Este es el episodio 6 llamado Segunda guerra púnica y en este episodio aprenderás:
- Antecedentes de la segunda guerra púnica
- La Hispania cartaginesa de los Barca
- Estalla la guerra. La audacia de Aníbal
- La genialidad de Aníbal
- Un pasito pa’lante, un pasito pa’tras
- Cambio de tornas: batalla del Metauro y batalla de Ilipa
- El fin de la segunda guerra púnica
- Consecuencias de la segunda guerra púnica para Hispania
- El Veredicto: ¿Y si Cartago hubiera ganado la guerra?
- Avance y outro
- Fuentes
Antecedentes de la segunda guerra púnica
Entre los siglos V y III a. C. dos potencias emergieron en el Mediterráneo, Cartago y Roma. Después de la caída de la antigua metrópoli fenicia de Tiro, Cartago, en la actual Túnez, asumió el liderazgo de las colonias fenicias del Mediterráneo central y occidental. Los cartagineses expandieron su poder a través de una combinación de acciones comerciales, militares y diplomáticas. Roma, por otro lado, dependía más de los militares y de los intereses de los terratenientes para expandirse, en lugar del comercio y el poder naval. Ya en el año 509 a. C., cuando se fundó la República romana, Cartago y Roma hicieron un tratado para determinar sus áreas de influencia.
Por aquel entonces, Cartago era mucho más poderosa que Roma, ya que los púnicos tenían influencia sobre toda la costa del norte de África, Sicilia, Cerdeña y Córcega, además del Levante y sur peninsular. La evidencia documental y arqueológica sugiere que ya existía una presencia e influencia púnica notable en la península ibérica antes del dominio directo bajo la familia de los Barca. En Ibiza los púnicos prácticamente refundaron Ibiza al llegar muchos colonos cartagineses que reemplazaron en gran medida la población local fenicia en el 550 a. C. En la bahía de Algeciras fenicios hispanos y cartagineses fundaron Carteia, con una muralla y puertos destacables. Este movimiento parece que no gustó a algunos nativos de la zona y hubo algún tipo de guerra entre algunos nativos y fenicios y púnicos del que no podemos hacer mucho más que especular por falta de fuentes escritas sobre esto.
Pero que tal conflicto ocurrió parece innegable a raíz de las numerosas monedas cartaginesas encontradas desde el valle del Guadalquivir hasta Jaén y que hay que vincularlo a la presencia de un ejército cartaginés a finales del siglo IV o principios del III a. C. que vino para defender los intereses de ciudades fenicias como Cádiz y Carmona. Esto sirvió para afianzar un protectorado cartaginés sobre las colonias fenicias de Hispania, sin que por ello existiera un control territorial como sí ocurrió bajo dominio de los Barca. Por esta hegemonía política y comercial Cartago habló en nombre de las colonias fenicias hispanas al firmarse el segundo tratado romano-cartaginés del 383 a. C. Ahí Cartago se reservaba como zona de influencia el sur hispano que los romanos no podían atacar ni colonizar, pero sin excluirlos de su comercio.
Por el contrario, en aquellos tiempos Roma ni siquiera tenía un control completo sobre la península itálica. No obstante, la débil situación de Roma cambió y para el siglo III a. C. Roma se convirtió en una amenaza para los intereses cartagineses. Esta es una época en la que ya sí que las potencias emergentes querían un control exclusivo de algunas regiones y rutas comerciales para explotarlas económicamente sin competencia, ya no estamos en una etapa de colaboración y fluidez que permitía por ejemplo a fenicios y griegos trabajar codo con codo. El choque de intereses sobre Sicilia resultó en la primera guerra púnica, que duró 23 años y agotó económica y demográficamente ambas potencias, pero la República romana emergió vencedora en el 241 a.C. El armisticio firmado impuso onerosas reparaciones de guerra a Cartago, y esto les sentó tan mal como a los alemanes tras la Primera Guerra Mundial.
Cartago perdió primero Sicilia y luego Cerdeña y Córcega. Pero aún peor fue que Cartago no pudo pagar a sus soldados mercenarios debido al agotamiento económico y a las altas indemnizaciones impuestas por Roma, lo que provocó la guerra de los Mercenarios que casi destruyó Cartago. El poder naval púnico también declinó y la oligarquía cartaginesa tenía que hacer algo para compensar las pérdidas territoriales y económicas, por lo que la oligarquía púnica debatió sobre qué deberían hacer a continuación. La facción terrateniente quería terminar con la crisis de Cartago expandiendo la economía latifundista por el norte de África, ya que a diferencia del foco en el comercio de ultramar no había necesidad de controlar los mares y era menos probable un choque con Roma.
