Este es el episodio 24 llamado La Reconquista, Pelayo y Covadonga y en este episodio aprenderás:
- Introducción al episodio
- ¿Qué es la Reconquista?
- Pérdida de Spania y restauración en los siglos VIII y IX
- La Reconquista, siglos XIX-XX
- Las otras Reconquistas
- La reacción islámica. La Reconquista de la Reconquista
- Asturias y Cantabria en el año 700
- La revuelta de Pelayo
- La batalla de Covadonga, mito y realidad
- Pelayo, el soberano de Asturias
- El Veredicto: La Reconquista, ¿un mito necesario?
- Avance y outro
- Fuentes
Introducción al episodio
Antes de nada, muchas gracias a Guillem Navarro por llevar años apoyándome en mi divulgación y en Patreon. Tú también puedes conseguir beneficios como acceso anticipado a todo mi contenido, merchandising como esta camiseta del Reino de Asturias o tu aparición en los créditos uniéndote a patreon.com/lahistoriaespana. Bien, como ya puedes ver este es un episodio largo como el de la conquista musulmana y no es para menos porque hoy tocan temas que afectan mucho el cómo entendemos toda la Edad Media peninsular y la identidad española. Como siempre, si solo te interesa alguna parte del episodio puedes usar los tiempos de cada sección en la descripción del vídeo o pódcast.
Tengo que advertir que si esperas una historia con verdades absolutas y hechos incontestables, en este episodio no te lo pasarás bien, porque hay múltiples interpretaciones en torno a la Reconquista y los orígenes del Reino de Asturias y voy a intentar plasmar el debate historiográfico en torno a estas cuestiones. ¿Cómo voy a estructurar este episodio? Pues está dividido en dos grandes bloques relacionados pero diferenciados, el primero es una discusión larga sobre el concepto de Reconquista y el segundo bloque trata de los orígenes del Reino de Asturias. Primero hablaré de qué es la Reconquista, sus diversos significados y qué argumentos se usan a favor y en contra de estos significados. Después veremos las primeras muestras de la ideología reconquistadora en los siglos VIII y IX y cómo el nacionalismo español reelaboró el relato neogótico medieval del Reino asturleonés y luego Castilla en los siglos XIX y XX.
Pero no sólo existió el relato oficializado castellano de la Reconquista, sino que existieron otras ideologías de Reconquista alternativas en otros reinos peninsulares, y los musulmanes andalusíes también reaccionaron a todas estas ideas de legitimación de los cristianos, así que también exploraré estos temas tan interesantes a mi parecer. Y pasando al bloque del nacimiento del Reino de Asturias, te pondré un poco en contexto con la situación de Asturias y Cantabria antes de la conquista islámica, hablaré de la revuelta de Pelayo y la batalla de Covadonga, y finalmente del gobierno de Pelayo y su hijo Favila. Dicho esto, empecemos.
¿Qué es la Reconquista?
Según el medievalista Francisco García Fitz, se pueden encontrar cuatro significados distintos sobre qué es la Reconquista. La primera definición y la original del siglo XIX es que la Reconquista fue una guerra emprendida por los españoles, herederos del pasado romano, godo y católico, contra los invasores musulmanes para recuperar las tierras perdidas por los visigodos y restablecer el cristianismo en toda la península, y a partir de esta guerra España forjó su unidad política y su identidad católica y nacional. Un segundo significado es que esta guerra de los reinos cristianos peninsulares contra el islam fue tan importante que se puede hablar de una etapa histórica entre los siglos VIII y XV, de este modo la Reconquista y la Edad Media son sinónimos para la historia peninsular.
Especialmente a partir de los años 70 surge una tercera definición que se limita a definir la Reconquista como la expansión territorial de los reinos cristianos frente a al-Ándalus, en un intento de quitarle las connotaciones nacionalistas de la definición original. Finalmente, la cuarta definición y la más reciente es la que formuló Carlos de Ayala, que define la Reconquista como una construcción ideológica de los reinos cristianos para legitimar sus guerras y conquistas contra los estados islámicos peninsulares. Este programa político mezclaba elementos de guerra justa y guerra santa para reivindicar la recuperación del orden político godo y de la Iglesia católica en la Península.
Muy bien, tenemos las cuatro definiciones posibles del concepto Reconquista, ¿pero son todas ellas igual de aceptables? En opinión de Fitz y muchos otros historiadores actuales, no, y por eso hay que analizarlas una por una con argumentos. La primera y segunda definición como guerra entre españoles hispanogodos cristianos e invasores musulmanes y como período histórico es la típica concepción que tiene el español medio sobre lo que es la Reconquista. Esta forma de entender la Reconquista coincide con la que nos da la RAE, que define la Reconquista como la recuperación del territorio hispano invadido por los musulmanes en el 711, que empieza con la revuelta de Pelayo en Asturias poco después de la conquista musulmana y termina con la toma de Granada por parte de Isabel y Fernando en 1492. ¿Pero por qué la mayoría de historiadores actuales han cuestionado el uso de Reconquista en este sentido, y en definitiva por qué es erróneo entender la Reconquista como guerra y etapa histórica?
Primero porque es una visión nacionalista de la historia, una visión muy sesgada y distorsionada de la historia de España. Como señala Alejandro García Sanjuán, vale la pena prestar atención a los conceptos de territorio hispano e invasión en la definición de la RAE, porque según esta interpretación histórica, la nación española, basada también en su identidad cristiana, existía ya cuando llegaron los musulmanes. Entonces la nación española decidió resistir unida el dominio extranjero ilegítimo de los árabes y bereberes, y en una lucha de ocho siglos reestablecieron la unidad nacional y espiritual. Lo de que los andalusíes fueran mayoritariamente de origen nativo y se convirtieran voluntariamente al islam con el paso de los siglos ya lo ignoramos, o mejor, tratamos a los muladíes como traidores antiespañoles. Tampoco vas a escuchar a alguien hablar de invasión cristiana de al-Ándalus, o sea que hay un doble rasero en deslegitimar la conquista musulmana mientras con otras conquistas no se hace lo mismo.
La Reconquista tampoco fue un período porque no hubo un gran plan pasado de generación en generación para conquistar al-Ándalus ni existió un período de guerra sin cuartel entre cristianos y musulmanes. No se puede reducir la Edad Media hispánica y las relaciones entre musulmanes y cristianos como de conflicto y solamente de conflicto, omitiendo todo el comercio, alianzas políticas e incluso matrimonios interreligiosos y amistades entre musulmanes y cristianos peninsulares. Y por supuesto el discurso tradicional de la Reconquista también se viene abajo cuando consideramos que no hubo una guerra continuada, hubo guerras entre reinos y condados cristianos, y las motivaciones de índole no religiosa guiaban muchas veces las acciones de los soberanos.
Si la Reconquista no es ni una guerra de liberación nacional ni un período histórico, entonces, ¿la podemos definir como la expansión territorial de los cristianos contra al-Ándalus? Fitz cree que el uso de Reconquista en este sentido es correcto porque también hablamos de cruzadas, aunque sea un concepto desde el punto de vista cristiano. A mi entender y como opinan otros como Alejandro García Sanjuán o Martín Federico Ríos Saloma, sigue siendo incorrecto este uso, porque es imposible quitarle el nacionalismo subyacente, porque implica seguir aceptando que la existencia de al-Ándalus era ilegítima y, más importante aún, implica aceptar que los reinos cristianos eran herederos y continuadores del Reino visigodo, algo insostenible como veremos a lo largo del episodio.
Así pues, creo que el único modo de usar y entender correctamente la Reconquista es como una ideología de legitimación, la Reconquista como propaganda política. Concretamente, la ideología de la Reconquista nace en el Reino de Asturias en el siglo IX, y el núcleo asturiano se presentaba como heredero del Reino visigodo y restaurador del orden político y religioso anterior, de ahí que estas ideas de legitimación se conozcan también como neogoticismo. Si realmente hubiera pervivido el Reino visigodo en un reducto del territorio peninsular entonces se podría hablar apropiadamente de reconquista, pero es que no fue así, sino que surgieron múltiples reinos y condados completamente nuevos y por eso hay que hablar de conquistas, no de Reconquista.
