“Nuestra Cruzada es la única lucha en la que los ricos que fueron a la guerra salieron más ricos.” Franco pronunciaba estas palabras tan sorprendentemente honestas en un discurso de 1942 en Lugo. La historia de la guerra civil y de la dictadura franquista representa muchas cosas, pero entre otras, es la historia de un reducido número de personajes y familias que amasaron una fortuna al estar en los círculos de poder del nuevo estado que construyó el general Francisco Franco.
Soy David Cot, presentador de Memorias Hispánicas, y esta es la última entrega de la serie dedicada a Juan March Ordinas, el mallorquín que fue el hombre más rico de España. En esta ocasión veremos algunos de sus negocios de posguerra, su época de oposición al régimen franquista que él mismo había aupado, cómo surgió la Fundación Juan March, y su muerte y herencia. Veamos los últimos años de vida de uno de los hombres más importantes de la historia de España del siglo XX.
- Negocios de posguerra
- March contra el régimen franquista
- Barcelona Traction, uno de los mayores robos de la historia. Así nació FECSA
- Fundación Juan March, o cómo lavar la imagen de un capitalista corruptor con las manos manchadas de sangre
- Muerte de Juan March Ordinas
- Así fue Juan March, en pocas palabras
- Juan March y la legitimidad de las herencias
- Outro
- Fuentes
Negocios de posguerra
Ya vimos que Juan March tuvo un rol crítico en la guerra civil española y que hizo un gran negocio con ella, gracias a sus préstamos, el tráfico de armas y el control del comercio exterior. March hizo una apuesta arriesgada con los sublevados, pero le salió bien y reforzó su papel como hombre más rico de España, eso sí, como un gran patriota tenía el dinero principalmente en Suiza y Reino Unido. Se convirtió en el séptimo hombre más rico del mundo según estimaba un diario londinense en 1943 gracias a los beneficios extraordinarios de guerras. Mientras millones de personas habían muerto, estaban refugiadas, o pasaban toda clase de penurias, el mercader de la muerte se construyó un palacio en Palma de Mallorca.
En los primeros meses de 1939 fundó Aucona para centralizar sus actividades de exportación e importación, en unos años en los que prácticamente monopolizaba el comercio exterior de España. También poco antes de terminar la guerra civil fundó en Londres la Juan March & Co. con el objetivo de controlar el mercado de divisas de España y el comercio con Reino Unido. Servía de agencia financiera, de bolsa y de cambio de divisas, y entre los directores de esta sociedad estaba un agente del servicio secreto británico, lo que remarca las buenas conexiones de March con el gobierno británico.
En España el capitalista mallorquín ganó mucho dinero con el estraperlo, la venta de artículos eludiendo el control estatal, aprovechándose del contexto de miseria de la posguerra. Nunca dejó el contrabando. En los años 50 seguía traficando con tabaco, e incluso sacerdotes de Estados Unidos le pasaban cigarrillos de forma ilegal. Eso pese a que, cuando se fundó Tabacalera en 1945 para monopolizar la venta de tabaco, la familia March poseía en torno al 10% de las participaciones. Ya vimos en el episodio sobre los sobornos británicos que Juan March hizo negocios con los dos bandos de la Segunda Guerra Mundial, aunque principalmente con los aliados, y ganó mucho dinero con el tráfico de armas.
En este contexto, el hombre más rico de España aumentó las exportaciones de bienes de primera necesidad. Esto ocurrió entre 1939 y 1942, cuando se produjo en España la hambruna más brutal de su historia, que provocó la muerte de más de 200.000 españoles. Pero al cerdo capitalista y traidor de Juan March esto le daba igual. España se había convertido en un estado totalitario, así que ya no se tuvo que enfrentar a protestas por falta de alimentos como ocurrió cuando había mallorquines que sufrían de hambre por sus exportaciones durante la Primera Guerra Mundial.
