Este es el episodio 45 Economía de al-Ándalus. Riqueza, poder y sector primario y en este episodio aprenderás:
- ¿Por qué es importante la historia socioeconómica andalusí?
- Ideas equivocadas y debates sobre la sociedad y economía andalusíes
- La economía agraria andalusí, un enfoque integral
- Evolución de la economía de al-Ándalus del siglo VIII al XI
- Acumulación de la riqueza en al-Ándalus y dinámicas de desarrollo económico
- Redistribución de la riqueza en al-Ándalus y crisis de subsistencia
- Poblamiento y estructura y explotación de la propiedad
- Un repaso a la fiscalidad en época omeya y taifa
- Agricultura de regadío en al-Ándalus
- Agricultura de secano en al-Ándalus
- Ganadería, caza y pesca en al-Ándalus
- Alimentación en al-Ándalus
- Minería en al-Ándalus
- El Veredicto: Similitudes entre el período taifa y la actualidad
- Avance y outro
- Fuentes
¿Por qué es importante la historia socioeconómica andalusí?
Antes de ir al contenido de verdad de este episodio, quiero convencerte de por qué es importante que escuches el episodio entero ya sea del tirón o a ratos o por lo menos que llegues hasta la sección de acumulación de riqueza en al-Ándalus incluyéndola, porque si no lo haces no sé por qué estas suscrito a este programa y deberías darle a desuscribirte y no sé, irte a ver TikToks de historia creyéndote que con vídeos de un minuto puedes aprender historia de verdad. Me veo un poco obligado a hacer esto porque hace unas semanas hice una encuesta en YouTube para ver qué rama de la historia era la que interesaba menos a mi comunidad, y resulta que la historia económica estaba en segundo lugar cerca de historia del arte, ¿por qué no la quieres eh? La historia económica realmente es imposible de separar de la historia social, que por cierto fue la rama de la historia que parece que más gustaba según la encuesta, y veremos en este episodio muchos aspectos de la sociedad andalusí que hasta ahora no había tratado en mi narrativa principalmente de historia política o que solo vimos un poco de pasada.
Y por otro lado sin tener esas nociones de historia económica y social es imposible entender los desarrollos políticos. El fortalecimiento del estado omeya, el desarrollo de las ciudades o la riqueza con la que muchos asocian al-Ándalus pensando en el período califal son solo algunas de las cuestiones que no se entienden sin esa perspectiva económica que veremos en este episodio y el siguiente. Tengo que decir que este es de lejos el episodio que más dedicación ha necesitado en cuanto a investigación, cuenta con la historiografía más actualizada y 111 fuentes diferentes que puedes consultar junto al guion en la página web del programa, lahistoriaespana.com, por eso este es el episodio más largo que he producido hasta la fecha con más de dos horas de duración. Al hacer la investigación lo tenía estructurado todo de manera muy distinta y la verdad es que podría haber hecho tres episodios distintos sobre la economía andalusí tal y como lo tengo ahora, pero lo hecho hecho está así que disfruta de este episodio que es como un 2 o un 3 en 1. Si quieres saltarte secciones recuerda que en la descripción del episodio siempre pongo los tiempos de cada sección, y si no puedes verte o escucharte el episodio del tirón y quieres volver más tarde tu reproductor de YouTube o podcast seguro que guarda donde lo dejaste.
No es ninguna flipada mía decir que este es el mejor vídeo o podcast que puedes encontrar sobre la economía de al-Ándalus junto al siguiente en que hablaré del sector secundario y terciario, y encima de gratis, o sea que si eres nuevo ¿qué haces que no te has suscrito ya al canal de YouTube o podcast La Historia de España – Memorias Hispánicas? Me he pasado unas 100 horas investigando y otras decenas más con todo el proceso de producción que necesita cada episodio, así que si crees que es importante una divulgación histórica de alta calidad por favor conviértete en mecenas en Patreon, tienes el enlace en la descripción, o puedes hacer una donación única en la página web del programa, porque si no esto son todo pérdidas y más en este episodio por el que tuve que comprar varios libros que no eran baratos precisamente. Gracias y un saludo para Ciudad de México a Ruth Busto y para País Vasco a Alberto Arzua por ser los últimos mecenas en unirse a Patreon, y dicho esto empezamos este emocionante episodio.
Ideas equivocadas y debates sobre la sociedad y economía andalusíes
Primero de todo una advertencia. La historia socioeconómica de al-Ándalus y del mundo islámico medieval en general es difícil de reconstruir por la falta de unas instituciones que actuasen como archivos como lo hacían los monasterios en el mundo cristiano. Esto significa que no tenemos apenas documentos oficiales de recaudación fiscal o sobre juicios, herencias, contratos o transacciones entre particulares que nos permitan extraer información socioeconómica concreta, como sí es más fácil de hacer por ejemplo en la Cataluña medieval. Sin embargo, no todo es descorazonador, podemos aproximarnos a la economía de al-Ándalus a través de fuentes documentales como crónicas, obras geográficas, y fuentes jurídicas que aún quedan bastante por explorar por falta de traducciones del árabe o falta de interés en cuestiones económicas, y por otro lado hay fuentes materiales como la numismática y la arqueología, recientemente por ejemplo han despuntado los estudios arqueobotánicos y zooarqueológicos que nos permiten estudiar los restos de plantas y animales.
Sigue habiendo pues bastante margen para conocer la economía andalusí, pero en este episodio y el siguiente episodio dedicado a la manufactura, comercio y esclavitud os presentaré el estado de estas cuestiones en la historiografía del 2023. Empecemos por desmontar algunos mitos, algunas ideas equivocadas y otras que están sujetas más a debate sobre la sociedad y economía de al-Ándalus. La primera de todas es que a muchos si les digo al-Ándalus lo primero que se le viene a la mente es la imagen idílica del período del Califato de Córdoba, con una capital muy grande y desarrollada, con sus arrabales y mercados concurridos, unos campos irrigados con cultivos muy diversos y en general un nivel de bienestar para la población muy elevado. Esta imagen de una al-Ándalus inalterable y opulenta hay que matizarla, tanto en espacio porque había territorios donde el nivel de desarrollo era similar al período romano o visigodo, como en tiempo porque no es lo mismo al-Ándalus en el siglo VIII, que en el siglo X u XI.
Más adelante veremos de manera sintética esta evolución económica de al-Ándalus. Otro mito relacionado con esta imagen romantizada de al-Ándalus es el presentar la sociedad y economía islámica peninsular como urbana y mercantil, y sí, se pueden usar estos calificativos, pero con su debida explicación para evitar malentendidos. En términos relativos, es decir, comparado con otras economías de la época como la asturleonesa y franca sí que la economía andalusí estaba más orientada al mercado, había más comercio y existían actividades económicas muy especializadas como la manufactura de papel, también las ciudades dominaban la política, sociedad y economía de la sociedad rural, pero como en toda sociedad precapitalista y preindustrial la base de la economía era agraria. Al final siempre debemos hablar de grados de economía autárquica y de mercado y ahí es donde debe estar la discusión.
Las comunidades campesinas y ganaderas eran el motor de la economía, la amplia mayoría de la recaudación salía de actividades agrarias mientras que no más del 15% de la recaudación procedía de actividades comerciales. Es imposible determinar el grado de urbanización de al-Ándalus, probablemente era de más del 10% que es la cifra que se suele dar como máximo normal de población urbana en una sociedad cristiana medieval, pero aunque fuera una sociedad más urbana el grueso de la población de al-Ándalus vivía y trabajaba en el campo. Otro tema que vale la pena aclarar es que la economía del mundo islámico no era de tipo esclavista como se caracterizó una parte de la economía del Imperio romano o como en el Caribe colonial, con esto no quiero decir que no hubiera esclavos y en alguna época concreta como el régimen amirí de Almanzor y su hijo hacia finales del siglo X los esclavos tuvieron una especial importancia en la economía, pero la economía agraria de al-Ándalus no se basaba en unos señores explotando el campo con esclavos o siervos.
La fiscalidad y sociedad andalusí era de tipo tributario, esto significa que a través de la intermediación de las ciudades y fortalezas el estado omeya o los reinos de taifas extraían impuestos y tributos principalmente de explotaciones agrícolas de las que muchas veces eran propietarios sus campesinos. Esto contrasta con la sociedad y fiscalidad de los reinos cristianos del norte que eran de tipo feudal, definiendo esto como una sociedad de señores y siervos, sobre todo en la Plena y Baja Edad Media, y en una sociedad feudal no había muchos impuestos y tributos y lo que predominaba eran las rentas por la explotación de tierras. Esto del cómo definimos la sociedad andalusí se puede enlazar con uno de los debates que más ríos de tinta han hecho correr desde los años 70 y que inexplicablemente sigue abierto, y es el debate sobre si al-Ándalus era una sociedad tribal.
Una tribu se define como una agrupación sociopolítica integrada por clanes y linajes extendidos que comparten lazos de parentesco reales o ficticios, toman decisiones políticas en asamblea, se basan en una fuerte cohesión de grupo frente a cualquier intento externo de controlarlos y absorberlos en otro tipo de sociedad, se producen con frecuencia matrimonios endogámicos para preservar su patrimonio y cohesión tribal, y socioeconómicamente explotan los recursos de manera colectiva. La tesis del ya fallecido Pierre Guichard, el fundador de los estudios andalusíes modernos, era que la sociedad andalusí se caracterizaba por ser tribal debido a la migración masiva de árabes y bereberes y eso habría provocado una ruptura rápida y clara respecto al pasado romano y visigodo. Miquel Barceló fue tan lejos como para afirmar que los árabes y sobre todo bereberes al organizarse por tribus también provocaron que la población nativa de origen hispanogodo se tribalizara, y defendía que los andalusíes jamás perdieron su identidad tribal.
Por desgracia hay demasiados historiadores y arqueólogos que siguen partiendo de estos postulados, esta caracterización de la sociedad andalusí como tribal no me parece que se pueda sostener y más con las críticas bien argumentadas que hicieron historiadores como Manuel Acién y Eduardo Manzano Moreno o la arqueóloga Sonia Gutiérrez. ¿Cuáles son esos argumentos en contra del tribalismo andalusí? Para empezar basándome en la historiografía reciente del primer siglo del islam ya vimos que los árabes en el momento de la conquista de la península ibérica no estaban organizados por tribus, formaban parte de un estado centralizado fuerte como fue el Califato omeya de Damasco y articulaban sus relaciones por facciones políticas, sus cargos institucionales y lazos de clientela que formalizaban.
Es cierto que los bereberes se organizaron de manera clánica tribal durante bastante tiempo, aunque por la arabización e islamización unos grupos de bereberes ya perderían esa forma de organización política y social en época temprana, mientras que otros grupos bereberes más alejados de centros urbanos pudieron mantener más tiempo el tribalismo, como se observa entre los bereberes de la Meseta aún en el siglo IX o X. Más tarde de eso es imposible seguir defendiendo la organización tribal de los bereberes debido al triunfo que representa la instauración del Califato de Córdoba para la formación social islámica, a menos que hablemos de las nuevas tribus bereberes que llegaron como mercenarios bajo el califa al-Hakam II y el dictador Almanzor, pero incluso estos terminaron arabizándose y perdiendo su cohesión. Una sociedad tribal es difícilmente compatible con un poder estatal fuerte, una sociedad de predominio urbano y de propiedad privada como está más que demostrada que fue la sociedad andalusí.
Hay muchos más argumentos en contra del tribalismo andalusí, como que no hay evidencias contundentes de esas supuestas migraciones masivas; ya vimos al estudiar la Antigüedad tardía que no siempre es fiable vincular unos materiales de determinadas características a una etnia; hay muchos ejemplos históricos de una élite conquistadora reducida en número que provoca grandes cambios socioeconómicos, culturales y materiales en las sociedades conquistadas; y muchas veces los investigadores que defienden la tesis tribal usan topónimos que hacen referencia a linajes árabes o bereberes como pruebas de esa organización tribal de la sociedad, cunado eso solo es indicativo de qué familia habitaba un lugar sin que implique que se mantuvieran estructuras políticas y sociales tribales. En fin, creo que los argumentos son más que suficientes para dejar estos planteamientos, pero era importante comentar este debate tanto para caracterizar bien la sociedad andalusí como para advertir que este debate sigue influyendo en la interpretación de restos arqueológicos, en especial al hablar de la agricultura de regadío.
Finalmente, la otra idea que quiero desmontar aquí es la imagen estereotipada por la burguesía del siglo XIX de que las mujeres se quedaban recluidas en casa realizando las tareas domésticas y cuidando a niños y ancianos, cuando las mujeres del campo tanto andalusí como cristiano realizaban toda clase de labores. Al tener que hacer labores como recoger y tratar las cosechas, ir a recoger agua, ordeñar las cabras y vacas, o incluso comercializar productos agrícolas en la ciudad, aparte de tareas domésticas como cocinar o hilar, las mujeres andalusíes del campo y en especial si no eran acomodadas gozaban de una libertad bastante mayor que las mujeres que vivían en las ciudades, donde sí había una mayor segregación de género, y ya no hablemos en comparación con las mujeres aristócratas o esclavas concubinas que gozaban de un bienestar material mayor que cualquiera pero tenían muy restringida su libertad. Quien quiera profundizar más sobre las mujeres en al-Ándalus hice una entrevista a Bárbara Boloix hablando sobre este tema, o sea que te lo recomiendo. Una cosa era el ideal patriarcal de mujer servicial recluida en la casa de la que escribían los hombres musulmanes de religión o acomodados, y otra la realidad social común que siempre era más flexible.
La economía agraria andalusí, un enfoque integral
En el municipio mallorquín de Felanitx se calculan ocho hectáreas para el regadío andalusí frente a las casi treinta y dos dedicadas al secano y bastantes más dedicadas al pasto de ganado. ¿A qué viene este dato? Pues a que los grupos humanos no pensaban en la agricultura de regadío, la de secano o la ganadería en términos excluyentes el uno del otro, sino como estrategias de explotación de sistemas agrarios que debían combinarse en proporciones variables según la circunstancia de cada territorio. Yo en este episodio separo en secciones las diferentes actividades del sector primario para hacer más sencillo su estudio y estructurarlo mejor, pero es muy importante nunca olvidarse que todo forma parte de un mismo sistema agrario y de estrategias de supervivencia y maximización de la producción que adoptaban las familias.
Es como la distinción entre economía rural y urbana, son distinciones artificiales porque están completamente interrelacionadas y hay una relación simbiótica entre campo y ciudad, es conveniente muchas veces separarlos para estudiarlos pero nunca hay que olvidar que no son desasociables. Las condiciones locales específicas eran el factor más decisivo en cómo una comunidad humana decidía explotar la tierra, piensa en la explotación de los recursos naturales como una matriz de decisión con muchas combinaciones potenciales, por ejemplo: hacer un 70% regadío 30% ganadería, un 20% regadío 50% ganadería y 30% secano, o 50% secano, 20% ganadería, 10% minería y 20% caza, pesca y recolección de productos silvestres, y dentro de estas categorías por supuesto se deben considerar los cultivos posibles, la fertilidad y tipo de tierra, el agua y recursos humanos disponibles, y muchas otras variables.
Esta era la problemática a la que debía enfrentarse la mayoría de gente en la Edad Media al escoger un emplazamiento para asentarse o al venir este dado por llevar la familia generaciones asentada ahí. Muy raro era que alguien hiciese solo un tipo de actividad, debemos abandonar la mentalidad de trabajos a ritmo industrial y especializados por la mentalidad agraria donde se trabaja cuando hace falta y se hace lo que haga falta. ¿Que puedes ir al mercado de la ciudad a vender excedentes y sacarte un dinerito? Pues vas. ¿Que hace falta tejerse un vestido? Pues se teje. ¿Que falta leña para calentarse o construir una vivienda? Pues se va al bosque a recogerla. La pregunta generalmente era cuál es la manera más eficiente de explotar los recursos naturales de una zona, con una estrategia que permita minimizar riesgos para la supervivencia del grupo humano y otro objetivo a tener en cuenta en la decisión para la mayoría de andalusíes desde época califal era maximizar ingresos para participar en la economía tributaria-mercantil andalusí. Como lo local determina tanto las prácticas agrarias, la idea de un modelo único y arquetipo de agricultura o ganadería de al-Ándalus es una quimera, lo que sí se puede hacer es desde el análisis micro extraer algunos patrones que permitan hacer algunas generalizaciones macro sobre prácticas de explotación de recursos en al-Ándalus.
