Este es el episodio 48 llamado Sociedad, poder y economía del Reino asturleonés. Parte 1 y en este episodio aprenderás:
La sociedad del Reino asturleonés
Primero de todo, para los que solo sigan el pódcast de La Historia de España, quizás se habrán pensado que lo había dejado porque he estado unos meses sin nuevos episodios de la serie principal, pero no ha sido así. De hecho, he estado muy ocupado tanto con contenido para Memorias Hispánicas como rehaciendo episodios para la serie cronológica. Al tiempo de grabar esto he rehecho hasta el episodio 20 y voy a seguir hasta el 30 y pico durante el resto del año. Sobre todo los primeros diez episodios aproveché para rehacerlos prácticamente de cero porque merecían una mejor calidad de investigación, y el resto merecen mejor calidad de audio sobre todo, así que te recomiendo escucharlos de nuevo si llevas tiempo siguiéndome. Dejando eso de lado, hablemos del Reino asturleonés.
Cuando hablo de Reino asturleonés abarco los períodos de los años 720, cuando surgió un núcleo político independiente astur, hasta el 1037 con la muerte de Bermudo III, último rey de la dinastía asturleonesa. Sobre cómo era la sociedad del Reino asturleonés, vale la pena remarcar que muchas cosas que comenté en el episodio 29 La época de Carlomagno. Parte 2 aplicado al Imperio carolingio se pueden aplicar al Reino asturleonés. O, dicho de otro modo, el norte peninsular cristiano seguía unas tendencias que se producían en el resto de la Europa cristiana, por supuesto con sus propias particularidades, sobre todo a nivel regional y comarcal porque el Reino asturleonés era diverso.
¿Qué tendencias existían en la Alta Edad Media a nivel europeo cristiano? Pues yo creo que lo principal es entender que la Alta Edad Media era un mundo fluido lleno de oportunidades, era un lienzo en blanco donde el futuro aún estaba por escribir. Con esta cursilada quiero decir que no estaba extendido aún sobre todo el territorio el modelo de unos señoríos laicos y eclesiásticos en los que la mayoría de los campesinos no eran propietarios de tierras, tenían una libertad limitada y debían pagar rentas a un señor con jurisdicción sobre un territorio. Esta imagen preconcebida que se tiene cuando se habla de la Edad Media se corresponde en realidad con la Plena y Baja Edad Media, no con la Alta Edad Media. En el período que nos concierne había mucha más movilidad social, no existían aún unos linajes muy consolidados, y era un mundo de pequeños y medianos campesinos propietarios.
Por supuesto que existían desigualdades, existían siervos y esclavos, existían unas élites laicas e instituciones eclesiásticas con autoridad y muchas propiedades, pero aún no era un mundo dominado por el modelo de señores y siervos que es en el que se piensa al hablar de Edad Media y de feudalismo. A nivel europeo y peninsular la tendencia era que las desigualdades sociales se hicieran mayores al reproducirse las jerarquías de señores y siervos y relaciones de subordinación y dependencia, que cada vez hubiera menos oportunidades para ascender socialmente, y que se consolidara la autoridad de algunas familias e instituciones eclesiásticas, mientras que algunas élites laicas quedaron relegadas a una posición intermedia subordinada a grandes linajes o instituciones eclesiásticas. Es decir, en el año 900 había más oportunidades para pasar de ser poca cosa a alguien cercano al rey o más oportunidades para acumular propiedades, que no en el año 1000, y aún menos habría en el año 1100 o 1200. Este aumento de las desigualdades también ocurrió en al-Ándalus, como vimos en el monumental episodio 45 Economía de al-Ándalus. Riqueza, poder y sector primario.
La sociedad asturleonesa era una sociedad agraria y de órdenes sociales, donde lo importante era cuántas tierras y ganado uno tenía, cuántos siervos campesinos dependientes, y sobre todo qué autoridad y estatus social se tenía. La distinción social fundamental radicaba en ser libre o no libre, es decir, en estar sometido o no a relaciones de dependencia. Los órdenes sociales estaban reconocidos por la legalidad y venían dados por nacimiento o por el desempeño de determinados cargos laicos y eclesiásticos. Por poner ejemplos, uno nacía siervo si nacía de padres siervos, y un propietario de tierras podía ganar un estatus social y legal superior si obtenía un cargo reconocido por la corte asturleonesa, por ejemplo el de conde. Lo que comenté sobre la estratificación social del Reino visigodo en el episodio 15 La Spania bizantina y sociedad visigoda se puede seguir aplicando en gran medida en el Reino asturleonés, ya que además seguían empleando su marco jurídico.
