Este es el episodio 39 La fitna del Emirato de Córdoba y en este episodio aprenderás:
- Perspectiva general de la fitna del Emirato de Córdoba
- La rebelión de Ibn Marwán al-Yilliqi
- Los Banu Qasi la vuelven a liar
- La lucha por la supremacía en la Marca Superior y Media
- El Reino de Pamplona, de los Arista a los Jimena
- El emir Abd Allah, reducido a Córdoba
- La fitna en Pechina, Sevilla y Tudmir
- La conquista musulmana de las islas Baleares
- Umar ibn Hafsún, el mayor peligro para los omeyas
- El Veredicto: La gente común en la fitna. Régimen opresivo vs anarquía
- Avance y outro
- Fuentes
Perspectiva general de la fitna del Emirato de Córdoba
Antes de empezar quería decir que este episodio me planteé hacerlo en dos partes pero era muy difícil separar temas así que lo he puesto todo en uno, pero claro como resultado este es un episodio masivo posiblemente a la par del episodio de la conquista musulmana o la Reconquista y el origen del Reino de Asturias, o sea que tómate unos snacks, una tila, un té, lo que quieras, pero tómatelo con calma porque esto va para largo. Voy a hablar de Ibn Marwán en el occidente andalusí, qué ocurrió en la Marca Superior, la conquista musulmana de las islas Baleares, las dificultades del emir Abd Allah y algunos poderes autónomos interesantes, por supuesto el gran rebelde de la época, Umar ibn Hafsún, y también incluyo el cambio dinástico en Pamplona por estar relacionado con los eventos que discutiré. Hay muchísimas historias fascinantes que contar, tienes los tiempos de todas estas secciones por si alguna no te interesa en la descripción del episodio, y siéntete libre de pausar el episodio y retomarlo cuando quieras si se te hace largo y difícil porque hay mucha información que procesar.
Sin más dilación empecemos con el tema de hoy respondiendo a una pregunta básica, ¿qué es una fitna? Mal traducido del árabe podríamos decir que significa guerra civil, pero la realidad es que va mucho más allá y significa un período de anarquía en que se rompe la unidad política y religiosa de la umma, la comunidad musulmana, y también se entiende como una prueba de Dios que castiga a los musulmanes por sus pecados. Ya vimos las tres primeras fitnas, la tercera en la que cayó el Califato omeya fue la que rompió para siempre la unidad política del islam, aún se habla de una cuarta y quinta fitna en el Califato abasí del siglo IX pero después es totalmente insostenible porque ya surgieron claramente varios estados islámicos distintos y la situación de división política del islam se volvió irreversible, se volvió permanente.
Normalmente se habla de fitna de al-Ándalus para referirse a las guerras que llevaron a la caída de la dinastía omeya y al primer período de taifas, pero esa solo fue la tercera fitna andalusí y la que estudiaremos hoy es la segunda fitna en que casi cae la dinastía omeya y casi se forman varios reinos regionales, un siglo y medio antes de la caída del Califato de Córdoba. Esta fitna del Emirato de Córdoba se desarrolló desde la década del 870 hasta el 929 con la declaración del Califato y la al-Ándalus omeya se sumió en un período turbulento, de violencia y sin ley, y un proceso de descomposición de la autoridad central bajo el emir Muhammad y sus hijos al-Mundir y Abd Allah. La novedad era que las recurrentes rebeliones de las marcas fronterizas andalusíes se extendieron incluso en las provincias interiores más próximas a la capital omeya y los emires ya no tenían la capacidad para desarticular las revueltas.
Esto era muy grave porque en época emiral los omeyas de Córdoba extraían la amplia mayoría de sus tributos de las provincias del sur peninsular donde se asentaron los yunds árabes sirios a mediados del siglo VIII. En la década del 890, en el punto más crítico de la fitna, la autoridad omeya se limitaba a Córdoba y su campiña e incluso las ciudades y provincias teóricamente leales en la práctica se mantuvieron autónomas porque se cortaron las comunicaciones y no tenían capacidad de pagar el debido tributo al gobierno central si no pasaba por su provincia un ejército omeya. Hay que aclarar que los líderes categorizados en las crónicas como rebeldes podían ser tanto rebeldes que levantaban sus armas contra los omeyas como gente que de forma pasiva dejaba de acatar la autoridad omeya y básicamente venían a decir que ellos pasaban de seguir enviando tributos a Córdoba, pero al final no había tantos rebeldes que realmente hicieran la guerra contra los omeyas y sus leales.
En cualquier caso, este estado político de al-Ándalus permitió por un lado que familias poderosas y bien arraigadas pudieran convertirse prácticamente en reyezuelos y por otro que se expandiera sin contestación el Reino de Asturias por la cuenca del Duero. Es interesante como el derrumbamiento de una autoridad central para dar paso a poderes más regionales y locales estaba ocurriendo al mismo tiempo en los grandes imperios del momento, el Califato abasí y el Imperio carolingio, quizás se deberían estudiar más las posibles conexiones de estos fenómenos paralelos, pero mientras los omeyas pudieron reponerse los califas abasíes desde la segunda mitad del siglo IX quedaron como figuras político-religiosas simbólicas sin poder político real. Pero la pregunta clave es por qué ocurrió la fitna del Emirato de Córdoba, por qué ocurrió en el momento en que lo hizo y cuáles fueron las motivaciones de los que iniciaron o participaron en las revueltas.
Empecemos por las explicaciones que creo que no son buenas. Primero la típica de atribuir la culpa principal al emir de turno, en este caso serían los emires Muhammad, al-Mundir y Abd Allah, esto viene a partir de las ideas de la teoría del gran hombre que atribuye mucho mérito o influencia a los gobernantes, ya sea para bien o para mal. Lo cierto es que el emir Muhammad gobernó siguiendo la línea trazada ya por los emires al-Hakam y Abd al-Rahman II y al-Mundir y Abd Allah simplemente hicieron lo que pudieron en unas circunstancias difíciles. También algunos ponen el énfasis en buscar la causa de la crisis del Emirato de Córdoba en motivos étnicos e identitarios, como violencia entre árabes, bereberes e hispanogodos, y cristianos mozárabes, musulmanes viejos y musulmanes nuevos de origen nativo, los muladíes.
Es cierto que los omeyas de Córdoba no aprendieron la lección de la Revolución abasí, los árabes y aquellos que formaban parte del cerrado club de familias con lazos de clientela con los omeyas monopolizaban los puestos de poder, y claro los colectivos marginados querían combatir el supremacismo árabe y la arrogancia y abusos de los árabes y clientes omeyas. Pero esta interpretación tiene el gran problema de que vemos gente diversa en un mismo bando, es más correcto plantear la fitna en cada una de las regiones como peleas entre bloques de alianzas de componentes heterogéneos a nivel étnico, religioso o de objetivos, por ejemplo un clan bereber se podía aliar con árabes y muladíes solo porque otro clan bereber del que eran enemigos acérrimos estaba en el bando contrario. Detrás de cualquier guerra civil hay mucha complejidad, alianzas extrañas y participantes con objetivos muy distintos, esto está bien estudiado en guerras civiles modernas pero en guerras más antiguas por las fuentes es fácil que esa complejidad no quede bien reflejada.
Una interpretación de la fitna del final del Emirato de Córdoba que me gusta, con algunos matices, es la que la ve como una solución violenta de la transición de un mosaico andalusí heterogéneo compuesto de elementos tribales árabes y bereberes y elementos feudales hispanogodos, para dar paso al modelo de sociedad islámica homogénea, estatal y tributaria que representa el Califato de Córdoba. El matiz sería que hablar de tribus no es correcto para este período, por lo menos en el caso de los árabes, ni tampoco me gusta usar la etiqueta feudal en la Alta Edad Media, ya di mis explicaciones al hablar de la sociedad del Imperio carolingio. Pero lo que me gusta de esta interpretación es que viene a decir que las profundas transformaciones de la sociedad andalusí del siglo IX de una sociedad heterogénea a una sociedad más homogénea mayoritariamente islámica y culturalmente árabe generaron resistencias y agitación, como ocurre con cualquier cambio como el paso de la niñez a la edad adulta por una difícil adolescencia, por eso cuando la islamización y arabización habían calado más hubo más agitación que en época de Abd al-Rahman II por ejemplo. Este fenómeno lo expliqué en detalle en el episodio 33 Arabización e islamización de al-Ándalus, puedes ir a escucharlo antes de continuar si no lo hiciste ya y si te está gustando el episodio hasta ahora y eres nuevo no dudes en suscribirte al programa en YouTube o en los dos podcasts de La Historia de España – Memorias Hispánicas y puedes apoyar este proyecto y conseguir beneficios exclusivos en Patreon.
Más que intentar dar una explicación global a la fitna del Emirato de Córdoba es quizás más útil prestar atención a las múltiples causas que se solaparon y motivaron a los líderes y participantes de las revueltas. Puede haber más, pero he identificado unas ocho causas de disidencia: la presión fiscal elevada por los emires al-Hakam y Abd al-Rahman II; deseos de autonomía política y simples luchas de poder de nombres y no de ideologías; resistencias a acatar una autoridad omeya por las que muchos no veían ningún beneficio claro; ambiciones territoriales y rivalidades entre clanes o entre ciudades; luchas entre las zonas rurales y las ciudades que acaparaban y extraían tributo del campo; deseos de una distribución de tierras más justa porque los árabes se hicieron por conquista o matrimonios con las mejores haciendas godas; el deseo de muladíes y bereberes a formar parte integral a la sociedad islámica sin sufrir discriminaciones por su origen étnico; y el descontento de cristianos militantes por la islamización.
Al final si la fitna del Emirato de Córdoba fue tan grave es porque las revueltas retroalimentaban nuevas revueltas, armadas o no, al verse el gobierno central incapaz de enviar tropas para sofocar las rebeliones y mantener las fronteras seguras. Sin los impuestos y tributos necesarios para mantener una burocracia y un ejército funcionales, se hacía más difícil para los omeyas reponerse, y no es ninguna sorpresa que la reimposición de la autoridad omeya o el paso de un ejército omeya de manera temporal sobre un territorio viniera siempre acompañada de la recaudación de impuestos y tributos especiales o multas según la actitud de los territorios, porque los impuestos eran un problema de primer orden en toda la crisis del Emirato de Córdoba. La falta de un programa o liderazgo común y que los rebeldes actuaran de manera coordinada solo de manera coyuntural, los enfrentamientos entre los rebeldes y la supervivencia de los clientes omeyas permitió que finalmente estas rebeliones pudieran suprimirse una a una por Abd al-Rahman III.
