Este es el episodio 8 llamado Alto Imperio y romanización de Hispania y en este episodio aprenderás:
- El Principado, el régimen político del Alto Imperio
- ¿Qué es la romanización?
- Consecuencias de la romanización
- Causas de la romanización
- El edicto de Latinidad de Vespasiano
- Trajano y Adriano, los emperadores romanos de Hispania
- El Imperio romano a la defensiva
- El Veredicto: La nada excepcional romanización
- Avance y outro
- Fuentes
El Principado, el régimen político del Alto Imperio
La historia del Imperio romano se divide en dos bloques, el Alto Imperio o Principado entre el 27 a. C. con la proclamación de Augusto y el 235 con el estallido de la crisis del siglo III, y el Bajo Imperio o Dominado iniciado en el 284 al subir al trono Diocleciano. El Principado instaurado por Octavio Augusto se caracterizó por ser un régimen político en el que el emperador gobernó de manera autocrática, abandonando el gobierno de tipo oligárquico de la aristocracia senatorial de antes de las últimas décadas de crisis de la República romana. Aun así, se mantuvo la fachada de la continuidad de la forma de gobierno republicana y el Senado siguió teniendo peso político. Por eso el emperador era considerado un princeps o primus inter pares, el primer ciudadano entre iguales, un personaje notable que gozaba del liderazgo político y militar por sus virtudes.
El emperador mantuvo unos poderes militares extraordinarios sobre aquellas provincias consideradas no pacificadas y que contaban con legiones de forma estable, mientras que hubo provincias senatoriales sobre las que el Senado tenía la capacidad de designar su gobernador y el emperador no mandaba a sus gobernadores una lista de instrucciones, como sí hacía con las provincias imperiales. Este reparto de provincias imperiales y senatoriales fue un compromiso político entre el Senado y el emperador para mantener un equilibrio entre tendencias republicanas y monárquicas de gobierno, aunque en la práctica el compromiso estaba muy a favor del emperador, porque incluso en provincias senatoriales podía nombrar a numerosos funcionarios y el emperador podía emitir leyes que afectasen a todo el imperio.
Hispania tras su conquista completa quedó dividida en tres provincias, Tarraconense que ocupaba todo el este, norte y centro peninsular, Lusitania que ocupaba el oeste, y la Bética al sur, considerada una provincia plenamente pacificada y que seguía los modos de vida romanos y por eso fue una provincia senatorial. Para la administración militar y civil del vasto Imperio romano Augusto y sus sucesores altoimperiales contaron con senadores y el orden ecuestre, los estamentos privilegiados de la sociedad romana republicana y altoimperial, además de libertos. Se fomentó el culto al emperador, dándole un aire de divinidad, pero se mantuvo el respeto a creencias religiosas diversas siempre y cuando no supusieran una amenaza ideológica para el Imperio.
El sistema de sucesión del Principado funcionaba generalmente por adopción o designación del emperador anterior, aunque a veces el sucesor no formase parte de su familia biológica, o también accedían al poder mediante complots palaciegos o golpes de estado militares, mientras que la sucesión hereditaria de padre a hijo típica de monarquías posteriores no fue habitual. Augusto inauguró un período de relativa paz y prosperidad por la supremacía política de los romanos en el mundo Mediterráneo, y las fronteras se estabilizaron sin muchas nuevas conquistas durante el período altoimperial, a excepción de las islas británicas y Dacia, actual Rumanía.
¿Qué es la romanización?
La romanización era vista hasta hace unas décadas como una gran obra civilizatoria, algo positivo y señal de la adopción de una cultura superior por parte de los indígenas hispanos en este caso. Este relato no es inocente y era el mismo usado para justificaron los imperialismos y colonialismos europeos. En realidad, la romanización fue un largo proceso de cambio cultural que no fue ni planeado por el estado romano como si hubiera una erradicación consciente y sistemática de las culturas indígenas, ni consistió en que los pueblos prerromanos abandonasen su cultura y asimilasen de forma pasiva la cultura y modos de vida romanos sin más. La romanización fue un fenómeno espontáneo, gradual, y heterogéneo que resultó de la interacción de la cultura romana y las nativas.
