NOTA: Puedes consultar una versión resumida en 12 minutos aquí.
Este es el episodio 22 llamado La conquista musulmana de la península ibérica y en este episodio aprenderás:
- Interpretaciones de la conquista musulmana
- Fuentes para estudiar la conquista musulmana
- Contexto previo a la conquista islámica
- El conde Julián y la rendición de Ceuta
- El preludio, la incursión de Tarif ibn Malik
- Rodrigo y Tariq ibn Ziyad, la batalla de Guadalete
- La toma de Toledo y el derrumbamiento del Reino visigodo
- Llegan los árabes, llega Musa ibn Nusayr
- El pacto de Tudmir
- La conquista musulmana del norte peninsular
- La rendición de cuentas de la conquista
- El valí al-Hurr y la capitalidad de Córdoba
- Septimania, el último bastión godo
- El Veredicto: ¿godos traidores?
- Avance y outro
- Fuentes
Interpretaciones de la conquista musulmana
Antes de empezar quería agradecer el apoyo de los que son o han sido mecenas de este programa, personas como Ruth Bustos, Guillem Navarro, Sarah Kildow, Carlos Calderón, o Liam O’Shea. Tú también puedes conseguir beneficios exclusivos como accesos anticipados, merchandising exclusivo, y poder de voto en los temas de Memorias Hispánicas uniéndote a mi comunidad de Patreon en patreon.com/lahistoriaespana, o también puedes colaborar con membresías en YouTube y Spotify o con una donación en la página web del programa. Y ahora vamos al lío porque hay muchos temas a tocar hoy, y primero quiero hablar de las distintas interpretaciones que se han hecho históricamente y en la actualidad de la conquista musulmana.
Esto significa que hablaré de la memoria o de los usos políticos de la conquista musulmana, si quieres escuchar solamente sobre la historia en sí puedes saltarte esta y la siguiente sección con las marcas de tiempo de la descripción. Dicho esto, una de las tareas más importantes de los historiadores es hacer una lectura crítica de las fuentes y desmontar mitos, y con la conquista musulmana de la península ibérica han tenido faena, porque pocos momentos de la historia de España han estado tan sujetos a distorsión por intereses ideológicos como la conquista islámica. El pasado suele ser analizado en función de los intereses del presente, y esto es tan cierto ahora como en la China de hace dos mil años como en la al-Ándalus de los omeyas, como vimos en su particular interpretación del pasado peninsular en el episodio extra 7 El pasado preislámico de al-Ándalus.
¿Por qué algunos reviven el discurso neogótico de la Reconquista y hablan del moro o el musulmán como el eterno enemigo de la nación española? Pues por el miedo a las consecuencias de la creciente inmigración y multiculturalidad y a los cambios de la sociedad española que puede provocar la presencia de musulmanes. ¿Por qué otros en cambio hablan de al-Ándalus como un paraíso terrenal de buenismo y tolerancia? Pues para atacar el discurso nacionalista y coger una parte de la historia de España que para algunos cuesta de encajar como un espejo en el que reflejarse para crear un país multicultural donde prime la tolerancia. En este programa mi intención es presentar la historia de la manera más científica posible y por eso me alejaré de los discursos ideológicos que denigran o idealizan al-Ándalus.
Primero me centraré en el discurso denigrante y deslegitimador de al-Ándalus porque es el que sigue estando más presente en el imaginario colectivo español. La primera idea es que el lenguaje es importante. Es sesgado y cargado ideológicamente hablar de invasión musulmana, porque la palabra invasión tiene una clara connotación negativa. Usando el término invasión se deslegitima la conquista musulmana cuando no se habla en esos términos para otras conquistas como las españolas por América o la romana en Hispania. De hecho, el término conquista musulmana de la península ibérica tampoco sería del todo preciso, lo más correcto sería hablar de conquista árabe-bereber por el papel protagonista de los bereberes y el hecho de que estos aún no estaban islamizados, y además de musulmanes muy probablemente habría cristianos, judíos y paganos participando en la conquista.
También es otro término nacionalista hablar de la pérdida de Hispania o incluso pérdida de España como se lee en algunos libros anticuados, es decir, desde este punto de vista la nación española ya existía en época visigoda tras la conversión de los visigodos al catolicismo. El Reino de Asturias y sus sucesores construyeron un discurso propagandístico y de legitimación basado en su oposición a los musulmanes y presentaron la conquista musulmana como una catástrofe, de ahí que la identidad española se haya construido por esa defensa de la cristiandad y lucha contra el islam y esto ha dado lugar a creencias y mitos entorno a la historia medieval de España que han pervivido dentro de la memoria colectiva española. Este discurso de la Reconquista aún sigue teniendo seguidores en una parte minoritaria de la academia, como es el caso de Serafín Fanjul o Darío Fernández-Morera, y tiene una difusión muy amplia entre pseudohistoriadores y sectores de derecha y extrema derecha nacionalista española.
Según esta visión nacionalista el islam y al-Ándalus serían la antítesis a lo español, la anti-España. A este relato nacionalcatólico se le ha unido la influencia internacional de la contraposición entre Occidente y el islam, entre civilización y barbarie, entre valores como la democracia, libertad y derechos humanos frente a la intolerancia, el fanatismo y la violencia y terrorismo islámico. Al nacionalismo español siempre le ha costado encajar al-Ándalus en la historia de España, la mayoría optaron por rechazar al-Ándalus y presentarla como el mal en la tierra, otros por asimilarla y hablar de España musulmana, como si la esencia hispana se hubiera mantenido a pesar del cambio de religión, y a algunos que les falta algún tornillo en la cabeza negaron la propia conquista islámica, como es el caso del fascista Ignacio Olagüe o actualmente del arabista andalucista Emilio González Ferrín.
La corriente negacionista de Olagüe por desgracia ha ganado algunos adeptos a pesar de ser obviamente un fraude no apoyado en ninguna evidencia y que viene a afirmar que la eterna nación española era tan brillante que produjo por si sola una civilización hispana islámica sin la presencia de árabes o bereberes. Soltó esta gilipollez y se quedó tan ancho, con dos cojones ahí. Y paradójicamente la izquierda nacionalista andaluza ha cogido esta idea y se la ha hecho propia para hablar de una arabización e islamización espontánea y que forma parte de la esencia de lo andaluz, como si los andaluces y los andalusíes fueran lo mismo. Todas estas ideas rocambolescas han sido desmontadas por grandes especialistas de al-Ándalus como Pierre Guichard, Maribel Fierro, Eduardo Manzano Moreno o Alejandro García Sanjuán.
El relato neogótico de devastación total al producirse la conquista y de enemistad irreconciliable entre musulmanes y cristianos contrasta claramente con lo que nos cuentan otras fuentes escritas y la arqueología. Como comentaré luego, fue una conquista militar y por tanto implicó violencia, se esclavizó a población, hubo caos, etc. Y eso no hay que olvidarlo ni blanquearlo, pero tampoco es que fuera una conquista especialmente sanguinaria que provocase destrucciones masivas ni grandes matanzas. La población cristiana se arabizó e islamizó con el tiempo por propia voluntad, y se han encontrado enterramientos mixtos cristianos y musulmanes de los primeros tiempos de dominio musulmán, como el enterramiento de musulmanes bereberes, mestizos vasco-bereberes y vascones convertidos al islam hallados en Pamplona junto a algunos enterramientos que seguían el rito cristiano. Esto también confirma algo que ya sabíamos, aunque algunos lo hayan negado, y es que Vasconia también estuvo bajo dominio musulmán, hasta que su élite bereber fue expulsada antes de terminar el siglo VIII.
Frente al relato conservador y más asociado a la derecha de una visión muy negativa de al-Ándalus, surgió en círculos de izquierda una visión de al-Ándalus idílica igualmente errónea. Estos son los mismos que hablan de al-Ándalus como un paraíso multicultural, un espejo de sociedad ideal en el que reflejarse en la actualidad, y por eso resaltan conceptos progresistas como la convivencia de culturas, la tolerancia religiosa, o el esplendor cultural y científico de al-Ándalus. Esta visión romántica y orientalista hay que matizarla bastante, y además es un error ver al-Ándalus como un ente que no sufrió cambios durante sus varios siglos de historia, como si el tratamiento de minorías religiosas fuese el mismo en el siglo IX que en XII. El relato negacionista asociado actualmente a la izquierda nacionalista andaluza ya la he comentado, pero luego tampoco hay que olvidar la visión triunfalista y positiva por parte del mundo árabe e islámico desde tiempos remotos hasta la actualidad.