Este es el argumento más contundente en contra de la definición tradicional de Reconquista. Y de nuevo, sería algo muy cargado ideológicamente hablar de Reconquista en términos espirituales, como si el catolicismo hubiera reconquistado la península ibérica, algo que además no terminó con la conquista del Reino nazarí de Granada, porque siguió habiendo musulmanes viviendo en la península hasta principios del siglo XVII. Dicho esto, el relato neogótico fue recogido por León y Castilla, y como la Corona de Castilla se convirtió en hegemónica en España por su mayor peso demográfico, militar y económico y finalmente se expulsó a los musulmanes de la Península, el discurso reconquistador surgido en Asturias se convirtió en el discurso oficial nacionalcatólico, en la Reconquista.
El término Reconquista no aparece hasta finales del siglo XVIII y se desarrolla conceptualmente en el siglo XIX con el influyente historiador Modesto Lafuente, en buena medida como paralelismo con la guerra de Independencia española contra los franceses. Según Ríos Saloma como Reconquista no es un término propio medieval hay que descartarlo, y aquí estoy de acuerdo con García Fitz o Carlos de Ayala en que esta es una objeción débil. No aparece reconquista, pero sí aparecen verbos como restituir, restaurar o recuperar, con lo cual ya había una ideología de la Reconquista en época medieval. Que no se usara ese término es irrelevante, porque hay otras construcciones historiográficas que las usamos y son útiles, como Imperio bizantino, Reino asturleonés, Edad Media o feudalismo.
Sí es importante resaltar que la Reconquista neogótica fue cambiando según la época y las circunstancias, por ejemplo en épocas en que al-Ándalus estaba fuerte los cristianos estaban más calladitos y se olvidaban de sus pretensiones, mientras que cuando al-Ándalus estaba débil y dividida se reforzaba la idea de una restauración del orden godo y de la cristiandad. En el siglo XIV los reinos cristianos estaban más preocupados por sus luchas entre ellos que en conquistar el reducto granadino andalusí, y en cambio en el siglo XV los Reyes católicos recuperaron en todo su esplendor el discurso de la Reconquista para justificar y celebrar la conquista del Reino nazarí de Granada. Puede resultar chocante que durante el siglo X las crónicas cristianas se olvidaran de la batalla de Covadonga, y que no volviera a aparecer hasta finales del siglo XI, pero es normal si se tiene en cuenta la omnipotencia del Califato de Córdoba.
Yo siempre lo digo y no me cansaré de repetirlo, el pasado es una herramienta política para entender y legitimar o bien el status quo o bien el cambio. Como escribió Alejandro García Sanjuán: “la utilización del pasado como herramienta para el fortalecimiento de identidades colectivas sigue siendo un recurso habitual entre distintos sectores, académicos y no académicos, y cuenta con un público muy receptivo necesitado de permanentes refuerzos de autoestima identitaria.” Los zares de Rusia decían que Rusia era la tercera Roma, los japoneses justificaron su dominio colonial sobre Corea afirmando que ya lo habían hecho en la antigüedad, y los polacos calificaron a Polonia como Cristo de las naciones en el siglo XIX por la partición de su país y sufrimiento de su gente.
Ya vimos en el episodio extra 7 El pasado preislámico de al-Ándalus que la dinastía omeya también construyó su propia visión del pasado al servicio del presente del siglo X, pero esa ha quedado muy olvidada porque finalmente al-Ándalus desapareció, y del mismo modo la única Reconquista que ha pervivido ha sido la de Asturias, León y Castilla, mientras que se han olvidado otras ideologías de Reconquista de las que hablaré en un rato. Los independentistas catalanes también han cogido hechos históricos como la derrota de Barcelona del 1714 como un episodio más de opresión de España contra Cataluña, otro ejemplo del uso propagandístico de la historia, y si no ves que la Reconquista es otra narrativa nacionalista entonces solo puedo tirar de refranero y decirte que solo ves la paja en el ojo ajeno y no la viga en la tuya.
Pérdida de Spania y restauración en los siglos VIII y IX
Las fuentes latinas más próximas a los hechos confirman la destrucción completa del Reino visigodo, y por tanto no reconocían que existiera un reino continuador del Reino visigodo en el norte peninsular. El Chronicon moissiacense matizaba que los árabes dominaban casi toda Spania, y la Chronologia regnum gothorum pronosticaba que por voluntad divina un día serán expulsados los árabes y bereberes. Dado que estos documentos fueron escritos en el Imperio carolingio, lo más probable es que sus autores identificasen a los francos como defensores de la cristiandad frente a los musulmanes y como legítimos sucesores de los godos, sin tener en consideración las pretensiones del pequeño Reino de Asturias.
Por su parte, la Crónica mozárabe del 754, escrita por un clérigo anónimo que vivía bajo dominio islámico, ya contiene la idea de ruina de Spania y presenta una visión catastrofista y providencialista de la conquista islámica. Es una crónica que lamenta el pasado, pero no sueña con un futuro esperanzador. A pesar del colaboracionismo predominante entre la Iglesia hispana y las autoridades árabes, desde ya el siglo VIII hubo clérigos hispanos y de toda Europa que vieron la conquista musulmana como una gran catástrofe causada por la impiedad de los hispanogodos de finales del reino toledano. La idea de ruina de Spania fue transformada en pérdida de Spania o España por los monarcas asturianos y toda la historiografía cristiana española posterior, y hay una diferencia importante ahí porque pérdida lleva a querer recuperar lo perdido y a creer que eres el dueño o heredero legítimo de lo perdido, en este caso de la península ibérica.
Si te consideradas heredero de los godos, cosa que hicieron los monarcas astures mediante la genealogía de Pelayo, entonces tienes el derecho e incluso la obligación de luchar contra los musulmanes. Las crónicas asturianas insisten en el origen noble y godo de Pelayo, primero para glorificar a la monarquía de Oviedo y segundo y más importante para establecer una continuidad entre el Reino visigodo y el Reino de Asturias y darle más legitimidad frente a otros reinos como el de Pamplona. La procedencia goda de Pelayo era indispensable si el Reino de Asturias se quería presentar como heredero y restaurador del Reino visigodo, porque según se estableció en el IV Concilio de Toledo solo un godo puede ser rey de un reino que se diga godo.
Y como el Reino de Asturias reclamaba todas las tierras de la península ibérica necesitaba presentar su monarquía como goda. Lo que no deja de ser curioso es que tras la revuelta de Pelayo ya no aparecen más menciones sobre los godos y en cambio se hable de astures, además de gallegos, vascones y castellanos. Dentro del imaginario neogótico, los asturianos eran herederos de los godos, pero eran un pueblo nuevo, como si fueran una evolución de un Pokémon, por eso las crónicas no hablan de regnum Gothorum sino de Asturorum regnum, Reino de los astures en la única ocasión en que se le da un nombre al reino. Las primeras crónicas originales del Reino de Asturias datan de finales del siglo IX, aunque existen indicios de crónicas más tempranas, perdidas, que fueron redactadas durante el reinado de Alfonso II.
El mal llamado testamento de Alfonso II del 812 relata como los godos con el rey Rodrigo perdieron el reino ante los árabes por sus pecados, pero Pelayo se salvó del dominio árabe, emergió como soberano y venció a los árabes en batalla, defendiendo así a los cristianos y astures. Aparece ahí la idea de recuperación de los templos y la Iglesia de Cristo en Spania sin vincular expresamente ni a Pelayo ni el Reino de Asturias al Reino visigodo, por lo tanto podemos confirmar que con Alfonso II surgió la idea de una restauración espiritual de la cristiandad en la península, pero no hay indicios claros de que la monarquía asturiana se presentase ya como continuadora del Reino visigodo.
