“¡Quizá la República un día tendrá que llorar! March es un caso extraordinario; March no es enemigo de la República ni amigo de la República; March no fue amigo ni enemigo de la Dictadura; March no fue amigo ni enemigo de la monarquía; March no es amigo ni enemigo de nadie; March es March. […] El Sr. March en este nuevo régimen está en la misma situación que en los tiempos de la monarquía, y o la República le somete o él somete a la República.” Con estas palabras tan premonitorias, el ministro de Hacienda Jaume Carner advertía a los diputados el 14 de junio de 1932 sobre la necesidad de pararle los pies al hombre más rico de España.

Soy David Cot, presentador de Memorias Hispánicas, y en esta tercera entrega de la serie biográfica sobre Juan March Ordinas explicaré la guerra que mantuvo con los gobiernos de izquierda de la Segunda República y su fuga de prisión digna de una película. Y, por supuesto, hablaré en detalle de cómo, sin el dinero y los contactos de March, habría sido imposible para el bando sublevado de Franco ganar la guerra y establecer una dictadura, así como de cómo este mercader de la muerte se convirtió en uno de los hombres más ricos del mundo lucrándose de la guerra que arruinó España.

El gobierno republicano-socialista contra Juan March

Juan March estuvo muy inquieto en los últimos dos años de la monarquía de Alfonso XIII, tratando de adivinar el futuro político de España. En agosto de 1930, los republicanos derechistas Miguel Maura y Alejandro Lerroux intentaron convencer a March para que les diera uno o dos millones de pesetas para una insurrección que combinase una huelga general y un pronunciamiento militar con el fin de instaurar una república democrática liberal. Sin embargo, el multimillonario mallorquín rechazó ayudar a la causa republicana, y eso jamás se lo perdonarían las fuerzas de izquierdas.

Al final, para sorpresa de los propios republicanos, se proclamó la República el 14 de abril de 1931, tras la victoria electoral republicana en las municipales y la falta de apoyo a la monarquía de Alfonso XIII por parte de las élites políticas, económicas y militares. Dos semanas después, el ministro de Gobernación, Miguel Maura, ordenó la detención de Juan March cuando este se disponía a irse a Francia. El ministro instó al nuevo fiscal general, Ángel Galarza, a investigar si el dictador Primo de Rivera había concedido el monopolio del tabaco en Ceuta y Melilla a March de manera ilegal, sin concurso público. Spoiler: así lo hizo, como vimos en el episodio anterior, tienes enlace en la lista de reproducción de la descripción. En junio de 1931, el ministro de Hacienda, Indalecio Prieto, anuló la concesión del monopolio.

Se abrieron diligencias, pero el juez encargado archivó el caso y fue casi llorando al fiscal general diciéndole que iba a mandar su carrera judicial al garete si iba a por March. Para protegerse con la inmunidad parlamentaria, Juan March se presentó a las elecciones constituyentes de junio y salió elegido diputado por Mallorca con su partido centrista liberal. Pero el fiscal Galarza convirtió en uno de sus principales objetivos encerrar a Juan March. El mallorquín era un símbolo del capitalismo y la corrupción, un trofeo de caza para el nuevo régimen político. Si un millonario como March podía terminar en prisión, la gente creería de verdad que las cosas habían cambiado y que se había producido una revolución.

Juan March en la campaña electoral de 1931. Revista Estampa
Juan March en la campaña electoral de 1931. Revista Estampa

Sin embargo, el Tribunal Supremo estaba compuesto por jueces nombrados durante la Restauración borbónica y la dictadura primorriverista, y no procesaron ni a nadie de la dictadura ni al mallorquín por el caso de las concesiones de Ceuta y Melilla. Perdida la batalla judicial, se pasó a la vía política con la creación de la Comisión de Responsabilidades en agosto. Esta comisión se creó con una ley controvertida que, en privado, Manuel Azaña reconoció posteriormente como inconstitucional. Se trataba de un tribunal político que contravenía la separación de poderes entre el legislativo y el judicial, creado con la intención de juzgar a militares, políticos y empresarios vinculados al régimen anterior.

Juan March se defendió como pudo. Contaba con diputados del Partido Radical de Lerroux que estaban en la comisión y le pasaban información sobre la evolución de la investigación. Intentó sobornar al presidente de la subcomisión que le investigaba, y a Ángel Galarza le llegó el soplo de que el mallorquín planeaba su asesinato para intimidar al resto y cerrar el caso. Además, financiaba artículos en medios derechistas para denunciar que la concesión de tabaco en Ceuta y Melilla había pasado a una empresa francesa cuya gestión era nefasta. Incluso usó corruptelas para que Melilla se quedase sin tabaco, presionando así para que le devolvieran rápidamente la concesión.