La sociedad del Reino asturleonés se articulaba horizontalmente con lazos familiares y de vecindad donde primaba la reciprocidad y ayuda mutua para sobrevivir, y verticalmente con relaciones de patronazgo y clientela, que fueron extendiéndose según avanzó la Alta Edad Media. Por el derrumbamiento del Imperio romano y luego por la conquista musulmana, hubo una fragmentación política y económica muy acusada en los siglos VIII y IX. Esto implicaba que el radio de acción y movimiento de las personas y bienes estaba muy limitado a una escala local y supralocal, y fue sobre todo a partir del siglo X que se tendió a una mayor integración política y económica en el Reino asturleonés. Esta fragmentación también se reflejaba en la estructura de la propiedad, porque la norma era que las personas tuvieran propiedades dispersas, no que concentrasen sus tierras en un único punto ni que alguien fuera propietario de toda una aldea y varias aldeas.
Y otro elemento que ya expliqué en el episodio 37 El reinado de Alfonso III de Asturias, pero que vale la pena recordar aquí, es que en torno al año 900 empezó el período cálido altomedieval, que terminó con el período frío altomedieval caracterizado por temperaturas más bajas, sequías más frecuentes y suelos más áridos. De hecho, el período cálido altomedieval pudo haber empezado en el norte peninsular en torno al año 850, y la subida de temperaturas permitió que cultivos mediterráneos se hicieran más populares en el norte peninsular. El período cálido altomedieval inició un período de expansión agraria y demográfica en toda Europa que duró hasta mediados del siglo XIV, interrumpiéndose el crecimiento por la peste negra y un nuevo cambio climático. Por tanto, el Reino asturleonés experimentó un crecimiento económico y demográfico gradual porque se intensificó la explotación del medio ambiente, ampliando tierras arables tras deforestar bosques o explotando más intensamente los pastos, con el coste de unos suelos más erosionados.
La articulación del poder político en el Reino asturleonés
¿Qué clase de entidad política era el Reino asturleonés? Esta es una de las grandes cuestiones para entender de verdad cómo operaba el reino. Más que una estructura administrativa como concebiríamos un estado moderno, el Reino asturleonés debe ser concebido como un marco sobre el que se desarrollaban relaciones sociopolíticas fluidas y complejas. De manera más acusada que en el Imperio carolingio y sus estados sucesores, el poder político en el Reino asturleonés era bastante informal y no estaba muy institucionalizado, y en cambio la sociedad se regía por relaciones de patronazgo y clientela y unos equilibrios siempre inestables entre las fuerzas sociopolíticas, como ha analizado bien el historiador Álvaro Carvajal.
Tal y como define Bob Jessop al estado, el ejercicio del poder era relacional, es decir, las relaciones personales y de parentesco, los consensos y las redes clientelares eran determinantes para la gobernanza del reino y para transformar el marco institucional, más que unas instituciones y un sistema fiscal potente como era propio de estados sofisticados y centralizados como el Imperio bizantino o el Califato de Córdoba. Hay que recordar que, por lo general, el Reino asturleonés se expandió territorialmente negociando y colaborando con élites locales preexistentes, para que el rey y esas élites locales reforzasen su poder mutuamente. Esto se observa en Álava y Castilla, donde sus élites tenían un radio de influencia muy limitado antes de colaborar con la monarquía; en Galicia, cuyas élites terminaron por apreciar la ayuda militar y la difusión del orden social señorial que proporcionaba el marco de la monarquía astur, o en el espacio leonés, en el cual el poder astur se asentó en buena parte por la colaboración con jefaturas de élites meseteñas que ya eran capaces de extraer tributos en especie y con prestaciones de trabajo de numerosas aldeas.
No en todos los lugares la autoridad del rey era bien recibida, quizás porque sus élites locales o su comunidad campesina no veía beneficio alguno en ello o incluso se veía perjudicada. De ahí la noticia de que Alfonso III tuvo que tomar por la fuerza la villa de Alcamín de Suso, cerca de Zamora, o que un sobrino del rey Ramiro II fue asesinado en una aldea. Por tanto, en algunos lugares los aristócratas del norte se impusieron por la fuerza y se pusieron por encima de las élites locales o se hicieron señores de comunidades campesinas libres. Ese fue el caso de Gatón del Bierzo, que se convirtió en conde en Astorga, o Hermenegildo Gutiérrez, conde en Coímbra tras conquistarla.