Las crónicas asturianas fueron escritas en el contexto de la segunda mitad del siglo IX, en un momento en que los omeyas de Córdoba estaban perdiendo el control de al-Ándalus frente a señores locales y circulaban por toda la península profecías que auguraban el final del dominio árabe y la expulsión de los musulmanes. Mientras que en la Crónica mozárabe los musulmanes son los primeros responsables en la ruina de Spania, en las crónicas asturianas los musulmanes solo son el instrumento de Dios usado para castigar al pueblo godo por los pecados de Witiza y la corrupción moral del clero. Esto forma parte de la típica visión providencialista de la historia por parte de cristianos, que ya se observa por ejemplo en los relatos de Orosio o Agustín de Hipona al hablar de las migraciones bárbaras o el saqueo de Roma del 410.
La Crónica Profética del 883 predecía que los árabes quedarían reducidos a la nada y volvería la paz de Cristo a los 170 años de su conquista, es decir, fechaba la expulsión de los musulmanes al año siguiente de la redacción de la crónica. El que debía conseguir tal gesta era Alfonso III de Asturias, que según el autor estaba llamado por la providencia a restaurar la patria de los godos y reinar sobre toda Spania. En las crónicas asturianas subyace la idea política y religiosa de un Reino de Asturias que debía salvar Spania y restaurar el Reino visigodo, sobre todo en un sentido religioso para salvar la cristiandad hispana, pero es en la Crónica Profética donde se habla explícitamente de que el Reino de Asturias debe conquistar Spania y restaurar el Reino visigodo.
La Reconquista, siglos XIX-XX
En los siglos XVI y XVII las identidades hispanas se basaban en su condición de católicos frente a los protestantes o a los musulmanes, de ahí que se continuase la tradición medieval de la pérdida y restauración de España. En el siglo XVIII las cosas empezaron a cambiar porque la identidad empezó a construirse a partir de conceptos políticos como patria o nación, y se remarcó la lucha entre españoles y extranjeros en el discurso de lucha entre cristianos y musulmanes. También en la Ilustración aparecieron críticas a las leyendas, explicaciones morales y al providencialismo propio de la Edad Media. La palabra Reconquista como lucha entre cristianos y musulmanes en la Edad Media peninsular aparece documentada por primera vez en el 1796, y se terminó de fijar como elemento importantísimo de los mitos nacionales españoles a partir de la segunda mitad del siglo XIX con la magna obra del historiador Modesto Lafuente.
En buena medida apareció el concepto como paralelismo a otro momento fundacional de la nación española, la guerra de Independencia española contra el invasor francés, de este modo los españoles volvieron a combatir a herejes e invasores extranjeros en el siglo XIX y reconquistaron España como lo habían hecho sus ancestros con los musulmanes. El término Reconquista adquiere su significado tradicional en el contexto de la construcción de los estados-nación, con un nacionalismo que buscaba usar la historia para crear y fijar una identidad nacional española homogénea. Desde esta perspectiva el islam y al-Ándalus es lo opuesto a lo español, es la anti-España, porque la Spania goda era considerada la España visigoda, es decir, la misma nación española del siglo XIX pero que en el siglo VIII había estado unida por la monarquía visigoda y la Iglesia católica tras la conversión de Recaredo y el III Concilio de Toledo del 589.
Como los musulmanes habían aniquilado la pretendida unidad nacional bajo los godos y la fe católica, los musulmanes eran enemigos de la nación española y su presencia era considerada una usurpación, una conquista ilegítima, una invasión. Esa invasión suponía un paréntesis y un obstáculo que al ser superado permitió el fortalecimiento de la eterna nación española. La colección de la Historia general de España coordinada por el político e historiador Antonio Cánovas del Castillo fue también importantísima para fijar lo que se ha venido entendiendo como Reconquista durante décadas. El historiador mexicano Ríos Saloma entiende que esta obra es la versión de la historia de España escrita por la burguesía ligada al poder y a la Restauración borbónica. De hecho, antes se había usado el término restauración para referirse a las conquistas cristianas de al-Ándalus y a la recuperación de la libertad de los católicos, pero las élites de la Restauración borbónica se apropiaron del término y a partir de ahí se reservó el término Reconquista para la Edad Media peninsular y las luchas entre cristianos y musulmanes.
Con esta mirada al pasado, la monarquía de Alfonso XII y XIII y los políticos liberales se legitimaban como continuadores de la monarquía como sistema político, la religión católica, el orden, las leyes y los valores de la burguesía, frente a la breve ruptura que supuso la Primera República. Es importante de remarcar ese uso político de la historia por los que se crean que esa es la visión verdadera de la historia de España, la fiel y tradicional, cuando no es para nada así, y para los que se crean que estas visiones críticas con la Reconquista son historia progre. La Reconquista es una epopeya heroica de salvación de España, de defensa de la nación y la cristiandad, un destino predestinado desde que Pelayo iniciara su resistencia en Asturias y que culminó con la unión de las Coronas de Castilla y Aragón y la conquista del Reino nazarí de Granada.
Con el relato de la Reconquista la identidad española, basada en el catolicismo, siguió existiendo después de la caída del Reino visigodo entre los cristianos del norte, y esta idea de indisoluble asociación entre ser español y católico incluso se plasmó en la liberal Constitución de Cádiz del 1812 que estipulaba la confesionalidad católica de España. Marcelino Menéndez Pelayo, uno de los historiadores españoles más importantes del siglo XIX, plasmó perfectamente la perspectiva nacionalcatólica de la españolidad, del ser español. En su prólogo de su Historia de los heterodoxos españoles escribió: “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los arévacos y de los vetones o de los reyes de taifas.”
Los historiadores decimonónicos no tenían el rol de desmitificadores, sino que se esperaba que construyeran un relato nacional, una memoria histórica que crease una identidad colectiva en base a un pasado común, es decir, los historiadores del siglo XIX estaban al servicio de la nación y no del conocimiento científico. A partir de la mitificación de figuras y hechos significativos se construyeron discursos patrióticos por todo el mundo, y estos discursos permitían justificar el imperialismo, el servicio militar obligatorio, y la unidad del estado, o permitían crear enemigos y distraer al pueblo llano de otras causas. No es casualidad que la Reconquista parta de la tradición del Reino de Asturias, León y Castilla, mientras que se ignora en este discurso otras ideologías reconquistadoras periféricas para reforzar la unidad de España frente a los nacionalismos periféricos que fueron emergiendo a finales del siglo XIX.
Fue durante la dictadura franquista que el discurso nacionalcatólico alcanzó una popularidad como nunca antes, en gran parte por el adoctrinamiento a través del sistema educativo y de la purga en la academia de voces disidentes con el discurso oficial. Con la Transición el relato oficialista nacionalcatólico fue disminuyendo en popularidad, aunque nunca ha desaparecido del todo y aún quedan adeptos que compran acríticamente el discurso de la Reconquista. A nivel internacional, tiene algo que ver el surgimiento del discurso del choque de civilizaciones entre Occidente y el islam promocionado desde el 11-S y la invasión estadounidense de Iraq, que vino a sustituir la guerra entre el capitalismo y el comunismo tras la caída de la URSS, y el resurgimiento del discurso de la Reconquista también va vinculado al rechazo a la inmigración musulmana y al mundo cada vez más globalizado en el que vivimos.
Las otras Reconquistas
El discurso oficializado de la Reconquista de Pelayo, El Cid, Las Navas de Tolosa y los Reyes Católicos proviene de los reinos de Asturias, León y Castilla, pero no solo estos reinos participaron en la conquista cristiana de al-Ándalus sino también Pamplona-Navarra, Aragón, Portugal o los condados catalanes. Por ello recientemente se ha abierto una línea de investigación en torno a las otras Reconquistas, es decir, los otros discursos de legitimación que usaron estos otros reinos para justificar la guerra contra los musulmanes peninsulares, y aunque aún hace falta profundizar más en la investigación, sí está claro que el discurso neogótico de la Reconquista no fue aplicado en toda la península durante la Edad Media. Por orden cronológico hay que empezar por la Reconquista carolingia, porque los francos pretendían liderar la cristiandad y extender sus dominios por buena parte de Europa, incluida Spania.
