios más extremos de la frontera. Estar en la frontera suponía un riesgo mayor que estar en otras provincias, pero también los beneficios podían ser mucho mayores porque con la guerra contra los territorios enemigos se podía acumular riquezas o pactar con los cristianos. Sus cargos permitieron a Musa incrementar el patrimonio familiar y fortificar la que se convirtió en una de las plazas más importantes de la familia, Arnedo, en La Rioja. Para el 841 Musa se rebeló contra el emir, según los cronistas por algún tipo de rivalidad con un general y persona cercana a la corte, y es que en las revueltas de Musa la desobediencia iba más contra algunos delegados del emir que contra el propio emir.
Abd al-Rahman II envió a uno de sus más leales clientes a hacer frente a la sublevación y éste derrotó a Musa en Borja, capturó la plaza defendida por su hijo Lubb, y como Musa se vio incapaz de defender Tudela pactó la entrega de la plaza. Aun así, el enviado de Córdoba continuó sus ataques no solo contra los Banu Qasi sino también contra sus parientes y aliados de Pamplona, los Arista. Lo que no se esperaban los omeyas es que Musa e Iñigo Arista consiguieran derrotar al general cordobés y capturarlo. La reacción del emir no se hizo esperar y al año siguiente envió una nueva expedición de castigo contra Pamplona que regresó a la capital andalusí con cautivos, pero sin cumplir los objetivos de someter a Musa ibn Musa y liberar a sus prisioneros.
La situación ya se estaba volviendo esperpéntica y un dolor de cabeza para el emir que veía como lo toreaban, y de nuevo Abd al-Rahman II preparó una campaña contra Pamplona en el 843, defendida por la coalición de los Banu Qasi, Arista y gentes de Álava y Castilla. En esta ocasión los rebeldes no tuvieron tanta suerte y murió un hermano de Iñigo Arista y numerosos notables de entre sus filas, y Musa e Iñigo a duras penas pudieron huir. En Córdoba la cabeza del hermano del soberano pamplonés y de otros fue mostrada como trofeo de guerra. Un grupo de sesenta pamploneses solicitó el amán y empezó a servir en las filas del emir, y lo mismo hizo un hijo del propio Iñigo Arista que incluso tuvo un hijo ya convertido al islam que ejerció de gobernador de Huesca.
Musa negoció el perdón y se comprometió a liberar prisioneros a cambio de su reconocimiento como gobernador de Arnedo. Iñigo Arista tardó más en rendirse y de ahí que la campaña de devastación prosiguiese en los campos de Navarra, hasta que también se comprometió a liberar prisioneros de Huesca y a pagar 700 dinares al año a Córdoba en concepto de jizya, el impuesto de los dimmíes, a cambio de que el emir reconociera su autoridad en Pamplona. Ninguna de estas paces duró y en el 844 Musa atacó Tudela para intentar recuperarla, pero al ver el ejército que se le venía encima el patriarca de los Banu Qasi capituló sin presentar batalla. También tuvo que ver esta rápida paz con que el emir estuvo muy interesado en ganarse su lealtad de nuevo porque quería que aportase hombres para la defensa de al-Ándalus frente al primer ataque vikingo sobre la península ibérica, que los había pillado desprevenidos.
En el 846 los Banu Qasi se mostraron desobedientes de nuevo porque dos hermanos que gobernaban Zaragoza y Tudela aprovecharon su posición para hostigar a la familia muladí y a sus aliados pamploneses. Musa volvió rápidamente a la obediencia a la que el sucesor de Abd al-Rahman comandó un ejército, mientras que Vasconia sufrió estragos. Una situación similar se repitió en el 850 por el ataque de los Banu Qasi contra Tudela, Tarazona y Borja, y esta vez Musa tuvo que entregar como rehén a un hijo suyo para que le concediesen el perdón. Musa era como una mosca cojonera y como Abd al-Rahman no quería estar mandando cada año expediciones contra Musa optó por devolver el cargo de gobernador de Tudela al patriarca de los Banu Qasi. Si es que ser persistente a veces tiene recompensa, y ya con el emir Muhammad lo mantuvieron aún más contento y leal con el cargo de gobernador de Zaragoza y de toda la Marca Superior.
