Este es el episodio 11 llamado Bárbaros contra bárbaros y en este episodio aprenderás:
- Vándalos, suevos y alanos llegan a Hispania
- Reacción hispanorromana ante la llegada de los bárbaros
- La derrota de los usurpadores
- El reparto de Hispania del 411
- La fallida alianza entre Honorio y Ataúlfo
- Ataúlfo y Gala Placidia, un amor imposible
- Walia y la campaña de Hispania
- La fundación del Reino visigodo de Tolosa
- Las campañas de Asterio y Castino
- El Veredicto: La estrategia imperial de bárbaros contra bárbaros
- Avance y outro
- Fuentes
Vándalos, suevos y alanos llegan a Hispania
Dejé la narrativa en el episodio 10 Migraciones bárbaras y Alarico contextualizando el período de las grandes migraciones, hablando de quiénes eran los godos, vándalos, alanos y suevos, así que si te lo perdiste recomiendo verlo. En la Galia recuerda que el emperador usurpador Constantino III y los federados francos ejercieron presión sobre los vándalos, suevos y alanos que cruzaron el río Rin en el 406 y éstos quedaron arrinconados y viviendo sobre el terreno en Aquitania, el sur de Francia. La coalición del Rin no ocupó la parte suroeste de la Galia, y Constantino III usó esa ruta para invadir Hispania. Constantino quiso conquistar la diócesis de las Hispanias primero por ser simplemente necesario si quería convertirse en emperador de la parte Occidental del Imperio Romano y formaba parte además de la prefectura de las Galias, y segundo y más importante por una cuestión estratégica.
La familia del anterior emperador y padre de los dos reinantes, Teodosio, era originaria de Hispania, y los primos de Honorio eran personajes destacados en Hispania. Si los neutralizaba, Constantino podría evitar la posibilidad de una guerra de dos frentes abiertos en Hispania e Italia. El ejército de Constantino dirigido nominalmente por un hijo suyo, pero realmente por un general llamado Geroncio avanzó en el 408 sin encontrar ninguna resistencia notable y con total obediencia según el cronista Orosio. Tampoco es de extrañar que hubiera una falta de resistencia porque en el siglo V no quedaba ninguna legión profesional en Hispania, solo quedaban milicias urbanas y rústicas que no disponían de la disciplina, entrenamiento y armamento de los militares profesionales.
Pero los primos de Honorio no se iban a dar por vencidos, consiguieron reunir milicias de Lusitania leales a su causa, pero fueron derrotados. Luego procedieron a formar un ejército privado pagado de su bolsillo. Tardaron tiempo en reunirlo porque los reclutaron de sus propios latifundios, que podían estar muy dispersos por Hispania, y esto también revela la enorme riqueza de algunos latifundistas del Imperio romano. Esto de que aristócratas armasen milicias privadas no era algo tan extraño en el mundo romano del siglo V por la creciente inseguridad. Los dos primos de Honorio enviaron parte de su ejército privado a los Pirineos vascones para cortar el paso de refuerzos desde la Galia para las tropas de Constantino en Hispania, pero no tuvieron éxito.
En algún punto del norte los ejércitos de Constantino y de la familia de Teodosio se encontraron y el resultado no fue sorprendente, ya que el ejército profesional de Constantino formado principalmente por bárbaros era superior a cualquier milicia privada de campesinos y esclavos armados. Los dos primos de Honorio fueron llevados a Arlés y Constantino III, en vez de usarlos como moneda de cambio para negociar con Honorio, se mostró confiado y los ejecutó. Tras esta victoria, Constantino exigió a Honorio que lo reconociera coemperador, y lo consiguió en el año 409. Como premio de su victoria, el hijo de Constantino permitió a sus tropas saquear los campos de Palencia, un territorio de la Meseta norte de ricas villas romanas.
Y además encomendó el control de los caminos de los Pirineos a sus tropas bárbaras, en vez de a milicias rústicas nativas como era costumbre, que actuaban como una especie de guardias de los montes encargados de combatir a ladrones y bandidos. Las tropas que colocó en los Pirineos no se sabe si eran de origen alano, franco, germánico o de otro tipo, lo que está claro es que no eran hispanorromanos, y tenían como objetivo evitar cualquier nueva resistencia a favor de Honorio y un ataque desde Hispania a Arlés, capital de Constantino. Según el historiador antiguo Sozomeno, esta decisión fue la causa de la ruina del país. Dejando esta situación que provocó malestar entre los hispanorromanos, el hijo de Constantino fue a visitar a su padre y dejó a cargo del general Geroncio Hispania.
¿Recuerdas que los visigodos de Alarico estaban asediando Roma en ese momento? Pues Constantino quiso aprovechar la oportunidad para derrocar a Honorio y hacerse con el control de todo el Occidente romano. Para su desgracia, tuvo que abortar el plan porque rápidamente se le puso todo en su contra. El general Geroncio aprovechó el descontento de los hispanorromanos con las medidas tomadas por Constantino e hizo movimientos que levantaron las sospechas sobre su lealtad en Arlés, y por eso Constantino envió un nuevo general con la intención de sustituir a Geroncio, pero este se rebeló abiertamente.
