Este es el episodio 5 llamado Pueblos prerromanos de la península ibérica y en este episodio aprenderás:
Segunda Edad del Hierro en la península ibérica
Hacia el 550 a. C. empezó la Segunda Edad del Hierro en la península ibérica, y eso implicó una generalización del uso del hierro en la península ibérica, un aumento en la cantidad y variedad de herramientas, y la intensificación de los contactos con los púnicos, griegos y finalmente romanos. Los pueblos prerromanos o paleohispánicos se agrupan en dos grandes categorías lingüísticas: los no indoeuropeos y los indoeuropeos. Los indoeuropeos lo definen los lingüistas por ser pueblos que comparten una lengua en origen y que tras su expansión desde el Cáucaso y las estepas ucranianas habría dado lugar a numerosos pueblos y lenguas, tales como el griego, el latín, el germánico o el celta. Los indoeuropeos habrían llegado en distintas oleadas migratorias desde el 1200 o 1100 a. C. y hasta el siglo VI o V a. C. y ya no compartirían la misma lengua en el momento de sus migraciones a la península ibérica.
Dentro de los no indoeuropeos encontramos a los iberos, turdetanos y vascones. Y dentro de los indoeuropeos tenemos a los numerosos pueblos celtas y otros que ocupaban el centro, norte y oeste peninsular. Cuando hablamos de celtas lo hacemos en términos culturales y no genéticos. No hay que imaginarse que se produjeran grandes migraciones indoeuropeas que reemplazaran a la población indígena de los lugares donde emigraron, los sustratos indígenas se celtizaron o adoptaron otras lenguas indoeuropeas, como fue el caso de los lusitanos. Los pueblos prerromanos se caracterizaron por no desarrollar grandes estados ni de disponer de fronteras estrictas, de manera que fueron culturas muy fluidas y abiertas a cambios por contactos con otras gentes.
Los iberos
Los iberos fueron pueblos preindoeuropeos situados en el lado mediterráneo de la península ibérica, desde Cataluña hasta la Andalucía Occidental. La cultura ibera se fue gestando entre los siglos VI y IV a. C., como una cultura de carácter cada vez más urbano e influenciada por los contactos con griegos y fenicios, como podemos observar fácilmente en sus obras artísticas. Hubo un proceso de iberización del litoral al interior, penetrando así las influencias griegas y fenicias más allá de la costa, con la ayuda de las redes comerciales locales entre indígenas. Al no haberse formado una entidad política ibera que homogeneizase bastante la cultura ibera, solo se pueden decir generalidades de las sociedades iberas que pueden variar bastante según la región o poblado.
Las sociedades iberas se caracterizaban por ser las más urbanizadas de la península ibérica, las más abiertas a los contactos con otras culturas mediterráneas, y las que tenían una economía más desarrollada y comercial. Políticamente el mundo ibero estaba fragmentado y los iberos se organizaban normalmente en sociedades de jefatura que dominaban varios poblados, atalayas y vías de comunicación, aunque pudieron existir algunas entidades políticas calificables de estado y que fueran unos reinos pequeños. Las formas de gobierno eran variadas, desde un cacique o líder militar que concentrase el poder y cuya posición podía ser o no hereditaria, consejos de ancianos, asambleas políticas de aristócratas o guerreros, o hasta ciudades-Estado con reyezuelos.
Sobre esta fragmentación política de los iberos, el geógrafo griego Estrabón escribió: “Se pueden explicar las andanzas de los griegos entre la gente bárbara por estar divididos ellos en pequeñas partes y reinos que no tenían unión entre sí por su terquedad, de manera que resultaron endebles contra los extranjeros que los atacaron. Esta terquedad entre los iberos resultó aún mayor al añadir su naturaleza pérfida y no sencilla. Porque en su vida eran guerreros y bandoleros y se atrevieron sólo a empresas pequeñas, evitando grandes hazañas, por no tener grandes fuerzas y alianzas.” La cúspide de las sociedades iberas estaba formada por una élite con los medios económicos y humanos para dominar militarmente un territorio y con un programa ideológico detrás para legitimarse.