Pero nada era suficiente. En palabras de Azaña, March parecía un gallo viejo y desplumado, mientras que Alejandro Lerroux escribió que todos huían del contacto con él. Pese a ser el hombre más rico de España, lo veían como un cadáver político que terminaría en prisión, y preferían no relacionarse con él para no arriesgar su propia carrera. Y así fue. El 15 de junio de 1932, las Cortes votaron a favor de suprimir la inmunidad parlamentaria de March por sobornos e inducción a la prevaricación por sus tratos con la dictadura de Primo de Rivera. Ese mismo día fue detenido y encarcelado en la Cárcel Modelo de Madrid, donde permaneció en prisión preventiva de manera abusiva durante más de un año.

Juan March y la guerra total desde prisión

March se sintió muy ultrajado y humillado por terminar en prisión, a pesar del trato privilegiado que recibió. Dispuso de una gran celda a la que se le hicieron reformas para montarse un despacho donde recibía visitas diarias hasta altas horas de la noche de sus colaboradores. No comía comida de prisión, sino que le llevaban platos de un restaurante, y los funcionarios lo trataban de forma muy servil, como si fuera su señor. A Juan March no lo despertaban a las seis y media como al resto de los prisioneros, y cada día lo visitaban prostitutas para satisfacer su apetito sexual.

Sátira de los que atendieron a Juan March en la cárcel apenados por su fuga. La Voz, 4 de noviembre de 1933
Sátira de los que atendieron a Juan March en la cárcel apenados por su fuga. La Voz, 4 de noviembre de 1933

Pero también hay que decir que la Comisión de Responsabilidades le denegó la petición de ser liberado de la prisión preventiva por motivos de salud, a pesar de que los médicos confirmaron que el mallorquín sufría enfermedades que requerían tratamiento hospitalario. Esto debió sentarle muy mal, y March se convenció —no sin razón— de que querían que muriera encerrado. Lo dejaron pudrirse en la cárcel mientras las comisiones de investigación no avanzaban y los diputados trataban otros asuntos más urgentes.

Pero el hombre más rico de España disponía de muchos recursos para librar una guerra total al Estado republicano y recuperar su libertad. Desde el mismo día en que se proclamó la República, habían comenzado conspiraciones contra el nuevo régimen por parte de monárquicos y derechistas variopintos. Juan March se implicó desde el principio en las conversaciones conspirativas y aportó dinero a esas tramas golpistas tempranas. Por ejemplo, el director de Informaciones, el periódico conservador de March, estaba entre los conspiradores de la Sanjurjada, y de hecho, este periodista redactó el manifiesto con el que Sanjurjo pretendía que otros militares se unieran al golpe.

El banquero mallorquín incluso pagó deudas de un hijo del general Sanjurjo y sacó de apuros económicos a Alejandro Lerroux. Lerroux, metido en la conspiración, amenazó en julio del 32 a Azaña con que podría producirse una sublevación porque según él el gobierno había perdido el favor popular. Un ministro creía que la radicalización de su discurso se debía a las presiones y sobornos de March. Pero tras el fallido golpe de estado de Sanjurjo, el gobierno republicano usó sus leyes de excepción para censurar y secuestrar temporalmente el periódico Informaciones, así como ABC y El Debate. Juan perdió la batalla por las armas, pero continuó librando una batalla mediática contra el gobierno de coalición republicano-socialista.

La campaña de prensa contra el gobierno comenzó en los periódicos de su propiedad. Defendía la tesis de que estaba siendo perseguido únicamente por no haber financiado una insurrección revolucionaria para instaurar la Segunda República. La derecha quitó hierro a la gravedad de la corrupción, qué sorpresa, y acusó a los socialistas de querer construirse una imagen de incorruptibles castigando de forma desmedida a Juan March. Y en buena parte eso era cierto: querían enviar el mensaje de que, por muy millonario que fueras, no podías escaquearte de la justicia.

Al pasar unos meses sin mejorar su situación, March pagó una generosa subvención para que los derechistas ABC, El Debate y La Nación se sumaran a la campaña de desprestigio contra el gobierno de izquierdas. Pero lo más sorprendente es que periodistas de March y sectores monárquicos sobornaron al director del diario anarquista La Tierra para publicar sus artículos. Por eso algunos de la CNT acusaron con razón a La Tierra de recibir dinero de reaccionarios. Esto demuestra que hay traidores a sus supuestos ideales en todas partes, especialmente si hay dinero corruptor de por medio.

En 1933, el grupo editorial de los periódicos republicanos El Sol, Luz y La Voz, de gran tirada nacional, atravesaba apuros económicos porque el gobierno no les permitía subir los precios. Su propietario recibió un préstamo de March a cambio de sumarse a la campaña contra el gobierno de Manuel Azaña, con la intención de que los socialistas abandonaran el gobierno y lo encabezara un amigo de March como Lerroux. Hasta Ortega y Gasset y Azorín escribieron contra Azaña. Éramos pocos y parió la abuela.

