Este es el episodio 23 llamado El valiato de al-Ándalus y en este episodio aprenderás:
Glosario de al-Ándalus
Antes de empezar con la historia política de este período, creo que es conveniente explicar algunos términos y conceptos relacionados con al-Ándalus porque los usaré muchas veces en futuros episodios y no puedo estar todo el rato explicando qué significan, así que empecemos. Para algunos se les puede hacer pesado tanta información de golpe, y si este es el caso puedes ir a la siguiente marca de tiempo. Al-Ándalus es un término geográfico que como confirma una moneda bilingüe del año 716 es el término geográfico árabe para referirse a Spania, es decir, a toda la península ibérica. Sin embargo, al avanzar los poderes cristianos del norte se empezó a identificar más al-Ándalus con el área de dominio musulmán, y es esta definición de al-Ándalus la que emplearé. Los habitantes de al-Ándalus eran los andalusíes, no confundir con andaluces porque al-Ándalus abarcaba mucho más.
Etimológicamente hay diversas teorías sobre el origen del término al-Ándalus, pero las más aceptadas apuntan a que es una referencia culta a la mítica Atlántida o bien proviene de Gothica sors, que significa tierras sorteadas entre los godos. El término dimmí significa gentes del libro y se refiere a los cristianos y judíos que tenían su estatus protegido por las leyes islámicas. A cambio del respeto por su fe y leyes propias, los dimmíes tenían una fiscalidad especial, aunque a medida que la islamización de la sociedad avanzó los gobernadores musulmanes se vieron obligados a fijar nuevos impuestos por los musulmanes también. Los maulas eran libertos o esclavos vinculados por relaciones de clientela con un patrón árabe, y fueron importantes como primeros conversos no árabes al islam y en momentos cruciales como la Revolución abasí.
En cuanto a la sociedad andalusí, la dividimos por criterios étnicos y de fe. Étnicamente tenemos a los hispanogodos, el grueso de la población de origen hispanorromano y godo que en su mayoría se convirtió al islam con el paso de los siglos; los bereberes o amaziges, que son las etnias autóctonas del norte de África; y los árabes, originarios de Arabia y que formaban una minoría dirigente. Aun así hay que decir que con el tiempo estas identidades podían hacerse difusas, y hay que tener en cuenta que una persona se identificaba como árabe si tenía un ancestro masculino árabe, por muy lejano que fuese. Por ejemplo, la madre de los herederos de la dinastía omeya siempre era una concubina hispanogoda o bereber, y esto hizo que el propio Abd al-Rahman III tuviera que teñirse su barba de negro para parecer más árabe.
En cuanto a la religión había cristianos, judíos y musulmanes, y si mezclamos etnia y religión hablamos de los mozárabes, los cristianos hispanogodos que permanecieron bajo dominio musulmán y fueron mayoría hasta el siglo X, y de los muladíes, que eran hispanogodos o mestizos que abrazaron la fe islámica. La umma se refiere a la comunidad musulmana, y los ulemas a la comunidad de eruditos en teología y derecho islámico. El cadí era un juez de ley islámica, y los cadíes gozaban de mucho prestigio e importancia dentro de las sociedades islámicas, mientras que los alfaquíes eran sabios en jurisprudencia islámica, pero no ejercían de jueces. La escuela malikí es una de las cuatro escuelas de jurisprudencia islámica sunní más importantes y fue fundada por Malik ibn Anas en el siglo VIII. La escuela malikí se distingue de otras por la importancia que da a la jurisprudencia de Medina, es considerada una escuela conservadora del islam y fue la escuela predominante en al-Ándalus durante toda su historia.