Pero luego estaban las poderosas familias que se habían enriquecido con el comercio marítimo y querían expandirse por el extranjero, como habían hecho los fenicios siempre. Para la facción cartaginesa que quería restaurar el imperio colonial y comercial púnico, la solución a los problemas de Cartago pasaba por conquistar la península ibérica, un territorio rico en minerales, que podía compensar las pérdidas territoriales y el cierre al acceso a mercados como el de Italia y la Galia, y cuyos habitantes podían servir de mercenarios. Esta facción mercantil liderada por Amílcar Barca fue la que acabó imponiéndose y el Senado cartaginés dio luz verde a la conquista cartaginesa de Hispania.
La Hispania cartaginesa de los Barca
En el 237 a. C. Amílcar Barca y su ejército desembarcó en Cádiz y comenzó la conquista militar desde el sur de la península ibérica. Llegó junto con su yerno Asdrúbal el Bello y su hijo Aníbal, que en ese momento tenía solo nueve años. Amílcar centró su campaña inicial en la conquista de los territorios que la antigua Tarteso, en el valle del Guadalquivir, por sus tierras fértiles e importantes recursos minerales. Allí lucharon contra los turdetanos, aunque hubo turdetanos colaboracionistas con los cartagineses. Los turdetanos que se opusieron a la expansión púnica contrataron mercenarios celtiberos, porque como ya mencioné en el episodio anterior los turdetanos no eran un pueblo guerrero.
Sin embargo, todo el esfuerzo fue para nada, porque las tropas cartaginesas los derrotaron, mataron a los líderes del ejército turdetano opuesto e incorporaron a tres mil de ellos en su ejército. Amílcar obtuvo el control sobre las minas de Sierra Morena y las tierras del río Guadalquivir en un año, y eso permitió a Amílcar Barca pagar a su ejército, pagar parte de las indemnizaciones impuestas por Roma, y comprar lealtades entre los pueblos indígenas. Pero la expansión cartaginesa hacia el este resultó más difícil, ya que tomó cuatro años controlar el área que ahora es Murcia y Alicante. Amílcar trasladó su campaña al noreste de Andalucía y Cuenca, donde luchó contra la confederación de los oretanos lideradas por el reyezuelo Orisón. Orisón aparentemente le ofreció una alianza al cartaginés para luego traicionarlo, ya que mató a Amílcar Barca en batalla en el 228 a. C.
Su yerno Asdrúbal el Bello lo sucedió y creyó conveniente cambiar el estilo hostil de Amílcar en relación con los pueblos indígenas hispanos por una vía más diplomática, adecuada para consolidar un estado púnico en Hispania. Los Barca actuaron de un modo muy autónomo en Hispania en aras a su lejanía y el poder personal que construyeron alrededor suyo de un modo que parecían tener ambiciones monárquicas, aunque aún necesitaron la aprobación del Senado de Cartago para el reclutamiento y algunos movimientos de tropas. Según el historiador Manuel Bendala, los Barcas eran príncipes helenísticos, líderes políticos y militares inspirados en figuras como Alejandro Magno que afirmaban su poder en las monedas y fundando ciudades y se representaban como una especie de héroes asociados a divinidades, en el caso de los Barca asociados al dios fenicio Melqart, protector de los colonos y los navegantes y asimilado también al héroe griego Heracles.
Asdrúbal se casó con una princesa oretana de la ciudad de Cástulo, Jaén, inspirándose en la política de matrimonios mixtos entre conquistadores y conquistados de Alejandro Magno, y en una asamblea de reyezuelos hispanos fue reconocido como jefe supremo de los hispanos. Estos movimientos hicieron saltar las alarmas entre algunos senadores cartagineses, que temían que los Barca estuvieran construyendo una monarquía púnica al margen de Cartago. También como Alejandro Asdrúbal el Bello fundó una nueva ciudad, Qart Hadasht, lo que los romanos conocieron como Cartago Nova y que hoy es Cartagena, en Murcia. Los púnicos crearon un tejido urbano del que luego se beneficiaron los romanos para organizar políticamente la Hispania romana, y además hicieron un gran esfuerzo constructivo en erigir multitud de torres de vigilancia para avisar rápidamente del avistamiento de enemigos.