La rebelión de Ibn Marwán al-Yilliqi
En el 868 empezó en Mérida la rebelión de Ibn Marwán al-Yilliqi, hijo del gobernador asesinado por el bereber Mahmud ibn Abd al-Yabbar como vimos en el episodio 35 Alfonso II y Ramiro I de Asturias. No tardó en llegar un ejército omeya que recuperó el control de la ciudad sin gran dificultad porque ya antes los omeyas habían derrocado sus murallas para suprimir fácilmente nuevas revueltas y los caudillos de la revuelta fueron capturados y llevados a Córdoba. Ibn Marwán y sus seguidores se incorporaron a las filas del ejército omeya, esta era una solución frecuente para resolver algunas revueltas, hasta que tuvo un encontronazo con el háyib, el equivalente al primer ministro. El háyib era Hashim ibn Abd al-Aziz, un todopoderoso consejero árabe sirio del emir Muhammad, que por su arrogancia y deseos de mantener la supremacía árabe y de los viejos linajes clientes de los omeyas como el núcleo del Emirato de Córdoba ofendió a numerosos muladíes, a los hispanogodos convertidos al islam como era el caso de Ibn Marwán que reclamaban también su cuota de poder.
El caso es que tras ser insultado y al saber del éxito de la revuelta de los Banu Qasi en la Marca Superior Ibn Marwán escapó de Córdoba en el 875 y regresó a Extremadura para rebelarse de nuevo. Con unos pocos seguidores conquistó una fortaleza cercana a Mérida que luego el ejército emiral asedió durante tres meses hasta que sin alimentos ni agua Ibn Marwán tuvo que desistir y pedir el perdón, el amán, que le fue concedido así como el gobierno de Badajoz para intentar integrarlo en la red clientelar omeya y que dejara de liarla. Spoiler, esto no funcionó y al año siguiente volvió a rebelarse, pero lo más importante es que en el 875 y a lo largo de los años posteriores muchos emeritenses abandonaron Mérida por Badajoz. Badajoz antes de Ibn Marwán era una pequeña aldea rural, cuatro casas dispersas sobre el Guadiana, pero fue el rebelde muladí el que la erigió en una ciudad desde el 875 y por eso se le considera su fundador.
Ibn Marwán solicitó asentarse y construir en el cerro de San Cristóbal, al margen derecho del Guadiana, pero el emir Muhammad tuvo la última palabra y solo le permitió construir su ciudad con la alcazaba de Badajoz en el margen izquierdo para evitar que si se rebelasen pudieran demoler el puente para cruzar el río y así dificultar la reimposición de la autoridad cordobesa. Administrativamente Mérida siguió siendo capital de la Marca Inferior durante el período omeya y la ciudad quedó dominada por un linaje bereber, pero de facto Mérida perdió la capitalidad regional a favor de Badajoz, que en el período de taifas ya emergió como centro de un reino. Lo curioso es que hoy en día Mérida es la capital de Extremadura a pesar de tener un tercio de la población de Badajoz, supongo que la herencia romana sigue dándole a Mérida una mejor imagen.
Ibn Marwán formó alianzas con un hombre que dominaba el Algarve y con otro muladí como era el antiguo señor de Oporto Sadun al-Surunbaqi, que recordemos del episodio 37 El reinado de Alfonso III de Asturias entregó Oporto al monarca asturiano a cambio de protección y algún tipo de concesión. La guerra entre Ibn Marwán y Muhammad I de Córdoba duró varios años, con una cruda guerra que provocó desplazamiento de refugiados y la destrucción de Badajoz en una ocasión, este fue sin duda el rebelde más persistente de la segunda mitad del siglo IX antes de Umar ibn Hafsún del que hablaré después. Un éxito muy importante de Ibn Marwán fue en el 876 cuando Sadun al-Surunbaqi llegó a tiempo para ayudarlo cuando estaba siendo asediado, Sadun y al-Yilliqi derrotaron al ejército enviado desde Córdoba, mataron a varios clientes omeyas y capturaron al háyib y general Hashim ibn Abd al-Aziz, el mismo que había humillado a Ibn Marwán en numerosas ocasiones por su condición de muladí.
Después de gozar el hecho de tener cautivo al arrogante árabe que lo había tratado mal por sus orígenes étnicos y su falta de relaciones clientelares con los omeyas, el rebelde muladí envió a Hashim al rey Alfonso III de Asturias, toda una humillación que el segundo hombre más poderoso del emirato estuviera prisionero en manos de un rey cristiano. El emir Muhammad y la familia de Hashim tuvieron que pagar un cuantioso rescate y entregar rehenes para recuperar al número dos del emirato, lo curioso es que una de las primeras decisiones del sucesor de Muhammad, al-Mundir, fue ejecutar a Hashim, con todos los problemas que había dado, porque tenía demasiado poder, confiscó sus propiedades y encarceló a su familia, que no fue liberada hasta la llegada al trono de su hermano Abd Allah. En los años siguientes Ibn Marwán y al-Surunbaqi expulsaron al clan bereber de los Banu Danis de Coímbra y poco después el Reino de Asturias conquistó esta plaza muy avanza al sur.
Los Banu Danis se establecieron en Alcácer do Sal y durante la fitna en época del emir Abd Allah extendieron su influencia hasta Lisboa, lo que en parte motivó que Ibn Marwán y al-Surunbaqi saquearan Lisboa y extendieran sus campañas hasta el Algarve y Huelva. Ibn Marwán y sus hombres se refugiaron durante algún tiempo en el Reino de Asturias, pero la alianza con el rey de Oviedo se terminó después de que los cristianos masacraran a los musulmanes de un castillo cercano a Badajoz. Ibn Marwán era al fin y al cabo musulmán, y desde entonces optó por mostrarse teóricamente leal a los omeyas. Gracias a sus éxitos militares y la fitna los Banu Marwán desarrollaron una importante red clientelar en Extremadura y el centro y sur de Portugal, y hasta el año 930 Badajoz fue gobernada como un feudo familiar de los Banu Marwán.
Los Banu Qasi la vuelven a liar
Si nos vamos a la Marca Superior, en el noreste peninsular, hubo aún más movimientos y giros inesperados que en el resto de territorios fronterizos. Tenemos un preludio de lo que estaba por venir en el 870, cuando el gobernador de Huesca fue asesinado por Amrus ibn Umar, descendiente de aquel Amrus gobernador de la Marca Superior fiel al emir al-Hakam. Cuando Amrus se enteró de que el emir había enviado un destacamento en su contra, el rebelde abandonó Huesca y fue a buscar la ayuda del rey García Íñiguez de Pamplona, aunque en qué se materializó esta alianza es difícil de saber. El gobernador de la Marca Superior y el ejército enviado desde Córdoba capturaron a miembros de los Banu Amrus en Huesca, los mataron frente a las murallas de Zaragoza y pasearon sus cabezas por Tudela y Córdoba para recordar el precio que se paga por la infidelidad.
Una revuelta que no fue de carácter local como la de los Banu Amrus de Huesca fue la de los hijos de Musa ibn Musa, que protagonizaron la insurrección de la Marca Superior tras una década en que los Banu Qasi habían mantenido un perfil bajo. En el 872 se rebeló Lubb ibn Musa en su plaza fuerte de Arnedo y en pocas semanas él y sus hermanos se apoderaron de Tudela, Zaragoza, Huesca, Monzón y en definitiva de toda la Marca Superior, sustituyendo los gobernadores puestos por el emir Muhammad por los hijos de Musa ibn Musa. Este plan ejecutado tan rápidamente debió contar necesariamente con el apoyo de algunos notables locales de cada ciudad y región, unas relaciones que cosecharon desde que Musa ibn Musa ejerció de gobernador de la Marca Superior y estos aristócratas de arraigo local debían valorar el historial rebelde de los Banu Qasi en la frontera.
Las noticias fueron recibidas de manera inesperada en Córdoba y esta grave situación provocó que el emir en persona dirigiera una expedición contra los Banu Qasi, sin conseguir desarticular el poder de los Banu Qasi excepto en Huesca. Las élites dirigentes de Huesca, después de la huida de Amrus ibn Umar, habían pedido ayuda a Mutarrif ibn Musa para gobernar la ciudad y éste se casó con una hija de García Íñiguez de Pamplona, otro matrimonio que por motivos políticos cruzaba fronteras religiosas. Sin embargo, su esposa cristiana le hizo ver que la gente de Huesca no le obedecía sinceramente y el hermano de Lubb ibn Musa asesinó a aquellos sospechosos de conspirar. El descontento entre los oscenses aumentó y solicitaron el regreso de Amrus ibn Umar, que aprovechó estas circunstancias y la campaña del emir para llevar a cabo un plan de ataque desde fuera con sus hombres y desde dentro con afines suyos contra Mutarrif.
La operación tuvo éxito, Mutarrif ibn Musa y sus hijos fueron capturados sin que sus hermanos lograsen liberarlos, y de manera inteligente Amrus obtuvo el título legítimo de gobernador de Huesca entregando a Mutarrif y su prole al emir Muhammad, que los crucificó en Córdoba para dar ejemplaridad y presentar una campaña fallida en sus objetivos estratégicos como una victoria. Los Banu Qasi dominaban la Marca Superior más que nunca, la fama de Musa ibn Musa realmente es inmerecida porque fueron sus hijos y nietos los que realmente expandieron los territorios controlados por el clan hasta límites nunca vistos. Es cierto que habían eliminado a un miembro del clan, pero solo lograron cambiar un muladí rebelde por uno de lealtad dudosa en Huesca. Los emires de Córdoba intentaron minar el poder de los Banu Qasi mediante una combinación de campañas militares desde Córdoba, el fomento de la división interna, y el apoyo de otras dinastías arraigadas en la Marca Superior.