Las fuentes árabes son el discurso del triunfador y son igual de providencialistas que las crónicas cristianas al considerar que la victoria se la dio Dios. Por ejemplo, suelen usar la palabra fath que significa abrir, es decir, como si los países y sus gentes se abriesen voluntariamente al mensaje del islam, como si eso hubiera ocurrido sin conquista militar violenta, mientras que usan otros términos para hablar de conquistas no musulmanas. Como pasa en menor medida con el discurso catastrofista y de la Reconquista en la actualidad, para los países musulmanes está visión civilizadora de la conquista de al-Ándalus sigue teniendo mucha influencia mediática y académica, hasta el punto de que algunos autores en lengua árabe omiten la violencia en la conquista musulmana de la península ibérica. Este planteamiento absurdo también será desmontado a lo largo de este episodio.
Fuentes para estudiar la conquista musulmana
Estudiar la conquista musulmana del 711 siempre ha sido complicado por la falta de detalles y la fiabilidad de las fuentes. Por un lado, tenemos la evidencia material que nos han dejado las monedas, los precintos de plomo de los que hablaré más adelante, y las construcciones y destrucciones dejadas por la conquista musulmana. Los registros materiales son los más fiables de todos y han permitido grandes avances en la historiografía de los últimos años. Por otro lado, tenemos las informaciones escritas ya sean latinas o árabes, aunque las primeras noticias escritas son latinas y a estas hay que darles un mayor grado de fiabilidad por ser más próximas a los hechos.
La primera fuente escrita identificada por Alejandro García Sanjuán es la compilación de biografías de los papas que fue actualizada entre los siglos VI y XV. En una carta el duque de Aquitania Eudes informó al papa de que los sarracenos cruzaron el estrecho usando Ceuta y conquistaron Spania, hasta que en el 721 el duque frenó el avance de los musulmanes y les infligió una grave derrota en Tolosa. Es importante este documento porque una fuente tan cercana a los hechos confirma la procedencia de los conquistadores, su partida de Ceuta y la muerte del rey, o sea que los que niegan la conquista árabe y bereber quedan al mismo nivel que los terraplanistas. Las siguientes fuentes son dos crónicas, la Crónica bizantino-arábiga y la Crónica mozárabe del 754, que nos dan informaciones escuetas sobre la conquista musulmana de la península ibérica, y también hay referencias a la conquista sin detalles relevantes en crónicas de otros países y en cartas.
Para las siguientes crónicas ya nos vamos a la primera mitad del siglo IX y fueron escritas por autores orientales. De al-Ándalus también existen dos crónicas de esta época, pero como era un territorio periférico y aún faltaba arabizarse e islamizarse no desarrolló una historiografía importante hasta más tarde, ya en época califal. Hay que mencionar que las crónicas árabes en cuanto a la conquista musulmana de la península ibérica presentan grandes problemas de difícil solución, porque hay versiones muy contradictorias de los hechos. Por un lado, hay relatos que dicen que la mayor parte del territorio de al-Ándalus fue sometido mediante la fuerza y violencia, mientras que otros dicen que fue más pacífico y por capitulaciones, con lo cual hay versiones de la historia de la conquista para todos los gustos.
Historiadores como Pedro Chalmeta o con matizaciones Eduardo Manzano Moreno se posicionan a favor de creer que en la conquista musulmana predominaron más las capitulaciones que las tomas violentas. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, si una población capitulaba, más de una vez por cierto tras un asedio, era por el miedo a la violencia del ejército conquistador, por lo tanto es un error hablar de conquista pacífica o de entrega y sumisión de Spania porque toda conquista militar implica violencia y la amenaza de violencia en mayor o menor medida. En este sentido, la conquista musulmana de la península ibérica no fue una conquista excepcional, y sabemos que hubo saqueos, captura de personas para esclavizarlas, confiscaciones de propiedades, destrucción de pueblos, muertes en batallas o por asedio, y ejecuciones.
Luego también las crónicas árabes son contradictorias sobre quién sometió tal o cual ciudad, y una misma ciudad puede haber sido conquistada por Tariq según algunos mientras que por otros fue por Musa o por un tercero. Y para hacerlo aún más complicado, los itinerarios de los conquistadores son confusos porque apenas se mencionan ciudades concretas, y hasta los propios andalusíes reconocían frustrados que era difícil conocer la verdad de lo ocurrido. Debido a estos factores, solo podemos intentar recrear lo que pasó y puedes leer versiones de la conquista musulmana muy diferentes en un libro u en otro, y esto es una verdadera desgracia teniendo en cuenta que hablamos de uno de los momentos más trascendentales de la historia de España.
Otra crítica que se hace a las fuentes árabes en general es que son tardías y eso hace que sean menos fiables, pero hay dos cosas a decir a su favor. Una que en las ideas más fundamentales los relatos árabes y latinos coinciden, y la otra que las cronistas árabes tenían la buena costumbre de hacer lo que hoy en día consideraríamos un corta y pega de textos de autores previos, y esto ha permitido preservar fragmentos de textos perdidos más antiguos y determinar mejor la fiabilidad de los textos. Desde las fuentes árabes también se presentaron distintas interpretaciones de la conquista según los intereses del cronista, aunque para simplificar había dos interpretaciones en clave legal. Una la defendida por los dirigentes omeyas y los sabios en ley islámica, los ulemas, según la cual la conquista fue fundamentalmente militar y por tanto eso exigía reservar un quinto de las tierras bajo dominio de los omeyas.
También estos decían que los conquistadores habían obtenido cuantioso botín en forma de propiedades y cautivos de los territorios sometidos a la fuerza, pero no lo repartieron o declararon debidamente para evitar el fisco y eso perjudicó al conjunto de la comunidad musulmana. La otra interpretación es la de los descendientes de los conquistadores y de los aristócratas hispanogodos y es la que se encuentra por ejemplo en la crónica de Ibn al-Qutiyya, miembro del poderoso linaje sevillano de los Banu Hayyay que decía descender de árabes y de Sara la Goda, supuesta nieta del rey Witiza, aunque tendría que haber sido una hija suya de existir y casarse cuando se dice. Según la versión de al-Qutiyya, el pacto con los witizianos fue la clave del éxito de la conquista mientras que rebaja la importancia de Julián de Ceuta, y la conquista musulmana se había conseguido más con pactos que por la fuerza.
Esto significaba que las propiedades, vida y religión de los conquistados estaba protegidos a cambio de un tributo y también tenía implicaciones para el reparto de tierras entre los árabes y bereberes, por eso negaba que hubiera que garantizar un quinto de las tierras a los omeyas y era una forma de defenderse frente a la creciente centralización estatal y eficacia de la hacienda andalusí. Esta clara dicotomía legal la desarrollaron los ulemas en el siglo IX y X y no parece que existiera una diferencia tan clara en la época de las grandes conquistas, pero en todo caso en lo que coinciden las crónicas es que hubo tanto episodios de toma violenta como de pactos de capitulación.
Contexto previo a la conquista islámica
¿Cuál era la situación del Reino visigodo y del Califato omeya de Damasco antes de la conquista islámica del 711? Pues de ello hablé en los dos episodios anteriores respectivamente y ahora toca hacer un poco de recapitulación y también hablar de por qué los musulmanes se lanzaron a la conquista de Spania. Hablo de los últimos años del Reino visigodo en el episodio 20 El ocaso visigodo, y terminé el episodio hablando de la situación de división interna y guerra civil del Reino visigodo por la crisis sucesoria ocurrida tras la muerte de Witiza. El rey Witiza, de unos 24 o 25 años de edad, murió súbitamente, ya fuera asesinado o por una enfermedad y sin haber dejado a nadie asociado al trono como habían hecho sus predecesores más inmediatos.
Rodrigo, duque de la Bética, se había hecho violentamente con el trono visigodo en el 710 tras la muerte de Witiza en circunstancias inciertas, pero lo que sí es conocido es que Rodrigo fue considerado por muchos como un usurpador y el Reino visigodo estaba dividido y en guerra civil antes de la irrupción de los musulmanes. En las provincias orientales de Tarraconense y Septimania los aristócratas de esas regiones, marginados desde hacía décadas en la elección del monarca de Toledo, proclamaron rey a Agila II. Se han encontrado trece monedas acuñadas por Agila II en la Tarraconense y Narbonense, un número superior a las nueve conservadas de Rodrigo en Portugal, y eso hace que Rodrigo sea el soberano visigodo con menos monedas registradas, incluso menos que Liuva II.
Mientras tanto, en Toledo los hermanos de Witiza no estaban para nada contentos y querían mantener a toda costa el control sobre el trono toledano y el rico patrimonio que eso conllevaba, pero llegaron a algún tipo de entendimiento con Rodrigo y evitaron un conflicto armado entre witizianos y rodrigistas, es decir, entre familiares y partidarios de la familia de Witiza y de Rodrigo. Como comenté al principio del episodio 20, el Reino visigodo no era un reino en decadencia como defendían los historiadores hace pocas décadas. Atestigua bien esto uno de los frescos de un castillo omeya en Jordania, Qusayr Amra, donde están representados el emperador de Constantinopla, el sha de Persia, el rey de Etiopía, el khan de los turcos, el emperador de China, y el rey de los visigodos. Es muy significativo que el último rey de los godos sea equiparado con los hombres más poderosos de su tiempo, y es una prueba más de que los musulmanes no consideraban que hubieran conquistado un reino débil y en decadencia.