El poder del rey dependía de cómo se articulaban las relaciones entre la monarquía y los diferentes individuos y grupos de las élites sociales. Cuando Gatón del Bierzo ocupó Astorga o cuando Gonzalo Fernández puso bajo su control Aza, Clunia y San Esteban de Gormaz, no podemos saber si actuaban por órdenes del rey o si actuaron por su cuenta y fue a posteriori que el rey reconoció sus acciones. Lo que podemos afirmar es que lo que los reyes hacían a una mayor escala, que era por conquista o por negociación ganar leales y articular su poder territorialmente, también lo hacían magnates a menor escala expandiendo su influencia y patrimonio y estableciendo sus propias redes clientelares.
Debido a la colaboración con el rey para la gobernanza, matrimonios entre las élites del reino, y campañas militares las élites que antes estaban circunscritas a un ámbito más local o comarcal pudieron aumentar la escala y alcance de su ámbito de actuación e influencia. Los reyes y magnates laicos y eclesiásticos se beneficiaban mutuamente de la colaboración para enriquecerse y hacerse más poderosos, con mayor alcance territorial en su influencia, a costa de élites no aliadas y sobre todo de las libertades de los campesinos. Los reyes ganaron una capacidad de influir sobre las múltiples regiones del reino, élites antes solo comarcales pudieron convertirse en magnates y obtener influencia regional o incluso más allá, y élites locales pudieron ganar influencia a escala supralocal o comarcal.
Pero claro, un poder de esta naturaleza más informal y basado en relaciones personales tiene debilidades. La autoridad de los reyes asturleonesa estaba reconocida de forma desigual en los diferentes territorios incorporados al reino, de manera que su capacidad de influir en algunas regiones era muy limitada. En el condado de Castilla la dinastía asturleonesa apenas tenía propiedades, por eso allí el rey era una figura simbólicamente presente, pero distinte y con capacidades limitadas de actuación, como ya vimos en el episodio 44 Fernán González, conde de Castilla. En lo que hoy es la provincia de Palencia los reyes apenas tenían influencia y dependían de la lealtad de los Banu Gómez para gobernar, que a finales del siglo X y principios del XI llegaron a actuar como magnates independientes y extendieron su control sobre territorios antes dominados por la dinastía real, como el valle del Liébana, en Cantabria.
Es más, García Gómez de Saldaña se alió con Almanzor, ayudó en la ocupación musulmana de Zamora, y presidió un juicio en Toro, Zamora, junto a un sahib-al-shurta, es decir, estaba con un alguacil andalusí. Incluso el monasterio de Sahagún fue desleal y reconoció a García Gómez como autoridad superior, a pesar de haberse convertido en la abadía más importante de la región leonesa gracias a las donaciones regias. Como era propio de la gobernanza medieval europea y como ya había ocurrido con el Reino visigodo, el Reino asturleonés tuvo que gobernar sobre unas realidades regionales y locales muy fragmentadas y heterogéneas después del derrumbamiento del Imperio romano y Reino visigodo, y por eso no pudo aplicar unas leyes y fiscalidad uniformes en todos los territorios bajo su soberanía.
No era lo mismo integrar y gobernar una región ya dominada por aristócratas como Galicia, que gobernar un territorio con una población islámica significativa y bastante arabizado muy cercano a la frontera musulmana como Coímbra, en Portugal, o gobernar unos territorios sin tradición urbana y sin unas élites locales fuertes como la Castilla y Álava condales. Por eso se habla de que existían islas de autoridad en ciudades, castillos y en determinados territorios que irradiaban la autoridad regia en zonas colindantes, pero no existía un control territorial uniforme. Estas islas de autoridad desde donde jerarquizar el territorio podían existir antes de ser incorporadas en el Reino asturleonés, o pudieron ser de nueva creación o potenciadas por los reyes.
