Este es el episodio 10 llamado Migraciones bárbaras y Alarico y en este episodio aprenderás:
- Período de las grandes migraciones
- El origen de los godos
- La crisis goda
- Estilicón y los visigodos de Alarico
- La ruptura de la frontera del Rin
- ¿Quiénes eran los vándalos, suevos y alanos?
- La rebelión de Constantino III
- Alarico y el saqueo de Roma
- El Veredicto: La importancia de las palabras en la historiografía
- Avance y outro
- Fuentes
Período de las grandes migraciones
Con este episodio empieza el período de las migraciones bárbaras en la península ibérica, dentro del contexto de grandes migraciones a nivel euroasiático. Esto ocurrió durante la Antigüedad tardía, que es el término que se usa para referirse a este período entre la crisis del siglo III y el Bajo Imperio hasta la conquista musulmana del Reino visigodo, y esto lo menciono porque lo normal a nivel académico es no considerar que los reinos bárbaros surgidos con la caída del Imperio romano supongan un cambio radical respecto a lo visto en el Bajo Imperio. Las instituciones, sociedad y economía no sufrieron cambios muy dramáticos con el Reino visigodo, y esto es muy normal en la mayoría de procesos históricos, porque aunque nos guste dar fechas, uno no se acuesta en la Antigüedad y se levanta en el medievo.
Antiguamente se hablaba de invasiones, aunque desde hace unas décadas los historiadores prefieren hablar de migraciones y asentamientos. Esto es así no por ser políticamente correctos, sino porque muchas veces la llegada y asentamiento de pueblos bárbaros se produjo con el permiso de las autoridades romanas, y estamos hablando de familias enteras, no solo de hombres guerreros. También sería erróneo hablar de invasiones o migraciones germánicas, porque había gentes iranias o de las estepas del este de Europa por ejemplo. Por cierto, para aclararlo, cuando hablamos de bárbaros se entiende que hablamos de pueblos extranjeros no romanos, que en su mayoría no hablaban latín ni eran católicos, no pienses en bárbaro en el sentido peyorativo de salvaje.
Los bárbaros que se asentaron luego en el Imperio romano eran gente que llevaban siglos en contacto con los romanos porque eran vecinos, y la mayoría de fronteras suelen ser bastante permeables, excepto la de Corea del Norte claro. Aparte de tener algún rifirrafe ocasional, los romanos y bárbaros comerciaban, y el Imperio intervenía en la política de las jefaturas germánicas apoyando a uno u otro caudillo contra otro o enviando regalos, de modo muy similar a cómo los chinos intervenían en las políticas de los pueblos nómadas de Mongolia para evitar que se unificaran y se volvieran contra ellos. Como fruto de estos contactos, también se produjeron migraciones bárbaras en los siglos II y III por factores climáticos, demográficos y económicos.
Fue entonces cuando el ejército romano inició un proceso de barbarización, es decir, se sustituían las levas de gentes del propio imperio por inmigrantes del norte y este de Europa, mientras que al mismo tiempo esos bárbaros aprendían y adoptaban algunas costumbres romanas. Esta barbarización del ejército, vista por algunos como una quinta columna en la parte Occidental del Imperio, se produjo en gran medida porque la gente del Imperio no estaba dispuesta a servir en el ejército voluntariamente, y preferían pagar más impuestos y que el estado contratara a bárbaros. Esto se debía a que ahora que todo el mundo tenía la ciudadanía romana y no había ninguna conquista, el ejército ya no era tanto un medio para enriquecerse y ascender socialmente como durante la República y Alto Imperio.
Pero el fenómeno migratorio que hoy nos ocupa comenzó en el siglo IV, en parte por la llegada de un misterioso grupo de pueblos nómadas conocidos como los hunos, que causaron una fuerte escalada de las migraciones durante los siglos IV y V. Los hunos probablemente vinieron de Mongolia y Asia Central, y se expandieron hacia el oeste destruyendo y arrasando todo a su paso. Los hunos, con la devastación que causaron, provocaron un efecto dominó porque empujaron a los pueblos germánicos, iranios y eslavos a los territorios del Imperio romano. Los bárbaros pensaban que podían estar más seguros de la amenaza huna al trasladarse a las provincias romanas, y para lograrlo y para tener un mayor poder al negociar con Roma siguieron la tendencia que surgió siglos antes de formar grandes confederaciones militares.