Luego por el lado islámico ya vimos en detalle los orígenes del islam y la expansión militar árabe desde el profeta Muhammad hasta el Califato Rashidun y omeya en el episodio 21 El islam y las conquistas árabes. Una de las ideas fundamentales del episodio es que el islam dio el fundamento ideológico a los árabes para unirse y formar un proyecto imperial, y que los éxitos militares y la búsqueda de botín y tierras fue el principal factor que explica las conquistas árabes, mucho más que cualquier idea de cruzada religiosa contra infieles. El islam y la identidad árabe aún estaban en proceso de formación, y los árabes se convirtieron en una casta política y militar cada vez más minoritaria al expandirse el imperio árabe hacia el este y oeste.
La conquista de Egipto fue rápida, pero la del Magreb tardó décadas porque había pocas ciudades y los bereberes no presentaban una unidad política, y además hubo parones en las conquistas por las guerras civiles entre musulmanes. Quien completó la conquista del norte de África fue Musa ibn Nusayr, hijo de un hombre árabe esclavizado en el sur de Iraq que empezó a trabajar pronto para el Califato Rashidun. Como su padre demostró ser un servidor público capaz fue manumitido y su hijo Musa siguió su trayectoria y fue un burócrata importante en Damasco y en las colonias árabes de Basra y Fustat. Musa se ganó el aprecio del califa Abd al-Malik y éste lo nombró gobernador de Ifriqiya, que se corresponde principalmente con Túnez, y no decepcionó al califa porque consiguió por fin completar la conquista del Magreb, e instaló a su maula o cliente bereber Tariq ibn Ziyad en Tánger mientras él volvió a la capital de Ifriqiya, Kairuán.
¿Y tras la conquista del Magreb, por qué los musulmanes conquistaron Spania? Para empezar, como explicaré luego no hay suficiente evidencia para considerar que la expedición de Tariq del 711 tuviera la intención de conquistar la península ibérica. Lo que sí que tienen en común las conquistas árabes, a lo que luego se le sumaron los bereberes, es su búsqueda de botín y de más ingresos fiscales. Una causa coyuntural es que el califa al-Walid I dio un nuevo impulso a las conquistas islámicas hacia el este y oeste al expandir el Califato omeya hasta la actual Uzbekistán y al completar la conquista del Magreb. Y otra causa externa crucial pero que a veces se obvia es que los árabes pudieron imponer su dominio sobre el Magreb solo tras pactar con los bereberes que se resistían.
Había bereberes no convertidos al islam entre los conquistadores, y los que se habían convertido lo habrían hecho superficialmente porque muy pocos habrían aprendido a hablar árabe o se habrían familiarizado con la teología y leyes islámicas. Los bereberes hablaban varias lenguas y dialectos bereberes y el romance africano derivado del latín, que servía de lengua vehicular entre los bereberes y probablemente fue útil para facilitar las comunicaciones entre bereberes y la población hispanogoda. Esta falta de arabización e islamización de los bereberes es muy importante tenerla en cuenta porque ellos fueron los protagonistas de la primera fase de la conquista islámica. Al final, los árabes solo pudieron doblegar a los bereberes haciéndolos partícipes de futuras conquistas para conseguir riquezas, y es que si la expansión musulmana se frenaba el imperio se desmoronaría por las tensiones internas, como finalmente sucedió unas décadas más tarde.
El conde Julián y la rendición de Ceuta
En la historiografía española tradicional se ha presentado el conde don Julián como el ejemplo perfecto de traidor o de lo fatal que puede ser la venganza, y se usó su figura para explicar la división interna y la colaboración de parte de los visigodos con el poder conquistador. Supuestamente la hija del conde Julián había sido violada por Rodrigo, cosa imposible porque entró al servicio omeya en época de Witiza, y por esta historia de amor, honor y venganza Julián habría optado por prestar su ayuda a los musulmanes. Su leyenda se menciona por primera vez en una crónica egipcia del siglo IX donde hay muchas otras leyendas entorno a la conquista, y en las fuentes cristianas la historia de Julián no ganó popularidad hasta el siglo XI como historia moralizante de los males que trajeron los pecados de un rey.
Todas las fuentes son unánimes en considerar que la ciudad de Septem, la actual Ceuta, desempeñó un papel importante en la conquista musulmana de la península ibérica. Ceuta había sido un fuerte militar y base naval de los bizantinos que servía para el control del estrecho de Gibraltar y para mantener a raya a los bereberes y en menor medida a los visigodos. Sabemos que en la década del 680 Ceuta seguía en manos bizantinas, pero a partir de ahí surgen las dudas entre los historiadores. Ya vimos hace dos episodios que en la última década del siglo VII hubo un extraño episodio en que el duque Teodomiro tuvo que enfrentarse en el Levante peninsular a tropas bizantinas llegadas en barco.
¿Y si fue un ataque para conseguir botín antes de abandonar definitivamente Ceuta o las Baleares? Porque realmente desde un punto de vista estratégico no había ya motivos para que el Imperio bizantino tuviera tropas estacionadas en la lejana Ceuta o Baleares tras la caída del Exarcado de África a manos árabes en el 698. Por esa lógica yo me inclino a pensar que dejaron Ceuta y Baleares abandonadas a su suerte y en manos de las élites locales. Por cierto, paréntesis aquí, en las operaciones militares de Musa ibn Nusayr el gobernador mandó a un hijo suyo a saquear Mallorca en el 708 y ya se firmaron algunos acuerdos de sumisión, pero la conquista musulmana de las islas Baleares no ocurriría hasta principios del siglo X.
La figura del conde Julián ha sido tan mitificada que es difícil determinar qué es real y qué ficción. Según algunos era un conde visigodo que controlaba ambas orillas del Estrecho, según otros el último gobernador bizantino de Ceuta llamado no Julián sino Urbano, e incluso algunas fuentes árabes presentan a Julián como un simple mercader de la zona. Hay historiadores que han tomado posturas tan extremas como negar que existiera este personaje, aunque no es nada excepcional que un pueblo conquistador encuentre colaboradores, hubiera o no Julián aceptado ser vasallo del Reino visigodo.
Así que a Julián de Ceuta se lo ha considerado unas veces un conde godo, otras como el último gobernador bizantino, o también como un bereber cristiano asociado a la anterior administración bizantina. A mí me cuesta mucho creer que fuera godo porque no tenemos noticia de que conquistaran esta plaza y porque la teoría de que Julián controlaba Ceuta y Algeciras parece basarse en un error. Enrique Gozalbes se apoya en textos geográficos para defender que la ciudad llamada al-Hadra fue confundida con Algeciras y que realmente al-Hadra era el nombre antiguo de Tánger, así que la referencia de que Julián tenía el control de ambos lados del Estrecho fue fruto de una confusión.
Es creíble que Julián fuera el último gobernador bizantino y tras la caída de Cartago optara por buscar la protección de la monarquía visigoda. No me parece descabellado que fuera un bereber cristiano y romanizado que hubiese trabajado para los bizantinos, porque en algunas crónicas árabes Julián no solo aparece asociado a Ceuta sino también a Tánger, que hasta donde sabemos no estuvo bajo dominio bizantino. Fuera cual fuera su origen, Julián poco podía hacer contra el gran imperio árabe, era inútil intentar remar contracorriente, así que tomó la decisión más inteligente como individuo y para su gente y se convirtió en colaborador del Califato omeya con la rendición de Ceuta en el año 709. Julián tuvo que firmar un pacto donde se comprometió a entregar rehenes, tributo y prestar su apoyo logístico y militar a los musulmanes en caso de guerra, a cambio de poder mantener su dominio sobre Ceuta.
El preludio, la incursión de Tarif ibn Malik
Tarif ibn Malik fue el primer bereber al servicio del Califato omeya en entrar en la península ibérica, en una especie de misión de exploración y reconocimiento del terreno ordenada por Musa ibn Nusayr antes de proceder con una operación más a gran escala, quizás a sabiendas de las dificultades internas por las que estaba pasando el Reino visigodo. En julio del año 710 sus 400 soldados y 100 jinetes desembarcaron en Tarifa, ciudad que toma el nombre de este personaje, es decir, un año antes de la expedición de Tariq ibn Ziyad en la que Tarif también participó.
El desembarco de Tarifa se produjo con el apoyo logístico crucial del conde Julián, porque el puerto de Ceuta era el único de relevancia por ahí y la flota omeya más cercana estaba en Túnez, a más de una semana de navegación. La incursión de Tarif ibn Malik tenía que servir para conseguir información y botín en unos pocos días pasando lo más inadvertido posible. Tarif y sus hombres encontraron poca resistencia, y lo que parece bastante increíble es que la flota visigoda no hiciese nada ante este ataque ni ante los desembarcos posteriores de Tariq. Hay que recordar del episodio 19 Chindasvinto y Recesvinto que no sabemos si existía una flota permanente goda o si se organizaba si se producía alguna campaña, aunque si existía de forma permanente quizás estaba atracada en Valencia y no intervino porque el Levante reconocía al rey Agila II, no a Rodrigo.