Evolución de la economía de al-Ándalus del siglo VIII al XI
Como he dicho al principio, la economía de al-Ándalus no fue estática y de hecho sufrió grandes transformaciones a lo largo de su historia, en especial en el período que estudiamos en este episodio que es entre los siglos VIII y XI. La economía andalusí no solo creció, sino que se desarrolló, eso significa que no hubo simplemente un aumento de los recursos explotados sino cambios tanto cualitativos como cuantitativos que llevaron a partes de la península ibérica a su mayor nivel de prosperidad y productividad hasta la fecha. Como es lógico, no se produjeron muchos cambios en la economía de al-Ándalus en el siglo VIII por haber pasado solo unas décadas de la caída del Reino visigodo y conquista musulmana. En la conquista la prioridad de los árabes y bereberes que participaron en ella fue hacerse con botín de guerra, hablamos de metales preciosos, ganado, esclavos, y más importante a largo plazo tierras en propiedad, era una mentalidad extractiva típica de una conquista militar.
En época del valiato, es decir, cuando al-Ándalus solo era una provincia más del Califato omeya de Damasco, la principal preocupación económica de los gobernadores árabes fue la de aumentar la recaudación fiscal y ejercer un dominio más efectivo sobre el territorio, respetando aún los pactos de capitulación que se firmaron con numerosos notables cristianos y ciudades. Con la llegada de los yunds árabes sirios en la década del 740, se llegó a un acuerdo para asentarlos, darles responsabilidades militares y fiscales, y estos se convirtieron en agentes de arabización e islamización de al-Ándalus y en agentes fiscales vitales para el desarrollo estatal omeya. A la que llegó el príncipe refugiado Abd al-Rahman I y fundó el Emirato de Córdoba, se cargó el respeto por pactos anteriores y no solo incautó bienes de rivales políticos musulmanes sino que confiscó las propiedades de magnates hispanogodos que le pudieran hacer sombra como Artobás, hijo del rey Witiza, entre esto y los matrimonios entre hombres árabes y mujeres hispanogodas el control árabe sobre el territorio siguió en aumento y esto permitió que poco a poco fuesen introduciéndose cambios disruptivos respecto al pasado visigodo.
El siguiente hito fiscal fue cuando al-Hakam I instauró el diezmo fijo por hectárea en vez de variable según la cosecha de cada año y esto provocó la revuelta del Arrabal, resultando en última instancia en la victoria de los omeyas y en una mayor presión fiscal en Córdoba y por el sur del Emirato. Sin embargo, el Emirato de Córdoba tenía una capacidad recaudatoria limitada fuera del sur de al-Ándalus donde estaban asentados los yunds sirios, ya que en muchas provincias como Huesca, Zaragoza, o Mérida y Badajoz las fuentes hablan de territorios concedidos y registrados en nombre de un personaje notable, estamos hablando de señoríos territoriales de frágil obediencia y que mandan tributo de manera irregular y en poca cantidad. Durante la fitna del Emirato de Córdoba las calamidades climatológicas y la guerra sistemática y cruda en Andalucía en particular con destrucción de cultivos, tala de árboles frutales y saqueo de castillos y aldeas tuvo obviamente una repercusión económica negativa.
Pero detrás de las penurias políticas pasaron muchos fenómenos cruciales. La economía de al-Ándalus del siglo VIII heredera del pasado tardoantiguo visigodo pasó de una economía muy rudimentaria y fragmentada regional y localmente a una economía más sofisticada e integrada a partir del siglo X. Ya desde aproximadamente el 850 se detecta un cambio de ritmo en la economía igual que ocurre un cambio de ritmo en la arabización e islamización, eso pese al contexto político de la fitna del Emirato de Córdoba. Así pues te puedes imaginar la evolución económica de al-Ándalus como un coche que empieza lento pero va acelerándose más y más, encontrándose como no podía ser de otra forma con algunas curvas y baches de por medio porque nada es fácil en esta vida. El Califato de Córdoba supuso el triunfo del gobierno central, pero ya vimos que Abd al-Rahman III aún tuvo que hacer concesiones de carácter político y fiscal para algunas poblaciones como Toledo y Mérida, por lo que siguió sin haber uniformidad en el grado de imposición fiscal.
Fuera de la política y fiscalidad, el Califato de Córdoba representa la culminación de los procesos de arabización e islamización de la sociedad andalusí, incluyendo las transformaciones económicas propias de una sociedad agraria de carácter urbano y tributario. ¿Por qué se produjo este desarrollo económico? Esto lo veremos en la siguiente sección, así que ten un poco de paciencia. Sobre la economía de al-Ándalus en el siglo XI es difícil escribir porque no se han hecho demasiados trabajos con una visión de conjunto de la economía de esta época y porque la historia escrita y la arqueología y otras fuentes se deben analizar para buscar una coherencia entre ellas, pero es difícil presentar un relato coherente de la economía de los reinos de taifas porque tenemos indicios contradictorios tanto de un mayor desarrollo económico como de penurias y disrupciones negativas.
Como seguramente ya sabrás, desde la década del 1010 se produjo la fitna del Califato de Córdoba que terminó definitivamente con la dinastía omeya y al-Ándalus se fragmentó políticamente en muchos reinos que guerrearon entre sí. Hay un consenso en caracterizar el período de taifas como inestable políticamente pero brillante a nivel cultural y de desarrollo urbano. Fue en esta etapa cuando las ciudades provinciales ejercieron un control económico sobre su territorio y pudieron florecer porque ya estaba una gran capital como Córdoba chupando los recursos económicos y humanos de las provincias como hoy hacen Madrid y Barcelona en España. Del lado económicamente positivo, durante el período taifa la economía de al-Ándalus siguió desarrollando sus ciudades y su agricultura con una gran expansión de los regadíos y las actividades especializadas y el comercio siguieron creciendo, siguiendo la estela dejada por el Califato de Córdoba y la tendencia general de desarrollo económico del mundo islámico y de Europa en el siglo XI.
Pero del lado económicamente negativo había factores que claramente no eran buenos y otros indicios que parecían ya augurar un declive para la civilización islámica en la península ibérica. Las taifas heredaron el sistema fiscal califal, pero los disturbios, inestabilidad política y guerras provocaron una gestión fiscal muy diferente según la taifa. Por ejemplo, en la Taifa de Granada, concedieron tantas exenciones fiscales a gobernadores y militares que al rey le llegaba poco dinero recaudado y la mayoría se quedaba ahí donde se recaudaba, mientras que en otros lugares se cometían todo tipo de abusos y la recaudación era tiránica y fuera de toda ley. Sin embargo, es legítimo preguntarse si el desarrollo agrícola que se acelera más en el siglo XI fue más a pesar de la presión fiscal elevada o más bien debido a ella, porque la desigualdad económica y apropiación de recursos por un lado y la recaudación de tributos que incentivaba al policultivo, a una agricultura más productiva y a la orientación de la producción al mercado por el otro podían ser factores que influyeron positivamente en esa aceleración de la revolución agrícola.
Las parias que impusieron los reinos cristianos fueron parte del motivo de la opresión fiscal de las taifas, y si bien las parias tuvieron un efecto negativo en el conjunto de la economía andalusí, el medievalista José María Lacarra planteó la hipótesis de que el acaparamiento de oro de los reyes y aristócratas cristianos estimuló la demanda de bienes manufacturados en al-Ándalus, lo que por un lado no incentivó la creación de industrias especializadas en los reinos del norte y por otro permitió que parte del oro que salía de las taifas volviera a ellas a través de comerciantes y artesanos. Otro factor económico negativo aparte de la destrucción de las guerras y las disfuncionalidades políticas y fiscales fue la devaluación de las monedas emitidas que provocaron su consecuente inflación y pérdida de confianza en el sistema monetario, y en cuanto al comercio a larga distancia las taifas se beneficiaron del dinamismo global del Mediterráneo en aquella época, pero se observan signos de fragilidad para los musulmanes por el inicio del despunte de los cristianos en el comercio, en especial de los genoveses, pisanos y barceloneses. La distorsión económica del último cuarto del siglo XI fue muy grande para al-Ándalus debido a las campañas de los cristianos y parias impuestas de manera muy efectiva por Alfonso VI de León e incluso un noble como El Cid, y el sistema político y económico de las taifas empezó a colapsar al producirse la conquista cristiana de Toledo y Valencia.
Acumulación de la riqueza en al-Ándalus y dinámicas de desarrollo económico
Hablar de las dinámicas y factores que permitieron el desarrollo de la economía de al-Ándalus es hablar de los poderosos que gozaban de poder político y su relación con el pueblo llano, y por lo tanto hablar de desigualdad económica. Como bien afirma Eduardo Manzano Moreno, la naturaleza del poder era coercitiva tanto si era una sociedad de rentas como de tributos, y en ambos casos había una minoría dominante que extraía y acumulaba recursos. Sin embargo, la diferencia clave entre una sociedad tributaria y una feudal de rentas es que en la tributaria la centralización del tributo provocaba que la cantidad de recursos acumulados que se podían redistribuir entre una clientela política fuera mucho mayor. Eso también hacía que la clase dominante emplease instrumentos de extracción similares y que los que estaban conectados a la corte y altos aparatos del estado compartiesen y se disputasen unos mismos recursos, provocando a veces luchas de poder abiertas.
Eso hizo que se reprodujesen los mecanismos de acumulación y redistribución de recursos entre los poderosos a cualquier escala, por eso vemos a los reinos de taifas actuando como Califatos de Córdoba en miniatura, y por otro lado también significa que no existían unas diferencias regionales acusadas entre los aristócratas como en el Reino asturleonés, porque además ahí por ejemplo un aristócrata de Galicia poco interés tenía en confrontar a uno de Castilla. Las monedas acuñadas por los omeyas o los reyes de taifas eran un instrumento del estado para acumular o distribuir recursos, no era como hoy en día que los bancos centrales inyectan o quitan liquidez de los mercados para estimular o enfriar la economía. Las monedas tenían un propósito fiscal muy claro y servían para recaudar y luego redistribuir la riqueza del estado entre soldados, funcionarios y clientes de la dinastía, aunque luego de manera no intencionada la mayor monetización de la economía sirvió para estimularla. Es por esta capacidad acumuladora y redistributiva de los recursos económicos gracias a una gran eficacia recaudadora que las sociedades tributarias fomentan tanto los policultivos y el intercambio comercial, porque hay unas élites que manejan mucha pasta y demandan muchos bienes y servicios que tuvieron un efecto multiplicador favorable a la especialización de las actividades económicas.
De esta manera se pueden explicar las dinámicas del desarrollo económico andalusí con un esquema circular de procesos que se retroalimentaban. La expansión agrícola gracias a la roturación de nuevas tierras, la expansión del regadío y la introducción de nuevos cultivos permitió explotar tierras antes consideradas infértiles y que no valían la pena de explotar. Este desarrollo agrícola basado en sistemas de irrigación elevó significativamente la productividad de la tierra, fomentó la diversidad de los cultivos y el comercio regional y a larga distancia, y permitió un crecimiento demográfico y liberar a mano de obra campesina que emigró a las ciudades y se especializó en actividades del sector secundario o terciario. Esto ocurría en un contexto de un sistema fiscal fuerte que forzaba la circulación monetaria en la economía y bajo un marco legal que favorecía un enfoque intensivo de producción, gracias a que los agricultores no estaban sometidos a las inacabables restricciones de explotación de la tierra y el agua de las sociedades feudales.
Así la población rural vendía en el mercado urbano sus excedentes para obtener unos ingresos en moneda para pagar los impuestos que se demandaban en metálico como por ejemplo la exención militar y para usar esos ingresos para comprar bienes manufacturados, reinvertir en sus actividades o tirar su dinero en criptomonedas. Bueno, eso aún no. En este sistema económico era crucial el papel de las ciudades, porque era el centro de control político por donde se canalizaban los excedentes del campo. No es de extrañar que en los reinos cristianos con una economía feudal no emergiesen grandes ciudades porque no eran tan necesarias para su sistema económico. Las élites urbanas conectadas al poder político y también algunas élites rurales amasaron fortunas con los tributos que extraían de la población rural, y su creciente riqueza aumentaba la demanda cuantitativa y cualitativa de alimentos y bienes y servicios cada vez más especializados, lo que incentivaba las actividades manufactureras, el comercio y la atracción de migrantes del campo a la ciudad.
Y así volvía a girar la rueda que incentivaba el aumento de la productividad agrícola, la especialización y el comercio, con unos excedentes cada vez mayores para beneficio principalmente de las ciudades y sus élites políticas. Piensa que en época del valiato y del emirato la agricultura seguía orientada principalmente al autoabastecimiento y producía pocos excedentes, por lo que el estado no podía apropiarse de demasiados recursos. Esto cambió en época califal y de taifas, cuando un mayor desarrollo agrícola posibilitó que el poder político y las ciudades se apropiasen de mayores excedentes y con esto emergieron mayores desigualdades socioeconómicas tanto dentro del campo como de las ciudades. Que el desarrollo económico vaya unido al crecimiento de la desigualdad es algo muy común, como se observa en los últimos siglos y también hoy en día por la globalización.
La presión fiscal ya elevada en época omeya pero aún más con las taifas fue uno de los factores que explican la aparición de una clase terrateniente con base urbana, en contraste con las élites terratenientes cristianas que vivían en el campo. Las élites urbanas terratenientes vinculadas al poder político no se conformaron con extraer tributos de los campesinos para enriquecerse, sino que también quisieron incrementar sus riquezas mediante la apropiación de tierras que antes podían o no tener dueño y por la puesta en marcha de una agricultura intensiva y orientada al mercado. Los reyes de taifas y sus secuaces provocaron la ruina y migración de no pocos campesinos y confiscaron por no decir que robaron las tierras de miles de pequeños propietarios que no pudieron pagar los elevados impuestos de la época. Algunos de esos campesinos libres volvieron a habitar zonas montañosas y fortificadas para protegerse de la violencia de su tiempo o colonizaron tierras dejadas de la mano de Dios, otros con el tiempo regresaron a sus antiguas tierras, solo que esta vez no como propietarios sino como jornaleros que trabajaron para el capullo que les había quitado lo que legítimamente era suyo.
Como bien argumenta el arqueólogo Pedro Jiménez Castillo partiendo de tesis de sociólogos y politólogos, se pueden casar las informaciones contradictorias que tenemos del período de taifas entre prosperidad y declive económico fijándonos en quién se beneficia de qué. El aumento de la producción agrícola no tiene por qué traducirse en un mayor bienestar para los campesinos, por el contrario este mayor excedente permite que una élite político-militar extractiva se apropie de los excedentes mediante una mayor presión fiscal, la compra o expropiación de tierras, y la conversión de los campesinos propietarios en jornaleros. Es compatible que aumente el pastel pero que los poderosos se queden cada vez con más parte del pastel, dejando incluso peor que antes a la población campesina. Esa élite dirigente, esa minoría política, era la que exigía recursos en base a la coerción, quien tiene un ejército puede hacer lo que le dé la gana, y luego justificaban eso con argumentos ideológicos, legales o simplemente porque podían.
No es casualidad que sea a partir del siglo XI cuando se desarrolla la literatura agrónoma y botánica en al-Ándalus. Los tratados agrícolas iban dirigidos a los grandes aristócratas urbanos y propietarios medianos enriquecidos, que disponían de los medios económicos y técnicos y la formación suficiente para buscar maneras de aumentar el rendimiento de sus tierras y de orientar su producción al mercado con especies poco cultivadas y muy demandadas. Buena prueba de a quién iban dirigidos los libros de agricultura son estas palabras del médico y botánico Ibn Wafid, que se encargó además de la almunia del rey de la Taifa de Toledo: “Si hay un gran número de campesinos, no conviene que trabajen juntos en un mismo lugar porque, cuando lo hacen, hablan mucho y se instruyen mutuamente en diversas tretas y en cómo holgazanear en el trabajo.”
Otra vía de acumulación y redistribución de la riqueza era la guerra y el botín que se podía obtener en las campañas. Fueran cristianos u otros musulmanes los enemigos, con el reparto de botín uno podía ganar mucha riqueza, esto es especialmente cierto con las campañas de Almanzor que tanto enriquecieron a sus participantes. Sin embargo, esto es como las colonizaciones y campañas imperialistas europeas de siglos posteriores, que unos pocos se enriquezcan mucho con ello no significa que eso enriquezca al conjunto del país. La gestión económica de Almanzor fue nefasta para la mayoría de andalusíes: se fundió en sus campañas y en ostentaciones tontas el gran tesoro acumulado por los califas Abd al-Rahman III y al-Hakam II; sustituyó el ejército andalusí por un ejército mercenario de bereberes y esclavos cristianos del norte y negros, eso hizo subir la factura de los servicios militares al mismo tiempo que forzaba a todos los andalusíes a pagar la contribución por exención militar; y subió aún más la presión fiscal y eso provocó de hecho una disminución de la producción agrícola y de los ingresos públicos porque muchos no pudieron seguir pagando impuestos, algunos hasta optaron por emigrar del Califato de Córdoba.