El qué significaba ser romano variaba según el tiempo y el espacio geográfico, y también de otras variables como religión, lengua, estatus jurídico y económico, o vínculo o falta de este con la administración romana. La romanidad no se vivía igual en una gran ciudad de herencia fenicia como Cádiz que en una aldea perdida del norte peninsular, igual que ser español se vive y entiende de formas distintas. La romanidad se manifestaba en su lengua, cultura material, urbanismo, leyes y administración, o formas de organización socioeconómica. Sería erróneo describir la romanización como una hibridación cultural, porque eso se aplica a un mestizaje cultural resultado de una interacción en un plano de igualdad, como fue el caso de las culturales del sudoeste peninsular y los fenicios, que dio lugar a la cultura tartésica.
No se ha estudiado qué cambios culturales pudieron experimentar los inmigrantes itálicos en Hispania, pero a priori se descarta que los conquistadores o colonos itálicos experimentasen un cambio cultural significativo. Por lo tanto, la romanización debería ser entendida como una aculturación o criollización donde los elementos romanos en su cultura o estructuras socioeconómicas terminaron por ser predominantes, pero con algunas particularidades regionales fruto del sustrato indígena de cada región hispana. Como vimos en el episodio 7 Conquista romana de Hispania, la conquista fue un proceso largo que tardó dos siglos en completarse, así que hubo una romanización a distintas velocidades, aunque los mayores cambios culturales, sociales y económicos en la Hispania romana ocurrieron en los siglos I antes y después de Cristo.
La conquista cartaginesa impulsada por la familia Barca irónicamente allanó el camino a la romanización, porque los púnicos iniciaron una organización urbana y territorial de corte helenístico de pocas pero grandes ciudades monumentalizadas y sociedades oligárquicas y cívicas, además de una explotación económica que los romanos tomarían por testigo y aprovecharían. También incluso antes de la conquista cartaginesa el antiguo territorio tartésico y el ibero estuvieron muy abiertos a los contactos e influencias extranjeras con los fenicios y griegos, por eso la romanización fue más sencilla e intensa en el sur y este peninsular y porque además al contar con tierras más fértiles y minas importantes atrajeron muchos colonos itálicos. Sin embargo, tampoco es que fuera todo automático, aun en el siglo I d. C. se observan producciones cerámicas, rituales religiosos y patrones en la dieta propios de época prerromana en la Turdetania, el sudoeste peninsular, y aun se conservaban rasgos culturales fenicios e indígenas.
Que existieran continuidades culturales no debe considerarse un fracaso en la integración romana de Hispania, ya que es algo común en procesos de aculturación o criollización cultural. En la otra cara de la moneda, vemos que en el siglo I a. C. los turdetanos incorporaron nuevas vajillas que reflejan la influencia itálica. Si antes de época romana les bastaba tener ollas, morteros y lebrillos porque tenían una gastronomía poco diversificada que básicamente consistía en consumir cereales, al estar en marcha la romanización incorporaron cazuelas, platos y sartenes. Estos son buenos ejemplos de cómo la romanización fue gradual y con elementos prerromanos que pervivieron adoptando formas de apariencia romana. Mientras tanto, en la Meseta la romanización tardó más porque se incorporó más tarde y era un territorio menos rico en recursos naturales, y no se deja de hablar de formas de organización social indígena hasta el siglo II, y esa romanidad se manifestaba más en forma de villas romanas que no en forma de ciudades.