El mundo ibero estaba dominado por sociedades militarizadas o aristocráticas, de manera que la guerra tenía una gran importancia. La guerra que se practicaba entre los siglos VI y IV a. C. entre iberos era de incursiones militares con pocos hombres para obtener botín, sin intención de ocupar territorios permanentemente, de ahí que se desarrollasen epopeyas épicas con representaciones en estatuas y otros espacios artísticos idealizando el combate individual o con pocos hombres. Igual que otras culturas mediterráneas de la Antigüedad, el caballo se identificaba con las aristocracias militares que dominaban el mundo ibero. La generalización de las armas en los ajuares iberos desde el siglo IV a. C. nos revela la importancia creciente de la guerra en el mundo ibero y una mayor estratificación y complejidad social.
Al ensancharse la base social guerrera, los ejércitos se volvieron más grandes y organizados, con cadenas de mando, unidades y formaciones de batalla, y del ensalzamiento del individuo se pasó a poner el foco en la disciplina del soldado para mantener una formación y no perjudicar a sus compañeros. Por eso ejércitos mercenarios iberos eran apreciados, especialmente sus jinetes, y se incluían en conflictos como en las guerras entre griegos y púnicos en Sicilia en los siglos V y IV a. C. Más hombres tuvieron compartieron así poder político y los entierros monumentales dan paso a más sepulturas y más estandarizadas.
Bandas de guerreros prestaban juramento de fidelidad a un jefe mediante los sagrados pactos de devotio. Las devotio ibéricas eran una de las costumbres más destacadas de los iberos y consistían en pactos de clientela militar donde los clientes juraban proteger a su jefe a cambio de un mayor botín, protección y un estatus social más alto. Si el líder moría, los clientes tenían que suicidarse, ya que también prometieron proteger a su líder ante los dioses. Esta institución social jugó un papel crucial en algunas heroicas últimas defensas vistas durante la conquista romana de Hispania, como la famosa de Numancia, y sirvió a los intereses romanos más tarde porque los iberos rápidamente adoptaron el culto al emperador. Otra institución social compartida por iberos y celtas era el hospitium, que significaba tanto acoger cálidamente a un extranjero en casa como un pacto entre ciudades-Estado o jefaturas con derechos y obligaciones recíprocas.
Por otro lado, es posible que existieran servidumbres comunitarias, de habitantes de poblados pequeños siendo siervos o teniendo la obligación de aportar soldados a un centro urbano mayor, esto más en zonas con mayor influencia fenicio-púnica, pero no se cree que existiera un sistema de esclavitud social o económicamente relevante entre los pueblos prerromanos. En cuanto al armamento ibero, no hay evidencia del uso de maquinaria pesada en asedios tales como catapultas antes de la Segunda Guerra Púnica, pese a desarrollarse fortificaciones similares a las de otras partes del Mediterráneo donde sí tenían este tipo de armas. El arma blanca más característica del mundo ibero era la falcata, una espada de hoja curvada originaria de los Balcanes y muy utilizada en todo el mundo Mediterráneo antiguo.
Los romanos copiaron las espadas de tradición celta que se encontraban en la península ibérica, lo que dio lugar a los gladius hispaniensis que utilizaron las legiones romanas desde el siglo III a. C. Los ejércitos iberos empleaban lanzas, originalmente pensadas para el combate cuerpo a cuerpo, pero las volvieron más ligeras para también poder usarlas como arma arrojadiza. Una famosa arma arrojadiza eran las hondas, especialmente desarrolladas en islas Baleares, y los honderos sirvieron como soldados de élite en ejércitos mercenarios por su habilidad en arrojar piedras con hondas. Pero en las sociedades iberas no todo giraba en torno a la guerra. Por ejemplo, si hablamos de cultura los iberos destacaron por desarrollar tres sistemas de escritura: la escritura ibérica nororiental, la meridional, y el alfabeto greco-ibérico que era una adaptación del alfabeto griego jónico.