Esta historia puede sonarte familiar porque en Juego de Tronos los Caminantes Blancos, que aquí serían los hunos, obligaron a los Salvajes de más allá del muro a unirse bajo un liderazgo común y los empujaron a las tierras de los Siete Reinos, es decir el Imperio romano. Lejos de este relato, historiadores como Guy Halsall en cambio destacan la relación de interdependencia de las jefaturas bárbaras y del Imperio romano como la causa principal de las migraciones hacia dentro del Imperio romano, porque como los patronazgos y regalos dejaron de llegar las élites bárbaras tenían motivos para entrar en conflicto con el Imperio romano. De hecho, no era ninguna novedad que estallaran guerras entre Roma y los bárbaros por este motivo, y por eso mismo estalló la guerra gótica del siglo III.
Estas grandes migraciones bárbaras fueron una de las principales causas de la caída o desaparición del Imperio romano en Occidente a finales del siglo V, aunque no la única. El Imperio romano tenía sus propias debilidades internas, y las transformaciones del siglo III provocaron que el Imperio estuviera más fragmentado social y económicamente, y que por tanto el gran Imperio romano fuera más difícil de gestionar. En parte por la fuerza y una serie de casualidades, y en parte con el apoyo de la Iglesia y unas élites provinciales romanas cada vez más diferenciadas y con intereses distintos, esos inmigrantes bárbaros sustituyeron el aparato político y militar romano. Como verás a lo largo de este y de los siguientes episodios, la caída de la parte Occidental del Imperio romano no fue un colapso abrupto e inesperado, sino un proceso progresivo y evitable que culminó con la creación de distintos reinos bárbaros que recogieron el testigo de Roma.
El origen de los godos
El inicio de las grandes migraciones bárbaras hacia el Imperio romano se produce muy lejos de Hispania, cuando se rompe la frontera del Danubio en el año 376. Por eso he decidido empezar hablando sobre el pueblo bárbaro que tuvo un rol muy destacado en el fin del Imperio romano en Occidente y luego en la historia de España, los godos. ¿Pero de dónde venían originalmente los godos? La teoría tradicional es que los godos eran originarios de la actual Suecia, en Escandinavia, y que se trasladaron luego a la actual Alemania oriental y Polonia. De ahí que en el concilio de Basilea del siglo XIV una delegación castellana y otra sueca debatieran sobre quién era más godo, y el representante castellano dijo que los godos vagos y sin iniciativa se quedaron en Suecia mientras los heroicos habían migrado a España.
Sin embargo, eso de que provenían de Suecia puede ser un invento y lo único seguro es que los godos hablaban una lengua germánica oriental y que a partir del siglo III algunos emigraron a la estepa póntica, al norte del mar Negro, en busca de tierras más cálidas y fértiles. Ahí es donde interactuaron con nómadas euroasiáticos como los escitas, y se familiarizaron con sus tácticas militares basadas en la caballería. La importancia de la caballería en contraste con la infantería para los godos cambió sus estructuras sociales y políticas, y en esa Gotia multiétnica se fue gestando lo que sería la identidad goda. De todos modos, la migración a la estepa póntica de los godos y otros pueblos germánicos causó desorden y provocó conflictos con Roma, el más notable siendo las guerras góticas del siglo III.
En este conflicto los godos fueron derrotados y según la visión tradicional eso causó la división de los godos en dos grandes confederaciones, los tervingios y los greutungos. La realidad parece ser bastante diferente, porque la mayoría de los historiadores en la actualidad creen que los tervingios eran la confederación más poderosa, pero que luego había varios grupos de godos no tervingios, entre los que estaban los greutungos. También se ha cuestionado la frecuente identificación de los tervingios con los visigodos y los greutungos con los ostrogodos, porque se ha comprobado que en las filas visigodas había tervingios, greutungos, godos de otras confederaciones, e incluso alanos y hunos. Por tanto, aunque los tervingios pudieran ser mayoritarios en esta composición, la identidad visigoda fue gestándose y evolucionado con estos componentes multiétnicos.