Buena parte del ejército de Constantino parece que estaba en Hispania, así que rápidamente perdió los pilares de apoyo de su poder y Hispania, Britania y buena parte de la Galia dejaron de mostrarle fidelidad. Como puedes ver, las lealtades en el siglo V eran un si te he visto, no me acuerdo. Geroncio elevó a emperador a un hombre de paja hispanorromano de su círculo cercano, un hombre llamado Máximo, para ganarse así el favor de los provinciales. Geroncio, viendo que necesitaba más soldados para hacer frente tanto a Constantino III como a Honorio, hizo un pacto con los vándalos, alanos y suevos que llevaban dos años malviviendo sobre el terreno en Aquitania. De este modo, entre finales de septiembre y principios de octubre del 409 vándalos, alanos y suevos cruzaron los Pirineos con el visto bueno de los bárbaros que había dejado el hijo de Constantino controlando los pasos pirenaicos, ya que estos eran leales a Geroncio.
Algunos historiadores como Guy Halsall o José Soto Chica plantean esto como una invasión y creen que el posterior reparto de Hispania del 411 solo fue aceptado como unos hechos consumados por parte del emperador títere Máximo, pero esta interpretación no va acorde con las fuentes antiguas ni el desarrollo de los hechos. En el 409 no estaba necesariamente planeado que estos bárbaros se asentasen en Hispania, sino que parecía más un movimiento de tropas temporal. En resumen, los vándalos, suevos y alanos no entraron en la península ibérica como invasores, sino como grupos de familias y mercenarios al servicio de dos representantes ilegítimos del Imperio romano, Geroncio y Máximo. Solo por el desarrollo posterior de los acontecimientos vemos el año 409 como el inicio del fin de la Hispania romana.
Reacción hispanorromana ante la llegada de los bárbaros
Aunque no fue una invasión, el influjo masivo de inmigrantes no fue algo muy ordenado y hubo disturbios, saqueos y episodios violentos entre los bárbaros y los hispanorromanos. Los bárbaros eran hombres guerreros que venían acompañados de sus familias, y recurrían a la violencia y subversión del orden romano si no les daban un sustento con el que alimentarse. Los saqueos no eran un modo sostenible ni era la forma ideal de sobrevivir, e hispanorromanos y bárbaros tuvieron que aprender a convivir. Los bárbaros usaron el sistema de recaudación de impuestos romano principalmente basado en ciudades. Como su control se limitaba muchas veces a las ciudades, hubo hispanorromanos que huyeron de ellas y que usaron a soldados bárbaros como mercenarios y servidores para protegerlos de otros bárbaros.
Los hispanorromanos o bien recibieron a los bárbaros inquietos o bien con la impresión de que no eran peores que los oficiales romanos. El clérigo y cronista hispanorromano Orosio admitió que «muchos romanos prefieren soportar una libertad en la pobreza entre los bárbaros más que la presión del tributo entre los romanos». Muchos hispanorromanos prefirieron la seguridad que les proporcionaban los bárbaros y unas cargas fiscales inferior que no estar bajo el dominio romano, y los hispanorromanos por lo general aceptaron los hechos consumados y colaboraron con los bárbaros. A pesar de ello, hay otros relatos como el del obispo Hidacio que indican que la entrada de vándalos, suevos y alanos en Hispania provocó una gran destrucción y violencia.
Hidacio, que solo vivió esto cuando era un niño, proyectó una imagen muy apocalíptica de la llegada de los bárbaros, diciendo: «Los bárbaros que habían penetrado en las Hispanias, las devastan en lucha sangrienta. La peste hace por su parte no menos rápidos estragos. Desparramándose furiosos los bárbaros por las Hispanias. El tiránico exactor roba y el soldado saquea las riquezas y los mantenimientos guardados en las ciudades; reina un hambre tan espantosa, que obligado por ella, el género humano devora carne humana, y hasta las madres matan a sus hijos y cuecen sus cuerpos para alimentarse con ellos.” La verdad es que cosas como saquear o matar gente son cosas que la República y el Imperio romano hicieron en sus conquistas, y eso es algo muy importante a destacar porque a veces olvidamos cómo Escipión Emiliano destruyó completamente Cartago o mató de hambre a los habitantes de la heroica Numancia.
Incluso podemos decir que los llamados bárbaros eran menos bárbaros, menos salvajes, que los romanos en el sentido de la opresión, porque al menos no esclavizaron a comunidades enteras como lo hicieron los romanos, y obviamente cosas como el canibalismo del que habla Hidacio son directamente invenciones apocalípticas suyas. Eso sí, también tiene razón José Soto Chica cuando advierte que no podemos perder la empatía hacia los que sufrieron la violencia y robos de los bárbaros, porque es innegable que la convivencia con los recién llegados no fue fácil en los primeros años. Hidacio predijo que llegaría el fin del mundo en el año 482, y aunque sabemos que se equivocó, sí acertó en que el fin de un mundo, el mundo romano, se aproximaba.