El emir o sultán era un gobernante de un país musulmán, mientras que el califa es un título superior que reclama ser el líder político y religioso de toda la comunidad musulmana. El háyib era el chambelán del emir o califa, muchas veces actuando como mano derecha del soberano, y a diferencia de Oriente en al-Ándalus el háyib siempre fue un cargo superior al visir, que era un título honorífico que en al-Ándalus a veces no tenía ni funciones específicas asociadas. La cora es una división territorial de al-Ándalus y equivaldría a una provincia. Una alcazaba es una ciudadela situada dentro de la ciudad y era donde vivía el gobernador y los soldados, y una atalaya es una torre de vigilancia. Cuando hablamos de fitna nos referimos a períodos de guerra civil entre musulmanes, y esto tiene tanto connotaciones políticas como religiosas por ser un cisma de la fe.
En la concepción islámica el mundo se dividía en tres partes: el dar al-islam o casa del islam, que son territorios gobernados por los musulmanes donde los no musulmanes pueden tener el estatus de protegidos; el dar al-sulh o casa del tratado, que son territorios en paz por pactos con los musulmanes; y el dar al-harb o casa de la guerra, territorios no musulmanes sin tratados de paz con los musulmanes y que pueden ser objeto de expediciones militares para conseguir botín, ya sea en forma de bienes o de cautivos y esclavos. Es importante decir que esta división del mundo no está recogida en el Corán ni en los hadices, y en cambio la ideó un teólogo y jurista islámico del siglo VIII. Y el último concepto del que quiero hablar en este glosario de al-Ándalus es la yihad, que es una palabra polisémica y significa tanto un esfuerzo moral para ser un buen musulmán como hacer la guerra a los infieles del dar al-harb.
El valiato de al-Ándalus en los 720
El período de los gobernadores o del valiato de al-Ándalus es poco conocido y estudiado por varias razones: la falta de fuentes, el hecho de que la Península era un territorio alejado de los centros políticos islámicos de Oriente, y que los historiadores han preferido centrarse en los períodos de independencia y mayor esplendor de al-Ándalus, en especial el Califato de Córdoba. Ya vimos en el episodio anterior, el episodio 22 La conquista musulmana de la península ibérica cómo los árabes y bereberes conquistaron la península ibérica y qué medidas adoptaron los primeros valíes o gobernadores de al-Ándalus. Tras el fracaso de Musa y su hijo Abd al-Aziz de formar un reino independiente o semiautónomo en al-Ándalus y el Magreb, al-Ándalus pasó a ser una provincia del Califato omeya de Damasco dependiente del gobernador de Ifriqiya, aproximadamente la actual Túnez.
A partir del 740 con la gran revuelta bereber al-Ándalus tendió al autogobierno hasta que cayó el Califato omeya y llegó a la península el príncipe omeya Abd al-Rahman I, pero hasta entonces los valíes de al-Ándalus eran gobernadores árabes de fuera de al-Ándalus que venían a la península sin una base de poder local, la gobernaban en nombre del califa por unos meses o años, y se largaban. La mayor preocupación de los gobernadores del valiato andalusí fue pacificar e imponer su dominio efectivo sobre el territorio y aumentar la recaudación fiscal para sacar un mayor provecho de su conquista, pero lo cierto es que muy pocos tributos de al-Ándalus parece que llegaron a Damasco tras terminarse los botines de guerra.
El último valí del que hablé fue Anbasa, quien completó la conquista de Septimania al caer Nimes y Carcasona en el 725. Las fuentes árabes dicen, no se sabe si literal o metafóricamente, que Anbasa dobló los impuestos a los cristianos y lo hizo empleando al ejército con el que vino acompañado a al-Ándalus y con auxiliares nativos. Quizás sea por esta presión impositiva que ocurrió la revuelta de Pelayo en Asturias, pero hablaré de ello y de la batalla de Covadonga en el próximo episodio. En cualquier caso, Asturias y Cantabria eran áreas muy pobres de poco interés para los musulmanes y por eso centraron sus esfuerzos en Francia, donde había muchas mejores perspectivas de botín. El ansia del estado omeya para conseguir ingresos fiscales se ve reflejada también en otra actuación de Anbasa, porque durante su gobierno un judío se presentó como el Mesías y animó a otros judíos hispanos a seguirle a Palestina y dejar atrás sus bienes, y Anbasa no dudó en apropiarse para el fisco de sus bienes.