Quizás recuerdes del episodio 28 La época de Carlomagno. Parte 1 un personaje llamado Jalaf ibn Rashid cuyo linaje prácticamente recibió en feudo la región de Barbitania en torno a Barbastro, pues su hijo desalojó de Monzón a Ismail ibn Musa y lo capturó para entregarlo al emir. Pero por algún motivo que desconocemos en vez de matar a Ismail el emir lo liberó e Ismail regresó a Monzón como si no hubiera pasado nada proponiendo casarse con una nieta de Jalaf ibn Rashid. Su padre aceptó, en una época en que el que un día era un enemigo se podía convertir al siguiente en amigo, pero Ismail le guardaba rencor por haberlo apresado y en una ceremonia de celebración del nacimiento de su primer hijo apresó a traición a su suegro y sus ocho cuñados. Al enterarse de que el emir venía a por él, Ismail mató a sus parientes políticos y se hizo con toda la región de Barbitania en la frontera pirenaica aragonesa, y es que como dijo Cersei, cuando se juega el juego de tronos solo se puede ganar o morir.
La lucha por la supremacía en la Marca Superior y Media
Aprovechándose de la degradación de la autoridad emiral en especial desde la década del 880, en la Marca Superior se produjo una guerra entre los diversos linajes poderosos que poblaban la región para acaparar y fortificar territorios y alcanzar la supremacía. Con la muerte de sus tres hermanos, Ismail ibn Musa se convirtió en jefe de los Banu Qasi para el 875, en disputa con su sobrino Muhammad ibn Lubb. Después de que apareciera un ejército omeya para meterle presión tras la muerte de su padre, Muhammad ibn Lubb entregó Zaragoza al emir por una jugosa compensación económica equivalente a lo que tributaba anualmente la provincia o cora de Niebla, esto ocurrió en el 875, no en el 884 como afirmé en el episodio anterior, porque esa segunda entrega de Zaragoza con la intermediación del conde Ramón de Ribagorza y Pallars ocurrió después de arrebatarle la capital aragonesa a su tío Ismail y como pago por la ayuda omeya contra su pariente.
El regreso de un gobernador leal a los omeyas en Zaragoza no duró mucho tiempo, porque a los pocos años notables zaragozanos eligieron a Ismail ibn Musa como su gobernador en desafío al emir, que envió varias expediciones comandadas por el príncipe heredero al-Mundir. Fijaros por cierto en el rol protagonista de estas élites urbanas de las ciudades de frontera de las que no tenemos nombres propios pero que tenían la capacidad de elegir su gobernador. En la aceifa contra Zaragoza del 882 los arrabales de la ciudad quedaron devastados con muchos muertos y la quema de muchas viviendas, entre esto y que en Lérida Ismail tuvo que someterse a la obediencia del emir y entregar rehenes pues su liderazgo sobre los Banu Qasi y la Marca Superior quedó debilitado.
Esto lo aprovechó su sobrino Muhammad ibn Lubb para iniciar una guerra abierta contra su tío y en Calahorra, con la ayuda del ejército del emir, venció y capturó a Ismail hasta que éste renunció a Zaragoza y Tudela y al liderazgo del clan. Como vimos en el episodio anterior, Ismail se retiró a Monzón y Lérida que eran las plazas que conservó y a su muerte en el 889 sus dominios los recuperó Muhammad ibn Lubb. Fue entre el 885 y el 907 cuando los Banu Qasi liderados por Muhammad ibn Lubb y luego por su hijo Lubb ibn Muhammad alcanzaron su máxima expansión territorial e influencia. Tras la guerra interna de los Banu Qasi el poder del emir simplemente se desvaneció en la Marca Superior, sin capacidad de enviar una expedición tan lejos de Córdoba durante muchos años.
Según al cronista al que preguntes, Muhammad ibn Lubb fue un rebelde como cualquier otro de la época o fue un agente leal de los omeyas, en lo que sí están de acuerdos todos es en presentar al patriarca de los Banu Qasi como enemigo de los cristianos y defensor de las fronteras del islam. El señor de la frontera asumió el rol de los emires ante su ausencia de librar campañas de botín contra Álava, Castilla y Pamplona, fortificó varias plazas de Navarra para delimitar mejor el espacio bajo soberanía andalusí frente al Reino de Pamplona y reconstruyó las fortalezas de Nájera y Viguera, convirtiendo a esta última en refugio para los cautivos musulmanes esclavizados por los cristianos del norte. El prestigio de Muhammad ibn Lubb llevó a que los dirigentes toledanos pidieran un gobernador del clan para estar bajo su amparo, aunque igual que pidieron gobernadores también se los quitaron de encima con la misma facilidad.
Pero la hegemonía de los Banu Qasi no quedó sin disputar. El muladí Muhammad al-Tawil aparece en la escena política durante el emirato de al-Mundir, cuando mató al hijo de Amrus ibn Umar, gobernador de Huesca que heredó el cargo de su padre y siguió pagando fielmente el tributo acordado con el emir. A la muerte de Ismail ibn Musa, el nuevo señor de Huesca Muhammad al-Tawil tuvo éxito en matar a un hijo y capturar a otro de Ismail y en conquistar los distritos de Lérida y Barbastro, y el emir Abd Allah aún fue la persona a la que recurrieron al-Tawil y Muhammad ibn Lubb como fuente de autoridad para mediar y resolver quién se quedaría con los dominios de Ismail, y Abd Allah escogió al Banu Qasi por haber mostrado obediencia en otras ocasiones.
En el 890 el clan árabe de los Banu Tuyib conspiró para asesinar al gobernador de Zaragoza fiel al emir y los tuyibíes tomaron la ciudad que continuaron gobernando hasta el período de taifas. El emir Abd Allah reconoció legalmente esta usurpación, sin que Muhammad ibn Lubb la pudiera conquistar luego y de hecho murió frente a sus murallas sin recuperarla jamás para los Banu Qasi, pese a que estos mantuvieron su cerco sobre Zaragoza hasta el 907. Por otro lado, según el cronista Ibn Hayyan en el 898 se gestó una alianza entre el rebelde Umar ibn Hafsún y Muhammad ibn Lubb, que de haberse llegado a producir hubiera podido asestar un golpe mortal a la dinastía omeya. El patriarca no pudo asistir al encuentro para sellar el pacto porque estaba ocupado combatiendo a los Banu Tuyib de Zaragoza, por eso mandó a su hijo Lubb a Jaén.
Pero ni él pudo firmar el pacto porque se enteró de la muerte de su padre por el camino y sabía que la prioridad era establecerse como patriarca de los Banu Qasi y evitar que otras familias de la frontera se aprovecharan de este momento de debilidad. Y ciertamente como buitres atacaron algunos, el rey Alfonso III de Asturias lanzó una ofensiva contra la plaza fuerte de Tarazona que fue defendida con éxito. Muhammad al-Tawil también movió ficha, ya unos años antes Lubb y al-Tawil combatieron cuando al-Tawil se alzó con sus fieles de Barbitania contra el Banu Qasi que estaba reconstruyendo la fortaleza de Monzón. Lubb era un hombre orgulloso y no dejó pasar la oportunidad de contestar esa ofensa cuando al-Tawil fue a abastecer a los zaragozanos dirigidos por los tuyibíes y asediados aún por los Banu Qasi.
Lubb ibn Muhammad se apresuró a llegar a Zaragoza y derrotó y capturó a su rival muladí, sin duda Lubb demostró ser un digno heredero de su padre y consiguió aprobar la prueba de transición del poder, aunque esto también demostraba que a la mínima que los Banu Qasi mostraran debilidad las familias musulmanas y cristianas rivales irían a por sus dominios sin compasión. Muhammad al-Tawil tuvo que entregar Barbitania y las zonas rurales de Huesca y pagar a los Banu Qasi una cifra astronómica para ser liberado y mantener su dominio sobre la ciudad de Huesca. Tras unos años las relaciones entre Lubb y al-Tawil mejoraron hasta el punto de que el Banu Qasi perdonó lo que aún le debía, le devolvió el dominio de las zonas rurales de Huesca, y Lubb tomó como esposa a una hija del señor de Huesca.
Lubb ibn Muhammad fue un gran líder militar que venció a señores musulmanes y cristianos por igual, fue el que provocó la herida que mató al conde Wifredo el Velloso y arrasó dominios de Alfonso III de Asturias y le infligió derrotas. Pero cada campaña militar entraña riesgos, y la fortuna de los señores de guerra podía cambiar de la noche a la mañana. En septiembre del 907 Lubb ibn Muhammad cayó en una emboscada del rey Sancho Garcés I de Pamplona y murió en combate con 38 años de edad, una muerte apropiada para un guerrero nato como Lubb. Así terminó la vida del último gran patriarca de los Banu Qasi y este temprano éxito de Sancho Garcés no hizo más que solidificar la legitimidad de la dinastía Jimena en Navarra. A partir de entonces el clan entró en una rápida decadencia y en guerra entre sus miembros, con sus dominios disputados y repartidos por cristianos y musulmanes por igual como los Banu Amrus, Banu Tuyib, Banu al-Tawil y las dinastías de Pamplona y León, hasta que los Banu Qasi desaparecieron de la historia política en el 924.
Por otro lado, la capital de la Marca Media, Toledo, terminó en manos de un tal Lubb ibn Tarbisa, que pese a ser derrotado por el clan bereber de los Banu Di-l-Nun de la cora de Santaver en el 887, mantuvo el control de la urbe y buscó la alianza del rey Alfonso III de Asturias. Fue en este contexto de relaciones amistosas con Oviedo y de inestabilidad política cuando llegaron mozárabes de Toledo para poblar Zamora, recientemente incorporada al Reino de Asturias. Un año antes de su muerte Muhammad ibn Lubb se apoderó de Toledo con ayuda de una facción de la élite toledana que apoyaba sus ambiciones, y es que la capital de la Marca Media era una plaza clave de la península ibérica y motivo de disputas de las dinastías musulmanas y cristianas de la frontera. El asesinato del gobernador de Toledo que era un primo de Lubb ibn Muhammad en el 906 supuso el regreso al poder de Lubb ibn Tarbisa y el triunfo del rey de Oviedo, que en términos amistosos visitó la antigua capital del Reino visigodo antes de ser depuesto y morir.