Los pocos efectivos de Tarif cumplieron su misión para posiblemente preparar bien el desembarco de Tariq y evaluar las defensas y riquezas del Reino visigodo entorno al estrecho de Gibraltar, pues saquear y quizás asentarse en el sur peninsular era el objetivo de los musulmanes y no conquistar la totalidad del Reino visigodo. Aunque las fuentes son confusas, Tarif ibn Malik parece que no solo fue más importante de lo que parece en la conquista musulmana de Spania, sino que según Wenceslao Segura y otros historiadores Tarif también fue uno de los líderes de la gran revuelta bereber del 739 al 743 y fundó un reino que gobernaron sus descendientes al suroeste de Marruecos, la confederación de Barghawata.
Rodrigo y Tariq ibn Ziyad, la batalla de Guadalete
El éxito de la expedición de Tarif dio buenas perspectivas a Musa y a los bereberes para una ofensiva de mayor envergadura. Es muy poco creíble que Musa ibn Nusayr no estuviera enterado de la ofensiva de su maula Tariq ibn Ziyad como algunos relatos de la conquista dicen, y hasta el propio califa al-Walid probablemente estaba al tanto. Tampoco hay evidencias sólidas que confirmen esa creencia tan extendida de que los witizianos habían solicitado apoyo militar a Tariq, de otro modo lo normal es que los witizianos ya se hubieran enfrentado abiertamente a Rodrigo con el apoyo de los bereberes. Nada parece indicar sin embargo que los bereberes bajo Tariq quisieran conquistar el Reino visigodo y apoderarse de Spania, y esto nos lo confirman varios hechos.
Primero la reacción de Musa ibn Nusayr al enterarse del inesperado éxito de Tariq y su enfado por no esperarle y actuar con demasiada iniciativa, segundo que los witizianos abandonasen a Rodrigo en batalla quizás habiéndolo acordado con Tariq antes, y tercero por lo que nos cuenta la crónica Ajbar maymu’a, que dice “estas gentes no pretendían establecerse ellos mismos en nuestro país, sólo buscaban botín y, una vez conseguido, se irían.” Esta es una noticia bastante creíble dada la incursión de Tarif ibn Malik el año anterior, y el ataque de Tariq debería verse como una operación de mayor envergadura con el objetivo de hacerse con mucho botín por el sur de Spania o quizás hasta conquistar la zona del Estrecho, pero insisto sin ambicionar la destrucción del Reino visigodo. Tampoco se entendería que el ejército y flota de Ifriqiya no hubiera participado desde el principio en la operación del 711 si querían conquistar la Península, cuando no estaban ocupados en ningún otro frente y su presencia hubiera podido reducir el riesgo a que la expedición fracasara.
Del mismo modo, Rodrigo y los visigodos, también la facción witiziana, consideraron que la amenaza del ejército bereber era limitada, porque no era excepcional que los mauri, es decir, los moros bereberes hicieran incursiones de botín contra los territorios bizantinos de África o contra el sur peninsular. Tanto es así que Rodrigo estaba combatiendo a los vascones antes de abandonar la campaña y dirigirse al sur a marchas forzadas para combatir a Tariq, y, siguiendo la tesis de Mikel Pozo, Rodrigo estaba en Vasconia porque una facción de los vascones apoyaba al otro pretendiente al trono visigodo, Agila II. En el Reino visigodo sí debían estar enterados de las rápidas conquistas árabes del siglo VII, aunque no tenemos ninguna fuente contemporánea que nos permita decir cómo recibieron esas noticias, pero supongo que no creían que serían víctimas del Califato omeya o por lo menos no esperaban ninguna operación de conquista a gran escala por el momento.
En abril del 711 el caudillo bereber Tariq ibn Ziyad desembarcó en Calpe, rebautizada como Gibraltar en su honor, y con los pocos barcos que tenía a su disposición el desembarco tardó varios días o incluso semanas en completarse. Tarif ibn Malik y sus tropas bereberes fueron la vanguardia del desembarco del 711 y se encargaron de dominar la bahía de Algeciras y fijar ahí una base de operaciones para la ofensiva. Para ello Tariq y Tarif se enfrentaron a tropas godas de la Bética en la antigua ciudad romana de Carteia, y al vencerlos y conseguir cuantioso botín Tariq ganó buena fama y el rey Rodrigo tuvo que tomar cartas en el asunto con su ejército. Mientras tanto, las tropas de Tariq no se movieron del entorno de la bahía de Algeciras y el Campo de Gibraltar, porque ya se estaban preparando para la llegada del ejército visigodo.
El ejército bereber de Tariq y el ejército hispanogodo de Rodrigo se enfrentaron entre el 19 y 26 de julio del 711 en la batalla que determinó los siguientes siglos de historia medieval de España, la batalla de Guadalete, aunque en la actualidad se considera que no se produjo en el río Guadalete sino en las sierras de Algeciras o cerca de Medina Sidonia, entorno al río Barbate y la laguna de la Janda. El ejército godo era superior numéricamente y estaba mejor armado y adiestrado, y las cifras oscilan entre los 12.000 y los 25.000 efectivos, aunque esta última cifra está demasiado inflada. El ejército de Tariq estaba exclusivamente compuesto por bereberes porque es muy poco creíble que hubiera árabes bajo el liderazgo de un bereber, y contaba con entre 7.000 y 12.000 hombres, casi todos soldados de infantería. A diferencia del ejército de Rodrigo, los soldados de Tariq estaban bien descansados y habían estudiado bien el terreno y las zonas idóneas para presentar batalla. Además, contaban con la motivación de las expectativas de botín, y como no disponían de suficientes barcos para evacuar a todos si ocurría un desastre, estaban acorralados y eso les permitió combatir con más ahínco, como cuando Hernán Cortés quemó sus barcos para motivar a sus conquistadores.
Durante algunos días ambos bandos se enfrentaron en escaramuzas, pero la prudencia de Rodrigo se volvió en su contra, porque los ánimos de los visigodos iban a la baja y es posible que entonces los hermanos de Witiza contactaran con Tariq para acordar su traición con la idea de destronar al usurpador y volver a tener el trono visigodo en manos de su familia. Pensarían que los bereberes se limitarían a saquear el sur y luego se irían, un poco como hicieron los árabes en el norte de África mucho antes de conquistarla definitivamente. Se produjera este entendimiento antes del desembarco de Tariq, en esos días de la batalla, o después, lo cierto es que los witizianos en algún momento acordaron la paz con los musulmanes a cambio de que se les reconociera la posesión de sus tierras y propiedades, que se dice que ascendían a unas 3.000. Rodrigo, quizás para mantener la unidad de su ejército, decidió forzar la batalla y dividió su ejército en tres columnas, con él en el centro y los hermanos de Witiza Sigberto y Opas dirigiendo las alas derecha e izquierda de la formación.
Pero a pesar de gozar de superioridad numérica, el terreno no permitía aprovechar la ventaja de la caballería goda y, más importante aún, la política hizo que el ejército godo estuviera dividido. La batalla fue dura, con elevadas bajas en ambos bandos, e incluso parecía que Rodrigo iba a ganar, hasta que las alas witizianas del ejército godo desertaron durante el clímax de la batalla de Guadalete. Todas las fuentes son unánimes en considerar que la deserción fue el factor decisivo que explica la derrota del ejército visigodo de Rodrigo. La confusión reinó entonces entre los godos, y es que estaban metidos en una ratonera de la que era difícil de salir. Tariq aprovechó para empujar a los godos, fueran rodrigistas o witizianos, contra las marismas y el río, y algunas crónicas árabes hablan de que Rodrigo terminó siendo empujado hacia el río y murió ahogado en medio del caos. La batalla se había convertido en una matanza. La derrota había sido contundente y no solo el rey había muerto, sino que numerosos magnates importantes y sus siervos habían perdido la vida en la batalla. Miles de pertenencias de los muertos terminaron en manos bereberes y miles de soldados hispanogodos fueron hechos cautivos.
El valor del botín capturado en la batalla de Guadalete fue tal que tan pronto llegaron las noticias a la orilla africana muchos hombres cruzaron el mar para unirse a Tariq. Según recogió el cronista argelino al-Maqqari, “la gente de la otra orilla tuvo noticias de la conquista de al-Ándalus a manos de Tariq. […] Fueron hacia él de todas partes y atravesaron el mar sobre las embarcaciones y balsas que consiguieron, llegando hasta Tariq.” Como dice Pedro Chalmeta, se desencadenó una verdadera fiebre del oro donde en lugar de cavar para encontrar oro podías hacerte rico saqueando, ya fuera haciendo pillaje por una ciudad, haciéndose con patrimonio eclesiástico, o capturando personas como rehenes para poner un precio a su rescate o de lo contrario esclavizarlos.