Por temas de prestigio y para contentar a las tropas con botín, Anbasa y sus sucesores tuvieron que preparar arriesgadas razias contra territorio franco más allá de los Pirineos, como la incursión contra Borgoña y saqueo de la ciudad de Autun, muy al interior del territorio franco. El valí Anbasa murió en enero del 726 y entre el 726 y 732 gobernaron ni más ni menos que seis gobernadores distintos. Sus gobiernos son bastante desconocidos y de algunos solo conocemos su nombre y período de gobierno, aunque sabemos que durante el gobierno de uno de ellos hubo un intento de golpe de estado y el valí fue encarcelado por su superior, el gobernador de Ifriqiya. En el 732 Abd al-Rahman ibn Abd Allah al-Gafiqi, que ya había servido interinamente como valí, fue elegido gobernador de al-Ándalus porque era alguien popular y respetado por su buen trato hacia sus tropas ya fueran árabes o bereberes, pero para su desgracia se volvió famoso por su derrota en la batalla de Poitiers.

Al-Gafiqi y la batalla de Poitiers
La derrota musulmana en Poitiers del 732 ha pasado a ser conocida en el imaginario popular cristiano como la batalla que salvó a Europa del islam. Bueno, esto también se dice del segundo asedio árabe sobre Constantinopla del 718, la batalla de Lepanto del 1571, o la batalla de Viena del 1683, pero ese no es el tema. En realidad, el Califato omeya estaba muy sobreextendido y no tenían hombres suficientes para ocupar Francia y otras partes de Europa. Eudes había infligido una grave derrota a los musulmanes en la batalla de Tolosa del 721, pero las diferencias de fe no impidieron que Eudes se aliara con un rebelde bereber de los Pirineos y ofreció a su hija en matrimonio. Este rebelde es conocido como Munuza, aunque no está claro si es el mismo Munuza derrotado por Pelayo en la batalla de Covadonga, si se trata de otro, e incluso algunos historiadores ponen en duda toda su historia.
El caso es que este bereber se rebeló en los Pirineos y mató al obispo de Urgel, pero al-Gafiqi no tuvo problemas en eliminarlo en la Cerdaña, por la parte central del Pirineo catalán, y siguió con su expedición hacia Aquitania a través de Pamplona para conseguir botín. Al-Gafiqi derrotó al duque Eudes y éste se vio obligado a solicitar el auxilio de su rival, el amo de facto del reino de los francos Carlos Martel. Eudes tuvo que aceptar la soberanía franca de Aquitania, pero de este modo con las tropas francas y lo que quedaba del ejército aquitano pudieron frenar el avance de los musulmanes cerca de Poitiers, cuando parecían querer saquear la sede episcopal de Tours. Los musulmanes sufrieron muchas bajas, entre ellas el propio al-Gafiqi, aunque eso no supuso el fin del dominio musulmán sobre partes de la Galia.
La importancia de la batalla de Poitiers no está tanto en la derrota musulmana como en la victoria de Carlos Martel, que le permitió terminar con el dominio independiente del duque Eudes en Aquitania, acercó a los francos al papado, y fue clave para el ascenso al poder de la dinastía carolingia en Francia. El historiador Hugh Kennedy argumenta que para al-Ándalus la derrota supuso el fin de la economía de botín y los musulmanes no pudieron seguir usando las campañas como válvula de escape de sus tensiones internas, pero en los años siguientes se siguen viendo algunas incursiones relevantes y la conclusión de las razias tiene más que ver con la crisis general del Califato omeya que con la batalla de Poitiers en concreto, que más que la causa era un síntoma de que las conquistas árabes no podrían continuar como hasta entonces.
