Este es el episodio 47 La Córdoba califal y Madinat al-Zahra y en este episodio aprenderás:

La Córdoba tardoantigua en la conquista musulmana

Los que seguís el programa cronológicamente, que es como está pensado, sabéis que he hablado mucho de Córdoba en el período omeya. Esto es lógico e inevitable, aparte de porque es la ciudad más importante de la Alta Edad Media peninsular, las crónicas árabes se escribían desde el prisma omeya cordobés, por lo que disponemos de mucha más información de Córdoba que de ningún otro sitio. En este episodio no voy a repasar toda la historia de la Córdoba omeya y menos en un sentido de historia política, sería imposible y tedioso, sino que se trata más bien de ver cómo evolucionó la ciudad y de la vida cotidiana en la capital andalusí. La Córdoba califal y opulenta con una economía boyante y unas fronteras urbanas en expansión está muy bien, pero si queremos entender la historia de la ciudad, de al-Ándalus, y de la dinastía omeya debemos observar su historia en etapas menos gloriosas.

¿Cómo era Córdoba antes de la conquista musulmana? Pues Córdoba era una de las ciudades más importantes del Reino visigodo, lo cual no es decir mucho porque no había grandes ciudades en Europa occidental en esos momentos. La Córdoba tardorromana y visigoda no se parecía mucho a la Córdoba republicana y altoimperial. El espacio público se cristianizó con iglesias y otros edificios religiosos, y muchas de las antiguas casas aristocráticas del centro de la ciudad se reconvirtieron en casas subdivididas para múltiples vecinos. Como en otras ciudades de la Antigüedad tardía, en Córdoba se producían enterramientos intramuros, se desarrollaban actividades artesanales contaminantes dentro del perímetro de la ciudad, y la mayoría de las cloacas se taparon, con lo que la gente se espabiló con pozos ciegos o tiraban sus excrementos al río Guadalquivir, haciendo que el agua del río no se considerase limpia y segura para el consumo.

Los suburbia de Corduba durante la Antiguedad Tardía según J.F. Murillo et al.
Los suburbia de Corduba durante la Antiguedad Tardía según J.F. Murillo et al.

El rey Rodrigo era duque de la Bética y tenía su base de poder y palacio en Córdoba antes de probablemente usurpar el trono visigodo y derrocar al rey Witiza en el año 710, así que Córdoba podía considerarse un bastión de los partidarios de Rodrigo. Como ya estudiamos en el episodio 22 La conquista musulmana de la península ibérica, muerto Rodrigo en la batalla de Guadalete, Córdoba cayó por conquista militar y no por pacto de capitulación ante un ejército comandado por Mugith al-Rumi. Algunas crónicas árabes hablan de una dualidad en el modo de conquistar Córdoba, porque unos hombres resistieron un asedio de tres meses dentro de una iglesia antes de rendirse, pero salvo por alguna posible condición especial las fuentes escritas y numismáticas confirman que se conquistó Córdoba. Es por eso que los musulmanes pudieron expulsar a los cristianos del interior de la ciudad y desplazarlos a las afueras, y solo se tiene constancia de que musulmanes y judíos vivieron dentro de los muros de la Córdoba omeya.

Una serie de motivos explican que la capitalidad de al-Ándalus pasase de Sevilla en los primerísimos años de la conquista a Córdoba ya en el año 716: no era Toledo, la antigua capital visigoda; cayó por conquista militar y no por capitulación, por lo que los musulmanes disponían libremente de muchas propiedades de Córdoba; no había partidarios del conquistador caído en desgracia Musa ibn Musa como en Sevilla; Córdoba disponía de un recinto amurallado de 79 hectáreas, algo nada desdeñable, y del único puente monumental que existía entre Córdoba y la desembocadura del Guadalquivir, con lo que era un nodo de comunicación estratégico vital y más cercana que Sevilla a otras ciudades importantes como Toledo o Mérida; y Córdoba disponía de un sistema de regadío notable heredado de época romana.

La evolución de la Córdoba omeya

Desde la conquista musulmana y hasta el emirato de Abd al-Rahman I podemos hablar de una primera etapa de la Córdoba islámica que en términos de fisionomía urbana se caracterizaba por la continuidad respecto al pasado tardoantiguo. Los conquistadores árabes aprovecharon el conjunto palaciego de los gobernadores de Córdoba para erigir el alcázar que se convertirá en alcázar de los omeyas al tomar el poder Abd al-Rahman I. Seguían existiendo bastantes iglesias, cementerios y arrabales cristianos suburbanos, y aún no se había construido la Gran Mezquita de Córdoba. Sorprende que no fuera hasta en torno al año 786 cuando se construyó una mezquita aljama que era indispensable para que un asentamiento se considerase una ciudad.

Esto hace saltar la pregunta de qué mezquita existía antes en Córdoba teniendo en cuenta que era ni más ni menos que la capital de al-Ándalus desde tiempos de la conquista. Si hubo una mezquita primigenia y modesta en otro sitio, algo que parece fuera de toda duda por pura lógica, las fuentes escritas no lo mencionan, quizás porque los emires y califas omeyas posteriores preferían no mencionarlo para ensalzar sus acciones directas tras constituir un estado independiente en al-Ándalus. Las comunicaciones y la actividad constructiva monumental eran difíciles en esta etapa por la herencia tardoantigua algo deplorable. Es reveladora la noticia de que el gobernador al-Samh tuvo que reparar el decaído puente romano de Córdoba con materiales de la muralla, porque no había canteras próximas siendo explotadas, por lo que en esta etapa hubo mucha reutilización de espacios y materiales en Córdoba.