Arturo Dixon recogió una anécdota que retrataba perfectamente a Juan March: “Desde Checoslovaquia llegó a un puerto español un barco con un cargamento de zapatos. Cuando se examinó la carga, se vio que todos eran del pie izquierdo y que, por lo tanto, no servían. La única persona que pujó para quedárselos —naturalmente a un precio enormemente bajo— fue Juan March. Poco después llegó otro barco con un cargamento de zapatos. Esta vez todos eran del pie derecho. Y de nuevo March los compró a un precio verdaderamente irrisorio. Solo él sabía que los zapatos del segundo envío hacían juego con los del primero. Además, ambas entregas fueron declaradas por la aduana como «mercancías inacabadas», y por lo tanto, libres de impuestos.”
Otra anécdota que refleja el carácter de March viene del que había sido confesor de Alfonso XIII. En 1945 era un hombre mayor en apuros económicos, y decidió reclamarle a March todas las promesas económicas que le había hecho por sus favores. Este confesor fue clave en convencer a la empresa francesa, quien tenía el monopolio de venta de tabaco en el Marruecos español, para que renovasen el contrato de subarrendamiento a March en los años 20. Pero March nunca le pagó ni se dignó a contestar a la carta. Así de desagradecido era con quienes ya veía que no podía sacar ningún provecho.
March contra el régimen franquista
Pero las relaciones de Juan March con la dictadura franquista no siempre fueron buenas. Conforme se consolidaba en su puesto, Franco se irritó cada vez más por las deudas contraídas en la guerra con el mallorquín y no quería permitir que su pretensión de monopolizar el comercio exterior pusiera en peligro la estabilidad de las finanzas estatales. March chocó sobre todo con el ministro de Comercio e Industria, Demetrio Carceller, un falangista favorable al intervencionismo estatal extremo que se enriqueció con comisiones obtenidas del mercado negro y el comercio exterior, como el tráfico de wolframio y petróleo.
Era por tanto un competidor directo de Juan March, y así debe entenderse estos choques dentro de la dictadura franquista, que era una cleptocracia como ya vimos en el episodio anterior de esta serie. En 1941 Carceller acusó a March de masón y de provocar escasez de materias en España, y el ministro de Trabajo José Antonio Girón exigió que lo fusilaran por alta traición. A Valentín Galarza, ministro de Gobernación, le ordenaron que retirase el pasaporte a Juan March y que lo pusiera bajo arresto domiciliario. Sin embargo, Galarza era uno de los que recibían los sobornos británicos directamente de March, y le trasladó la información para que pudiera abandonar el país.
March envió una carta a Franco negando las acusaciones y pidiendo ir al Consejo de Ministros para defenderse, donde podría denunciar la corrupción de dos o tres ministros. El fascismo falangista odiaba a March por representar el arquetipo de capitalista insaciable sin patria, pero March no había financiado una rebelión militar para instaurar un gobierno que le pusiera trabas a sus negocios. En julio de 1942, Juan March fue detenido durante unas horas porque los servicios secretos españoles tenían indicios de que participaba en una conspiración monárquica contra Franco.
Cuando fue liberado, no se la jugó y huyó de España para fijar residencia en Lisboa, centro de conspiraciones monárquicas. Otros monárquicos, como Pedro Sainz Rodríguez y Eugenio Vegas Latapié, quienes ya desde el día de la proclamación de la República conspiraban contra ella, tuvieron que trasladarse a Portugal debido a las amenazas de detención por parte de la dictadura de Franco. Allí también residía José Gil Robles.
Tras la operación Torch en el norte de África en noviembre de 1943, la presión privada y pública para restaurar la monarquía en España aumentó. Juan de Borbón expresó que había llegado el momento de sustituir la dictadura de Franco, vista como un régimen de transición, y generales monárquicos como Orgaz y Kindelán pidieron a Franco que abandonase el poder y dejase las formas de gobierno a imitación de otras extranjeras, en referencia al fascismo, y volviese a formas genuinamente españolas, la de la monarquía católica.