El Reino de Pamplona, de los Arista a los Jimena
En el año 905 se produjo un cambio dinástico en el Reino de Pamplona, al ser sustituido Fortún el Tuerto de la dinastía Arista por Sancho Garcés de la dinastía Jimena. Este es el hecho incontestable, pero el porqué y cómo se llegó hasta aquí ha dado lugar a multitud de interpretaciones porque las fuentes escritas sobre el señorío pamplonés son muy escasas y contradictorias para este período. ¿De dónde partimos? Pues de la destructiva aceifa contra Pamplona del 860 en que el heredero del rey García Íñiguez, Fortún el Tuerto, fue capturado por los omeyas y pasó unos veinte años en Córdoba siendo bien tratado en el edificio de los rehenes de rebeldes. Entre esto y el hecho de que uno o dos años antes tuvieran que pagar el rescate de García Íñiguez para que los vikingos lo liberasen pues seguramente debilitó el liderazgo de los Arista.
Recordemos que veníamos en la Antigüedad tardía de una Vasconia fragmentada políticamente en liderazgos muy locales y débiles, en la década del 810 y 820 despuntó Iñigo Arista que se convirtió en señor de Pamplona y ejerció un liderazgo regional, pero aún así esa herencia tardoantigua pesaba y había otros notables vascones con buena autonomía política y que las crónicas francas o árabes a veces parecían poner al mismo nivel que el rey de Pamplona. Esto significa que el liderazgo de los Arista no estaba muy consolidado por encima del resto de élites vasconas, y podían ser sustituidos sin mucho drama. De hecho algunos documentos sugieren que hubo un regente de la dinastía Jimena que actuó durante el interregno del rey García Íñiguez y su hijo Fortún y puede que incluso ejerciera funciones de gobierno mientras reinaba un Arista.
Cuando murió su padre en el 882, el emir dejó que Fortún el Tuerto regresase a Pamplona como un gobernador más de lo que los omeyas percibían como una ciudad del Emirato de Córdoba. Fortún el Tuerto era un hombre viejo que había vivido mucho tiempo entre las élites dirigentes cordobesas, desconectado de la realidad navarra, y no defendió de manera efectiva el territorio pamplonés de los ataques de los señores de guerra muladíes de la Marca Superior. A favor de él se puede decir que los Banu Qasi seguían fuertes y que al no aventurarse mucho en ofensivas contra los andalusíes reducía el riesgo de una fuerte reacción musulmana que pondría más en peligro a sus súbditos. Pero volvamos al tema principal, el paso de los Arista a los Jimena, que ha generado distintas interpretaciones que por desgracia no pueden ir más allá del terreno de la hipótesis por falta de documentos escritos que expliquen los hechos.
Los Jimena eran originarios de Sangüesa, al este de Navarra, se ha especulado que desde García Íñiguez que siempre había un Jimena prácticamente cogobernando con un Arista, y los Arista y Jimena partían de un tronco genealógico común porque muchos historiadores están de acuerdo en que descendían de Jimeno el Fuerte, un jefe militar vascón que luchó contra el emir Abd al-Rahman I. Todo esto significa que un cambio dinástico no habría sido un cambio traumático porque los Jimena ya ejercían el poder y porque eran una rama de un mismo tronco, así que gozaban de legitimidad para reinar. Sancho Garcés descendía de un regente de Pamplona llamado García Íñiguez y su madre era la hermana del conde Ramón de Ribagorza y Pallars, Dadildis, y su matrimonio con Toda de Pamplona, hija de Onneca Fortúnez y nieta de Fortún el Tuerto, le daba un extra de legitimidad dinástica a Sancho Garcés.
Una hipótesis para explicar el cambio dinástico viene a decir que Fortún se alió de nuevo con los Banu Qasi y esto no gustó a más de uno dentro y fuera del espacio vascón. Recordemos del episodio 31 El génesis del Reino de Pamplona las contradicciones internas del señorío de Pamplona de los Arista, los Arista por fuera se mostraban como una dinastía que gobernaba Pamplona en nombre del emir de Córdoba pero de puertas hacia dentro se presentaban como soberanos cristianos. En Vasconia había cristianos militantes que no aceptaban bien las relaciones demasiado amistosas entre los Arista y las élites musulmanas de la frontera. Y más por razones geoestratégicas y de parentesco que ideológicas y religiosas el conde Ramón de Ribagorza y Pallars, el conde de Aragón y posiblemente el rey asturiano apoyaron la toma del poder en Pamplona de Sancho Garcés.
No se sabe si hubo un golpe de estado, o hubo incluso una guerra abierta entre partidarios de Sancho Garcés y Fortún el Tuerto, pero aunque todo son hipótesis la información que tenemos me hace favorecer más que se pudo hacer una transición pacífica del poder y Fortún el Tuerto se recluyó para el resto de sus días en el monasterio de Leire. Apodado vulgarmente en su tiempo como Sancho Abarca por vestir de modo sencillo calzado con abarcas, Sancho Garcés I de Pamplona es posible que cosechara éxitos militares antes de reinar, de manera que en el contexto de unos tiempos con unos señores de guerra musulmanes muy deseosos a atacar sus dominios los navarros necesitaban un caudillo militar de prestigio. Fue Sancho Garcés el que dio un decidido cambio de rumbo hacia un Reino de Pamplona más independiente, aliado con los condados y reinos cristianos vecinos contra los muladíes de la Marca Superior.
El emir Abd Allah, reducido a Córdoba
Hasta este punto del episodio hemos visto lo que ocurrió en las marcas fronterizas durante la fitna del Emirato de Córdoba, pero a partir de aquí toca ver qué ocurría en Córdoba y las provincias nucleares de al-Ándalus en el sur peninsular porque ahí es donde ocurrieron los hechos más peligrosos para la continuidad de la dinastía omeya. Recordemos que el emir Muhammad había sucedido a su padre Abd al-Rahman II en el 852 y tuvo un longevo reinado hasta el 886, la primera mitad de su reinado tuvo como revuelta intensa la de Toledo que estudiamos en profundidad pero aún las cosas iban relativamente bien, sin nada demasiado lejos de lo común respecto a lo experimentado por otros emires cordobeses. Pero en la segunda mitad de su reinado las cosas empezaron a desmadrarse, sobre todo aún en la frontera pero ya hubo insurrecciones en las provincias interiores.
A esto se le sumaron destructivos terremotos, sequías y lluvias torrenciales seguidas de hambrunas y movimientos de refugiados que tenían incentivos a asentarse en lugares altos donde además era más fácil ofrecer resistencia a la autoridad. Como síntoma de que las cosas iban a peor, bajó sustancialmente el volumen de monedas de plata emitidas, los estipendios a los cortesanos disminuyeron, y la corrupción y abusos de los gobernadores de las provincias no ayudaban a que la gente sintiera simpatía por los omeyas. El emir Muhammad fue sucedido por su hijo predilecto, al-Mundir, hablaré más de él en la siguiente sección pero reinó durante menos de dos años siendo sucedido en el 888 por su hermano Abd Allah que reinó hasta el 912 cuando fue sucedido por su nieto Abd al-Rahman III.
Durante varios años las acuñaciones de monedas omeyas desaparecieron debido a la fitna, la falta de acceso a la plata, y porque la función fiscal de la moneda perdía sentido si el emir no controlaba la mayor parte de al-Ándalus. Durante su reinado no hubo grandes construcciones, ningún gasto superfluo ni una política exterior real, porque cada céntimo de las arcas estatales debía dedicarse a la supervivencia del régimen de los omeyas. Ni siquiera había suficiente dinero para mantener la posición de háyib, así que Abd Allah eliminó el cargo y para las decisiones más importantes recurría al consejo de sus eunucos. La complicadísima situación política a la que se enfrentó lo convirtió en un musulmán devoto y un emir precavido y desconfiado de los que le rodeaban.
Fue un recluso de su propio palacio, hasta el punto de que construyó un pasadizo entre el alcázar omeya y la mezquita aljama de Córdoba para disminuir el riesgo de ser asesinado. Por una mezcla de motivos de peso reales y paranoia, Abd Allah no dudó en librarse de familiares omeyas que percibió como una amenaza política, como dos hermanos suyos e incluso dos hijos, uno de ellos ni más ni menos que el príncipe heredero y el padre de Abd al-Rahman III que no se sabe muy bien si por órdenes de Abd Allah fue asesinado por otro hijo que unos años después terminó ejecutado. En los momentos más críticos, en la década del 890, los omeyas solo mantenían el control directo de Córdoba y una campiña cordobesa atacada por rebeldes, mientras el resto de territorios, fuera por deslealtad o por falta de comunicaciones, eran políticamente autónomos.
El emir Abd Allah muchas veces se vio impotente y obligado a sancionar legalmente posiciones de poder alcanzadas de manera ilegítima, y quedó como figura simbólica de legitimidad sin mucho poder político real como los abasíes. Todo esto que he dicho pinta una imagen muy oscura del emir Abd Allah, pero también hay que reconocer que gobernó en tiempos extremadamente difíciles y hay que reconocerle algunos méritos. Con el apoyo esencial de algunos familiares y clientes omeyas Abd Allah fue capaz de preservar la dinastía omeya y los omeyas siguieron siendo prácticamente la única fuente de legitimidad del poder en al-Ándalus excepto para el peligroso rebelde Umar ibn Hafsún. De manera templada y calculada el emir Abd Allah usó los escasos medios de los que disponía, desde la diplomacia, el ejército que le quedaba, los asesinatos políticos e intrigas, o el hecho de ser aún fuente de legitimidad política en al-Ándalus para asegurar la supervivencia de los omeyas e intentar recuperar la autoridad que pudiera, y en la segunda mitad de su reinado cosechó éxitos que facilitaron la tarea reconquistadora de Abd al-Rahman III.