En cualquier caso, los tervingios se asentaron en las llanuras del Danubio al oeste del río Dniéster, y éstos mantuvieron estrechas relaciones con Roma. Los godos tervingios se convirtieron mayoritariamente al cristianismo arriano a finales del siglo IV, gracias al obispo Ulfilas que tradujo los Evangelios y gran parte de la Biblia a la lengua gótica. La confederación tervingia estaba gobernada por una especie de juez, que tenía una autoridad superior sobre los demás caudillos. En cambio, los greutungos se asentaron más al este de Ucrania y por eso sabemos menos de ellos.
La crisis goda
Sea como fuere, los hunos aparecieron como una tormenta y derrotaron e incorporaron a muchos grupos de alanos y godos greutungos. Las hordas hunas se aprovecharon de la debilidad interna de los godos, ya que éstos estaban sufriendo porque el comercio con los romanos se había restringido más y habían dejado de recibir tributos tras las campañas del emperador Valente a finales de los años 360, que devastaron el territorio godo. Es más, como en otras ocasiones, los romanos estaban confrontando a grupos de bárbaros con otros con la finalidad de debilitarlos, pero el problema es que cometieron un error de cálculo y no vieron que quizás habían debilitado demasiado a los godos con sus devastaciones y provocando una guerra civil entre facciones godas.
Sin querer, los propios romanos habían aupado a un enemigo aún más temible que los godos. El resultado fue que una gran facción de godos cruzó el Danubio en el 376 para adentrarse en el Imperio romano. Esto se produjo con la ayuda de los propios romanos, porque el emperador Valente quería reclutar más tropas para sus campañas contra los persas, y además éstos al asentarse y poner tierras abandonadas a trabajar podían hacer crecer los ingresos fiscales. Se suponía que tenían que desarmarlos y censarlos, pero el número de godos entrando en el Imperio fue tan grande que las autoridades romanas quedaron desbordadas.
Poco después los romanos se encontraron con un problema: no tenían la logística para alimentar a toda esa gente, y las corruptas autoridades locales aprovecharon para poner precios desorbitados a los alimentos. Para colmo, las tropas del Danubio no pudieron evitar que grupos de godos greutungos, hunos y alanos cruzaran también el río, y todos ellos aprovecharon para saquear los Balcanes con impunidad. El emperador Valente y las mejores tropas del oriente romano enfrentaron a todos estos grupos de bárbaros en la batalla de Adrianópolis, pero para su desgracia el emperador murió en batalla y muchos de los mejores oficiales y soldados romanos también perecieron.
El desastre fue colosal, y tal y como demuestra José Soto Chica y otros autores contemporáneos, no fue una batalla de un Imperio decadente y condenado a perder ante los vigorosos bárbaros, sino que las causas de la derrota se encuentran en el mal liderazgo de Valente y los errores de inteligencia al evaluar las fuerzas enemigas. Solo tras tres años de dura campaña pudo el emperador Teodosio derrotar y someter a los bárbaros que habían entrado en el Imperio romano. Los godos se asentaron dentro del Imperio y se les garantizó tierras para cultivar en Tracia y Macedonia, y como había tantos de ellos se crearon unidades militares enteras exclusivamente godas.
Los godos derrotados sirvieron al emperador Teodosio, porque lo irónico es que los romanos necesitaban a los efectivos bárbaros para proteger la frontera del Danubio de los otros bárbaros. Pero a pesar de que más o menos Teodosio pudo controlar a los godos, lo cierto es que había muchas tensiones y mala sangre entre ellos y los romanos, por un lado porque los romanos recordaban la oleada de saqueos y violencia que habían causado, mientras que los godos veían como los usaban en las batallas como carne de cañón. A la muerte de Teodosio, con la llegada al trono de dos menores en las dos partes del Imperio se desató de nuevo el caos y hubo una lucha de poder.