El sistema económico de la Hispania cartaginesa se transformó para adaptarlo a las necesidades de Cartago y del proyecto político y bélico de los Barca. La Hispania cartaginesa estaba explotada económicamente de forma sistemática mediante la extracción de plata en Cartagena, Jaén y Sierra Morena, la recaudación de tributos entre los indígenas, los saqueos a territorios no conquistados, y las prestaciones de servicios como levas o en la construcción de barcos e infraestructura militar. La explotación agrícola y la industria pesquera y de la salazón también fueron explotadas de forma más eficiente por los púnicos para garantizar el abastecimiento de las tropas, y hubo un salto importante en la monetización de la economía hispana. Los pueblos sometidos a los cartagineses se vieron obligados a entregar rehenes para asegurar su lealtad y esclavos que emplearon para acumular rápidamente capital y preparar la Hispania cartaginesa para la guerra.
Por lo tanto, el sistema económico de la Hispania cartaginesa estaba diseñado para la extracción rápida de recursos, aunque los primeros años de presencia romana fueron exactamente iguales. Mientras tanto, las desigualdades sociales en Roma aumentaron causando insatisfacción entre los campesinos romanos contra los senadores latifundistas. Estos últimos se dedicaron a guerrear contra los galos para conseguir aún más tierras, y finalmente la República romana logró conquistar la Galia cisalpina, el norte de Italia, antes de la segunda guerra púnica, además de establecer un protectorado sobre Iliria, los Balcanes occidentales.
Asdrúbal el Bello, siguiendo su política diplomática, supuestamente firmó un tratado con la República romana en el 226 a. C. en el que se comprometía a que los cartagineses no cruzarían armados el río Iberus, comúnmente identificado con el Ebro. La ciudad griega de Massalia fue la que presionó a Roma para tomarse en serio el peligro púnico, porque ellos amenazaban sus zonas de influencia política y comercial. No está claro qué hay de cierto en el tratado del Ebro del 226 a. C., si esa promesa de no cruzar armados el Ebro fue ratificada por el Senado cartaginés o si bien pudo haber sido solo una promesa personal de Asdrúbal. Esta teoría se refuerza porque el historiador Polibio usaba la palabra acuerdo y no tratado y porque, a diferencia de otros tratados oficiales, no se ha conservado en bronce este supuesto tratado, y hay que tener en cuenta que desde las fuentes romanas, las únicas conservadas, había mucho interés en eximir de responsabilidad a Roma por la guerra.
Estalla la guerra. La audacia de Aníbal
Al cabo de unos años Asdrúbal el Bello fue asesinado por un antiguo esclavo de un cabecilla celta, que vengó así la muerte de su amo. A los 25 años Aníbal Barca, hijo de Amílcar, se convirtió en el jefe supremo del ejército cartaginés. Realmente te hace pensar ver como grandes militares y políticos como Alejandro Magno o Aníbal lograron tantas cosas siendo tan jóvenes, mientras que la mayoría de nosotros no ha logrado apenas nada a esa edad, aunque claro, ellos tenían la ventaja de ser hijos de. De todos modos, Aníbal comenzó su liderazgo emprendiendo una campaña muy al interior de la península ibérica, en territorio de los vacceos y carpetanos, para así conseguir botín para financiar sus planes bélicos. Y luego, en el invierno del 220 a. C., el general púnico estaba planeando algo que nadie esperaba.
Planeaba con sus hermanos la invasión de Italia para vengar la derrota cartaginesa de la primera guerra púnica y librar una batalla por la hegemonía sobre el Mediterráneo. La segunda guerra púnica comenzó en el 218 a. C. tras el ataque de Aníbal sobre la ciudad de Sagunto, en Valencia. En Sagunto convergían intereses comerciales griegos, púnicos, itálicos y nativos, pero la imposición del dominio político cartaginés rompió con estos equilibrios. Sagunto era una ciudad independiente que había atacado territorios bajo control púnico, así que es comprensible que estos atacaran, lo que no está claro es si los saguntinos se mostraron así de gallitos porque Roma les prometió protección, algo que habría sido una acción provocadora por parte de Roma porque Sagunto está al sur del Ebro. Estuviera justificado o no, el caso es que Sagunto fue el pretexto que usaron los romanos para declarar la guerra a Cartago.
Los romanos acusaron a los cartagineses de violar el tratado del Ebro, aunque aún no lo habían hecho, y los púnicos negaron que el tratado del Ebro fuera más que una promesa personal de Asdrúbal y acusaron a los romanos de empezar la guerra, aunque ellos habían sido los que habían iniciado la conquista de gran parte de Hispania. En cualquier caso, el asedio de Sagunto duró ocho meses, fue mucho más complicado para Cartago de lo que era deseable, y las tropas cartaginesas saquearon la ciudad, pero la ciudad no fue destruida como afirman las fuentes romanas. Otro hecho muy interesante es que Roma no ayudó a sus supuestos aliados, solo declararon la guerra a Cartago después de enterarse de que la ciudad había caído y, lo que es más importante, después de haber elaborado un plan estratégico. Vamos, que les importaba un comino Sagunto.