También hay que tener en cuenta que aumentó de manera significativa la población en época del régimen amirí, no tanto de manera natural sino por migraciones tanto voluntarias de mercenarios bereberes y sus familias como de migraciones forzosas de miles de cautivos cristianos. La enorme cantidad de hombres, mujeres y niños que esclavizó Almanzor en sus campañas provocó que los precios de la mayoría de esclavos se derrumbase, cayó tanto el precio de las mujeres esclavas que los hombres preferían comprar una y hacerla su concubina que casarse con una mujer libre, y eso hizo que los padres de las mujeres libres tuvieran que hacer un gran esfuerzo económico y preparar dotes matrimoniales muy jugosas para atraer pretendientes y casarlas. Las espectaculares y victoriosas campañas de Almanzor le sirvieron para legitimar su usurpación del poder y benefició económicamente a su red clientelar de bereberes y esclavos, es un ejemplo de redistribución de la riqueza por motivos políticos y entre las élites, pero para las arcas del estado sus campañas fueron deficitarias. Lo mismo se puede decir de las guerras entre las taifas, que podían beneficiar a una u otra pero que perjudicaba al conjunto de la economía andalusí.
Lo que quiero que aprendas con esta lección tan importante, que de verdad quiero que se quede bien grabada en tu memoria, es que debes huir de identificar ganadores y perdedores en base solo a la nacionalidad o identidad, por ejemplo contraponiendo musulmanes andalusíes con los cristianos del norte, porque no hay ninguna política que beneficie al conjunto de la población de una sociedad y lo que te debes preguntar es a quién beneficia una política determinada. Ya vimos esto también en las conquistas romanas, estas conquistas beneficiaron mucho a la clase patricia de Roma, a los aristócratas de alta cuna, pero a los campesinos de a pie de Italia les perjudicó mucho y muchos terminaron arruinados o convirtiéndose en siervos o esclavos. Con esto quiero remarcar de nuevo la correlación entre desarrollo económico y aumento de la desigualdad, y es que no hay que pensar que los campesinos en general mejoraron su situación económica en el siglo XI. La pregunta siempre debe ser a quién beneficia el qué.
Redistribución de la riqueza en al-Ándalus y crisis de subsistencia
En este apartado quiero hablar de cómo se transmitía y preservaba el patrimonio y de qué iniciativas públicas y privadas existían de caridad a los pobres y también de asistencia cuando había una hambruna. Empezando por la redistribución de la riqueza dentro de las familias, debemos tener en cuenta que la entrega de dotes matrimoniales y herencias tenía un impacto significativo en la fragmentación de las tierras de una familia y en su cohesión familiar. Las familias en al-Ándalus utilizaban diferentes estrategias para evitar la disolución de sus haciendas. Una de estas estrategias era mantener la propiedad indivisa y en copropiedad entre la familia extendida para evitar que alguno de sus miembros pudiera actuar en solitario y fragmentar la propiedad. Otra estrategia para preservar el patrimonio dentro de una familia era la de transmitir propiedades como bienes habices, que explicaré en un momento en más detalle pero que bienes eran inalienables y escapaban del control fiscal.
El sistema de herencias musulmán favorecía el reparto de la propiedad en contraste con la herencia de solo el hijo varón primogénito que ocurría más habitualmente en la Europa cristiana, aunque en la Alta Edad Media aún no era el sistema predominante. Esto tenía un impacto grande en la economía agraria, pues no se fomentaba de este modo la agricultura extensiva y poco productiva. Las mujeres heredaban la mitad de lo que les correspondía a sus homólogos masculinos, a veces los descendientes de las hijas de un fallecido eran excluidos de la herencia, y en el momento de entregar la dote matrimonial los padres podían adelantar parte de la herencia a la hija, todo para limitar la división del patrimonio familiar. El derecho islámico facilita más los derechos de propiedad de las mujeres que el derecho romano y por eso vemos mujeres como propietarias de fincas, huertos, molinos, esclavos y muchos otros bienes, aunque los padres, hermanos o maridos podían emplear diversas estrategias para limitar el ejercicio pleno de los derechos de propiedad de las mujeres. Según Manuela Marín puede que las mujeres andalusíes muchas veces solo actuasen como transmisoras de propiedad dentro de su unidad familiar, pero se sabe que había mujeres que sí dieron pleno uso de su facultad legal para administrar sus bienes y ser activas económicamente como propietarias.
Para garantizar la conservación de los bienes y su transmisión generacional sin pérdidas en favor de extraños, los grupos familiares también recurrían a la endogamia y la exogamia. Los matrimonios endogámicos permitían que los hijos de las hijas pertenecieran al grupo familiar extendido, evitando así que los bienes se transfirieran a otros clanes a través del matrimonio, mientras que los matrimonios exogámicos solían ser con vecinos o personas de similar condición socioeconómica. La incidencia de la endogamia ha sido exagerada por historiadores como Pierre Guichard para defender sus tesis tribales, cuando si hablamos del estudio de matrimonios endogámicos dentro de familias reinantes estos solían responder solo a momentos de necesidad para unir políticamente ramas de la dinastía reinante y no a una supuesta tradición de carácter oriental, igual que los matrimonios mixtos entre conquistadores árabes y mujeres de la aristocracia hispanogoda no eran más que una alianza política para que los conquistadores accedieran a la propiedad de la tierra. Por otro lado, no está de más recordar que tampoco eran raros los matrimonios endogámicos en las sociedades cristianas medievales y no por eso hablamos de que fueran tribales.
Dejando de lado la cuestión de la transmisión del patrimonio familiar, tenemos el habiz, también conocido como bienes habices o legados piadosos, que es la donación en vida o al morir de un musulmán o musulmana de unos bienes jurídicamente inalienables con una finalidad de carácter piadoso. El donante podía designar un administrador de los bienes, pero generalmente y en su defecto lo controlaban los cadíes, los jueces musulmanes. La principal motivación para los legados píos en vida o al dejar testamento era la piadosa para beneficio de la comunidad musulmana y para obtener méritos ante Dios, entre las finalidades de los bienes legados estaba la fundación y mantenimiento de mezquitas, cementerios, fortalezas de frontera y rábidas, hospitales, escuelas, becas a aspirantes a alfaquíes, la redención de cautivos musulmanes en manos cristianas, instituciones para asistir a los pobres, o caballos y pertrechos para que gente de pocos recursos pudiera participar en la yihad.
Sin embargo, como he dejado entrever antes algunos individuos usaron la figura jurídica del habiz de una manera torticera que distaba de su objetivo original con finalidades privadas, por ejemplo para proteger su patrimonio de acreedores o pasar de manera indivisa el patrimonio familiar eludiendo las normas estrictas del reparto de herencias. Claro que si se usaba de esta manera privada el habiz tenía sus limitaciones, porque hay que remarcar que eran bienes inalienables e indivisibles, con lo que si unos hijos recibían de su padre bienes habices no podían venderlos ni repartírselos entre ellos. De este modo los bienes habices eran una institución fundamental del derecho islámico para, entre otras cosas, ayudar a los pobres y redistribuir la riqueza. Y ahora quiero hablar del tema de la pobreza en al-Ándalus, tanto la estructural como la temporal provocada por desastres naturales que malograban las cosechas y recursos económicos.
En especial en el siglo XI la presión de las taifas y las élites urbanas y rurales sobre los campesinos hizo aumentar el trabajo jornalero, la emigración del campo a la ciudad que no implicaba una mejora de la calidad de vida sino más bien más inseguridad alimentaria y peores condiciones de vida por el coste de vida de las ciudades, igual que hoy en día muchos se ven forzados a emigrar a las ciudades por un salario que no da para vivir bien en ellas. Esa precariedad podía derivar en indigencia y bandidaje, siendo el último recurso desesperado la rebelión abierta contra el poder político. Para evitar el aumento de la criminalidad eran necesarias medidas desde la sociedad civil y las instituciones públicas para garantizar el orden social, sin que hubiera interés real en resolver las causas estructurales de estos fenómenos, es decir, había interés en asegurar la supervivencia de la gente para que no se convirtieran en criminales o rebeldes pero no es como si los quisieran sacar de la pobreza, de nuevo esto puede sonarte muy familiar porque sigue ocurriendo hoy en día con todas las políticas públicas del llamado estado del bienestar.
Entre las causas de la pobreza ordinaria o estructural estaban las guerras, las cargas fiscales, la vejez, lo inestables que eran algunos oficios, o la falta de tierras y pérdidas patrimoniales, a veces como hemos visto porque los poderosos se las apropiaban injustamente. Ser pobre tenía un estigma social, tanto que algunos disimulaban su pobreza y rehusaban pedir caridad por no querer perder el honor y su respetabilidad social. Para hacer frente a esa pobreza estructural y al desamparo de pobres, cautivos, viudas, huérfanos y enfermos que no podían pagarse un médico se llevaban a cabo acciones desde la sociedad civil. Recordemos que la caridad es uno de los cinco pilares del islam, por lo que se alentaba con bastante éxito a la población a empatizar y ayudar al prójimo que pasaba por un mal momento, a veces con una simple limosna, pero otras veces con donaciones en forma de bienes habices que incluían inmuebles, joyas, vestidos, libros, dinero, ganado o cualquier otra cosa de valor.
Como ha ocurrido siempre en la historia, si las acciones caritativas venían de parte de la élite pudiente éstas tenían también una función de legitimación social y del poder y un modo de presentar a los ricos que daban caridad como creyentes piadosos, generosos y con consciencia social. El cultivado califa al-Hakam II por ejemplo fundó veintisiete escuelas en el centro y los arrabales de Córdoba para dar una enseñanza básica a los hijos de pobres e indigentes, esto por ejemplo servía para enseñar el Corán e islamizar a la población o para que gente de clase baja con potencial intelectual pudiese formarse y convertirse en ulema, un sabio en la ley islámica. Se conocen también numerosos ejemplos de esposas y concubinas de emires y califas omeyas o mujeres de dinastías de taifas que donaron bienes habices para obras caritativas, como el cuidado de leprosos o la fundación de mezquitas de barrios.
Un tema distinto y que da mucho para hablar es el de la pobreza temporal fruto de desastres naturales, y ahí sí que podía haber una respuesta desde el estado dependiendo de la gravedad de la situación y de si había recursos para paliar la pobreza de episodios cíclicos de crisis de subsistencia. Numerosos andalusíes y viajeros reconocieron que la península ibérica, al-Ándalus, era una tierra no segura para las cosechas, era aquí más fácil que ocurrieran calamidades agrícolas que provocasen malas cosechas en comparación con lugares más fértiles como Iraq o Egipto. Esto obliga a cambiar la imagen de paraíso en la tierra que tiene al-Ándalus en las mentes de algunos, porque como en cualquier sociedad agraria ocurrían a veces episodios de hambruna pese a los avances en la productividad agrícola y las estrategias de diversificación de la producción.
Los tratados agrícolas difundían información sobre cómo prevenir o, llegado el caso, mitigar los efectos negativos de las catástrofes que afectaban el campo. Las ciencias en al-Ándalus es un tema que dejo para un futuro, pero lo que puedo decir aquí es que los andalusíes bebieron mucho de los conocimientos grecobizantinos traducidos al árabe por autores orientales, pero por supuesto los musulmanes no estuvieron relegados a ser el puente entre la cultura clásica y el Renacimiento como tantas veces se ha dicho sino que también hicieron aportaciones científicas originales. Por ejemplo los agrónomos andalusíes hicieron contribuciones únicas en técnicas para la prevención y exterminio de plagas en árboles, la vid y en construcciones rurales para proteger a las personas y cultivos almacenados. Valga decir que no todo el mundo tenía acceso a esta información o los recursos para tomar buenas medidas preventivas, y a veces por mucha prevención que alguien tomase eso no evitaba que se incurrieran en grandes pérdidas por desastres.
Los juristas musulmanes regularon de manera exhaustiva qué se consideraba una calamidad y qué compensaciones se contemplaban cuando había contratos de arrendamiento de por medio, y con este marco legal claro se daba una seguridad jurídica a los campesinos aparceros, se favorecía el desarrollo económico y se daba respuesta a problemas sociales que podían surgir y eran muy serios, porque son cuestiones literalmente de vida o muerte. Entre las calamidades se incluían condiciones atmosféricas adversas como lluvias torrenciales, sequía, heladas, granizo, temperaturas abrasadoras, pero también incendios, enfermedades, daños ocasionados por animales y plagas, robos, o devastaciones provocadas por un ejército.
Las compensaciones iban desde indemnizaciones monetarias por la pérdida de los cultivos hasta la exención del pago del alquiler de la tierra y la condonación o reducción del diezmo. Por lo general y solo con excepción de algunos frutos y cosechas raras y codiciadas en el comercio, los peritos y jueces declaraban el estado de calamidad agrícola solo si el daño afectaba al menos a un tercio de los cultivos o frutos. Los campesinos arrendatarios de tierras y los compradores de cosecha que anticipaban un dinero para comprarla eran los beneficiados de ayudas a la subsistencia cuando se malograban las cosechas. Los juristas también podían aceptar la declaración del estado de calamidad en negocios donde la falta de agua o la escasez de clientes por falta de suministros o por guerras provocase una disminución sustancial de los ingresos, tales como en molinos, salinas o tiendas.
Todo este marco jurídico estaba muy bien cuando los daños por fenómenos naturales eran limitados en espacio, pero claro cuando ocurrían estos fenómenos destructivos por toda la península pues no era suficiente, y además hay que pensar que este marco jurídico no protegía a los campesinos propietarios que eran la mayoría de población al menos hasta antes del siglo XI. Además debemos tener en cuenta que climáticamente desde en torno al año 800 u 850 empieza el llamado período cálido medieval que dura hasta el siglo XIV e hizo que las sequías fueran más frecuentes. Se entiende que el clima no fuera un tema menor para la administración omeya porque desastres naturales como sequías o inundaciones provocaban destrucción, malestar social y muertos y eran la principal causa de pobreza temporal, y esto afectaba especialmente al estado porque alteraba su capacidad de percibir impuestos y recoger cosechas, o condicionaba las expediciones militares.
El hambre podía parar campañas militares y tener una incidencia clave en la historia política, como en el 755 que evitó que Yusuf al-Fihrí pudiese asediar con éxito el general al-Sumayl en Zaragoza y eso fue clave para que el emigrado Abd al-Rahman I se ganase el apoyo del yund de Damasco y pudiese así ganar la guerra y fundar el Emirato de Córdoba, o también tenemos el ejemplo del 915 cuando tuvieron que cesarse las hostilidades entre el emir Abd al-Rahman III y Umar ibn Hafsún y el viejo rebelde dejó su rebeldía. En episodios de hambrunas podían surgir agitadores políticos aprovechándose del malestar de la gente, la carestía e inflación y eso podía cuestionar la misma legitimidad política de la dinastía reinante. Por eso sabemos que por lo menos en tiempos del califa al-Hakam II se anotaba minuciosamente el tiempo que hacía y cómo afectaba a las cosechas, desde mucho antes los emires y califas actuaban cuando ocurrían desastres, y los jueces y autoridades del zoco vigilaban que los precios de los alimentos no se disparasen y que tampoco se produjese un acaparamiento.
El estado omeya gestionó una red de graneros administrados por funcionarios locales que tenían la función de recaudar en especie el diezmo para abastecer a los altos funcionarios y soldados del ejército y también para redistribuir gratuitamente excedentes agrícolas de años buenos para paliar hambrunas cuando ocurrían malas cosechas. En la hambruna del 816 el emir al-Hakam socorrió a los pobres e indigentes con grandes sumas, en el 822 y 846 Abd al-Rahman II abrió los graneros y condonó impuestos, Al-Hakam II ordenó distribuir 12.000 panes diarios en Córdoba para paliar los efectos de la hambruna del 968, y Almanzor ordenó elaborar 22.000 panes diarios para hacer frente a la hambruna del 989-991. En las hambrunas del 989-991 Almanzor se vio obligado a distribuir pan y alimentos entre los necesitados, y ordenó que cada individuo capturase y vendiese las langostas que plagaron los campos durante la hambruna.