El doctor Gregorio Marañón, buen amigo de March, fue a hablar con Azaña para ofrecerle cesar los ataques de la prensa a cambio de la liberación del mallorquín. Muy normal eso de que un doctor se dedique a ser el mensajero de coacciones, y hoy este tío tiene un hospital a su nombre en Madrid, es acojonante. Para mediados de 1933, el capitalista mallorquín controlaba casi toda la prensa de Madrid y la utilizaba para desgastar al gobierno. ¿Prensa de Madrid dedicada a intoxicar y a intentar tumbar a un gobierno tibiamente izquierdista? ¿De qué me suena? Al gobierno solo le quedaban como aliados El Heraldo de Madrid, El Liberal y El Socialista.

Victoria de March, que provoca pesadillas a Indalecio Prieto. Sátira de la revista humorista de la derecha católica Gracia y Justicia, 9 de septiembre de 1933
Victoria de March, que provoca pesadillas a Indalecio Prieto. Sátira de la revista humorista de la derecha católica Gracia y Justicia, 9 de septiembre de 1933

La cruzada mediática de March contra el gobierno tuvo éxito en desgastar a la coalición republicano-socialista, pero no en su objetivo principal: comprar su libertad. Frustrado por seguir encarcelado, en verano del 33 March planeó un complot para asesinar al presidente Manuel Azaña y al ministro Indalecio Prieto, a quienes veía como máximos responsables de su cautiverio, pero finalmente esto quedó en nada.

En septiembre se celebraron elecciones de vocales del Tribunal de Garantías Constitucionales en ayuntamientos. Esto no sería relevante si no fuera porque March fue elegido vocal en el ayuntamiento de Palma. Mallorca era su feudo, y además la derecha nacional había convertido a un corrupto, asesino y multimillonario traidor como Juan March en un mártir. La derrota de los candidatos republicanos y socialistas fue generalizada, y eso provocó la caída del gobierno de coalición. Lerroux formó un gobierno de corta duración con ministros que amenazaron con dimitir si March era liberado de su prolongada prisión preventiva.

La fuga de película de prisión de Juan March

Al ver que su caso no se resolvía ni por la vía política, ni militar, ni por la presión mediática, el mayor contrabandista de España optó por fugarse de prisión. El 19 de noviembre del 33 estaban convocadas elecciones generales. El magnate mallorquín financió la campaña del Partido Radical, su Partido Republicano de Centro en Mallorca y la CEDA, a esta última con un millón de pesetas. Sin embargo, no estaba claro si volverían a ganar las izquierdas, y además tenía nuevas causas judiciales abiertas en su contra, por lo que no quería dejar su futuro a la suerte electoral.

Sátira de la fuga como un señor por la puerta principal de Juan March de prisión. El Be Negre, 8 de noviembre de 1933
Sátira de la fuga como un señor por la puerta principal de Juan March de prisión. El Be Negre, 8 de noviembre de 1933

Por eso, Juan March se fugó de prisión el 3 de noviembre. Es hasta cuestionable llamarlo fuga, porque a las diez de la noche simplemente salió por la puerta principal y ningún funcionario de la prisión se lo impidió. O sea, no es que se manchase las manos cavando un túnel; fue encarcelado como un señor y salió como un señor. La salida la acordó con el jefe de servicio de la cárcel, quien desde entonces se convirtió en un leal servidor. Este mandó al guarda de la puerta a comprar tabaco antes de que saliera March. El funcionario corrupto fue expulsado del cuerpo, pero, al instaurarse la dictadura franquista, fue rehabilitado y llegó a dirigir dos cárceles.

March también fue escoltado por dos pistoleros que exigió a la FAI como pago por la multitud de favores que había hecho a los anarquistas, como por ejemplo el pago de fianzas. Parece que la operación de evasión fue organizada por el traficante de armas y agente del servicio secreto británico Basil Zaharoff, y los contactos amistosos que March tenía en Gibraltar facilitaron su entrada en la frontera. Matilde Reig, la amante y en la práctica pareja de March hasta el final de sus días, fue clave en la huida y sirvió de enlace entre agentes británicos y los colaboradores del magnate mallorquín. Ya en Gibraltar, Juan March no tardó en hacer declaraciones a la prensa, denunciando una persecución política y el trato injusto que había recibido sin pruebas.

A los pocos días, March abandonó Gibraltar rumbo a París. Allí recibió tratamientos por su reumatismo, porque era verdad que su salud estaba bastante mal en aquellos momentos. Algunos lo acusaron de llevar a cabo desde París una operación contra la peseta que provocó una fuerte devaluación. Sobre este asunto he encontrado información contradictoria, pero no me sorprendería que, con lo vengativo y traidor que era, atacara la moneda de su país con tal de desgastar aún más al gobierno y, de paso, ganar dinero.