El valí de Ifriqiya nombró a Abd al-Malik ibn Qatan como sucesor de al-Gafiqi y éste reanudó las expediciones militares en los Pirineos y la Galia al cabo de un año de la batalla de Poitiers. Ibn Qatan atacó los Pirineos y Vasconia, pero la expedición se saldó en bajas sin haber conseguido nada digno de mención. Historiadores como García Moreno defienden que la referencia a los Pirineos, que en la Antigüedad era tan imprecisa que podía referirse a la cordillera Cantábrica, podría ser la batalla de Covadonga que se sitúa más comúnmente en el 718 o 722, aunque fecha la batalla en el 737 y para entonces Ibn Qatan ya no era gobernador de al-Ándalus.
En cualquier caso, Ibn Qatan fue destituido en el 734 por sus pobres resultados militares y le sucedió Uqba ibn al-Hayyay. Uqba ocupó Aviñón y Arlés en sus primeros meses de gobierno por acuerdo con las autoridades cristianas de la Provenza, que temían más a los francos que a los árabes, aunque a los tres años una fuerza combinada de francos y lombardos los desalojaron. Según la Crónica mozárabe del 754, Uqba fue justo en el cobro de impuestos y envió a oficiales corruptos a rendir cuentas en Ifriqiya. Unas fuentes árabes apuntan a que Pamplona habría dejado de estar bajo control omeya y puede que fuera brevemente ocupada por los francos, pero Uqba recuperó el dominio musulmán de esta plaza. También es probable que realizara campañas contra Pelayo en Asturias y su yerno Alfonso en Cantabria.

No fue hasta después de la revuelta bereber y el caos que desembocó en la caída del Califato omeya que los francos pudieron empezar a ganar terreno y conquistar la antigua Septimania goda. Carlos Martel pudo conquistar y destruir las murallas de Agde, Béziers, Maguelona y Nimes y, como dice el historiador Eduardo Manzano Moreno, Carlos Martel parece que no fue recibido con los brazos abiertos, y su acción destructiva fue una venganza por la actitud colaboracionista con los árabes de los obispos y las aristocracias godas de la Narbonense. Su hijo y sucesor Pipino el Breve puso presuntamente durante años la ciudad de Narbona bajo asedio, y los godos accedieron a traicionar y aniquilar a la guarnición musulmana solo tras obtener garantías de que se les respetarían las leyes godas del Liber Iudiciorum. Así terminó la dominación musulmana de Septimania en el 759.
El Califato omeya de Hisham ibn Abd al-Malik
Hisham ibn Abd al-Malik fue el último hijo del aclamado califa Abd al-Malik en gobernar, y lo hizo durante casi dos décadas, entre el 724 y el 743. Su padre y su hermano al-Walid marcaron el camino a seguir con sus esfuerzos centralizadores, el impulso de la arabización e islamización, y la construcción de palacios y jardines que maravillaban a los cristianos de la época. Es a partir del califa Abd al-Malik en torno al año 700 cuando la sociedad islámica se empieza a formar como tal, porque hasta entonces la diferencia estaba entre conquistadores y conquistados y no se promocionó el islam como religión de estado con ánimos de extender la fe islámica entre los no árabes.
En la época omeya se produjeron muchos cambios sociales de relevancia que también tuvieron su incidencia en la caída del propio califato. Con la sedentarización de los árabes y la ralentización o freno de las conquistas surgió la identidad árabe a finales del siglo VIII como identidad de la élite conquistadora frente a todos los subyugados, y términos como sarraceno o muhajirun, que significa emigrante, cayeron en desuso. Estudios recientes demuestran que durante el Califato omeya se produjo un crecimiento económico y urbano, se monetizó más la economía, se expandieron los sistemas de regadío, emergieron los talleres artesanales como modo de producción, y la descentralización fiscal incentivó el patronazgo local en la construcción de infraestructuras como canales o fortificaciones.