Almanzor llevó a cabo medidas populistas de repartir alimentos y condonar impuestos también para reforzar su legitimidad política después de usurpar el poder de los omeyas. En todo caso, no hubo una política única para hacer frente a las hambrunas y las decisiones variaban según las circunstancias y la gestión de años previos de los graneros. Almanzor se fundió los cereales de los graneros y tuvo que importar cereales del norte de África, el emir Muhammad pudo perdonar impuestos en alguna ocasión, pero la segunda parte de su reinado fue amarga por la generalización de las revueltas y en la durísima carestía del 874 permitió que los recaudadores saqueasen casas y apaleasen o matasen a los que se resistieran a entregar el diezmo de la poca cosecha que consiguieron ese año.
Del período de taifas no he encontrado un artículo que recoja los episodios de hambruna, pero sí que hubo hambrunas localizadas por los efectos de las guerras del período y al menos en el 1056-1057 la sequía provocó una gran hambruna por todo al-Ándalus que encima derivó en epidemia, y tenemos noticias de que ese mismo año se desató la peste en otros rincones del mundo islámico. En la ciudad de Almería el cadí se encargó de realizar un recuento de los indigentes para repartir limosna, contabilizó unos 20.000, y la mortalidad tuvo que ser muy elevada porque los diccionarios biográficos de ulemas revelan que ese año hubo más del doble de muertes de lo habitual, y eso que estamos hablando de una clase acomodada, o sea imaginad cómo afectó esta hambruna a la gente común. En Sevilla sabemos que ese año los cementerios quedaron desbordados y se tuvieron que usar fosas comunes. Da la sensación de que los reinos de taifas no respondieron con la misma eficacia que la administración omeya a los episodios de crisis de subsistencia.
Poblamiento y estructura y explotación de la propiedad
Ya he explicado que el medioambiente es un factor externo decisivo que influye y condiciona los patrones de asentamiento, los comportamientos de la gente y la explotación de los recursos naturales. El poblamiento andalusí se puede simplificar en tres unidades básicas: las alquerías, las fortificaciones y las ciudades. Las alquerías eran comunidades rurales no fortificadas que podían tener un poblamiento concentrado como una aldea o disperso de múltiples aldeas o fincas. Estas alquerías podían tener un hábitat rural fortificado o un castillo que servía de cabeza de su territorio, a menos que estuviera en la frontera la función principal de las fortificaciones no era militar sino recaudatoria y de control social, y a un nivel superior estaban las ciudades.
Recordemos también que en durante el proceso de supresión de la fitna del Emirato de Córdoba se llevó a cabo una reorganización del territorio y de los asentamientos forzando a mucha población rural asentada en montañas, lugares fortificados y zonas marginales a asentarse en el llano para facilitar el control estatal sobre estas comunidades. Este proceso que se describe en las fuentes escritas en toda la zona andaluza afectada por la rebelión hafsuní también se comprueba arqueológicamente en los distritos de Valencia o Tortosa, y este cambio de patrón de asentamiento por decisión política fue decisivo en reforzar la influencia de las ciudades sobre su campo. También la expansión de las infraestructuras hidráulicas fomentó un cambio de patrón de asentamiento por poblaciones más concentradas para aprovechar esos sistemas de regadío. La propiedad de la tierra estaba muy fragmentada igual que ocurría en la Europa cristiana altomedieval, raro sería el caso de un solo señor poseyendo una alquería aunque este fenómeno de acumulación de tierras y de poseer aldeas enteras sí empieza a emerger en el período taifa.
Los grandes latifundios no eran el modelo predominante en al-Ándalus porque la agricultura intensiva de regadío era el pilar de la agricultura andalusí, y es que las pequeñas y medianas explotaciones familiares podían ser más rentables y ya hemos visto que el sistema de herencias islámico favorecía la segmentación de la propiedad. El territorio de las alquerías se dividía en mamluka, tierras de propiedad privada, y mubaha, concepto que incluye tierras comunales en teoría no apropiables y aquellas tierras yermas sin propietario que legalmente sí podían ser en un futuro privatizadas por presura si se ponían a trabajar. Las mamluka al ser tierras de propiedad privada podían ser objeto de compraventa, alquiler, herencia o donación, mientras que las tierras comunales eran espacios que pertenecían al conjunto de la comunidad de vecinos de una alquería determinada y podían explotarse para pastos, la caza, recoger frutos silvestres, u obtener madera.
Aunque la propiedad de la tierra agrícola era privada, los campesinos de las alquerías podían actuar de manera colectiva, igual que hoy en día una comunidad de vecinos de un piso, para por ejemplo contratar a un vigilante para proteger sus campos de animales salvajes o para contratar a un pastor para guardar sus rebaños. La propiedad del agua solía estar separada de la tierra, especialmente en aquellos lugares donde escasease debido a la importancia de la gestión del agua para el regadío. En esos casos imperaba la copropiedad entre todos los vecinos con derechos proporcionales del uso del agua de riego según la superficie de tierra labrada y se podían imponer turnos para dar a cada propietario un intervalo de tiempo específico para regar mediante compartimentos de madera o piedra para dirigir el agua donde hiciera falta. Las comunidades que hacían uso de infraestructuras hidráulicas estaban sujetas al gobierno e inspección de un acequiero nombrado desde fuera o de entre ellos para mantener el buen funcionamiento del regadío y evitar abusos, y podían acudir a un juez para resolver conflictos. Una muestra de la importancia del regadío en la economía es que los saqaliba Mubarak y Muzaffar que ejercían de acequieros en Valencia se convirtieron en los primeros reyes de taifa de Valencia.
Existían diversas formas de explotación de la tierra, había arrendamientos de tierras en que el arrendador explotaba en exclusiva la tierra a cambio de parte de la cosecha, otros en que el tenedor y arrendador aportaban semillas y trabajo por igual y compartían de manera equitativa la cosecha, existían contratos donde el que alquilaba la tierra se comprometía a plantar árboles frutales y al cabo de un tiempo determinado el arrendador se hacía copropietario de esas tierras, entre muchos otros contratos. El alquiler de la tierra no tenía que implicar que el tenedor fuera un gran terrateniente, había todo tipo de circunstancias que animaban a alquilar, como por ejemplo falta de mano de obra o de conocimientos técnicos para explotar sus propiedades con según qué cultivos, o debido a que el propietario emigró a una ciudad. Se podían contratar temporeros para emplear en las fincas aristocráticas, y los grandes propietarios tenían capataces encargados de dirigir las operaciones del día a día y de administrar una finca en ausencia de su señor.
Un tipo particular de finca aristocrática que ha recibido mucha atención historiográfica eran las almunias. La almunia era una fusión de las fincas y castillos del desierto de Siria con las villas tardorromanas, y se ha comprobado arqueológicamente que algunas almunias cordobesas como al-Rusafa o Rabanales habían sido originalmente villae tardorromanas y conservaban sus infraestructuras hidráulicas para regar sus huertos y jardines. Las almunias se pueden definir como cortijos o grandes fincas palaciegas con finalidades de explotación agrícola pero por encima de todo de retiro, recreo y prestigio con bellos jardines y edificios opulentos, contaban con decenas de campesinos, botánicos y sirvientes y esclavos en ellas y normalmente estaban situadas en la periferia de las ciudades. Hubo almunias que quedaron engullidas por la gran expansión urbanística de Córdoba y vendieron sus terrenos agrícolas y jardines por un buen pico quedándose solo con su función residencial.
En cualquier caso esa es la definición restringida original de almunia, era básicamente un fenómeno de Córdoba, la cosa es que luego los reyes y altos dignatarios de taifas reprodujeron estos modelos por ejemplo con la huerta del rey al-Mamún de Toledo o la de los reyes de Valencia, y con el tiempo el concepto de almunia quedó difuso. Por ejemplo en el este peninsular se han contabilizado cientos de almunias al producirse la conquista cristiana, que por su falta de lujo y limitada extensión solo pueden ser entendidas como fincas rurales privadas pero poco parecidas a las opulentas almunias cordobesas. La almunia más antigua y célebre de al-Ándalus fue la al-Rusafa construida por el primer emir de Córdoba, como ya vimos en el episodio 26 Abd al-Rahman I, el Halcón de al-Ándalus. Esta almunia fue construida en recuerdo y honor de los palacios rurales de los omeyas de su Siria natal, como un lugar de calma que traía nostalgia al príncipe exiliado.
En el jardín botánico de Al-Rusafa Abd al-Rahman I hizo traer plantas exóticas, se le atribuyen la introducción de las palmeras y granados en al-Ándalus, a Abd al-Rahman II se la atribuye la introducción de la higuera, y a Almanzor el naranjo, aunque como advirtió en su día Andrew Watson lo más probable es que estas personificaciones sean falsas y en realidad intervinieran muchas personas anónimas, pero sin duda las almunias tuvieron un papel decisivo en la aclimatación, experimentación y estudio botánico que fue indispensable para la introducción de nuevos cultivos. Pese a las apariencias, las almunias no eran la base económica del poder de las aristocracias andalusíes, su poder dependía de sus conexiones políticas para obtener estipendios y de la posesión de muchas otras propiedades dispersas de apariencia menos espectacular, que podían explotar de manera directa mediante administradores y de manera más común con contratos de arrendamiento de tipo aparcería.
Es interesante observar por ejemplo la almunia de Durri, el tesorero del califa al-Hakam II, conocida como almunia al-Rummaniyya. Este esclavo manumitido cayó en desgracia por una negligencia, y desesperado por volver a ganarse el favor del califa regaló la almunia a la que le había dedicado tanto tiempo y dinero al califa. Al-Hakam II aceptó el regalo contento y al cabo de unos meses devolvió la posición de tesorero con su correspondiente y generoso estipendio a Durri, además de mantenerlo como administrador de al-Rummaniyya. La almunia al-Rummaniyya era una lujosa finca situada al oeste de Córdoba y próxima de Medina Azahara que incluía varias terrazas cultivadas, jardines, ganado, esclavos y esclavas, bosques, pastos y canteras. Que un antiguo esclavo que no había sido uno de los cortesanos más colmados de prebendas hubiese acumulado tal riqueza da una idea de la ingente cantidad de recursos que acumulaba y redistribuía el califato cordobés.
Un repaso a la fiscalidad en época omeya y taifa
El funcionamiento de la fiscalidad de una economía es siempre un tema muy relevante, pero ya lo exploré en detalle en el episodio 32 Abd al-Rahman II, el reformista, o sea que si quieres la explicación completa puedes ir ahí. Sin embargo, en esta sección quiero recordar algunos de los aspectos fiscales más importantes de la economía andalusí en el período omeya y también de taifas, y añadir alguna información adicional. Pero si has llegado hasta aquí, primero de todo gracias y felicidades por el esfuerzo, sé que hay mucha información a procesar y quizás te lo tengas que escuchar más de una vez, y segundo aquí tienes la pregunta secreta de este episodio. ¿Los campesinos andalusíes estaban mejor en el siglo IX o en el siglo XI? Argumenta tu respuesta en base a lo que te he contado en este episodio en los comentarios de YouTube o de iVoox o también puedes comentármelo por redes sociales o Discord.
Y ya que estoy promocionando cosas, acuérdate de suscribirte y considerar apoyarme en Patreon y todas esas cosas cansinas que repetimos los creadores de contenido. Repito la pregunta, ¿los campesinos andalusíes estaban mejor en el siglo IX o en el siglo XI? Espero tu respuesta. Volviendo al tema de la sección, el sistema fiscal andalusí ya tenía un cierto grado de desarrollo desde el momento de la conquista musulmana, con censos regulares de población, estimaciones anuales de rendimientos agrícolas, y agentes recaudadores por el territorio. Antes de la proclamación del Califato de Córdoba y teniendo en cuenta la diversidad social y de formas de poder de los siglos VIII y IX, otros actores como señores territoriales o clanes podían ejercer ese papel recaudador sin conexión con Córdoba.
A finales del siglo VIII con el emir Hisham el gobierno central de Córdoba ingresaba 300.000 dinares, mientras que en el siglo X el califa Abd al-Rahman III recaudó casi seis millones de dinares de las provincias y 765.000 dinares de las explotaciones agrícolas del califa y de los impuestos a los bienes comerciados. Este gran salto de los ingresos estatales centrales se explica por un mayor desarrollo económico y demográfico, la rotura de nuevas tierras cultivables y expansión del regadío, un sistema fiscal más desarrollado y un mayor grado de control sobre las provincias, donde hasta entonces no llegaba verdaderamente la autoridad omeya. El sistema fiscal de al-Ándalus en época omeya y de taifas evolucionó hasta ser de lo más avanzados del mundo, esto no es que fuera algo bueno para la gente común porque significaba que te sableaban por todos lados y era difícil escaquearse, y además de los impuestos sancionados por el Corán los soberanos andalusíes exigían impuestos y tributos no contemplados en la ley islámica y por lo tanto eran ilegales desde el punto de vista jurídico y religioso.
Había impuestos como el diezmo agrícola fijado de manera ilegal por el emir al-Hakam I según la superficie de tierra agrícola y no sobre la producción, un impuesto progresivo sobre el rebaño, impuestos a los bienes comerciados, pero también había muchos otros impuestos y tributos sobre la exención al servicio militar, tasas portuarias y aduanas, o tasas al derecho de uso del molino o a la caza con halcones. Los ingresos fiscales en metálico y en especie procedían principalmente del campo y los campesinos debían transportar su tributo al granero más cercano, normalmente una fortificación o una ciudad. Esta era una de las formas más importantes de relación entre el estado y las alquerías, y pone en entredicho la idea de que las comunidades campesinas eran por lo general autosuficientes y estaban poco integradas económica y políticamente en al-Ándalus. Las alquerías servían de unidad fiscal básica y la gente que vivía en ellas era responsable del pago de una cuantía global de tributo de manera solidaria y colectiva.
Fiscalizarlo de esta forma lo hacía más fácil para el estado, pero también se puede interpretar como que las comunidades rurales de las alquerías estaban muy cohesionadas socialmente y por lo tanto como un argumento a favor de que sí se autogobernaban bastante, el tema de la autonomía de las alquerías y su relación con el estado aún sigue abierto a debate. En cualquier caso esa cohesión social en las alquerías, muchas veces por lazos familiares, no significa que las alquerías fueran un paraíso comunista de igualdad, existían desigualdades económicas entre sus vecinos, como se observa por el hecho de que en excavaciones arqueológicas algunos habitantes tenían bienes poco habituales y cerámicas lujosas y otros tenían bienes más simples.
Una propiedad o una alquería entera podía gozar de una exención fiscal, concedida desde tiempos de la conquista islámica o por parte del soberano, tal y como se refleja en los formularios notariales y las crónicas. Estas propiedades exentas de cualquiera tributo podían ser muy codiciadas por los terratenientes. Si estamos hablando de una tierra libre de impuestos dentro de una alquería, esto no era algo que alegrase a los vecinos porque recordemos que tenían que enfrentarse de manera colectiva y solidaria al pago de una cantidad fijada de tributo, por lo que si parte de la tierra estaba exenta eso significaba que otros vecinos tendrían que poner más de su parte para compensar. Vale la pena puntualizar también que las alquerías podían tener un tamaño y una aportación tributaria muy variable, en especial según el grado de control omeya del territorio y por el poblamiento y demografía.
Otro aspecto importante de la fiscalidad andalusí es que era confesional, es decir, había agentes fiscales distintos y recaudaban conceptos distintos según si eras musulmán, cristiano o judío. Normalmente quien recaudaba entre los musulmanes era otro musulmán, pero hubo calculadas excepciones, por ejemplo el emir al-Hakam dejó que el conde mozárabe Rabi hiciese el trabajo sucio de recaudación a lo bestia y luego su hijo lo ejecutó para ganarse la simpatía de la gente, lo mismo pasó en la Taifa de Granada que empleaba a judíos como recaudadores y eso hizo que esta minoría religiosa fuese impopular y fue uno de los motivos de los pogromos del 1066. Los omeyas se aprovecharon del sistema fiscal tardoantiguo heredero del Reino visigodo y siguieron usando a los obispos para recaudar entre los cristianos, pero ya vimos en el episodio 33 Arabización e islamización de al-Ándalus que la iglesia fue perdiendo feligreses y uno de los motivos era que los cristianos estaban sometidos a mayor presión fiscal.