Todo empezó con las conquistas de Carlos Martel y su hijo Pipino el Breve que arrebataron la Septimania a los árabes, y más tarde Carlomagno y su hijo Ludovico Pío llevaron las conquistas más allá de los Pirineos hasta la mitad oriental de la actual Cataluña. La famosa derrota de Carlomagno en Zaragoza y Roncesvalles contra vascones y musulmanes hizo que el interés carolingio por los territorios hispanos fuera limitado, pero cualquier guerra contra paganos o contra el islam fue vista como una guerra en defensa de la fe católica. Mucho tiempo después al abrirse el Camino de Santiago circularon por la península noticias sobre la intervención de Carlomagno para la liberación de los cristianos hispanos del dominio de los omeyas. De aquí que el arzobispo de Santiago de Compostela Diego Gelmírez difundiera en el siglo XII un libro que inventaba la historia de que el apóstol Santiago se había aparecido a Carlomagno en un sueño invitándole a visitar su tumba y a liberar la Península.
Según esta historia, Carlomagno hizo campañas en Spania y en Santiago de Compostela reunió un concilio en que determinó que toda Spania debía someterse al gobierno del arzobispo de Santiago. ¿Qué vemos aquí? Pues un discurso de legitimación no de un rey, sino de un arzobispo que proyectaba sus aspiraciones a una teocracia cristiana sobre la península ibérica, y usaba la figura de Carlomagno tanto por los jugosos beneficios que otorgaba a Galicia la llegada de francos por el Camino de Santiago como para oponerse al discurso neogótico vinculado a León. Frente a este discurso, la Crónica silense escrita como biografía del rey Alfonso VI de León negaba que extranjeros hubieran ayudado nunca a los cristianos hispanos frente a los musulmanes, lo cual por cierto es falso.
En los condados catalanes o Aragón no se articuló un discurso reconquistador tan elaborado y continuo en el tiempo como en Asturias, León y Castilla, lo que también tiene sentido si tenemos en cuenta que Cataluña o Aragón no fueron zonas muy atacadas por las razias musulmanas. Aunque hay muestras de neogoticismo catalán para contraponerse a los francos y reafirmar su autonomía política frente a ellos, también es cierto que los condes catalanes vinculaban su legitimidad a la dinastía carolingia del emperador Carlomagno y luego el fin de su vasallaje a la falta de ayuda franca para combatir a los musulmanes. No hay que olvidar que en las fuentes árabes el territorio catalán era conocido como Ifranja, es decir, tierra de francos, y para los castellanos esto también fue así hasta el siglo XIII.
El territorio catalán no fue un núcleo de resistencia surgido localmente, sino nacido de la intervención franca que tuvo además una influencia política y social muy grande en los condados catalanes, a pesar de que la colaboración de godos locales y de los emigrados fuera clave para esta expansión carolingia. En algunas crónicas posteriores se omite directamente la intervención carolingia para evitar poner en duda la legitimidad de la dinastía gobernante iniciada por Wifredo el Velloso, y en cambio afirman su legitimidad en base a la defensa de su tierra y a la gracia de Dios. En el siglo XI en época de taifas los documentos reflejan que las gestas de Ramon Berenguer I o de Arnau Mir del condado de Urgel no estaban motivadas ni justificadas por una reconquista religiosa y política.
En cambio, se usa el concepto de guerra justa contra los musulmanes por su condición de bárbaros y paganos a ojos de los cristianos y porque era una forma de enriquecimiento y ascenso social para los aristócratas que participaban en estas guerras y permitían extraer parias. Dios solamente daba la protección a los condes y nobles de la antigua Marca Hispánica para que saliesen victoriosos de sus campañas. El discurso reconquistador en los condados catalanes o en el Reino de Aragón solo se empieza a vislumbrar a partir del siglo XI o XII cuando se expanden militarmente estos territorios y reciben influencias de las ideas papales de guerra santa. Este discurso no usa figuras como Pelayo o el apóstol Santiago, no se vinculan las dinastías reinantes con los godos, ni tampoco se habla de una restauración del Reino visigodo ni persigue la unidad política peninsular ambicionada por los asturleoneses y castellanos.
Lo que sí comparte esta Reconquista catalana y aragonesa con la hegemónica castellana es que los musulmanes conquistaron Spania y oprimieron a los cristianos, y que Dios había devuelto el favor a los cristianos y de ahí que se explicase el retroceso territorial de al-Ándalus. De este modo, este discurso reconquistador no mira al pasado godo ni parte de un héroe, sino que se justifica en la voluntad divina y en dinastías reales y condales receptoras de esa voluntad de Dios. La única justificación ideológica para expandirse territorialmente es que antes de la llegada de los musulmanes toda Spania había sido cristiana, y eso obligaba a los reyes y príncipes cristianos hispanos a expulsar a los musulmanes y restaurar la fe católica en la Península. En Portugal la ideología de Reconquista nunca tuvo una importancia política ni repercusión historiográfica tan grande como en España.
Esto se debe a que la identidad nacional portuguesa no se construyó en base a la lucha contra el islam ni contra otros reinos peninsulares, sino por la era de los descubrimientos y la construcción del Imperio portugués. Se debe tener en cuenta que el Reino de Portugal nació en el siglo XII y sus fronteras hacia el sur quedaron fijadas con la conquista del Algarve en el 1249, así que a una lucha de un siglo era difícil darle una importancia tan grande como ha tenido en España. Las crónicas medievales portuguesas nunca dieron demasiada importancia al pasado godo, y como en el caso de los condados catalanes o Aragón los monarcas portugueses basaron más su legitimidad en los éxitos militares del presente y en la ideología de las cruzadas del papado, tanto por el contexto europeo de gran antagonismo entre cristianismo e islam como porque en Portugal la ayuda extranjera de cruzados fue muy importante para el avance de sus conquistas.
Sin embargo, es cierto que en el siglo XX por influencia española llegó a Portugal el concepto de Reconquista como lucha religiosa y fue usado por algunos grupos políticos conservadores y católicos para criticar la descristianización de la sociedad portuguesa llevada a cabo por la República liberal de Portugal. En el Reino de Pamplona del siglo X y XI el dominio de los godos forma parte del pasado y no tiene continuidad en los reyes pamploneses del momento, de ahí que algunos historiadores hablen para el reino de Pamplona-Navarra, los condados catalanes y Aragón, y Portugal de una Reconquista hispánica, despojada de neogoticismo y que partía de esa idea de una Spania que había sido cristiana y que había que recuperar. De hecho, en algunos momentos en León y Castilla también se olvidaron momentáneamente de la Reconquista neogótica, es decir, de esa Reconquista que quiere recuperar el Reino visigodo, y se limitaban a esta Reconquista hispánica, viendo así el pasado godo como algo sin continuidad.
Finalmente hay que tener en cuenta una ideología de Reconquista surgida fuera de la península, lo que Carlos de Ayala llama la Reconquista pontificia. Desde la segunda mitad del siglo XI el papa de Roma difundió la idea de que Spania era propiedad legítima de Roma, y lo hizo mediante dos argumentos que hoy sabemos que son leyendas. Uno, la leyenda de los siete varones apostólicos, que habrían sido enviados a Hispania para evangelizarla por los apóstoles Pedro y Pablo, y la legendaria donación de todo Occidente del emperador romano Constantino al obispo de Roma. En otras palabras, la cristianización de Hispania habría sido obra de Roma y no de Santiago, y la unidad política y de fe la habrían construido los papas, no los visigodos.