Las ciudades-guarnición árabes crecieron hasta convertirse en verdaderas urbes que atraían a la población local, ya fuera voluntariamente o forzados por ser esclavos, e eso hizo que se convirtieran en maulas, muchos convirtiéndose así al islam y aprendiendo árabe para comunicarse con sus patronos. De aquí que nacieran nuevas identidades y que los no árabes se vieran influidos culturalmente por sus señores y viceversa, porque igual que romanización la arabización supuso un intercambio cultural bilateral. Además del propio ejemplo del profeta Muhammad, los omeyas bebieron del modelo romano de dar un trato legal distinto según la religión y del modelo persa de establecer vestimentas y otros distintivos externos según la condición social y religión. Los no musulmanes e incluso los bereberes convertidos notaban la política de discriminación en algo tan importante como su bolsillo, porque los conquistadores árabes tenían inicialmente el privilegio de no pagar impuestos. Por eso numerosos no árabes querían entrar en relaciones de clientela con un árabe o se alistaban al ejército con tal de convertirse al islam y disfrutar del privilegio de no pagar impuestos.

Pero claro, aunque los conversos no árabes no eran muchos, esto se estaba convirtiendo en un problema para la hacienda omeya. Se dice que solo el pío califa Umar II ordenó que se tratara igual a los nuevos conversos al islam, pero los siguientes califas y las autoridades locales no siguieron este ejemplo ante las crecientes necesidad de ingresos fiscales para pagar el aparato militar y los proyectos urbanísticos. Dada la inferioridad numérica de los árabes, entre escoger si incrementar la represión o disminuir los privilegios de ser musulmán tuvieron que aceptar lo último, si bien las reformas introducidas durante el período omeya no fueron suficientes y esa es una de las claves del éxito de la Revolución abasí. Entre las reformas fiscales, se terminaron las pensiones vitalicias para los descendientes de soldados, el zakat o limosna que es uno de los cinco pilares del islam se convirtió en un impuesto obligatorio para los musulmanes, y se empezó a aplicar un impuesto sobre la tierra también para los musulmanes.
En el Califato omeya de Damasco aún no existía el esquema teórico clásico de fiscalidad islámica, y más que un sistema fiscal había múltiples sistemas fiscales un poco en función de la fiscalidad de cada región de antes de la conquista árabe, aunque es verdad que había impuestos uniformes en todo el imperio y hubo intentos de uniformidad fiscal. La recaudación de impuestos del Califato omeya se volvió con el tiempo más sofisticada y por tanto más se recaudaba, al coste de generar resentimiento y malestar entre la población y provocar más de una revuelta. A pesar de todo, estas medidas eran necesarias para cuadrar las cuentas y a medida que la población fue islamizándose fue inevitable reducir las diferencias fiscales entre musulmanes y no musulmanes, aunque sigue asumiéndose que el musulmán medio pagaba menos impuestos que los dimmíes durante el Califato omeya y en épocas posteriores.
Durante el gobierno de Hisham ibn Abd al-Malik el Califato mostró los síntomas de la sobreextensión territorial al producirse reveses militares. Al fracaso de la toma de Constantinopla en tiempos de su hermano Sulayman se les sumaron derrotas frente a los francos, los jázaros en el Cáucaso, los turcos en Asia Central y los indios en la región del Sind, actual Pakistán. Y eso no era más que el preludio, porque aún más grave fueron la gran revuelta bereber, la revuelta chií del bisnieto del califa Alí, o la derrota sufrida en la batalla de Akroinon frente a los bizantinos, todos estos hechos ocurridos en el año 740. Por las subidas de impuestos y las últimas derrotas militares la dinastía omeya se hizo más impopular entre masas muy heterogéneas de la población que los veían como gobernantes injustos e impíos.