El Imperio carolingio y Marca Hispánica de Luís el Piadoso
Dejando de lado el espacio vascón, en la gran potencia cristiana de Occidente murió el emperador Carlomagno en el año 814 y fue sucedido por su único hijo que seguía con vida, Luís, quien hasta entonces se había encargado de los asuntos del sur de Francia y de la península ibérica como rey de Aquitania. Luís ganó su apodo de el Piadoso porque nada más empezar su reinado elevó los estándares morales, estandarizó la regla benedictina para los monasterios, y criticó el comportamiento sexual de sus hermanas e incluso la moralidad de su padre. Uno de los motivos para este fervor puritano era la necesidad de Luís de legitimarse frente a otros pretendientes carolingios, como su sobrino, que mantenía Italia independiente, hasta que cegó a su sobrino provocándole la muerte, hecho del que se arrepintió y por el que hizo penitencia.
A todo esto, murió también su primera esposa y se casó de nuevo con una aristócrata llamada Judit, que tuvo un papel importante en la crisis del Imperio carolingio. En la Marca Hispánica en el 816 el emir al-Hakam ordenó a su tío Abd Allah, señor de Valencia, que atacase Barcelona, pero aunque derrotó a las tropas del conde Bera de Barcelona no pudo reconquistar la plaza para los musulmanes, porque la Cataluña Vieja estaba mejor integrada que los Pirineos occidentales y centrales al resto del Imperio carolingio por las mejores comunicaciones a través de los caminos. Este mismo conde Bera fue acusado de traición y en la corte de Aquisgrán lo vemos en el 820 librando un juicio por combate a caballo al estilo godo para defender su honor.
La acusación venía de un subordinado del conde Gaucelmo del Rosellón y Ampurias, rival y hermanastro de Bera, por lo que más que probablemente no era más que una acusación sin base alguna y producto de la envidia, porque Bera no solo gobernaba en Barcelona sino también sobre Gerona y los condados pirenaicos de Rasés y Conflent. No hay motivos para defender como se hace en la historiografía catalana de la segunda mitad del siglo XX que hubiese algún tipo de faccionalismo por motivos étnicos e ideológicos entre un Bera proclive a buscar la paz con los musulmanes y de tendencias secesionistas godas y un Gaucelmo partidario de la guerra sin tregua y de los francos. En cualquier caso, Bera fue derrotado en el duelo y así se lo tomó como culpable, pero en vez de aplicarle la pena capital el emperador Luís el Piadoso lo desterró para el resto de sus días.
Como resultado del juicio por combate el hijo de Bera quedó como conde de Rasés y Conflent, mientras que Barcelona y Gerona quedaron en manos de un noble franco llamado Rampón en quien Luís confiaba plenamente. De este modo Gaucelmo pudo sacudirse de su rival, pero tampoco ganó nada. En el año 822 hubo una campaña de saqueo franca por la provincia de Lérida, y tras la muerte de Rampón en el 825 se eligió como nuevo conde de Barcelona y Gerona al que con el tiempo sería conocido como Bernardo de Septimania, hermano menor de Gaucelmo que tuvo un papel crucial en la crisis del Imperio carolingio. Es en este contexto en que se produce la revuelta de Aizón en los años 826 y 827.
Aizón es un personaje que sigue siendo un enigma en la historiografía y lo único que sabemos con certeza es que escapó de una prisión carolingia. Se plantean tres hipótesis de la identidad de Aizón: una sería que fuera godo, otra que fuera un señor árabe de la frontera de Osona que quiso frenar los avances francos, y la tercera y yo creo que más plausible es que se tratase de un ya anciano Aysun, el hijo del gobernador Sulayman al-Arabi de Barcelona y Gerona que fue capturado durante la conquista de Gerona del 785. Si era Aysun, lo podemos interpretar como que quería volver a los tiempos en que Barcelona y Gerona escapaban tanto del dominio efectivo cordobés como franco, y lo curioso es que en esta revuelta también lo apoyaron notables de la región como el hijo de Bera.