La reacción islámica. La Reconquista de la Reconquista
¿Y cómo estudiar lo que son los discursos cristianos de Reconquista sin estudiar cómo reaccionaron los musulmanes afectados por ella? Con la gran fitna de al-Ándalus que llevó a la disolución del Califato de Córdoba, al-Ándalus quedó dividida en numerosos reinos de taifas que por su debilidad y luchas entre sí se aliaron, cuando no se sometieron, a los reinos cristianos. Los andalusíes eran plenamente conscientes de las ideologías de Reconquista presentes entre los cristianos peninsulares. El marroquí Ibn Idari recogió en el siglo XIII como el rey Fernando I de León amenazó a la Taifa de Toledo, diciendo: “Solamente pedimos nuestro país, que nos lo arrebatasteis antiguamente. […] ¡Emigrad, pues, a vuestra orilla y dejadnos nuestro país!”
El emir Abd Allah de Granada en sus memorias puso en boca de un embajador leonés las siguientes palabras que reflejaban la estrategia de conquista y hegemonía cristiana: “Al-Ándalus era en principio de los cristianos, hasta que los árabes los vencieron y los arrinconaron en Yilliqiya, que es la región menos favorecida por la naturaleza. Por eso, ahora que pueden, desean recobrar lo que les fue arrebatado, cosa que no lograrán sino debilitándoos y con el trascurso del tiempo, pues, cuando no tengáis dinero ni soldados, nos apoderaremos del país sin ningún esfuerzo.” Las fuentes árabes no ocultan el hecho de que, efectivamente, la península ibérica había sido cristiana antes de la conquista musulmana. No obstante, por derecho de conquista los musulmanes se legitimaban como soberanos de al-Ándalus y por eso surgió la idea de renovar esa conquista de al-Ándalus, esa conquista de la península ibérica.
Como reacción a la ideología reconquistadora cristiana, en la al-Ándalus de taifas y almorávide apareció también un discurso de recuperación del territorio perdido, pero hay que matizar que este discurso no estuvo tan presente como la idea de defensa del territorio y la ideología de la yihad como guerra santa contra los cristianos. Los almorávides llegados del Magreb en parte justificaron su legitimidad como protectores de al-Ándalus y restauradores del islam en la Península. Igual que en los discursos reconquistadores cristianos, los almorávides y muchos andalusíes veían como el país se había echado a perder por culpa de los pecados de los reyes de taifa. Dios los había castigado con las conquistas cristianas, pero también Dios salvó a los musulmanes en batallas como las de Sagrajas o Uclés y eso abrió la esperanza a que Dios devolviese al-Ándalus a los musulmanes.
Asturias y Cantabria en el año 700
Dejando pues ya de lado toda la explicación de qué es la Reconquista, toca hablar de los orígenes del Reino de Asturias. En el episodio extra 8 El norte peninsular en época goda expliqué que Asturias y Cantabria habían pertenecido al Imperio romano y habían sido romanizadas, aunque la romanidad ahí no se vivió como en otras partes del Imperio donde disfrutaban de ciudades, acueductos y anfiteatros porque eran territorios periféricos. Los historiadores Barbero y Vigil sostuvieron en los años 70 que los pueblos norteños de la península, es decir, astures, cántabros y vascones, no habían sido integrados en el Imperio romano ni tampoco en el Reino visigodo y que mantenían muchos rasgos indígenas prerromanos.
Esta innovadora interpretación indigenista ha sido rebatida con el tiempo por la evidencia de que el norte peninsular sí fue romanizado, pese a que ser romano no significaba lo mismo en Asturias que en Egipto o Germania, y durante la Antigüedad tardía se cristianizó el norte, a pesar de que pudieran quedar reductos paganos en el siglo VIII, con lo cual cuando hable de astures o asturianos tómalo simplemente como habitantes de Asturias sin ninguna connotación étnica prerromana. Ya con el fuerte declive de la explotación minera en el siglo IV la cordillera Cantábrica quedó sin urbes y a lo largo del siglo V la sociedad y economía del norte peninsular quedó bastante limitada a un ámbito local y comarcal. De este modo se derrumbó el esquema administrativo basado en ciudades y esto permitió que la sociedad estuviera controlada por los grandes propietarios locales que disponían de tierras, castros y siervos.
La cordillera Cantábrica quedó independizada no porque luchasen por su independencia sino porque era una región insignificante y periférica que quedó abandonaba a su suerte por un imperio en caída libre. El cristianismo llegó a Asturias y Cantabria en los siglos IV y V, pero no se extendió realmente hasta época goda por la llegada de misioneros y la fundación de monasterios y ermitas cristianas. Pese a eso, algunos historiadores consideran que aún había paganos en el siglo VIII, cuando ya emergió el Reino de Asturias. La Asturias occidental fue incorporada al Reino suevo y luego al Reino visigodo, pero no ocurrió así en el resto de Asturias. Las provincias de Asturias y Cantabria en su sentido actual no formaban parte del Reino visigodo, sino que sus élites locales se relacionaban con el Reino visigodo mediante contactos esporádicos en que reconocían su autoridad superior y pagaban tributo, pero a veces los godos tenían que arrancar los tributos a la fuerza con campañas militares.
Por lo tanto, podríamos decir que Asturias y Cantabria pertenecían al área de influencia de los godos, pero no eran regiones integradas en sus cuadros administrativos. Es normal que el Reino visigodo y la Iglesia hispana no mostrasen una voluntad fuerte de implantar una red institucional ahí porque eran regiones sin ciudades, poco pobladas, y de poco interés económico, solo los aristócratas locales y los reyes de Asturias se encargaron de patrocinar la fundación de templos de culto cristiano. La arqueología sugiere que hubo una expansión agrícola en Asturias a finales del siglo VII y esto explicaría el desarrollo de una jerarquía social mayor a la de momentos previos de la conquista islámica, por tanto, emergieron unas élites y una desigualdad socioeconómica no vista anteriormente. También llama la atención que en cuevas de los valles y montañas asturianas se enterrasen aristócratas y ahí se han encontrado armas, joyas y otros objetos como cerámicas o monedas suevas y visigodas.
Esto refleja tanto esa jerarquización social como que existían relaciones entre la aristocracia local y el Reino visigodo, aunque esto no significa que los godos controlasen la región. Hay que recordar que en los llamados Campos Góticos de la actual Castilla y León se pensaba que ahí se concentraron los asentamientos godos porque la gente fue enterrada con objetos asociados a ellos, pero actualmente no se interpreta así, sino que se interpreta como que estos habitantes de una región periférica del Reino visigodo del siglo VI querían asociarse a los godos frente a sus vecinos que seguían sin estar sometidos a ellos. Por tanto, la aristocracia astur buscaba asociarse al prestigio de los godos y esto podría explicar en parte el surgimiento del neogoticismo de la monarquía asturiana.
La revuelta de Pelayo
Las fuentes latinas y árabes coinciden en que Asturias se sometió a los conquistadores musulmanes sin oponer una resistencia inicial, y sus élites pactaron para revalidar sus propiedades y posición social frente a sus dependientes con el nuevo poder musulmán. Los historiadores han discutido por mucho tiempo sobre los orígenes del famoso don Pelayo porque eso tiene grandes implicaciones en la supuesta continuidad entre el Reino visigodo de Toledo y el Reino de Asturias. Unos emparentan a Pelayo con las familias reales del Reino visigodo, mientras que otros lo consideran un magnate de Asturias que poco tenía que ver con la administración goda, veamos pues qué hipótesis es más plausible. En las crónicas asturianas del siglo IX Pelayo es un aristócrata godo, aunque hay versiones notablemente distintas sobre sus orígenes.