La fitna en Pechina, Sevilla y Tudmir
Hay tres ejemplos en particular que son interesantes de la fitna del Emirato de Córdoba en las provincias interiores. El primero es Bayyana, la actual Pechina que forma parte del área metropolitana de Almería pero que entonces la relación era a la inversa y Almería solamente era el puerto y torre de vigía de los marineros de Pechina, situada a 10 km de la costa. Cuando los árabes asentados en el río Andarax para proteger las costas contra los vikingos pactaron con marineros y ricos comerciantes andalusíes su asentamiento en Bayyana en el 884 estos formaron lo que Leví-Provençal llamó la República de marineros de Pechina, aunque realmente las autoridades de Pechina siempre mostraron lealtad y pagaron su tributo cuando aparecía un ejército omeya.
Los comerciantes fundadores seguramente ganaron su capital con el tráfico de esclavos y expediciones piratas, recordemos que piratas-comerciantes andalusíes establecieron el Emirato de Creta, otros participaron de forma decisiva en la conquista aglabí de Sicilia, también hubo quienes fundaron una colonia en Provenza y en el norte de África donde fundaron Tenes y Orán. Pechina pronto alcanzó buena fama como una ciudad donde ningún ladrón quedaba impune y cualquiera podía dejar sus mercancías sin temor a que fueran robadas, y esto pues atrajo a más comerciantes y gente que buscaba un oasis de paz y prosperidad en tiempos de mucha violencia y anarquía. Todo esto permitió que Pechina floreciera y se desarrollara rápidamente como un centro económico de primer orden, con un puerto y talleres artesanos de visita obligatoria, tanto que sus riquezas atrajeron pronto la atención de otros que quisieron un trozo del pastel, como los árabes de Elvira, Granada, y los emporitanos dirigidos por el conde Suniario II de Ampurias, tal y como vimos en el episodio 38 Wifredo el Velloso y el origen de Cataluña.
Otro ejemplo interesante de la fitna lo encontramos en Sevilla, donde durante varios años se produjo una compleja guerra. Ahí los Banu Hayyay y Banu Jaldún, linajes árabes con también ancestros de la realeza goda, se aliaron contra los linajes, principalmente muladíes, que dominaban la urbe de Sevilla. Tras una guerra y anarquía que incluía a bereberes haciendo saqueos y salteando caminos o gente pobre manifestándose por su agonía y siendo masacrados, los Banu Hayyay y Banu Jaldún exterminaron las élites dirigentes de Sevilla y a muchos muladíes y cristianos con ayuda de clientes bereberes y rebeldes de Sidonia, Carmona y Niebla. Vemos aquí como árabes, bereberes y muladíes formaban bloques de alianza y oposición, con lo que como he explicado al principio del episodio no se sostiene la visión de la fitna como una guerra entre etnias, sino más bien de luchas por el poder entre redes de patronazgo y clientela.
Se enfrentaron por los disturbios contra el emir Abd Allah para librarse de su control, en un momento dado hasta intervino el rebelde Umar ibn Hafsún para matar a unos omeyas que habían ido a Sevilla para restablecer el orden, y digamos que hubo una guerra de baja intensidad entre el emir y estos árabes porque mantenían la apariencia de que todo iba bien con un gobernador nombrado por el emir que no tenía ningún poder real. El emir Abd Allah, que era muy listo, se aseguró de avivar las diferencias entre los dos clanes árabes hasta que en el 899 los Banu Hayyay tendieron la típica cena trampa a lo Juego de Tronos a los Banu Jaldún, que fueron los que originalmente empezaron todo este lío, y masacraron a muchos de ellos, así se quedaron como los únicos amos de Sevilla.
El patriarca Ibrahim ibn Hayyay obtuvo del emir la concesión de Sevilla y Carmona, porque en esos momentos el emir no tenía recursos para combatirlo y mejor evitar tener a los Banu Hayyay como enemigos activos, y a Ibrahim se le describe como rey de Sevilla porque básicamente formó un estado antecesor a las taifas del siglo XI al levantar un ejército permanente de 500 jinetes, fundar talleres de tejidos como habían hecho los omeyas, nombrar autoridades locales y recaudar impuestos, y crear una pequeña corte de la que era patrón de poetas y otros artistas. En un momento dado Ibrahim ibn Hayyay llegó a aliarse con Umar ibn Hafsún, pero cuando el emir Abd Allah le devolvió el hijo que había entregado como rehén abandonó la alianza y continúo gobernando de manera independiente Sevilla y sus áreas cercanas, aunque eso sí, desde entonces envió tributos a Córdoba sin falta. A su muerte en el 910 un hijo le sucedió en Sevilla y otro en Carmona, y Abd al-Rahman III supo sacar provecho de esta división familiar para devolver estas plazas a la soberanía omeya.
El tercer ejemplo de rebeldía en las provincias nucleares de al-Ándalus lo encontramos en Tudmir, esa región de Murcia engrandecida, de la que el muladí Daysam ibn Ishaq prácticamente se hizo amo y señor en la década del 880. Daysam se alió con Umar ibn Hafsún, gracias al control de las minas de plata acuñó dirhams con su propio nombre y organizó un gran ejército de 5.000 hombres pagado con esa plata murciana. Fue patrón de poetas y un hombre descrito como popular y querido por su coraje, clemencia y generosidad. A su muerte en el 906 sus dominios quedaron en manos de sus dos hijos, pero esclavos negros y mercenarios francos que servían a Daysam ibn Ishaq se rebelaron contra uno de ellos y lo mataron. Es una noticia interesante porque confirma que parte del ejército de Daysam estaba formado por esclavos africanos y cristianos provenientes quizás de la Marca Hispánica.
Tenemos un ejemplo muy ilustrativo de cómo los omeyas bajo Abd Allah se parecían más a una banda de gánsteres idéntica a la de cualquier rebelde de la época que a unas autoridades que despertaran respeto. Un pequeño ejército de solo trescientos hombres partió de Córdoba en mayo del 896 para recaudar impuestos y castigar a Daysam por ser aliado de Ibn Hafsún. En su paso por Jaén y Baeza se apropiaron de cosechas y quemaron y asolaron campos asociados a zonas rebeldes. Las altas temperaturas del verano andaluz y las lluvias torrenciales desmoralizaron al pequeño ejército expedicionario, pero continuaron su viaje porque necesitaban alimentarse y cumplir sus objetivos. Después recibieron una caravana que traía los impuestos de Pechina y continuaron su marcha hasta Tudmir.
Antes de llegar a los dominios de Daysam asediaron una fortaleza guardada por bereberes de Cuenca y Talavera y los voluntarios de la expedición se mostraron más preocupados por saquear las posesiones de sus enemigos que de acabar con ellos, debido a esto los asediados pudieron derrotar al ejército omeya y ponerlo a la fuga. En cambio, en el municipio granadino de Alicún de Ortega había una fortaleza de rebeldes muladíes que los omeyas consiguieron expulsar y repoblaron la plaza con árabes y bereberes como castigo. Ya en los dominios de Daysam, fallaron en tomar las fortalezas de Vélez Blanco y Rubio y no hicieron más que causar daños en el campo murciano. ¿Por qué los andalusíes de las provincias deberían sentirse leales a los omeyas, si solo veían que les chupaban la sangre a base de impuestos, y cuando su ejército aparecía no hacía más que destruir sus cosechas y provocar daños materiales y muertes en sus pueblos?
La última acción militar fue contra la mayor fortaleza de Daysam ibn Ishaq, Lorca, y ahí algunos jinetes y soldados de infantería omeya desertaron y buscaron servir a Ibn Ishaq, famoso por su generosidad frente a la tacañería de Abd Allah, que por la situación política estaba forzado a ser muy cuidadoso con la gestión del tesoro. Daysam no perdió el control de sus territorios pero sí sufrió derrotas militares y sus dominios fueron castigados duramente por su rebeldía. El regreso a la capital no fue fácil porque pasaron sed y por eso murieron treinta hombres y numerosos animales, un dato que nos recuerda la importancia de la logística militar y que la mayoría de muertos en campañas no son por combates. La historia de la campaña de Tudmir del 896 me gusta porque nos ayuda a entender cómo se había roto el sistema tributario y la autoridad omeya y por qué muchos no apreciarían a los omeyas. No hubo nada de glorioso en las guerras de la fitna, solo miserias.
La conquista musulmana de las islas Baleares
En el siglo X las islas Baleares vuelven a la historia con todas las de la ley después de varios siglos oscuros. Las Baleares dejaron de formar parte del Imperio romano por la conquista de los vándalos, con la reconquista bizantina de Justiniano en el 534 constituyeron parte del Imperio romano de Oriente, pero como vimos en el episodio 22 La conquista musulmana de la península ibérica a principios del siglo VIII las Baleares fueron asaltadas por un hijo del conquistador árabe Musa ibn Nusayr, antes de la conquista del Reino visigodo. ¿Dejaron las islas Baleares de estar bajo el control del Imperio bizantino? Argumenté en su momento que parece bastante seguro que sí fueron abandonadas a su suerte ante la ausencia de menciones a las Baleares en las fuentes escritas bizantinas y porque con la caída del Exarcado de África con capital en Cartago en el 698 controlar Ceuta o las Baleares dejaba de tener sentido para el emperador de Constantinopla.
Investigando más me he encontrado los argumentos de Guillem Roselló y Josep Amengual que defienden que en los siglos VIII y IX aún hubo algún tipo de administración bizantina en base a las crónicas árabes, los sellos de plomo y una referencia de un texto carolingio del siglo X, aunque reconocen que se volvió bastante más infrecuente la circulación de numerario bizantino en el siglo IX. Realmente la presencia de algún administrador bizantino no cubriría todas las Baleares y la débil conexión balear con Constantinopla sería a través de Cerdeña. Este hecho sigue siendo compatible con la explicación de que las Baleares se beneficiaron de su condición isleña para mantenerse relativamente aisladas políticamente y gobernadas más autónomamente por sus élites locales que por algún tipo de agente externo.