La derrota de los usurpadores
Mientras Geroncio repelía las fuerzas enviadas por Constantino III en Hispania, en Britania hubo una rebelión militar después de que Constantino dejase las islas indefensas ante ataques sajones, y así rápidamente Britania dejó de ser romana. Constantino se había quedado con solo unos pocos apoyos en la Galia en torno a su capital, Arlés, y entre esta situación de Constantino y la muerte de Alarico el emperador Honorio pensó que por fin la suerte le sonreía y que había llegado el momento de derrotar al usurpador Constantino III. Honorio nombró general a un hombre capaz, Constancio, que más tarde se convertiría en Constancio III, y tanto Geroncio como Constancio marcharon contra Constantino, que se encontraba en Arlés, en la Provenza. La guerra de dos frentes que tanto había temido Constantino se hizo realidad, aunque no como esperaba por la traición en sus propias filas.
Geroncio derrotó a Constantino en campo abierto y asedió Arlés, pero mientras se producía el cerco Constancio llegó y en un giro del destino la mayoría de soldados de Geroncio decidieron desertar y unirse al bando imperial leal a Honorio. Quizás se habían cansado de luchar y veían mejor para su seguridad y estabilidad pasarse al bando que parecía tener más papeletas de mantener el poder. Geroncio huyó con unos pocos partidarios, pero incluso estos se volvieron contra él y Geroncio decidió matar a su mujer y suicidarse antes de que otros los masacrasen. Por su parte, el general Constancio derrotó al emperador usurpador Constantino III y lo ejecutó de camino a la corte. Pero ni con esas querían que Honorio pudiera sentirse seguro y saborear bien la victoria, porque un senador galorromano llamado Jovino se rebeló en la Galia con el apoyo de burgundios, alanos y algunos aristócratas galorromanos. Todo esto mientras los visigodos, ahora liderados por Ataúlfo, seguían en Italia.
El reparto de Hispania del 411
Máximo sin Geroncio no era nada, pero durante su efímero reinado y poco antes de la muerte de Geroncio el usurpador Máximo tomó una decisión trascendental: en el 411 Máximo acordó con los vándalos, suevos y alanos repartir Hispania para darles un lugar de asentamiento en calidad de federados, es decir, de aliados que a cambio de unas contrapartidas como quedarse con buena parte de lo recaudado en su territorio tendrían unas obligaciones militares. De las siete provincias de la diócesis de las Hispanias, Máximo y la administración romana mantuvo el control directo sobre la Tarraconense, las islas Baleares, y la Mauritania Tingitana, el litoral del norte de Marruecos.
Los alanos se establecieron en las vastas provincias de Lusitania y la Cartaginense; los vándalos silingos, más numerosos que los vándalos asdingos, se asentaron en la fértil región de la Bética, en Andalucía occidental; los vándalos asdingos se establecieron en el norte, para algunos autores en el norte de Galicia y Asturias, mientras que otros creen que poblaron la región de Tierra de Campos. Finalmente, los suevos se asentaron en la parte sur de Galicia entre los vándalos asdingos y los alanos, mientras que en buena parte de Cantabria y Vasconia las milicias y aristocracias locales reemplazaron a la administración romana como tal. En Vasconia las mismas milicias rústicas vasconas que controlaban el paso de Astorga-Burdeos se convirtieron en los líderes de la región.
Según Hidacio, el reparto de las provincias se hizo a suertes, pero esto parece inverosímil teniendo en cuenta lo que estaba en juego. Es cierto que al mirar el mapa del reparto de Hispania del 411 parece que no tenga ni pies ni cabeza, porque no parece que tenga mucho sentido que los alanos, que no eran el grupo más numeroso, se quedasen con dos provincias grandes como Lusitania y la Cartaginense, aunque los mapas son engañosos porque los bárbaros básicamente dominaban las ciudades y poco más. Según Hidacio, pese a que buena parte de los alanos se habían quedado en la Galia, los alanos gobernaban sobre vándalos y suevos, no queda muy claro si por supremacía militar o en qué se traducía eso exactamente. En cualquier caso, el mal reparto de los territorios sin tener en cuenta la cantidad de soldados y familia de cada uno de los grupos bárbaros no tardó en provocar conflictos.
Hay que tener en cuenta que los pueblos bárbaros todavía no habían formado unidades políticas ni identidades estables, y simplemente seguían al jefe que más prestigio y fuerza tenía en un momento dado. Como dice el historiador Javier Arce, no es sostenible la tesis de que los bárbaros se repartieron Hispania entre ellos. De otro modo, no se explica muy bien que los bárbaros respetasen la división administrativa romana ni que un cronista de la época afirmara que, después de la muerte de Geroncio, Máximo se refugió en el territorio de aquellos con quiénes había llegado a un acuerdo. Por tanto, hay unas cuantas ideas importantes que hay que destacar de la llegada y asentamiento de los vándalos, suevos y alanos en Hispania. Primera idea, los bárbaros se establecieron en las provincias romanas con acuerdos con las autoridades hispanorromanas, aunque estas fueran ilegítimas desde el punto de vista del gobierno de Honorio.