Estilicón y los visigodos de Alarico
Como ya vimos en el episodio 9 Bajo Imperio y cristianismo en Hispania, Teodosio dejó a su hijo Honorio el cargo de emperador de la parte occidental del Imperio romano, bajo la tutela del general romano-vándalo Estilicón. Estilicón controlaba los ejércitos de Occidente e incluso algunos de Oriente, así que era el hombre más poderoso del Imperio, mientras que el galorromano y enemigo de Estilicón Rufino controlaba Oriente. He aquí donde aparece el godo Alarico, uno de los bárbaros más famosos de la historia. Los orígenes de Alarico son oscuros, y no hay evidencia para considerarlo ni un miembro de la clase dirigente goda ni tampoco se le puede considerar un rey. Lo que sí es cierto es que emparentó por casamiento con la dinastía baltinga, al hacerse yerno del último juez tervingio.
Las fuentes más próximas dejan claro que Alarico comandaba a los hombres bárbaros que se le habían asignado, tanto godos como no godos, y por tanto eso desbanca la idea de que fuera el rey de un noble linaje que estuviera liderando a su nación en movimiento. El hecho de que estuviera liderando a godos pero también a gente de otro origen es muy importante, porque lo que entendemos como visigodos no es más que la facción de un conglomerado multiétnico, aunque predominantemente godo y germánico, liderados por Alarico y sus sucesores, y que a lo largo del tiempo fue incorporando a más godos, a otros bárbaros e incluso a cautivos y renegados romanos. Dicho esto, Alarico aparece por primera vez liderando un regimiento de godos fiel a Teodosio, y aunque no era ni mucho menos el único caudillo godo de la época, sí era el más dispuesto a rebelarse contra el Imperio.
Alarico estaba muy descontento porque no había recibido el mando militar que deseaba, y sus subordinados también lo estaban porque solo eran usados como carnaza. Así que en el año 395 la rebelión de Alarico empezó saqueando Macedonia, al mismo tiempo que los hunos estaban atacando Asia menor y Oriente estaba bastante indefenso, porque algunas tropas estaban en Italia bajo el control de Estilicón. El hombre fuerte de Oriente, Rufino, derrotó a Alarico pero no terminó con él, porque quería usarlo contra su enemigo acérrimo, Estilicón. Estilicón ambicionaba el control de todo el Imperio y por el momento quería anexarse la provincia de Iliria, en los Balcanes pertenecientes a la parte Oriental del Imperio, pero Rufino convenció al emperador oriental para ordenar a Estilicón que se retirara de Iliria y que devolviera las tropas orientales estacionadas en Italia.
Sorprendentemente, Estilicón hizo caso, probablemente para demostrar que era alguien leal. A todo esto, los godos de Alarico siguieron causando estragos en los Balcanes hasta que Alarico recibió el título de magister militium de Iliria, lo que permitió que por fin sus tropas y sus familias pudieran recibir comida y un salario estable. Esto continuó hasta que en Constantinopla y en otras partes de Oriente estalló una oleada de violencia contra los godos. No sabemos si Alarico fue destituido o qué pasó, pero como su posición estaba en riesgo y su ejército podía dejar de recibir los víveres necesarios para sobrevivir, los godos de Alarico atacaron Italia en el 401.
Estilicón había ordenado la retirada del grueso de las tropas de Britania y el norte de la Galia que estaban destinados a proteger la frontera del Rin de los bárbaros que querían cruzarlo, entre ellos los vándalos, suevos y alanos. Así que Estilicón tuvo que apresurarse para terminar la campaña ahí y enviar tropas a Italia, donde al final repelió con éxito los ataques de los godos de Alarico. Parece que Alarico y Estilicón llegaron a un acuerdo y los mermados godos de Alarico se estacionaron en la región de Panonia, más o menos en la actual parte occidental de Hungría.