Ampliaciones de la mezquita aljama de Córdoba
Ampliaciones de la mezquita aljama de Córdoba

La segunda etapa la abre la instauración del Emirato de Córdoba en el 756, cuando bajo el emirato de Abd al-Rahman I se construye la mezquita aljama de Córdoba, se hacen reformas al antiguo palacio de gobernadores visigodos para convertirlo definitivamente en el alcázar omeya, y el emir establece la almunia de al-Rusafa en base a una villa romana. Bajo Hisham I y al-Hakam II van creciendo los arrabales y los soberanos y sus allegados promocionan la construcción de mezquitas de barrio en los arrabales cordobeses. En esta etapa se produce el rápido desarrollo del arrabal de Saqunda como un arrabal plenamente islámico en su fisionomía y en las cerámicas y dietas de sus habitantes, si bien había también población cristiana y judía. Secunda no era más que una aldea rural al otro lado de la orilla del Guadalquivir en el momento de la conquista, pero tras la reparación del puente romano de la mano del emir Hisham I Saqunda creció mucho por su cercanía a la medina y desarrolló el primer zoco conocido de Córdoba.

Es destacable la homogeneidad en el trazado y edificios del arrabal de Saqunda que ha podido revelar la arqueología, con calles principales rectangulares de entre tres y seis metros de ancho, edificios de formas similares, y pozos comunitarios en plazas que eran la norma en época emiral en contraste con los pozos privados califales. Los tópicos caracterizan las ciudades islámicas medievales como formadas por calles caóticas, de trazado irregular, pequeñas y sin planificación, pero la arqueología ha desmontado este mito y en Córdoba las autoridades políticas y el cadí o juez principal llevaban a cabo una planificación urbanística financiando la pavimentación de calles o expropiando y demoliendo casas para ensanchar calles o edificios importantes.

En el derecho islámico las calles y otros espacios públicos no son de propiedad pública estatal, sino que son una propiedad inalienable de la comunidad musulmana, por eso la convivencia vecinal se regía sobre todo por normas consuetudinarias y tácitas. Lo que pasa es que el derecho islámico reconoce un uso preferente de los vecinos a los espacios contiguos a sus casas, por eso tras algunas generaciones los vecinos podían abusar de esto y ocupar parte de las calles sin que nadie se quejara y de ahí que las calles pudiesen quedar más irregulares de lo que estaban originalmente, pero los vecinos podían enfrentarse a juicios si se pasaban de la raya y dificultaban la libre circulación de los transeúntes. Ya lo hablé en más detalle en el episodio 30 Los emiratos de Hisham y al-Hakam, pero la decisión del emir al-Hakam I de destruir por completo el arrabal de Saqunda tras la revuelta del Arrabal del 818 y no permitir que fuera habitado de nuevo truncó el desarrollo del que podría haber sido el principal arrabal cordobés.

Sin embargo, en la tercera etapa del desarrollo de Córdoba que va desde el 818 hasta el 929 con la proclamación del Califato de Córdoba otros suburbios se convirtieron en foco de atracción de población. Los arrabales emirales destacaban no solo por su función residencial, sino por su actividad comercial, industrial y agropecuaria, junto a las almunias que eran otro elemento articulador del paisaje suburbano y periurbano cordobés. Los barrios extramuros no solo surgieron al lado de las puertas de la ciudad y fueron desde ahí creciendo, sino que ya fechados de mediados del siglo IX se han observado arrabales surgidos a más de uno o dos kilómetros de la medina y sin ningún tejido urbano alrededor. Aparecieron como pequeños núcleos de población alrededor de almunias o iglesias y monasterios y dotados poco después de su formación de una mezquita, baño y cementerio para su comunidad, a veces fundados por personajes de la corte omeya.

Córdoba emiral a mediados del siglo IX, por Convencio GMU-UCO
Córdoba emiral a mediados del siglo IX, por Convencio GMU-UCO

Y esto me lleva a otro punto importante, y es que al ser la capital de al-Ándalus Córdoba se arabizó e islamizó de forma más intensa y temprana que otros rincones de la península ibérica. Hay que pensar en Córdoba y otras ciudades como focos de arabización e islamización desde donde se irradiaba su territorio circundante. Desde tiempos del emir Abd al-Rahman II se acelera este proceso de transformación cultural y religiosa al irse imponiendo el modelo de estado y de sociedad tributaria mercantil, que va arrinconando y desintegrando otros tipos de modelo social como el aristocrático hispanogodo y de la Iglesia católica. La mejora de las infraestructuras viales para que desde Córdoba se pudiera ejercer más fácilmente el poder sobre las provincias de al-Ándalus y el hecho de edificar mezquitas, baños o zocos en Córdoba fueron factores que fomentaron la aceleración de la arabización e islamización de al-Ándalus.

Estos cambios generaron resistencias que se tradujeron en la fitna del Emirato de Córdoba que estudiamos en el episodio 39. La cora de Córdoba, es decir, su provincia o territorio administrativo en tiempo de los omeyas se ha estimado que era de algo más de la mitad de la actual provincia de Córdoba, sin que incluyese poblaciones como Cabra, Baena o el tercio norte de la provincia hoy en día, y la cora cordobesa es lo único que quedó bajo control omeya en los momentos más críticos de la fitna. Pese a la inestabilidad, no se observa que Córdoba experimentase un retroceso urbano ni una pérdida de población significativa en esos tiempos convulsos. La cuarta y última etapa de desarrollo y expansión de la Córdoba islámica será entre la proclamación del Califato de Córdoba en el 929 y el estallido de la fitna en el 1009 que desembocó en el fin de la dinastía omeya. Durante la etapa califal es cuando se produjo el desarrollo económico y urbano más explosivo de Córdoba y la capital se convierte en una de las mayores aglomeraciones urbanas de su tiempo.

La Córdoba califal sobre planimetría actual de la ciudad con los nombres de las principales zonas excavadas en Poniente (a partir de plano base del Convenio GMU-UCO).
La Córdoba califal sobre planimetría actual de la ciudad con los nombres de las principales zonas excavadas en Poniente (a partir de plano base del Convenio GMU-UCO).

Córdoba era el motor económico fundamental de la al-Ándalus omeya y sus dinámicas de desarrollo, y en el siglo X emergió como una ciudad cosmopolita que era el lugar de encuentro e intercambio de mercaderes, viajeros, eruditos, burócratas, inmigrantes y cautivos y esclavos de todos los rincones de al-Ándalus, el mundo islámico y Europa. En el siglo X Córdoba se convierte en una gran conurbación urbana con un núcleo amurallado, unos veintiún arrabales muy poblados y con mucha actividad económica, y unas urbanizaciones de ricos ya más rurales, con mayor separación entre viviendas y espacios dedicados a la agricultura o a jardines cuanto más te alejabas de la ciudad. Es decir, como ocurre hoy en día con muchas otras ciudades, en la Córdoba califal había un núcleo urbano y unos barrios muy densamente poblados, pero que al irse alejando de ese núcleo el paisaje era más bien de manchas con más separación entre viviendas.