Segunda idea, algunos hispanorromanos sufrieron la violencia de los bárbaros, pero otros apreciaban los beneficios de estar bajo la protección de aquellos a quienes llamaban bárbaros antes que sufrir la indiferencia del poder central mientras exigían elevados impuestos. Tercera idea, los romanos que aceptaron a los reyes bárbaros como representantes del emperador, en pocas décadas los vieron como gobernantes legítimos de sus propios reinos independientes. Y cuarta idea, con el reparto de Hispania no podemos hablar de que se crearan aún unos reinos bárbaros como tal, aún eran ejércitos a veces leales a Roma y a veces no sin entidad política estable, y las élites y la administración hispanorromana se vieron obligadas a aceptar, colaborar y coexistir con los bárbaros ante el abandono de la administración central.
La fallida alianza entre Honorio y Ataúlfo
Volviendo a Italia, a la muerte de Alarico su cuñado Ataúlfo fue elegido para sucederle como rey de los visigodos. Ataúlfo abandonó la idea de emigrar a África y en su lugar decidió dirigirse a la Galia, ya que el general Constancio lo presionaba en Italia. Pero recuerda que en el 411 un nuevo usurpador llamado Jovino fue proclamado emperador por la aristocracia galorromana, alanos de la Galia y burgundios. Ataúlfo contactó con Jovino y abrió negociaciones para apoyarlo con aparente buena fe. Sin embargo, los visigodos se encontraron durante su viaje con un líder godo que fue cercano a Estilicón y que ahora también apoyaba a Jovino. Este godo había sido enemigo mortal de Alarico, así que Ataúlfo lo capturó y ejecutó.
Obviamente esto enfureció al usurpador Jovino y éste nombró entonces a su hermano coemperador, y como lo hizo sin consultar a Ataúlfo comenzaron las hostilidades entre ambos. El líder de los visigodos procedió entonces a negociar una alianza con el emperador Honorio, y el pacto era que los visigodos aplastarían la rebelión en la Galia y le devolverían a su hermanastra Gala Placidia, y a su vez Honorio les prometió una tierra donde asentarse y suministros de comida. Las tropas de Jovino fueron derrotadas y Jovino y su hermano fueron ejecutados en el año 413, e inmediatamente después los visigodos se establecieron en la Galia Narbonense, tomando las ciudades de Narbona y Tolosa. Sin embargo, los problemas para el emperador Honorio volvieron a aparecer.
El gobernador de África se proclamó emperador e interrumpió el suministro de grano a Roma, que era necesario para alimentar Italia. La rebelión fue aplastada ese mismo año, pero debido a eso Honorio no pudo enviar los suministros que había prometido a los visigodos, unos visigodos ya demasiado acostumbrados a un emperador que no cumplía con sus promesas de algo tan vital como el comer. Para empeorar aún más las cosas, concedió el estatus de federado a los burgundios en el valle del Ródano mientras que a los visigodos aún no se les había asignado oficialmente una tierra para asentarse. Los visigodos se estaban quedando sin suministros, así que se enfrentaron de nuevo a las tropas romanas imperiales y las relaciones entre romanos y visigodos se rompieron de nuevo.
Ataúlfo y Gala Placidia, un amor imposible
Pero incluso en este tiempo de guerra entre romanos y visigodos, el amor entre un godo y una romana podía surgir. Las crónicas nos dicen que ya en el 411 Gala Placidia y Ataúlfo se enamoraron, es decir, la rehén se enamoró de su captor. Y ese amor fue confirmado oficialmente con su matrimonio en el 414, una unión sellada en una ceremonia siguiendo la tradición romana, para mostrar el grado de romanidad de los bárbaros góticos. Ese fue un paso importante para las ambiciones de Ataúlfo, ya que quedó emparentado con la familia imperial y un hijo de ese matrimonio podría haber sido emperador romano.
Según el cronista Paulo Orosio, y cojamos esto con pinzas, Ataúlfo declaró en la boda: «Al principio quería borrar el nombre romano y convertir todo el territorio romano en un imperio gótico: anhelaba que Romania se convirtiera en Gotia, y convertirme en César Augusto. Pero la larga experiencia me ha enseñado que la naturaleza salvaje y sin gobierno de los godos nunca va a someterse a las leyes, y que sin ley un estado no es un estado. Por lo tanto, he elegido con más prudencia la gloria de revivir el nombre romano con vigor gótico, y espero ser reconocido por la posteridad como el iniciador de una restauración romana, ya que me es imposible alterar el carácter de este Imperio».