Tenemos infinidad de testimonios de época omeya y en especial de taifas de quejas contra una presión fiscal asfixiante, tanto es así que la recaudación desmedida de los reyes de taifas provocó migraciones y gran animosidad entre los andalusíes sobre la situación política del país, el filósofo Ibn Hazm por ejemplo describió a los reyes de taifas como salteadores de caminos y en sus memorias el último rey de la taifa zirí de Granada reconoció que la fiscalidad era rapaz. El prestigioso ulema al-Turtusi, uno de los principales artífices en legitimar la conquista almorávide de al-Ándalus, dijo esto sobre los reyes de taifas y sus socios: “Vosotros sois los que os coméis las haciendas de las gentes, sin provecho para ellos, y consideráis lícito el oprimirlos sin razón; los que priváis, poco a poco, de sus medios de vida, arrebatándoselos como precio de vuestro soborno y de vuestra prevaricación; los que queréis la tierra sin derecho.”
Este expolio fiscal fue uno de los motivos por los que la gente común y los ulemas se rebelaron en más de una ocasión y recibieron con los brazos abiertos a los almorávides del Magreb que prometían una fiscalidad estrictamente fiel a la ley islámica. La presión o más bien opresión fiscal de las taifas fue debido a las guerras frecuentes e inestabilidad política, la falta de control de la corrupción y abusos, el intento de recrear la ostentosidad cortesana del califato cordobés en reinos mucho más pequeños, y las onerosas parias de los reinos cristianos que provocaron la bancarrota de algunos reinos de taifas y fueron en algunos casos la antesala a la conquista cristiana. Recordemos cómo en sus memorias el último rey de la Taifa zirí de Granada expresó con claridad meridiana la estrategia militar y económica del rey Alfonso VI de León contra las taifas para conquistarlas, poniendo estas palabras en boca del magnate mozárabe Sisnando Davídiz: “Al-Ándalus era en principio de los cristianos, hasta que los árabes los vencieron y los arrinconaron en Yilliqiya, que es la región menos favorecida por la naturaleza. Por eso, ahora que pueden, desean recobrar lo que les fue arrebatado, cosa que no lograrán sino debilitándoos y con el transcurso del tiempo, pues, cuando no tengáis dinero ni soldados, nos apoderaremos del país sin ningún esfuerzo.”
La mayoría de estados islámicos dedicaban un tercio de sus ingresos a sufragar los gastos de la corte y burocracia, un tercio a la construcción de edificios e infraestructuras y al tesoro estatal, y un tercio al ejército, esto de dedicar un 33% de los ingresos al ejército y no dedicar prácticamente todo lo recaudado a la guerra como hacían los cristianos del norte es la causa principal según Josep Suñé de las pérdidas territoriales y en última instancia desaparición de al-Ándalus a largo plazo, tal y como estudiamos en el episodio extra 13 Auge y declive militar de al-Ándalus. Además de a través del cobro de impuestos y tributos, el Emirato y Califato de Córdoba y los reinos de taifas pudieron obtener ingresos a través de las propiedades estatales, confiscaciones, el quinto estatal de las campañas militares, los talleres textiles del estado, o la acuñación de monedas. Sobre las monedas hay que decir que la economía de al-Ándalus pasó por herencia visigoda de prácticamente no usar monedas a estar muy monetizada la economía para el siglo XI en época de taifas, teóricamente la economía andalusí en este período era trimetálica, es decir, se usaban monedas de bronce, plata y oro, pero en la práctica las de oro eran muy escasas y no circulaban.
Al declararse califa Abd al-Rahman III volvió a acuñar moneda de oro en Córdoba y Medina Azahara y las acuñaciones de oro alcanzaron un elevado grado de pureza, se estima que en el período califal la acuñación de monedas alcanzó un elevado volumen anual de 8 millones de dinares de oro y 24 millones de dírhams de plata. Este es uno de los motivos por los que se pueden encontrar monedas andalusíes desde el mundo islámico hasta los reinos cristianos del norte y otras partes de Europa. En cambio, la acuñación de monedas en época de taifas fue tan caótica como la historia política del período. 44 de 109 reyes de taifas emitieron moneda propia, con lo que unas taifas emitieron monedas de manera regular, otras no o lo hicieron durante muy poco tiempo y en poca cantidad, unos reconocían a un califa y otros a otro, y lo peor es que unos emitieron monedas de un peso y calidad aceptable y otras que no con lo que había mucha manipulación en el tipo de cambio real, un caos vaya.
Esta falta de fiabilidad de la moneda no era algo positivo para los comerciantes ni nadie que no formase parte de la élite extractiva de cada taifa, pero aun así los hallazgos arqueológicos demuestran que circularon monedas de una taifa a otra sin problema y, si bien la primera mitad del siglo XI fue caótica y con pocas acuñaciones, según Sébastien Gasc se observa un mayor uso de monedas de cobre y plata para transacciones comerciales y por tanto una mayor monetización de la economía andalusí en la segunda mitad de siglo, ya cuando los reinos de taifas se habían consolidado un poco. Eso sí, la expansión de los almorávides hizo más difícil conseguir oro sudanés y plata magrebí y el drenaje de oro al que se veían sometidos los reinos de taifas debido a las parias cristianas dificultaron finalmente las acuñaciones de oro.
Agricultura de regadío en al-Ándalus
Las transformaciones agrarias que se sucedieron entre los siglos VIII y X fueron fundamentales para la formación de una sociedad islámica tributaria, y la historia política del paso de un Emirato de Córdoba con un control débil de las provincias fuera del sur peninsular a un Califato de Córdoba y a unos reinos de taifas que controlaban firmemente su territorio no se entiende sin este desarrollo agrícola. Hay un consenso académico en considerar la agricultura irrigada como la base del desarrollo agrícola de al-Ándalus. Pequeño paréntesis para lo menos enterados, diferenciamos entre agricultura de regadío que es intensiva en tecnología y trabajo humano y cuenta con sistemas de suministro artificial de agua de la agricultura de secano, caracterizada por depender del agua de la lluvia y necesitar de más hectáreas y menos trabajo humano.
El suministro artificial de agua permitió acortar ciclos agrícolas, diversificar la producción agrícola, aclimatar nuevas plantas, y aumentar mucho la productividad tanto de las tierras más fértiles como las que menos. Estas transformaciones agrícolas provocaron un cambio en el paisaje y cambios socioeconómicos de gran calado, y como expliqué antes de aquí viene la generación de excedentes, la participación de los campesinos en el mercado, el aumento de la desigualdad y del poder del estado, y el mayor desarrollo urbano y de actividades especializadas. Fue gracias al aumento de las tierras cultivadas y de su productividad que la población de al-Ándalus pasó de unos siete millones en el siglo IX a unos diez millones de habitantes a mediados del siglo X, según las estimaciones de Pedro Chalmeta. La agricultura irrigada intensiva era central en al-Ándalus y las demás actividades solían estar subordinadas a ella, es prueba de su importancia que los espacios irrigados se situaban al lado de las áreas residenciales mientras que las tierras de secano estaban más lejos.
Algunos autores como el pionero Andrew Watson hablaban de revolución agrícola en al-Ándalus y el mundo islámico medieval en general, del mismo modo que se habla de revolución neolítica. Las discusiones terminológicas sobre si llamarlo o no revolución agrícola es adecuado no creo que sean muy relevantes siempre y cuando se sea consciente de que realmente estamos hablando de cambios que se aceleran con el tiempo pero que son graduales y que requieren más de un siglo para cristalizarse de manera masificada. Debo esclarecer que ya existían sistemas de irrigación en la península ibérica incluso antes de la llegada de los romanos, no es que fuera una práctica desconocida ni perdida en época visigoda, pero no había muchos y la gran mayoría de sistemas hidráulicos tuvieron de construirse de cero en el período andalusí.
¿Esto significa que los colonos árabes y bereberes vinieron a la península con sus técnicas a labrar y a enseñar a los tontitos hispanos cómo explotar bien su tierra? Pues no, esa explicación etnicista y extranjerizante de “los árabes nos trajeron no sé qué” que han dado algunos investigadores no se sostiene. Como he explicado hubo procesos que se retroalimentaban que impulsaron el desarrollo de la economía de al-Ándalus, tales como la presión fiscal del estado y la demanda de las personas vinculadas al poder que obligaba a aumentar la productividad de la tierra y a orientar la producción al mercado. El aumento de la productividad agrícola se logró aplicando más capital y mano de obra, sin esas inversiones no se podía acondicionar las tierras, construir la infraestructura hidráulica necesaria, o emplear fertilizantes.
Se hizo un gran esfuerzo colectivo para irrigar los campos con un sistema de regadío completo, con presas de derivación de agua, pozos y norias para elevar el agua, canales de agua subterráneos y de capas freáticas conocidos como qanats de origen persa para llevar el agua a la superficie por gravedad, y por su puesto nuevas acequias, nuevos canales, para conducir el agua donde se desease. Una cuestión fundamental es quién construyó estos sistemas de irrigación, ¿fueron los poderes estatales o fueron los terratenientes y comunidades campesinas? La respuesta concisa es que unas veces los estados promovieron la construcción de sistemas hidráulicos, pero en la mayoría de ocasiones fue iniciativa de terratenientes y colectivos campesinos, en especial antes del período califal. Esta es la tesis de Miquel Barceló, Helena Kirchner y sus discípulos de la disciplina de arqueología hidráulica y la mayoría de investigadores lo aceptan.
Donde ya hay más controversia es en caracterizar estas comunidades campesinas como tribus y hay que advertir que el estudio de los sistemas de regadío de al-Ándalus se ha llevado a cabo fundamentalmente por la documentación en el momento de la conquista cristiana y por toponimia con las limitaciones y problemáticas que eso conlleva de método, aunque el uso de sistemas de información geográfica y las excavaciones arqueológicas han ido ganando importancia con el tiempo. Numerosas investigaciones arqueológicas han identificado dos fases claramente diferenciadas en el desarrollo hidráulico de la agricultura andalusí, una primera fase que se corresponde al período emiral con pequeñas acequias no conectadas entre sí y construidas sin coordinación con otras comunidades, y una segunda fase ya en el período califal y taifa en el que se remodeló todo el sistema por la iniciativa del estado y más concretamente de la ciudad cercana, construyéndose un sistema integral de grandes acequias y huertas. Ese es el caso del sistema hidráulico de Murcia, Orihuela, Tortosa, el valle del Vinalopó donde se reorganizó el territorio al fundarse Elche en el siglo X, o la Ribera del Júcar y la Plana de Castellón.
Algunas de esas acequias mayores fueron construidas para abastecer las fincas del gobernante de turno y el caudal sobrante era para los demás, ese era el caso de la acequia de la alcazaba de Almería o la acequia de Aynadamar promovida por la dinastía zirí de Granada. Podemos ver en la construcción de esas acequias mayores una faceta más del conflicto que se abre sobre todo en época de taifas entre la élite política y terrateniente que vivía en las ciudades y las comunidades campesinas, porque la construcción de estas acequias mayores y grandes huertas en torno a las medinas forzó el abandono de algunas alquerías y el control del agua daba a las élites urbanas más poder político sobre el campo. Por supuesto, aquí hablo de tendencias, aún en los siglos X y XI se construían multitud de redes hidráulicas pequeñas sin ninguna intervención estatal o sea que cada asentamiento y región puede tener unas dinámicas distintas.
En la sierra de los Filabres de Almería el arqueólogo Patrice Cressier detectó la aparición de nuevos poblados en época califal que dependían de una red de regadíos construida de forma integral. Estas alquerías de nueva creación tenían unos habitantes perfectamente arabizados e islamizados y sus comunidades estaban totalmente integradas en los circuitos económicos, como se comprueba por las abundantes cerámicas y porque la sierra de los Filabres ganó reputación por el cultivo de moreras para producir seda. Este podría haber sido un caso de colonización de tierras con intervención de un poder estatal. En la Taifa de Granada se construyeron acequias en la vega granadina y se extendieron los regadíos con iniciativas estatales y privadas, con el consiguiente aumento de la producción.
La reorganización territorial llevada a cabo en época califal fue un factor clave en la mayor influencia de las ciudades que se observa sobre el medio rural en época califal y taifa y en la integración del campo en los circuitos comerciales para responder a los intereses de la ciudad que ejercía la capitalidad regional. Un ejemplo claro de esto se observa en Tortosa, en la frontera oriental de al-Ándaus, la especialización en el cultivo de olivos en el norte de Tortosa, el cultivo de cereales en secano en el sur de la ciudad, o los pastos del delta del Ebro respondían a los intereses productivos de la ciudad de Tortosa, del mismo modo que el surgimiento de almunias y granjas parece vinculado a este proceso de reforzamiento de las élites políticas urbanas y los propietarios rurales acomodados de Tortosa en los siglos X y XI según el historiador Joan Negre.
Como vemos en ciudades de la Europa cristiana, dentro de los muros de las ciudades andalusíes podían encontrarse huertas y jardines urbanos. Esto se ve por ejemplo en Palma de Mallorca, Tudela, Zaragoza, o en Murcia entre los siglos IX y XI, aunque el crecimiento demográfico de la ciudad hizo que estos espacios agrícolas dentro de la ciudad fueran a menos en el período taifa. Por otro lado, en la provincia de Alicante observamos cómo en la segunda mitad del siglo X emerge la alquería de Puça, y esta es solo una de los centenares de nuevas aldeas y nuevas tierras que antes no se habían labrado y que ahora estaban en funcionamiento gracias al contexto de crecimiento económico y demográfico general y a la estabilidad política de al-Ándalus. Es significativo que a esta alquería alicantina llegase un qanat, un sistema de galerías subterráneas que conectaban con el acuífero para suministrar agua constante y permitir una agricultura intensiva y de cultivos variados, puede que se construyese por la comunidad campesina o por un aristócrata, en todo caso no parece haber aquí una intervención estatal en la formación del asentamiento.
Las investigaciones del equipo de Miquel Barceló y Helena Kirchner revelan que la colonización islámica de las islas Baleares por parte de árabes, bereberes y muladíes fue rápida e intensa en el siglo X y se observa que el paisaje balear sufrió transformaciones radicales por las estrategias y técnicas agrícolas introducidas. Las infraestructuras hidráulicas andalusíes en las Baleares fueron principalmente de iniciativa privada y el regadío se convirtió en la opción preferida por los agricultores, aunque por supuesto el cultivo de cereales, olivos y viñas en campos no irrigados siguió siendo relevante igual que la ganadería y la explotación de recursos silvestres. Las alquerías, como en el resto de al-Ándalus, se construían normalmente en lugares un poco en altura mientras que las áreas de cultivo irrigado estaban en la llanura.
En las Baleares las áreas de cultivo irrigadas de media apenas superaban la hectárea de extensión y las más grandes no superaban el rango de las diez y quince hectáreas, por lo que las limitaciones ecológicas no permitieron aumentar la producción agrícola ni los impuestos asociados después de las transformaciones que llevaron a cabo los colonos andalusíes en el siglo X. Las tierras de regadío andalusíes que se han estudiado muestran que de media superaban por poco la hectárea, o sea que eran explotaciones pequeñas probablemente complementadas con actividades en tierras de secano extensas y explotaciones ganaderas. Como referencia para comparar, según el estudio de Ferran Esquilache el tamaño promedio de las huertas irrigadas de Valencia era de unas quince hectáreas, y existían algunas de más de treinta hectáreas, con lo que el potencial agrícola valenciano era mucho mayor.
En la Huerta de Valencia Ferran Esquilache ha concluido que se construyeron nuevos sistemas hidráulicos a medida que fue creciendo la población para crear nuevas huertas irrigadas, pero nunca se ampliaron las huertas existentes como se demuestra por el hecho de que las huertas presentan la misma forma. Esto significa que cuando llegaban migrantes a una región o una comunidad de vecinos crecía demasiado tenía que segregarse y una parte se tenía que ir, la mayoría de estos formaban nuevas alquerías y huertas en la propia comarca valenciana, pero sabemos que algunos emigraron a las islas Baleares por ejemplo y allí siguieron este mismo patrón de segregarse y formar nuevos espacios irrigados en vez de ampliar los existentes. Que se construyeran nuevos sistemas hidráulicos hasta llegar a ocho en vez de optar por la solución más eficiente de construir una o dos acequias grandes en torno a Valencia es una evidencia clara de que no hubo planificación estatal del sistema hidráulico valenciano.
La imagen de la huerta de Valencia como un sinfín de tierras irrigadas no se corresponde con la realidad de época andalusí sino del siglo XIX cuando las 1.200 hectáreas irrigadas de época andalusí habían pasado a entre 11 y 14.000 hectáreas. El desarrollo de la huerta valenciana se produjo desde el siglo IX por iniciativa de comunidades campesinas sin intervención de un poder central y la vega valenciana andalusí se caracterizaba por una discontinuidad de tierras irrigadas con amplias separaciones con campos de secano para el cultivo de cereales, vid, y árboles frutales y de frutos secos. En palabras del historiador Antonio Malpica: “la vida agrícola no está configurada por grandes espacios irrigados, sino que esmaltan el paisaje como manchas.” El desarrollo del campo era un prerrequisito al desarrollo de la ciudad donde se captaban excedentes agrícolas y se desarrollaban actividades económicas más especializadas, de modo que la ciudad de Valencia que prácticamente desapareció en los siglos VIII y IX y era clasificada solo como castillo empezó a despuntar en el siglo X y despegó en el siglo XI gracias al desarrollo rural valenciano. Se puede decir que la Huerta de Valencia creó la ciudad de Valencia y no al revés.