Sobre los planes estratégicos que ambas partes idearon, primero tenemos la estrategia de Aníbal que consistía en marchar rápido y sin ser detectados hasta llegar a Italia, cruzando los Alpes para luego destruir Roma. Aníbal dividió el ejército, la mayoría lo siguió, pero algunos soldados necesitaban permanecer en Hispania y en Cartago. El plan cartaginés dependía de la velocidad y del efecto sorpresa para tener éxito, pero también de la capacidad de Aníbal para provocar una revuelta entre las ciudades y pueblos itálicos para dar un golpe final a Roma. Por otro lado, los dos cónsules romanos planearon dividirse y marchar uno sobre la península ibérica a través de las costas del sur de Francia, mientras que el otro cónsul marcharía sobre Sicilia para luego atacar Cartago. Aquí hay un detalle importante para entender la política romana, y es que el Senado elegía cada año dos cónsules que tenían el mismo poder, y esos cónsules también eran los comandantes supremos del ejército romano republicano.
Está claro que este sistema dual causaba problemas de liderazgo, pero peor fue el límite de la comandancia a un año, pues eso generó incentivos para hacer movimientos militares estúpidos por la gloria y prestigio personales, sin pensar mucho en el largo plazo. En nada verás un ejemplo de lo que hablo. Así pues, Aníbal marchó desde Cartagena hacia el norte, primero derrotando a las poblaciones iberas de Cataluña y luego cruzando los Pirineos. El ejército cartaginés tomó una ruta interior para viajar por la Galia, porque no querían que los romanos o sus aliados griegos de Massalia los detectaran. Pero los romanos sí los detectaron, y poco después de desembarcar en la aliada colonia griega de Emporion Publio Cornelio Escipión, el cónsul que debía atacar las posesiones cartaginesas en Hispania, regresó a Roma para proteger el corazón de la República romana. El hermano de Escipión se mantuvo en Hispania donde conquistó Kesse, la futura Tarraco, Tarragona.
El ejército cartaginés pudo cruzar los Alpes bajo el liderazgo de Aníbal, algo que nadie esperaba considerando las dificultades del terreno y que lo cruzaron cuando se acercaba el frío invierno. Ten en cuenta que Aníbal traía consigo a miles de hombres y elefantes de guerra, por lo que se recuerda como un logro épico de la historia militar por la enorme dificultad logística de tal empresa. Cuando la noticia de una acción tan impensable y audaz llegó a Roma, el Senado romano entró en pánico y decidió abortar el plan de invadir los territorios del norte de África de Cartago. El otro cónsul se unió a Escipión y se enfrentaron a Aníbal, en un intento desesperado de derrotarlo antes de ser reemplazados como cónsules. La batalla de Trebia fue el resultado de esa impulsividad, y de los 42.000 soldados de la República romana, solo 10.000 lograron retirarse libres y con vida. El año 218 a. C. fue un año fantástico para Aníbal, ya que no solo había derrotado a los romanos, sino que también estaba sellando alianzas con los galos, los celtas y otros pueblos que habían sido conquistados recientemente por Roma o que se sentían amenazados por ésta.
La genialidad de Aníbal
Al año siguiente, se eligieron nuevos cónsules, pero también fueron derrotados en la batalla del Lago Trasimeno. Esta batalla es una de las emboscadas más grandes en la historia militar, y es debido a su creatividad que Aníbal ha sido puesto en un pedestal como estratega. Con alrededor de 50.000 o 60.000 hombres según las fuentes, mató o capturó a todos los 30.000 soldados al servicio de Roma. Aníbal mantuvo cautivos a los que eran romanos y liberó a los que no lo eran, para que los itálicos lo vieran como un libertador del yugo de Roma. Después de la batalla del Lago Trasimeno, los romanos entraron en pánico y el Senado decidió nombrar dictador a Quinto Fabio Máximo.
Un dictador para la República romana era un hombre con plena autoridad para tiempos convulsos, pero con algunas limitaciones para evitar el fin del sistema republicano. En unos meses o unos años, el dictador abandonaba esa posición y todo volvía a la normalidad una vez que el peligro había pasado. Aclarado esto, Fabio adoptó la famosa estrategia fabiana de evitar batallas en campo abierto, y en su lugar provocó escaramuzas para agotar al enemigo. Fue llamado cobarde por eso y algunos pensaron que solo adoptó este tipo de estrategia porque no se le ocurría nada mejor, pero como veremos luego vieron cuán necesario era alguien como él.