Por ejemplo, los reyes asturleoneses desarrollaron las ciudades de la Meseta norte, cuando muchas habían desaparecido o estaban en un estado decadente y ruralizado. Fundaron Oviedo y Burgos, promovieron el desarrollo de León, y prácticamente levantaron Zamora de sus ruinas. Del mismo modo, la monarquía trabajó con algunas élites laicas y creó o desarrolló el poder y patrimonio de obispados y monasterios. En Galicia y el norte de Portugal la dinastía asturleonesa tenía propiedades, pero el poder regio pasaba más por la intermediación del obispado de Iria Flavia-Santiago de Compostela y de algunos monasterios, y la alianza política y matrimonial con las familias más importantes del occidente del reino.
Y la importancia eclesiástica en articular el poder territorial de la monarquía también se ve en la comarca del Bierzo, al oeste de León, una región que ya estaba dominada por aristócratas y por eso los reyes emplearon la intermediación del obispado de Astorga y la fundación de monasterios para ganar influencia. También a través del control de las sernas, de tierras comunales, la monarquía o élites laicas y eclesiásticas podían construir su autoridad a nivel local. Por lo tanto, hay que ver más allá de lo que realidad simplificada que muestran los mapas y entender que el ejercicio del poder regio no era uniforme sobre todo el territorio sobre el que los reyes asturleoneses reclamaban su soberanía. En cambio, hay que pensar más en un mapa de redes con puntos dispersos en el territorio, pero conectados de forma más directa o indirecta a la figura del rey.
Las bases patrimoniales de la monarquía
Las ramas de la dinastía asturleonesa acumularon más patrimonio que ninguna otra familia del norte peninsular, ya que de otra manera difícilmente hubieran podido ser reyes y ponerse por encima de los demás. El dominio de los reyes se asentó en una posición cuantitativamente distinta del resto de actores políticos y también cualitativamente distinta por un marco ideológico que les daba una autoridad superior, y esta autoridad era reconocida como legítima de manera más o menos estable por otros actores notables del reino. Aparte de propiedades privadas que no diferían de las que pudieran tener las élites laicas e instituciones eclesiásticas, los monarcas reclamaban un control jurisdiccional sobre un gran territorio, aunque esta pretensión no se trasladaba siempre a la realidad.
No había unas propiedades del fisco y otras privadas de la dinastía reinante, y por eso no es de extrañar que existiera una concepción patrimonial del reino en vez de primarse un interés público, por eso el Reino de Asturias y de León fue dividido entre varios herederos en más de una ocasión. Los reyes se hacían con propiedades por conquista, compras, permutas, donaciones, multas judiciales, o confiscaciones, que según las leyes visigodas y la costumbre podían ejecutarse sin juicio por el rey en casos de homicidio y de infidelidad política o rebelión. La monarquía asturleonesa tuvo muchas propiedades sobre todo en la Asturias central y oriental y en la región leonesa, es por eso que ahí se situaron las sedes regias y por eso lo más correcto es hablar de Reino asturleonés, no de Reino de Galicia como algunos nacionalistas gallegos se empeñan en decir. Gracias a sus sólidas bases patrimoniales en Asturias y León, la dinastía reinante gozaba de un control casi absoluto sobre estas regiones, salvando las distancias igual que el emir o califa de Córdoba dominaba esta ciudad y sus comarcas cercanas.
Como ya comenté antes, en Galicia la monarquía asturleonesa tenía también propiedades, pero por Palencia o la zona de Castilla y Álava apenas tenían propiedades y por eso fueron regiones que pudieron mostrar fácilmente tendencias separatistas. Las bases materiales de la monarquía residían en el patrimonio del que disponían y que les generaba rentas. En la documentación altomedieval frecuentemente se habla de villas, que en esta época hay que entender como un dominio señorial de donde obtenían rentas los terratenientes, y estas villas podían ser tanto una unidad territorial o explotación agrícola como por ejemplo una granja, como un conjunto de propiedades dispersas de una aldea. Por ejemplo, en un diploma del 972 del monasterio de Sahagún que el rey Ramiro III confirmó se hablaba de la villa de Iscam.
Seguramente se refería a un conjunto de propiedades del personaje llamado Iscam que había donado al monasterio, sin que eso fuese una aldea entera o unas tierras contiguas. Otro ejemplo lo tenemos con el rey Alfonso IV, que donó al monasterio de Abellar el dominio de una aldea, cuyos habitantes estaban sujetos al pago de una renta anual. También cuando Ordoño III cedió al obispo de León el dominio sobre el castillo de Curueño especificaba que los habitantes de los alrededores debían pagarle con obsequios no especificados en la documentación. Las rentas en especie extraídas en las propiedades del rey se almacenaban en sus palacios, castillos y villas regias. Además de renta en especie como trigo, vino o ganado, existían prestaciones de servicio o de trabajo, también de carácter militar.