La ruptura de la frontera del Rin
Los hunos seguían migrando hacia el oeste e incorporando a otros pueblos en sus hordas, porque como los tributos de Roma habían dejado de llegar para algunos los hunos se habían presentado como una alternativa al poder romano. Muchos de los que no se unían a los hunos se veían presionados para adentrarse en tierras del Imperio romano. Aquí es cuando aparece un caudillo godo llamado Radagaiso, liderando a grupos muy heterogéneos de bárbaros que ascendía a un total de 100.000 personas, de las cuales 20.000 eran guerreros. Radagaiso y su gran ejército se precipitó sobre el norte de Italia y asedió Florencia. Estilicón tuvo que retirar aún más tropas de la frontera del Rin para hacer frente a la gran fuerza invasora, y finalmente pudo derrotar al ejército de Radagaiso y matar a su líder.
A pesar de esta victoria, la estabilidad del Imperio romano estaba cada vez más tocada. La política exterior del Imperio romano en esos tiempos era un completo desastre. No había unas defensas suficientes para proteger las fronteras del Rin y del Danubio, y no existía ya ninguna política exterior clara para usar la estrategia de dividir y vencerás para evitar que surgieran grupos de bárbaros fuertes. Está claro que ya no pensaban en algo tan fundamental, porque estaban permitiendo que los hunos o que alguien como Radagaiso formaran un poder temible. Y mientras no había ninguna política exterior ante tales amenazas, Estilicón seguía empeñado en pedir más provincias al Imperio romano de Oriente, quizás con el fin de nombrar a Alarico magister militium de Iliria otra vez y convertirlo en su aliado.
A causa de las guerras contra los bárbaros, Estilicón y sus tropas estaban diezmadas, y el aparato estatal y la presencia del ejército romano en la Germania, el norte de la Galia y Britania prácticamente habían desaparecido. Con estos territorios desprotegidos, bárbaros como los sajones y los hérulos podían lanzar ataques indiscriminados sin oposición. Sin nadie prestando atención en la frontera del Rin y con pocos efectivos ahí estacionados, los bárbaros del otro lado del río estaban preparados para cruzar el Rin. La ruptura de la frontera del Rin se produjo antes de que Estilicón pudiera asegurarse la ayuda de Alarico para hacer frente a la amenaza. En el 31 de diciembre del año 406 una gran coalición de vándalos, suevos, alanos, y otros pueblos bárbaros cruzó el río Rin y comenzó a arrasar la Galia.
Algunos autores lo fechan el 31 de diciembre del año anterior, pero eso parece difícil de creer teniendo en cuenta la evidencia documental y que de ser así Radagaiso seguiría vivito y coleando. En la Galia la coalición del Rin luchó contra los francos, que en ese momento eran aliados federados de los romanos. En la batalla de Maguncia el rey vándalo murió y los vándalos y suevos estuvieron a punto de ser derrotados, pero los alanos llegaron con su caballería justo a tiempo para salvar la situación y saldarse con una gran victoria. En general, los bárbaros encontraron poca resistencia organizada y tuvieron éxito en el pillaje de la indefensa Galia, algo que causó conmoción en todo el Imperio. Unos años después de cruzar el Rin, la mayor parte de estos cruzaron los Pirineos en el otoño del 409, pero eso lo veremos en el próximo episodio.
¿Quiénes eran los vándalos, suevos y alanos?
Antes de continuar con la narrativa, es importante conocer un poco a los pueblos de la coalición del Rin. Empecemos con los alanos. Los alanos pueden ser la confederación más enigmática que cruzó los Pirineos en el 409, ya que las fuentes literarias y arqueológicas son casi inexistentes, y solo los alanos que se quedaron en la Galia han dejado huella toponímica. Eso no es sorprendente considerando que pronto desaparecerían como grupo independiente y se estima que unos 30.000 cruzaron los Pirineos, incluyendo guerreros y sus familias. Lo que sí está claro es que los alanos eran una confederación de pueblos esteparios iranios, originarios de las montañas del Cáucaso, entre los mares Negro y Caspio.