La situación de desarticulación política del archipiélago balear se confirma por las noticias que tenemos de carolingios y omeyas intentando ejercer su influencia sin que se escuche que los griegos romanos reaccionasen. Vimos como en época de Carlomagno los notables de Baleares pidieron la ayuda y protección del emperador contra los piratas andalusíes de Tortosa, mientas que en el 848 el emir Abd al-Rahman II aprovechó la debilidad del Imperio carolingio y la flota que había construido después del ataque vikingo del 844 para atacar las islas Baleares y exigir tributo, en recuerdo al supuesto pacto de sumisión hacia el califa omeya de Damasco de principios del siglo VIII y para mandar un mensaje a los francos de que las Baleares estaban en la órbita de influencia andalusí y no debían entrometerse ahí.
Pocos años antes de la conquista musulmana el obispo de Gerona pidió a dos papas que reconocieran la autoridad eclesiástica y propiedad de su obispado sobre Mallorca y Menorca, pero los pontífices no satisficieron la petición seguramente porque no querían entrar en conflicto con el emperador de Constantinopla, titular nominal de las islas. A principios del siglo X un hombre llamado Isam al-Jawlani terminó de manera fortuita por una tormenta en las Baleares de camino a La Meca, hizo algunas incursiones y vio potencial de explotación económica del archipiélago conocido por los andalusíes como islas Orientales. Con la información recabada Isam al-Jawlani se dirigió a la corte cordobesa del emir Abd Allah para convencerle de lo conveniente que sería anexarse las islas Orientales y obtuvo su permiso y el reconocimiento del título de gobernador en caso de éxito.
Sobre por qué el emir autorizó la conquista en un momento muy precario para los omeyas, pudieron influir las informaciones sobre la rebelión chií en el Magreb que llevaría a la fundación del Califato fatimí y además estos establecieron contactos con el peligroso rebelde Umar ibn Hafsún, de manera que eso provocó una urgencia para ejercer un control directo sobre unas islas en el camino a Kairuán y el resto del mundo islámico. Con la bendición del emir, Isam al-Jawlani formó un ejército y una flota privadas para su proyecto de conquista, al-Jawlani y sus desconocidos socios debían ser tipos adinerados para poder llevar a cabo una empresa de este calibre por su cuenta y quizás estaban relacionados con los intereses de los comerciantes y marineros de Tortosa y el Levante. En cualquier caso, en el 903 prácticamente se completó la conquista musulmana de las islas Baleares, con solo el castillo de Alaró resistiendo hasta el 910.
Isam al-Jawlani renombró la decadente Palma de Mallorca Medina Mayurca y él y sus hijos revitalizaron Palma con nuevos edificios de tradición islámica y la convirtieron en un puerto relevante del Mediterráneo. Las Baleares se transformaron en unas islas más prósperas que en ningún otro período anterior gracias al comercio, su integración en el mundo islámico y la introducción de nuevos cultivos y regadíos. Isam al-Jawlani murió en el 913 y lo sucedió su hijo, que el emir Abd al-Rahman III reconoció como gobernador y permaneció en el cargo hasta el 962, cuando renunció al cargo y poco antes de morir peregrinó a las ciudades sagradas del islam. De este modo, la conquista privada de las Baleares hizo que fueran una especie de feudo familiar durante varias décadas, un hecho que como hemos visto ya en muchas ocasiones fue habitual en el mundo medieval independientemente de si era cristiano o islámico.
Umar ibn Hafsún, el mayor peligro para los omeyas
No se puede hablar de la fitna del Emirato de Córdoba sin hablar de Umar ibn Hafsún, el rebelde más notorio y el más peligroso enemigo para los omeyas. Umar ibn Hafsún fue un muladí, un personaje de origen nativo convertido al islam, y como cualquier otro personaje capaz de encabezar revueltas ya partía de una familia de cierta relevancia socioeconómica en la cora de Takurunna y Rayya, es decir, de la sierra de Ronda y la provincia de Málaga. Algunas fuentes presentan una genealogía hafsuní con ancestros musulmanes y cristianos, pero esta genealogía contiene elementos de ficción para ennoblecer su linaje y asociarlo tanto a cristianos como a musulmanes para conseguir apoyos de cualquier religión. Yo tampoco discrimino a nadie para unirse a este comunidad, así que destruye el botón de suscribirte y me gusta si no lo has hecho ya.
Por sus éxitos y por las expectativas mesiánicas y profecías que auguraban el fin de la supremacía árabe sobre la península ibérica, Umar ambicionó derrocar a los omeyas y hacerse amo y señor de al-Ándalus a medida que avanzó su carrera. Las crónicas árabes, siempre afines a los omeyas, dicen que Umar ibn Hafsún se proclamaba señor supremo de sus gentes, una referencia coránica a los faraones que se creían divinos y ofendían así a Dios. Umar no fue un hombre de fuertes convicciones, no tenía ningún programa político de antemano y eso se nota en sus idas y venidas y las interpretaciones y noticias contradictorias que tenemos en torno a este personaje, como sus supuestas conversiones y reconversiones entre la fe islámica y católica.
Era ante todo un oportunista que solo le importaba amasar tanto poder como pudiese y expulsar a los omeyas de al-Ándalus para sustituirlos con su propia dinastía, y no dudó en faltar a la palabra dada a sus aliados o a los omeyas si creía que le convenía. Llamó a la puerta de básicamente todos los rebeldes interiores y enemigos exteriores de los omeyas para mantener viva su rebelión. Ibn Hayyan, un cronista del período de taifas que añoraba a los omeyas, caracterizó a Umar ibn Hafsún como un déspota cruel que atacaba a gente inocente de las aldeas y robaba sus propiedades si no se unían a su causa. Esto no es ninguna mentira, lo que no te dice Ibn Hayyan es que los omeyas también actuaban de una manera similar como ya he ejemplificado con la campaña de Tudmir del 896.
¿Qué clase de seguidores se unieron a la rebelión hafsuní y qué motivaciones e interpretaciones se han dado de la revuelta? Pues entre los combatientes de Umar ibn Hafsún se contaban bandidos y criminales, campesinos y algunas gentes de las ciudades que controló, muladíes y mozárabes y algunos bereberes hartos de los elevados impuestos y la discriminación del aparato estatal omeya y de los árabes, y también soldados mercenarios principalmente bereberes andalusíes o de la actual Marruecos. Había pues gente que servía por convicción a la causa hafsuní antiomeya y antiárabe, oportunistas que lo hacían porque el rebelde llegó hasta su pueblo y veían la posibilidad de ganar riquezas y estatus, mercenarios que se vendían al mejor postor y lo abandonarían a la que se presentaran problemas, y gente que por coerción se unía al caudillo muladí.
A Ibn Hafsún se le atribuye la siguiente frase para justificar ideológicamente su revuelta: “desde hace demasiado tiempo habéis tenido que soportar el yugo de este sultán que os toma vuestros bienes y os impone cargas insoportables, mientras los árabes os llenan de humillaciones y os tratan como esclavos. ¡Yo no quiero más que haceros justicia y sacaros de vuestra esclavitud!” Umar no era ningún Robin Hood, seguramente no imponía unas cargas fiscales tan elevadas como los omeyas pero sí que estableció un modelo de extracción de rentas y tributos de las zonas que controló para sostener la rebelión, se financió además por las campañas de saqueo contra sus enemigos y la venta de los cautivos que esclavizaba y de los que sacaba pingües beneficios.
No es posible de sostener la interpretación nacionalcatólica de Simonet de ver a Umar ibn Hafsún como el líder de un movimiento de independencia española antimusulmán porque no iba de eso, lo importante era desafiar a los omeyas y la supremacía árabe pero no para volver a una realidad preislámica que era muy lejana y desconocida para los que estaban vivos en este período. Manuel Acién reinterpretó Ibn Hafsún como un líder de la clase descendiente de los terratenientes hispanogodos que luchaban contra la imposición de una sociedad islámica por su modelo tributario frente al modelo feudal de rentas, pero como contraargumentó la arabista Maribel Fierro, no hay pruebas suficientes del origen noble de Ibn Hafsún ni tampoco hay pruebas de la continuidad de los señores de renta hispanogodos. Era un poco una revuelta de los marginados y sobre todo de los insatisfechos, con unos participantes y aliados de motivaciones heterogéneas como he explicado en la primera sección del episodio.
Ahora vayamos al origen y desarrollo de la rebelión de Ibn Hafsún hasta antes de la llegada de Abd al-Rahman III. Aunque algunos historiadores lo califiquen de relato novelesco, las crónicas árabes afirman que durante su juventud Umar ibn Hafsún fue castigado por el gobernador de Rayya a una pena de azotes por unos crímenes, pero Umar huyó a Tahert, la capital de la dinastía rustamí de Algeria. Recordemos los lazos diplomáticos, económicos y sociales entre la teocracia ibadí de la dinastía rustamí de Tahert y el Emirato de Córdoba, hasta con puertos argelinos como Tenes y Orán fundados por andalusíes y formando colonias comerciales para aumentar su influencia. Ahí en Tahert se dice que se puso a trabajar para un sastre de su misma provincia y un día vino un anciano que le dijo que se volviera a su tierra pues lograría formar un gran reino.
Esto último es la típica profecía que surge a posteriori y va en la línea de las expectativas mesiánicas formadas en torno a este personaje, además de hacer un paralelismo entre este rebelde y Abd al-Rahman I, pero sí puede ser que residiera un tiempo en el norte de África porque los movimientos humanos entre al-Ándalus y el Magreb eran habituales. De regreso a al-Ándalus en el 880 volvió para ser un bandido y su tío le proveyó algunas decenas de hombres para sus actividades, estableciendo su base de operaciones en Bobastro, situada en un paso angosto del río Guadalhorce en el desfiladero de los Gaitanes de Málaga. Era común en la época que la gente buscase establecerse en lugares elevados con buenas defensas naturales para disminuir el riesgo de desastres naturales, tener refugio en un período violento y huir de la autoridad omeya.
