Detrás de cada gran fortuna hay un gran crimen, o como decía Lope de Vega, la sombra de un hombre poderoso, claro en linaje, mil delitos cubre. En el caso del protagonista de hoy, quizás lo de mil delitos se queda corto. Un mallorquín con gran capacidad para el cálculo mental, un contrabandista de tabaco y de armas capaz de vender a los dos bandos de una guerra, el último pirata del Mediterráneo, un mujeriego, y un mafioso sin escrúpulos. Todo eso y más fue Juan March Ordinas.

Soy David Cot, presentador de Memorias Hispánicas, y hoy empiezo una serie de cinco episodios para contar la extraordinaria vida del hombre que llegó a ser el hombre más rico de España y uno de los más ricos del mundo entre los años 20 y su muerte en 1962. A través de su vida aprenderás mucho sobre el mundo en el que le tocó vivir. Veamos en esta ocasión cómo fue su ascenso desde su juventud hasta la Primera Guerra Mundial y años finales del régimen de la Restauración.

La juventud de Juan March Ordinas

Juan March Ordinas de joven. Colección Can Verga
Juan March Ordinas de joven. Colección Can Verga

En 1880 nació Joan March Ordines, más conocido por su nombre españolizado, pese a que el periodista Josep Pla decía que hablaba un castellano de léxico limitado. Juan no nació en el seno de una familia pobre, como algunas leyendas decían para engrandecer su figura. Su familia era de las más acomodadas de Santa Margalida, un pueblo de Mallorca de unos 3.400 habitantes por aquel entonces. Su abuelo, padre y tío regían la empresa March Hermanos, la principal exportadora de cerdos y ajos de Mallorca. También comerciaban mucho con harina, almendrón, higos y licores, estos últimos sin licencia, lo que alguna vez les acarreó multas.

Sus familiares ya estaban habituados a salir de la isla por negocios, ya que muchos de sus productos terminaban en los puertos de Barcelona, Valencia, o la Provenza francesa. En Santa Margalida muchos niños varones cuidaban cerdos libres o criados en granjas por una miseria, pero Juan March nunca tuvo que hacer tales tareas. Juan siempre formó parte de los que mandaban y se lucraban del trabajo de otros.

Su y padre y su tío se metieron en la política municipal por el Partido Liberal y fueron concejales y alcaldes, lo que simbolizaba el triunfo de la nueva clase mercantil sobre los antiguos caciques terratenientes. De su padre y de su tío aprendió cómo funcionaba la política de la época y en general cómo podía doblegar la voluntad de otros: podía comprar votos regalando sacos de harina, ensaimadas, o puros, amenazando a los productores con comprarles a precios reventados, o librando a un hijo del servicio militar. Desde joven Juan March demostró una gran inteligencia, sobre todo por las matemáticas, con las que podía hacer cálculos mentales de cambios de divisas y otras operaciones como si nada.

Pero también ya de joven demostró su desatado ímpetu sexual. Una vez intentó abusar de una muchacha, pero esta salió corriendo y avisó a uno de los maestros, motivo por el cual Juan March fue expulsado de su escuela. Tras este incidente, su padre lo envió al municipio de Alcudia de aprendiz de un socio con el que Juan March establecería negocios futuros, Antoni Maria Ques. Al regresar a casa, su padre le confió la contabilidad de March Hermanos dada su habilidad con los números. Pero el trepa de Juan robó 1.500 pesetas, en una época en que el jornal de un agricultor estaba en 2 pesetas, y su padre le pegó una paliza para que aprendiese que a la familia no se le roba.

Con su padre mantuvo una relación fría y casi inexistente cuando fue mayor, mientras que su madre murió cuando tenía siete años. El joven Juan aprendió el negocio familiar recorriendo pueblos de Mallorca para encontrar los mejores cerdos al precio más bajo y esto también le permitió aprender en profundidad sobre la sociedad de la isla. De estas experiencias trabajando en el negocio familiar se le inculcó la regla de oro básica en los negocios, comprar barato y vender caro.