En el noroeste de Córdoba se edificó la ciudad palaciega de Madinat al-Zahra, mientras que el háyib Almanzor mandó construir Madinat al-Zahira en el 979 al este de Córdoba como la ciudad palaciega amirí para ensalzar su poder usurpado. Ese sería el último y efímero polo de atracción de población de Córdoba. La Córdoba de la segunda mitad del siglo X experimentó un crecimiento y desarrollo acelerado, coincidiendo con el período de mayor hegemonía andalusí. Se terminó de definir una trama urbana cohesionada y densa en comparación con el período emiral, con un trazado de las calles notablemente jerarquizado y regular. Las zonas residenciales convivían con cementerios urbanos, mezquitas de barrio, zocos, baños, y otros edificios singulares. Para soportar una gran población, se tuvo que desplegar un ambicioso programa urbanístico con la construcción de puentes, canales, pozos, o instalaciones de saneamiento y evacuación de aguas, todo esto apoyado por el sistema de un estado tributario que podía canalizar los excedentes agrícolas del campo a la metrópolis.

En la al-Ándalus omeya Córdoba era como Madrid o Barcelona hoy en día, una gran urbe con mucha actividad política y económica que actuaba como un agujero negro atrayendo personas de todo al-Ándalus para asentarse en la ciudad y acaparando recursos económicos de otros lados, porque la misma existencia de una ciudad depende del abastecimiento regular de productos agrícolas y la canalización de esos excedentes de producción. A la que cayó el régimen de los omeyas, muchas otras ciudades pequeñas y medianas de al-Ándalus pudieron empezar a atraer población y desarrollarse, gracias a la proliferación de distintos poderes estatales, y los que habían comprado terrenos y bienes inmuebles en Córdoba a finales del período califal se quedaron con cara de tontos viendo como lo que tanto les debió costar perdió rápidamente su valor debido al estallido de la guerra civil que trajo destrucción y un gran éxodo de población de Córdoba. De esta forma abrupta terminó la edad de oro de Córdoba.

La Córdoba califal, capital del Occidente mediterráneo

Veamos en esta sección cuestiones como cuánta población albergó Córdoba en su apogeo o cómo era la vida cotidiana en la ciudad. Pero antes de eso lanzo la pregunta secreta del episodio, ¿eres de campo, pueblo o de ciudad? Dime dónde prefieres vivir en los comentarios. Y ya que estamos acuérdate de estar suscrito al canal de YouTube y dos podcasts, La Historia de EspañaMemorias Hispánicas, y puedes apoyar el programa convirtiéndote en mecenas en patreon.com/lahistoriaespana o siendo miembro del canal. Volviendo al tema de esta sección, ¿cuántos habitantes tuvo la Córdoba califal? Las estimaciones de población de Córdoba en la segunda mitad del siglo X varían mucho según el autor, los más conservadores hablan de 100 o 150.000 habitantes y los más generosos de un millón de habitantes para la Córdoba califal.

Localización de los arrabales de la Córdoba califal, por Cristina Camacho y Rafael Valera
Localización de los arrabales de la Córdoba califal, por Cristina Camacho y Rafael Valera

La estimación del millón de habitantes proviene de un censo de Almanzor que nos ha llegado a través del historiador argelino al-Maqqari que contabilizaba más de 200.000 viviendas, 60.000 residencias de aristócratas y oficiales vinculados al estado, y más de 80.000 tiendas, y como se estima que vivían de media cinco personas por vivienda, se llegó a la cifra mágica del millón de habitantes. Una manera más seria de estimar la población de la Córdoba califal es recurrir a la superficie que ocupaba y los habitantes por hectárea que podían vivir en ella. La arqueología ha permitido calcular que la superficie de la Córdoba califal incluyendo Madinat al-Zahra era de al menos 1.400 hectáreas urbanizadas, y esta gran superficie contrasta con las menos de 100 hectáreas del recinto amurallado de la Córdoba tardoantigua o las algo más de 100 con las que ya contaba Madinat al-Zahra por sí sola.

Si aplicásemos el criterio de Torres Balbás de unos 348 habitantes por hectárea, nos daría cerca de medio millón de habitantes, pero él mismo estimó unos 100.000 habitantes para Córdoba porque con los conocimientos de su época pensaba que tuvo una superficie mucho menor de la que ha podido desvelar la arqueología en los últimos años. Estos avances arqueológicos se han producido debido a la expansión de la ciudad de Córdoba hacia el oeste, aunque han tenido un coste patrimonial muy elevado porque la mayoría de restos de los arrabales occidentales se han destruido para edificar viviendas y carreteras después de su estudio. El arabista Joaquín Vallvé propuso 100 habitantes por hectárea, pero sobredimensionó las hectáreas que ocupaba Córdoba en base a las fuentes escritas. Pero quien ha estudiado mejor esta cuestión con los datos arqueológicos que tenemos ha sido Juan Francisco Murillo Redondo.

Este arqueólogo ha usado los datos de unas 63 viviendas de media por hectárea, 130 metros cuadrados de media de vivienda, una media de cinco personas por casa, y las 1.400 hectáreas de Córdoba urbanizadas sustrayendo espacios no usados para uso doméstico. Esto daba una horquilla de entre 160 y 315 habitantes de media por hectárea, podía variar mucho si hablamos del centro de la ciudad o de las urbanizaciones periurbanas con grandes fincas aristocráticas, y así Juan Francisco Murillo ha estimado de manera fiable una población para la Córdoba califal de unos 315.000 habitantes. Por lo tanto, las estimaciones que parecen bastante razonables con los datos que tenemos hoy en día oscilan entre los 250.000 y 315.000 habitantes para la Córdoba califal, convirtiéndola en la ciudad más poblada de todo el Occidente mediterráneo y quizás de Europa en su punto álgido, siendo solo superada por Kaifeng en China, Bagdad en Iraq y quizás Constantinopla en Grecia.