March durante el bienio contrarreformista

Las derechas ganaron las elecciones de noviembre del 33 principalmente porque los partidos de izquierda no cumplieron las expectativas de los obreros con reformas ambiciosas, sobre todo la agraria. Además, los partidos de izquierda se presentaron por separado, y los anarquistas hicieron campaña a favor de la abstención, con acusaciones de que esta campaña abstencionista fue financiada por elementos reaccionarios. Juan March encabezaba la lista por Mallorca de su partido de centro liberal y salió elegido diputado con algo más de 100.000 votos.

Prieto vs March, Gracia y Justicia, 18 de noviembre de 1933
Prieto vs March, Gracia y Justicia, 18 de noviembre de 1933

Con su inmunidad parlamentaria y la Comisión de Responsabilidades disuelta, el multimillonario regresó a España a finales de marzo de 1934. El caso por sobornos y evasión fue archivado en el Tribunal Supremo, por estar lleno de amigos de March. Con la victoria de las derechas, Juan March dejó su actividad política en un segundo plano, ya que sus enemigos no estaban en el gobierno persiguiéndolo, y se centró en gestionar sus negocios desde el hotel Palace de Madrid. Su paso por prisión transformó a un March ya cincuentón en alguien más reservado y desconfiado, que evitaba el punto de mira de la opinión pública y usaba testaferros para todo para ocultar su gran imperio empresarial.

Sin embargo, en 1934 el periodista gallego Manuel Benavides publicó el libro El último pirata del Mediterráneo. Aunque no mencionaba explícitamente a Juan March, era claramente una biografía novelada del capitalista mallorquín y una denuncia de la corrupción del partido de Lerroux. Secuaces de March iban por las librerías secuestrando ilegalmente copias del libro, y el magnate amenazó al editor; se rumorea que llegó a un acuerdo para comprar la mayoría de las ediciones del libro. Durante el franquismo fue un libro prohibido, mientras que en la Unión Soviética era lectura obligatoria para estudiantes de español.

Cuando se produjo la revolución de octubre de 1934, Juan March donó 100.000 pesetas al ejército para ayudar en la represión de los obreros. Poco después, vendió su diario de izquierda moderada La Libertad porque, con la polarización de la sociedad española, no tenía sentido jugar a dos bandas. Además, ya se había quitado esa careta de capitalista preocupado por los trabajadores. Un año después también vendió Informaciones, su diario conservador y órgano de propaganda de los nazis en España. No es que dejase de emplear a los medios de comunicación para sus intereses, sino que en vez de ser propietario de periódicos pasó a invertir capital en las editoras y a financiar campañas específicas en otros diarios para así quedar más en el anonimato.

Esa discreción no evitó que surgiera una paranoia en torno a su influencia. Por ejemplo, en el PSOE había una profunda división entre los seguidores de Indalecio Prieto y Largo Caballero, y los primeros acusaban al seminario Claridad, controlado por Largo Caballero, de financiarse con dinero de March. Desconocemos si estas acusaciones eran fundadas o difamaciones. En cualquier caso, las cosas estuvieron relativamente tranquilas para Juan March durante el bienio contrarreformista, pero en febrero de 1936 se convocaron nuevas elecciones generales.

Con todo lo sucedido en el primer bienio, era imposible que March se reconciliara con la izquierda. Por eso no sorprende que el hombre más rico de España fuera el principal financiador de las campañas de derechas del 36. Era un lobista capaz de vetar candidatos, como denunció un diputado que quería repetir por Murcia. Los partidos del Frente Popular acusaron a March de dar órdenes a gobernadores civiles para cometer fraudes electorales a favor de las derechas y los centristas.

Pero Juan March temía la victoria de las izquierdas y volver a ser detenido, por lo que esta vez no se presentó como candidato y se refugió en Francia. En su feudo de Baleares ganaron las derechas y centristas bajo acusaciones de fraude electoral, en contra de la tendencia general, pues la victoria en el resto de España fue para el Frente Popular. Sobre estas elecciones he hecho dos episodios, incluyendo uno que analiza si la victoria fue fraudulenta; te recomiendo verlo si no lo has hecho ya y de paso te recuerdo que te suscribas si eres nuevo y me apoyes en Patreon si te gusta mi divulgación. Viendo que no ganaron por las buenas, muchos en la derecha se convencieron de que debían tomar el poder por la fuerza, lo que aceleró e intensificó los preparativos para una rebelión militar.