Esto se ve claramente en el condado de Castilla, con la actuación del conde Rodrigo en el siglo IX que movilizó a castellanos para construir una fosa, o en prestaciones de trabajo obligatorias para vigilar y mantener fortalezas. En el fuero de León de 1017 una disposición establece que los habitantes de los alrededores de la ciudad deberían acudir a ella en caso de guerra para vigilar sus murallas y repararlas si fuera necesario. Al fin y al cabo, el Reino asturleonés no era una sociedad tributaria como la de al-Ándalus, sino una sociedad de rentas para aquellos sometidos a un dominio señorial o a alguna obligación para con un señor. Y aprovecho para hacer la pregunta secreta del episodio y ver quiénes están atentos. Excluyendo el servicio militar obligatorio, ¿crees que sería positivo para la sociedad que hubiera prestaciones de servicio? Por ejemplo estoy pensando en limpiezas del bosque u otro tipo de servicios comunitarios, espero tu respuesta en los comentarios.
Aparte de rentas y prestaciones de servicio, existían algunos tributos, como los portazgos tasando las mercancías que circulasen por el mercado de León o el puerto del castillo de Gauzón, en Asturias, que recaudaba el rey porque el castillo era suyo, pero teniendo en cuenta lo que sabemos del Reino asturleonés, es impensable que pudiera cobrarse este tributo en todos los puertos y asentamientos fronterizos del reino y que además ese dinero fuera a parar al rey. Es más, dado el tipo de dominio relacional y desigual del Reino asturleonés, el rey no podía extraer recursos económicos de las tierras que no eran de su propiedad, y eso incluye terratenientes, instituciones eclesiásticas, y comunidades campesinas no sometidas a ningún señor. Por tanto, las bases patrimoniales de la monarquía residían principalmente en la propiedad de tierras de las que extraía rentas, así como de ganado, derechos de explotación de bosques y pesquerías, y la posesión de esclavos, además botines de guerra de los que obtener esclavos y bienes inmuebles, y de forma mucho menos significativa obtenían prestaciones de servicio y portazgos.
Las élites laicas y el juego político entre monarquía y aristocracia
Como ya he hablado antes, el poder del rey no se proyectaba de forma homogénea sobre todo el Reino asturleonés, y entre otros dependía de la colaboración de otras élites de menor nivel. El rey podía contentar a las élites del Reino asturleonés mediante donaciones, el reconocimiento de su autoridad revistiéndoles con un cargo, el reconocimiento de una ampliación de su dominio sobre nuevas comunidades campesinas, o por medio de campañas militares ofensivas, aunque salvo en períodos de debilidad y división interna de al-Ándalus el Reino asturleonés estuvo más a la defensiva. Algo fundamental en la colaboración entre reyes y aristócratas eran las acciones de reconocimiento mutuo, en que el monarca confirmaba el dominio de unas élites sobre ciertos territorios, dándoles así un reconocimiento legal, y a cambio las élites arraigadas en los territorios reconocían la autoridad del rey.
Por ejemplo, en las fuentes se habla de las mandaciones, un poder delegado por una autoridad superior, el rey, sobre una villa, es decir, tal y como he dicho antes eso podía significar un conjunto de propiedades sobre las que extraer rentas y no una aldea entera. Hay casos en que la mandación podía ser una villa que pasaba del dominio del rey a un aristócrata o eclesiástico, pero otras veces la mandación no era más que un discurso de poder. Cuando el rey Alfonso V dio la mandación de Valdoré a Pedro Flaínez, que había construido su dominio territorial en esa población, lo que hacía no era delegar el gobierno y rentas de una población que controlase el rey, sino reconocer una realidad preexistente y a cambio Pedro Flaínez demostró subordinación respecto al rey. Esto mismo se aplica al dominio sobre varias poblaciones que élites comarcales y regionales podían ver reconocidas y así ganar el estatus de conde.