Estoy seguro de que Honorio habría llorado si hubiera escuchado esas palabras en boca de Ataúlfo, pero no lo hizo, seguramente porque eran falsas, y en cambio exigió de nuevo el regreso de su hermanastra. Ataúlfo respondió proclamando de nuevo al senador Prisco Atalo emperador romano, como su cuñado Alarico había hecho antes para presionar más a Honorio. Pero esta vez Honorio tenía al capaz general Constancio al frente del ejército, y Constancio decidió iniciar un bloqueo naval de los puertos mediterráneos de la Galia y cortar las líneas de suministro de los visigodos también por tierra. Los visigodos estaban acorralados, así que Ataúlfo tuvo que tomar una decisión dramática ya que el descontento crecía, y decidió trasladar la confederación visigoda a la Hispania Tarraconense.
Por su parte, Honorio capturó al usurpador Prisco Atalo, le amputó la mano y lo exilió a unas islas de Sicilia hasta su muerte. En la Hispania Tarraconense, con la improvisada corte en Barcelona, el primer y único hijo nacido del amor de Ataúlfo y Gala Placidia murió poco después de nacer. El sueño de crear un linaje imperial romano-visigodo también murió con él, y al igual que Alarico, Ataúlfo vio como cada vez se truncaba más su sueño de convertirse en magister militium y ser de facto el hombre más poderoso del Imperio romano. Ataúlfo inició contactos para mejorar de nuevo la relación con Roma, pero floreció una facción antirromana entre los godos. La facción antirromana pensó que Ataúlfo se estaba volviendo demasiado romano, o esa era al menos la excusa para hacerse con el poder. La conspiración fue dirigida por varios nobles visigodos y personas cercanas a al general godo próximo a Estilicón que había sido asesinado por Ataúlfo unos años antes. La conspiración tuvo éxito, y el rey de los visigodos Ataúlfo fue asesinado en Barcelona en el verano del 415.
Sigerico, un hermano de ese enemigo mortal de Alarico, fue proclamado rey de los visigodos, y la primera cosa que hizo el usurpador Sigerico fue asesinar brutalmente a los hijos de Ataúlfo del matrimonio que tenía antes de casarse con Gala Placidia. Además, Gala Placidia fue humillada públicamente al exhibirla Sigerico por las calles de Barcelona caminando a pie varios kilómetros junto a otros cautivos. Un hermano de Ataúlfo llamado Walia estaba tan enfurecido como apenado. Ataúlfo pudo haber sido un poco impopular debido a los recientes reveses políticos y militares, pero este Sigerico era brutal e inhumano y la mayoría de los visigodos ya estaban hartos. Después de solo una semana del asesinato de Ataúlfo, Sigerico fue asesinado y la facción antirromana fue neutralizada. Walia fue elegido rey de los visigodos y la dinastía baltinga continuó liderando al pueblo visigodo. Su elección, como veremos pronto, fue determinante para la historia de los otros bárbaros de Hispania.
Walia y la campaña de Hispania
Lo primero que Walia intentó hacer fue recuperar el sueño de Alarico de asentar sus gentes en el norte de África. Así que Walia ordenó la construcción de barcos, pero de nuevo una tormenta acabó con ese sueño, esta vez para siempre para los visigodos. Sus soldados y familias estaban hambrientos, y sólo le quedaba una opción: ofrecer de nuevo sus servicios al emperador Honorio con un nuevo tratado de federación. El tratado, firmado en el año 416, establecía que los visigodos tenían la misión de expulsar a los bárbaros que habían entrado en la península ibérica en el 409, y no solo eso, sino que también tenían que devolver a la viuda de Ataúlfo, Gala Placidia, quien con Ataúlfo muerto carecía de sentido seguir reteniéndola. El general de confianza de Honorio, Constancio, se casó con ella, a pesar de que Gala Placidia no quería, mientras que por su parte Honorio les dio a los visigodos grandes cantidades de grano.
Como sabemos la cantidad de trigo que recibieron, los historiadores han podido hacer cálculos sobre la población visigoda durante el reinado de Walia, que calculan de entre 75 y 100.000 personas y de estas entre 19 y 25.000 guerreros. Estas cifras suponen una reducción de entre el 25 y el 37% de la población visigoda cuando Alarico saqueó Roma, pero esta disminución no es tan de extrañar si se tiene en cuenta que los bárbaros en esos tiempos de plena etnogénesis seguían a un caudillo prestigioso y victorioso. Con Ataúlfo, es fácil pensar que muchos de los bárbaros que conformaban la heterogénea masa de seguidores de Alarico desertaron y formaron sus propias pequeñas bandas, se unieron a otras, o sirvieron de manera privada a aristócratas. A esto hay que sumarle las pérdidas de población por la guerra, hambre y peste.