March gastó al menos un millón de francos suizos a favor de Juan de Borbón durante la Segunda Guerra Mundial. El capitalista creía que lo mejor sería que la dictadura franquista fuese sustituida por una monarquía aceptada por la izquierda y capaz de cohesionar España. Básicamente se adelantó a lo que sería luego la Transición. En 1944 la victoria ya se veía a favor de los aliados, y se formó la Alianza de Fuerzas Democráticas entre socialistas, anarquistas y republicanos, excluyendo a comunistas. Franco y todo su régimen temían que, pese a haber ganado la guerra civil, ahora perdiesen el poder.
March celebró una reunión con las fuerzas opositoras en el piso de su amante Matilde Reig. El mallorquín ofreció un cheque y le dijo a Régulo Martínez, presidente de la Alianza, que pusiera la cantidad que quisiera. Lo que querían los opositores era hacer propaganda para difundir las corrupciones de Franco y su régimen, pero Juan March se negó porque temía que eso le costara la vida. Al final, esto quedó en nada, pero Franco se enteró de la reunión.
March volvió a Portugal, porque le llegó el soplo de que Franco había expresado que quería matarlo, y al terminar la Segunda Guerra Mundial fijó su residencia en Ginebra, Suiza, aunque siguió visitando España muy frecuentemente. En 1946, viendo que el régimen de Franco estaba para quedarse y que las victoriosas potencias aliadas no se estaban moviendo para cambiarlo, Juan March comunicó que no iba a dar más dinero a la oposición monárquica encabezada por Juan de Borbón.
Juan March no mantuvo una relación estrecha con Franco al finalizar la guerra civil. Bartolomé March, hijo del banquero, visitaba asiduamente el palacio de El Prado e implicaba en los negocios familiares al entorno del dictador. Por tanto, se puede describir la relación entre Franco y March como un matrimonio de conveniencia. No había amor ni confianza mutua, sino intereses comunes. Y si tienes un interés común en la historia de España, no olvides de estar suscrito al canal, dale a me gusta, y si eres muy fan hazte mecenas.
Barcelona Traction, uno de los mayores robos de la historia. Así nació FECSA
Pese a que tuvieron roces importantes, Francisco Franco supo recompensar bien a Juan March por su apoyo. El mallorquín se aprovechó de la coyuntura de la Segunda Guerra Mundial para tomar medidas hostiles contra empresas extranjeras en suelo español y comprarlas a precio de saldo. Así lo hizo con la filial mallorquina de General Electric, que a base de hostigamiento los propietarios vendieron a March en 1942.
Pero el mayor regalo de la dictadura franquista a Juan March fue la Barcelona Traction. Estamos hablando de la compañía eléctrica de Cataluña, conocida popularmente como La Canadiense, que por activos era la tercera empresa más grande de España y producía el 20% de la electricidad del país. Era un holding con un entramado empresarial muy complejo y opaco, constituido con capital extranjero que se aprovechaba de esta estructura para no pagar sus impuestos en España.
Su accionista principal y dirigente era Dannie Heineman, un judío de nacionalidad estadounidense y belga que no pudo ejercer un control efectivo sobre la compañía desde la guerra civil, primero por haber sido colectivizada y después porque Franco prohibió la compra de divisas a sociedades extranjeras. El ministerio de Industria no permitía subir precios en las tarifas, ni tampoco llevar a cabo nuevas inversiones. Entre esto y que la compañía cobraba en pesetas que no paraban de devaluarse y debía pagar a los acreedores en libras esterlinas, el negocio estaba en una situación complicada.
Desde 1945 March fue comprando obligaciones de la Barcelona Traction hasta convertirse en su mayor acreedor. Tras la constitución de la ONU y la exclusión de España de este organismo internacional, existía un clima muy contrario a las empresas extranjeras del que March se aprovechó, presentándose como un patriota español dispuesto a poner su fortuna contra las oligarquías financieras internacionales de las que él mismo pertenecía. Por ideología y como recompensa por su contribución en la guerra, a Franco ya le interesaba que una gran empresa pasase a estar en manos de un capitalista español.