Igual que el rey tenía pretensiones de autoridad sobre un territorio más amplio sobre el que realmente podía ejercer influencia, debemos imaginar que lo mismo ocurría con algunos personajes que recibían el reconocimiento de autoridad sobre determinados territorios. Relacionado con esto, hay que decir que los condes eran tanto representantes del poder local como del poder regio, e intentar dividir entre poder central y local a representantes de una autoridad altomedieval europea suele carecer de sentido. Los reyes tenían poca capacidad de quitar la dignidad condal a familias, a menos que mostraran infidelidad y los reyes tuvieran la fuerza para aplicar de forma efectiva las leyes godas que permitían quitarles el cargo y confiscarles propiedades. Las aristocracias regionales monopolizaban los títulos condales y podían transmitirlos dentro de su familia, y se percibe una tendencia a la patrimonialización de la autoridad condal y los derechos de dominio eminente sobre un territorio sobre todo desde la segunda mitad del siglo X, por la debilidad de la monarquía leonesa.
Las élites laicas y eclesiásticas acumularon patrimonio y poder de diversas formas: la compra de tierras a campesinos propietarios; la colaboración entre élites que establecieron alianzas y redes clientelares más allá del ámbito local y supralocal para someter a un mayor grado de control a los campesinos y el territorio; la centralización de la autoridad civil o eclesiástica en una persona o pocas personas; la privatización o reserva de derechos de un aristócrata sobre tierras comunales; la presura de nuevas tierras no explotadas; la fundación de monasterios e iglesias que servían para evitar la dispersión del patrimonio familiar y ejercer un mayor control social, así como castillos; los créditos a campesinos, que si no podían pagar tenían que ceder tierras o entrar en relaciones de dependencia; el ejercicio de la justicia; y las campañas militares, por el botín móvil y las tierras que podían conseguir.
Todos estos factores contribuyeron a señorializar la sociedad asturleonesa, sobre todo a partir del siglo X, y a que poco a poco hubiera procesos de centralización del poder a nivel estatal, regional y local para superar poco a poco la fragmentación política y social del mundo posromano. Una de las familias más beneficiadas de su alianza con la monarquía asturleonesa fueron los Gutiérrez, el linaje de Gatón del Bierzo, Hermenegildo, y el obispo Rosendo. Miembros de la dinastía asturleonesa se casaron en varias ocasiones con miembros de la familia Gutiérrez, y es que éstos eran el principal apoyo laico en Galicia y el norte de Portugal y a cambio esperaban que su prominencia regional fuese confirmada y respetada. Seguramente los Gutiérrez fueron la familia más rica después de la propia dinastía reinante, y es que en la división de la herencia del 934 se citan grandes propiedades en Galicia, el norte de Portugal, El Bierzo y Asturias.
Por cierto, es revelador que no se citen propiedades en León, Castilla y Álava, y es que no existía una aristocracia con propiedades por todo el Reino asturleonés. Se explicita en la herencia que esta riqueza se fue acumulando con compras, donaciones del rey y otros personajes, botines de guerra, y el mantenimiento de las propiedades familiares unidas. Entre los botines de guerra pueden entrar las propiedades conseguidas por presura, porque esto de la presura a veces sí consistía en apropiarse y poner a trabajar tierras antes no explotadas, pero otras veces era una ficción jurídica porque se apropiaban de lugares ya ocupados, donde la autoridad de un rey o magnate pudo imponerse por la fuerza o por negociación en un plano que no era de igualdad entre las partes y uno podía amenazar más con la violencia. Esto de la presura como ficción jurídicamente porque no existía jurídicamente la apropiación de tierras por derecho de conquista.
¿Qué era lo que definía a las élites laicas? Pues el marcador de riqueza predominante en la documentación altomedieval no era poseer más o menos tierras, uno podía convertirse en propietario de numerosas tierras, pero si no visibilizaba su riqueza de algún modo no se le percibía como alguien de la élite. La riqueza y el estatus de élite se visibilizaba poseyendo bienes muebles de alto valor, como joyas, tejidos de lujo, mobiliario, vajillas de plata, especies, o buenos caballos. Tales bienes de lujo, que mayoritariamente procedían de al-Ándalus o Francia, se intercambiaban como regalos entre aristócratas, entre clérigos, o entre clérigos y aristócratas, por lo que estos bienes eran un marcador social claro.