He hablado mucho de irrigación, pero en algunos espacios en vez de irrigar lo que se hizo fue todo lo contrario, se drenó y desecó la tierra cercana a un río o mar para ganar tierras cultivables. Este es el caso de Ibiza en torno a la bahía de la propia capital que requirió de la coordinación de múltiples comunidades campesinas para llevar a cabo el drenaje de ese amplio espacio, a menos escala se drenaron puntos del distrito de Tortosa que fueron claves para desarrollar una huerta. De hecho según Joan Negre las acequias de Tortosa próximas a humedales y los meandros del río Ebro eran usadas para drenar agua, al mismo tiempo que en otros sitios del distrito se extraía agua de pozos con norias de tracción animal o se acondicionaba una balsa para regar, por lo que en un espacio próximo podían convivir sistemas hidráulicos con propósitos totalmente opuestos. Las tierras inundables y marjales del curso inferior del Ebro y de su primitivo delta se aprovechaban de distintos modos teniendo en cuenta su fragilidad por las crecidas estacionales del río, en general eran pastos perfectos para el ganado, pero también se cultivaban especies de crecimiento rápido como hortalizas y legumbres y a veces árboles como los olivos capaces de soportar las riadas.
Al final de lo que se trataba era de lo de siempre que ya expliqué en el episodio 29 La época de Carlomagno. Parte 2 al hablar de la historia ambiental de la Alta Edad Media europea, y es que los humanos se expandían por nuevas tierras y encontraban formas de cambiar el paisaje para satisfacer sus necesidades, y eso es lo que siempre hemos hecho los humanos, moldear el paisaje y explotar sus recursos para satisfacer nuestros intereses. A veces esos recursos no eran nativos de la tierra, las plantas y animales han sido movidos de sus lugares de origen debido en gran medida a la acción humana. El caso más conocido es el llamado intercambio colombino, pero la integración de la península ibérica en el mundo islámico que llegaba hasta la India permitió la llegada de plantas y animales propios de África y Asia que se aclimataron con éxito al diverso clima mediterráneo peninsular.
O sea, además de introducirse nuevas técnicas y construir muchas nuevas infraestructuras, durante el período andalusí se introdujeron nuevos cultivos procedentes de climas tropicales o subtropicales, tales como el arroz, la caña de azúcar, la berenjena, o la sandía, que tuvieron que adaptarse a climas y tierras más fríos y secos. El cultivo de arroz proveniente de Asia requería de una agricultura de regadío intensiva, en la Edad Media peninsular el arroz no fue un cultivo muy habitual y las informaciones que tenemos apuntan a que geográficamente se limitó bastante a Murcia y Valencia, quizás por eso ahí surgió la paella. La producción de hortalizas y frutas en al-Ándalus era muy extensa y variada y los andalusíes podían disponer todo el año de frutas y verduras frescas, ya que había de verano como las habichuelas, berenjenas, sandías o calabazas y había de invierno como los nabos, zanahorias y coles.
La fruticultura se expandió y diversificó gracias a la extensión del regadío, la introducción de nuevas especies y mejora de las variedades existentes. Desde Medio Oriente llegaron las moreras y gusanos de seda que fueron vitales para el desarrollo de las manufacturas textiles de al-Ándalus. El algodón es otra materia prima de la industria textil que difundieron los musulmanes desde Siria por el Mediterráneo, y es un cultivo que requiere de abundante agua, de manera que normalmente se cultivaba en regadío. El calendario agrícola de Córdoba del 961 revela que el estado omeya requisaba a cambio de un dinero algunas de estas materias primas para mantener en funcionamiento las manufacturas textiles de propiedad estatal.
La caña de azúcar fue introducida en la península ibérica en el siglo X o quizás algo antes, y en época del Reino nazarí de Granada el azúcar fue uno de los principales productos exportados, pero los andalusíes no lograron que se adaptase bien a unas condiciones ambientales ibéricas que hacían impensables que se crease una economía de plantación azucarera o monocultivos de azúcar. Los andalusíes se veían obligados a renovar las plantaciones de azúcar cada pocos años y eso limitaba el potencial rentable de las explotaciones. La caña de azúcar requiere de mucho trabajo, agua y estiércol por lo que el azúcar no era un producto accesible hasta por lo menos la Baja Edad Media. Sin embargo, al-Ándalus fue un eslabón indispensable para la historia del azúcar a nivel mundial, porque de otro modo no habrían surgido las plantaciones de azúcar de América.
Agricultura de secano en al-Ándalus
Las tierras de secano son aquellas que dependen de la lluvia, las aguas subterráneas y la humedad del suelo para los cultivos. ¿Por qué no todas las tierras se irrigaban si el regadío era tan bueno? Primero porque no a todos los cultivos les va bien mucha agua ni necesitan regados frecuentes, como es el caso de cereales, viñas, olivos o legumbres. Segundo porque la extensión del regadío estaba limitada por la disponibilidad de agua de cada zona, el tipo de suelo, el coste de la infraestructura, o la demografía y mano de obra requerida, una de las ventajas del secano sobre el regadío es que no se necesitan de tanta gente cuidando los cultivos. Y tercero que muchas veces los campesinos debían apechugar con tierras poco óptimas porque las mejores ya tenían dueño. Claro, la agricultura de secano implicaba más riesgos y menor rentabilidad porque las comunidades que solo podían depender del secano dejaban buena parte de su suerte al cielo y a que no hubiera sequías.
Eso sí, incluso en el secano no solo dependen de la lluvia. Según el historiador Josep Torró la distinción entre agricultura de secano y de regadío es artificiosa, porque incluso en la agricultura de secano se realiza una gestión del agua por ejemplo con la labranza, creación de terrazas o selección de cultivos, y a veces hasta las tierras de secano se irrigaban esporádicamente con excedentes de agua de un cultivo irrigado. Por ejemplo en tierras poco aprovechables de Mallorca o la provincia de Tarragona se crearon terrazas en las pendientes de las montañas, conocidas también como marjadas o bancanales, con el fin de aprovechar al máximo el terreno y el agua de la lluvia, o en las Alpujarras de Granada aprovechaban la nieve que se derretía de las montañas en la primavera para regar el secano. Por lo tanto, la agricultura de secano es una agricultura donde también se gestiona el agua y no solo se depende de si al clima le da por llover, solamente que esa gestión del agua era más limitada, los ciclos de la cosecha son más largos y la productividad es menor.
Lamentablemente, ha existido durante mucho tiempo, demasiado tiempo, un vacío historiográfico sobre las tierras de secano en al-Ándalus, se han estudiado mucho más las de regadío, pero por suerte recientemente se ha empezado a investigar en esta línea, por ejemplo con el estudio dirigido por Pedro Jiménez Castillo del distrito andalusí de Chinchilla, en la Castilla-La Mancha oriental. En esa región sin regadíos ni élites urbanas se observa la formación de nuevos asentamientos en el siglo XI, por lo que esto cuestiona la idea de que la agricultura de regadío fuera tan importante o prácticamente el único motivo del crecimiento económico y demográfico de al-Ándalus, porque en La Mancha las principales actividades económicas eran la agricultura de secano y la ganadería. También por otra parte desmiente la idea de que esta región estuviera prácticamente deshabitada, y el poblamiento de estas tierras es posible que se produjese por migraciones interiores después de que los terratenientes urbanos de las taifas ejercieran más presión sobre el campo y se hiciesen con el dominio de muchas tierras más fértiles por diversas vías.
En la alquería de La Graja cada una de sus cuarenta casas disponía de su granero y su corral, por lo que no se puede defender la idea de unas alquerías igualitarias y de explotación colectiva de los recursos en base a supuestos lazos tribales como algunos investigadores han defendido, al menos esto era así desde el siglo X cuando triunfó la formación social islámica. El estudio específico de la alquería de La Graja revela que ésta tenía una producción orientada esencialmente a la autosuficiencia, esto sirve de recordatorio de que existía una al-Ándalus más pobre y menos espectacular que la de los regadíos, y que en el siglo XI seguían existiendo comunidades en gran medida autárquicas. Se especula que los cereales producidos podían destinarse a autoconsumo, mientras que la ganadería podía haber permitido excedentes comerciales de carne, leche y lana.
Otro asentamiento andalusí de agricultura extensiva de secano que se ha estudiado es El Quemao, en la provincia de Teruel. Se encontraron herramientas agrícolas y textiles, con lo que se tejían sus propios vestidos como era habitual también en el medio rural cristiano, pero también se encontraron cerámicas vidriadas y balanzas para pesar oro y plata que demuestran que la alquería de El Quemao y otras de Teruel no eran autárquicas y comerciaban con las ciudades. Lo mismo puede decirse por cierto de las tierras de secano situadas al sur de la Lérida islámica, pues el excedente cerealístico era necesario para abastecer la capital del distrito. En El Quemao se observa estratificación interna en el siglo XI, es decir, como he dicho antes las alquerías no eran comunidades de familiares y vecinos igualitarias, sino que había diferencias socioeconómicas entre sus miembros, eso se observa por ejemplo en que unos campesinos enriquecidos decoraban mejor su vivienda o tenían objetos de lujo como placas decorativas que tenían aristócratas como los reyes de la Taifa de Albarracín.
En este sentido era diferente a La Graja, porque allí hasta el momento no se han encontrado diferencias apreciables entre el nivel de vida de sus habitantes, que eran todos campesinos humildes. En la alquería de Aialt de las montañas de Alicante la tierra era pobre en recursos, pero fue posible mantener una población grande y estable debido a la rotación de cultivos de secano de manera muy coordinada y al uso de fertilizantes, gracias en gran medida al uso del estiércol producido por los rebaños de cabras y ovejas de Aialt. Por las provincias de Madrid, Guadalajara y Soria la producción agrícola siempre fue difícil dada la falta de lluvia, las temperaturas extremas, la falta de árboles y vegetación y el suelo rocoso y poco fértil. Eso hacía que el paisaje agrario de esta región en la Alta Edad Media y siglo XI fuera un paisaje de campos de cereales y viñas, de rebaños de cabras y ovejas, de algún regadío en los ríos Henares o Jalón, y de ricas salinas minerales como veremos más tarde.
En el distrito de Mértola, en el Garb al-Ándalus o la Portugal islámica, el suelo es poco fértil y faltan recursos hídricos a pesar de pasar por ahí el Guadiana, por lo que apenas existía el regadío, tenía cierta relevancia el cultivo de cereales, vid y árboles frutales de secano, y había grandes extensiones de dehesa y tierras de baldío que se aprovechaba por el pastoreo, la apicultura, la caza y la recolección de productos silvestres. Se ha demostrado que el crecimiento demográfico del distrito de Mértola fue insostenible, porque para mediados del siglo XII se produce un abandono generalizado de las alquerías debido a la erosión del suelo y degradación ecológica provocada principalmente por la sobreexplotación humana. Hoy en día la provincia de Almería tiene el calificativo de ser la huerta de Europa gracias a su agricultura muy intensiva y avanzada tecnológicamente, pero hasta no hace tanto era una tierra pobre en cultivos por su terreno y clima semiárido.
Sin embargo, en sus valles los geógrafos árabes destacaban sus abundantes árboles frutales para la alimentación y la manufactura textil, y caracterizaban el territorio almeriense como el de unos oasis dispersos de riqueza frutal entre una tierra muerta, que no era capaz de producir suficientes cereales para su población. Y en el distrito de Tortosa las huertas irrigadas eran limitadas, y en cambio predominaba en su distrito la agricultura de secano y la ganadería. Con todos estos ejemplos de muchos sitios diferentes de al-Ándalus podemos ver por un lado que ignorar la agricultura de secano supone ignorar cómo se explotaba la tierra de manera exclusiva o principal en muchas regiones de al-Ándalus, y por otro también sería negligente porque incluso en las regiones más famosas por su regadío la agricultura extensiva también tenía un papel muy relevante.
Un tema también importante es cuáles eran los cultivos de secano más habituales, y para eso la mejor herramienta que tenemos es la arqueobotánica que es un enfoque que solo en los últimos años se ha empezado a aplicar en España para los restos vegetales medievales. Los registros arqueobotánicos de ciudades andalusíes del noreste como Balaguer, Lérida y Tortosa revelan que el cultivo más extendido era el de cereales como el trigo y cebada igual que lo eran en épocas anteriores, seguidos de olivos, vid y el cultivo de plantas de las que se extraen aceites como el lino y la camelina. En alquerías muy rurales de agricultura de secano como Las Sillas en la provincia de Huesca o Albalat en Cáceres los estudios arqueobotánicos no han detectado ninguna de esas plantas introducidas en época islámica en la península ibérica y en cambio se siguieron explotando los mismos cultivos básicos de época romana, básicamente trigo, cebada, olivo y vid, además de algunos árboles frutales y legumbres.
Esto sugiere que la llamada revolución agrícola andalusí no se produjo en algunas zonas rurales y periféricas como partes de Extremadura o Aragón, y que los cultivos y alimentación de las comunidades de estas zonas no serían muy distintos a los del lado cristiano. Es equivocada pues la imagen que dibujó Thomas Glick en los años 70 de una frontera ecológica muy marcada entre cristianos y musulmanes. Sobre los cultivos de secano que fueron introducidos en época andalusí o que crecieron de forma significativa respecto a épocas anteriores tenemos el mijo y sorgo, difundidos desde África y que se usaban sobre todo para alimentar los animales de corral y vacas. Creció el cultivo de legumbres como las lentejas, frijoles, garbanzos o altramuces para el consumo humano y animal. Y el lino siguió siendo un cultivo mucho más prevalente que el algodón por sus múltiples usos alimentarios, medicinales y textiles, al igual que el esparto, y también indispensables para la industria textil eran plantas tintóreas para darle color a los tejidos como el azafrán, cártamo, alheña o granza.
Ganadería, caza y pesca en al-Ándalus
La ganadería de al-Ándalus no es muy fácil de estudiar porque las fuentes escritas no trataban mucho sobre ella, pero entre los hallazgos zooarqueológicos, la toponimia, y la documentación árabe y cristiana tras la conquista de los territorios podemos hacer una reconstrucción aproximada de la segunda actividad económica más importante que estaba además muy interrelacionada con la agricultura y sostenibilidad de los espacios rurales. La forma más habitual de poseer ganado era tener un pequeño rebaño familiar en establos y corrales como complemento a la agricultura como una estrategia económica para diversificar el riesgo en caso de malas cosechas, para diversificar la dieta, para obtener estiércol para el abono de la tierra y para obtener posiblemente ingresos extras a través de la venta de productos derivados de los animales.
La ganadería al fin y al cabo no solo sirve para obtener carne, también se puede sacar leche, cuero y lana para la industria textil, usar a los animales como transporte o como tracción para el arado y las norias y molinos, limpiar los bosques y reducir el riesgo de incendios y otros problemas ambientales, u obtener estiércol que era absolutamente necesario para fertilizar los suelos, especialmente los dedicados a la agricultura intensiva irrigada, por eso la relación entre agricultura y ganadería es simbiótica y de interdependencia. Incluso se usaban huesos de cabras y ovejas como papel para enseñar a leer y escribir árabe a los niños porque el papel o el pergamino eran demasiado caros. Igual que había contratos agrícolas de alquiler, también existían fórmulas jurídicas similares para el ganado y tenemos ejemplos de compraventas a plazos y con crédito o de pastores asalariados cuidando el rebaño de otro.
En las zonas de mayor colonización bereber como la región de Valencia o la Meseta se practicaba la trashumancia, la migración estacional de los rebaños que se diferencia del nomadismo por tener asentamientos fijos y el pasto se producía normalmente dentro de un radio y unos términos administrativos reducidos, ya fuera una alquería, un distrito o una provincia. Los bosques, montañas y marjales eran espacios comunales usados para el pasto según los acuerdos entre tribus bereberes o con las comunidades rurales, esto al menos hasta el período emiral, porque a la que el estado fue ganando fuerza puede que se produjeran cambios y antes de la conquista cristiana se observa una tendencia a la privatización de los antiguos espacios comunales. Para la Valencia rural se ha planteado que los pastores al llegar a la costa de las vegas irrigadas intercambiaban los cereales y productos agrícolas de los campesinos por su ganado.
