En el primer episodio de la biografía de Juan March expliqué su ascenso y el camino a convertirse en el hombre más rico de España, te recomiendo escucharlo si no lo hiciste. Pero cuando terminó la Primera Guerra Mundial, los negocios del multimillonario rey del contrabando se complicaron por los cambios económicos y la persecución de sus actividades por parte del gobierno central y el local de Palma de Mallorca. Soy David Cot, presentador de Memorias Hispánicas, y en esta ocasión hablaré de un asesinato, de las dificultades a las que se enfrentó Juan March entre 1918 y 1924, y de los buenos negocios que hizo luego con la dictadura de Primo de Rivera.
El asesinato de Rafael Garau
Juan March es un personaje con las manos manchadas de sangre, sobre todo por la guerra civil española, pero también fue el responsable intelectual de un asesinato. A Juan March en le organizaron un matrimonio de conveniencia con Leonor Servera, hija de un rico comerciante que se convirtió en un gran socio de negocios de March. Pero en 1916 Juan descubrió que su esposa le había sido infiel con Rafael Garau, hijo del copropietario de la fábrica de tabacos en Argel que mencioné ya en el anterior episodio. Por unas cartas se sabe que Leonor amó a Rafael, pero su amor no era recíproco y el apuesto joven era un mujeriego.
Juan también era un mujeriego. Tanto antes como después de este hallazgo le fue infiel muchas veces a su esposa, incluso visitaban su casa familiar muchas mujeres jóvenes amantes de March, y desde finales de los años 20 hasta el final de sus días Juan mantuvo una relación con una corista de Burriana, Matilde Reig. Así que Juan no se enfadó porque él sí le fuera fiel, se enfadó por sentirse humillado. Hay que pensar que en aquella época la ley y sociedad solo castigaba a las mujeres por el adulterio, y para el mayor contrabandista de España el asunto de la infidelidad de Leonor suponía un daño a su reputación.
Rafael Garau intentaba construirse también su propia red de clientes independiente a la de March, o sea que con su asesinato Juan podía matar dos pájaros de un tiro. Mientras estaba en Valencia, al menos dos asesinos apuñalaron diecisiete veces a Rafael Garau para asegurarse de que no sobreviviera. El capo de Mallorca siguió la costumbre de los mafiosos italianos de pagar por el funeral de a quienes habían mandado ejecutar. En la capilla ardiente organizada por March se escenificó la corrupción. Contrabandistas y autoridades tan importantes como el gobernador civil de Valencia, el alcalde de Palma, o el presidente de la Diputación rindieron homenaje a un contrabandista.
Tras el suceso, la familia March abandonó Santa Margalida, de donde también era originario Garau, y se trasladó a Palma. Se instaló en un palacio en el que hizo grandes obras, e instaló las oficinas de su banca no regulada en los bajos. Tres contrabandistas sospechosos del asesinato fueron detenidos, pero a los pocos días se les puso en libertad. Ningún testigo quería hablar. Ante los rumores que apuntaban a Juan March, este se presentó voluntariamente ante el juez en Valencia. Al preguntar el mallorquín por si el juez necesitaba pruebas para procesarle, este respondió que sí, a lo que March replicó: “Pues entonces va a ser muy difícil mi procesamiento.”
Mientras que diarios mallorquines apenas hablaron del caso, dos periodistas de un diario nacional le dieron mucha cobertura y entrevistaron al juez. El juez anticipó en sus declaraciones que habría detenciones de personajes muy relevantes. Al cabo de dos días, oh casualidad, este juez fue apartado del caso por la Audiencia de Valencia. Los dos periodistas viajaron a Mallorca a indagar, pero fueron recibidos por dos matones que les obligaron a subir a un coche y les aconsejaron que dejaran de hurgar en el asesinato de Garau. Abandonaron la isla y Juan March pagó 30.000 pesetas al diario para que dejase de hablar de ello.
Por los manejos corruptos del capitalista mallorquín, el caso cambió varias veces de juez y fiscal, y terminó archivado sin que nadie fuera castigado por el crimen. El padre y el hermano de Rafael Garau acusaron a Juan March de estar detrás del asesinato y en 1917 disolvieron la sociedad mercantil que habían formado en Argelia con Juan March. El rencoroso cornudo urdió un montaje acusando falsamente a Garau padre y hermano de ser espías para los alemanes, lo que les valió pasar un tiempo en prisión preventiva hasta que las autoridades francesas vieron que todo se trataba de una treta de March. En cualquier caso, los rumores que apuntaban a March por el asesinato lo siguieron persiguiendo en los años 20 y 30.