Los rebeldes se hicieron primero con el control de Osona, región de la Cataluña central solo controlada de forma débil por los carolingios, y empezaron a atacar la Cerdaña y Barcelona, pero al conocer que Bernardo venía con un ejército reforzado por órdenes imperiales Aizón pidió ayuda al emir de Córdoba. El emir envió un ejército bajo el mando de Ubayd Allah ibn al-Balansi, y con estos refuerzos Aizón y los rebeldes pudieron causar estragos en la mayor parte de los condados carolingios hispanos. En vez de enfrentarse abiertamente al gran ejército carolingio, los rebeldes acompañaron a los musulmanes en su regreso a Córdoba y allí pasaron el resto de sus días.
Como consecuencia de la guerra Osona perdió población y se mantuvo como tierra sin estado hasta finales del siglo IX. La familia de Bernardo ganó nuevos condados hasta que el propio Bernardo recibió los honores de los condados de Narbona, Béziers, Agda, Maugio y Nimes, de ahí que se le empezase a llamar duque de Septimania. Sin embargo, la consecuencia más importante fue que dos aristócratas muy importantes en la corte perdieron sus honores, Hugo de Tours y Manfredo de Orleans, y con ello sus redes clientelares también se vieron afectadas. La persecución que lanzó el emperador contra ellos fue la primera ficha de dominó que cayó y provocó las guerras civiles del Imperio carolingio, y así es como la revuelta de Aizón provocó un efecto mariposa con unas consecuencias importantísimas para la historia de Europa.
A partir de Bernardo la Marca Hispánica entró de lleno en la política interna del mundo carolingio, más allá de ser una frontera militar con perspectivas de expansión. Su brillante ascenso político llevó a que el emperador lo nombrase chambelán, pero esto también le granjeó muchos enemigos en la corte, fue acusado de cometer adulterio con la emperatriz Judit y por lo tanto de empeñar la moralidad del palacio, y finalmente tuvo que abandonar la corte y volver a sus dominios del sur del Imperio carolingio. Un hermano suyo fue capturado, cegado y exiliado, y su hermano Gaucelmo también tuvo que buscar refugio y mantener un perfil bajo por un tiempo.
Estas tensiones tienen que ver con el ataque a la facción de los dos prominentes cortesanos depuestos por la revuelta de Aizón y por la sucesión al trono y el reparto del imperio según la tradición franca, que recordemos no veía al imperio como una entidad política indivisible sino como patrimonio privado del monarca, y solo el azar había permitido una sucesión única en Carlomagno y Luís. En el 817 el emperador quiso superar la tradición franca y promulgó unas directrices en que nombraba a su hijo primogénito Lotario como único heredero del imperio, mientras sus hijos Pipino y Luís iban a gobernar como reyes de Aquitania y Baviera subordinados a Lotario. La cosa se lió en el 829 cuando Luís el Piadoso decidió que su hijo Carlos, hermanastro de sus otros herederos, recibiera parte de la herencia al ser designado rey sobre regiones centrales del Imperio carolingio como Alamania, Alsacia o Borgoña.
Los continuos cambios de Luís el Piadoso en el testamento fueron objeto de críticas muy válidas porque los aristócratas se quejaban de que los obligaba a hacer juramentos de fidelidad para luego tener que cambiarlos. Fueron los tres hijos del primer matrimonio de Luís, Lotario, Pipino y Luís, quienes hicieron un levantamiento contra Bernardo de Septimania y la emperatriz Judit, en retrospectiva se dice que para evitar que su hermanastro Carlos recibiera parte de la herencia.