March se mete en el contrabando de tabaco

Pero Juan no quería simplemente heredar una empresa familiar. Soñaba con hacerse rico a lo grande, y por eso en 1902 convenció a su padre y a su tío para meterse en el lucrativo negocio del contrabando. El contrabando era una actividad con mucha historia en Mallorca, y la geografía de Santa Margalida aún hacía más adecuada esta actividad. Era un negocio bien organizado con unos que ponían el capital, capitanes y capataces que hacían cumplir las órdenes, marineros, los encargados de descargar las mercancías prohibidas, o los vigilantes que a veces podían también ser pastores o cazadores.

Carabineros de origen humilde y que generalmente no eran nativos de Mallorca se encargaban de prevenir y perseguir el contrabando, y eran muy poco queridos. El contrabando no era una actividad socialmente condenada y era una fuente de ingresos extras que para algunos eran la diferencia entre sobrevivir y no hacerlo. Eso aseguraba que primase la complicidad entre la población para no colaborar con la justicia. A veces se producían asesinatos entre contrabandistas por vendettas, simuladas frecuentemente como accidentes, pero nadie decía nada porque imperaba la ley del silencio, muy al estilo de la mafia italiana.

Tabaco de la Compañía Arrendataria de Tabacos
Tabaco de la Compañía Arrendataria de Tabacos

El producto con el que más se traficaba era el tabaco. El consumo de tabaco aumentó exponencialmente entre finales del siglo XIX y principios del XX. La Compañía Arrendataria de Tabacos, de capital público y privado, tenía la concesión de monopolio de venta de tabaco en España y la capacidad de perseguir barcos de contrabandistas, pero su gestión era bastante ineficaz. Antes de los años 20 se aprovecharon de su posición monopolista para abastecerse con tabaco de mala calidad y no mecanizar la producción de cigarrillos. Por eso no estaban mal vistos los contrabandistas, ya que traían tabaco más barato y de mayor calidad que el que se vendía oficialmente.

Juan se había informado de cómo funcionaba el contrabando preguntando a hombres mayores y a contrabandistas en activo. Estudió todo el negocio, desde la financiación hasta los códigos de honor entre contrabandistas o cómo sobornar a los carabineros, y puso en práctica esos conocimientos para ganar dinero. Juan empezó el contrabando contratando a un pescador que ya se dedicaba a ello yendo a Argel. En la Argelia francesa entre finales del siglo XIX y principios del XX vivían más españoles que franceses, casi 200.000, sobre todo de Valencia y Baleares, así que estos movimientos comerciales eran naturales.

Pero Juan no se conformaba con las redes informales que traficaban con pequeñas cantidades de tabaco de Argelia. Él quería hacer contrabando a lo grande. Pero para lograr eso necesitaba valerse de la corrupción, la mejor arma de March según dijo Indalecio Prieto. Necesitaba sobornar a políticos y a las autoridades dedicadas a perseguir el contrabando. Ya en sus primeras anotaciones de contabilidad de contrabando hay apuntadas cantidades dedicadas a pagar a sargentos y carabineros. Además, los contrabandistas hacían propaganda entre la población defendiendo que solo luchaban contra el injusto monopolio de la Compañía Arrendataria de Tabacos.

Pronto Juan abandonó el comercio de cerdos con su familia y se convirtió en un notorio contrabandista del que ya tenía noticia la Arrendataria solo dos años después de adentrarse en el negocio. El modus operandi de los contrabandistas era embarcar tabaco legalmente desde Orán y Argel con barcos de bandera francesa, inglesa, o de otros países que se dirigían sobre el papel a Malta, Italia u otros países. En la noche en alta mar se encontraban con barcos de pescadores y les trasladaban su tabaco, y luego el barco legal volvía a los puertos coloniales franceses y declaraban en la aduana que habían perdido su carga por mal tiempo. Por supuesto que tenían la complicidad de numerosos funcionarios franceses, como ocurría en España.