March el industrial. La petroquímica de Porto Pi
Dejemos este interesante caso criminal aparte, hablemos de negocios, pero antes te animo a suscribirte y a apoyarme en Patreon si no lo has hecho ya. En 1920 March diversificó más sus fuentes de ingresos y entró en la industria petrolera y química. Compró una finca con acceso a una bahía de Porto Pi, que por aquel entonces aún no era un barrio de Palma de Mallorca. Ahí construyó en tiempo récord empleando a cientos de obrero una fábrica, almacén, y puerto donde amarrar barcos y cargar y descargar los productos químicos y petróleo. El puerto tenía una capacidad superior a la de cualquier otro puerto de Mallorca, lo que demostraba lo ambicioso que era este proyecto.
La fábrica de Porto Pi producía abonos químicos para mejorar la productividad del campo y refinaba petróleo importado de la recientemente constituida Rusia soviética. Ya antes de eso March se había convertido en el accionista mayoritario de una empresa fertilizadora. Al final, los movimientos de March respondían a una estrategia de monopolizar la cadena de valor agrícola. Juan March era el principal vendedor de tierras, el que proporcionaba químicos a los campesinos, y el principal comprador de productos agrícolas de Baleares para el comercio español e internacional.
Sin embargo, estas aventuras industriales de March no gustaron a algunas personas poderosas. La petrolera de Porto Pi era competencia directa de la petrolera distribuidora de Shell en Mallorca. Esta distribuidora pertenecía a Manuel Salas, el hombre más rico de la isla antes del ascenso de Juan March. Tampoco gustó que construyera una industria contaminante en una zona donde los burgueses como Manuel Salas tenían casas de veraneo, y tomaron medidas para cerrar la fábrica que les estaba perjudicando la salud.
A los pocos días de abrir la petroquímica de Porto Pi sus enemigos consiguieron cerrarla durante meses por orden del gobierno central, pero Juan March se dirigió en primera persona a la prensa para defender que se trataba de crear riqueza para beneficio de los obreros en contraposición con la ociosidad de unas clases adineradas. March criticaba que se promoviesen actividades de poco valor en Mallorca como el turismo y actividades de ocio, y estaba convencido de que la industrialización traería mucha más riqueza. Aún no se podía predecir que Mallorca se convertiría en un parque de atracciones para turistas.
March enarboló la bandera del patriotismo, la excusa más empleada por élites dirigentes para enmascarar sus intereses egoístas y particulares, diciendo que esto iba sobre todo en contra de los trabajadores de Mallorca. El contrabandista empleó la prensa y sus políticos liberales y socialistas aliados para defender sus intereses económicos, ya que los socialistas veían la industrialización como la punta de lanza del socialismo y la modernidad. Primero estaba el trabajo y luego el medioambiente. Su daño en la salud era el precio que pagar por sobrevivir y trabajar. Los socialistas reconocían el maquiavelismo de March, pero lo veían como el prototipo de la nueva burguesía emprendedora frente al caciquismo arcaico.
Al caer el gobierno de Antonio Maura en marzo de 1922, March se entrevistó con el nuevo presidente y le prometió crear una facción política que le favoreciera en Mallorca, a cambio de reabrir la fábrica. Con el objetivo de que el rey Alfonso XIII lo apoyase, March le regaló acciones de la naviera Transmediterránea. Y dicho y hecho, el nuevo gobierno autorizó la reapertura de la petroquímica de Porto Pi con la condición de que dejase de fabricar ácido nítrico y con la advertencia de que harían inspecciones sanitarias periódicas.
La guerra contra el contrabando de 1921-1923
Los problemas que tuvo March con el asunto de Porto Pi se quedaron cortos en comparación con la guerra que declaró el Estado contra su contrabando. Tras el desastre de Annual en Marruecos, se formó un gobierno de concentración en agosto de 1921 con Antonio Maura a la cabeza, enemigo declarado de March y también originario de Mallorca. El conservador catalanista y también multimillonario Francesc Cambó entró en el gobierno como ministro de Hacienda, y estaba decidido a perseguir al mayor contrabandista de España para cuadrar las cuentas públicas.