Muchos se preguntan todavía, ¿cómo es posible que un reino poderoso como el visigodo se derrumbara de forma súbita tras una sola batalla? Para ello hay que entender la guerra y lo que era un reino en la Antigüedad tardía. El Reino suevo o el Reino vándalo en el norte de África también desaparecieron rápidamente tras una batalla decisiva, y se podrían encontrar ejemplos de épocas anteriores y posteriores, así que no es nada excepcional que un reino desaparezca tras una batalla decisiva, y en especial si muere su rey. La situación recuerda a la desastrosa batalla de Vouillé del 507, en que los visigodos casi desaparecieron y solo la ayuda externa de los ostrogodos permitió que el reino no cayera, claro que esta vez no contaban con aliados así para sobrevivir. Más que por la derrota en sí, el problema viene luego porque hay que reunir de nuevo a las élites para nombrar un nuevo rey y coordinar una reacción. Por eso ya comenté extensamente en el episodio 20 El ocaso visigodo que no hay que atribuirle al Reino visigodo una decadencia en términos políticos, militares, económicos y morales como se ha hecho desde tiempo antiguos para explicar esta derrota militar y la conquista musulmana de la península ibérica.
El inesperado resultado de la batalla de Guadalete y el absoluto éxito de las tropas de Tariq tomó por sorpresa a todos, incluido al propio Tariq, porque el plan era conseguir botín y no conquistar el Reino visigodo. Pero las circunstancias habían cambiado, y como muchos planes militares al final lo planeado poco tuvo que ver con lo que pasó en realidad, así que los bereberes bajo Tariq debían aprovecharse de la oportunidad que se les puso en bandeja y avanzar hacia Toledo sin tomar un respiro. Antes de eso las tropas de Tariq tomaron Medina Sidonia y avanzaron hacia Écija, donde se libró una segunda batalla contra los restos del ejército visigodo y algunas levas locales. La batalla de Écija fue dura y los atacantes se encontraron con una resistencia feroz, pero terminaron por ganar de nuevo. Según el cronista al-Razi, tras esta batalla los musulmanes ya no se encontraron una resistencia similar, y ahora sí que el camino estaba abierto para ir en cualquier dirección.
La toma de Toledo y el derrumbamiento del Reino visigodo
A partir de la batalla de Écija, las crónicas musulmanas son confusas y es difícil conocer en detalle los itinerarios de los conquistadores. Una versión de la historia nos dice que Tariq se detuvo en Córdoba y esperó a que su patrón Musa se le uniera en esta empresa de conquista, pero me parece poco creíble dado que los conquistadores necesitaban ser audaces para evitar una resistencia organizada y que se ungiera un nuevo rey en Toledo. En general se dice que Tariq avanzó con el grueso de su ejército directo a la sede regia, Toledo, mientras que una parte del ejército se aseguró la retaguardia y se dirigió a Córdoba, sede de Rodrigo cuando era duque y bastión rodrigista. Córdoba fue conquistada por un comandante de Tariq, Mugith al-Rumi, pero dentro de la ciudad una iglesia sirvió como fortaleza durante tres meses hasta que los asediados se rindieron.
Por esa rendición algunas crónicas árabes hablan de la dualidad de la conquista de Córdoba mediante la fuerza y mediante pacto, y no es casualidad que se construyera este relato cuando era capital de los omeyas andalusíes porque la tradición recoge que ocurrió lo mismo en Damasco, la capital califal de los omeyas sirios. Un precinto de plomo recientemente encontrado y analizado por Tawfiq Ibrahim tiene escrito qasm Qurtuba, que se traduce como reparto de Córdoba, lo que confirma la conquista militar de Córdoba. Mientras Mugith al-Rumi conquistaba Córdoba, Tariq ibn Ziyad avanzó hasta Toledo sin esperar al gobernador de Ifriqiya Musa ibn Nusayr, y al extenderse la noticia de la derrota en Guadalete el caos se apoderó del Reino visigodo. No sabemos qué ocurrió durante esos días de angustia en Toledo, pero no sería extraño que los magnates que sobrevivieron no se pusieran de acuerdo en elegir un nuevo rey o en reconocer a Agila II.
Conocemos un hecho crucial para el futuro del Reino visigodo, y es que según la Crónica mozárabe del 754 el obispo de Toledo Sinderedo “por temor a la invasión árabe, actuando no como un pastor sino como un mercenario, abandona las ovejas de Cristo contra los preceptos de los antepasados y se marcha a Roma.” La actitud de los obispos de la Iglesia hispana en general fue de indiferencia, colaboración o de huida, como el caso del obispo de Toledo o el de Tarragona. No existía esa oposición firme de los clérigos ni esa percepción de enfrentarse a una religión diferente, porque como ya expliqué en el episodio anterior esa percepción del islam como antítesis al cristianismo es algo que se desarrolló posteriormente. De hecho, según Eduardo Manzano Moreno, la mayoría de ciudades con gobernadores árabes eran sedes episcopales, y eso apunta a la colaboración estrecha entre gobernadores y los obispos, representantes del poder local de las urbes.
Sería con el paso del tiempo cuando algunos obispos y clérigos se lamentaron por las consecuencias a largo plazo para la Iglesia de esta colaboración ante el imparable avance de la arabización e islamización de al-Ándalus. Según el cronista Ibn Hayyan, Tariq se encontró Toledo vacía a finales del 711, ya que la mayoría de población había huido hacia los montes o buscado refugio en otras ciudades como Amaya. En lo que coinciden la Crónica mozárabe y algunas crónicas árabes es que el hermano de Witiza Opas colaboró en la conquista de Toledo y que los conquistadores ejecutaron a algunos aristócratas ancianos. La mayoría de crónicas sugieren que Toledo no mostró resistencia, y es que ante la falta de un rey y con la máxima autoridad religiosa de la ciudad y del país a la fuga, ¿quién tenía la autoridad para ofrecer resistencia o rendir la ciudad?
Sea como fuere, la toma de Toledo fue un golpe psicológico muy importante y también político, porque estamos hablando de ni más ni menos que la capital del reino, y para las tropas omeyas estuvo muy bien económicamente porque se apoderaron de parte del tesoro real visigodo, símbolo del prestigio del pueblo godo y arca con recursos absolutamente necesarios para pagar a los soldados y funcionarios. Sin rey, sin tesoro real, y sin el arzobispo de Toledo el Reino visigodo había dejado de existir a efectos prácticos, como sentencia el historiador Javier Arce. La relativa rapidez de la conquista musulmana de la península ibérica se explica por los mismos motivos que se explican las conquistas rápidas de territorios orientales bizantinos y del Imperio sasánida, y es que es mucho más fácil conquistar e imponer tu control militar y fiscal sobre un territorio urbanizado y estatal que sobre uno con gentes sin un estado y sin grandes urbes desde donde controlar las áreas rurales.
Solo un puñado de grandes familias aristocráticas controlaban el Reino visigodo de Toledo, mientras que el resto de la población e incluso los terratenientes más regionales intervenían poco en los asuntos de gobierno. En ese mundo posromano regionalizado en poderes locales con amplia autonomía si el centro, Toledo, caía, todo el edificio se derrumbaría. Así que con esa pequeña élite dirigente enfrentada y luego aturdida tras la muerte de Rodrigo y la toma de Toledo, sin los tres pilares del reino que eran la monarquía, la Iglesia y el tesoro real, fue imposible coordinar una resistencia y el Reino visigodo dejó de existir. Los años siguientes a la batalla de Guadalete y a la toma de Toledo es la historia de cómo reaccionaron de distintas formas las élites de cada región ante las nuevas circunstancias.
Llegan los árabes, llega Musa ibn Nusayr
Al enterarse del éxito de su subordinado bereber, Musa ibn Nusayr se apresuró a reclutar un ejército de 10.000 o 18.000 hombres compuesto en su mayoría por árabes, aunque también incluía bereberes, y Musa se dirigió a la península ibérica para robarle la fama y protagonismo a Tariq y recordarle quién mandaba y quién se colmaría de gloria. También trajo consigo buena parte de la flota de Ifriqiya para apoyar navalmente la operación de conquista, y ésta no volvió al norte de África hasta el 718, cuando ya se consideraba pacificada Spania, ya conocida entonces como al-Ándalus. Los conquistadores mostraron un gran poderío militar que les permitió llevar a cabo asedios y establecer guarniciones por todo el territorio que iban ocupando. Esto se explica porque detrás estaba toda la maquinaria militar del enorme Califato omeya de Damasco, unos recursos que los posteriores emires y califas independientes de al-Ándalus no tendrán.