Mientras tanto, más de 1.000 familias campesinas ocuparon fincas de March en Cádiz y Jaén. Hubo una gran fuga de capitales de ricos españoles, incluyendo a March, hacia bancos europeos y estadounidenses. La gran fortuna del mallorquín no estaba tanto en activos físicos como en activos financieros fáciles de mover por todo el mundo, por lo que poco pudieron confiscarle cuando estalló la guerra civil. Además, Juan ya había vendido buena parte de sus propiedades en España en previsión de lo peor para disponer de liquidez transportable al extranjero.

Juan March, el gran financiador del golpe de estado del 18 de julio

Ahora toca hablar del papel vital de Juan March en el golpe de estado del 18 de julio. Como ya he comentado, desde el principio March apoyó conspiraciones monárquicas, entre ellas la Sanjurjada. Financiaba la revista Acción Española, cuyos articulistas reaccionarios, como Ramiro de Maeztu y José Calvo Sotelo, defendían una restauración monárquica con una dictadura militar provisional y justificaban el derecho a levantarse en armas contra un gobierno tildado de tiránico.

El último contrabando de March son ataúdes. La Traca, 14 de octubre de 1936
El último contrabando de March son ataúdes. La Traca, 14 de octubre de 1936

A partir de 1935, Juan March financió a Falange Española y de las JONS, utilizando a los falangistas como carne de cañón contra izquierdistas y como fuerza de apoyo en una eventual sublevación militar si las izquierdas volvían al poder. Falange no era un partido de masas; simplemente se sostenía con el apoyo de ricos y clases medias temerosas del comunismo y el anarquismo, y favorables al fascismo. A José Antonio Primo de Rivera se le llenaba la boca diciendo que de las primeras cosas que debían de hacer si un golpe derechista triunfaba era colgar a Juan March, pero luego bien que aceptó su dinero.

Sin embargo, la mayor contribución de Juan March durante los preparativos del golpe fue actuar como banquero de los golpistas, empleando sus abundantes reservas de divisas extranjeras gracias a sus negocios de exportación e importación y a sus actividades bancarias. Utilizó cuentas bancarias de Londres, Ginebra, Nueva York, Roma y Lisboa para canalizar financiación, tanto durante los preparativos como durante la guerra. En esta historia tuvo un papel protagonista la banca Kleinwort de Londres, de la que March era uno de los principales clientes y accionistas.

Este banco inglés era uno de los más reputados de la época y había conseguido muchos clientes del círculo de poder de Alfonso XIII desde los años 20. A través de Kleinwort, March facilitó a los conspiradores derechistas un crédito de medio millón de libras esterlinas en marzo de 1936. Los militares facciosos necesitaban armamento moderno para obtener una ventaja, y recurrieron a Italia, con Juan March como intermediario para pagarlo con divisas extranjeras, ya que la peseta no era convertible sin autorización del gobierno. Así, el 1 de julio los golpistas pudieron firmar contratos iniciales con Mussolini para adquirir bombarderos, cazas, bombas y otro material bélico por un valor equivalente a 464 millones de euros de 2024.

En unos momentos veremos lo crítico que fue esto para los sublevados, pero otra cosa importante que hizo Juan March en la fase de los preparativos es poner el dinero para alquilar el avión británico Dragon Rapide que trasladó a Franco de Canarias a Marruecos para tomar el mando del Ejército de África. El multimillonario mallorquín y muchos otros conspiradores se instalaron en Biarritz, el suroeste de Francia, tras la victoria del Frente Popular en 1936. March ofreció cuidar de las familias de los generales que iban a participar en el golpe, y todos aceptaron enviar a sus esposas e hijos a Biarritz por si las cosas se torcían.

El conseguidor de los sublevados

Noticia del apoyo de Juan March a los golpistas. El Socialista, 25 de julio de 1936
Noticia del apoyo de Juan March a los golpistas. El Socialista, 25 de julio de 1936

Llegó el momento de la verdad, el 18 de julio de 1936, la fecha acordada para iniciar la sublevación militar. Ya el día anterior, March ordenó a algunos capitanes de su naviera, la Transmediterránea, que se hicieran a la mar y esperaran nuevas instrucciones. Así al producirse el golpe pudieron amarrar los barcos en puertos controlados por los militares golpistas. Los barcos de la Transmediterránea que no fueron confiscados por los republicanos se usaron para aprovisionar y transportar tropas.

Los sublevados tenían un gran problema entre manos: la Armada española permaneció mayoritariamente leal a la República, y de alguna manera tenía que transportar al Ejército de África, que incluía a los soldados españoles más curtidos y a tropas marroquíes. Ahí fue donde intervino la poderosa mano de Juan March. Por un lado, pagó por los aviones alemanes e italianos que, en agosto, lograron el control del espacio aéreo del estrecho de Gibraltar y permitieron realizar el primer puente aéreo a gran escala, trasladando soldados de Marruecos a Sevilla.