Si te está gustando esta historia, no olvides suscribirte si eres nuevo para las próximas entregas sobre Juan March y puedes apoyar mi divulgación en Patreon. Por su ambición de controlar toda la cadena de valor, en 1904 compró una fábrica de tabaco en Orán. La familia Garau, también de Santa Margalida, tenía una fábrica de tabaco en Argel que era la principal proveedora de tabaco para los contrabandistas de Baleares. Los Garau rechazaron inicialmente asociarse con Juan March, y por eso este pagó a los carabineros para que persiguieran e hicieran imposible el negocio de sus contrabandistas. Uno de los que trabajaba para los Garau murió a manos de carabineros. Así se las gastaba Juan March. Para terminar con esta guerra, en 1909 el patriarca de los Garau firmó un contrato con March para ser socios a partes iguales de la fábrica de tabaco de Argel y su contrabando.

A March no le fue todo de rositas con la ley en esos años. En 1909 los carabineros detuvieron a numerosos contrabandistas a sueldo de March y confiscaron su carga, y ante esto Juan March, ya el mayor contrabandista de la isla, organizó e instigó un motín en Santa Margalida que logró recuperar la mercancía y que los detenidos fueran liberados. Esto le ganó buena reputación entre los contrabandistas por ser alguien valiente que no dudaba en enfrentarse a las autoridades para defender sus intereses. Por estos hechos un juez firmó una orden de busca y captura, pero Juan se refugió en Argel. Pronto untó de dinero a testigos importantes, como el mismo teniente al que había amenazado con matar durante el motín para que se desdijera de anteriores declaraciones, y así consiguió no ser procesado por este caso.

El negocio de compraventa de propiedades

El contrabando de tabaco no fue el único pilar de la riqueza de Juan March. Ante el crecimiento demográfico de Mallorca, hubo una fiebre de los jornaleros por convertirse en propietarios de tierras, por mucho que fueran pequeñas parcelas que no se habían convertido aún en agrícolas. Al mismo tiempo, muchos nobles que no se estaban adaptando al nuevo mundo capitalista sufrían una crisis de liquidez y llevaban un ritmo de vida insostenible. March supo aprovecharse de estas dos circunstancias para desde 1903 comprar a precios reventados propiedades inmobiliarias a esos nobles desesperados, a algunos hasta quitarles todas sus propiedades.

Para estas operaciones inmobiliarias Juan March empezó a llevar a cabo actividades bancarias de forma no oficial. Esto lo hizo desde su casa antiguamente señorial del centro de Santa Margalida que su padre le cedió al casarse en 1905. Esa Banca March embrionaria se dedicaba a prestar dinero a nobles endeudados, de los que a cambio conseguía la cesión de propiedades, y luego vendían con pagos a plazos las propiedades a jornaleros y pequeños campesinos.

Payeses de Mallorca, 1910, por Amengual Ripoll Margalida
Payeses de Mallorca, 1910, por Amengual Ripoll Margalida

Las grandes propiedades nobiliarias se fragmentaban y se parcelaban para familias campesinas que muchas veces cultivaban productos destinados a la exportación, con mayores rendimientos que los cereales. Estas operaciones las inició el capitalista mallorquín en su isla natal, y luego las extendió principalmente por Valencia, Castilla-La Mancha, Andalucía y Extremadura. Para 1931 había firmado más de 40.000 ventas de propiedades, y ese fue uno de los pilares más sólidos de su fortuna.

March y los negocios en el Marruecos colonial

Pero por muy lucrativo que fuera el contrabando de tabaco y la compraventa de propiedades agrarias, Juan March no se hubiera podido convertir en uno de los diez hombres más ricos del mundo si no hubiera sabido sacar tajada a lo grande de la guerra colonial en Marruecos, la Primera y Segunda Guerra Mundial, y la guerra civil española. El capitalista mallorquín fue un verdadero mercader de la muerte. Empecemos por sus negocios en Marruecos. En 1911 Juan March quiso dar un paso más allá y extender sus actividades de contrabando con el amparo de la legalidad. Una sociedad francesa fue constituida para explotar en régimen de monopolio la venta en Marruecos de tabaco y kif, el polen de cannabis.