Y es que la posición de las élites laicas no se construía solo a base de acumular patrimonio. El patrimonio no era garantía de prominencia social y política, uno podía poseer muchas propiedades, pero al mismo tiempo estar marginado políticamente si no tenía conexiones directas con la corte o indirectas a través de aristócratas o instituciones eclesiásticas ligadas al rey. No hay que olvidar nunca que la naturaleza del poder asturleonés era relacional, y para ser alguien debías conseguir el patronazgo del rey o de alguien más poderoso conectado a la corte. Al final, la propia posición del monarca de turno dependía de mantener una red clientelar satisfecha, y cuanto más extendida y repartida territorialmente fuera esa red clientelar, de mayor estabilidad gozaría el rey y el reino.
Una de las principales herramientas para articular las relaciones sociales y el poder de la monarquía, élites laicas, y obispados y monasterios era a través de las donaciones entre sus miembros para establecer lazos de fidelidad, subordinación, o amistad. Las donaciones eran un mecanismo que permitía a los reyes reconfigurar las relaciones de poder y bases territoriales sobre las que reposaba el Reino asturleonés. No hay que imaginarse que en época de conquistas la monarquía asturleonesa se hizo con una gran cantidad de propiedades, y que con el tiempo el poder de la dinastía fuese menguando, fuese erosionándose, por las políticas de donaciones de tierras, porque en realidad a lo largo de todo el período asturleonés los reyes pudieron recuperar algunos bienes que habían donado y hacerse con otros nuevos mediante compras, permutas, donaciones, conquistas y confiscaciones.
En el 886 los magnates Argemiro, Silo, Aloito, Pedro y Kindulfo hicieron una donación de tres propiedades rurales del sur de Lugo al rey Alfonso III de Asturias. El sobrino del obispo de Astorga vendió a Alfonso III una villa por la que Alfonso III pagó una cota de malla e instrumentos relacionados con la caballería, lo que parece indicar que más que una simple compraventa expresaba una relación de patronazgo y clientela. Las donaciones que recibía el rey y las que él mismo hacía no eran donaciones puras realmente, porque había una expectativa de obtener algo a cambio en un futuro, como el reconocimiento de unas propiedades o de una autoridad. Era como decir yo te hago un favor ahora y espero que tú me lo hagas también en un futuro, era una política de amiguetes, al fin y al cabo.
En algunos casos las donaciones parecían más bien cesiones temporales de una propiedad, porque a veces los reyes se reservaban la última palabra para disponer de bienes que donaron. Esto se ve en el hecho de que una villa que Ramiro III había entregado a uno de sus fieles pasó a manos de su hijo y éste la donó a un monasterio, pero los oficiales del rey intentaron recuperar el dominio de la villa, y solo fue por las súplicas del monasterio que terminaron cediéndola. Otro ejemplo es que, a la muerte de Sarracino Arias, fiel al rey que había recibido varias propiedades en León, su esposa fue a ver al rey Alfonso V para preguntar qué debía hacer con ellas. No parece pues que hubiera un principio asentado e incontestado sobre qué prerrogativas tenía el rey sobre los bienes donados. Igual que expliqué para el período visigodo, lo que es importante de entender es que no hay que entender las relaciones entre el rey y la aristocracia laica o las instituciones eclesiásticas como un juego de suma cero. Es cierto que había competición por los recursos, pero en general primaba la colaboración en detrimento de los campesinos propietarios y libres.
La Iglesia en el Reino asturleonés
Lo primero que hay que entender sobre la Iglesia en el Reino asturleonés es que lo que existían eran iglesias autónomas, no una iglesia jerarquizada que estaba subordinada al arzobispo de Toledo o al papa de Roma. Los reyes de Asturias y León no se molestaron en crear un arzobispado para su reino en Oviedo o en León, es decir, el obispo de León no tenía autoridad sobre otros obispos del reino. Entre los siglos VIII y IX el poder de los obispos no hizo más que declinar en el norte, y hasta el siglo XI los obispos no podían ejercer su autoridad efectiva sobre toda su jurisdicción. La mayoría de los curas serían ordenados canónicamente, aunque con la presencia y poder limitados de los obispos muy probablemente habría casos de clérigos no ordenados.
La Iglesia altomedieval no estaba tan organizada ni tenía tanta influencia a nivel local como tendría en siglos posteriores. En la Alta Edad Media peninsular ni siquiera existía el diezmo eclesiástico, que no se institucionalizó hasta el desarrollo de las parroquias a partir del año 1050. No había tantas parroquias en la Alta Edad Media como en siglos posteriores, la Iglesia aún se estaba arraigando a niveles locales, así que un cura en aquella época podía tener un radio de actuación de entre 2 y 20 kilómetros, es decir, que se encargaría de la espiritualidad de más de una aldea, y además los curas dedicarían parte de su tiempo a trabajar sus propiedades agrícolas. Igual que la realidad política y social era fragmentada, la religiosidad también, y por eso las iglesias y monasterios eran por lo general de propiedad familiar o comunitaria, no de otra institución eclesiástica.