La revuelta bereber y la llegada de los sirios
En el 739 o 740 estalló en el norte de África la gran revuelta bereber, en buena medida debido al descontento causado por la falta de nuevas conquistas y a la discriminación que sufrían los bereberes a manos de la élite árabe. ¿Por qué iban a aceptar el dominio de una élite extranjera que los trataba como ciudadanos de segunda si no había perspectivas de botín y conquistas? Los bereberes sintieron el peso de la discriminación que recibían en el reparto de botín, la imposibilidad de acceder a los cargos públicos más importantes, la entrega de mujeres bereberes como esclavas concubinas a los árabes, o el hecho de tener que pagar un impuesto que en principio solo tenían que pagar los dimmíes y no gentes que en su mayoría se habían convertido por lo menos nominalmente al islam.
Lógicamente los bereberes reclamaban el trato igualitario que predicaba el mensaje de Dios en el Corán, y por eso también empezó a ser popular entre los norteafricanos la rama jariyí del islam, que entre otras cosas defiende que el mejor musulmán debe ser califa independientemente de su origen étnico o linaje. Así pues, en un instante el Califato perdió el control sobre el Magreb occidental, en una revuelta coordinada cuidadosamente entre distintas tribus y que se inició cuando el gobernador de Ifriqiya mandó una expedición árabe contra la Sicilia bizantina. El gobernador de Ifriqiya se apresuró a volver a llamar a los expedicionarios a casa, y mientras tanto envió al ataque a un ejército árabe formado en Kairuán mientras un ejército de reserva permaneció en Tremecén, Argelia.
Cerca de Tánger, en Marruecos, se produjo la batalla de los Nobles, una sangrienta batalla donde perecieron muchos árabes de linaje destacado. El ejército de Tremecén entró en pánico y se le ocurrió la brillante idea de masacrar a los civiles bereberes, muy buena esa para calmar los ánimos de los rebeldes. El ejército mandado a Sicilia regresó demasiado tarde y Tremecén ya había caído, así que el gobernador de Ifriqiya solo podía pedir refuerzos directamente a Siria. Para empeorar las cosas, los bereberes de al-Ándalus también se sumaron a la rebelión y eso afectó gravemente la estabilidad del gobierno andalusí y el control omeya sobre esta provincia periférica del imperio. El Califato omeya de Damasco ya había perdido el control de la cordillera Cantábrica y con la revuelta bereber se terminó para siempre el dominio musulmán sobre Yilliqiya, es decir, el noroeste peninsular incluyendo la cuenca del Duero que pasó a estar bajo dominio de sus élites autóctonas y bereberes y donde también se formaron comunidades campesinas libres, como expliqué en el episodio extra 12 Tierra de nadie. El Duero entre los siglos VIII y XI.
La naciente monarquía astur con Alfonso I aprovechó para iniciar su expansión territorial y hacer razias en Galicia y la submeseta norte. El califa Hisham ibn Abd al-Malik envío a un ejército de más de 30.000 soldados sirios a los que se le sumaron ejércitos de Ifriqiya para recuperar el control del Magreb, pero fueron contundentemente derrotados en la batalla de Bagdura, cerca de Fez. Los restos del ejército sirio derrotado sumaban unos 10.000 árabes y estaban liderados por el sobrino del general muerto en batalla, Baly ibn Bishr. Éstos buscaron refugio en Ceuta, y ante la presión de los rebeldes y desesperados por el hambre apelaron al gobernador de al-Ándalus Ibn Qatan, que estaba sirviendo de valí por segunda vez tras deponer a Uqba ibn Hayyay. Ibn Qatan de primeras se negó y hasta castigó a quienes enviaron mercancías a Ceuta, pero finalmente accedió porque no tenía suficientes efectivos para hacer frente a los bereberes sublevados en la península.