Para ponerlo en perspectiva, en el siglo X París y Londres se estima que tenían unos 20 o 25.000 habitantes y Roma menos de 50.000, y Córdoba en la actualidad tiene una población de unos 320.000 habitantes, es decir, solo ha sido en los últimos años en que la Córdoba del siglo XXI ha llegado al nivel de población de la Córdoba de la segunda mitad del siglo X, y obviamente la población de la península y mundial en aquella época era muchísimo menor. El entorno inmediato de la medina de Córdoba se convirtió en un espacio muy densamente urbanizado durante el califato de Abd al-Rahman III, creando un paisaje de barrios interminables nunca antes visto en la península ibérica. La Córdoba califal se describe como una metrópolis y aglomeración urbana impulsada por el estado centralizado por los omeyas a lo largo de varias generaciones.

La creación de una red viaria que aprovechaba y restauraba antiguas vías romanas y creaba otros caminos nuevos pavimentados y dotados de puentes era la base principal que tenía el poder omeya de articular y dirigir el crecimiento urbanístico de Córdoba. Según describió el geógrafo Ibn Hawqal, se desarrolló prácticamente un continuo residencial entre los caminos de origen romano y los de nueva creación que conectaban Córdoba con la ciudad palatina de Madinat al-Zahra. La fisionomía cambió totalmente respecto a la Córdoba romana y visigoda, se produjo un desarrollo urbano bastante planificado y que reflejaba la ideología política e islámica del régimen omeya con la construcción de caminos y calles, mezquitas de barrio, acueductos y fuentes, baños, escuelas, hospitales, molinos y hornos, cementerios, zocos, o almunias.

Vista panorámica de la Córdoba califal, por Ananda C. Arán
Vista panorámica de la Córdoba califal, por Ananda C. Arán

La mayoría de estas infraestructuras y servicios no fueron financiados con dinero del estado, sino a título privado por las élites políticas y económicas de Córdoba y familias adineradas, y los podían construir y fundar como inversiones o como fundaciones caritativas. Esto también se observa en algo indispensable para una ciudad que puede quedar invisibilizado, pero no por eso es menos importante, el abastecimiento de agua. En la Córdoba califal el suministro de agua operaba en un equilibrio con predominancia de las iniciativas particulares sobre las acciones de las autoridades públicas.

Los habitantes de la ciudad se esforzaban por abastecerse de agua de diferentes maneras: cavando pozos en sus residencias, recolectando agua de lluvia, o incluso contratando los servicios de aguadores. En el ámbito comunitario, los barrios se hacían cargo de las infraestructuras hidráulicas de las salas de ablución de sus mezquitas, así como de los pozos y cisternas de uso colectivo, y esta gestión colectiva del agua contribuía a la cohesión de los barrios en torno a su mezquita. Las autoridades políticas se preocupaban primero por abastecer el agua de sus palacios y residencias privadas, la mezquita aljama y algunas fuentes públicas, pero en general la intervención pública era limitada y el abastecimiento de agua para los cordobeses dependía más de las gestiones comunitarias e individuales.

Hablando de agua, el baño o hammam es uno de los elementos más característicos del urbanismo islámico, heredero de la tradición romana. Se concebían como espacios higiénicos, purificadores, terapéuticos, y sociales. Uno de los motivos que hacían a los baños un espacio necesario en el mundo musulmán es debido a la importancia de las abluciones. Las abluciones suponen un ritual para lavarse y purificarse espiritualmente, porque se consideraba que para realizar algunas prácticas religiosas como rezar el musulmán o musulmana debía estar puro en físico y espíritu, y esta pureza se pierde con actos cotidianos como las relaciones sexuales, dormir, orinar o cagar. Las abluciones podían ser menores o mayores en función de la impureza acometida, y las abluciones mayores sí requerían de un lavado completo del cuerpo y por eso eran importantes los baños.

Recreación ideal de los suburbios de la Córdoba omeya realizada por A. Redondo Paz
Recreación ideal de los suburbios de la Córdoba omeya realizada por A. Redondo Paz

Existían baños privados en residencias de personas adineradas, y baños comunitarios abiertos al público tras pagar lo que tocase y donde había un horario reservado para hombres y otro para mujeres. Arqueológicamente se han documentado una veintena de baños andalusíes en Córdoba, también porque algunos fueron reutilizados luego por los cristianos, pero en las fuentes escritas se mencionan que en época califal había cientos, no se sabe si contando baños comunitarios y privados, si solo los comunitarios, o si esa cifra es exagerada. Los cronistas árabes dan cifras de varios miles de mezquitas en Córdoba, pero esta cifra no es aceptable. Un investigador ha contabilizado cerca de 100 mezquitas, y luego lo que sí es posible es que hubiera un número mayor de oratorios públicos o privados, pero que no se pueden considerar mezquitas.

Todos los emires y califas omeyas, además de Almanzor, llevaron a cabo mejoras o ampliaciones de la mezquita aljama de Córdoba para reafirmar su legitimidad política y espiritual como líderes de una comunidad musulmana y exaltar el papel de los soberanos de al-Ándalus como protectores del islam y de la ortodoxia religiosa, además de por pura necesidad por el constante incremento de la población de la capital. El háyib Almanzor realizó la ampliación definitiva después de eliminar una calle, expropiar casas colindantes y demoler el pabellón de abluciones que había construido el califa al-Hakam II, y así la mezquita aljama de Córdoba alcanzó una superficie de 22.400 metros cuadrados, siendo la tercera mayor mezquita del mundo islámico medieval después de las dos de Samarra, en Iraq. Así esta mezquita podía albergar unos 40.000 musulmanes rezando, algo necesario pues toda la comunidad musulmana debía congregarse los viernes al mediodía en la mezquita aljama.