Por otro lado, Juan March utilizó su flota de la Transmediterránea y su flota de experimentados contrabandistas para burlar la vigilancia de la Armada republicana y mover hombres y armas, con pocos riesgos gracias a la cobertura aérea proporcionada por la aviación fascista. Si hubieran sido incapaces de transportar al Ejército de África a España, los militares traidores hubieran sido aplastados como cucarachas en pocas semanas. En otras palabras, sin Juan March, la dictadura de Franco no hubiera existido. Pero esta es solo una de las múltiples facetas donde la intervención del magnate fue determinante.

En los primeros momentos de la insurrección, el presidente de Texaco, Torkild Rieber, coincidió en un hotel de Roma con Juan March. Rieber, amigo declarado de los nazis, envió un telegrama a cinco petroleros que se dirigían a refinerías españolas con órdenes de que se desviasen a puertos controlados por los rebeldes, y que no se preocupasen por el cobro, que Juan March lo garantizaba. Ese era el poder de este magnate. Texaco era la principal suministradora de petróleo de Campsa, la compañía que tenía el monopolio de su comercio en la España peninsular, y esta dejó de abastecer a los republicanos en noviembre de 1936 y se puso completamente al servicio de Franco.

Como los suministros de Texaco no eran suficientes para los rebeldes, colaboradores de March compraban combustible en Portugal y a la británica Shell en Tánger, ciudad bajo administración internacional. Además, el mallorquín adquiría petróleo y otros suministros en Francia y los enviaba a Tánger, desde donde llegaban a manos de Franco. Ángel Viñas ha anunciado que en 2025 publicará un libro con nueva información sobre las fuentes de combustible de los sublevados con Juan March como protagonista. No te quepa duda de que haré vídeo en cuanto salga, así que acuérdate de estar suscrito y darle a la campanita de notificaciones si estás en YouTube para no perderte nada.

Desde París, March financió una campaña en la prensa conservadora francesa y otros medios internacionales para crear una opinión pública contraria a que el gobierno del Frente Popular francés ayudara a los republicanos españoles. También influyó para la no intervención en el Partido Radical-Socialista de Francia, uno de los partidos del gobierno donde March tenía amigos. No es de extrañar que para los republicanos y fuerzas de izquierdas Juan March representase la personificación de la traición de las élites económicas de España contra la voluntad popular del pueblo español.

Cola para decapitar a los traidores. La Traca, 24 de marzo de 1937
Cola para decapitar a los traidores. La Traca, 24 de marzo de 1937

En Portugal, Juan March ayudó a establecer la embajada de los sublevados y organizar la logística para recibir armamento de la Alemania nazi y de otros países, porque los sublevados usaban el país vecino como intermediario supuestamente neutral. En agosto, Franco presentó una lista de aviones que necesitaba, pero como los italianos no veían claro que los rebeldes fueran a ganar exigieron que pagasen al contado. Solo el banquero Juan March podía conseguir ese dinero al instante y desde la banca Kleinwort otorgó un crédito por valor de 10 millones de libras esterlinas.

Además, avaló la compra de miles de camiones de Ford y General Motors. Mientras tanto, el legendario traficante de armas Basil Zaharoff, quien había planificado la fuga de March de prisión, vendía armamento obsoleto y en mal estado a los republicanos. En mayo del 37, March y el duque de Alba visitaron a Mussolini y lo convencieron de no retirar a los soldados italianos, a pesar de la presión francesa para hacer efectiva la política de no intervención. En definitiva, Juan March era el gran avalista y conseguidor de cualquier tipo de cosa para los golpistas. No iban errados los del periódico comunista francés L’Humanité cuando se preguntaban si había alguien en todo el campo rebelde que hubiera trabajado más para el fascismo que el pirata Juan March.

March y la defensa de su feudo de Mallorca

Antes de hablar del rol clave de March como el mayor banquero de los sublevados, quiero hablar de su papel en la defensa de su feudo, Mallorca. Allí, el golpe de estado triunfó casi sin oposición, pero desde Cataluña se organizó una expedición que logró reconquistar Ibiza y Formentera y desembarcó en Mallorca el 17 de agosto de 1936. La fuerza aérea y naval catalana era superior, así que el teniente coronel encargado de la defensa de la isla solicitó ayuda a March. Rápidamente, el capitalista pagó por tres unidades de cazas, hidroaviones y baterías antiaéreas italianas, que lograron romper la superioridad enemiga y dominar el cielo.