Por un lado, la Crónica Albeldense ubica a Pelayo en Asturias y dice que estaba ahí exiliado por su enfrentamiento con Witiza, de este modo le quita cualquier responsabilidad en la caída del reino, y hay que decir que no dice nada sobre su relación con el rey Rodrigo. En la Crónica rotense, en cambio, Pelayo era el espatario de Witiza y Rodrigo y por tanto alguien muy próximo a los últimos reyes godos. Se da a entender que Pelayo llegó a un pacto de capitulación con los musulmanes y el gobernador de León y Gijón Munuza envió a Pelayo con una legación a Córdoba. Munuza se casó con la hermana de Pelayo aprovechando su ausencia y sin su autorización, y según esta versión de la historia esta es la causa de que Pelayo decidiera romper su pacto y rebelarse contra los árabes y bereberes en Asturias.
Ya vimos en el episodio 22 La conquista musulmana de la península ibérica que los matrimonios entre conquistadores musulmanes y mujeres hispanogodas fueron frecuentes y era una forma de que éstos accediesen legalmente a la propiedad de grandes tierras. Pero según la legislación visigoda del Liber Iudiciorum, al no autorizar Pelayo, presunto tutor legal de su hermana, el matrimonio entre su hermana y Munuza ésta perdía el derecho a la herencia familiar, que era lo que realmente ambicionaba Munuza. Y según la versión ovetense de la Crónica de Alfonso III con la llegada de los musulmanes los aristócratas godos, incluido Pelayo, huyeron a Francia y en su mayoría a Asturias. Estos magnates formaron una asamblea o concilio y eligieron a Pelayo como su princeps, su soberano, por ser de sangre real y ser hijo de un duque provincial visigodo llamado Favila, presuntamente asesinado por Witiza.
De este modo la ovetense silencia cualquier pacto entre Pelayo y los musulmanes, lo presenta como alguien que resistió a los musulmanes desde el mismo momento de la conquista, y aunque lo vincula con el Reino visigodo también la Crónica de Alfonso III marca ciertas distancias entre Pelayo y los muy criticados Witiza y Rodrigo. Aparte del aspecto político, los cronistas se inspiraron mucho en la Biblia para engrandecer a Pelayo y la batalla de Covadonga, con paralelismos entre Pelayo y Judas Macabeo, personaje bíblico que lideró a los judíos en la revuelta de los macabeos contra la dinastía de los seleúcidas, o la cifra de 187.000 muertos musulmanes es prácticamente un calco de los asirios que murieron en un asedio a Jerusalén en el Antiguo Testamento. También en las crónicas asturianas se habla de Munuza como uno de los generales principales de la conquista musulmana junto a Tariq y Musa, para así engrandecer la victoria de Pelayo y su importancia, aunque en realidad la posición de Munuza fue mucho más modesta y era un gobernador y jefe de la guarnición bereber estacionada en Gijón y posiblemente también en León.
Las crónicas árabes no son muy útiles para acercarnos al Pelayo histórico porque la mayoría no siguen una tradición independiente, sino que parten del cronista Ahmad al-Razi que bebió de las crónicas asturianas, y así los andalusíes asumieron algunos de los planteamientos neogóticos de sus cada vez más peligrosos enemigos. A pesar de ello, Eduardo Manzano Moreno destaca que en la obra de al-Maqqari aparece una versión de la historia elaborada a finales del siglo X en que se dice que Pelayo era de la gente de los astures, no de los godos, y se encontraba en Córdoba como rehén para garantizar la obediencia de sus gentes, hasta que consiguió escapar en época del valí al-Hurr, entre el 716 y 719, y los astures lograron expulsar a su lugarteniente de Asturias. Es llamativa esta obra porque no sigue la tradición de las crónicas asturianas y en cambio dice que Pelayo era de Asturias y se rebeló cuando al-Hurr gobernaba, y esto refuerza la credibilidad de la fecha tradicional de la batalla de Covadonga en el 718.
Frente al neogoticismo de las crónicas asturianas, como he comentado en la sección anterior surgió en los 70 una tesis indigenista que defendía la independencia de los astures, cántabros y vascones y su cultura prerromana incluso cuando llegaron los musulmanes, pero esa tesis es insostenible. Santiago Castellanos e Iñaki Martin Viso sugieren que el germen del Reino de Asturias estuvo compuesto por un grupo de terratenientes de la Asturias oriental y central que consideraron que integrarse en el Califato omeya era perjudicial para sus intereses, básicamente porque no recibían nada a cambio de pagar tributo, y por lo tanto se rebelaron contra el gobernador musulmán de Gijón. No fue inevitable que optaran por rebelarse, porque otras regiones periféricas como La Rioja optaron por colaborar con los musulmanes, así que tiene más que ver con diferencias en las decisiones de las élites locales.
Así que, con todas estas matizaciones, sí parece muy verosímil que Pelayo fuera un magnate afincado en Asturias y con su base de poder patrimonial ahí y no un godo. Esto es así porque no se menciona a Pelayo en Astorga, capital de la Asturias goda, y en cambio el escenario de su revuelta siempre es la actual Asturias oriental y central. Además, un testamento de Alfonso III confirma una propiedad de Pelayo en el centro de Asturias y es poco creíble que un refugiado godo recién llegado se hubiera hecho con tierras y erigido como el líder de una revuelta local. Si la hipótesis de que Pelayo y sus aliados eran aristócratas astures fuera correcta, podría entenderse la revuelta de Pelayo dentro de esas dinámicas propias de las sociedades de frontera que ya se vieron en el período visigodo, en que las élites astures y cántabras unas veces pactaban y aceptaban pagar tributo a los godos y otras se negaban y eso provocaba la intervención militar goda.
Así esta dinámica de pacto y revuelta habría continuado en época andalusí, es decir, antes de él ya existieron otros Pelayos anónimos que lucharon contra los godos. La diferencia entre Pelayo y anteriores líderes astures y cántabros que se alzaron contra los godos es que de su revuelta surgió el primer reino formado en el norte peninsular debido al vacío de poder dejado por godos y por los árabes y bereberes tras la década del 740. Es también destacable que el nombre de Pelayo sea latino y no germánico como todos los nombres de reyes godos, y nombres germánicos de otros reyes asturianos como Favila o Alfonso tampoco están documentados en época goda. Esto no excluye la posibilidad de que algunos refugiados hispanogodos emigraran a la cordillera Cantábrica como sostienen las crónicas asturianas y estuvieran presentes cuando se constituyó, esto podría explicar el neogoticismo del Reino de Asturias, pero sí me parece más creíble que los cabecillas fueran miembros de la élite local.
La batalla de Covadonga, mito y realidad
Tras la elección de Pelayo como soberano de los astures, las crónicas presentan inmediatamente la batalla de Covadonga. Hay que entender que el relato de Covadonga en las crónicas asturianas no trata de ser un parte de guerra, sino que es la interpretación del desarrollo y resultado de la batalla en clave providencialista y de legitimación política de la monarquía asturiana. Como en los textos bíblicos, es una historia de salvación de un pueblo elegido, porque los godos habían perdido el favor de Dios por sus pecados y fueron castigados con la derrota y opresión, mientras que la victoria de Covadonga señala la recuperación del favor de Dios para esos cristianos del norte y en concreto para la dinastía a la que pertenecía Alfonso III, quien mandó redactar las crónicas. Por tanto hay que entender que esta mentalidad providencialista era la propia de la época y estaba presente entre los judíos, cristianos y musulmanes, y no es de extrañar porque, ¿quién puede dudar de la legitimidad de alguien elegido por Dios?
La fecha de la revuelta de Pelayo y la batalla de Covadonga ha sido muy discutida. La fecha tradicional era el 718, luego Claudio Sánchez Albornoz defendió que realmente ocurrió en el 722 basándose en una compilación biográfica árabe que mencionaba la muerte de un soldado musulmán en ese año contra los cristianos, y como según Sánchez Albornoz el único frente abierto era el asturiano la muerte solo pudo producirse en la batalla de Covadonga. Hay que echarle mucha imaginación y olvidarse que los musulmanes tenían otros frentes en los Pirineos y en la Septimania que aún no había sido conquistada del todo, pero claro en aquella época todo lo que decía Sánchez Albornoz iba a misa y el 722 fue tomado como la fecha de la batalla de Covadonga por muchos historiadores.