En las ampliaciones de la mezquita aljama de Córdoba siempre se incluyeron alusiones a las mezquitas de Damasco, Medina o Jerusalén para reforzar la vinculación de los omeyas con sus ancestros, los califas de Oriente. En la mezquita aljama de Córdoba se pueden encontrar inscripciones con aleyas del Corán que tratan de la predestinación, para presentar la idea de que el príncipe de los creyentes, el califa, era en último término elegido por Dios para dirigir a los musulmanes por el buen camino. Este era un modo de decir a sus súbditos que le debían obediencia a su soberano, porque de otro modo estaban actuando contra los designios de Dios, y servía para promulgar la escuela malikí en contra de las enseñanzas mu’tazilíes y de seguidores de Ibn Massarra sobre el libre albedrío, consideradas ideas heréticas peligrosas por los omeyas.

Unas páginas manchadas de sangre del Corán del tercer califa del islam, el omeya Utmán, se conservaban y mostraban al público cada semana como una reliquia para recordar de dónde derivaban su legitimidad los omeyas cordobeses. En la mezquita aljama también se podía ejercer la justicia y existían espacios para el estudio de los aspirantes a ulema. Otros estudiantes avanzados en derecho islámico o las ciencias de la época podían ir a la casa particular de uno de estos maestros de las leyes islámicas, y los que tenían más recursos podían ir a Oriente a aprender entre sabios egipcios o medinenses y así aprovechar y hacer la peregrinación obligatoria a las ciudades sagradas del islam. Hablando de educación, la educación primaria estaba bastante extendida en la sociedad andalusí y se iniciaba a los cinco años.

No existía tal cosa como la enseñanza pública y obligatoria, los padres podían inscribir a su hijo en una escuela y las familias más adineradas podían contratar clases particulares de manera privada, igual que ocurría si tenían una urgencia médica. Lo que sí es cierto es que el soberano omeya y otros personajes notables de Córdoba financiaban como obras piadosas escuelas u hospitales, el erudito califa al-Hakam II es conocido por haber fundado multitud de escuelas para hijos de pobres e indigentes como ya estudiamos en el episodio 45 Economía de al-Ándalus. Riqueza, poder y sector primario. En esta enseñanza primaria se usaba el Corán para enseñar a leer y a escribir en árabe y para instruir en la religión islámica, pero también se usaban poemas y escritos en prosa para que los alumnos aprendieran las reglas de la gramática árabe y la caligrafía. Se han encontrado tinteros y escribanías en Córdoba para escribir sobre pergaminos, pero de forma más habitual se usaban soportes más baratos como escápulas de cabras y ovejas o tablillas de madera.

Reconstrucción 3D de viviendas excavadas de los arrabales occidentales de Córdoba, todas con patio interior
Reconstrucción 3D de viviendas excavadas de los arrabales occidentales de Córdoba, todas con patio interior, por Arkeo Texturas

Volviendo a los edificios, como no podía ser de otra manera, las casas para un uso doméstico son el tipo de edificio más abundante de los yacimientos arqueológicos de Córdoba, y las viviendas cordobesas seguían un modelo bastante estandarizado. Las residencias eran por lo general de una sola planta construida alrededor de un patio central, aunque en la medina por lo buscado que estaba ese suelo, eso era prime real estate, pues sí había más edificios de dos plantas. El patio disponía de un pozo particular para sacar agua, y las casas contaban con letrinas que desaguaban en pozos ciegos o en sistemas de evacuación de aguas pluviales y residuales comunitarias que pasaban a ras de suelo de la calle o en capas más profundas de la tierra. Se confirma el grado de higiene de la Córdoba islámica en el hecho de que todos los edificios, fueran casas, tiendas, mezquitas, talleres o baños, disponían de letrinas.

Las viviendas contaban con un zaguán para impedir ver desde la calle el patio y las habitaciones, y o no tenían ventanas las habitaciones o solo contaban con pequeñas aberturas para ventilar, pero hay que tener en cuenta que ya el patio conectaba con todas las estancias de la casa y permitía que entrase luz y aire. Había una clara separación entre los espacios públicos y de socialización y los privados, y esto servía para cumplir con los principios islámicos de proteger la privacidad y honor de la familia y en especial de las mujeres. Las salas rectangulares características de las casas cordobesas califales eran multifuncionales, y podían usarse tanto para recibir invitados y comer como para dormir o realizar actividades económicas como tejer. Era habitual que las casas de los arrabales contasen con establos pequeños, lo que indica que era común que se criasen animales de corral dentro de Córdoba.

Planta y reconstrucción de una casa cordobesa califal típica, por E. Castro et al.
Planta y reconstrucción de una casa cordobesa califal típica, por E. Castro et al.

El derecho malikí prohibía la subdivisión de las viviendas si no se podía garantizar una entrada independiente, acceso al patio interior, evacuación de aguas, y una mínima superficie habitable, que en los arrabales cordobeses era de al menos treinta metros cuadrados. Luego algunos dicen que progresamos en la historia cuando hay gente viviendo en un quinto de menos de 30 metros cuadrados y compartiendo piso con desconocidos, ya haría falta recuperar normas como estas. Estas regulaciones y la disponibilidad de suelo urbanizable en los campos cordobeses explican que Córdoba fuera expandiendo sus fronteras y densificando su tejido urbano, pero sin que se construyesen muchas viviendas con dos o más plantas.

Uno de los mitos que vale la pena desmontar es que en la Córdoba omeya no existían guetos que instaurasen una segregación religiosa por barrios fuerte como sí se observa en los reinos cristianos bajomedievales con sus morerías y juderías. Dicho esto, es cierto que en diferentes momentos de la historia se han localizado una especial presencia de una comunidad u otra porque los creyentes evitaban estar muy lejos de un edificio de culto. Una de las siete puertas de la medina cordobesa era conocida como Puerta de los Judíos, señalando que ahí había fuerte presencia judía, y hay otros testimonios que confirman que había judíos viviendo dentro del recinto amurallado, y en el arrabal de Cercadilla se encontraron restos de una dieta propia de cristianos.