Galicia y las regiones mineras de León y Astorga se romanizaron sin mucha tardanza después de la conquista romana debido al interés del Imperio romano en explotar sus minas y por la presencia de militares romanos. En cambio, la cordillera Cantábrica y las partes más montañosas y boscosas de Vasconia conservaron durante toda la época altoimperial algunos elementos prerromanos y ahí la romanidad se vivía de forma distinta porque no existía ninguna gran ciudad, la presencia de itálicos fue más reducida y las comunicaciones terrestres y marítimas no estaban muy desarrolladas. En el norte siguió habiendo castros en época altoimperial, por mucho que los romanos forzasen a muchos nativos a abandonar sus castros fortificados y asentarse en los valles, y el protoeuskera no desapareció pese al dominio político romano.
Consecuencias de la romanización
¿Qué cosas cambiaron con la romanización? Pues la verdad es que un montón, incluyendo la estratificación social, lengua, religión, costumbres, cultura material, tecnología, ley y urbanismo. Empecemos con el idioma. El latín se convirtió en la lengua franca del Imperio romano, y fue adoptado primero por las clases altas de Hispania para comunicarse con los militares y administradores romanos. Muchos nativos de la élite enviaron a sus hijos a Roma para aprender latín y conocer gente influyente, así que aprendían latín porque les convenía para consolidar y mejorar su posición social. Los pobres no recibían una educación formal, pero el latín se extendió poco a poco a los estratos sociales más bajos. Esta latinización no fue homogénea ni en tiempo ni en espacio, pero para el siglo II d. C. la mayor parte de lenguas nativas habían desaparecido, con la honrosa excepción del euskera arcaico.
El latín no se hablaba de la misma forma en todos los rincones de un imperio tan extenso como el romano. Los dialectos hablados del latín en Hispania fueron diversos por influencia de las múltiples lenguas prerromanas, y eso tuvo una influencia decisiva en el desarrollo posterior de lenguas romances claramente diferenciadas. En cuanto a la onomástica, la adopción de nombres y el sistema de apellidos romano, también para el siglo II la mayoría de los nombres prerromanos desaparecieron. También adoptaron otras costumbres y gustos romanos, como la vestimenta, la socialización en baños, las peleas de gladiadores, las obras de teatro, o la dieta mediterránea basada en cereales y el consumo de vino y aceite de oliva. La romanización se manifestó en la completa transformación de las diversas estructuras sociales y políticas prerromanas por la jerarquía social romana.
En términos de obras de ingeniería y urbanismo es donde es más visual la romanización. Durante el período romano se extendieron los sistemas de regadío, construyeron calzadas pavimentadas, así como numerosos anfiteatros, puentes y acueductos que siguen maravillando hoy en día. Los romanos fundaron ciudades como Córdoba, Tarragona, Valencia, Palma de Mallorca, Pamplona, Mérida, Zaragoza o Barcelona. Hay que señalar que cuando hablamos de fundación de una ciudad, en época romana o en posteriores, muchas veces nos referimos a que se refunda o se organiza un asentamiento nativo acorde con unos cánones urbanísticos determinados y la nueva ciudad ejerce algún tipo de rol administrativo, pero no significa que ahí antes no hubiera un poblado. Es interesante observar que algunos pueblos exclusivamente nativos con el tiempo imitaron el urbanismo romano para parecer más romanos y mejorar su prestigio, esta es otra dinámica típica de muchos fenómenos de aculturación.
Cuanto más se integró económicamente Hispania en la República e Imperio romano, más se difundió en Hispania la moneda romana, sus unidades de medida, o sus técnicas agrícolas y mineras avanzadas. Jurídicamente la extensión del derecho romano o el inferior derecho latino se dilató mucho en el tiempo para generalizarse por toda Hispania, y básicamente no ocurrió hasta finales del período del Alto Imperio. Las más altas esferas romanas recelaban de conceder las leyes romanas o latinas a territorios fuera de Italia porque eso daba una serie de privilegios, y durante la mayor parte del período altoimperial la mayoría de los habitantes de Hispania siguieron siendo considerados peregrinos, jurídicamente extranjeros y sin derechos de ciudadanía romanos.