Sin embargo, historiadores como Marios Costambeys y Matthew Innes sostiene que la conspiración tiene mucho más que ver con la caída en desgracia de Manfredo de Orleans y Hugo de Tours, que era suegro de Lotario, mientras que por ejemplo Pipino participó porque estaba cansado de que su padre se entrometiese en el gobierno de Aquitania. Lotario brevemente depuso de facto a su padre y lo puso a él y a Carlos bajo su custodia, pero esta situación no pudo sostenerse y Luís recobró el trono con la ayuda de su hijo Luís el Germánico, si bien no recobró toda la dignidad perdida.
Empezaba así la crisis del Imperio carolingio por el reparto de la herencia que socavó poco a poco el poder, prestigio y legitimidad de la dinastía carolingia. Se anuló la orden del mantenimiento del imperio unitario que favorecía a Lotario y se planteó el reparto del Imperio carolingio entre los cuatro hijos a la muerte de su padre y sin que hubiera ningún emperador. Pipino de Aquitania y Luís el Germánico no estaban lo suficientemente satisfechos porque aspiraban a gobernar el imperio, y para cuando su padre se dio cuenta de la situación que se estaba generando ya era demasiado tarde. Instigado por Bernardo de Septimania, Pipino I de Aquitania se rebeló contra su padre en el 831.
Su antiguo consejero, el conde Berenguer de Tolosa, permaneció leal al emperador y por eso lideró las campañas contra Bernardo de Septimania, y como fue acumulando victorias Pipino y Bernardo fueron obligados a ir a la corte y recibir su castigo. Pipino perdió su reino a favor de Carlos, y Bernardo perdió todos sus cargos a favor de Berenguer de Tolosa. A todo esto, de nuevo los tres hermanos aupados por el papa se levantaron contra su padre en el 833 con un pacto de compromiso entre los hermanos en que se reconocería a Lotario como emperador único, pero con una Aquitania y Baviera considerablemente engrandecidas a costa de la herencia de su hermanastro Carlos. Los hombres de Luís el Piadoso desertaron y Lotario obligó a su padre a realizar una humillante penitencia, porque la moralidad y el pecado eran las armas de retórica política más importantes del mundo carolingio.
El emperador supo ganar tiempo suficiente para que las tensiones entre los rebeldes estallasen, y lo hizo bien ya que sus hijos Pipino y Luís traicionaron a Lotario porque no querían reconocer su supremacía. Con la ayuda de los aún fieles al emperador derrotaron a Lotario y lo mandaron de vuelta a Italia, mientras que se restauró buena parte de la autoridad del emperador, si bien su prestigio quedó tocado para el resto de la historia. En la Marca Hispánica Berenguer de Tolosa no lo tuvo fácil para hacer valer su autoridad en estos años de inestabilidad. El hijo de Aznar Galíndez de Urgel y Cerdaña había ocupado Pallars y Ribagorza y Bernardo de Septimania tenía muchos apoyos en la región.
Por ejemplo, el recién nombrado conde Sunifredo de Urgel y Cerdaña, padre de Wifredo el Velloso, tuvo que emplear la fuerza para quitarle al hijo de Aznar Urgel y Cerdaña, y aún así este mantuvo Pallars y Ribagorza durante más años antes de ir a reclamar la herencia del condado de Aragón tras la muerte sin descendencia del hijo de García el Malo. Para resolver este embrollo el emperador Luís convocó a Bernardo y a Berenguer, pero Berenguer murió de camino. Como Bernardo de Septimania había ayudado en la derrota de Lotario y había perdido a su hermano Gaucelmo en la guerra el emperador decidió recompensarle con los condados de Berenguer, que incluían gran parte de la Marca Hispánica y Septimania. Bernardo gobernó estos territorios a través de vizcondes porque estuvo en general ausente para estar más cerca del centro político del imperio y participar en las guerras civiles.
Muerto Pipino I de Aquitania y tras la fallida revuelta de Luís el Germánico en que perdió su herencia excepto por Baviera, el emperador decidió una nueva división del Imperio carolingio que aumentaba la herencia de Carlos el Calvo a costa de la de los hijos de Pipino, todo esto con la aceptación de Lotario que se iba a quedar la parte oriental del imperio a excepción de Baviera. Los seguidores de Pipino no lo aceptaron y proclamaron rey de Aquitania a su primogénito, Pipino II. Luís el Piadoso estaba haciendo campaña contra los seguidores de Pipino y de Luís el Germánico cuando la muerte lo sorprendió en el año 840, dejando un imperio enfrentado.