La llegada de los contingentes sirios de Baly fue de gran importancia para el devenir político del valiato de al-Ándalus porque trajeron consigo el faccionalismo político entre qaysíes y yemeníes, esto lo hablaré en más detalle en el siguiente episodio sobre al-Ándalus, y culturalmente también su llegada fue relevante porque aumentaron el elemento árabe en la península. Con la llegada de las tropas sirias los árabes no tuvieron problemas en aplastar la revuelta bereber en al-Ándalus, pero claro, luego llegaron los problemas. Baly ibn Bishr había prometido regresar al norte de África cuando terminase el trabajo, ¿pero por qué los árabes sirios deberían volver al norte de África donde solo había tierras más pobres y quizás terminarían perdiendo el pellejo? Incluso si regresaban a Siria, ¿qué futuro les esperaba si solo seguían siendo mandados a lugares lejanos? Al llegar a al-Ándalus, los soldados árabes sirios comprendieron que podían convertirse fácilmente en la principal fuerza militar del extremo occidental islámico y mejorar sus vidas. Por eso Baly no dudó en traicionar y crucificar al gobernador Ibn Qatan, lo que también es una muestra de que las luchas de poder entre facciones qaysíes y yemeníes se habían vuelto muy cruentas.
Baly derrotó cerca de Córdoba a los baladíes, los conquistadores originales de al-Ándalus y sus descendientes, aunque lo pagó con su vida al día siguiente por las heridas de la batalla, y su lugarteniente lo sucedió como gobernador. Las tropas sirias extendieron su control de Córdoba a Mérida, pero no controlaban ni mucho menos todo al-Ándalus, que ante los desórdenes estaba dominada por aristocracias y ejércitos locales. A todo esto, en el Magreb la situación se volvió crítica tras haber sufrido los árabes varias derrotas importantes. El califa Hisham era consciente de la gravedad de la situación y envío a su mejor general para gobernar Ifriqiya y poner fin a la insurrección. La gran revuelta bereber se considera que finaliza cuando los rebeldes fallaron en conquistar Kairuán en el 742, pero es muy significativa la gran revuelta bereber porque el mundo islámico quedó fragmentado políticamente para siempre. En la actual Marruecos y Argelia se formaron dinastías, ya fueran de origen local u oriental, y los omeyas o luego sus sucesores los abasíes no pudieron reconquistar estos territorios.

La colonización árabe y bereber de al-Ándalus
Los datos que tenemos sobre dónde se asentaron árabes y bereberes y cuántos emigraron a al-Ándalus son escasos. Como recordarás del episodio anterior, a los conquistadores del Reino visigodo se les acusó de haberse quedado con el quinto estatal del botín conseguido y en definitiva de no haber pagado los tributos que debían como resultado de la conquista. El conquistador Musa ibn Nusayr realizó el reparto de tierras y los musulmanes accedieron a la propiedad de la tierra del antiguo fisco, de huidos, muertos en combate o de aquellos que se resistieron, y además podían acceder a grandes propiedades de terratenientes hispanogodos mediante el matrimonio con mujeres nativas. A diferencia de lo ocurrido en otras partes del imperio árabe, en al-Ándalus los árabes y bereberes no se confinaron en ciudades-guarnición y se asentaron por todo el territorio como propietarios de tierras.
Tradicionalmente se decía que los árabes se asentaron más en ciudades y recibieron las tierras más fértiles, principalmente las de entorno el Guadalquivir y el Ebro, mientras que los bereberes se asentaron en tierras áridas y montañosas. Esta diferencia en el asentamiento se decía que se debía al trato discriminatorio que recibían los bereberes, pero otros historiadores creen que se asentaron en tierras similares a sus estilos de vida anteriores, por eso los bereberes eran más dados a buscar tierras para el pastoreo. Sin embargo, Pedro Chalmeta y Pierre Guichard plantearon la hipótesis de que los árabes y bereberes fueron asentándose en el territorio a medida que lo conquistaron, de manera que los bereberes se asentaron por la vía de Gibraltar, Córdoba y Toledo porque por ahí pasó Tariq.