Mallorca convertida en colonia italiana, La Voz, 21 de septiembre de 1936
Mallorca convertida en colonia italiana, La Voz, 21 de septiembre de 1936

Así, la operación republicana terminó en un gran fiasco. Los italianos establecieron una base aérea en Baleares con vistas a una posible guerra mundial, para mantener el control del Mediterráneo frente a posibles avances franceses. Con la expedición italiana también llegó el conde Rossi, un fascista conocido por sus acciones violentas y asesinatos de opositores. Enseñó sus tácticas a falangistas locales e instauró el terror en Mallorca para matar a todos los rojos que pudiera. Entre los muertos por la represión se encontraba Antoni Maria Ques, hijo del antiguo socio de Juan March del mismo nombre, por formar parte del partido de Azaña.

March, el banquero de los sublevados en la guerra civil española

De nuevo insisto en la idea de que, sin el dinero y los contactos de Juan March, la sublevación militar no habría podido salir victoriosa. Esto es especialmente cierto en los momentos más críticos, durante la preparación del golpe y los primeros seis meses de guerra, porque pocos bancos y financieros estaban dispuestos a asumir el gran riesgo de prestar dinero a unos rebeldes. Fue a partir de 1937 cuando los traidores a España empezaron a reducir su dependencia de March, gracias a las conquistas, los botines de guerra, las contribuciones forzosas y la mayor facilidad para conseguir préstamos, a medida que su victoria parecía más probable.

Los poderes del faccioso el oro (de March) y el moro. La Traca, 14 de octubre de 1936
Los poderes del faccioso el oro (de March) y el moro. La Traca, 14 de octubre de 1936

Pocos días después de estallar la guerra, el multimillonario se presentó en el cuartel de Mola en Pamplona y entregó un documento detallando las divisas, oro, valores inmobiliarios y acciones internacionales que ponía al servicio de los golpistas como aval para comprar armamento. La cifra ascendía a 600 millones de pesetas, una cantidad extraordinaria que representaba aproximadamente el 2% del PIB de España de 1935. Fue una apuesta arriesgada, pero financiar una guerra también reporta grandes beneficios, especialmente para quienes apoyan al bando vencedor.

Las estimaciones sobre la fortuna de March en esos momentos son muy variables, desde los 1.200 millones hasta los 4.000 millones de pesetas, esta última cifra equivalente a más del 10% del PIB de España del 1935. El hijo del general Cabanellas, que fue historiador, estimó que March invirtió 1.000 millones de pesetas en la guerra, aunque, debido a la opacidad de su fortuna y operaciones, los números exactos son difíciles de conocer. A mediados de agosto de 1936, Juan March tuvo que abandonar Francia por las presiones del gobierno francés y los comunistas, y se trasladó a Roma para estar cerca de sus amiguetes de la Italia fascista.

Entre agosto y septiembre, March depositó 50,5 toneladas de oro en la banca Kleinwort y 178,7 toneladas procedentes de la Banca March en el Banco de Italia, cuando este banco central solo tenía 240 toneladas en sus reservas el año anterior. Recordemos que, como vimos en el episodio sobre el oro de Moscú, el Banco de España poseía unas 700 toneladas de oro, una de las mayores reservas del mundo. Que un solo individuo como Juan March pudiera movilizar más de una cuarta parte de esa cantidad muestra su enorme riqueza. Este depósito de oro en Italia facilitó la compra de armamento, incluyendo tanques y submarinos. Hay que tener en cuenta que en poco más de dos meses, March pagó al contado y también con créditos más de un centenar de aviones de la aeronáutica italiana Savoia.

Para lucrarse aún más y tener mayor control, el banquero mallorquín se convirtió en el accionista mayoritario de esta empresa. El 14 de marzo de 1937, el gobierno de Burgos ordenó que todos los ciudadanos bajo su dominio declararan y entregaran todo el oro, las divisas y los valores mobiliarios extranjeros para financiar la guerra. A cambio, el Estado les compensaría con su valor en pesetas según el tipo de cambio oficial. En los mercados internacionales, March se encargaba de convertir estos activos en avales para créditos. De esta manera, no solo actuaba como banquero con su propia fortuna, sino que también ejercía de intermediario financiero para los golpistas en operaciones de crédito y cambio de divisas.

Unos días antes de este decreto, Franco pronunció estas palabras para responder a las críticas de los medios republicanos sobre la financiación del bando sublevado: “En nuestras filas se combate por la verdadera y nueva España. Una España sin lucha de clases y sin privilegios de castas ni económicos. Los que han prestado su apoyo a nuestro movimiento, como Juan March, no lo han hecho por obtener ventajas, que en ningún momento se les han prometido, lo han hecho para que se llegue a una España mejor, y dan su óbolo por una España más justa.” Juan March se debió de reír para sus adentros, porque él se estaba forrando con la guerra.