Volviendo al tema principal, los vándalos, suevos y alanos de Hispania se habían ofrecido también a servir a Honorio para que el emperador reconociera la legalidad del reparto de Hispania del 411, pero él se negó a aceptar sus servicios, tal vez porque quería esperar a que se mataran entre ellos o tal vez optó por los godos porque estaban más desesperados y aún tenían a Gala Placidia en su poder. De todos modos, la estrategia de enfrentar bárbaros contra bárbaros era su mejor baza posible, era mejor usar a los visigodos para matar a los otros bárbaros, que contaban con unos 30 o 40.000 guerreros, y así debilitarlos a todos. Era una situación en la que prácticamente pasase lo que pasase el Imperio romano saldría ganando. Desde Barcelona Walia inició en el año 417 una campaña contra los otros bárbaros que ocupaban Hispania, empezando por los alanos y los vándalos silingos. La razón de atacarlos es que controlaban la rica provincia de la Bética, además de Lusitania y la Cartaginense, así que recuperar el control de estas provincias era algo prioritario para el gobierno central.
Tenemos muy pocos detalles sobre esta guerra tan decisiva, pero los godos provocaron un verdadero baño de sangre bárbara en Hispania. El ataque debió de ser muy efectivo, ya que los alanos y vándalos silingos se retiraron rápidamente al estrecho de Gibraltar a principios del 418, ya que el general Constancio había enviado algunas unidades militares en sitios estratégicos como Pamplona para proteger la Tarraconense y presionar a los bárbaros por todos lados. En el estrecho de Gibraltar Walia aplastó a los vándalos silingos y alanos prácticamente aniquilándolos, el rey de los alanos murió en batalla mientras que el rey de los vándalos silingos fue capturado y enviado al emperador Honorio. Los supervivientes de la carnicería se dirigieron al norte y se unieron al rey de los vándalos asdingos, Gunderico. Por eso Gunderico adoptó el título de rey de los vándalos y alanos y se convirtió en el líder del ejército más poderoso de Hispania.
La fundación del Reino visigodo de Tolosa
Curiosamente, Honorio llamó a los visigodos antes de derrotar decisivamente a los vándalos asdingos y a los suevos, quizás porque no quería que los visigodos se convirtieran en el único grupo bárbaro relevante de Occidente. Tras la campaña de Walia, los bárbaros quedaron circunscritos a la provincia de Gallaecia, mientras que en Vasconia y la cordillera Cantábrica ni los bárbaros ni el poder central tenían presencia ya. Eso sí, aunque parezca que ahora las cosas iban bien para el Imperio, está claro que no era así, porque la recaudación fiscal cayó mucho tanto por las pérdidas territoriales como por la devastación causada por los bárbaros, y las élites provinciales romanas se mostraba dispuestas a colaborar con los bárbaros. Esta vez Honorio sí que asignó a los visigodos una tierra en la que asentarse, aunque es probable que para el gobierno central no estaba previsto que fuera un asentamiento definitivo.
En cualquier caso, Walia había conseguido para sus seguidores lo que Alarico y Ataúlfo no consiguieron: un tratado con Roma y tierras para habitar y labrar y de las que sacar tributo como recompensa por sus servicios militares. Los visigodos se asentaron en Aquitania Secunda y en las proximidades de Novempopulania y Narbonense Primera. Esto constituía una gran región del oeste y sur de la Galia que incluía ciudades como Poitiers, Burdeos y Tolosa, que se convirtió en la capital del Reino visigodo que se estaba aún gestando. Los visigodos se asentaron en Aquitania bajo el régimen del hospitium, es decir, que se quedaban con una parte de los impuestos de la zona para mantener a las tropas, pero el resto iba para el gobierno central.
Además, los visigodos recibían un tercio de las tierras de los grandes terratenientes de Aquitania para labrar, y solo fue al cabo de unas décadas que los visigodos y los aquitanos pudieron dejar de enviar dinero al gobierno de Rávena. Esto es importante porque, aunque conozcamos este tratado o este momento como el momento fundacional del Reino visigodo de Tolosa, en su día no se vio así ni se puede describir así. Desde el punto de vista romano, tenía sentido asentar a los visigodos en el suroeste de Francia, ya que podían suprimir las rebeliones y ataques en la Galia, Italia e Hispania. El rey visigodo Walia no pudo disfrutar del resultado de sus victorias, porque murió poco después de llegar a Tolosa. Walia fue sucedido por el rey Teodorico I, también conocido como Teodorero, hijo ilegítimo o yerno de Alarico y un rey que reinaría mucho tiempo hasta que murió en la histórica batalla de los Campos Cataláunicos contra los hunos en el 451.
Las campañas de Asterio y Castino
Los vándalos necesitaban más tierras tras incorporar a nueva población, y Honorio esperaba con calma el inevitable enfrentamiento entre los suevos y los vándalos. Los vándalos empezaron a invadir el territorio suevo y a bloquear a sus vecinos en el año 419. Como los suevos eran un grupo más pequeño y la estrategia imperial era evitar que un grupo de bárbaros se hiciera lo suficientemente poderoso para controlar toda Hispania, los romanos se pusieron del lado de los suevos. Un general llamado Asterio fue enviado a la Gallaecia para ayudar a los suevos y capturar al usurpador Máximo, que permanecía protegido por los vándalos y que como a otros usurpadores se debía capturar y ejecutar.