La confederación bereber de los Hawwara controlaba tanto la cabecera como la desembocadura de los ríos Turia y Júcar, porque los Banu Di-l-Nun de la cora de Santaver, Cuenca, y los Banu Razin del sur de Teruel eran linajes de los Hawwara, esto sugiere según el historiador Ferran Esquilache que estos bereberes compartían la ganadería trashumante y que usaban los pastos de las sierras de Cuenca y Albarracín en verano y los marjales de Valencia en invierno. Recordemos que apenas se hacen menciones al Levante valenciano en época emiral debido a la falta de control político de los omeyas sobre esta región, mientras que los Banu Di-l-Nun de Santaver sí tuvieron un papel más activo en la historia política del Emirato y Califato de Córdoba.
Los animales que más se criaban en al-Ándalus con diferencia eran las cabras y ovejas, en todos los hallazgos zooarqueológicos tanto urbanos como rurales representan bastante más que el 50% de mamíferos, seguidos de gallinas, gallos y pollos y a mayor distancia las vacas y cerdos. Era muy común tener un corral con gallos y gallinas para obtener carne y huevos, así como conejos, gansos, ocas, patos o perdices. Mención especial a la cría de palomas que era muy común porque desde antiguo se conocía que sus excrementos eran excelentes abonos para los campos. La cría de cerdos claramente bajó respecto a antes de la llegada del islam porque es un animal considerado impuro, tanto musulmanes como judíos tienen prohibido su consumo y seguramente la islamización social hizo que incluso algunos cristianos dejaran de consumir cerdo, aunque en la siguiente sección sobre alimentación haré algunas matizaciones sobre esto.
En general, en los yacimientos del período andalusí frente al período anterior romano o visigodo y al posterior cristiano se encuentran siempre una proporción mayor de cabras y ovejas y una proporción menor de cerdos y vacas. Un dato interesante es que se ha estudiado que el tamaño del ganado ovino aumentó en comparación con el período romano de un modo similar a cómo los pollos que hoy consumimos son mucho más grandes que los de hace apenas unas décadas por la industrialización del sector, por lo que hubo una mejora consciente de la producción ganadera para extraer más carne gracias a las mejoras en agricultura y mezcla con otras variedades de oveja del Magreb y Oriente Medio. Así mismo existían granjas dedicadas exclusivamente a la explotación ganadera y que por tanto tenían un enfoque de producción orientado al mercado.
Recientemente, en julio del 2023, científicos del CSIC anunciaron el hallazgo de los restos de una oveja completa del siglo XI en la alquería de La Graja, en la provincia de Albacete, esto podría darnos algunos datos interesantes cuando termine su análisis. En el distrito de esta alquería, en el distrito de Chinchilla, algunas alquerías desarrollaron una orientación al mercado porque en Chinchilla se producían tapices, mantas y alfombras de lana con la lana del ganado manchego. Por otro lado, la apicultura, la cría de abejas, era una actividad muy importante entre los campesinos andalusíes porque la miel era un recurso básico para endulzar los alimentos u obtener remedios, en una época en que la producción de azúcar era muy limitada. La región más famosa productora de miel era el Garb al-Ándalus, siendo Lisboa la ciudad reputada con la mejor miel.
La cría de caballos y yeguas era importante por su uso militar y como medio de transporte, por eso el rey Muyahid de la Taifa de Denia al conquistar Mallorca en el 1015 elaboró un registro de los caballos y yeguas de la isla para hacerse con todos ellos a un precio insignificante, esta era una medida contra los personajes notables de la isla que según los cronistas basaban buena parte de su riqueza en su crianza y comercio, para que veáis si era una actividad económica y un pilar de poder político clave. Los omeyas tenían caballerizas reales para criarlos y sabemos que al preparar aceifas podían ordenar requisas de caballos a particulares, y es que al ser un recurso estratégico la cría y venta de los caballos estuvo muy controlada por el estado. Mallorca tenía renombre por sus mulas y en general por los precios bajos del ganado, mientras que en las marismas del Guadalquivir se criaban los mejores caballos, mulas y asnos de la península gracias a sus pastos.
Algo que me parece muy curioso es que en al-Ándalus se ha podido verificar por la documentación escrita y los restos arqueológicos que los árabes y bereberes trajeron consigo camellos, de manera similar a cómo los españoles trajeron caballos, vacas o cerdos a América porque es típico de un pueblo conquistador replicar en la tierra conquistada su medioambiente, incluyendo fauna y flora. Se han encontrado restos de dromedarios datados de entre los siglos X y XIV en Granada, Baeza, Sevilla o Medina Azahara, entre otros yacimientos, aunque eran considerados animales exóticos y asombrosos por los andalusíes como revela una anécdota del emir almorávide Yusuf ibn Tasufín que dice que trajo tantos camellos por Algeciras que sus mugidos se elevaron al cielo y espantaron a los cristianos del norte y sus caballos. Los camellos se empleaban en campañas militares tanto como si fueran caballos de guerra como para el transporte de material pesado, y los huesos de los dromedarios se podían usar para fabricar utensilios.
Dejando la ganadería, hay que decir que la caza en la Alta Edad Media no estaba reservada a la aristocracia ni en los reinos cristianos ni en al-Ándalus, ya que el acceso al bosque y otros espacios comunales seguía abierto en este período. La caza era practicada por personas de diferente estatus social y era una actividad para obtener pieles y para obtener carne de manera alternativa a la ganadería, por ejemplo se han encontrado restos de ciervos, cabras montesas, conejos, jabalíes o aves como gansos y perdices en ciudades, castillos y aldeas islámicas. Las pieles de ciervos y gacelas se usaban para fabricar pergaminos, las astas de ciervos se aprovechaban para fabricar arcos, y de la recolección de bichos como el quermes se podía obtener un pigmento para colorear de rojo las prendas.
Tenemos noticia incluso de la caza de castores en Tortosa, porque sí, en la península ibérica por si no lo sabías teníamos castores antes de matarlos a todos hace pocos siglos. Aun así, hay que decir que la caza era una actividad muy marginal en comparación con la ganadería y que es cierto que los aristócratas musulmanes ya practicaban más la caza como ocio, entrenamiento militar y símbolo de estatus y consumían más mamíferos y aves silvestres que el resto de la población. Los andalusíes cazaban con armas como arcos y flechas o con la asistencia de animales de presa como perros, halcones e incluso hurones. Precisamente una de las actividades más notables relacionada con los animales era la cetrería, la cría y caza con aves de presa como halcones y azores.
La cetrería fue traída por los árabes, no era una tradición ya instaurada antes en la península, y era una actividad de ocio de las élites y una actividad económica en general y como tal fue objeto de unas tasas especiales, que por datos de época emiral en distritos de Córdoba llegaba a suponer cerca del 5% de la recaudación total, o sea que no era moco de pavo. Es notable que también entre las clases populares campesinas andalusíes cazaban con aves rapaces, aunque solían ser azores en vez de halcones que estaban más reservados para los círculos de poder. Tanto es así, que incluso un símbolo de la dinastía omeya en al-Ándalus fue, como tengo en mi camiseta, el halcón, o sea que era por tanto un símbolo de estatus. La propia administración central omeya tenía un lugar llamado casa de pájaros donde criaban halcones y tenían a sueldo a especialistas que conocían los lugares con los mejores halcones de al-Ándalus, e incluían en el calendario oficial agrícola datos sobre la cría de los halcones, sus enfermedades o alimentación, por lo que esta importancia que se le daba a la cetrería refleja la consciencia del estado omeya en la importancia socioeconómica de esta actividad.
Sobre la pesca en el período omeya y de taifas no he encontrado mucha información porque no era un tema que suscitase interés en escribir sobre ello en la época y lo que podemos conocer es más bien a través de la arqueología, sé que hay más información sobre el período nazarí pero eso no se corresponde al período que quiero estudiar en este episodio o sea que nada. De la información más interesante que he encontrado ha sido sobre los corrales de pesca de Chipiona, en Cádiz, que según el arqueólogo Antonio Ramos Millán fueron construidos por los bereberes masmuda que se asentaron en la zona en el siglo VIII, trayendo con ellos sus métodos de pesca del Magreb y explotando estas pesquerías de forma colectiva. Los corrales de pesca son estructuras de piedra que se construyen en playas rocosas a modo de trampa para que cuando sube la marea se llene el corral de agua con peces, moluscos, crustáceos y otros animales de mar y que al bajar la marea sea fácil capturar estos animales atrapados en los corrales.
Los peces que más se pescaban en el Mediterráneo eran las sardinas y atunes como ocurría desde la Antigüedad, y aparte de peces normalitos se cazaban ballenas y delfines según los restos encontrados en el sur de Portugal. La pesca en al-Ándalus se llevaba a cabo tanto en el mar como en los ríos y lagos, utilizando diferentes técnicas, y por supuesto la pesca fue una actividad económica importante para las poblaciones costeras para el consumo propio o para conservarlos y venderlos más lejos con previo proceso de salazón, es decir, de usar sal para conservarlos, una industria que venía siendo muy importante en la economía peninsular desde tiempo de los fenicios y romanos.
Alimentación en al-Ándalus
La alimentación en época andalusí tenía una mayor variedad por el incremento en la diversidad de los cultivos y la productividad agraria respecto al período anterior visigodo y al de después de la conquista cristiana. Al fin y al cabo, la dieta en al-Ándalus era una mezcla perfeccionada de tradiciones romanas, orientales, norteafricanas y locales de la que es heredera la dieta mediterránea actual. La dieta andalusí en el campo y las ciudades era ante todo vegetal con cereales, legumbres y frutas, como era habitual en las sociedades predominantemente campesinas. No era muy diferente la alimentación básica de un musulmán andalusí que de un cristiano del norte en el sentido de que ambos lo que más comían por lo general eran panes, sopas, potajes, estofados y garchas, todo hecho a base de cereales como el trigo o la cebada. La composición de las dietas dependía más de qué recursos de proximidad estaban disponibles que no a creencias religiosas.
En cualquier caso, los hábitos alimenticios dependen principalmente del estatus social y poder adquisitivo del consumidor, la zona geográfica y los recursos disponibles en el terreno o por el comercio, las tradiciones locales o traídas de otro país, y de las prescripciones religiosas y médicas de la época. Por ejemplo los andalusíes adoraban los dulces como los buñuelos, galletas o almojábanas. La introducción de nuevos cultivos en la dieta andalusí tuvo un papel fundamental en la mejora de la alimentación, por ejemplo las frutas tenían una gran relevancia en la dieta islámica en comparación con la dieta romana o visigoda, por ejemplo se consumían granadas, nueces, manzanas, peras, naranjas, albaricoques o almendras, y tenían un peso destacable en la alimentación en al-Ándalus los higos y las uvas, que se consumían como frutas frescas y secas en forma de pasas y se extraían vinagres, mermeladas, confituras y también vino.
Pese a la prohibición del consumo de vino o cualquier alcohol en el Corán, la viticultura y el consumo de alcohol siguió bien viva en al-Ándalus incluso entre la población musulmana. Esto no es que fuera algo excepcional de un islam hispano como algunos nacionalistas españoles afirmaron, porque podemos encontrar ejemplos de musulmanes de todas las clases sociales que no se abstenían de consumir alcohol en todo el mundo islámico medieval. Es de sobra conocido que el consumo de alcohol entre las élites árabes era generalizado, unas veces como afición y diversión y otras como una norma social de las reuniones y tertulias entre cortesanos y personajes notables. Eso no evitaba, ojo, que hubiese períodos de actuaciones contra el cultivo, venta y consumo de vino para reestablecer el orden moral religioso y además es frecuente en la literatura árabe funar a soberanos acusándoles de hacer muchas juergas y tener mucha afición a la bebida.
Abd al-Rahman II por ejemplo cerró el mercado de vinos del barrio de Saqunda para ganarse el favor de los alfaquíes y marcar distancias con su padre que era conocido por beber vino, esta medida era hipócrita porque Abd al-Rahman II también bebía vino en reuniones sociales. El califa al-Hakam II sí que era un musulmán muy recto y detestaba el alcohol, por lo que intentó directamente erradicar el cultivo de la vid, pero un consejero logró convencerle de que el intento sería inútil para evitar el consumo de alcohol y que sería una medida demasiado impopular. Fuera de las élites, la población mozárabe y también la musulmana podían consumir vino en privado o en público. Los espacios populares para hacerlo estaban alejados de la medina, había tabernas o por ejemplo en Sevilla se permitía la música y consumo de alcohol junto al río Guadalquivir mientras no se desmadrase el orden.
Los jueces y alguaciles se podían mostrar a veces tolerantes con la transgresión de la norma religiosa, pero en general actuaban con contundencia y además se veían forzados a actuar si ocurrían altercados violentos de borrachos. Los castigos a los bebedores y vendedores de vino podían ir desde reprimendas a azotes, multas elevadísimas o en casos muy excepcionales la pena de muerte. En cuanto al consumo de carne, en el islam hay carnes permitidas, desaconsejables y prohibidas. Entre las prohibidas estaban la carne de cerdo, perro, gato y según la tradición malikí que era la mayoritaria en al-Ándalus también está prohibido o desaconsejado el consumo de carne de caballo. En el registro zooarqueológico de Córdoba se ha comprobado que se siguió escrupulosamente la prohibición al consumo de cerdo desde el siglo X.
Sin embargo, sorprende la cantidad de cerdos que se ha visto que se criaban y consumían en algunas comunidades rurales aparentemente musulmanas en un período avanzado, lo que plantea dudas sobre el grado de islamización de algunas poblaciones andalusíes y sugiere que la ortodoxia islámica alimentaria no se seguía a rajatabla en las regiones más rurales y marginales. Al final el consumo de cerdo es cierto que es un indicador fuertemente correlacionado con la identidad religiosa de un individuo, pero eso no significa que sea un indicador infalible, del mismo modo que había cristianos en al-Ándalus y en el norte que en la Alta Edad Media adoptaron nombres árabes o que había musulmanes que transgredían las normas y consumían alcohol. Es destacable que el análisis zooarqueológico de restos de algunos yacimientos de la actual Andalucía haya podido detectar que 2/3 de los restos eran de cabras y ovejas, un significativo 15% de gallinas, un 12% de bovinos como la vaca, toro o buey, 2% equinos como caballos o burros, 2% para gatos y otro 2% para perros, y un 1% para cerdos y jabalíes.
Hay que tener en cuenta que los restos de cabras y ovejas es más fácil que se conserven que los de gallinas, gallos y pollos, o sea que es muy probable que la proporción de consumo de caprinos esté sobrerrepresentada y que el consumo de gallinas fuera mucho más alto y quizás incluso superior al de cabras y ovejas, porque al final las aves de corral son más fáciles y baratas de criar. Este argumento vendría reforzado por las investigaciones zooarqueológicas en El Cairo medieval. También tendría sentido que hubiera diferencias regionales importantes, ya que en la Meseta y en aquellos lugares de intensa colonización bereber donde se practicaba más la trashumancia pues tiene sentido que los rebaños fueran principalmente caprinos.
Por las prácticas rituales islámicas se sacrificaban la mayoría de las ovejas cuando aún eran corderos de manera más frecuente que en los reinos cristianos, y eso también implicaba que las cabras y ovejas estaban más enfocadas al consumo de carne que a obtener subproductos como la lana. Los huevos y la leche de cabra y oveja eran muy consumidos por todas las clases sociales, pero al igual que en el caso del pan o el pescado los quesos podían ser producidos sin unas mínimas condiciones higiénicas y se cometían todo tipo de fraudes de ley para rebajar costes y calidad y aumentar ganancias. Sobre los animales cazados, los ciervos y conejos eran los animales silvestres más consumidos de acuerdo con el registro zooarqueológico. Las fuentes escritas sugieren que el consumo de pescado y moluscos era poco habitual porque en los recetarios de unas 500 recetas solo 20 incluían pescado, aunque otra interpretación que se da es que las clases populares usaban el pescado como sustituto más asequible a la carne, por lo que en los tratados de cocina andalusíes que iban dirigidos a las clases pudientes no les interesaba hablar de pescado.