Finalmente, en cuanto a religión coexistieron prácticas religiosas diversas durante el Alto Imperio. La religión politeísta romana penetró con bastante intensidad en Hispania para finales del período republicano, cuyas deidades más importantes forman parte de la llamada tríada capitolina compuesta por Júpiter, el dios de los dioses que representaba el poder y autoridad, Juno, esposa de Júpiter y diosa de la maternidad y de la vida, y Minerva, diosa de la sabiduría, el arte y la guerra. Se produjo un sincretismo religioso con numerosas deidades locales nativas, fenicias o griegas, que se cambiaron por romanas, pero también siguieron existiendo creencias religiosas indígenas. El culto al emperador no tardó en adoptarse, facilitado por la institución social ibera y celta de la devotio.
Por los movimientos de tropas, migraciones civiles y comercio también se difundieron en Hispania creencias orientales de algunas deidades sirias, egipcias o persas y existieron comunidades judías, mientras que no hay evidencias de una difusión del cristianismo en Hispania hasta el siglo III. Y ahora, antes de pasar a la siguiente sección, te recuerdo que si te está gustando el episodio y eres nuevo puedes suscribirte al canal o los dos pódcasts La Historia de España – Memorias Hispánicas para más contenido sobre la historia de España, y si aprecias mi trabajo puedes ir a patreon.com/lahistoriaespana y ayudarme monetariamente a cambio de algunos beneficios exclusivos. Y también te planteo una pregunta secreta para ver si estás atento, ¿crees que el Imperio romano está visto con demasiados buenos ojos? Espero tu respuesta en los comentarios.
Causas de la romanización
Ya hemos visto las consecuencias visibles que tienen que ver la romanización. ¿Pero cuáles fueron los elementos clave que causaron esta transformación de los modos de vida prerromanos? El primer factor clave es la constante presencia de soldados romanos e itálicos. Había entre 20 y 25.000 soldados estacionados permanentemente en Hispania hasta finales del siglo I d. C., y si había una campaña liderada por el cónsul se podían duplicar o triplicar estas cifras. Muchos campamentos militares se convirtieron más tarde en asentamientos urbanos permanentes, como ocurrió en León, Astorga, Tarragona o el barrio romano de Ampurias. La importancia de los soldados en el proceso de romanización no fue tanto durante su servicio, que también, sino después de que los soldados terminaran sus obligaciones militares, ya que muchos recibieron o pudieron comprar tierras y se casaron con mujeres nativas.
Además, el ejército romano se encargaba de construir calzadas y puentes que eran claves para mejorar las comunicaciones y mantener el imperio unido, y también fomentaban la exposición de comunidades más aisladas a la cultura romana. Se puede decir que el papel del ejército en la romanización de Hispania tenía dos facetas, porque los soldados y veteranos romanos e itálicos se establecieron en Hispania y los soldados nativos hispanos aprendieron las costumbres romanas cuando se unieron al ejército. Cuando los nativos hispanos regresaban a su tierra natal, lo hacían conociendo las costumbres romanas y ellos, a su vez, se convertían en agentes romanizadores de sus comunidades.
Los nativos no se integraron en las filas del ejército romano de la noche a la mañana, de hecho durante la mayor parte del período republicano los nativos sirvieron como auxiliares temporales y lucharon usando sus propias armas y tácticas. Pero más tarde se integraron progresivamente en el ejército romano regular, ya que los soldados itálicos empezaron a servir en las legiones y alguien tenía que llenar el vacío dejado por los auxiliares itálicos permanentes. Ahí estaban los hispanos para ser auxiliares permanentes, e incluso antes del Alto Imperio ya había una legión romana formada enteramente por hispanos. Hispania fue una tierra de oportunidades para enriquecerse o simplemente para salir de la pobreza para muchos itálicos por la crisis social ocurrida a finales de la República y que comenté en el episodio anterior.