Sátira del daño hecho por Juan March vs Karl Marx. La Campana de Gràcia, 18 de marzo de 1934
Sátira del daño hecho por Juan March vs Karl Marx. La Campana de Gràcia, 18 de marzo de 1934

Las expectativas económicas de explotar este negocio en el Marruecos español y francés no eran muy halagüeñas, sobre todo porque era una zona inestable donde aún se estaba imponiendo el dominio colonial. Juan presentó una oferta de compra, pero al principio los directivos de la sociedad francesa se mostraron reticentes. Pero el contrabandista siempre destacó por tener una gran determinación y no aceptar un no por respuesta. Empleó la corrupción para sobornar a políticos y directivos, la influencia del conde de Romanones ante el gobierno francés, y también amenazas de que si no recibía la concesión inundaría Marruecos con su tabaco de contrabando.

Sus métodos mafiosos fueron efectivos, y Juan March consiguió el subarrendamiento del monopolio. Esto lo hizo no tanto por el mercado interior marroquí, sino para dar cobertura legal a su contrabando y aumentar su alcance. Puso puestos de venta a las afueras de Ceuta y Melilla, ciudades excluidas en el monopolio, para vender el tabaco de contrabando producido en Argelia y de ahí que pasase su tabaco a la España peninsular, haciéndole la competencia a la Compañía Arrendataria de Tabacos. El contrato de subarrendamiento expiraba en 1921 y los franceses no estaban dispuestos a renovárselo, menos con la actitud que había tenido el mallorquín con Francia durante la Primera Guerra Mundial.

Como veremos en el próximo episodio, en ese año el gobierno español le había declarado la guerra a su contrabando, así que lo último que necesitaba era perder la concesión. Desesperado, Juan March recurrió al confesor del rey Alfonso XIII, que tenía muy buenas relaciones con los políticos y eclesiásticos de París. Le prometió al confesor el 2% del negocio, pero nunca cobró tal comisión. Cuando por necesidad y ya mayor el confesor le envió una carta a March en 1945 pidiéndole ayuda económica por sus favores, Juan ni siquiera se dignó a contestarle, para que veas como se las gastaba. Empleando sus influencias y más sobornos a personajes influyentes, consiguió renovar el contrato por diez años más.

La guerra en el Marruecos español se recrudeció entre finales de la década de 1910 y principios del 20, y gracias a la mayor presencia de tropas españolas aumentaron sustancialmente las ventas de tabaco de contrabando del mallorquín. También se lucró con el transporte de tropas y víveres para el Ejército español con su naviera. Pero al mismo tiempo, Juan March fue uno de los grandes proveedores de armas de Abd el-Krim, el cabecilla más destacado de la resistencia al colonialismo español en el Rif. ¿Si se puede ganar dinero de los dos bandos, para qué conformarse solo con uno? Una buena muestra de que March era un tipo sin escrúpulos, solo leal a sus intereses económicos, y como buen capitalista no tenía patria.

March, el mercader de la muerte en la Primera Guerra Mundial

En el transcurso de la Primera Guerra Mundial también jugó a dos bandas y fue allí cuando se inició en el tráfico de armas. Para 1914 ya era el jefe de una gran organización que gobernaba con disciplina férrea, tenía mucho capital, contactos e influencia entre políticos, militares y funcionarios civiles, y disponía de unos 200 barcos entre los oficiales y los de contrabando. Esto hizo que Reino Unido, Francia, Alemania y el Imperio austrohúngaro buscaran su colaboración. Ministros de marina y finanzas hablaban de él, para que veas el ascenso meteórico que pegó March cuando solo tenía treinta y pico años.