El 12 de febrero de 1948 un juez de la localidad tarraconense de Reus declaró en quiebra La Canadiense, después de que hombres de March presentasen una demanda para reclamar el pago de las obligaciones. Con eso, los intereses de los acreedores pasaban a ponerse por delante de los accionistas, y el mayor acreedor era March. Que el mallorquín untó al juez para que fallara a su favor con una medida tan desproporcionada ni cotiza, porque muchas otras empresas no eran declaradas en quiebra por simple falta de disponibilidad de divisas.
Además, a los pocos días de la sentencia, sin que los accionistas y directivos de la Barcelona Traction pudieran reaccionar porque no les notificaron a tiempo, un hombre presentó un recurso de apelación. Este era un secuaz de March, que hizo este movimiento para evitar que los propietarios de la Barcelona Traction pudieran presentar su propio recurso. Inmediatamente hombres de March tomaron el control de la Barcelona Traction, y hubo negociaciones en vano con Heineman y protestas de los gobiernos de Bélgica, Reino Unido, Canadá y Estados Unidos, aunque finalmente los británicos actuaron a favor de su antiguo aliado.
En enero de 1952 se procedió a la subasta pública de la compañía. Solo pujó Fuerzas Eléctricas de Cataluña, conocida por sus siglas FECSA, una empresa creada por Juan March expresamente para la ocasión y que contaba también con la participación de diversos bancos, como el Santander y Pastor. El precio de compra de las acciones fue de 10 millones de pesetas, cuando su valoración estimada estaba entre los 1.000 y 3.000 millones de pesetas. Un robo en toda regla revestido de legalidad.
Esta es solo una de las muchísimas pruebas que demuestran que la dictadura franquista fue una cleptocracia, un gobierno donde primaba el enriquecimiento personal de algunos cercanos al régimen. El magnate judío podría haber presentado una oferta por el mismo valor o superior para evitar la venta. Se recurrió en vano la sentencia y los accionistas presentaron distintas demandas en juzgados de España. Pero en la España de Franco no había independencia judicial, y nadie podía ir contra el gobierno y contra March.
El gobierno estadounidense, cuando se negoció normalizar relaciones diplomáticas con la España franquista, presionó sobre esta cuestión y advirtió de las consecuencias negativas en la imagen de España entre inversores internacionales, pero Franco dijo que era una cuestión privada y que no podía hacer nada. Al final, Estados Unidos proporcionó un crédito de cien millones de dólares a España, y así empezó su proceso de reapertura, sin que afectase negativamente el caso Barcelona Traction a la atracción de inversiones extranjeras. El caso terminó en el tribunal internacional de La Haya con una resolución favorable para los March en 1970, cuando ya Juan March y Dannie Heineman habían muerto.
Fundación Juan March, o cómo lavar la imagen de un capitalista corruptor con las manos manchadas de sangre
En los años 50, ya en su vejez, Juan March quiso crearse la imagen de benefactor. En consonancia con ser el más rico de España, era el que más aportaba en campañas benéficas organizadas por la dictadura, como contra la tuberculosis o para viudas y huérfanos de familias de militares. Con su dinero manchado de sangre y corrupción, March, sobre todo a través de su esposa, financió algunas obras caritativas y religiosas, como la construcción del colegio de los franciscanos en Palma.
Sin embargo, su mayor acción en este sentido filántropo fue en 1955. El capitalista mallorquín copió el modo de hacer de los ricos anglosajones y creó la Fundación Juan March para que su nombre se recordara por generaciones, para lavar su imagen y para pagar menos impuestos. La Fundación Juan March promueve la formación con becas e intercambios de estudiantes e investigadores, la elevación y difusión de la cultura, así como la investigación científica. La constituyó con 300 millones de pesetas y 1.200.000 dólares, siendo la fundación con más recursos de Europa y equiparable a las grandes fundaciones estadounidenses. En los años siguientes los March fueron ampliando su capital hasta los 1.000 millones de pesetas.