Bobastro representa perfectamente estos husun o poblados fortificados de tipo rural que ya tienen el antecedente de los castros y castella de época goda y que también dificultaron el ejercicio del poder político del Reino visigodo sobre partes de la península ibérica, al mismo tiempo que reforzaban el control territorial de quienes controlaban estas fortalezas. No resulta sorprendente que al ir restaurando la autoridad omeya Abd al-Rahman III fuera desmantelando estas fortalezas rurales y cambiando la organización territorial para seguir promocionando el papel de las ciudades y los poblados en las llanuras. Pero bueno, el caso es que ya poco antes del inicio de la revuelta hafsuní el gobernador de la cora de Rayya, Málaga, subió los impuestos de manera exorbitante e incitó a que la gente huyera a los montes, lo cual era perfecto para el rebelde muladí.
Umar y sus seguidores saltearon caminos y atacaron pueblos, no sin antes ofrecerles que le fueran obedientes y le suministraran alimentos y asistencia militar a cambio de unos impuestos menores de los que pagaban a los omeyas y quizás también una redistribución de tierras. El gobernador omeya de Rayya persiguió a Umar y sus seguidores, pero con escasos éxitos y algunas derrotas que no hacían más que poco a poco hacer resonar el nombre de Ibn Hafsún por al-Ándalus, aunque aún era un rebelde como cualquier otro y no parecía tener ninguna justificación ideológica. El general Hashim sí que derrotó al rebelde muladí en el 883 y así él y sus seguidores fueron trasladados a Córdoba e integrados en el ejército emiral como ocurrió con Ibn Marwán, con Umar ganándose una elevada posición hasta el punto de ser uno de los líderes de una aceifa contra los cristianos de Álava.
La rebeldía de Umar ibn Hafsún habría podido ser una nota a pie de página en la historia de al-Ándalus, pero el muladí recibió un mal trato por parte de un cliente omeya que no estaba dispuesto a admitir nuevos competidores en los escasos puestos de poder que se repartían los clientes omeyas. Él y sus hombres no recibían los mismos salarios ni tenían el mismo trato favorable en el reparto de botín que los yunds árabes sirios o la clientela omeya, súmale a eso que por la situación de la hacienda pública el emir tuvo que recortar los sueldos de todos los soldados y Umar ibn Hafsún tuvo la excusa perfecta para escapar de Córdoba y volver a sus andadas en Bobastro, porque en el fondo vio que podía conseguir más poder y riquezas por su cuenta que sirviendo lealmente a los omeyas.
Fue entonces cuando Ibn Hafsún se hizo con el control de plazas importantes como Archidona, Jaén o Cabra, aunque el príncipe heredero al-Mundir triunfó en recuperar Cabra y matar a muchos rebeldes. Las montañas de la cordillera Bética dificultaban la tarea de sometimiento de una región para los omeyas, y más en una época en que los caminos no estaban ni remotamente tan desarrollados como ahora, pero al-Mundir estaba determinado en derrotar al muladí traidor. Sin embargo, en agosto del 886 al-Mundir tuvo que interrumpir el asedio sobre Bobastro cuando recibió la noticia de la muerte de su padre Muhammad, que terminó su reinado de manera amarga por la generalización de las revueltas tras treinta y cuatro años de reinado.
Al-Mundir tuvo que apresurarse para regresar a tomar posesión del alcázar omeya de Córdoba y tomar los juramentos de fidelidad para asegurarse el trono. El corto reinado de menos de dos años de al-Mundir lo dedicó a combatir personalmente a Ibn Hafsún, y los cronistas árabes describen a al-Mundir como un soberano guerrero, valiente, enérgico y amado por su gente, que si no pudo terminar con la fitna fue por su muerte prematura. Regresó el emir al-Mundir para asediar Bobastro, y al ver Ibn Hafsún que todo estaba perdido, anunció que se rendía y a cambio solicitó pasar a formar parte de la clientela omeya cuando fuera trasladado a Córdoba, el emir al-Mundir aceptó esta demanda que no era concedida a cualquiera y levantó el asedio de Bobastro.
Esto solo fue una treta porque cuando el emir envió regalos y cincuenta mulas para transportar las pertenencias del caudillo muladí éste capturó el convoy y volvió a entrar en Bobastro declarándose su señor. Umar era así de canalla y traidor o al menos con estas informaciones e imagen se nos presenta en las crónicas árabes, cuesta justificar que los emires aceptaran las peticiones tácticas del perdón de Umar solo para rebelarse a la que tenía la más mínima oportunidad, o sea emires, que os la cuelen una vez vale, pero si os engañan repetidas veces la culpa es vuestra. El emir al-Mundir enfermó pero estaba determinado en seguir con el asedio de Bobastro después de haber sido toreado así por el rebelde, pero entonces en junio del 888 murió, según unos por una flecha y según otros por enfermedad.
El cronista Ibn al-Qutiyya afirmó que fue su hermano y sucesor Abd Allah quien asesinó a su hermano con veneno, aunque hay dudas válidas de que realmente orquestase la muerte de al-Mundir porque Abd Allah no demostró una obsesión por el poder o por gobernar. Abd Allah estaba en la campaña de Bobastro y dudó si comunicar la muerte del emir por la desmoralización que supondría, pero finalmente lo hizo y el ejército omeya se retiró de nuevo. La muerte de un emir otra vez salvaba a Ibn Hafsún. Umar atacó el ejército en retirada, pero Abd Allah le pidió que respetase el luto y le prometió un acuerdo. El emir Abd Allah quiso comprar la voluntad del rebelde nombrándole gobernador de la cora de Rayya, pero Umar solo usó el puesto para apoderarse de la provincia malagueña y seguir construyendo su base de poder.
Ibn Hafsún se había hecho con algunas de las provincias que más dinero daban a los omeyas, es por eso y la amenaza directa a la continuidad dinástica que fue el rebelde más peligroso. El rebelde saqueó haciendas y graneros que abastecían Córdoba, y esta situación obligó a Abd Allah a actuar enviando un ejército, que para su desgracia fue duramente derrotado cerca de Osuna. Esta victoria no hizo más que ganarle fama y renombre y ponerlo por encima del resto de rebeldes del sur de al-Ándalus, hasta el punto de que por ejemplo los muladíes de Elvira, agredidos y masacrados por los árabes sin que el emir Abd Allah hubiese podido atender sus peticiones de protección, solicitaron la ayuda al rebelde y así extendió su influencia en esta provincia, aunque los árabes de Elvira infligieron severas derrotas al rebelde y evitaron que controlara toda la provincia.
Después de que los omeyas derrotaran a un rebelde de Jaén, Ibn Hafsún quiso no pecar de optimista y ofreció en el 889 cesar las hostilidades a cambio del reconocimiento de un trato especial con autonomía política en sus dominios, un poco en la línea del trato que algunas veces recibían los Banu Qasi. El emir aceptó la oferta, aunque convenientemente las fuentes escritas no dan detalles del acuerdo. Como era habitual en él, Umar no cumplió con su palabra cuando fue invitado a participar en una campaña punitiva contra Ibn Mastana. Este Ibn Mastana fue un rebelde de probable origen bereber que dominó la comarca de Priego de Córdoba, Umar contactó con él y desde entonces hicieron frente común e Ibn Mastana se convirtió en el lugarteniente principal del muladí.
Gracias a los territorios que conquistó y la fama que ganó como opositor de los omeyas, Umar ibn Hafsún contó con otros aliados rebeldes como Daysam ibn Ishaq de Tudmir que ya vimos antes o con los bereberes de Takurunna, la sierra de Ronda, agrupados en torno al clan de los Banu l-Jali con sede en la fortaleza de Cañete la Real, apenas a 25 kilómetros de Bobastro. Su revuelta cobra especial relevancia porque recordemos del episodio 26 Abd al-Rahman I, el Halcón de al-Ándalus que los Banu l-Jali llevaban siendo leales clientes de los omeyas desde tiempos del califa de Damasco Yazid II y su ayuda fue vital para que el exiliado y perseguido príncipe Abd al-Rahman I pudiera establecer la dinastía omeya en al-Ándalus. Si hasta los Banu l-Jali se rebelaron y ayudaron a Ibn Hafsún en la toma de Estepa y Osuna de camino a Écija, entonces es que muchos creían que la era de la dinastía omeya cordobesa había terminado.
Abd Allah convocó un gran ejército después de que los rebeldes tomaran Écija, y no tardó Umar en cagarse encima y enviar una carta perdida en que justificaba su levantamiento y pedía el perdón prometiendo obediencia. El emir pensó en si aceptar, y finalmente lo perdonó y lo nombró gobernador de sus principales fortalezas para terminar con la violencia y anarquía, pero Umar siempre estaba listo para levantar sus armas de nuevo contra los omeyas cuando le fuera conveniente. En el 889 Umar ocupó y fortificó Poley, en la actual Aguilar de la Frontera, además de Baena y Lucena, esta última famosa por ser una ciudad habitada exclusivamente por judíos.
El rebelde buscó la legitimidad fuera de al-Ándalus para conseguir un respaldo abasí a través de la dinastía aglabí de Ifriqiya, en la actual Tunicia, pero por desgracia para él los aglabíes estaban demasiado ocupados con sus propios problemas internos que provocaron la caída de su dinastía poco tiempo después. También llegó a buscar la simpatía y apoyo de los idrisíes de Marruecos, cualquiera le valía mientras consiguiera una legitimidad externa y el apoyo de otros enemigos de los omeyas. Llegó a atraerse al hijo del conde de los cristianos de Córdoba que dirigió numerosas algaradas contra los campos cordobeses hasta que fue derrotado y su cabeza expuesta en Córdoba junto a su padre crucificado por las dudas razonables de su lealtad.
El año 891 fue el punto álgido de la rebelión hafsuní, un momento en que realmente la dinastía omeya pudo desaparecer de al-Ándalus. El ejército de Umar saqueaba la campiña cordobesa que era absolutamente esencial para alimentar la capital, así que el asunto no era para tomárselo a la ligera porque una hambruna en Córdoba podía provocar la deposición de los omeyas. El emir Abd Allah, entre la espada y la pared, consiguió reunir un ejército de 14.000 soldados entre profesionales y voluntarios, frente a un ejército rebelde que Ibn Hayyan estimó que llegaba a los 30.000. De manera extraordinaria e inédita el emir dirigió personalmente la campaña porque había muchísimo en juego y fue capaz de derrotar de manera contundente al ejército de Umar en la batalla de Poley del 891, al ser sorprendidos los rebeldes fuera del castillo.