La fundación de nuevas iglesias y monasterios por iniciativa privada servía para expresar devoción, obtener prestigio social, perpetuar la memoria familiar y mantener indivisibles propiedades de la familia. Debido a esta propiedad privada y gestión autónoma de iglesias y monasterios, el principio católico de castidad no se seguía siempre y había clérigos casados y con hijos, aunque por lo general las iglesias de propiedad familiar pasaban de tío a sobrino o de primo a primo. He pintado un poco negro el panorama de la Iglesia en esta época, pero pese a todas estas limitaciones, hay que remarcar que las altas jerarquías eclesiásticas, los obispos y abades, formaban parte del gobierno del reino y ayudaban a difundir el marco ideológico de la monarquía y el orden señorial en la sociedad.
Los grandes monasterios como el de Sahagún en León o San Pedro de Cardeña en Castilla y las catedrales de León, Astorga o Iria Flavia-Santiago de Compostela eran las principales entidades eclesiásticas del Reino asturleonés, y eran actores políticos y económicos de primer orden. Progresivamente, con el patronazgo y donaciones de la dinastía asturleonesa, élites laicas, y de campesinos medianos, hubo obispados y monasterios que expandieron su autoridad y patrimonio. Esto también se refleja a nivel material, ya que desde finales del siglo IX se observa un aumento en la construcción de iglesias y monasterios con materiales de elevada calidad y cruces asturianas promocionadas por la dinastía asturleonesa y por élites regionales, que se diferencian de las iglesias de madera que podían surgir de comunidades locales con pocos recursos.
Con iglesias y monasterios se articulaba más el poder de la monarquía y de las aristocracias vinculadas a ella a nivel supralocal y local. Como dato anecdótico, el obispo Rosendo, de la poderosa familia de los Gutiérrez, donó al monasterio de Celanova más de 400 vacas, 150 buenos caballos, 100 mulas, 50 bueyes, y cientos de ovejas, cabras y aves de corral. Esto es lo que podía donar solo en ganado, lo que es un buen reflejo de la riqueza que podían adquirir los más grandes magnates del Reino asturleonés. Es en el siglo X cuando ocurre un cambio de tendencia fundamental para el devenir de la Iglesia del Reino asturleonés, y es que las comunidades rurales, familias, y propietarios eclesiásticos empezaron a vender sus iglesias y monasterios a obispados y abadíes más grandes para buscar su patronazgo y dejaron de fundar nuevas iglesias y monasterios a título privado.
Sin embargo, esto no significaba que los donantes perdiesen todos sus derechos ni que dejasen de gestionar la iglesia o monasterio que entregasen. En cualquier caso, el control de grandes monasterios y obispados sobre iglesias y monasterios pequeños contribuyó a extender el modelo señorial en las sociedades campesinas y las relaciones de clientela. Esta tendencia de dar en propiedad las iglesias y monasterios pequeños fue una condición necesaria para el desarrollo jerárquico de la Iglesia en la Plena Edad Media.
El Veredicto: La pérdida de movilidad social
En El Veredicto de hoy quiero hablar de los paralelismos entre la movilidad social a la baja a medida que avanzó la Alta Edad Media y la movilidad social de la España actual. Y es que según numerosos estudios y lo que cualquiera con más de dos neuronas puede ver es que la movilidad social no ha hecho más que disminuir en los últimos cincuenta años. Desde los años ochenta que se congeló la movilidad social intergeneracional y desde los noventa ha ido cayendo, y eso significa que es menos probable para un hijo de alguien de clase trabajadora convertirse en clase media o alta, y también es menos probable que un hijo de padres acomodados pierda su estatus social. Esto significa que cada vez nos hemos alejado más de la igualdad de oportunidades y el ideal de meritocracia, y os invito a reflexionar sobre ello, porque en mi opinión esto representa un fracaso como país y debería ser algo que nos preocupase y estuviese en el debate público. Y con eso, El Veredicto termina.
Avance y outro
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Fuentes
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