Sobre los zocos de Córdoba no hablaré en este episodio porque ya hablé extensamente sobre ello en el capítulo anterior, el episodio 46 Economía de al-Ándalus. Manufacturas, comercio y esclavitud. Pero conectado con eso, recordemos brevemente las principales figuras de autoridad de Córdoba. Tenemos por supuesto al emir o califa, y al cadí o juez principal de la ciudad, de gran autoridad moral aparte de jurídica. El gobierno municipal de Córdoba estaba bajo el mando del sahib al-madina, el prefecto o señor de la ciudad, que se encargaba de la gestión del día a día y de la recaudación fiscal, siguiendo en todo momento la voluntad del emir o califa. Por debajo del sahib al-madina estaban el sahib al-shurta o alguacil encargado del orden público y la ejecución de sentencias judiciales con sus agentes policiales y el sahib al-suq o zabazoque era el encargado de inspeccionar los mercados.

Madinat al-Zahra, la ciudad palatina de los omeyas

Una entrada de Madinat al-Zahra
Una entrada de Madinat al-Zahra

El alcázar de Córdoba de los omeyas, construido sobre el antiguo palacio de los gobernadores romanos y visigodos, se situaba a la izquierda de la Gran Mezquita de Córdoba, demostrando visiblemente la inseparable unión de política secular y religiosa. El alcázar ocupaba lo que hoy se corresponde con el alcázar cristiano, el palacio episcopal, la biblioteca pública, y el patio de San Eulogio, un gran perímetro doblemente amurallado por Abd al-Rahman III. Pese a todo, el alcázar se había quedado pequeño y sin posibilidad de expansión. Quizás el gran incendio del 936 que afectó al mayor zoco de Córdoba, situado a la izquierda del alcázar y extramuros de la ciudad, fue el detonante para decidir crear un nuevo complejo palaciego, Madinat al-Zahra, o españolizado Medina Azahara.

Sin embargo, esto de que muchos cronistas árabes señalasen el año 936 como el año en que se inició la construcción de Madinat al-Zahra podría responder a un intento de transmitir que Abd al-Rahman III gobernó 50 años lunares, 25 de guerrear y otros 25 de construir. Lo cierto es que el fiable cronista Ibn Hayyan y otros indicios como un incremento notable de las acuñaciones de plata desde el 941 apuntan a que la fundación de Madinat al-Zahra se produjo en el 940. Para situarnos, esto significa que el califa puso en marcha su construcción después del desastre de Simancas-Alhándega, que estudiamos en detalle en el episodio 42 Ramiro II de Léon y la batalla de Simancas-Alhándega. No hay que infravalorar la conmoción que supuso para el califa haber estado a punto de morir o ser capturado por el enemigo cristiano, y esa experiencia traumática marcó un antes y un después para que los califas omeyas se recluyesen más y evitasen mostrarse tan cercanos al público.

Los cronistas explican el motivo de la construcción y el nombre de la ciudad palaciega con una historia novelesca. Según la leyenda, una concubina del califa al-Nasir legó a su muerte una importante suma de dinero con la finalidad de liberar cautivos musulmanes en Ifranja, que podemos identificar con los condados catalanes. Pero al no encontrarse ningún cautivo, la concubina favorita del califa en ese momento, una mujer llamada al-Zahra, le pidió a al-Nasir emplear ese dinero para fundar una ciudad. En este relato, ficticio o no, Abd al-Rahman III construyó esa ciudad por el capricho de una mujer, y es uno de sus cortesanos el que limita un poco las demandas imposibles de al-Zahra. Como analizó Manuela Marín, es un relato misógino ejemplarizante del peligro que representa el amor y las mujeres en el orden social, que pueden provocar que incluso los mejores hombres tomen decisiones contra el orden natural.

Plano del Conjunto Arqueológico de Madinat al-Zahra
Plano del Conjunto Arqueológico de Madinat al-Zahra

En la puerta principal de la ciudad palaciega el califa mandó construir una efigie de una mujer, presumiblemente al-Zahra. Al visitar las ruinas de Madinat al-Zahra el califa almohade mandó hacer desaparecer la estatua por considerarla contraria a la ortodoxia religiosa, y esta noticia parecería reforzar esta historia. Otra hipótesis menos novelesca y que ha ganado aceptación es que Madinat al-Zahra significa la ciudad resplandeciente o la más brillante, para manifestar que la ciudad palaciega de los omeyas, los legítimos califas del islam, no era comparable a los palacios fatimíes o abasíes, y también porque los propagandistas omeyas representaban a Abd al-Rahman III con toda una simbología solar que lo calificaba como un califa-sol que vencía la oscuridad de la infidelidad.

En cualquier caso, el califa decidió demostrar su magnificencia y poder absoluto con una ciudad que mezclaba una parte palaciega reservada a los omeyas y sus sirvientes, esclavos y clientes, una parte más administrativa para todos los departamentos del gobierno central, y una parte residencial de una ciudad más común. Abd al-Rahman III eligió un emplazamiento de 115 hectáreas situado a unos seis o siete kilómetros al noroeste del centro de Córdoba, un lugar elevado casi en la falda de Sierra Morena y con buenas vistas a la campiña cordobesa y a la ciudad. De hecho, estos terrenos ya pertenecían en parte o en su totalidad a los omeyas, porque ahí se encontraba la almunia de Qarqarit que había sido propiedad del emir Muhammad I.

Durante unos cinco años se empleó un tercio de los ingresos del estado central en la construcción de Madinat al-Zahra para finalizarla en un tiempo récord con la participación de miles de trabajadores cualificados y no cualificados, incluyendo técnicos griegos del Imperio bizantino, de manera que para el año 945 ya estaba poblada y el califa y el príncipe heredero, sus clientes, sirvientes, esclavos, y burócratas de la administración ya se habían trasladado a ella. Al construirla se dedicaron muchos recursos a buscar los mejores materiales del mundo conocido y a incorporar elementos arquitectónicos de la Antigüedad clásica y tardía. Desde al menos época del emir Abd al-Rahman II ya existía un sistema de búsqueda y acopio de materiales y restos artísticos de los romanos, para reutilizarlos en nuevas construcciones.