El gran negocio de la guerra

Juan March, Gil Robles y Lerroux bañándose en sangre obrera. La Traca, 23 de septiembre de 1936
Juan March, Gil Robles y Lerroux bañándose en sangre obrera. La Traca, 23 de septiembre de 1936

Juan March fue un mercader de la muerte, alguien que ya se había lucrado de la Primera Guerra Mundial y la guerra colonial en Marruecos, y la guerra civil española no fue una excepción. En 1943 un diario londinense estimó que March era el séptimo hombre más rico del mundo, por lo que el mallorquín obtuvo unas ganancias excepcionales con la guerra. Por supuesto, una de las formas en que ganó dinero fue a través de sus actividades bancarias. El astuto banquero mallorquín no es que regalase dinero a los rebeldes, sino que les financió con créditos que quería ver pagados de vuelta y con intereses.

Durante la guerra, March ya fue reclamando el cobro de algunas deudas, lo que disgustó profundamente a muchos generales y falangistas. El 1 de abril de 1939, el Día de la Victoria, Franco firmó una ley reservada, que no se haría pública hasta 1979, en la que reconocía las deudas contraídas por los sublevados como deudas del Estado español. Esto, obviamente, incluía las de March. Debido a las necesidades de liquidez del Reino Unido por la Segunda Guerra Mundial, a finales de 1939 la banca Kleinwort reclamó la devolución de un préstamo por valor de unos 70 millones de euros de 2024.

Como no pudieron ni cobrarla ni traspasar la deuda al Banco de Inglaterra, Kleinwort se la vendió a una sociedad de Ginebra creada por Juan March para la ocasión. Más tarde, en 1945, España adquirió los valores del crédito para devolver a los contribuyentes los avales aportados durante la guerra. Esta operación debió ser solo una de las muchas en las que March sacó un buen pellizco. Otro gran negocio del multimillonario fue la venta de tabaco, ya que en aquella época era un bien de consumo para los soldados casi tan necesario como la comida.

Sin embargo, quizás el mayor negocio de March durante la guerra civil fue el control casi total y monopolístico del comercio exterior de la España sublevada. Para recompensarlo por su apoyo financiero y por disponer de una naviera y contactos internacionales, se le encargó la compra de suministros bélicos, petróleo y otros materiales esenciales para el ejército. Este tráfico de armas le reportó enormes beneficios. Es más, March llegó a un acuerdo con Mussolini para crear una sociedad conjunta conocida como Safni, que actuaba como intermediaria en régimen de monopolio entre Italia y España.

Aparte de ser una de las empresas pantalla para ocultar la exportación de armamento italiano, Safni permitía a los italianos acceder a materias primas estratégicas como wolframio, zinc, magnesio, plomo y cobre. El magnate mallorquín ganaba por partida doble exportando productos españoles para obtener divisas extranjeras con las que comprar más armas y suministros, y depositando esas divisas en bancos extranjeros.

La guerra terminó con la victoria de los fascistas, y así se cumplió la predicción de Jaume Carner: como la República no sometió a Juan March, este terminó por destruirla. Es inevitable pensar que, si el gobierno republicano-socialista no lo hubiera encarcelado ni comprometido sus intereses económicos en España y el norte de África, quizá March nunca habría apoyado un golpe de estado, y la historia de España habría sido muy diferente. O quizás se debería haber seguido la sugerencia de Indalecio Prieto, quien gritó una vez en las Cortes de 1931 que lo primero que debería haber hecho la República era colgar a Juan March en la Puerta del Sol.

Outro

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Fuentes

Cabrera Calvo-Sotelo, Mercedes. Juan March (1880-1962). Marcial Pons Historia, 2013.

Day, Peter. Franco’s friends: how British intelligence helped bring Franco to power in Spain. Biteback Publishing, 2011.

Ferrer Guasp, Pere. Juan March: El hombre más misterioso del mundo. B DE BOLSILLO, 2022.

González Calleja, Eduardo, et al. La Segunda República española. Pasado & Presente, 2021.

Martín-Ceña, Pablo, y Elena Martínez Ruiz. La economía de la guerra civil. Marcial Pons Historia, 2006.

Sánchez Asiaín, José Ángel. La financiación de la guerra civil española. Crítica, 2012.

Sánchez Pérez, Francisco, coordinador. Los mitos del 18 de julio. Crítica, 2013.

Sánchez Soler, Mariano. Los ricos de Franco: Grandes magnates de la dictadura, altos financieros de la democracia. Roca Editorial, 2020.

Viñas, Ángel. ¿Quién quiso la guerra civil? Historia de una conspiración. Editorial Crítica, 2019.

Viñas, Ángel. La soledad de la República: El abandono de las democracias y el viraje hacia la Unión Soviética. Crítica, 2006.

Wake, Jehanne. Kleinwort, Benson: The History of Two Families in Banking. Oxford University Press, 1997.

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