Juan March, seguramente en la década del 1910
Juan March, seguramente en la década del 1910

Durante la gran guerra ayudó más a las potencias centrales que a las aliadas, sobre todo al principio porque veía más probable la victoria alemana. Por ejemplo, ayudó en la repatriación de alemanes de Baleares a Alemania llevándolos a Cerdeña. En el Marruecos francés se reactivó la hostilidad de tribus bereberes por instigación alemana. Los alemanes abastecieron a los bereberes del Marruecos francés con armas, municiones y dinero, y lo hicieron todo a través de Juan March. En la isla de Cabrera o en las costas de Gerona repostaban combustible los temidos submarinos alemanes, todo por cortesía de March.

Los británicos necesitaron un paseo por las costas de Mallorca para asegurarse, erróneamente, de que March no estaba ayudando a los alemanes, y los franceses estuvieron a punto de tomar represalias contra él. El contrabandista solo lo evitó comprometiéndose a ofrecer información militar de interés sobre los movimientos de los submarinos alemanes. El jefe de los servicios secretos de Gibraltar se jactaba de que March era su pirata. March se la jugó mucho, y en más de una ocasión estuvo a punto de hacer saltar su negocio por los aires. Pero salió bien parado con una mezcla de suerte y de saber navegar las difíciles aguas en las que él mismo se puso.

Para que veas cómo era, March llegaba a fletar barcos, contratar una aseguradora británica para cubrir su mercancía por un valor muy superior al real, y luego informaba a los alemanes para que torpedearan sus propios barcos. Muchos de los barcos de contrabando de March estaban matriculados en Gibraltar y por tanto tenían la bandera británica, así que los alemanes pensaban que eran enemigos. El capitán del submarino alemán avisaba a los tripulantes para que abandonasen el barco y luego lo destruían. Con esta maquiavélica treta ganaba por las dos bandas, por el seguro y por seguir manteniendo la confianza de los alemanes.

En estos años de guerra Juan March consiguió unos beneficios extraordinarios que le permitieron seguir diversificando sus fuentes de ingresos. Se convirtió en uno de los principales accionistas de Crédito Balear, el principal banco de la isla, así como de la compañía de tranvías de Mallorca. Se convirtió en el principal accionista de la Compañía Isleña Marítima, que tenía la concesión del transporte de personas y correos de Baleares con la península, Argel y Marsella. Con esto consolidaba su imperio marítimo con él como rey de las navieras baleares.

Pero fue más allá. En 1916 de la fusión de diferentes compañías navieras valencianas y catalanes surgió la Transmediterránea, con la finalidad de eliminar itinerarios duplicados y monopolizar el transporte marítimo de personas. March quiso participar en este proceso de concentración empresarial a principios de 1918 vendió sus acciones de la naviera balear a la Transmediterránea para que se produjera una absorción y convertirse él mismo en accionista de la Transmediterránea. Este movimiento le valió una campaña de desprestigio de adversarios que pedían que La Isleña se mantuviese genuinamente mallorquina. La Transmediterránea recibió por ejemplo la concesión de las líneas regulares entre Andalucía, Canarias, Ceuta y Melilla, incluyendo el transporte de tropas y víveres para el ejército.

Los primeros manejos políticos del contrabandista y crisis de subsistencia

Además de proporcionar combustible, armas, y información militar, Juan March suministró alimentos a los países beligerantes de la Primera Guerra Mundial. Importaba trigo de Argentina para reexportarlo y exportaba también los alimentos que se producían en Mallorca, porque los países en guerra pagaban a precios muy superiores. Pero mientras March se enriquecía, sus acciones produjeron escasez de alimentos e inflación en Mallorca, que afectó sobre todo a la gente que vivía en la ciudad. No era la primera ni última vez que por las lógicas capitalistas la población de un país productor de alimentos podía sufrir hambre.