Hay que decir que la fecha del 722 es atractiva también porque algunas fuentes árabes sitúan el inicio de la revuelta astur en época del gobernador Anbasa, famoso por su política de aumento de la presión fiscal que sin duda provocó resistencias, y esa causa fiscal podría ser el verdadero detonante de la revuelta de Pelayo, del mismo modo que en otras partes del califato como en Egipto o Tánger estaban ocurriendo estas revueltas. En cambio, si se produjo en el 718 sería con el valí al-Hurr, conocido por haber fijado la capital de al-Ándalus en Córdoba y por haber consolidado la conquista con la incorporación de Pamplona y las actuales provincias de Barcelona y Gerona. Finalmente García Moreno propuso una nueva fecha muy distinta, el 737 por la fallida campaña del gobernador Ibn Qatan en algún lugar montañoso, pero ya vimos en el episodio anterior, el episodio 23 El valiato de al-Ándalus, que su propuesta es muy problemática, así que los historiadores suelen citar sin mojarse el 718 o el 722.
¿Qué nos cuentan las crónicas cristianas sobre la batalla de Covadonga? Según la leyenda, tras huir de los árabes que le querían arrestar Pelayo unió a fieles suyos que lo eligieron princeps, el primero o más notable de entre los suyos, y se atrincheraron en una cueva del monte Auseva, Covadonga, para defenderse contra el colosal ejército musulmán encabezado por un tal Alkama. Oppa, hermano de Witiza y obispo que pactó con los musulmanes, intentó convencer a los rebeldes que era una locura lo que hacían y ofreció a Pelayo un pacto de capitulación, pero este lo rechazó sin titubeos y se presentó como la alternativa a la corrupta Iglesia que se había sometido. De este modo la pequeña banda de seguidores de Pelayo resistió el ataque de 187.000 soldados musulmanes, y gracias a la intervención divina se obró el milagro y los astures los derrotaron porque eran el pueblo elegido por Dios.
El cómo las piedras lanzadas por las catapultas musulmanas volvieron contra ellos mismos corresponde al Génesis cuando trata la apertura de las aguas del Mar Rojo, y como les ocurrió a los egipcios que perseguían a los judíos de Moisés los musulmanes fueron en su mayoría aniquilados. Los supervivientes huyeron, mientras que Oppa fue capturado y hecho prisionero. Al recibir noticias del desastre el gobernador de Gijón Munuza y sus tropas bereberes evacuaron por miedo a los rebeldes, pero ellos también fueron acorralados en un desfiladero y muertos. Con Dios de su parte, Pelayo y el nuevo pueblo asturiano pudieron derrotar a los musulmanes y abrir la esperanza a la liberación de los cristianos del yugo del islam.
Este es el relato cristiano, pero ¿qué nos dicen las fuentes árabes? Según el Ajbar maymu’a compilado a finales del período califal, los árabes conquistaron todo el país excepto una peña donde se había refugiado Pelayo en compañía de 300 hombres. Los musulmanes los combatieron y muchos cristianos murieron por la batalla y el hambre u optaron por someterse, hasta que quedaron reducidos a 30 hombres y 10 mujeres que solo tenían miel para comer de las colmenas de Covadonga. Al considerar que no representaban amenaza alguna, los musulmanes dejaron de combatirlos y los despreciaron diciendo: “treinta bárbaros, ¿qué pueden hacernos?”. Con tono nostálgico las crónicas árabes tardías lamentaban el no haberle prestado suficiente atención a la revuelta de Pelayo, porque reconocían que eso fue el nacimiento de la resistencia cristiana que logró terminar con la dominación musulmana de la península.
Algunos historiadores han ido tan lejos como negar que la batalla de Covadonga ocurriera, porque no parece ser mencionada en la Crónica mozárabe del 754 o en las crónicas árabes más tempranas, y el relato de Covadonga podría mezclar algún hecho local con la revuelta del bereber Munuza en la Cerdaña y la campaña de Ibn Qatan en los Pirineos. Aun así la mayoría de los historiadores no va tan lejos y es perfectamente viable que estas crónicas no informasen del hecho porque fue un evento de una región periférica y de poco interés para los omeyas. El consenso está en que fue una escaramuza, es decir, un conflicto armado con pocos efectivos involucrados, aunque yo creo que llamándolo escaramuza se menosprecia un poco la batalla de Covadonga y además hay que tener en cuenta que en siglo VIII una batalla de unos cuantos centenares de personas ya podemos considerarlo batalla.
Si intentamos reconstruir la batalla de Covadonga en base a las fuentes latinas y árabes y a un análisis crítico, podemos concluir que en respuesta a la revuelta de los astures encabezados por Pelayo, los musulmanes enviaron una modesta expedición punitiva que fue derrotada, y así pudo constituirse un pequeño principado aislado en los montes, el germen del Reino de Asturias. Las fuentes cristianas y musulmanas coinciden en que la batalla ocurrió en un lugar escarpado, lo que dificultó la movilidad y las operaciones de un ejército no familiarizado con el terreno. De este modo, podemos quitar la intervención de Dios y el providencialismo de los relatos y explicar la victoria cristiana en base al terreno y el buen conocimiento del mismo por parte de los locales. Inevitablemente, la batalla de Covadonga ha dado lugar a multitud de interpretaciones muy influyentes en la historiografía.
La victoria en Covadonga supone la recuperación del favor divino para los cristianos del naciente Reino de Asturias, del mismo modo que Dios había concedido la victoria militar a los reyes bíblicos o a monarcas godos rectos como Recaredo contra los francos, y como las crónicas presentan a Pelayo como godo también implica una penitencia y redención de los pecados de los últimos reyes godos y clérigos hispanos. Según el discurso de la Reconquista, el Reino de Asturias nacía de las ruinas, despropósitos y errores del Reino visigodo. Covadonga representa tanto la fundación de una nueva entidad política y pueblo como la restauración de una iglesia no corrompida y subyugada a los musulmanes, y para Alfonso III fue un elemento de legitimación para su dinastía. La batalla de Covadonga es un hito en la memoria histórica de los reinos cristianos y el episodio fundacional del Reino de Asturias y de España según el relato nacionalcatólico de la Reconquista, que presenta esta victoria como el primer paso para la liberación nacional frente al eterno enemigo musulmán.
Pelayo, el soberano de Asturias
Incluso el mayor defensor de la Reconquista, Claudio Sánchez Albornoz, reconoció que lo más probable es que Pelayo no pensó en continuar la monarquía goda y Pelayo fue un caudillo, no un rey con su corte y gobierno. De hecho, en las fuentes asturianas no se le califica en ningún momento como rey sino como princeps, que se puede traducir como soberano, líder, o el primero y más notable de entre sus iguales, es decir, como si hubiera poca distancia entre Pelayo y los terratenientes que lo apoyaron. El naciente Reino de Asturias no era más que un cúmulo de grandes propietarios de Asturias y Cantabria con vínculos de fidelidad personales hacia el líder astur, y no les unía una idea de fidelidad hacia un poder central fuerte sino sus intereses privados patrimoniales. El objetivo principal de Pelayo y sus sucesores inmediatos fue sobrevivir sin ser sometidos a los musulmanes con su residencia en la pequeña y recóndita localidad de Cangas de Onís.
En sus inicios el Reino de Asturias tenía como límites la Asturias central y oriental, lo que en las fuentes se llama Primorias, además de la comarca cántabra del Liébana. La protección que ofrecían los Picos de Europa de la cordillera Cantábrica y la falta de interés de los musulmanes por un territorio con poco valor económico o estratégico y sin ciudades, y por tanto difícil de administrar, permitió la consolidación del incipiente poder astur. En cierto modo, se puede decir que la pobreza lo salvó de ser un objetivo prioritario para los musulmanes. Tras la batalla de Covadonga, las crónicas solo dicen de Pelayo que gobernó diecinueve años y terminó su vida en Onís, pero es probable que tuviera otros enfrentamientos con los árabes y bereberes.