Un estudio diacrónico de las dietas de Valencia en época visigoda, islámica y cristiana revela que en el período andalusí aumentó el consumo de pescado y marisco respecto al período anterior y posterior. Como es lógico los que poblasen el litoral consumirían mucho más pescado y moluscos que los que vivían en el interior, pero tenemos constancia arqueológica de restos de peces de río y de mar en Calatrava la Vieja, Toledo, y seguramente llegaron ahí secados o salados. En el arrabal cordobés de Cercadilla se han encontrado ostras, que según Marcos García García hay que vincular a una comunidad dimmí por ser estos moluscos consumidos igualmente en época tardorromana y visigoda. En Saltés, Huelva, del total de restos animales tanto domésticos como silvestres identificados del período andalusí, un 55% eran pescado, lo que por un lado se justifica por ser un municipio costero y por otro lado apunta a un elevado consumo de pescado en poblaciones litorales. En ciudades islámicas como El Cairo o Bagdad se sabe que las clases humildes consumían bastante pescado, y algo similar debía ocurrir en al-Ándalus, pese a que los restos de pescado no se conserven muy bien igual que las gallinas.
Minería en al-Ándalus
Nuestro conocimiento sobre la minería en al-Ándalus sigue siendo muy limitado. Hay muchas incógnitas difíciles de esclarecer del todo sobre las técnicas de extracción de minerales, quién tenía las minas en propiedad, a qué fiscalidad estaban sometidas, quiénes trabajaban en ellas o la vida de los mineros. Pero no seamos derrotistas porque hay cosas que sí sabemos sobre la actividad minera andalusí y otras por las que al menos podemos plantear hipótesis. Una de las mejores formas para acercarnos al sector minero islámico medieval es comparando su situación a la de época romana. Lo primero a tener en cuenta es que la ingeniería minera no hizo grandes progresos respecto a la época romana hasta que se empleó la pólvora a partir del siglo XVII, la época islámica medieval estuvo marcada pues por continuidades con los instrumentos y métodos de prospección y extracción de minerales, aunque hubo algunas innovaciones como el uso de la fuerza hidráulica en la trituración de minerales y un mayor conocimiento de los componentes y procesos químicos.
Como ha denunciado el arqueólogo Juan Aurelio Pérez Macías, esta continuidad ha hecho que desde el siglo XIX la mayoría de mineros y arqueólogos clasificasen automáticamente todo como protohistórico y romano y no considerasen la posibilidad de que una explotación minera fuera medieval, porque no se apreciaban cambios técnicos. Las diferencias notables entre la minería romana y la andalusí no se hallan en la tecnología, sino en su contexto histórico y en las finalidades y usos de los minerales extraídos. Mientras que la producción minera romana se caracterizaba por ser a escala industrial, buena parte de la minería llevada a cabo en al-Ándalus era una minería de hurto. Esto significa que la minería andalusí, y también por cierto la cristiana medieval, una minería irregular y a pequeña escala de recogida de minerales en superficie, cielo abierto y ríos y que en minas subterráneas se aprovechaba de trabajos anteriores para extraer fácilmente minerales de los pilares y columnas que servían de medida de seguridad para las galerías, con lo que ponía en riesgo el yacimiento a largo plazo.
Los primeros pobladores prehistóricos y protohistórico de la península ibérica lo tuvieron fácil para extraer muchos minerales en superficie, y cuando los romanos llegaron a Hispania alabaron su riqueza mineral. Los romanos llevar a cabo intensos trabajos de ingeniería para hacer pozos y galerías a base de mucho capital financiero y humano y de organización para la extracción y tratamiento de los minerales, la producción minera en Hispania siguió intensa hasta la crisis del siglo III que provocó la desaparición de muchos poblados mineros, en el siglo IV remontó un poco la cosa pero la riqueza mineral de Hispania ya no era tan destacable y había minas en otras provincias del Imperio romano más rentables de explotar. En época visigoda la explotación minera fue irrisoria, esto poco a poco cambió y se fue recuperando la actividad minera en época omeya, pero los andalusíes siguieron enfrentándose a obstáculos financieros y organizativos que no permitieron volver a la producción industrial romana.
Esto me lleva al tema de la propiedad de las minas. La producción minera estaba bajo firme control estatal con el Imperio romano, no había tal control centralizado en época omeya o de taifas y las minas podían ser tanto de propiedad estatal como de individuos y colectivos. Como consecuencia de la descentralización las actividades metalúrgicas de transformación de los metales se producían principalmente en ciudades con trabajadores especializados, castillos y alquerías, en vez de en la propia mina o en el poblado minero como ocurría en época romana. En unas minas de Teruel se ha descubierto que se llevaban a cabo trabajos a pie de mina en vez de transportarse los minerales en bruto a un centro metalúrgico urbano, con esto quiero reproducir las palabras del arqueólogo Patrice Cressier, que afirmó que no había unas reglas uniformes en la organización de la minería en al-Ándalus ni siquiera en un mismo tiempo y región, con lo que la mano de obra o la vinculación de la mina al poder político podía variar mucho.
Delfina Serrano ha especulado que la falta de acuerdo entre los juristas musulmanes sobre si al-Ándalus fue conquistada por pactos o por la fuerza podría ser relevante en la cuestión de la propiedad de las minas y el pago del quinto estatal de su producción, porque ahí donde hubiera pactos en principio debían respetarse las propiedades de los conquistados, incluyendo sus minas. También puede ser que alfaquíes y otros personajes notables estuvieran metidos en la propiedad y explotación privada de las minas e influyeran en la política para proteger sus beneficios económicos. La propiedad de las minas particulares normalmente era colectiva, con numerosos individuos propietarios que podían o no pertenecer a un mismo clan. Una excepción a eso lo vimos en el episodio 39 La fitna del Emirato de Córdoba cuando el rebelde muladí Daysam ibn Ishaq se hizo amo de Tudmir, esa región de Murcia ampliada, y su poder provenía de su control de las minas de Cartagena con las que acuñó monedas de plata y financió un ejército mercenario de 5.000 hombres, por lo que el control de los recursos mineros podía dar mucho poder y esto sería un ejemplo de o bien unas minas que ya antes de la revuelta eran de propiedad privada o bien que Daysam usurpó el poder en su región y desde esa posición se apropió de las minas de plata bajo el gobierno provincial.
Así pues encontramos ejemplos de explotación privada y pública de las minas. Yo creo que lo más coherente con la historia de al-Ándalus es que en época emiral las minas fueron por lo general de posesión y explotación privada o a manos de los gobiernos locales y provinciales, mientras que en época califal los omeyas afirmaron su soberanía sobre las minas y otorgaron concesiones de explotación a particulares, aunque también debieron explotar de manera pública las minas porque cuando el estado está fuerte se observa una mayor explotación de recursos mineros y una mayor capacidad inversora. Este argumento de que la propiedad de las minas terminó siendo estatal pero la explotación frecuentemente fue privada a cambio de unos tributos se refuerza porque en época romana fueron habituales los contratos de arrendamiento o aparecería de las minas y en época almohade y nazarí las minas eran de propiedad estatal pero podía concederse su explotación a particulares.
Dejando de lado el tema de la propiedad y explotación minera, otra diferencia entre la minería romana y andalusí es que a la romana le preocupaba mucho extraer oro, plata y bronce para la acuñación de monedas, mientras la producción minera andalusí era más diversa y sin contar la sal mineral el hierro debía ser el mineral más extraído para la fabricación de armas, herramientas agrícolas e incluso mobiliario y barcos. En cuanto a las principales minas o regiones mineras de al-Ándalus en el período omeya y de taifas, destacan la de Almadén para el mercurio, las minas de plata de la comarca de Los Pedroches en la provincia de Córdoba y las minas de plata y plomo de Cartagena, las canteras de Tortosa, Toledo, Almería, Málaga y el valle del Guadalquivir, las minas de hierro de las provincias de Granada, Málaga, Sevilla, Huelva, Toledo y Teruel, y las minas de zinc, plomo y cobre del sudoeste peninsular. Del sudeste peninsular se extraían minerales empleados en la construcción como yeso natural y mármol, mientras que de oro había poco en la península ibérica, se buscaba por ejemplo en ríos como el Segre, Tajo y Darro, pero no daba para una producción a gran escala y por eso el oro se debía importar del África subsahariana occidental a través del Magreb, uno de los factores clave que llevaron al intervencionismo omeya sobre las actuales Marruecos y Argelia en el siglo X fue precisamente por este comercio transahariano de oro.
Una actividad minera de especial importancia en la Edad Media era la explotación de las salinas, ya fueran de sal de mar o de sal mineral para las provincias de interior. La sal era un componente crucial de la alimentación, economía y comercio, y la importancia estratégica de la sal se ve por toda Europa, incluso en el Reino asturleonés vimos en episodios anteriores como existían salinas en Álava o Asturias. La sal tenía muchos usos, desde conservar alimentos como carnes y pescados, para condimentar, usarla como medicina, para mejorar la digestión del ganado y engordarlos, e incluso podía usarse en el mercado como moneda de cambio. Había salinas en todas las provincias, conocemos salinas de interior en Zaragoza, Jaén y Granada, había muchas en las provincias de Soria y Guadalajara, y también se explotaron salinas costeras en Ibiza, Alicante, Almería, Granada y la bahía de Cádiz.
Hay controversia historiográfica sobre la propiedad de las salinas, Guillermo García-Contreras defiende que la producción de sal en el interior de al-Ándalus estaba controlada por las comunidades rurales campesinas y no por el estado omeya o las taifas debido a la proximidad que se observa de las aldeas y alquerías a las salinas, las salinas costeras por proximidad eran un recurso aún más importante que en el interior para la industria pesquera y el comercio marítimo y puede que algunas estuvieran controladas por gobiernos locales, pero no está claro el asunto. Sea como fuera, la sal era un producto accesible, no era de lujo, e independientemente de quién fuera el titular de las salinas la explotación y comercialización de la sal no estaba controlada por el gobierno, tal y como demuestran las fórmulas legales de contratos de arrendamiento de salinas que conservamos. En época emiral el espacio de Soria y Guadalajara estaba dominado por el clan bereber de los Banu Salim, y a través de ellos podemos ver que las salinas del interior podían ser explotadas por clanes de manera colectiva.
Volviendo a las minas como tal, la minería predominante era a cielo abierto, mientras que las galerías y minas subterráneas no sobrepasaban normalmente los 100 metros de profundidad, con la notable excepción de la mina de Almadén en la provincia de Ciudad Real que según los autores árabes se explotaba a unos 400 metros de profundidad, siendo quizás la mina más profunda del mundo en aquellos tiempos. De hecho el geógrafo del siglo XII al-Idrisi es de los autores que más información proporcionan sobre la minería andalusí al contarnos esto sobre la gran mina de Almadén: “La explotación se hace por medio de más de mil obreros. Mientras que unos bajan a los pozos y trabajan cortando piedras, otros llevan la madera necesaria para la combustión del mineral, otros se dedican a la fabricación de recipientes en los que se funde y se sublima el mercurio, y otros se ocupan de los hornos.”
Esto nos revela que además de la extracción mineral a pico y pala ya en las inmediaciones de la mina se hacían unos primeros tratamientos al mineral, como la trituración, fundición o la separación del metal precioso de los contaminantes, todo esto antes de su traslado a una ciudad cercana donde habría una industria metalúrgica especializada para tratar los minerales. Y la última pregunta a responder sobre la minería andalusí es sobre quiénes trabajaban en las minas, ¿eran hombres libres a cuenta propia o asalariados, o por el contrario eran esclavos? Los yacimientos mineros en al-Ándalus eran en su mayoría pequeños, por lo que muchos de ellos los explotarían gente que iba de extranjis a minas sin supervisión y si eran minas supervisadas como asalariados, incluyendo hombres que solo trabajaban de manera parcial o estacional en las minas y salinas como un complemento a otras actividades económicas como la agricultura y ganadería.
La hipótesis que maneja la historiadora Ana Echevarría sobre la identidad de los trabajadores de las minas es que hubo tanto trabajadores libres como esclavos en ellas, con predominancia de esclavos en las minas más grandes y con los esclavos desempeñando algunas tareas mineras de riesgo elevado y que no necesitaban de formación especializada. Del Magreb sabemos que los bereberes se dedicaban al transporte y comercialización de la sal, mientras que dejaban el duro trabajo de las minas a esclavos negros, pero seguramente no es adecuado extrapolar esto a la península ibérica y mucho menos a todas sus minas. Se ha planteado la hipótesis de que en el yacimiento Ciudad de Vascos, en la provincia de Toledo, se fundó y creció rápidamente en época califal porque era usada como centro metalúrgico con los trabajos forzados de cautivos y esclavos cristianos, y eso explicaría por qué fue desmantelada al ser conquistada por el rey Alfonso VI de León, pero en todo caso este ejemplo no creo que sea representativo de las minas andalusíes en general.
En resumen, hemos visto que la minería en al-Ándalus se caracterizaba por sus continuidades tecnológicas respecto al período romano, pero con una forma de explotación de las minas y unas finalidades distintas al no ser una producción industrial enfocada principalmente a la producción de monedas. Las minas podían ser de propiedad privada al menos durante el período emiral y se puede decir lo mismo para el período taifa donde no se distinguía la propiedad estatal de la privada del soberano, e incluso cuando las minas se consideraban de propiedad estatal muchas veces eran explotadas por particulares por contratos de arrendamiento. Desde una perspectiva social había casos de minas con trabajadores libres y con esclavos, y se puede concluir que igual que con la agricultura o la ganadería no se pueden hacer generalizaciones rotundas sobre la minería en al-Ándalus porque había una gran diversidad de formas de desempeñar esta actividad según el período histórico y la mina de la que hablemos.
El Veredicto: Similitudes entre el período taifa y la actualidad
En El Veredicto de hoy quiero hablar de los paralelos que parecen obvios para mi entre el período de los reinos de taifas y la actualidad, y con esto no me refiero a comparaciones entre reinos de taifas y comunidades autónomas que daría para otra charla, tampoco estoy diciendo que vivamos en una situación de guerra e inestabilidad grave como el siglo XI, pero sí veo similitudes en sus contradicciones económicas. En la actualidad los países desarrollados sufren de unas tensiones socioeconómicas importantes y muchos ven con nostalgia la Edad de Oro del capitalismo, que para España sería desde finales de los 50 hasta la crisis del petróleo del 73. Hoy en día es obvio que contamos con mejoras cualitativas muy importantes respecto a la generación de nuestros padres o abuelos, tenemos Internet, smartphones, o viajes baratos, igual que por ejemplo en el período taifa el regadío se expandió y las manufacturas y cultura florecieron respecto al período anterior.
Sin embargo, eso no evita que la clase baja-trabajadora estemos peor en global, porque las desigualdades económicas son mucho mayores, ya no existen esas oportunidades fáciles de ascender socialmente o tener puestos de responsabilidad sin apenas experiencia o formación, la capacidad de ahorro también es nula, por no hablar de lo difícil que es el acceso a la vivienda o que mucha gente se ve forzada a emigrar a las ciudades en pisos compartidos pequeños porque en su tierra natal no hay trabajo. Y eso es lo que hace que me hierva la sangre al leer sobre el período taifa, porque es imposible no ver paralelos y sentir empatía por la degradación general del bienestar de los campesinos, la pérdida de tierras, las migraciones forzadas por las circunstancias del campo a la ciudad, o el aumento de la precariedad socioeconómica al pasar parte de los antiguos propietarios a ser jornaleros. Hoy estamos de nuevo en unas dinámicas donde los ricos acumulan más riqueza, hay unas mejoras cualitativas y cuantitativas objetivas en la economía, pero los pobres están cada vez más jodidos, de ahí que el análisis sobre si la economía está mejor o peor que hace unas décadas no sea fácil de hacer porque de nuevo la pregunta es a quién beneficia el qué. Y con esto, El Veredicto termina.
Avance y outro
Por fin termina este larguísimo episodio barra documental sobre la economía de al-Ándalus en época omeya y de taifas. ¿Te ha gustado? Pues entonces dale a me gusta, comenta, compártelo, y suscríbete al canal de YouTube y dos podcasts La Historia de España – Memorias Hispánicas si no me sigues ya. ¿Que encima crees que este contenido es tan tan bueno que merezco que me den algo? Pues entonces prepara la cartera y ve a la página web lahistoriaespana.com y haz una donación única o bien conviértete en mecenas con una suscripción mensual en iVoox o en patreon.com/lahistoriaespana para obtener ventajas exclusivas como accesos anticipados a los episodios. Este ha sido realmente un episodio masivo que es como varios episodios juntos y ha requerido de toda mi energía y atención, tengo además algunos proyectos que empezar en septiembre, o sea que lo más seguro es que saque con retraso o incluso con un mes de retraso el siguiente episodio dedicado al sector secundario y terciario de la economía de al-Ándalus y a la esclavitud, tendrás que tener un poco de paciencia. En todo caso, muchas gracias por haber llegado hasta aquí, ¡y hasta la próxima!
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