Los dos primeros no eran alfabetos, sino un mixto entre un alfabeto y un silabario, los conocidos como semisilabarios que tenían signos que representaban fonemas y otros que representaban sílabas. Se logró descifrar el sonido que representa cada signo, pero desconocemos el significado de sus palabras porque no existe tal cosa como una piedra rosetta ibera que nos permita conocer esta lengua o estas lenguas. Otra manifestación cultural está en el arte ibero, sobre todo conocido por sus esculturas, como el jinete de Porcuna, Jaén, o las esculturas del santuario heroico de El Pajarillo de Huelma, Jaén. Estas esculturas decoraban santuarios y monumentos funerarios y servían para ensalzar un linaje dominante o para reivindicar los valores asociados a los guerreros y representar mitos épicos, similares a los poemas homéricos o la epopeya de Gilgamesh.
Se han encontrado estatuas de mujeres en necrópolis, como es el caso de la Dama de Baza, o bustos que tenían un hueco que contenía restos humanos incinerados, como fue el caso de la famosa Dama de Elche. Igual que ocurre con las esculturas griegas y romanas, originalmente estaban pintadas y solo con el tiempo han perdido su color. Sobre las costumbres funerarias iberas, predominaba la incineración de los cadáveres y luego se depositaban las cenizas en una urna, cerámica o escultura en el caso de los aristócratas más acomodados. Las necrópolis iberas revelan la estratificación social de estas sociedades, con tumbas monumentales y con ricos ajuares funerarios con armas y joyas en el caso de las élites sociales. Los iberos creían en el más allá, creían que el alma traspasaba al mundo de los muertos, y por eso dejaban en las tumbas objetos acordes a la vida que llevaron en el mundo de los vivos.
Sobre las creencias religiosas de los iberos conocemos poca cosa, pero tenían divinidades propias y otras adoptadas o reelaboradas de dioses y diosas fenicios y griegos. De templos iberos no es que se hayan encontrado muchos, tenemos el ejemplo del templo de La Illeta dels Banyets en la provincia de Alicante, y está más estudiada su religiosidad en sus hogares o en santuarios naturales, como cuevas por ejemplo. Ahí los iberos depositaban ofrendas conocidas como exvotos iberos, unas figurillas humanas o animales, normalmente hechas de bronce, que servían para contactar con una divinidad y pedir un deseo o mostrar agradecimiento. En cuanto a los patrones de asentamiento y urbanismo iberos, los iberos generalmente se asentaron en lugares elevados para disponer de defensas naturales y podían amurallar sus poblados.
Este tipo de asentamientos que ya se pueden considerar urbanos, como unas pequeñas ciudades, eran los conocidos como oppidum, que también se podían encontrar en otros territorios de Europa como la Galia antes de la conquista romana. En los mayores poblados iberos como Ullastret, cerca de Emporion, o Cástulo, en Jaén, podían llegar a vivir unas 2 o 3.000 personas. Las casas solían medir entre 20 y 40 metros cuadrados, hechas con materiales sencillos como el adobe, y podían disponer de un piso superior, mientras que las casas aristocráticas de más de 100 metros cuadrados podían tener un patio. La economía ibera era de base agraria como no podía ser de otra forma, con predominio de la agricultura cerealista frente a una ganadería centrada en criar ovejas, cabras y cerdos, aunque la cría de caballos también era importante para las clases dirigentes.