La colonización itálica del siglo II a. C. fue bastante desorganizada e involucró itálicos sobre todo sin ciudadanía romana, y muchos vivieron en poblados indígenas que pagaban tributo a Roma. Esta inmigración itálica hay que vincularla al servicio de la administración civil y militar o a la búsqueda de un enriquecimiento personal, siendo la minería el sector que más atrajo las primeras oleadas migratorias de civiles itálicos. Su presencia fue especialmente intensa en la Turdetania y en Cartagena por sus recursos minerales y tierras agrícolas. En el período republicano de la conquista hubo asentamientos de itálicos encauzados por los gobernadores provinciales, por ejemplo Itálica, en el término municipal de Santiponce, Sevilla, fue fundada junto al núcleo turdetano preexistente en el 206 a. C. tras la victoria romana en la batalla de Ilipa.
Este asentamiento siguió siendo durante bastantes años una ciudad turdetana con una importante comunidad itálica, unos 3.000 itálicos se le estiman, y jugó un papel político y económico importante por su control sobre las minas del sudoeste. En la ciudad fenicio-púnica de Carteia, en la bahía de Algeciras, muchos soldados y veteranos se asentaron tras la segunda guerra púnica y se produjeron muchos matrimonios mixtos con mujeres turdetanas y fenicias. Por este motivo los soldados enviaron una delegación para pedir que sus hijos fueran considerados romanos, no se les concedió esto, pero sí que Carteia fue reconocida como la primera colonia de derecho latino fuera de Italia. Hay que entender que los derechos de ciudadanía romana eran algo muy codiciado para mejorar las perspectivas económicas y sociales, y durante la época republicana la forma más común para los provinciales de acceder a ella era a través del ejercicio de magistraturas locales, para lo que se necesitaba un buen monto de dinero.
En este contexto, Pompeyo y Julio César otorgaron derechos de ciudadanía latina y romana de forma indiscriminada a sus clientes hispanos para recompensar su apoyo político y militar, como parte de sus medidas para pasar de una forma oligárquica de gobierno a una autocrática. Julio César concedió la ciudadanía romana a todos los ciudadanos de Cádiz y la elevó a municipio de derecho romano en el 49 a. C., por la estrecha colaboración de la familia fenicia de los Cornelio Balbo por su apoyo político y militar a nivel naval. Esto supuso el abandono de las instituciones y leyes de herencia fenicio-púnica, aunque a nivel identitario los ciudadanos de Cádiz siguieron reivindicando su herencia fenicia con orgullo. Del lado opuesto, César castigó a ciudades e individuos que apoyaron al bando pompeyano con fuertes cargas impositivas y confiscaciones que incluían ceder parte de sus tierras para colonos cesarianos, por eso la fundación de colonias fue más común en Hispania Ulterior porque sus ciudades habían apoyado más al bando pompeyano.
Fueron Julio César y Octavio Augusto quienes organizaron e intensificaron la colonización itálica con colonos civiles de la clase proletaria pobre de Roma como de soldados veteranos desmovilizados al terminar las guerras civiles, para atajar así los problemas socioeconómicos de las clases desfavorecidas de Italia. Fundaron nuevas ciudades, la unidad administrativa básica del Imperio romano, y hay que entender que la distribución espacial, las calles y los edificios destacables de una ciudad reflejan un orden social y una cultura determinadas, así que las ciudades también eran agentes de romanización. Además de una gran migración y asentamiento de itálicos en Hispania, que tuvo una gran incidencia en la romanización, Julio César y Augusto llevaron a cabo una municipalización de numerosas ciudades hispanas de herencia indígena, fenicia o griega, es decir, estas ciudades pasaron a adoptar el derecho romano o latino y adoptaron las formas de gobierno municipal romanas.