La división del Imperio carolingio
A Carlos el Calvo le había tocado el gobierno de Francia Occidental, más o menos la actual Francia y la Marca Hispánica, pero se encontró graves desafíos porque su sobrino Pipino II de Aquitania gozaba de la lealtad de los aristócratas del sur y Lotario dejó Italia y se plantó en Francia con la ambición de heredar todo el Imperio carolingio unido. En la batalla de Fontenoy Carlos el Calvo y Luis el Germánico unieron fuerzas y vencieron a Lotario y el proyecto de continuidad imperial que representaba. En esta batalla Bernardo de Septimania se creyó lo suficientemente poderoso como para no jurar lealtad a ningún lado y solo prometer fidelidad a Carlos cuando la batalla ya había terminado, pero este fue el principio del fin para él.
El rey de Francia Occidental obviamente no confiaba en Bernardo, e hizo bien porque Bernardo participó en la defensa de la Tolosa leal a Pipino II de Aquitania frente a las tropas de Carlos y fue capturado y ejecutado por su infidelidad. En el 843 los vikingos empezaron a asolar el mundo carolingio, los bretones se rebelaron, y Borgoña y Aquitania también estaban agitadas. Por eso los hermanos llegaron a un acuerdo, el famoso tratado de Verdún, que dejaba a Pipino II fuera de la herencia y dividió el Imperio en tres partes: Carlos se quedaba con los territorios occidentales, Luís con los orientales, y Lotario la llamada Francia Media que incluía la mitad norte de Italia y Borgoña hasta llegar a Países Bajos.
De forma errónea la historiografía nacionalista convirtió el tratado de Verdún en un hito fundacional de las naciones europeas, pero lo cierto es que hubo muchos más repartos y fusiones de los territorios carolingios, la cultura política siguió siendo franca y no francesa o alemana, y los mayores aristócratas siguieron manteniendo propiedades e intereses en los distintos reinos carolingios. Lo que pretendían los reyes carolingios no era crear estados-nación sino imitar el ejemplo de Carlomagno, de ahí que por la existencia de varias ramas familiares buscasen apropiarse del título de emperador para ponerse por encima de otros familiares, incluso cuando ya vimos que para Carlomagno no fue un título particularmente importante.
El Imperio carolingio no dejó de existir en el 843, porque los horizontes políticos de los múltiples reyes carolingios y sus fieles iban más allá de su reino. Era precisamente la idea imperial lo que llevaba a los carolingios en guerra entre ellos, no unas fuerzas nacionales centrífugas. Hay que ir con cuidado con las fáciles narrativas de auge y declive de imperios en retrospectiva porque nos puede llevar a olvidar que la política, también en la actualidad, suele ser muy cortoplacista y no preocuparse por las tendencias históricas más a largo plazo. Estas dinámicas políticas de rivalidades en el seno de la dinastía carolingia y lucha por la supremacía, las alternativas que esto abría a que familiares o aristócratas buscasen fidelidad en un rey u otro, y las amenazas externas de eslavos, musulmanes o vikingos generaron mucha inestabilidad.
Finalmente minaron la legitimidad de la dinastía carolingia hasta el punto de surgir nuevas dinastías tras la muerte de Carlos III el Gordo en el 888, que marcó el derrumbamiento definitivo del Imperio carolingio. Volviendo a los hechos tras la muerte de Luís el Piadoso, en la Marca Hispánica el conde Sunifredo I de Urgel y Cerdaña supo hacer frente a una expedición mandada en el 841 desde Córdoba para aprovecharse de la inestabilidad del Imperio carolingio. Este éxito en repeler la aceifa musulmana le valió primero una recompensa en forma de múltiples propiedades al norte y sur de los Pirineos, y con su probada fidelidad a Carlos y la muerte de Bernardo Sunifredo se convirtió en marqués de la mayoría de los condados de la Marca Hispánica y Septimania, incluyendo Barcelona.