La alfarería, es decir, la producción de cerámicas fue cada vez más importante en el mundo ibero, y es que por el número de silos para almacenar grano y de ánforas podemos decir que existían excedentes de producción empleados para el comercio. La producción metalúrgica ibera también fue relevante, y a nivel doméstico las mujeres se dedicaban a la producción textil como ocurría en muchas otras partes del mundo. Los pueblos iberos se familiarizaron con las monedas por sus intercambios comerciales con los griegos y porque algunos sirvieron como mercenarios extranjeros para griegos, cartagineses e itálicos. Por eso algunas ciudades iberas llegaron a acuñar moneda propia imitando las griegas, pero su producción y circulación fue muy limitada y no se puede hablar de que existiera una economía monetizada.
Los turdetanos, sucesores de los tartesios
El gran interés académico por Tarteso contrasta con la falta de estudios específicos sobre los turdetanos, de los que no está muy claro cómo hay que caracterizarlos, por ejemplo en cuál es su relación con el mundo ibero. Los propios geógrafos y etnólogos antiguos no tenían una definición muy clara de la Turdetania, que según Catón y Tito Livio estaba habitada por turdetanos, fenicios, celtas y bástulos, otro nombre de pueblo prerromano que añadir a la lista. Sebastián Celestino y Carolina Ruiz consideran que la distinción en el nombre de los tartesios y turdetanos no es más que producto de dos tradiciones distintas, la griega y la romana, que empezaron en cronologías diferentes. De esta manera, los fenicios y hebreos llamaron Tarsis al territorio que los griegos llamaron Tartessos y que los romanos llamaron Turdetania.
Aun así, es útil hacer la distinción igual que entre fenicios y púnicos porque hay cambios significativos a nivel económico y cultural entre el período tartésico y el turdetano. Tampoco se observaban diferencias según Estrabón entre turdetanos y túrdulos, situados más al norte hasta ocupar el valle del Guadiana y partes de Lusitania. Estos túrdulos podrían no ser más que los herederos de los tartesios del valle medio del Guadiana, que perduraron hasta el siglo V a. C. sin diferencias respecto a los tartesios clásicos. Estrabón incluía a los turdetanos dentro de los pueblos iberos, pero con un marcado carácter fenicio. Yo diría más bien que se les puede clasificar como no indoeuropeos, pero no iberos al mismo tiempo, porque su sistema de escritura y su idioma eran sustancialmente diferentes a los del mundo ibero.
La Turdetania era la región más urbanizada de la península ibérica prerromana, y es que para cuando llegaron cartagineses y romanos, los turdetanos habían recuperado los núcleos urbanos grandes propios de Tarteso tras el probable tsunami catastrófico que azotó el núcleo tartésico en el siglo VI a. C. Tienes más detalles sobre esto en el episodio 4 Tarteso y la colonización fenicia y griega si te lo perdiste. Esta es la descripción que el geógrafo griego Estrabón nos deja sobre los herederos de Tarteso: “Estos [los turdetanos] son considerados como los más sabios de los iberos; se valen de un sistema de escritura y poseen documentos de antigua tradición, poemas, y leyes versificadas de seis mil años de antigüedad, según dicen. Los otros iberos también utilizan la escritura, aunque no de una sola forma, como tampoco utilizan una sola lengua.”
Hay que alertar que Estrabón escribía en época de Augusto y su obra tenía la intencionalidad de presentar los pueblos más romanizados de Hispania como los más civilizados, frente a los pueblos del norte como galaicos, astures y cántabros, o sea que no hay que tomar estas informaciones de forma acrítica. Cada geógrafo de la Edad Antigua elogió la riqueza y fertilidad de la región de los turdetanos, a pesar de que no parece que fueran tan prósperos como solían ser los tartesios. También Estrabón nos dice que los turdetanos exportaban trigo, vino, aceite, sal y, por supuesto, seguían exportando plata, cobre, oro y hierro, aunque presumiblemente a menor escala de la vista con Tarteso.