Como confederación de las estepas, los alanos no eran dados a la agricultura ni a asentarse en una región, sino que sus principales actividades eran la cría de ganado, el pastoreo, la caza y, por supuesto, el pillaje, y su forma de vida los hizo un pueblo guerrero y belicoso. Tanto es así que el mayor honor para un hombre alano era morir en el campo de batalla, y el trofeo más valorado era el pelo del enemigo, que servía de adorno para el caballo del ganador. El mayor historiador de la época del Reino visigodo, Isidro de Sevilla, dijo que los alanos se sentían cansados y deprimidos cuando no tenían un caballo. Como jinetes de la estepa, los alanos destacaron en el uso de arcos y caballería pesada, e influyeron en los pueblos germánicos para dar más importancia a estos elementos.
Los alanos que cruzaron el Rin en el 406 se dividieron entre algunos que permanecieron en la Galia y terminaron sirviendo a los romanos, mientras que el otro grupo penetró en la península ibérica. Es importante destacar que todos los pueblos bárbaros, incluyendo los visigodos, sufrieron un proceso de etnogénesis por sus contactos con los romanos, es decir, que fueron cambiando y sufriendo transformaciones que de otro modo no se hubieran producido y que los definieron como etnia o pueblo. Las largas migraciones y sus servicios o sus conflictos con los romanos provocaron que los bárbaros desarrollaran una mayor cohesión de grupo, distintos grados de romanización y una mayor estratificación social.
Además, la elección de líderes guerreros temporales fue dando paso a monarquías más estables en algunos pueblos germánicos o de las estepas, y todos estos cambios se aceleraron aún más cuando los bárbaros se asentaron en el Imperio romano. Siguiendo con los bárbaros que entraron en el 409 en Hispania, tenemos a los vándalos, que procedían de Escandinavia y el norte de Polonia. Se dividieron en dos grupos inicialmente independientes, los vándalos silingos y los vándalos asdingos. Los vándalos silingos vivieron más tarde al norte de lo que hoy es República Checa, mientras que los vándalos asdingos vivieron en Hungría y Rumania. Los vándalos fueron de largo el grupo bárbaro más numeroso en cruzar los Pirineos en el año 409, con alrededor de 80 o 100.000 personas de las cuales unas 20.000 eran soldados.
A diferencia de los alanos que eran paganos, la mayoría de vándalos eran cristianos arrianos, como los visigodos en esta época. El arrianismo es una rama del cristianismo que rechaza la Trinidad, la idea de que Dios estuvo representado en tres formas distintas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Pero los arrianos defienden que Jesús no era una manifestación de Dios y por eso el arrianismo fue condenado como herejía en el Concilio de Nicea del 325 que estableció la doctrina oficial del Imperio romano y la Iglesia católica. Y finalmente tenemos a los suevos. En su crónica del siglo I, el historiador romano Tácito dejó muy claro que los suevos no eran un grupo de pueblos homogéneos, sino una confederación de muchas tribus diferentes que ocupaban un gran territorio alrededor del río Elba.
Por lo tanto, los suevos no tenían una fuerte identidad étnica como los vándalos o los visigodos, pero muchas pequeñas jefaturas se unieron a ellos precisamente porque eran un grupo más abierto en comparación con otros. Los suevos que llegaron a Hispania no eran muchos y de hecho eran el grupo más reducido, se ha estimado que eran en torno a 25.000 personas, con probablemente unos 4 o 5.000 guerreros, de los cuales además una parte se uniría a los vándalos y alanos al abandonar Hispania por el norte de África. Así que, aunque no tenemos números reales de cuánta gente entró en la península ibérica en el 409, las estimaciones oscilan entre 100.000 y 150.000 personas, de las cuales como mucho 30 o 40.000 eran hombres guerreros, todo ello sobre una población que en la Hispania del siglo V debía rondar los 4 o 5 millones de habitantes.