Quién le iba a decir que durante la guerra civil Cambó estaría en el mismo bando de March financiando a los sublevados. El contrabando de tabaco del imperio de March provocaba que el Estado no recaudase el equivalente a entre el 20 y el 30% de lo que se recaudaba por la venta de tabacos oficiales. En sus memorias, Cambó escribió: “Dimos la batalla contra el contrabando. No se trata del contrabando pintoresco, extendido como vieja enfermedad endémica a lo largo de las fronteras españolas, que encontró en la ópera Carmen la versión más popular. Era un contrabando técnico, a la moderna, hecho por un hombre de excepcionales condiciones que se proclamaba con orgullo último pirata del Mediterráneo, y que por su extensión afectaba seriamente a la renta de Aduanas.”
El gobierno y la Compañía Arrendataria de Tabacos trabajaron codo con codo implementando medidas para terminar con el contrabando. Subieron los sueldos de los inspectores y compraron barcos más rápidos para perseguir a los contrabandistas. Aumentó la vigilancia policial e inspecciones de Hacienda sobre Juan March. Expulsaron del cuerpo a algunos agentes corruptos. Por el lado de la Arrendataria, la empresa con el monopolio de tabaco renovó la maquinaria para aumentar la producción y mejoró la calidad del tabaco importando la materia prima de Turquía, Estados Unidos, Canarias, Cuba, y de Argelia.
Comprando tabaco argelino se aseguraban una mayor colaboración con las autoridades franceses para perseguir el contrabando. En Ceuta y Melilla la Arrendataria vendió el tabaco por debajo de coste para hacer inviable el negocio de March, y en las campañas militares salidas de estas ciudades los soldados españoles llevaban consigo tabaco de la Arrendataria por patriotismo. Esto iba en contra del monopolio del capitalista mallorquín en Marruecos. La guerra del Estado español contra el contrabando perjudicó mucho el negocio de March entre 1921 y 1923.
Sin embargo, Juan supo hacer frente a la adversidad. Le dio la vuelta a la tortilla a las acciones de la Arrendataria en Ceuta y Melilla y March se puso a comprar esas partidas de tabaco vendidas por debajo de coste para revenderlas a la península usando su naviera Transmediterránea, para así quedar con el margen de beneficio de la diferencia. El rey del contrabando aumentó los sobornos a los carabineros, ordenó desembarcar mercancías en lugares más inaccesibles, cambió las rutas habituales, e impuso castigos más severos a soplones. Se trataba de aguantar tan buenamente como se pudiera y ganar tiempo a la espera de un cambio de gobierno que relajase la persecución.
En resumen, entre 1918 y 1923 los negocios de March no pasaban por su mejor momento por haberse terminado la Primera Guerra Mundial, los problemas que tuvo con Porto Pi, y la persecución de su contrabando. Quizás la oposición política con la que se encontró para seguir expandiendo su imperio lo convenció de que debía convertirse en diputado para ganar inmunidad parlamentaria y más influencia política a nivel estatal. En las elecciones de 1923 March fue el líder del Partido Liberal en Mallorca y, con muchas compras de votos y presiones, ganó a Antonio Maura, uno de los políticos más destacados de la Restauración.
March, objetivo de Primo de Rivera
El gobierno salido de esas elecciones duró muy poco, porque en septiembre de 1923 se produjo el golpe de estado de Miguel Primo de Rivera, aceptado por el rey Alfonso XIII. Uno de los pilares del nuevo régimen para legitimarse era el de perseguir la corrupción de los políticos, por eso no es de extrañar que Juan March se convirtiera en objetivo para ganarse la opinión pública. El exministro de Hacienda Santiago Alba, que estaba al bolsillo de March, no tardó en huir a Francia.
Primo de Rivera dio órdenes para que buscaran en los juzgados cualquier prueba que permitiera condenar a Juan March, y ordenó mano dura de los carabineros contra el contrabando. Los carabineros corruptos perderían el empleo y terminarían en la cárcel. Se reabrió la investigación por el asesinato de Rafael Garau con la colaboración de su familia, que también quería vengarse por haber sido encarcelada y por poco fusilada con pruebas falsas por espionaje en la Primera Guerra Mundial. Un juez firmó la orden de busca y captura contra Juan en abril de 1924, y el millonario se fugó a Francia.