Umar y sus principales seguidores consiguieron refugiarse en el castillo de Aguilar de la Frontera, pero la mayoría de sus soldados huyeron en desbandada y esto obligó a Umar a abandonar la fortaleza para evitar ser capturado. Después de la captura de Poley, las fuerzas emirales masacraron a muchos cristianos capturados por haber roto el estatuto de los dimmíes, el emir reconquistó Écija, Archidona, Elvira, Jaén y otras plazas que se rindieron más bien por la vía diplomática ante la demostración del poder omeya en Poley. El siguiente a por el que fue el emir fue el aliado de Umar Ibn Mastana, que perdió la mayoría de sus fortalezas y le fue garantizado el perdón bajo la condición de demoler completamente la fortaleza de Carcabuey, cerca de Priego de Córdoba.
La victoria de Abd Allah fue ampliamente celebrada por numerosos poetas bajo la nómina omeya. Esto obligó a Umar a abandonar muchos territorios recientemente conquistados y refugiarse en Bobastro, pero en vez de continuar y maximizar la victoria el emir se replegó de nuevo a Córdoba y como deseaba mantener la paz y reunificar el emirato otorgó el perdón que pidió el rebelde muladí. Una de las condiciones habituales en estos pactos era entregar rehenes, pero en vez de enviar a su hijo biológico como rehén Ibn Hafsún envió un hijo adoptivo y esto con razón fue visto como que los estaba vacilando y como otra treta para ganar tiempo del muladí. Para cuando llegó la petición de que enviase a un hijo biológico, Umar ya se ha había rebelado de nuevo, aprovechó para recuperar muchos territorios perdidos como Archidona, Jaén y Elvira y buscó nuevas alianzas con otros rebeldes para coordinar campañas para obtener botín.
La guerra entre omeyas y los rebeldes hafsuníes se recrudeció en la década del 890 provocando una gran devastación en Andalucía por las tácticas de desgaste como el saqueo y quema de cosechas, tala de árboles, matanza de ganado y similares. El emir Abd Allah fue concienzudo y como sabía que no disponía de muchos recursos no se arriesgó a batallas abiertas de gran envergadura y se dedicó a atacar los enclaves de los aliados de Umar ibn Hafsún, fortificar poblaciones leales y expulsar muladíes y cristianos para sustituirlos por árabes fieles en plazas estratégicas. Atacar indirectamente a Ibn Hafsún daba mejores resultados que los asedios a Bobastro y los dominios nucleares hafsuníes y además era apropiado porque atacando a sus aliados provocaba que el movimiento hafsuní perdiera seguidores y su base de apoyo económico y militar se resintiera.
Así Umar perdía prestigio y las expectativas mesiánicas en torno a él se evaporaban, y si debilitaba primero a sus aliados el emir Abd Allah podría atacar más fácilmente los dominios hafsuníes cuando el rebelde estuviera debilitado y sin aliados. Era una estrategia brillante por parte de Abd Allah, aunque como digo esta estrategia fue destructiva para las provincias del sur de al-Ándalus. Es en este contexto de una rebelión hafsuní que ya no avanzaba que tenemos la noticia de la supuesta conversión de Umar ibn Hafsún al cristianismo en el 899. El historiador Pedro Chalmeta niega que Umar ibn Hafsún se convirtiera al cristianismo, y yo también soy escéptico a esta información. Es cierto que el muladí promovió la creación del obispado de Bobastro y la construcción de iglesias, se han encontrado iglesias rupestres en el bastión hafsuní, pero también Bobastro creció como una ciudad con mezquitas.
No podemos estar seguros del grado de islamización de una región en un momento dado, pero aun suponiendo que los cristianos fueran mayoritarios en las zonas rurales, eso no quita que todos los líderes rebeldes y actores políticos relevantes eran musulmanes y que si Umar de repente era católico entonces eso podía provocar que no pudiera aliarse con algunos rebeldes musulmanes y se podía alienar a los musulmanes que sirvieran bajo su mando. Además, si como mínimo hubiera conseguido una alianza militar con Alfonso III de Asturias pues entonces su conversión hubiera tenido más sentido, pero así de la nada es raro.
La supuesta conversión de Umar ibn Hafsún podría ser simplemente propaganda omeya contra el rebelde que más amenazó a su dinastía para desacreditar su figura tanto como pudieran y presentarlo como un apóstata y hereje, y por este crimen contra Dios el único castigo posible era la muerte y la yihad contra él y sus seguidores. Así que o la noticia de su conversión católica es falsa, o bien Ibn Hafsún tomó una muy mala decisión política porque tenemos noticias de algunos aliados y seguidores musulmanes que lo abandonaron. Si realmente se convirtió al catolicismo, en algún momento revertió al islam de nuevo al menos de cara al exterior porque lo vemos buscando el apoyo del Califato fatimí y adoptando el rito chií.
Ni los propios contemporáneos lo tenían claro y esa es una de las razones por las que cuando Abd al-Rahman III entró en Bobastro desenterró al cadáver del muladí para comprobar con qué rito había sido enterrado, y supuestamente fue por el rito cristiano. Quizás la explicación más acertada es que la ambigüedad de su filiación religiosa respondía a su oportunismo político para atraer cuantos más seguidores mejor independientemente de su religión, y según Maribel Fierro también podría ser una muestra de la islamización como un proceso más gradual de facto que un cambio de blanco y negro del cristianismo al islam. En este último punto de la indefinición religiosa no estoy muy convencido porque ya era claro para todo el mundo qué era un cristiano y qué un musulmán, no estamos en el siglo VII o VIII cuando sí podía ser más difícil diferenciar estas religiones abrahámicas.
Esta ambigüedad y relativismo religioso fue atacado por los ulemas y los omeyas que creían que el rebelde malagueño no hizo más que pervertir y corromper el islam y a los creyentes. El reconocimiento intermitente de Umar de omeyas, abasíes, idrisíes, fatimíes o de nadie, su asociación al cristianismo, al islam sunní o al islam chií, lo que revelan es que el rebelde muladí era un oportunista sin un proyecto político ni una legitimidad claras ni una base social cohesionada y sólida. Para la primera década del siglo X la rebelión de Umar ibn Hafsún claramente había perdido impulso, no había una dirección clara y el emir Abd Allah empezó a cosechar más victorias militares y recuperar fortalezas en las coras de Algeciras, Jaén, Rayya-Málaga o Elvira-Granada que ya nunca más volvieron al rebelde muladí o de sus aliados.
Esto es importante porque el emir y luego califa Abd al-Rahman III fue un soberano extraordinario y su logro de recuperar la unidad de al-Ándalus fue impresionante, pero no partía de 0 y el emir Abd Allah en sus últimos años de reinado cosechó algunos éxitos relevantes para recuperar el orden y provocó que hubiera más gente que creyese que se habían equivocado en dar por muerta a la dinastía omeya y que los hijos de los califas de Damasco iban a volver con fuerza. A pesar de los signos esperanzadores para los omeyas de finales del reinado de Abd Allah de Córdoba, será su nieto Abd al-Rahman III el que será el hábil héroe que restauró el poder de los omeyas en al-Ándalus y consolidó la hegemonía islámica sobre la península. Sobre sus hazañas habrá que hablar en los próximos episodios.
El Veredicto: La gente común en la fitna. Régimen opresivo vs anarquía
En El Veredicto de hoy quiero volver a poner el foco en la gente común de la que no se habla en las fuentes escritas o como mucho se hace como un colectivo sin las historias individuales que habría detrás. Los actores políticos con nombre propio o esas élites dirigentes anónimas de las ciudades pero que tenían un gran poder están muy bien, pero ellos tenían agencia en escoger su destino y a muchos otros a los que les afectaba sus decisiones no tenían esa agencia. Tú imagínate ser uno de esos zaragozanos que vivía en los arrabales que destrozaron los omeyas porque un Banu Qasi se había apoderado de Zaragoza, o uno de esos campesinos de Jaén o de Murcia cuyos campos eran atacados por rebeldes u omeyas por igual si no te sometías y eran obediente al que apareciera en un momento dado con su ejército, o un comerciante que era asaltado por los bandidos que dominaron los caminos andaluces.
Quizás eras de los que se quejaban de los asfixiantes impuestos de los omeyas, o de los privilegios y la arrogancia de los árabes, pero difícilmente los tiempos de la fitna del Emirato de Córdoba podían ser mejores para la gente común por la destrucción de la guerra, las masacres, desplazamientos de refugiados, esclavizaciones, la violencia e inseguridad, o los abusos arbitrarios del poder, fueran de rebeldes y personajes de arraigo local o fuera de los omeyas. Es una de las lecciones de nos da la historia y una de mis series favoritas, One Piece, que una autoridad corrupta y opresiva es nefasta, pero la anarquía puede ser igual o peor, y al final el ciudadano de a pie siempre paga el pato. Y con eso, El Veredicto termina.
Avance y outro
Aquí termina este masivo episodio 39, pero antes de irte dale a me gusta, comenta y compártelo si te han gustado las historias que he comentado hoy, estaré encantado de leer y responder a tus reflexiones, preguntas o a lo que te haya sorprendido de la fitna del Emirato de Córdoba. En la página web lahistoriaespana.com tienes los guiones y fuentes de los episodios, también tienes una tienda y página de donaciones, y puedes obtener privilegios si apoyas económicamente La Historia de España – Memorias Hispánicas en Patreon, tienes los enlaces de todo en la descripción. Como este ha sido un episodio que cuenta casi como dos y quiero descansar un poco y retomar ya Memorias Hispánicas con la serie de Japón pues es probable que el siguiente episodio de la serie principal lo publique dentro de un mes y medio. En el episodio 40 veremos los primeros pasos de la restauración omeya de Abd al-Rahman III, el ascenso del Califato fatimí en el norte de África y posiblemente también veremos lo que ocurrió paralelamente por los reinos y condados cristianos, ¡muchas gracias por escucharme y nos vemos en la próxima!
Fuentes
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