Así pues, Musa desembarcó con su gran ejército en Algeciras en la primavera o junio del 712, y según dicen las crónicas cristianas un militar godo le prometió mostrarle una ruta diferente y con más potencial de botín que la seguida por Tariq. Al hablar de las fuentes para estudiar la conquista islámica he hablado de los precintos de plomo, y es ahora cuando muestran su relevancia. Los precintos de plomo de la conquista analizados por Philippe Sénac y Tawfiq Ibrahim han contribuido enormemente a avanzar nuestro conocimiento, porque estos precintos servían para sellar sacas con botín, dan fe de la regulación del reparto de botín, y nos dan información sobre qué ciudades fueron conquistadas militarmente y cuáles cayeron por capitulación.
Estos sellos de plomo revelan que Medina Sidonia capituló mediante un pacto, ya fuera ante Tariq o ante Musa. El ejército árabe y bereber de Musa hizo caer a sangre y fuego Carmona, y los musulmanes mataron a los hombres que la guarnecían. Tras ofrecer una breve resistencia, el gobernador de Ifriqiya consiguió la rendición de Sevilla de la mano del obispo Oppas, hermano de Witiza, y los precintos de plomo con referencias a un pacto en Sevilla confirman que la ciudad pactó con Musa. Jurídicamente, que una ciudad cayera por la fuerza o mediante pacto era relevante, porque si caía mediante pacto la ciudad tenía que pagar tributo anual pero su población estaba protegida por el estatus dimmí, mientras que si caía por la fuerza los musulmanes podían disponer de todas sus propiedades y bienes y asentarse ahí libremente.
Musa dejó en manos de su hijo Abd al-Aziz la conquista de Niebla, Beja y Ocsonoba en la actual Faro, Portugal, que sabemos por los precintos de plomo que capituló. El grueso del ejército de Musa siguió por la vía de la Plata hasta llegar a la rica capital de Lusitania, Mérida. Mérida aguantó durante meses el asedio musulmán y es de los pocos ejemplos de resistencia significativa de la conquista, pero al final capituló tras ver que su resistencia era inútil frente al potente ejército de Musa. Los dirigentes emeritenses compraron el cese de hostilidades entregando a los conquistadores los bienes de los soldados caídos y de los huidos al norte y los ricos bienes eclesiásticos. La arqueología ha podido corroborar el saqueo de bienes eclesiásticos en la basílica de Santa Eulalia de Mérida, donde se comprobó la destrucción de tumbas.
Tras el difícil asedio a Mérida, Musa se dirigió con su ejército a Toledo para reencontrarse con su cliente bereber Tariq. Tariq fue a su encuentro y los dos se vieron en Talavera de la Reina, y allí Musa le recriminó su actitud desobediente y su excesiva iniciativa y hasta lo golpeó según cuentan algunas crónicas. Su mayor preocupación era obtener el tesoro real visigodo, y Tariq no opuso resistencia en entregárselo a su señor. De este modo se reconciliaron y Musa y Tariq pasaron el invierno del 713 en Toledo antes de iniciar nuevas campañas. Si Tariq era la vanguardia y el conquistador, Musa era el consolidador, y fue quién sentó las bases del valiato de al-Ándalus, es decir, de al-Ándalus como una provincia más del extenso Califato omeya de Damasco.
Tan pronto llegó, Musa empezó a acuñar dinares de oro, los equivalentes a los sólidos bizantinos que tienen el triple de valor que los tremesíes que acuñaban los visigodos. Estas acuñaciones, hechas en gran medida fundiendo el oro visigodo de joyas y monedas que reunieron, servían para anunciar la llegada de un nuevo orden político en Spania y para pagar a las tropas y que estas pudieran comprar productos a los locales, aunque realmente la mayoría de transacciones cotidianas se hacían con las monedas de cobre, los feluses. Los musulmanes primero dominaron con relativa rapidez los centros administrativos y de control de los espacios, es decir, las ciudades de Spania, pero la imposición de la autoridad omeya en las zonas rurales no fue tan fácil.
Las crónicas latinas y árabes hablan de que gente de las ciudades se refugiaba en las montañas para evitar la muerte o esclavitud a la que se podían verse sometidos o para resistir su presencia, aunque también se dice que muchos murieron de hambre y por enfermedades. Es plausible que algunos castros y castella en lugares elevados e inaccesibles sirvieran de refugio y que durante años escapasen del control político y fiscal del valiato de al-Ándalus, pero estaríamos hablando de una resistencia muy local y desorganizada. Al final la población rural también llegó muchas veces a acuerdos para preservar sus tierras a cambio de tributo ante la amenaza de militares árabes y bereberes.
El pacto de Tudmir
Mientras Musa ibn Nusayr estaba ocupado asediando Mérida, su hijo Abd al-Aziz proseguía con sus conquistas por el sur y sureste. Abd al-Aziz conquistó Málaga y Elvira, ciudad próxima a la actual Granada, y después se adentró a la región de Murcia y Alicante. Ahí el hijo del gobernador firmó un tratado de sumisión en el 713 con el magnate Teodomiro, el mismo que había repelido un ataque bizantino durante el reinado de Egica. Teodomiro había combatido a los musulmanes, fue derrotado y tuvo que buscar refugio entre los muros de Orihuela. Según cuenta la leyenda, ante la falta de hombres Teodomiro hizo disfrazar a las mujeres de soldados para que los árabes creyesen que tenía más hombres de los que realmente disponía, y el engaño resultó porque en vez de enfrentarse en batalla pudo conseguir un tratado con condiciones ventajosas.
El pacto de Teodomiro o pacto de Tudmir es célebre porque es el único pacto de sumisión de Spania conservado al detalle, aunque también es cierto que hay versiones que presentan ligeras diferencias. El pacto de Tudmir afectaba a siete poblaciones y sus áreas rurales bajo dominio de Teodomiro, cuatro de ellas son Orihuela, Mula, Lorca y Alicante, mientras que las tres localidades restantes eran una sede episcopal visigoda y dos poblados abandonados al cabo de pocas décadas. El tratado reconocía la autoridad de Teodomiro y la protección de las vidas, bienes y creencias religiosas de sus habitantes. A cambio de estas garantías, Teodomiro acataba la autoridad omeya y no podía prestar ayuda a los enemigos de los musulmanes, también debía informar de cualquier noticia relevante sobre sus enemigos, y por supuesto sus habitantes debían pagar tributos en monedas y en especie que variaban según si eran hombres libres o siervos.
Algunos historiadores han hablado del territorio de Teodomiro como un señorío semiindependiente o prácticamente de un reino independiente, pero eso está muy lejos de la realidad, porque sí, por haber pactado tenía más autonomía que aquellos territorios conquistados militarmente, pero los musulmanes instalaron una guarnición en Orihuela y Teodomiro tuvo que reconocer la autoridad omeya y pagar tributo o sino enfrentarse a las consecuencias de rebelarse. También algunos se han aventurado a atribuirle a Teodomiro una especie de villa o palacio conocido como yacimiento del Pla de Nadal, pero existen serias dudas de que ese edificio perteneciera a Teodomiro porque estaba en Valencia, fuera de sus dominios conocidos. Del personaje llamado Teodomiro derivó luego en árabe la cora de Tudmir, es decir, la división territorial o provincia de al-Ándalus conocida como Tudmir, que comprendía Murcia, el sur de Alicante, el sureste de Albacete y el norte de Almería.
Como bien dice Alejandro García Sanjuán, merece especial atención el respeto a la fe cristiana de los conquistados que se sometieron, porque a diferencia de lo que se ha venido diciendo de que los musulmanes por norma tiraban abajo iglesias para construir mezquitas, lo cierto es que las investigaciones sobre las primeras mezquitas tanto en Oriente como en la Península revelan que los musulmanes construyeron sus propios edificios en otros sitios. Otro hispanogodo que se sometió fue el conde Casio, de la región del valle medio del Ebro, fundador del famoso linaje muladí de los Banu Qasi. Sin embargo, solo se menciona a Casio en fuentes posteriores y eso hace poner en duda que fuera un personaje importante que viajó a la misma Siria para convertirse al islam y en cliente del propio califa como afirman esas crónicas tardías. Sus propiedades no eran extensas porque sino habrían terminado siendo disputadas por los árabes como pasó con las propiedades de los witizianos y de Teodomiro, así que la importancia de Casio se exageró por el auge de los Banu Qasi en el siglo IX.
La conquista musulmana del norte peninsular
Es posible que mientras esperaba la llegada de Musa, Tariq hiciera campañas en Guadalajara y conquistara la capital de la provincia fronteriza de Cantabria, Amaya, en la actual provincia de Burgos. Según Ahmad al-Razi, “se apoderaron en Amaya de muchos miles de cautivos y del tesoro y las riquezas de los magnates”. De aquí se deduce que en Amaya se refugiaron muchos aristócratas visigodos de Toledo con aquellos tesoros propios y del tesoro real que se pudieron llevar, y sumándose a los refugiados de la plebe este exceso de refugiados hizo que la resistencia prolongada de Amaya fuera imposible por tener más población de la que podía mantener esta ciudad-guarnición.