El juez recibió amenazas de secuaces de March para archivar el caso, y un abogado le ofreció 500.000 pesetas para archivarlo. El juez se mostró indignado y le dijo: “Haga saber al señor March que aún no puede hacer y deshacer a su gusto en todas las instituciones del Estado.” Aww, es adorable esa pasión por la justicia, pero este honrado juez provincial se equivocaba. El hombre que organizó sobre el terreno el asesinato de Rafael Garau bravuconeaba sobre que sabía más que nadie, y por eso debía ser silenciado para evitar el riesgo de que fuera arrestado y confesara. En una cena fue envenenado mortalmente este cómplice de asesinato. La ley del silencio era la más importante en el mundo mafioso de March.
Desde París Juan March movilizó a contactos para entablar relaciones amistosas con Primo de Rivera y convencerle de que era más útil tenerlo de aliado. No le costó mucho lograrlo y en julio ya pudo regresar a Palma para inaugurar la Casa del Pueblo que había pagado para labrarse una buena imagen entre los obreros. Los procesos judiciales contra March por el asesinato de Rafael Garau y por contrabando no pasaron de la fase de instrucción, y para asegurarse de que seguiría así secuaces del contrabandista robaron y destruyeron pruebas de los juzgados. La guerra de España contra Juan March terminó con la victoria del capitalista.
Los negocios de March con la dictadura de Primo de Rivera
Como resultado de su colaboración con el nuevo régimen, March financió la revista La Correspondencia Militar, que irónicamente se dedicaba a denunciar la corrupción, financió la construcción de una iglesia en Tetuán, y por petición del dictador compró tierras en Tánger para ser pobladas por españoles y fundó una fábrica de tabaco. Era el precio que pagar por mantenerse en buenos términos con la dictadura militar. Entre 1924 y 1929 el imperio de March se expandió y consolidó. En 1926 fundó oficialmente la Banca March, aunque ya desde sus inicios en el mundo de los negocios se dedicó a actividades financieras.
Incluso intentó conseguir el apoyo de otros grandes capitalistas y de la clase política española para crear un gran banco agrícola que replicase el modus operandi de la Banca March en toda España, para acelerar la fragmentación de la propiedad de la tierra. Juan pensaba que este sería el negocio de su vida, pero finalmente no se llevó a cabo. Se metió de lleno en la industria eléctrica. De la fusión de proveedoras locales, fundó una compañía eléctrica que monopolizaba el mercado en Mallorca y otra en Canarias, y luego las vendió sacando un buen pellizco.
Desde la Primera Guerra Mundial March mantuvo excelentes relaciones con el espía Wilhelm Canaris, el alemán que se convertiría en comandante de la Marina de Weimar y jefe de los servicios secretos de la Alemania nazi. Durante los años 20 colaboró con este en un programa secreto de rearme alemán para fabricar mejores submarinos. March adquirió minerales que Alemania tenía prohibidos comprar con finalidades militares. Con el visto bueno del rey Alfonso XIII, los alemanes pudieron experimentar con prototipos en los astilleros de Valencia de la Unión Naval de Levante, empresa constituida en 1924 con la participación de March.
March era consciente de que la política de su tiempo era de masas y de la importancia de la prensa en controlar y dirigir la opinión pública. En 1921 fundó El Día, un periódico de corte liberal para la población de Mallorca. Pero más importante fue que en aquella época se hizo propietario de dos periódicos de tirada nacional impresos en Madrid. Uno era La Libertad, que seguía postulados de izquierda liberal y donde también escribían republicanos y socialistas, mientras que Informaciones era conservador. Informaciones era el segundo diario de más tirada en España, y en los años 30 fue el vocero de los nazis en España.
Con lo rico y poderoso que era Juan March en los años 20, muchas personas le visitaban para pedirle favores. Que si un préstamo, que si un enchufe en el funcionariado, que si un trabajo. Una joven le pidió que salvara la vida de su hermano, que había sido condenado al garrote vil, y se mostró dispuesta a cualquier cosa. Juan March pudo mantener relaciones sexuales con ella aprovechando su posición de poder, y a cambio consiguió que la sentencia solo fuera de destierro. Ese era el poder del que ya era el hombre más rico de España.