El resultado de esta alianza táctica entre romanos y suevos fue la batalla de los montes Nervasos en un lugar indeterminado alrededor de Galicia y León. Los vándalos rodearon a los suevos liderados por el rey Hermerico, pero los romanos impidieron que esta batalla se convirtiera en un desastre para los suevos, y los vándalos se vieron obligados a retirarse a Braga, la futura capital de los suevos. Sin embargo, los problemas para los vándalos no terminaron ahí, porque los romanos tuvieron otra sorpresa guardada para los vándalos. Otro ejército romano los interceptó, y los dos ejércitos romanos atacaron a los vándalos desde dos frentes, derrotándolos así fácilmente y capturando al fin a Máximo, que fue ejecutado en el 422.
El rey de los vándalos y alanos Gunderico decidió trasladar a sus maltrechas huestes y sus familias a la Bética, donde comenzaron a construir una flota para conseguir la hegemonía naval y saquear ciudades con acciones de piratería. Más que una derrota, los vándalos ganaron muchísimo trasladándose a la rica provincia de la Bética, y éste fue un paso crucial para el futuro de los vándalos. Así que podemos decir que la campaña de Asterio fue un éxito parcial porque, a pesar de conseguir el objetivo de capturar al usurpador Máximo y evitar que los suevos fueran aplastados, los vándalos supieron usar esta derrota como una oportunidad.
Aun así, en el año 420 todo parecía indicar que el Imperio romano en Occidente estaba en pleno proceso de recuperación, con los bárbaros en Hispania débiles, los visigodos controlados y al servicio de Roma, y las campañas en el norte de la Galia teniendo éxito en reestablecer la autoridad imperial. Unos años más de buen liderazgo y seguramente el Imperio podría haber atravesado esta crisis, como otras tantas que había logrado superar. El responsable clave de estos éxitos fue el general Constancio, que como recompensa por sus servicios presionó a Honorio para que lo nombrara coemperador y Honorio lo aceptó a regañadientes. Sin embargo, la alegría para el Imperio no duraría mucho, ya que Constancio murió siete meses después de su coronación. La pérdida de Constancio generó tensiones internas, y Honorio tuvo que nombrar rápidamente un nuevo generalísimo del ejército romano occidental.
El general Flavio Castino fue el hombre elegido, y éste dirigió una expedición en el 422 con el objetivo de eliminar a los vándalos de Hispania y reestablecer el control del gobierno central sobre Hispania. Fue apoyado por los federados visigodos del rey Teodorico I y por otro ejército romano liderado por un general llamado Bonifacio, un protegido de Gala Placidia. La expedición comenzó tan mal como terminó, porque el ejército de Bonifacio ni apareció. Bonifacio entonces huyó a la provincia de África, actual Túnez, donde obtuvo el control de la rica provincia que era el granero de Italia. Este Bonifacio se convirtió en alguien importante en las siguientes guerras civiles romanas y en la lucha contra los vándalos cuando se trasladaron al norte de África.
Pero volviendo a la campaña del 422, Castino tuvo algún éxito inicial, pero luego Castino y los vándalos eligieron una localización para una batalla campal. Castino no tenía ninguna necesidad de una batalla campal porque tenía las de ganar, pero seguramente Castino tenía ambiciones políticas y quería regresar a Italia como un general victorioso. Lo que los romanos no esperaban es que los auxiliares visigodos los abandonarían antes de la batalla y se pasarían al lado de los vándalos. El ejército romano de Castino fue aplastado en la Bética, obligándolo a retirarse a la Tarraconense. La derrota fue un golpe casi definitivo contra los intereses imperiales en Hispania, y para los vándalos la victoria aseguró un período de hegemonía en Hispania que les permitió construir los pilares para su posterior reino del norte de África.
El Veredicto: La estrategia imperial de bárbaros contra bárbaros
En El Veredicto de hoy quiero discutir la estrategia imperial de enfrentar bárbaros contra bárbaros para evitar coaliciones como la alianza de los vándalos, suevos y alanos para cruzar el Rin y luego los Pirineos. Imagina lo que hubiera pasado si los visigodos, en lugar de luchar contra los vándalos y los alanos, hubieran formado una coalición para repartirse entre ellos Hispania y el sur de la Galia. Pero los romanos explotaron con éxito sus diferencias y necesidades básicas y o bien les dejaron luchar por tierras sin dejar que ningún pueblo bárbaro se convirtiera en la fuerza dominante, como ocurrió con el conflicto entre los vándalos y los suevos, o bien prometieron comida y tierras para luchar contra otro grupo bárbaro, como los romanos hicieron con los visigodos.