Tras reencontrarse y pasar el invierno en Toledo, Musa y Tariq continuaron sus conquistas. Musa ibn Nusayr conquistó Zaragoza en el 714 y envió a Tariq a conquistar las tierras de Lérida y Tarragona. En el yacimiento de El Bovalar de Lérida se encontraron monedas de Egica, Witiza y Agila II, y es un yacimiento interesante porque fue destruido totalmente por un incendio, casi con toda seguridad por parte de los musulmanes. A todo esto, el rey godo de Tarraconense y Narbonense Agila II murió en el 713 o 714, quizás en batalla enfrentándose a Musa y Tariq, y fue sucedido por un godo llamado Ardo.
Fue tras la conquista de Zaragoza cuando el gobernador de Ifriqiya recibió a un enviado del califa que reclamó su presencia en Damasco, pero Musa convenció al mensajero para que lo acompañara en sus expediciones por el norte peninsular. En esta operación conjunta de Musa y Tariq los árabes y bereberes avanzaron por Amaya y conquistaron Astorga, capital de la provincia fronteriza de Asturias, y siguieron por Gallaecia hasta tomar Viseu, Braga y Lugo. De este modo Musa consiguió su objetivo de haber conquistado todas las capitales de las provincias godas hispanas. Unos contingentes más pequeños también sometieron la Asturias y Cantabria actuales mediante pactos, y en general las fuentes árabes hablan de que el cuadrante noroeste conocido por ellos como Yilliqiya se sometió mediante pactos con las élites locales, y eso también ayudaría a explicar por qué la dominación del norte peninsular fue breve por parte del apartado de poder omeya.
Las fuentes cristianas y musulmanas coinciden en la ausencia de una resistencia astur en esos primeros años. De la actual provincia de Cantabria tenemos menos certezas, porque no sabemos si el duque Pedro de Cantabria mencionado en las crónicas asturianas murió en el asedió y conquista de Amaya, si se marcó un Pelayo y primero se sometió para luego rebelarse, o si pudo mantener una tropa de leales con las que huyó a la cordillera Cantábrica y resistió, hasta que se enteró del éxito de Pelayo en Asturias y se alió con él para hacer un frente común de resistencia. La presencia de bereberes en la cordillera Cantábrica fue reducida en todo caso. Los musulmanes se encontraron el mismo problema que los visigodos en la Asturias y Cantabria transmontana, y es que era muy difícil establecer una administración ahí porque no existían ciudades y económicamente no valía la pena.
Los visigodos no llegaron a integrar el norte de la cordillera Cantábrica en su reino ni establecieron guarniciones, aunque sí que era una región bajo la influencia visigoda e intermitentemente sus élites locales pactaban y pagaban tributos y en otras ocasiones decidían no pagar y llevar a cabo una defensa armada. El Califato omeya de Damasco sí que pudo conquistar Asturias y seguramente Cantabria y establecer pequeñas guarniciones bereberes en el norte, por ejemplo en Gijón, pero siguiendo las mismas dinámicas ya vistas con el Reino visigodo surgió una aristocracia liderada por Pelayo que se rebeló y dejó de reconocer la autoridad omeya ante la creciente imposición del dominio político y militar islámico y el aumento de la presión fiscal, hasta expulsar al gobernador bereber de Gijón. Los bereberes tuvieron una presencia e influencia más notable y duradera en Galicia y en la cuenca del Duero, e incluso tras la gran revuelta bereber siguieron formando parte de la élite local, pero todo esto lo veremos en otros episodios.
La rendición de cuentas de la conquista
Tras estas expediciones por el norte peninsular, llegó un segundo enviado del califa al-Walid que le reprochó su dilación y le ordenó que se dirigiera a Damasco para rendir cuentas. Musa obedeció y dejó a su hijo Abd al-Aziz a cargo del gobierno andalusí y de las tropas que permanecieron ahí, cuando ya solo las partes orientales de la Tarraconense y la Narbonense estaban fuera del dominio musulmán. Los conquistadores de Spania embarcaron en Algeciras rumbo a Kairuán y de ahí a Damasco por tierra, pero en vez de presentarse solo Musa quiso impresionar al califa y a los sirios acompañado de una procesión triunfal con buena parte del ejército conquistador y una gran cantidad de esclavos y tesoros de Spania. Es probable que semejantes aires de grandeza hicieran que el califa dudara aún más de las ambiciones de Musa.
El califa al-Walid y su sucesor Sulayman temían y con razón que Musa ibn Nusayr pudiese rebelarse e independizar el Magreb y al-Ándalus, dada la popularidad y riquezas que había conseguido por sus conquistas como harían siglos más tarde Hernán Cortés o Francisco Pizarro. Se le acusaba de apropiación del quinto estatal, y hechos como haber dejado a sus hijos controlando el norte de África o que su hijo Abd al-Aziz se casara con la viuda de Rodrigo apuntan a que Musa pudo tener la tentación de consolidar su propia dinastía, ya fuera dentro del estado omeya o fuera. Un detalle importante es que Musa ibn Nusayr ya había sido acusado en la ciudad iraquí de Basra de malversación de fondos y de quedarse con parte de los tributos recaudados, así que la acusación no era nueva contra él.
Las fuentes árabes son prácticamente unánimes al considerar que en la conquista de al-Ándalus no se reservó correctamente el quinto estatal para el Califato omeya, representante de toda la comunidad musulmana. No se declararon todos los bienes capturados para evadir impuestos, y para algunos las tierras no se repartieron y directamente cada uno se apoderaba de lo que podía, mientras que para otros y de manera más creíble el reparto de tierras lo hizo Musa. Eso le valió a Musa la reprimenda del califa y su condena a muerte, conmutada por una cuantiosa multa. El héroe de guerra cayó entonces en el ostracismo hasta que murió en Siria al cabo de uno o dos años, asesinado según algunas fuentes y en la ruina económica según otras, mientras que no sabemos qué ocurrió con Tariq ibn Ziyad tras esto, pero Musa y Tariq nunca más volvieron a pisar al-Ándalus.
Mientras tanto, en al-Ándalus el gobernador Abd al-Aziz tuvo la tarea de consolidar el dominio árabe sobre al-Ándalus e hizo nuevas expediciones en Portugal, donde tomó posesión de Évora, Santarém, Coímbra y Lisboa. Abd al-Aziz censó por primera vez a la población hispanogoda conquistada para establecer un sistema fiscal y fijó la capital de su gobierno en Sevilla. Ya he comentado además que Abd al-Aziz se casó con la viuda de Rodrigo, y es que los matrimonios interreligiosos entre hombres musulmanes y mujeres cristianas o la toma de concubinas esclavas cristianas ocurrieron ya desde el momento de la conquista, como por otra parte ha ocurrido a lo largo de la historia entre conquistadores y conquistados. Estos matrimonios entre la élite conquistadora y conquistada servían para legitimar la imposición de un nuevo régimen y para que los musulmanes accedieran legítimamente a la propiedad de tierras de Spania.
Tras la llegada de nuevos bereberes destinados a suplir la partida de tropas de Musa, hubo tensiones entre árabes y bereberes porque la minoría árabe temía perder su posición social preeminente frente a la creciente llegada de bereberes. De ahí que se formara una conjura contra Abd al-Aziz liderada por su mismísimo consejero, ya fuera por su excesivo acercamiento a la aristocracia goda o porque algunos árabes creían que les daba un trato demasiado favorable a los bereberes. El cronista al-Razi consideraba que el hijo de Musa fue un buen gobernador, pero que por la influencia de su esposa goda pensó en convertirse en rey y hasta se le acusó de convertirse al cristianismo, pero este relato probablemente no es más que una invención que oculta una crítica a los riesgos de los matrimonios mixtos.
En lo que coinciden las crónicas árabes tardías y la casi contemporánea Crónica mozárabe es que Abd al-Aziz parecía querer alejarse del yugo omeya e independizar el reino recién conquistado. Por eso Abd al-Aziz fue asesinado por unos árabes, quizás por la instigación del propio califa Sulayman. Un relato árabe dice que Sulayman recibió la cabeza de Abd al-Aziz en Damasco y cruelmente se la mostró a Musa, que maldijo a los autores del asesinato con la misma suerte. Mientras tanto, los conjurados formaron un gobierno interino que gobernó al-Ándalus hasta el nombramiento de un nuevo gobernador.