Los turdetanos eran poco dados a la guerra a juzgar por las informaciones que tenemos, y seguramente su sociedad era notablemente desigual y pudo tener siervos o esclavos. En relación con su organización política, parecen haber estado divididos políticamente en ciudades-estado antes de que llegaran los cartagineses y romanos. Por ejemplo, se menciona un monarca llamado Culchas a la llegada de los romanos, que habría gobernado 28 ciudades con un ejército de 3.000 hombres y 500 jinetes. Parece que había monarquías turdetanas basadas en su fuerza militar, pero también pudo haber formas de gobierno oligárquicas o asamblearias.
Los vascones y el origen de los vascos
Los vascones son el otro pueblo prerromano lingüísticamente preindoeuropeo. Los vascones ocupaban Navarra y un poco los territorios circundantes, incluyendo buena parte de Aragón hasta Jaca y Zaragoza, una franja del País Vasco, y parte de La Rioja. Los várdulos y caristios que vivían en el actual País Vasco también se cree que hablaban una lengua vascona, aunque algunos autores defienden que la expansión vascona por el actual País Vasco no ocurrió hasta el período visigodo en que hubo una expansión demográfica y territorial vascona. Donde hay consenso es en aceptar que los aquitanos del sur de la Galia también hablaban una lengua vascónica, por lo tanto, aparte de los vascones había otras gentes que hablaban el protoeuskera.
Un hito en la historia de nuestros conocimientos del euskera primitivo ocurrió en 2022 cuando se anunció el descubrimiento de la mano de Irulegi, una placa de bronce encontrada en un poblado navarro que fue destruido durante las guerras sertorianas del primer tercio del siglo I a. C. Parece que la mano de Irulegi estaba colgada en la entrada de una casa y según la traducción propuesta seguiría la tradición ibera del hospitium, de acoger a extranjeros en su casa. Constituye el texto más antiguo escrito en lengua vascónica, escrito siguiendo una variante del semisilabario ibero.
Esto y los hallazgos de textos en lengua ibera en territorio vascón han revivido las tesis del vascoiberismo, la tesis de que los idiomas vascones e iberos provenían de una misma raíz y que básicamente el euskera sería la única lengua indígena que se ha conservado tras la introducción del latín. Pero los intentos de interpretar los textos iberos conservados mediante el euskera han fracasado, y el consenso académico de las últimas décadas descarta el vascoiberismo. En cualquier caso, sigue habiendo muchas incógnitas en torno a las lenguas vascónicas y falta más investigación para poder hacer afirmaciones con más seguridad.
Los vascones ya formaban un grupo cultural poco homogéneo, igual que por ejemplo en el siglo XIX había notables diferencias lingüísticas entre unos pueblos y otros. Los de la mitad para debajo de la actual Pamplona estaban familiarizados con formas de vida urbanas y estaban más abiertos a influencias iberas y celtas y luego romanas, incluyendo en su lengua y nombres personales, mientras que los de la mitad norte más cercanos a las montañas y bosques frondosos vivían de un modo más primitivo y aislado. Sobre el origen de los vascos, hay que recurrir a las últimas investigaciones genéticas. Se han realizado diferentes estudios para comparar el ADN de los vascos modernos con el de otros españoles, otras personas europeas y ADN antiguos.
Según estudios como uno publicado en 2019 en la revista Science Magazine, los resultados muestran que los vascones de la Edad del Hierro no eran genéticamente distintos de otros pueblos de la península ibérica. Lo que pasa es que Vasconia quedó más aislada respecto a otras partes de la península ibérica y no se vio muy afectada por migraciones romanas, germánicas, o árabes y bereberes. Lo mismo sucedió en la isla de Cerdeña, y está claro que la geografía jugó un papel importante en mantener a los vascos y sardos más aislados y con pocos cambios genéticos en comparación con otros pueblos de Europa. Sin embargo, que no cambiasen mucho genéticamente no significa que los vascones no sufrieran grandes transformaciones a lo largo de su historia en términos culturales, incluyendo en su idioma, como se observa en muchas palabras del euskera que provienen del latín.