Esta política de elevar numerosas ciudades a la categoría de municipio romano o latino tenía varias finalidades. Por un lado, avanzar en la integración política de Hispania en la órbita romana y recompensar la lealtad de ciudades, élites indígenas, y soldados hispanos. Y por el otro, hay que tener en cuenta que la municipalización no trataba de extender esta categoría a todas las ciudades hispanas, sino que con unas pocas ciudades privilegiadas querían dominar y explotar los territorios bajo el imperio de Roma, en el mismo régimen de desigualdad que hasta entonces pero con una base de población más amplia necesaria para sostener el gran imperio que se había creado. La administración romana era un elemento romanizador en sí mismo, porque los gobiernos provinciales unificaron las diversas formas prerromanas de organización política, social y económica de Hispania.
Desde la perspectiva de los nativos, las élites locales se enfrentaron a un dilema al entrar en contacto con los romanos: podían o bien colaborar con ellos o bien oponerse por las armas. Los que se opusieron a Roma murieron o perdieron su posición social privilegiada, mientras que los que colaboraron con la potencia romana preservaron o mejorar su posición social dentro de su comunidad. A veces hubo indígenas que se levantaron contra sus élites colaboracionistas porque se vieron beneficiados con concesiones de tierras a los que otros menos favorecidos no podían acceder. Con esto quiero decir que como en cualquier conquista siempre digamos que hay quienes colaboran y quienes se oponen, no es un simple conquistadores vs conquistados y ya está. Pero al final terminaron por imponerse las élites hispanas de las que tanto dependieron los romanos para sostener su dominio sobre Hispania durante el período republicano. Estas élites indígenas imitaron el modo de vida de los romanos para mejorar su prestigio y oportunidades, así como sus privilegios económicos y sociales, y así personajes notables hispanos se convirtieron también en agentes de la romanización.
El edicto de Latinidad de Vespasiano
Siguiendo con la historia política, la dinastía Julio-Claudia de Augusto impulsó la integración política y desarrollo económico de Hispania, y tras un período de guerra civil fueron sustituidos por la dinastía Flavia de Vespasiano en el año 69 d. C. Vespasiano hizo una revisión catastral en todo el imperio para mejorar las finanzas públicas y revocó muchas concesiones de explotación privada de las minas para que las explotase solo el estado. El buen estado de las finanzas públicas permitió invertir en obras públicas, y muchos puentes romanos, anfiteatros, templos y foros en Hispania fueron construidos bajo la dinastía Flavia, así como ciudades en el noroeste peninsular que hasta entonces apenas había tenido.
Vespasiano hizo una purga en el senado para introducir nuevos hombres de las burguesías itálicas y de las élites provinciales que le fueran más leales. Es bajo la dinastía Flavia de Vespasiano cuando el número de romanos de origen hispano fueron en aumento en la administración imperial, hasta formar un cohesionado partido hispano que fue creciendo en influencia política hasta perder su cohesión con el emperador Adriano. Y es que Hispania floreció bajo la dinastía Flavia, y una de las decisiones más importantes de Vespasiano fue el edicto de Latinidad. Por desgracia, tenemos información escueta sobre este edicto y eso ha generado polémica historiográfica, porque no hay consenso en si afectó a toda Hispania y en si este edicto otorgaba el derecho latino a las ciudades hispanas o a todos los habitantes de Hispania a título personal, lo que hubiera sido una medida de mucho calado porque hubiera afectado también a toda la población rural y a la menos romanizada.
Parece más probable por las cartas municipales que se conservan que el edicto de Latinidad otorgó a las ciudades hispanas la posibilidad de acogerse al derecho latino, y esto también facilitaba que miembros de sus élites pudiesen conseguir la ciudadanía romana. Si esta interpretación es correcta, la mayoría de población hispana siguió teniendo la categoría jurídica de peregrinos, es decir, extranjeros carentes de derechos de ciudadanía romana y sin regirse por el derecho latino tampoco. Vespasiano promulgó el edicto de Latinidad porque Hispania le ayudó a alcanzar su posición de emperador, Hispania estaba bastante romanizada y pacificada, y la extensión del derecho latino facilitaba el reclutamiento de hispanos y su papel más activo en la administración del imperio.