El valí al-Hurr y la capitalidad de Córdoba
El califa de Damasco mandó a un nuevo gobernador a al-Ándalus llamado al-Hurr tras el asesinato de Abd al-Aziz y reemplazó el gobierno interino, y con los 7.000 soldados que lo acompañaban reestableció la autoridad omeya en al-Ándalus. Al-Hurr persiguió bajo penas de prisión a los bereberes conquistadores que se habían escaqueado de pagar el quinto estatal, y también hizo más sistemática la recaudación fiscal entre los cristianos. El valí al-Hurr completó entre los años 716 y 718 la conquista de Spania al eliminar los núcleos de resistencia de la Tarraconense oriental, en la actual Cataluña, así que solo quedaba la Narbonense como bastión visigodo. Los registros arqueológicos muestran que los árabes y bereberes forzaron el abandono de algunas fortificaciones visigodas como la de Puig Rom o Sant Julià de Ramis, levantaron sus propios campamentos, e implantaron una extensa red de torres atalayas situadas entre 10 y 25 km respecto a cada una para vigilar el territorio y permitir las comunicaciones visuales a larga distancia. Esto es una buena demostración del poderío militar del Califato omeya de Damasco.
Las conquistas del gobernador al-Hurr no terminaron ahí, y éste consiguió la capitulación de Pamplona mediante un pacto antes del 718 y el sometimiento de los vascones, al que describen los árabes como un pueblo incivilizado y de lengua ininteligible. Según la tradición cronística, la ciudad aragonesa de Huesca fue sometida a un largo asedio de siete años entre el 713 y el 719 hasta que sus ciudadanos pidieron la paz y la protección para sus vidas y bienes, aunque es poco probable que se produjera un sitio tan prolongado y parece más bien que Musa ya sometió el Pirineo aragonés. Las gentes de las montañas y valles más recónditos de los Pirineos también se sometieron a los conquistadores y al pago de tributo, mientras que los conquistadores establecieron fortalezas para controlar los pasos estratégicos. Todo esto parece indicar que en los territorios más al norte los pactos fueron más frecuentes que en el sur.
Por cierto, quiero comentar que la supuesta ayuda que los judíos hispanos proporcionaron a los conquistadores musulmanes es algo que aparece de manera muy tardía siglos después en las fuentes árabes y latinas y en un contexto de antisemitismo fuerte en Europa y el mundo islámico. La crónica de Ahmad al-Razi parece que solo indicaba que los conquistadores habían concedido su establecimiento en Toledo, mientras que hasta el siglo XIII ni las fuentes andalusíes ni cristianas hablaban de que los judíos traicionaran a los visigodos y abrieran las puertas de las ciudades, o que los musulmanes los pusieran en guarniciones de las ciudades.
Quizás la decisión más trascendente de al-Hurr fue el traslado de la capital de al-Ándalus de Sevilla a Córdoba, y fue así como Córdoba siguió siendo la capital de al-Ándalus hasta la caída de la dinastía omeya de Córdoba. Entre los motivos que barajan los historiadores por el traslado de la capitalidad están la posición de Sevilla, demasiado alejada del resto del territorio andalusí en un tiempo en que la conquista musulmana ya había avanzado mucho por toda la Península, contaba con un puente monumental sobre el Guadalquivir y un recinto amurallado, y Córdoba fue conquistada militarmente frente a la rendición de Sevilla, por lo que en Córdoba los musulmanes podrían disponer libremente de sus tierras. Pero quizás el motivo más poderoso para el cambio es que al-Hurr quería librarse de la influencia de los partidarios de la familia de Musa. En cambio, los acompañantes de al-Hurr eran fieles a los omeyas, por lo que el traslado de la capital representaba un mayor control central desde Damasco y Kairuán.
Septimania, el último bastión godo
Con la muerte del califa Sulayman en el 717 y la grave derrota musulmana frente a los muros de Constantinopla en el 718, la política exterior omeya dio un giro de 180 grados. El califa Umar II ordenó parar las campañas de conquista y solo mantuvo razias para conseguir botín, y Umar II pensó seriamente ordenar la retirada de los musulmanes de al-Ándalus por la dificultad de defender ese territorio al otro lado del mar, y quizás también por miedo a su independencia. Esto que parece tan radical hubiera sido una medida en la línea de otras que ya había tomado Umar, como retirar a los árabes de Transoxiana o abandonar algunas fortalezas ocupadas del Imperio bizantino. El califa sustituyó a al-Hurr en el 719 por al-Samh para organizar la hacienda y extraer más impuestos de al-Ándalus, ya que al-Samh se había ganado fama en Ifriqiya de ser implacable en cuanto a la recaudación de tributos.
Así que al-Samh se puso manos a la obra y no tardó en hacer un nuevo censo de la población para mejorar la capacidad fiscal del estado y recaudar el quinto estatal, por lo que investigó los derechos de propiedad de los conquistadores árabes y bereberes. Ante el temor de ver como las tierras conseguidas por derecho de conquista les fueran arrebatadas, los conquistadores enviaron unos delegados al califa para presentar sus quejas, y consiguieron su objetivo de ver reconocidas sus propiedades. Pero pese a los recelos del califa de seguir con la expansión islámica, al-Samh completó la conquista del Reino visigodo al conquistar Narbona por la fuerza como nos confirman los precintos de plomo encontrados en el yacimiento de Ruscino, y es posible que en la misma conquista de Narbona muriera el último rey godo, Ardo, en torno al año 720.
Entonces el valí al-Samh decidió hacer una incursión en el ducado franco de Aquitania, pero el tiro le salió por la culata porque murió en batalla al enfrentarse al duque Eudes en la batalla de Tolosa del 721. Esta supuso la primera derrota importante para los musulmanes en Occidente, y los soldados proclamaron como valí interino a Abd al-Rahman ibn Abd Allah al-Ghafiqi, el mismo que años después volvió a ser elegido gobernador y murió en la batalla de Poitiers. Fue el séptimo valí de al-Ándalus, Anbasa, quién eliminó los últimos reductos de resistencia local goda de la Galia Narbonense, las ciudades de Nimes, Autun, Carcasona. Ésta última se rindió tras un asedio en el 725 y acordaron liberar a los prisioneros musulmanes, pagar tributo, ceder la mitad de las tierras de Carcasona a los musulmanes, y proveer apoyo militar si entraban en guerra contra alguien.
El Reino visigodo era historia, y hubo hispanogodos que emigraron y se asentaron en el Reino de los francos, y al emerger el Imperio carolingio estos refugiados eran llamados hispani y fueron clave para asentar el dominio carolingio en Septimania y más allá. Varias crónicas árabes explican el fin de la expansión islámica por el oeste con una leyenda. Según la leyenda, fue Musa quién entró en tierras francas hasta que se encontró con una estatua con una inscripción árabe que decía “hijos de Ismael, si habéis llegado hasta aquí, dad la vuelta”. Desobedecer conllevaría el estallido de una guerra civil en al-Ándalus, así que Musa atemorizado regresó. Claro que este relato es pura fantasía, y tras la conquista del Reino visigodo lo cierto es que el Califato omeya estaba tan sobreextendido que difícilmente podían producirse nuevas conquistas. Aquí termina la narración de la conquista musulmana de la península ibérica y se abre un nuevo capítulo para la historia de España, la formación de al-Ándalus y la emergencia del pequeño Reino de Asturias.
El Veredicto: ¿godos traidores?
En El Veredicto de hoy quiero hablar de esa acusación de traición que sobrevuela sobre parte de los aristócratas godos. Tanto es así que hasta recibo comentarios como este de TikTok en que decía que yo me marcaba un Witiza-Don Julián, usando esos nombres de forma peyorativa como ejemplos de traidores. Witiza murió antes de que se produjera ningún contacto con los musulmanes, así que el pobre no tiene culpa de nada, y de sus hermanos y la facción witiziana vale la pena remarcar lo que he dicho antes, que no sabemos exactamente cuándo pactaron, si antes de la batalla de Guadalete o después. Y del famoso Don Julián de Ceuta no sabemos si realmente había servido a los visigodos o no, lo que está claro es que nadie acudió a ayudarlo para hacer frente al gran ejército árabe y bereber, ¿así que por qué debía combatir y aceptar una muerte segura? A veces se leen por Internet comentarios que tildan de traidores directamente a todos aquellos que se sometieron por pactos, y yo pienso que ya me gustaría a mí veros en una guerra, vosotros que tan cómodamente comentáis desde el sofá de vuestra casa.
¿Qué te piensas, que ellos debían sacrificar sus vidas para que tú te pudieses hacer pajas mentales con su heroica pero inútil resistencia? El reino había desaparecido tras la batalla de Guadalete y Écija y tras la conquista de Toledo, así que sin perspectivas de que se erigiera nadie para organizar una respuesta coordinada, ¿por qué ofrecer resistencia? Sobre todo teniendo en cuenta que ofrecer resistencia y perder significaba que los musulmanes podían ejecutarte o esclavizarte y hacerse con tus bienes y propiedades, y eso se aplicaba tanto a los aristócratas como a los pobres campesinos a los que estos cambios de élites ni les iba ni les venía como quien dice. ¿Qué lealtad le debían a un reino que ya había muerto? Piensa bien en qué circunstancias la gente tuvo que decidir si resistir o someterse, y empatiza más con ellos, hombre. Y con eso, El Veredicto termina.
Avance y outro
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