Por el momento, debido a su impopularidad se eligieron nuevos cónsules en el 216 a. C., cónsules que volvieron al enfoque agresivo de toda la vida. La República romana formó un ejército de 86.000 soldados para enfrentar a Aníbal, aunque todos estos números probablemente están bastante exagerados, lo que sí es verdad es que Aníbal no estaba recibiendo el apoyo de los itálicos que había esperado. Pero todo eso fue en vano, porque este ejército tan grande para el mundo Antiguo fue dirigido por generales totalmente incompetentes. Fue en ese entonces cuando se produjo la batalla de Cannas, la victoria más conocida de los cartagineses. Aníbal logró su mayor hazaña militar, destruyendo la mayor parte del ejército romano con su poderosa caballería y tácticas superiores.
Las estimaciones de las bajas varían, los historiadores antiguos como Livio dijeron que Roma sufrió más de 60.000 bajas, mientras que los historiadores modernos reducen ese número a quizás 20.000. En cualquier caso, la batalla fue un desastre para Roma y muchos temían que la propia Roma cayera. La ciudad estaba al borde del colapso. Las legiones romanas habían sufrido derrota tras derrota, algunas regiones italianas estaban devastadas debido a las necesidades de suministro tanto de los cartagineses como de los romanos, su moral era muy baja y los romanos estaban tan desesperados que recurrieron brevemente a la antigua práctica del sacrificio de humanos. Las colonias griegas y algunas ciudades itálicas del sur, Macedonia en Grecia y el pequeño estado siciliano independiente de Siracusa se unieron a Aníbal. Pocos creían que la República romana podía sobrevivir, y todos querían estar ahí cuando tocara repartir el botín de la República romana.
Un pasito pa’lante, un pasito pa’tras
Sin embargo, Aníbal creía que todavía no podía atacar a Roma, porque tenía un ejército de alrededor de 40.000 hombres y la propia Roma se estima que tenía unos 200.000 habitantes y aún muchas ciudades y pueblos aliados. Aníbal ofreció la paz, pero el Senado romano la rechazó. Con las alianzas que Aníbal hizo con algunas ciudades costeras, Cartago pudo enviar refuerzos, algo que prácticamente no hizo en más ocasiones. Entre que el Senado cartaginés estaba plagado de enemigos suyos y que realmente Cartago tenía dificultades en reclutar y formar nuevos ejércitos, Aníbal tuvo que recurrir a los hombres que le quedaba de la expedición inicial más los nativos con los que pudiese aliarse.
Mientras tanto, el Senado romano recurrió nuevamente a Quinto Fabio Máximo y lo eligió cónsul para los años 215 y 214 a. C., junto al también victorioso general Marco Claudio Marcelo. Pensaron que su estrategia pudo haber sido la correcta visto lo visto. Aunque Cartago estaba conquistando algunas ciudades, los romanos al menos derrotaron a la expedición cartaginesa de Cerdeña, una isla que era importante para alimentar a Roma, y también impidieron que se uniera a él Asdrúbal, no el Bello que había muerto sino el hermano de Aníbal con este mismo nombre, ya que los romanos derrotaron a Asdrúbal en la península ibérica. En la Hispania cartaginesa la ciudad fenicia de Málaga se rebeló contra Cartago en el 216 a. C., quizás por la carga económica de la guerra y abusos de poder púnicos.
Por allá en el 213 y 212 a. C. dos cosas buenas le sucedieron a Roma: sitiaron y capturaron Siracusa en Sicilia, y se aliaron con Sífax, un rey de Numidia, al oeste de Cartago, que fue clave en desestabilizar las operaciones cartaginesas y forzar el envío de refuerzos de Hispania a Cartago. Los cartagineses estaban perdiendo la iniciativa y el impulso que ganaron al principio, así que el plan de Aníbal estaba fallando. Había esperanzas para Roma. Oh, pero espera porque ahora hay un giro inesperado y dramático de los acontecimientos, Aníbal captura la ciudad griega más grande de Italia, Tarento, y las legiones romanas estacionadas en la península ibérica están sufriendo mucho para mantener su posición en Cataluña.