En 1927 Juan March quiso conseguir la concesión de monopolio de tabaco en Ceuta y Melilla para ampliar su imperio tabaquero y facilitar más el contrabando a la península en detrimento de la Arrendataria. Para ganarse el favor del rey Primo de Rivera le recomendó que fuera generoso con la reina, y así lo hizo. Pagó por las joyas que deseara en París, donó dinero al Instituto del Cáncer del que era presidenta de honor, e incluso prometió construir en Mallorca un hospital para tratar a pacientes con tuberculosis. Cuando estaban a punto de completarse las obras ordenó su paralización al proclamarse la República, porque ya no tenía una reina a la que complacer. Y es que al despiadado capo mallorquín le importaba un bledo ayudar a enfermos.
March presentó una oferta generosa para obtener la concesión del monopolio de tabaco y kif. El entonces ministro de Hacienda José Calvo Sotelo al principio quiso ser quisquilloso con la legalidad e insistió en celebrar un concurso público, pero ante las amenazas de March de retirar su oferta, el Consejo de Estado le dio a dedo el monopolio de Ceuta y Melilla. Así desapareció el contrabando entre estas dos ciudades y Marruecos, porque se legalizaron las actuaciones irregulares de March en Marruecos. Si no puedes con tu enemigo, únete a él, y al menos así podrás recaudar más impuestos.
Eso sí, no todo le fue bien a March con la dictadura de Primo de Rivera. En 1927 el dictador impulso la creación de una empresa con capital público y de diversos bancos españoles que tendría la concesión del monopolio de la venta de petróleo en España. Así nació CAMPSA, sobre todo para reducir la dependencia a petroleras extranjeras como Shell y Standard Oil. Juan March había participado en el concurso público para hacerse con la concesión, ya que él ya estaba metido en la industria petrolera con Petróleos Porto Pi. Sin embargo, al perder el concurso se procedió a la expropiación de su complejo de Mallorca.
Shell y Standard Oil respondieron a la creación de CAMPSA restringiendo la venta de petróleo en España. Estas dos empresas controlaban gran parte del comercio mundial de crudo, así que eso puso en jaque al gobierno. Petróleos Porto Pi tenía un contrato de importación de petróleo desde la Unión Soviética, lo que era la única alternativa viable en aquellos momentos a las petroleras occidentales. Por eso al encallarse las negociaciones por la cuantía de la expropiación, el ministro Calvo Sotelo optó por incautarla ante la necesidad apremiante de petróleo ruso.
Esto generó litigios y negociaciones, y finalmente un tribunal francés dictaminó en 1931 que CAMPSA debía pagar 7 millones de pesetas por la expropiación y 35 millones por la pérdida del contrato exclusivo de suministros de Rusia. Esto eran cantidades notoriamente inferiores a las que pidió March como compensación. A March nunca le pareció suficiente la indemnización que recibió, y aún en época de Franco siguió llorando y pidiendo una indemnización superior. No todo le podía salir bien al magnate de Mallorca.
Outro
Con esto termina esta segunda entrega sobre la vida de Juan March. Si te ha gustado dale a me gusta, comenta qué es lo que más te llamó la atención, y por favor apoya el programa en patreon.com/lahistoriaespana a cambio de beneficios exclusivos. Otras formas de apoyarme incluyen membresías de YouTube y Spotify, donaciones, o comprar productos en la tienda de la página web lahistoriaespana.com. En el próximo episodio las cosas se pondrán muy interesantes porque hablaré de Juan March en la Segunda República española y su papel protagonista en la guerra civil española como financiador y facilitador del bando sublevado de Franco. ¡Sígueme para no perdértelo, y hasta la próxima!
Fuentes
Cabrera Calvo-Sotelo, Mercedes. Juan March (1880-1962). Marcial Pons Historia, 2013.
Ferrer Guasp, Pere. Juan March: El hombre más misterioso del mundo. B DE BOLSILLO, 2022.
Sánchez Soler, Mariano. Los ricos de Franco: Grandes magnates de la dictadura, altos financieros de la democracia. Roca Editorial, 2020.
Quiroga Valle, Gloria, directora. Energía y política: una historia del petróleo en España. Los Libros de la Catarata, 2022.
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