Por las protestas ciudadanas, en 1915 las cortes aprobaron la Ley de Subsistencias para fijar precios de productos de primera necesidad y prohibir su exportación. Sin embargo, March no tenía ninguna intención de acatar la ley. Uno no amasa una fortuna como la suya jugando con las reglas y siendo honrado. Es en este período de la Primera Guerra Mundial cuando el mayor contrabandista de España empezó a influir de forma decisiva en la política española, también en Madrid, para proteger sus intereses económicos.

Versos acusando a Juan March alias Verga de ser el acaparador responsable de la crisis de subsistencia de Mallorca. Foch y fum, 12 de enero de 1918
Versos acusando a Juan March alias Verga de ser el acaparador responsable de la crisis de subsistencia de Mallorca. Foch y fum, 12 de enero de 1918

El mallorquín sabía que política y negocios iban de la mano si se quería triunfar a lo grande. Por eso se afilió en el Partido Liberal, empezó a frecuentar Madrid y se hizo amigo del conde de Romanones, entonces presidente del gobierno con el que trató de crear una zona franca en Palma de Mallorca. March tenía políticos en el bolsillo. El más destacado era Santiago Alba, político liberal que ejercía de ministro de Hacienda. Era tan descarado que Alba firmaba decretos prohibiendo la exportación de un producto determinado, y luego concedía un permiso especial a las empresas de Juan March para permitir la salida de supuestos excedentes que no podía absorber el mercado local.

De Santiago Alba su hija llegó a decir que España no merecía políticos como su padre. El periodista Josep Pla decía: “si en la capital pones un sobre lleno de dinero sobre la mesa, lo cogen y lo meten en el cajón, como ha hecho siempre Santiago Alba.” Eso sí, no todos los políticos de la Restauración eran sobornables.  El senador Manuel Allendesalazar denunció públicamente a Juan March en un debate parlamentario. Decía que todo lo que enriquece al defraudador lo paga el contribuyente honrado, y que era una infamia que se protegiese al mayor contrabandista de España.

En 1918 la crisis de subsistencia se agravó en Mallorca, y Juan March sabía que eso podía llevar a un estallido social de consecuencias imprevisibles. Por eso se reunió con unos dirigentes socialistas para discutir cuál sería la mejor forma de invertir una parte de las ganancias conseguidas en mejorar las condiciones de los obreros, y finalmente se decidió construir una casa del pueblo. Era el típico gesto de cinismo caritativo de los ricos para lavar su imagen. La construcción de la Casa del Pueblo de Palma dijo que tenía que hacerse en terreno municipal, lo que provocó un acalorado debate en el ayuntamiento porque su alcalde no había sido informado de esto.

Como los conservadores y los seguidores de Antonio Maura tenían mayoría y eran enemigos del contrabandista, no se aprobó la construcción, y esto generó un tumulto. Con esta maniobra Juan March se presentaba como un capitalista desligado de los rancios de la derecha, alguien capaz de dialogar con organizaciones obreras. Como alternativa, Juan ofreció pagar cada mes el alquiler de un local obrero. De esta manera pudo mantener una disidencia controlada y silenciar las protestas contra la exportación de alimentos que estaba perjudicando a los trabajadores mallorquines.

Esta relación de dependencia la denunciaron republicanos y anarquistas, y un periódico decía con ironía que los obreros se habían convertido en monárquicos del rey del tabaco. Juan March era consciente de la importancia de la prensa escrita y de los movimientos obreros. Publicó una carta en un diario balear en que trataba de desmentir las acusaciones de que era el acaparador y responsable de la escasez de alimentos. Con un cinismo psicopático se presentaba como la víctima. Parecía que se anticipaba a algo que creía inevitable, porque a los pocos días se produjo un motín popular espontáneo por parte de mujeres y niños por la carestía de alimentos y de carbón para el invierno.