Al lado de sus dominios se encontraba el Reino de Aquitania, que estaba siendo saqueado por los vikingos y donde el gran ejército de Carlos el Calvo fue derrotado por el rey Pipino II y Guillermo, hijo de Bernardo de Septimania. La gravedad de las devastaciones vikingas obligó a Carlos a reconocer a Pipino II el gobierno de la mayor parte de Aquitania, nominalmente subordinado a él. La situación se agravó porque los invasores capturaron a Guillermo de Septimania y Pipino II no protegió Burdeos de los saqueos, pero esta crisis fue aprovechada como una oportunidad para que el rey Carlos el Calvo se presentase como el salvador de los aquitanos y por eso muchos aristócratas le juraron lealtad.
Temiendo lo que iba a pasar tanto Pipino como los vikingos hicieron causa común y creyeron que lo mejor sería liberar a Guillermo y permitir que abriese otro frente para reducir la presión de Carlos sobre Aquitania. De ahí que Guillermo de Septimania atacase la Marca Hispánica y es probable que matase a sus condes, porque es mucha coincidencia que el padre de Wifredo el Velloso, Suniario de Ampurias o el conde de Rasés y Conflent murieran en el mismo año, en el 848. En cualquier caso, Guillermo de Septimania duró poco en su dominio sobre la Marca Hispánica, porque, aunque consiguió la ayuda de Abd al-Rahman II para saquear las comarcas de Barcelona y Gerona, Guillermo fue derrotado y ejecutado por el ejército del rey de Francia Occidental.
Barcelona fue ocupada por los árabes y saqueada antes de que sorprendentemente se retiraran, y en su defensa murió el conde instalado por Carlos. Entre tanto el gobernador de Tudela Musa ibn Musa capturó al duque de Gascuña, y como fue liberado por la intermediación de Carlos el Calvo el duque capturó y entregó al rey Pipino II de Aquitania en el 852. De este modo para el año en que murió el emir Abd al-Rahman II parecía que el rey de Francia Occidental por fin había resuelto sus mayores obstáculos al haber sometido Aquitania y la Gascuña, reprimido la revuelta de Guillermo, firmado la paz con los omeyas y encomendado la Marca Hispánica a un hombre de su confianza.
El Veredicto: Fronteras religiosas difusas
En el Veredicto de hoy quiero remarcar un tema que no es anecdótico o excepcional en el siglo IX, y es que las fronteras religiosas no impedían las alianzas políticas. Es cierto que el Reino asturleonés tuvo un cristianismo más militante e intransigente desde sus inicios, pero hasta allí veremos casos de alianzas con musulmanes o incluso sumisiones a Córdoba. En la Marca Hispánica ya he mencionado dos revueltas en la primera mitad del siglo IX en que los líderes de la revuelta pidieron ayuda a Córdoba. Aizón era musulmán si realmente era Aysun, pero Guillermo de Septimania está claro que no, por lo que de nuevo se transgreden las fronteras religiosas cuando hay intereses superiores.
Y el caso más paradigmático de alianza con los musulmanes es el Reino o señorío de Pamplona bajo los Arista, un país que se mantuvo dentro de la órbita política andalusí y que desde Córdoba era visto como un gobierno provincial más de al-Ándalus, solo que regido por un príncipe cristiano. Ya había en Vasconia cristianos que mantenían una retórica contra el islam, pero en el terreno político mantenerse en la órbita cordobesa ofrecía más garantías de autonomía política que acercarse a los carolingios, y por eso Iñigo Arista y sus sucesores no tuvieron problemas en aliarse y formar lazos de parentesco con notables musulmanes de la Marca Superior. Todo esto lo que hace es nuevamente desmontar el discurso de la Reconquista, y con eso, El Veredicto termina.
Avance y outro
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Fuentes
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