Ahora para continuar con lo que estaba sucediendo en Hispania, los hermanos Escipión capturaron Sagunto y pudieron contratar a 20.000 guerreros celtiberos. Los romanos lanzaron una gran ofensiva en el 211 a. C. y Asdrúbal y Magón, hermanos de Aníbal que dirigían a los cartagineses en Hispania, no solo tenían que mantener su posición sino que también tenían que derrotar claramente a los romanos. Recuerda que Cartago no estaba enviando refuerzos a Aníbal en Italia, por lo que para tener la oportunidad de destruir Roma, Aníbal necesitaba los ejércitos de sus hermanos.
Por suerte para los cartagineses, los hermanos Barca lograron aplastar al ejército romano de Hispania y matar a los hermanos Escipión en la batalla del Betis Superior, y así fue como el ejército romano restante tuvo que volver a su posición inicial en Cataluña. ¿Pero quién los iba a dirigir ahora? Tras tomar el mando un sustituto temporal, fue el joven hijo de Publio Escipión quien lo reemplazó. Sería conocido como Escipión el Africano, pero aún no se había ganado ese apodo.
Cambio de tornas: batalla del Metauro y batalla de Ilipa
Escipión el Africano quería vengar a su padre, mantener vivo su legado y salvar la República romana. Reclutó un ejército de 31.000 hombres, marchó hacia el sur y sorprendentemente capturó la base de operaciones cartaginesas en Hispania, Qart Hadasht, Cartagena. Escipión saqueó las riquezas de Cartagena y liberó a los rehenes hispanos para ganar más aliados indígenas. Moviéndonos a Italia, los romanos lograron asegurar su control sobre Sicilia y en la península itálica la guerra estaba esencialmente en un punto muerto. Mientras tanto, recuerda que Macedonia también declaró la guerra a Roma, y la República romana confió en sus aliados griegos para luchar por ellos. Al igual que en la península ibérica, los macedonios no pudieron avanzar y eso les impidió ayudar a Aníbal en Italia.
Estaba claro que los romanos recuperaron la iniciativa, mientras que los cartagineses no avanzaban. Las fuerzas cartaginesas de Hispania se dividieron en tres tras la conquista de Cartagena: un ejército comandado por Asdrúbal iría a Italia porque al final lo importante era la lucha contra Roma; otro dirigido por Magón iría a la Celtiberia y Baleares a reclutar nuevos mercenarios, y un ejército se quedaría en el valle del Guadalquivir y Lusitania dando la lata a los romanos. Asdrúbal fue derrotado por Escipión, pero pudo cruzar los Pirineos y marchar hacia Italia para reforzar al ejército de su hermano y aplastar decisivamente Roma. El cónsul de turno evitó que se formara un ejército cartaginés combinando las fuerzas de Aníbal y Asdrúbal, un ejército que habría sido muy difícil de derrotar.
Engañó al maestro del engaño y, mientras el león estaba distraído, el cónsul unió fuerzas con otro general romano y derrotó y mató a su hermano Asdrúbal Barca. La batalla del Metauro fue un punto de inflexión de la segunda guerra púnica, ya que Asdrúbal fue asesinado y Aníbal se vio obligado a retirarse a la región de Calabria, al sur de Italia. Con Aníbal en una posición débil en Italia, los romanos decidieron dejarle ir a su aire, con el fin de evitar una costosa batalla en campo abierto y centrarse en el otro gran teatro de la guerra, Hispania. El joven e inteligente Escipión ya llevaba un tiempo forjando alianzas y contratando guerreros nativos, y había llegado el momento de una acción decisiva en Hispania. Los pueblos iberos, turdetanos, celtas y celtiberos desertaron masivamente del lado cartaginés, y los únicos territorios que los púnicos aún controlaban eran las tierras del sur, lo que hoy es Andalucía.
Pero pronto iban a perder esos territorios también. Escipión tenía un ejército combinado hispano-itálico de alrededor de 40.000 hombres cuando se enfrentó y derrotó a un ejército cartaginés de similar magnitud dirigido por Magón Barca. La derrota cartaginesa en la batalla de Ilipa en el 206 a. C. fue catastrófica para los púnicos, y fue, junto a la batalla del Metauro, la batalla decisiva que selló el resultado de la guerra. Viendo que Roma era el caballo ganador, incluso las colonias fenicias hispanas negociaron un cambio de bando. El general Magón Barca, tras fallar en retomar Cartagena, se dirigió a Cádiz y se encontró las puertas cerradas. Los gaditanos justificaron el cambio de bando porque los cartagineses habían saqueado supuestamente el tesoro público y bienes particulares de los gaditanos.