Trajano y Adriano, los emperadores romanos de Hispania
En el año 96 perdió el poder la dinastía Flavia por su choque con la clase senatorial al mostrar cada vez más deseos de construir una dinastía hereditaria y divinizada, y eso dio lugar a la fijación del principio adoptivo del heredero con la conocida como dinastía Antonina. Como ya he comentado, bajo la dinastía Flavia surgió una poderosa facción de senadores, militares y funcionarios civiles que promovieron dos emperadores nacidos en Hispania, Trajano y Adriano. Fueron los primeros emperadores romanos nacidos fuera de Italia, pero ambos tenían ascendencia romana, y remarco esto porque algunos nacionalistas han hablado de ellos como si fueran emperadores españoles, lo cual es una barbaridad histórica, o dando a entender que tenían también ascendencia nativa hispana y esto no es así.
Trajano fue elegido por ser un militar popular en el ejército, y como gobernante asumió los ideales estoicos de austeridad, bondad, meritocracia, respeto, autoridad, e impasibilidad ante la adversidad. Aplicó políticas de bienestar social, promovió un amplio programa de obras públicas en todo el Imperio, y expandió territorialmente el Imperio a su máximo histórico con la conquista de Dacia y sus campañas en Mesopotamia, el Sinaí y el norte de Arabia. Hispania se benefició de su programa de obras públicas, ya que Trajano ordenó la expansión de las ciudades, la construcción de puentes y anfiteatros, y la reparación y ampliación de las calzadas romanas, con especial atención a la desatendida región de Lusitania.
Algunos sectores de la oligarquía romana criticaron a Trajano por su especial trato de favor a los hispanorromanos en la burocracia y el ejército, pero por sus logros Trajano se considera que igualó o incluso superó la grandeza de Augusto y por eso se le llamó Optimus Princeps, el mejor de entre los príncipes o primeros ciudadanos. Su sucesor Adriano adoptó una política de consolidación de las conquistas y establecimiento de fronteras defendibles, como lo ejemplifica el muro de Adriano en Britania, pero también la retirada de las tropas romanas de la recién conquistada Mesopotamia. Adriano continuó las políticas de bienestar social y de obras públicas de su predecesor, y el emperador de Hispania viajó por todo el Imperio romano para conocer los problemas que tenía el Imperio y para resolverlos personalmente, un emperador muy campechano como puedes ver.
Por ejemplo, reunió en Tarragona una asamblea con representantes de toda Hispania y les pidió que contribuyeran con un número importante de soldados para resolver los problemas de Britania y Mauritania. Su propuesta fue recibida con una feroz resistencia al principio, pero Adriano y los representantes finalmente llegaron a un acuerdo. Adriano confió en un principio en los hispanorromanos para puestos administrativos clave y para ocupar las filas del ejército, pero eso fue cambiando con el paso de los años y fue incorporando a gente de otros rincones del Imperio. A modo de resumen, los gobiernos de Trajano y Adriano son recordados por su prosperidad, justicia y relativa paz, además de por ser el punto álgido y de máximo poder de Roma.
El Imperio romano a la defensiva
Al finalizar las acciones de depredación de los pueblos vecinos con el emperador Trajano y pasar el Imperio romano a la defensiva y a vivir de sus recursos, la economía romana fue poco a poco perdiendo dinamismo mientras que había una burocracia y ejércitos grandes que mantener. Muchas ciudades habían crecido por las acciones evergetas de unas élites locales que mediante obras caritativas y la financiación de obras constructivas ganaban cargos públicos en su ciudad y conseguían beneficios económicos y políticos por ello, pero este crecimiento artificial fue insostenible y muchas ciudades estaban endeudadas hasta las trancas. Muchos ricos abandonaron sus cargos municipales y residencias urbanas para trasladarse a fincas rústicas y huir así de la creciente presión fiscal, y eso a su vez agravaba los problemas económicos de las ciudades.