¿Quizás la arqueología aquí nos puede esclarecer algo? Lo cierto es que la arqueología de Asturias de principios del siglo VIII sigue siendo un tema incipiente que aún le queda recorrido para aportar conocimiento, y hay que tener en cuenta que la arqueología casi siempre informa de procesos y no de eventos concretos. Entre León y Asturias existió un sistema de alertas con torres y faros vinculados a la conquista islámica, igual que ocurrió por el resto de la península. Por otro lado, se han encontrado edificaciones defensivas en los pasos de montaña cantábricos destinados a cortar el paso en lugares estrechos y elevados, por ejemplo el Muro de Teverga o el Homón de Faro. Estas murallas fueron destruidas al poco tiempo de ser construidas, pero ¿cuándo fueron construidas?
La datación por carbono 14 del Homón de Faro da un amplio intervalo, del 650 al 710 o bien del 620 al 790. Esto da lugar a múltiples interpretaciones, porque podría tratarse desde campañas visigodas contra los astures a campañas árabes y bereberes en el momento de la conquista, o la hipótesis más sugerente y a la que más se agarran los investigadores es a la revuelta de Pelayo. En todo caso, esta horquilla tan amplia hace que sea poco útil para tener más certezas sobre los orígenes del Reino de Asturias. Por otro lado, las excavaciones arqueológicas no han podido probar que Gijón estuviera habitada en el siglo VII, y por tanto es posible que los musulmanes reocuparan esta plaza. Que tras la expulsión de la guarnición bereber de Munuza no se vuelva a mencionar Gijón hasta más de un siglo después podría ser indicativo de que los monarcas asturianos no quisieron que su centro de poder estuviera expuesto al mar, o se ha planteado la hipótesis de una élite asturiana que colaboró con los musulmanes y perdió su poder al triunfar la revuelta de Pelayo.
Poco después de la batalla de Covadonga Pelayo casó a su hija Ermesinda con Alfonso, el hijo del duque Pedro de Cantabria. Como no existe una crónica propia de Cantabria desconocemos lo que ocurrió ahí en esas primeras décadas del siglo VIII y no sabemos si fue ocupada brevemente por los musulmanes o si hubo un núcleo de resistencia independiente al de Pelayo. Lo que está claro es que los cántabros no aparecen en la batalla de Covadonga, y que Alfonso se unió a su suegro y ganó batallas antes de morir Pelayo en el 737. Por sucesión hereditaria el hijo de Pelayo, Favila, lo sucedió, y es posible que en ese mismo año el gobernador andalusí Uqba ibn al-Hayyay mandase una expedición contra Asturias y Cantabria.
Esta campaña se habría saldado con una nueva victoria asturiana y por eso Favila erigió la primera iglesia construida por los monarcas asturianos, la iglesia de la Santa Cruz en Cangas de Onís, construida encima de un dolmen neolítico, según proponen algunos historiadores para simbolizar la victoria del cristianismo sobre el paganismo. Según la tradición, originalmente albergó la cruz de la Victoria de madera que Pelayo llevó durante la batalla de Covadonga y que luego Alfonso III de Asturias recubrió con oro y piedras preciosas. Sin embargo, las pruebas de datación de carbono 14 confirman que en realidad la madera se talló en época del mismo Alfonso III, el impulsor del neogoticismo, así que no fue más que otra mentira de la Reconquista.
No mucho más se puede decir de Favila, porque murió a los dos años de reinado, según las leyendas posteriores fue muerto por un oso durante una cacería. La inscripción perdida de la Iglesia de Santa Cruz confirma que Favila tuvo varios hijos, pero sus descendientes no lo sucedieron, sino que pasó a gobernar su cuñado Alfonso. Según la Crónica ovetense Alfonso sucedió a Favila mientras que la rotense habla de una elección, poniendo de relieve que no había sido una transmisión hereditaria patrilineal habitual, pero que había sido legítima por involucrar en la elección a los personajes más importantes del reino asturiano. En todo caso, Alfonso I de Asturias aprovechará el desmoronamiento de la autoridad omeya para expandir las fronteras del Reino de Asturias, aunque sobre su reinado y la caída del Califato omeya tocará hablar en el próximo episodio.
El Veredicto: La Reconquista, ¿un mito necesario?
En El Veredicto de hoy quiero discutir sobre si el mito nacional de la Reconquista es una especie de mal necesario para mantener la unidad de España. Mirándose el ombligo sin ver más allá algunos españoles creen que España, a diferencia de otros países, no ha sido capaz de construir una identidad nacional y un relato unitario de la historia, de aquí que haya habido un debate cansino sobre el ser de España desde hace siglos. Como dice Fernando Bravo López esto ha sido visto por algunos como una enfermedad que ha impedido el surgimiento de un sentimiento fuerte de unidad española, de aquí a que surjan nacionalismos periféricos con cada vez más fuerza.
Sin embargo, esto no es un fenómeno exclusivo de España, sino que las diferentes interpretaciones del pasado ocurren por todo el mundo, es lo que algunos llaman guerras de la historia o la batalla cultural, y sobre todo desde la Segunda Guerra Mundial se han deconstruido multitud de mitos nacionales tras ver las consecuencias letales que podían ocasionar los nacionalismos. No hay que ver el cuestionamiento del relato de la Reconquista como un ataque específico contra España, porque los historiadores modernos han cuestionado todos los relatos de los nacionalismos sean de donde sean, ya sea del nacionalismo francés, vasco o chino.
En un mundo cada vez más globalizado y unos estados-nación menos independientes y más interdependientes, es normal que haya algunos sectores de la sociedad que rescaten viejos mitos nacionales porque hay un miedo a que se debilite la identidad colectiva, los valores comunes y la solidaridad entre nacionales. Sin embargo, hay que tener en cuenta que los mitos nacionales antiguos pueden ser reemplazados por otros mitos nuevos, por ejemplo con una historia que enfatiza el pluralismo, las libertades individuales o la igualdad. Por tanto, no creo que haya que rescatar la vieja Reconquista para mantener la unidad de España, y a los que les preocupe esto deben pensar más bien en cómo construir una España mejor. Y con eso, El Veredicto termina.
Avance y outro
Dicho esto, por favor apóyame en patreon.com/lahistoriaespana, con membresías en YouTube o Spotify, o con un donativo en la página web si quieres que siga haciendo este programa. También quiero aprovechar para recomendar dos libros por si quieres profundizar más en los temas tratados hoy. El primero titulado ‘La Reconquista. Ideología y justificación de la Guerra Santa peninsular’ (enlace pagado) es el mejor que te puedes encontrar en mi opinión si quieres conocer las posiciones de los historiadores más importantes sobre la Reconquista. Fue publicado en el año 2019 y colaboran historiadores como Carlos de Ayala, Francisco García Fitz, Alejandro García Sanjuán o Javier Albarrán, a estos dos últimos por cierto los entrevisté en Memorias Hispánicas, y es un libro que presenta el estado de la cuestión de la Reconquista, habla de las otras reconquistas y de la visión islámica, o del Cid y el uso de la Reconquista en el franquismo.
El otro es ‘La Reconquista: una construcción historiográfica (siglos XVI-XIX)’ (enlace pagado) del historiador mexicano Martín Federico Ríos Saloma, este quizás es más denso si no estás muy puesto en el tema, pero es interesante para ver cómo fue gestándose y evolucionando el discurso de la Reconquista en la historiografía castellana y catalana. Dejo enlaces de afiliados en la descripción para estos dos libros y recuerda que puedes consultar todas las fuentes del episodio en lahistoriaespana.com. También tienes abajo enlaces a las redes sociales y Discord del programa. En el siguiente episodio explicaré el fin del Califato omeya de Damasco, sigue La Historia de España – Memorias Hispánicas en YouTube o sus dos pódcasts para no perdértelo. ¡Gracias por escucharme y hasta pronto!
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