Cádiz y Roma firmaron un tratado de alianza, lo que dio a Cádiz privilegios como exenciones de impuestos y la acuñación de moneda propia, mientras mantenía su propia administración y leyes. Las oligarquías gaditanas vieron su poder económico y militar muy reforzado gracias a su alianza con Roma, igual que ocurrió en Emporion. El resto de ciudades fenicias no corrieron la misma suerte y por eso se levantaron en armas cuando tuvieron la oportunidad, como fue el caso de Málaga. Magón fundó la ciudad que lleva su nombre en Menorca, Mahón, pero los púnicos no tardaron en retirarse de Baleares también y así terminó la existencia de la Hispania cartaginesa. A todo esto, Escipión tuvo que enfrentarse a la revuelta ibera de Indíbil y Mandonio en Cataluña y a un amotinamiento de algunos soldados romanos, pero pudo sofocarlas con rapidez.
El fin de la segunda guerra púnica
¿Pero y ahora qué? ¿Debería Roma firmar un tratado con condiciones favorables para sus intereses? ¿Deberían centrarse en aniquilar a las fuerzas restantes de Aníbal en Italia? ¿O deberían atacar la capital púnica, en el norte de África? El Senado romano no conseguía llegar a un acuerdo, en parte porque Escipión fue elegido cónsul a la edad de 31 años en el año 205 a. C., y muchos senadores, incluido Quinto Fabio, tenían envidia y cuestionaban las ambiciones de Escipión. Ya era muy popular porque se aseguró las antiguas posesiones cartaginesas de Hispania para Roma, pero ¿qué pasaría si hiciera campaña en África y destruyera Cartago?
La gloria de tal acción lo haría extremadamente poderoso. Por lo tanto, el Senado decidió no darle más tropas que las que estaban estacionadas en Sicilia. Pero debido a su popularidad, Escipión pudo levantar un ejército y una armada mayores que los que Roma le dio, y contaba con el apoyo de la caballería númida de Masinisa ahora que Sífax se había pasado al lado cartaginés. Escipión se salió con la suya, desembarcó cerca de Cartago, atacó con éxito una importante ciudad vecina, e incendió el campamento de los cartagineses y númidas de Sífax, matando a la mayoría del ejército cartaginés con una táctica no muy honorable pero efectiva. Escipión el Africano persiguió a otro ejército cartaginés y númida, capturando al rey Sífax y ayudando al rey Masinisa a unificar el reino bereber de Numidia bajo su liderazgo.
Los cartagineses estaban muy preocupados, y algunos querían pedir la paz, mientras que otros querían que Aníbal y el resto del ejército cartaginés de Italia regresaran a sus hogares y protegieran la patria púnica. Cartago y Roma estaban negociando un armisticio y Escipión propuso términos de paz moderados, pero Aníbal fue llamado de Italia y una vez que llegó, los senadores cartagineses que querían seguir con la guerra ganaron popularidad y las negociaciones de paz se detuvieron. Fruto de esta situación, Aníbal y Escipión libraron una batalla final en el año 202 a. C., la famosa batalla de Zama. En esta batalla, Roma tuvo por primera vez superioridad de caballería gracias a los númidas, y aunque la batalla fue sangrienta y feroz, Escipión el Africano logró la victoria.
Después de la batalla, Aníbal convenció a los pocos que aún querían que la guerra continuara para dejarlo estar y negociar la paz. El Senado romano quería la destrucción total de Cartago y la muerte de Aníbal y su familia, pero Escipión ofreció unos términos más aceptables. Aníbal estuvo unos años en la primera línea política cartaginesa, y unos años después se exilió a un reino de Anatolia. A los cartagineses se les prohibió formar un ejército sin permiso de los romanos, su flota naval fue severamente limitada, y tuvieron que pagar nuevas reparaciones de guerra. Cartago perdió todas sus posesiones hispanas, y los romanos pudieron poner buena parte de los antiguos territorios cartagineses hispanos bajo su control, a excepción de las Islas Baleares, que tardarían un poco más en conquistar.
¿Por qué Roma emergió victoriosa en la segunda guerra púnica? Aparte de por obviamente conseguir victorias militares, los autores clásicos enfatizaban el hecho de que los ejércitos romanos estuvieran formados más por ciudadanos y pueblos libres asociados a Roma frente a los ejércitos cartagineses formados más por mercenarios y en pueblos recientemente sometidos que no les debían mucha lealtad. También hay que tener en cuenta que para los itálicos fue más una guerra defensiva en su propia casa, y eso ayudaba a generar lealtades más fuertes. Esto es fácil de entender, por muchos buenos gestos que a veces intentara Aníbal, cuanto más se alargaba el conflicto más necesitaba el ejército cartaginés recurrir a saqueos de las regiones donde estaban para financiarse, ¿cómo podían ser vistos como libertadores de este modo? Roma tuvo más capacidad de reclutar tropas y dotarse de nuevos materiales bélicos que Cartago, tanto en la primera como en la segunda guerra púnica, y eso fue un factor decisivo para las victorias romanas, un poco similar a la Unión Soviética que ya le podían matar miles de hombres que podían levantar un nuevo ejército sin problemas.