Esta estrategia clásica de divide y vencerás era su mejor alternativa, ya que el Imperio no tenía recursos económicos o humanos para lograr más, y hubiera tenido un éxito sostenido si no fuera porque a los romanos les gustaba demasiado meterse en guerras civiles y conspiraciones. De no existir tanta fragilidad política, el Imperio romano en Occidente seguramente podría haber sobrevivido de alguna forma, pero como sus instituciones no eran efectivas para prevenir las usurpaciones y las luchas internas, el Imperio se estaba condenando a sí mismo. En otros siglos el Imperio romano ya había sufrido de crisis políticas muy grandes y su propia existencia había peligrado, pero por una serie de decisiones y buena fortuna se habían salvado. Este no sería el caso del Imperio romano del siglo V, ya que al final compraron demasiados boletos para desaparecer. Y con eso, El Veredicto termina.
Avance y outro
Si has llegado hasta aquí, muchas gracias y te animo a suscribirte a La Historia de España – Memorias Hispánicas en YouTube o en sus dos pódcasts si no lo hiciste ya para más contenido de calidad sobre la historia de España. Este proyecto necesita mucho tiempo así que te animo a colaborar en su monetización con una donación en la página web lahistoriaespana.com, con membresías en YouTube y Spotify, o uniéndote a la comunidad de mecenas de Patreon en patreon.com/lahistoriaespana con beneficios exclusivos como accesos anticipados, merchandising exclusivo, votar temas de Memorias Hispánicas, y más. En el próximo episodio te hablaré sobre el apogeo del Reino suevo bajo los reyes Requila y Requiario hasta la campaña de los visigodos del año 456. ¡Muchas gracias por tu atención, y hasta la próxima!
Fuentes
Álvarez Palenzuela, Vicente Ángel, editor. Historia de España de la Edad Media. Ariel, 2011.
Aragonés, Daniel Gómez. Historia de los visigodos. Editorial Almuzara, 2020.
Arce Martínez, Javier. Bárbaros y romanos en Hispania:(400-507 A.D.). Marcial Pons Historia, 2013.
Arce Martínez, Javier. Esperando a los árabes: Los visigodos en Hispania (507-711). Marcial Pons Historia, 2013.
Bravo, Gonzalo. Hispania: la epopeya de los romanos en la Península. La esfera de los libros, 2007.
C. Díaz Martínez, Pablo. El reino suevo (411-585). Akal, 2011.
Collins, Roger. Early Medieval Spain: Unity in Diversity, 400-1000. St. Martin’s Press, 1995.
Collins, Roger. Visigothic Spain, 409-711. Blackwell Pub., 2004.
García Moreno, Luis A. Historia de España visigoda. Cátedra, 1989.
Gómez Aragonés, Daniel. Bárbaros en Hispania: suevos, vándalos y alanos en la lucha contra Roma. La esfera de los libros, 2018.
Halsall, Guy. Barbarian migrations and the Roman West, 376–568. Cambridge University Press, 2007.
Kulikowski, Michael. Late Roman Spain and its cities. JHU Press, 2011.
López Quiroga, Jorge, coordinador. In tempore Sueborum. El tiempo de los suevos en la Gallaecia (411-585). Diputación Provincial de Ourense, 2018.
Loring, María Isabel, et al. La Hispania tardorromana y visigoda. Siglos V-VIII. Síntesis, 2007.
Manzano Moreno, Eduardo. Épocas Medievales. Dirigido por Josep Fontana y Ramón Villares, vol. 2, Crítica, 2009.
Martín-Iglesias, José Carlos, et al. La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2020.
Miranda-García, Fermín. Breve historia de los godos. Ediciones Nowtilus SL, 2015.
Monsalvo Antón José María, editor. Historia de la España medieval. Ediciones Universidad de Salamanca, 2014.
Portaencasa, María Fernández. «A Fifth-Century «Gallic Empire»: Hispania as Part of Constantine III’s Usurpation.» Studia Historica: Historia Antigua 38 (2020): 217-243.
Pozo Flores, Mikel. Vasconia y los vascones de la crisis del imperio romano a la llegada del islam (siglos V-VIII). Evolución sociopolítica y génesis de la gens effera. 2016. Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea, tesis doctoral.
Sanz Huesma, Francisco Javier. «La importancia política y militar de las revueltas bagaudas en época tardorromana.» Antigüedad y Cristianismo 38 (2021): 49-65.
Sanz Huesma, Francisco Javier. «Un oscuro episodio de la historia política de Hispania en el siglo V: la supuesta segunda usurpación de Máximo.» Hispania antiqua 30 (2006): 209-220.
Sanz Serrano, Rosa María. «Las invasiones bárbaras, ruina de las Hispanias: Suevos, vándalos y alanos en la Península Ibérica.» Andalucía en la historia 53 (2016): 8-13.
Sayas Abengochea, Juan José y Manuel Abad Varela. Historia Antigua de la Península Ibérica II. Época tardoimperial y visigoda. Editorial UNED, 2013.
Soto Chica, José. Los visigodos. Hijos de un dios furioso. Desperta Ferro Ediciones, 2020.
Comentar