La rebelión de Constantino III
Volviendo a la historia política, Estilicón no tuvo otra opción más que concentrar fuerzas para hacer frente a las amenazas que ya estaban dentro de las fronteras del Imperio, pero esa decisión lo llevó a su caída en desgracia. Los militares y la aristocracia galorromana y romano-británica se sintieron abandonados por la corte de Rávena, la capital de facto del Imperio romano en Occidente, y eso sembró la semilla de la rebelión. En Britania, el usurpador Constantino III se declaró emperador en el 407, y se presentó a sí mismo como el salvador de los romanos abandonados por Honorio. El hecho de tener un nombre muy comercial lo ayudó, porque la gente recordaba aún con cariño al emperador Constantino el Grande, el primero en convertirse al cristianismo. Las rebeliones en Britania habían sido algo común y generalmente poco grave, y representaban un instrumento para las élites provinciales para reclamar más cuotas de poder dentro del Imperio romano.
Pero la de Constantino cogió un cariz diferente a la que cruzó el canal de la Mancha para trasladarse a la Galia. En la Galia Constantino reestableció el control de la frontera tras haberse roto y negoció nuevos pactos de federación con los francos y los bárbaros que aún no había cruzado la frontera del Rin. Logró un acuerdo con los burgundios para asentarlos en Germania Secunda, en Países Bajos, para evitar que amenazasen el valle del Ródano. Ante su eficacia en poner orden en la Galia, muchos provinciales galorromanos lo apoyaron. Estilicón envió a un jefe godo a su servicio para suprimir la rebelión de Constantino, pero fracasó, y así Constantino pudo tomar Arlés, la capital de la Prefectura de las Galias. Por su parte, Alarico estaba interesado en formar una alianza con Estilicón y ganar un asentamiento estable con todos sus beneficios, pero debido a la invasión de la coalición del Rin y a la revuelta de Constantino III las arcas públicas estaban vacías.
Para poner más presión, Alarico movió sus tropas al norte de Italia, y por eso Estilicón consiguió el dinero de los romanos de Italia que pedía Alarico. La muerte del emperador oriental hizo que incluso en esta situación tan dramática Estilicón pensara más en intrigas que en otra cosa y se dedicó a presionar a Honorio para que se hiciera tutor del nuevo emperador. La posición de Estilicón se tambaleaba y cada vez tenía más enemigos por su falta de gestión de las fronteras, hasta que finalmente parte del ejército se amotinó y Estilicón fue capturado y ejecutado. El gran error de Estilicón fue subestimar la amenaza que suponían los bárbaros para el Imperio romano, porque en circunstancias normales no lo hubiera sido, pero sin una política exterior efectiva en mantener a los bárbaros divididos y satisfechos con tributos las circunstancias eran totalmente diferentes a las vistas en siglos anteriores.
Alarico y el saqueo de Roma
La ejecución de Estilicón fue seguida por la masacre generalizada de las esposas e hijos de los bárbaros de Italia que servían al ejército romano, al igual que había pasado unos años antes en Constantinopla. Por eso muchos de los germanos bajo servicio romano desertaron y se unieron a los godos de Alarico. El ejército de Alarico pasó de 20 a 30.000 hombres. Ten presente que la mayoría del ejército romano occidental era ya bárbaro así que cuando parte de ellos desertaron el ejército romano quedó mermado. Alarico de nuevo se encontraba en una difícil situación legal y de legitimidad, y por eso parece que tomó el paso de declararse rey de los godos. Con la incorporación de muchos nuevos efectivos que tenían que comer el caudillo godo no dudó en volver a atacar Italia, porque además el nuevo hombre fuerte de Rávena se negaba a negociar con Alarico.
Con varias decenas de miles de hombres, Alarico no intentó tomar la bien defendida Rávena, pero se dirigió hacia la Ciudad Eterna, Roma. Roma no era más que una sombra de lo que fue, una ciudad que había perdido mucha población respecto a lo visto en el Alto Imperio, pero tenía un simbolismo muy importante. La ciudad contaba con buenas defensas, pero tenía una guarnición escasa y pocos recursos para sostener un largo asedio. Alarico no deseaba saquear Roma ni nombrar un nuevo emperador, lo que quería era que le pagasen lo que le debían para poder mantener a sus soldados y familias. Durante el primer asedio el Senado optó por pagar una gran suma de dinero a Alarico y sus hombres para que levantaran el cerco, y el emperador Honorio se comprometió a darles suministros.