Consecuencias de la segunda guerra púnica para Hispania
El inicio de la presencia romana en Hispania no fue fruto de unos planes del Senado romano, sino fruto de las circunstancias de la guerra. Las partes bajo dominio romano se dividieron en dos provincias, Hispania Citerior en el noreste y Hispania Ulterior en el sur. Las sociedades de jefatura que vivían en la antigua Hispania cartaginesa perdieron su autonomía política, tuvieron que pagar impuestos a los romanos y el Senado podía solicitar contribuciones extraordinarias o el reclutamiento de tropas auxiliares en cualquier momento. Solo Ampurias, Sagunto y Cádiz mantuvieron su condición de ciudades libres y federadas durante algunas décadas como recompensa por su colaboración. La segunda guerra púnica supuso el ascenso imparable de una potencia mediterránea, la República romana, y la derrota decisiva de la otra, el Estado púnico.
Nunca más Cartago supuso una seria amenaza para Roma, a pesar de que hubo una tercera guerra púnica, pero esa fue muy asimétrica y supuso la destrucción existencial de Cartago. De todos modos, Roma consolidó su presencia no solo en Italia, sino que se expandió o ganó influencia de forma crucial en Hispania, África y Grecia. Con el declive de Cartago como potencia comercial, Roma también creció económicamente, a pesar de que muchas partes de Italia y en especial el sur habían sido arrasadas por el ejército cartaginés. Eso también trajo cambios sociales como el ascenso de la orden ecuestre, una clase social que podía participar en el comercio y la recaudación de impuestos, a diferencia de los patricios. Además, cada vez más personas pobres y esclavos se asentaron en Roma, lo que aumentó las tensiones sociales, y la cultura griega comenzó a influir sustancialmente en la cultura romana. Solo con el tiempo se pudo ver cuán importante sería Roma para el devenir de Hispania.
El Veredicto: ¿Y si Cartago hubiera ganado la guerra?
En El Veredicto de hoy quiero discutir algo de historia alternativa. La pregunta es, ¿qué hubiera pasado si Cartago hubiera ganado la segunda guerra púnica y destruido Roma? Toda la historia de Europa sería increíblemente diferente, es decir, sus consecuencias son de tal magnitud que son casi impensables. Tal vez más ideas orientales habrían influido en Europa, o tal vez el comercio hubiera sido más importante en las economías europeas frente a una cultura más bélica y agrícola. ¿Habrían siquiera aparecido la religión cristiana o el islam?
¿Qué hubiera pasado en términos lingüísticos y culturales, los cartagineses habrían influido en gran parte de Europa como hizo Roma? ¿O quizás se hubiera consolidado una monarquía de la dinastía Barca que habría sustituido el sistema republicano cartaginés? Es interesante plantearse estas preguntas, pero lo único seguro es que la supervivencia de la República romana y la conquista de los territorios cartagineses de Hispania provocaron el surgimiento de un imperialismo romano imparable que eventualmente transformaría la República en un imperio y cambiaría Europa, el norte de África y Oriente Próximo para siempre. Y con eso, El Veredicto termina.
Avance y outro
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Fuentes
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Bendala Galán, Manuel. «Hijos del rayo»: Los Barca y el dominio cartaginés en Hispania. Trébede Ediciones, 2015.
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Blázquez, José María. «El impacto de la conquista de Hispania en Roma (218-154 a. C.).» Estudios clásicos 7.37 (1962): 1-29.
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Hernández Prieto, Enrique. «La «economía de guerra» romana durante la Segunda Guerra Púnica en Hispania.» El futuro del Pasado 1 (2010): 411-423.
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Martínez López, Enrique Javier. «La segunda guerra Púnica en Iberia.» Arse: Boletín anual del Centro Arqueológico Saguntino 50 (2016): 29-89.
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Plácido Suárez, Domingo. Historia de España 1: Hispania Antigua. Editado por Josep Fontana y Ramón Villares, Crítica, 2009.
Roldán Hervás, José Manuel. Historia antigua de España I. Iberia prerromana, Hispania republicana y alto imperial. Editorial UNED, 2013.
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