Los celtiberos
Por el nombre es fácil caer en el error de pensar que los celtiberos son una mezcla de celtas e iberos, incluso algunos autores romanos lo pensaban, pero esto no es así. Los celtiberos eran los celtas de Iberia, a pesar de que también recibieron influencias iberas importantes en el período tardío antes de la conquista romana. Las fuentes antiguas divergen al delimitar la región de la Celtiberia, pero vivieron alrededor del despoblado territorio de la Serranía Celtibérica, también conocida como la Laponia española en el área de Soria, Guadalajara, Cuenca, y partes de Aragón. Los celtiberos desarrollaron ya desde el siglo VI a. C. una sociedad marcadamente guerrera y estratificada, y por eso no resulta sorprendente que los celtiberos sirviesen en ejércitos mercenarios y fueran de los que más presentaron resistencia frente a los conquistadores romanos.
Su economía tenía un carácter más pastoril que agrícola, también debido a las condiciones ecológicas de su región, y en todo caso por eso la guerra entre celtiberos se orientaba al robo de ganado. El desarrollo económico de los celtiberos fue menor que el de los iberos, porque difícilmente podían interactuar y comerciar directamente con fenicios, púnicos y griegos, aunque sí tuvieron una actividad de producción cerámica y metalúrgica importante. Sabemos que compartieron algunos dioses con el resto de los celtas de Europa, como Lug, un dios asociado a muchas cosas, desde la guerra hasta las leyes. Otro por ejemplo es Cernunnos, el dios de la fertilidad, o Epona, la diosa de los caballos que quizás conozcas por Zelda.
Su hábitat típico era el de poblados fortificados en altura, los castros, en el período celtibero tardío convertidos algunos en oppida o poblados grandes que se pueden llegar a calificar de ciudades. Los lazos de parentesco y la cohesión en base a compartir un supuesto linaje común regían la sociedad celtibérica hasta el desarrollo de los oppida. Finalmente, entre los siglos III y I a. C., por los contactos con cartagineses y romanos y por dinámicas internas se desarrollaron las primeras ciudades-Estado celtiberas, se extendió la escritura, y se produjeron emisiones monetarias.
Los pueblos prerromanos del oeste y norte peninsular
En el oeste peninsular encontramos a los lusitanos y vetones. Los lusitanos vivían en buena parte de la actual Portugal y eran indoeuropeos, pero no celtas en términos lingüísticos, quizás habían ya llegado en una oleada anterior, mientras que los vetones estaban más asentados en las provincias sudoccidentales de Castilla y León. La ganadería y la minería tenían una importancia destacable en el oeste peninsular porque sus suelos no son demasiado fértiles. Por eso no sorprende que la riqueza en la sociedad lusitana se midiese sobre todo por las cabezas de ganado. Debido a las desigualdades sociales y falta de tierras fértiles y desarrollo económico, muchos de los lusitanos más pobres se convirtieron en bandidos y constituyeron verdaderos ejércitos que lograron en ocasiones derrotar a ejércitos romanos.
Los vetones y sus vecinos del centro de la Meseta, los carpetanos, tenían una cultura diferenciada que manifiesta su preferencia por la ganadería y la caza, la cultura de los verracos, que consistía en erigir monumentos y esculturas que representaban animales como toros, cerdos o jabalíes. Ahí tenemos por ejemplo los famosos Toros de Guisando de la provincia de Ávila, un lugar históricamente importante también por el tratado en que Enrique IV de Castilla reconoció como sucesora a su hermana Isabel en 1468. El significado de los verracos no está del todo claro, pero podría haber sido de índole religiosa, económica o incluso funeraria. Sea como sea, es un buen reflejo de la importancia económica de la ganadería en la Meseta prerromana.