Había mucha presencia de bereberes en las montañas de la Andalucía occidental, entorno a Toledo y Guadalajara, Extremadura, y también destaca la presencia bereber en la actual Portugal y en la cuenca del Duero. Todo esto no evita que también hubiera bereberes repartidos por toda la península, aunque fueran menos numerosos, como por ejemplo en Valencia, Cataluña o Navarra. Los árabes por su parte estaban concentrados en el bajo Guadalquivir, en el valle del Ebro, Toledo, Mérida, Murcia y las costas andaluzas, es decir, por donde pasaron los ejércitos de Musa y Abd al-Aziz. He hablado ahora de los conquistadores y sus hijos, los conocidos como baladíes, pero posteriormente también hubo movimientos migratorios de árabes y bereberes y por eso es difícil estimar su población.
Por ejemplo, con las sequías y la revuelta bereber al-Ándalus perdió parte de esta población, se asentaron los árabes sirios, o a finales del Califato de Córdoba o con los almorávides y almohades llegaron nuevos bereberes, y eso sin contar con los árabes y bereberes que pudieron haber entrado y salido en épocas de paz. Las estimaciones de población árabe y bereber en tiempos de la conquista y en los años inmediatos a ella oscilan mucho, de menos de 50.000 a los 200.000. El consenso académico está en que llegaron más bereberes que árabes, y según el historiador Ahmed Tahiri buena parte de los bereberes provenían de la tribu Nafza del Rif, y no es coincidencia que la madre de Abd al-Rahman I perteneciera a esta tribu y por eso pudo conseguir apoyos entre estos bereberes para hacerse con el control de al-Ándalus.
Tradicionalmente se ha minusvalorado la llegada de árabes y bereberes para así mantener esa idea de que se formó una España musulmana donde el elemento hispano prevaleció. Con el tiempo al-Ándalus se convirtió en un país islámico y culturalmente árabe, y no es tan raro que con pocos colonos se cambie por completo la cultura y sociedad de las conquistados, como pasó con la romanización o la hispanización. Por eso yo situaría la llegada de árabes y bereberes sin duda por encima de las 100.000 personas y seguramente más cerca de los 200.000 que de los 100.000, más del doble que los visigodos que llegaron a Spania, y podemos suponer que la población indígena de la península estaba en torno a 5 millones de habitantes al disminuir la población por epidemias y hambrunas al final del Reino visigodo.
El Veredicto: La España musulmana
En El Veredicto de hoy creo que vale la pena ahondar en por qué surge el concepto de España musulmana en la historiografía nacionalista del siglo XIX y XX. El discurso nacionalcatólico clásico rechazaba de plano el pasado musulmán y no lo aceptaba como historia suya, en cambio al surgir una escuela de arabistas españoles en el contexto de la construcción de estados nacionales emergió la España musulmana como un paradigma integrador para encajar esa parte de la historia en la historia de España. La España musulmana ponía en duda la asociación indisoluble entre lo español y lo católico, dejaba de considerar a todos los andalusíes como árabes y moros, ponía en valor el hasta entonces denigrado legado musulmán en las artes y ciencias, y exaltaba la resistencia de la identidad española de tradición romana y goda dentro de al-Ándalus al españolizar a los árabes.
Claro que luego llegó Pierre Guichard y dijo que de España musulmana nada, que había que hablar de al-Ándalus, una civilización que supuso en esencia una ruptura respecto al período romano y godo porque era un país islámico y de cultura árabe, y que por tanto no había que hablar de hispanoárabes como si hubiera un elemento cultural y nacional hispano que hubiera predominado sobre los elementos foráneos. Conceptos historiográficos como la España musulmana o la Reconquista como veremos en el siguiente capítulo son ejemplos del uso político que se hace de la historia y de la interpretación que hacemos del pasado en función de la sociedad del presente. Por eso es tan interesante estudiar la evolución historiográfica, contextualizar las interpretaciones que se hacen en el pasado, y revisarlas si no son adecuadas. Y con eso, El Veredicto termina.
Avance y outro
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Fuentes
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