Revuelta de carestía. La Voz del Pueblo, 20 de febrero de 1919
Revuelta de carestía. La Voz del Pueblo, 20 de febrero de 1919

Pero el Partido Socialista y algunas otras organizaciones obreras insistieron en que March era el único capitalista que había mostrado preocupación por la clase trabajadora. El pirata de Mallorca ya se había cobrado el favor de sus buenos gestos. En febrero de 1919 hubo un nuevo motín, pero esta vez la gente hambrienta se dirigió al puerto, donde sabían que habría alimentos, y lanzaron toda su ira contra Juan March y su socio Antoni Maria Ques. Soldados tuvieron que proteger la residencia del gran contrabandista. Durante un día entero las masas dominaron Palma de Mallorca y alrededores, antes de que la Guardia Civil y el ejército lograsen reprimir la revuelta y restablecer la autoridad.

Los anarquistas criticaron duramente la actuación del dirigente socialista mallorquín, que intentó calmar los ánimos en defensa de la burguesía. El ver en peligro su hacienda, posición social, e incluso vida, las clases dirigentes quedaron atemorizadas. Se celebró un pleno extraordinario en el ayuntamiento de Palma, donde conservadores y mauristas culpaban de la situación a los acaparadores y contrabandistas, con Juan March a la cabeza. Sin embargo, el dirigente socialista local siguió defendiendo a Juan e intentó culpar a Antoni Maria Ques, como si no supiera que eran socios. La jugada le salió mal.

En privado otro socialista reconocía que Juan era un acaparador, pero que no podían ir contra el que les había donado dinero para la casa del pueblo provisional. A este otro socialista Juan supo recompensarle con un puesto de administrador en una fábrica. Se evidenciaba la corrupción y tendencia reformista del socialismo marxista, como en tantas otras ocasiones. La construcción de la Casa del Pueblo prometida en Palma no se hizo hasta seis años después, en 1924. Cuando la inauguró, pronunció un discurso en el que se presentaba como alguien que había sido trabajador y venía de la nada, convertido en un moderno capitalista comprometido con la sociedad.

Casa del Pueblo de Palma de Mallorca, financiada por Juan March. Durante el franquismo fue usado como centro de torturas de Falange. Fue derruida y se construyeron recientemente pisos para el alquiler.
Casa del Pueblo de Palma de Mallorca, financiada por Juan March. Durante el franquismo fue usada como centro de torturas de Falange. Fue derruida y se construyeron recientemente pisos para el alquiler.

Todo mentiras. Decía esto sin caérsele la cara de vergüenza, cuando había sido el responsable de la crisis de subsistencia que padecieron los pobres unos años atrás. Y los obreros socialistas aplaudiendo. El dirigente socialista nacional Indalecio Prieto rechazó la invitación de March, porque veía mal que un burgués hubiera pagado por la Casa del Pueblo. Los anarquistas mallorquines siempre criticaron a March por eso, y terminaron por no participar en la Casa del Pueblo. Con esto no quiero decir que todos los anarquistas fueron incorruptibles porque hubo algunos anarquistas en época de la Segunda República que actuaron a sueldo de Juan March.

Outro

En esta primera entrega sobre la biografía de Juan March Ordinas hemos visto su juventud, cómo se hizo rico con el contrabando de tabaco y de armas, sus actividades bancarias, la compraventa de propiedades inmobiliarias, y la industria naviera. Todo esto ayudado por la corrupción hasta las más altas esferas políticas. En el siguiente episodio veremos la historia de un asesinato ordenado por Juan March, sus inicios en actividades industriales, y cómo el estado puso su imperio contra las cuerdas.

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Fuentes

Cabrera Calvo-Sotelo, Mercedes. Juan March (1880-1962). Marcial Pons Historia, 2013.

Ferrer Guasp, Pere. Juan March: El hombre más misterioso del mundo. B DE BOLSILLO, 2022.

Sánchez Soler, Mariano. Los ricos de Franco: Grandes magnates de la dictadura, altos financieros de la democracia. Roca Editorial, 2020.

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