Estas tendencias subyacentes que ya empiezan antes de terminar el siglo II provocarían una crisis política y económica que transformaría por completo el Imperio romano en el siglo siguiente. Hispania ya empezó a mostrar señales de declive económico antes que muchas otras partes del Imperio, ya que se observa una disminución de la producción minera y olivarera ya durante el reinado de Antonino Pío, sucesor de Adriano que gobernó entre los años 138 y 161. El reinado de Antonino Pío estuvo marcado por la paz, la buena administración ya que dejó un gran superávit en la tesorería, y también por la ampliación del acceso al agua potable y las obras constructivas en regiones como la Galia. Con los emperadores Marco Antonio y Cómodo la supremacía romana empezó a tambalearse por las incursiones militares de germanos en la frontera norte y de tribus bereberes en el Magreb.
Pero sobre todo el Imperio romano entró en problemas por la peste antonina que diezmó a la población matando a en torno al 10% de la población total del Imperio romano, siendo este porcentaje muy probablemente mayor en ciudades por la concentración de población. Con Cómodo terminó la dinastía Antonina, y la dinastía Severa finalmente tomó el poder a finales del siglo II. Los Severos sembraron las semillas de una gran crisis económica, pues incrementaron exponencialmente los salarios de los soldados, pero como el estado no podía pagar por ello decidieron devaluar la moneda romana, una receta siempre catastrófica, como se ha visto recientemente en Zimbabue o en la Venezuela bolivariana. Para sorpresa de nadie, esto generó una alta inflación, desconfianza en el sistema monetario romano, y en general un desastre económico.
Hispania sufrió más que otras regiones, ya que los terratenientes estaban optando por invertir más en otras regiones como la actual Túnez, y la sociedad hispanorromana se desmilitarizó al llevar tiempo pacificada y lejos de zonas de conflicto, por lo que el reclutamiento de soldados de Hispania disminuyó masivamente como había ocurrido ya antes en Italia. El infame emperador Caracalla concedió entonces la ciudadanía romana a todas las gentes libres del Imperio romano, no como un acto de altruismo sino para freírles más a impuestos y tener más hombres disponibles para servir en el ejército. Con esta ley, la ciudadanía romana dejó de ser algo de valor y de lo que enorgullecerse, porque todo el mundo la tenía, y para los que no la tenían vieron que ahora tenían que pagar más impuestos, así que no se pusieron tampoco muy contentos.
Alejandro Severo se convirtió en el último de la dinastía Severa, y su reinado estuvo marcado por el emergente Imperio sasánida en el este y las confederaciones germánicas amenazando el poder romano. Lo que fue fatídico para Alejandro Severo fue la descomposición de la disciplina militar y las continuas conspiraciones dentro del ejército, pues finalmente el último de los Severos fue asesinado por amotinados en Germania en el año 235, terminando así con el régimen político del Principado instaurado por Augusto y comenzando la larga crisis del siglo III que casi acabó con el Imperio romano.
El Veredicto: La nada excepcional romanización
En El Veredicto de hoy quiero decir que la romanización no es un fenómeno cultural excepcional en absoluto. En realidad, han existido y existen muchas formas de transformación cultural acabadas con -zación. Arabización, como veremos en al-Ándalus, hispanización, como veremos en América, rusificación o uzbekización incluso y esto no es un meme. Pero esto es lo que sucede con las culturas, se pueden transmitir de una manera más pacífica y como un acto voluntario del receptor, pueden mezclarse dos culturas en un plano de igualdad, o a veces las culturas se pueden imponer erradicando la cultura sometida, pero lo que es común es que los estados traten de expandir sus fronteras, su riqueza y por supuesto su cultura. Aun así, como veremos en muchos otros episodios, la transmisión cultural rara vez es totalmente unidireccional, y del contacto entre dos culturas ambas sociedades en contacto cambian. Y con eso, El Veredicto termina.
Avance y outro
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Fuentes
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