No es que fuera algo nuevo ni único, los mismos califas omeyas de Damasco o los abasíes llevaron a cabo acciones similares, y la reutilización de materiales supone al mismo tiempo una destrucción y expolio del patrimonio como la preservación y aprecio por la antigüedad. En el episodio extra 7 El pasado preislámico de al-Ándalus ya hablé en detalle de cómo a los omeyas les interesó recuperar algunos monumentos y elementos materiales heredados del ya lejano mundo romano y visigodo, tanto por motivos estéticos y funcionales como porque simbólicamente ayudaban a presentar a los omeyas como herederos políticos de ese pasado antiguo. Por ejemplo, se han encontrado sarcófagos, estatuas, relieves, inscripciones, mosaicos, y varios miles de columnas de mármol de origen romano que se emplearon en Madinat al-Zahra y que no solo provenían de la península ibérica sino también de Ifriqiya, Roma, Constantinopla o Jerusalén.

Sarcófago de Meleagro hecho de mármol en época romano y reutilizado como decoración en el palacio de Medina Azahara
Sarcófago de Meleagro hecho de mármol en época romano y reutilizado como decoración en el palacio de Madinat al-Zahra

Los sarcófagos seleccionados eran de sabios antiguos y se rodeaban de figuras que representaban filósofos y musas, para así simbolizar que el muerto fue un hombre sabio que se acercó a la divinidad e inmortalidad gracias al conocimiento. Pero también los sarcófagos podían reutilizarse como fuentes y pilas de agua. Esta recepción del pasado preislámico y de reelaboración de su memoria ocurría en un contexto ilustrado en que los califas promocionaban el conocimiento, pero más importante aún, estaba relacionada con la construcción de un discurso de legitimidad omeya en relación al pasado preislámico que tenía el propósito de combatir tanto el discurso neogótico o reconquistador asturleonés como los discursos de muladíes y mozárabes que querían defender su estatus reclamando el respeto por los pactos de capitulación que fueron generalizados en la conquista islámica.

Nuestros conocimientos sobre Madinat al-Zahra han avanzado bastante gracias a las excavaciones de los últimos diez años, pero siempre habrá un límite en lo que se pueda descubrir porque la Madinat al-Zahra que hoy se conserva no es más que una versión muy degradada de su original por los saqueos de materiales que sufrió desde principios del siglo XI hasta hace no mucho tiempo, unos pocos años. Los edificios situados más al norte, la parte palaciega del conjunto, es la mejor conservada porque estuvo protegida por la ladera de la montaña, pero la parte sur de la ciudad palaciega desapareció por completo, incluso sus cimientos ya no están, tanto por la acción de la naturaleza como por su expolio continuado para reciclar sus materiales. Pero conocemos por ejemplo la disposición básica de muchos elementos de la ciudad resplandeciente en sus tres niveles de terrazas en el monte.

La residencia del califa Abd al-Rahman III era un referente visual en Córdoba y era la imagen del poder en al-Ándalus. Su ubicación en el punto más alto del complejo palaciego del alcázar de Madinat al-Zahra, su terraza con función de mirador y su ornamentación la distinguía de otros edificios. En cambio, la residencia del príncipe heredero al-Hakam estaba más pensada para organizar eventos privados. En la parte residencial del alcázar de Madinat al-Zahra existía la residencia del califa y el príncipe heredero, una parte dedicada a altos funcionarios de la burocracia central, otra a funcionarios encargados de dirigir a los servidores en tareas domésticas, y finalmente los servidores y esclavos, que vivían mayoritariamente en la parte occidental del alcázar y en dependencias de terrazas inferiores de Madinat al-Zahra. En la terraza del medio se encontraban edificios administrativos, los dos jardines y la mezquita aljama, y en la terraza inferior era donde estaban las tiendas y residencias particulares de propietarios, trabajadores, y sirvientes y esclavos.

Además, la ciudad palaciega estaba parcialmente amurallada y la ladera de Madinat al-Zahra estaba llena de almendros que cuando florecían pintaban el paisaje de blanco. ¿Qué mensajes intentaba transmitir el califa omeya con Madinat al-Zahra? El complejo palaciego y sus jardines deben ser interpretados como una referencia al Paraíso descrito en el Corán, concebido en el islam como un lugar con palacios, pabellones y jardines donde los hombres musulmanes tendrían a su libre disposición bellas mujeres. La decoración seguía la sura 55, del versículo 46 al 78, que dice, entre otras cosas: “Y quien haya temido la comparecencia ante su Señor, tendrá dos jardines. […] En ellos habrá dos manantiales surtiendo. […] En ellos habrá dos parejas de cada fruto. […] Allí habrá unas de mirada recatada a las que antes de ellos no habrá tocado hombre ni genio. […] Y además de ésos habrá dos jardines más.”

Esa referencia a dos pares de cada fruta explicaría la asimetría en los pares florales y de motivos florales en la decoración del salón de recepción de Madinat al-Zahra. El mensaje que al-Nasir trataba de transmitir era que el soberano omeya garantizaba la salvación y que era como si el Paraíso ya existiera en la tierra, y los creyentes podían ver un adelanto en su vida terrenal de la vida que les esperaba en el más allá si eran buenos creyentes. Madinat al-Zahra era una demostración del poder y riqueza del califa, construida con los mejores materiales disponibles. También es revelador del ego del califa que la mezquita aljama de Madinat al-Zahra fuese bastante pequeña y estuviera en una terraza inferior al palacio.

Con el traslado de la corte cordobesa del alcázar omeya a Madinat al-Zahra, se refinó y exageró mucho el ceremonial cortesano para exaltar al califa y distanciar física y mentalmente al soberano de sus súbditos, haciéndolo prácticamente alguien divino, aunque sin llegar al nivel de veneración y culto que recibían los califas fatimíes. En Madinat al-Zahra se escenificaba la gloria y el poder de los califas omeyas al recibir a embajadores, reyes o pretendientes extranjeros, jefes de tribus bereberes, rebeldes sometidos, u otros personajes notables. Quienes acudían a ver al califa debían recorrer un largo itinerario bajo unos protocolos estrictos, viéndose primero por un grupo de funcionarios y recorriendo todos los departamentos gubernamentales situados en Madinat al-Zahra antes de ser recibido en audiencia.