Además, liberaron a unos 10.000 esclavos bárbaros, la mayoría antiguos soldados de Radagaiso, de manera que el ejército de Alarico pasó a sumar unos 40.000 hombres que se movían junto a sus familias. Pero Honorio en los primeros meses del 409 se negó a cumplir con lo pactado con Alarico y se negó a nombrar a Alarico general supremo en la parte Occidental del Imperio romano, lo que le convertiría en un nuevo Estilicón. Viendo como sus peticiones caían en saco roto, Alarico volvió por segunda vez a Roma y su cuñado y futuro sucesor, Ataúlfo, se le unió con su propio ejército. Ahí Alarico pidió a los senadores que eligieran nuevo emperador, y escogieron a Prisco Atalo, quien era prefecto de la ciudad.
Con Italia devastada por las guerras y toda la prefectura de las Galias en manos de Constantino III, el norte de África era la única vía con la que Italia podía conseguir alimentos para proveer a los godos. Al fracasar Prisco Atalo en poner bajo su control esta provincia, su caída quedó sellada. Alarico lo depuso e intentó entablar nuevas negociaciones con Honorio para hacer frente a las necesidades elementales de sus gentes. Al volver a fracasar las negociaciones, los visigodos de Alarico se dispusieron a tomar Roma de una vez por todas. Alguien abrió las puertas de Roma desde dentro, y Alarico permitió a sus tropas saquear Roma durante tres días para conseguir recursos con los que alimentarlos, con la condición de no atacar iglesias ni las gentes que se refugiaban en ellas.
Muchos objetos históricos y sagrados fueron a parar a manos de Alarico y el tesoro visigodo, y hicieron prisionera a ni más ni menos que a la hermanastra de Honorio, Gala Placidia. A pesar de esta gran victoria simbólica, buena parte de Italia estaba devastada y las verdaderas riquezas del Imperio estaban en África. Solo con el control del grano Alarico podía asegurar su poder y el sustento de sus seguidores, y por eso movió a sus gentes al sur de Italia y preparó embarcaciones para zarpar. Sin embargo, una tormenta destruyo sus barcos y la expedición visigoda se canceló.
Poco después de eso, el rey de los visigodos Alarico murió de fiebre cuando aún no había cumplido 50 años y en el cénit de su fama. De ser un caudillo godo poco destacado pasó a ser el líder y rey del mayor ejército bárbaro en su día y dentro de las propias fronteras del Imperio romano. Aunque ellos simplemente se identificaban como godos, fue con Alarico que se gestó la identidad visigoda, y por eso a la muerte de su rey nació un nuevo pueblo. Pese a todos sus éxitos, lo cierto es que Alarico en última instancia fracasó en sus ambiciones de convertirse en el hombre más poderoso del Imperio romano y en asegurar el sustento de su ejército y sus familias. El nuevo rey sería Ataúlfo, el cuñado de Alarico que llevaría los visigodos por primera vez a Hispania.
El Veredicto: La importancia de las palabras en la historiografía
Es muy interesante ver cómo en la historiografía usamos muchas veces las expresiones de la gente que escribió. Llamamos al fenómeno del que hablamos hoy migraciones bárbaras, pero estoy seguro de que desde la perspectiva de los inmigrantes no eran incivilizados salvajes enviados por Satán, como algunos relatos parece que los retraten. Normalmente llamamos revolución a una revuelta exitosa, mientras que la mayoría de los eventos etiquetados como revuelta o rebelión no tuvieron éxito. Nos referimos como usurpador a las personas que no lograron establecer su poder, mientras que los usurpadores exitosos son reconocidos y admirados como fundadores de dinastías. Es como la idea de la Reconquista, si los cristianos no hubieran ganado y en su lugar España fuera un país musulmán, ¿crees que veríamos a los musulmanes en peores términos que a los cristianos? Obviamente no. Pero la historia no sólo se usa para hablar de hechos, sino para interpretarlos y construir mitos fundacionales, y la lingüística juega un papel clave para servir a ese propósito. Y con eso, El Veredicto termina.
Avance y outro
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Fuentes
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C. Díaz, Pablo. El reino suevo (411-585). Akal, 2011.
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