Al noreste de los vetones, en el valle medio del Duero nos encontramos a los vacceos, cuya economía era predominantemente cerealista. El historiador griego Diodoro de Sicilia sugirió que los vacceos se regían por una explotación agrícola colectivista: “cada año, distribuyen la tierra arable a los labradores, y poniendo en común sus frutos, entregaban a cada uno su parte, y a los labradores que se apropiaban de alguna parte para ellos mismos, daban la muerte como castigo.” Yéndonos ya al norte peninsular, tenemos a los galaicos, astures y cántabros, que dan nombre a las regiones de Galicia, Asturias y Cantabria, aunque geográficamente no se corresponden a sus fronteras actuales, sobre todo en el caso de los astures. La actual Galicia estaba bastante poblada tal y como reflejan los numerosos castros encontrados.
Los castros eran poblados en altura y a veces amurallados compuestos por viviendas circulares de piedra, muy juntas y sin planificación urbana aparente, y era el modelo de poblamiento característico del norte peninsular prerromano. Los galaicos eran indoeuropeos significativamente influidos por la cultura celta, pero con un sustrato cultural propio fuerte y con notables diferencias regionales según de qué galaicos hablemos. Los galaicos explotaron sus minas de oro, estaño y hierro y estaban bien conectados a la llamada ruta del estaño, la ruta atlántica con la que metales de las islas británicas llegaban al mundo Mediterráneo. Sin embargo, el norte peninsular estaba aislado respecto a las más ricas rutas comerciales del Mediterráneo y al contacto directo con civilizaciones más desarrolladas, por eso se preservaron más elementos de culturas de la Edad del Bronce y el norte estaba muy poco urbanizado y desarrollado económicamente.
Por eso y por las condiciones ecológicas propias del norte peninsular, la agricultura fue poco importante ahí y siguió teniendo una gran relevancia una economía depredadora de recolección de frutos. La caracterización de Estrabón de los pueblos del norte peninsular como montañeses salvajes, atrasados y violentos tiene poco valor y responde a tópicos etnográficos. Entre otras cosas, esto se debía a la importancia social de las mujeres en la sociedad astur y cántabra, ya que podían heredar propiedades y concertar los matrimonios de sus hermanos, en contraste con una sociedad marcadamente machista como la romana. Aun así, es erróneo calificar de matriarcales las sociedades de los astures y cántabros, porque aunque tuvieran rasgos matrilineales, los pueblos prerromanos del norte peninsular eran patriarcales.
El Veredicto: El mito de la ancestral raza vasca
En El Veredicto de hoy quiero discutir la manipulación histórica realizada por los nacionalistas vascos en relación con quiénes son. Para hablar sobre este tema, primero debo definir qué es una etnia. Una etnia es un constructo social, porque tiene mucho que ver con cómo nos percibimos primero a nosotros mismos como pertenecientes a un determinado grupo y luego en cómo nos perciben los demás. La identidad de una etnia se basa en múltiples factores, donde cada factor puede considerarse de diferente importancia según cada etnia o cultura. Como factores, tenemos la percepción racial, idioma, religión, cultura material, o ideología. Lo que pasa con los vascos es que el nacionalismo creó una imagen de los vascos como una raza antigua, aislada y distinta, como ya hablé en detalle en el episodio de Memorias Hispánicas llamado Nacionalismo vasco. De la raza milenaria a la ETA.
Si bien es cierto que los vascos son las gentes de la península ibérica que menos han cambiado genéticamente, también se ha comprobado que la diferencia genética entre los vascos y el resto de los españoles no es muy sustancial. Dos problemas importantes que crean el nacionalismo son el mito nacional que tiene poco que ver con la historia real, y esto también lo veremos con personajes mitificados como don Pelayo o Wifredo el Velloso, y el hecho de que el nacionalismo presenta a las naciones como grupos fijos que no cambian, lo que por supuesto es falso. Las personas interactúan entre sí y casi ninguna etnia humana está aislada, por lo tanto, no podemos entender las culturas o las naciones como entidades fijas, sino como algo cambiante. Tened esto siempre presente, ya que esto se aplica a todos los nacionalismos y esto lo hablo en muchos episodios. Y con eso, El Veredicto termina.
Avance y outro
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Fuentes
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