Las recepciones tenían lugar en el conocido como Salón Oriental, donde la luz entraba desde los arcos del pórtico y el califa se situaba en una tarima al fondo de la nave central del salón, donde la luz no llegaba tanto, para así desvelar su presencia solo a medida que los altos dignatarios que recibiese se acercasen a él. El califa no recibía a sus invitados en solitario, sino que aparecía acompañado por decenas de familiares y altos funcionarios siguiendo un estricto orden jerárquico según la proximidad de los personajes con los que se rodeaba. Por ejemplo, quienes se colocaban más cerca de al-Hakam II eran sus tres hermanos, los siguientes por proximidad eran los visires, y después los altos cargos municipales de Córdoba y jueces, clientes omeyas, funcionarios de menor rango, y los eunucos más influyentes.

Parte excavada del conjunto arqueológico de Madinat al-Zahra
Parte excavada del conjunto arqueológico de Madinat al-Zahra

Sin embargo, toda esta pomposidad y opulencia fue efímera, y la ciudad palaciega de Madinat al-Zahra no llegó a cumplir ni un siglo de existencia. Las ruinas de Madinat al-Zahra se convirtieron en fuente de inspiración para poemas melancólicos del glorioso pasado de al-Ándalus bajo los omeyas, y como un reflejo del cruel paso del tiempo que termina con los legados de generaciones anteriores. La mayor parte de la destrucción debe atribuirse al estallido de la guerra civil o fitna del Califato de Córdoba, por las tropas bereberes que saquearon la ciudad palaciega, pero recientes estudios geológicos también barajan que la actividad sísmica pudo influir en su abandono y destrucción. En el 974 ya hubo un terremoto en Córdoba que pudo provocar daños, y con la toma del poder de Almanzor el háyib construyó la ciudad palaciega de Madinat al-Zahira al este de Córdoba, que ya influyó en el parcial abandono de Madinat al-Zahra.

Finalmente, en el año 1024 se produjo un gran terremoto en al-Ándalus que pudo ser el causante del abandono casi total de Madinat al-Zahra. El expolio de Madinat al-Zahra continuado durante siglos tanto por parte de reyes de taifa y otros personajes notables que buscaban materiales de prestigio como por parte de los habitantes de Córdoba para así obtener material de construcción de forma barata pues ha hecho que los restos excavados y aún bajo tierra del complejo de Madinat al-Zahra solo sean una sombra de la gloria y opulencia que representaron. El poeta andalusí del siglo XI al-Sumaysir sentenció: “Me he detenido en al-Zahra’ llorando y meditando como si me lamentara por miembros dispersos de mi familia. Oh, Zahra’, he dicho, ¡vuelve! Y ella me ha contestado: ¿Es que acaso puede volver lo que está muerto?”.

El Veredicto: Desigualdades en el desarrollo territorial de un país

En El Veredicto de hoy quiero mirar la otra cara de la moneda de la gloria de la Córdoba califal. Todo el mundo se fija en lo bonito y lo que más brilla, ¿pero a qué precio se consiguió ese impresionante desarrollo urbano de Córdoba? Pues se hizo a costa de asfixiar a base de impuestos y tributos a la plebe de al-Ándalus y sobre todo del sur, de la actual Andalucía y Murcia; a costa de emplear y traficar con miles de cautivos y esclavos; y a costa del resto de ciudades de las provincias de al-Ándalus, que no pudieron desarrollarse de manera significativa hasta el período de guerras civiles y taifas.  Esto es como hoy en día las aglomeraciones urbanas de Madrid y Barcelona, que para mí son los dos grandes cánceres de España, que chupan los recursos humanos y económicos del resto de las provincias españolas.

Estas desigualdades en el desarrollo de los territorios de un país causan grandes problemas: fuerzan la migración de población a esas áreas superpobladas por falta de oportunidades en su lugar de origen; se complica la gobernanza de un país a la que se acentúan las diferencias entre sus territorios, porque unas medidas pueden ser buenas para unos pueden ser inefectivas y hasta contraproducentes para otros territorios; por supuesto hay problemas medioambientales al concentrarse demasiada población en un territorio y en cambio al quedar despoblados otros territorios se pueden producir vulnerabilidades como mayor probabilidad y descontrol de incendios o mayor inseguridad porque bandas criminales pueden aprovechar la falta de presencia fuerte del estado; también la concentración de mucha población en un punto supone un gran problema de seguridad nacional en caso de guerra; y no me hagáis hablar de la mierda de vivir en un piso pequeño y sin intimidad en una ciudad. Por estos y otros motivos es importante un desarrollo equilibrado de las provincias de un país y no es nada bueno concentrar la población en uno o dos grandes polos de población. Y con eso, El Veredicto termina.

Avance y outro

El siguiente tema que quiero tratar en La Historia de España es sobre sociedad, poder y economía del Reino asturleonés, veremos si cabe todo en un episodio largo o si tengo que dividirlo en dos. Pero ya anuncié a mis mecenas que después de este episodio hago un parón de un mes de la serie cronológica porque quiero rehacer los 20 primeros episodios de La Historia de España para homogeneizar más el estándar de calidad y no ahuyentar a los nuevos seguidores que empiecen desde 0 la serie. Aprovecharé para mejorar la fluidez y incorporar nuevas fuentes, algunos episodios no tendrán grandes cambios y otros sí. Si escuchas este episodio en abierto ya habré sacado algunos episodios rehechos, usaré este mes para apretar en esto y Memorias Hispánicas y ver si puedo terminar de rehacer los primeros veinte episodios en unos tres meses, esperemos que no dure más tiempo pero bueno, en cualquier caso en un mes ya seguiré la serie cronológica donde lo hemos dejado. Acuérdate de suscribirte al canal de YouTube y dos podcasts, puedes seguir las redes sociales y unirte al Discord del programa, y puedes ayudarme a seguir para crear más contenido y recibir beneficios exclusivos en Patreon, tienes los enlaces en la descripción del episodio. ¡Gracias por escucharme y hasta la próxima!

Fuentes

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