La decisión de formar la fundación vino por sugerencia del catalanista Joan Mascaró, nacido también en Santa Margalida y que fue trabajador de March, pero que, al acompañar al hijo de este a estudiar en el extranjero, se licenció en lenguas y se convirtió en uno de los mayores especialistas en sánscrito. Este le envió una carta en 1951 sugiriéndole imitar el ejemplo de otros millonarios en obras sociales o culturales para que su nombre se perpetuase en la historia. Juan March quería morir sabiendo que la gente le lloraría y honraría, y hay que decir que lo consiguió. A su muerte fue recordado por su fundación y hoy en día mucha gente ni siquiera sabe quién fue realmente Juan March.
Muerte de Juan March Ordinas
Hablando de su muerte, el 25 de febrero de 1962, su chófer conducía un Cadillac para llevar a March a una reunión por Madrid, pero un vehículo circulaba en dirección contraria y chocó violentamente con el coche del hombre más rico de España. El millonario de 81 años se llevó la peor parte y sufrió numerosas fracturas y un shock traumático, aunque permaneció consciente. El prestigioso médico catalán Josep Trueta se desplazó expresamente desde Londres para examinarlo, y también se desplazó desde Barcelona el doctor Puigvert, pero era difícil que sobreviviera con 81 años y varios traumatismos.
Modificó el testamento para elevar hasta los 2.000 millones de pesetas el capital de la Fundación Juan March. Mostró algunos signos de mejoría, pero nadie se atrevía a hacer un pronóstico optimista. Su amante Matilde Reig, familiares, y ministros de Franco lo visitaron, y un padre lo confesó y administró los sacramentos el 4 de marzo. Juan March nunca fue religioso, pero debió pensar que más valía ser pragmático y asegurarse una plaza en el cielo por si existía. En sus últimos días las mejorías desaparecieron y entró en un estado delirante.
Finalmente, el 10 de marzo de 1962 falleció Juan March Ordinas. Se oficiaron misas en Madrid y Palma de Mallorca en las que asistieron todas las grandes personalidades del momento. La Banca March y FECSA suspendieron sus actividades, y los barcos de la Transmediterránea ondearon las banderas a media asta. Fue enterrado en el panteón familiar en Palma de Mallorca, junto a su esposa que ya había muerto unos años antes. La noticia de su muerte llegó a ocupar primeras páginas en diarios de todo el mundo, que tildaban a March del hombre más misterioso del mundo y el Rockefeller español. Un becario envió esta carta: “No conocí a don Juan. Pero difícilmente olvidaré su nombre. Sin su ayuda nunca habría pisado la Universidad. Le ruego acepte esta pequeña nota de condolencia.”
Así fue Juan March, en pocas palabras
¿Quién fue, por tanto, Juan March Ordinas? Después de haber estudiado su biografía, describiría al mallorquín como un capitalista que no tuvo ningún escrúpulo para conseguir sus objetivos. Siempre que podía buscaba la colaboración voluntaria de otros o inducirlos a ello mediante sobornos, se valió de la corrupción empresarial y política para hacerse el hombre más rico de España, pero aquellos que no se sometían a su voluntad se aseguraba que lo pagasen caro. No tenía ninguna moral más que el dinero.
March era un hombre que tenía como objetivo y obsesión hacerse siempre más y más rico e influyente, no llegó un momento en que dijo, vale, estoy feliz con la riqueza que he acumulado y ahora voy a disfrutar. Azaña lo describía en 1932 como un hombre intrépido, inteligente, y lleno de rabia. Juan March no era el típico mafioso italiano que actuaba de patriarca de un clan familiar extenso. Era un hombre solitario, con muchos lacayos a sueldo, y que sabía hacerse imprescindible y moverse en la política para que sus negocios triunfasen. Se rodeaba de un equipo de técnicos competentes que le fuesen fieles. Era un mafioso a la española.
Era un hombre muy individualista y egocéntrico que solo velaba por sus propios intereses. Por eso tampoco tuvo inconveniente en proporcionar suministros a dos bandos en guerra, porque lo importante era ganar dinero. Cuando le convenía, se presentaba al público como alguien preocupado por el patriotismo, la religión, o como un mecenas de artes y ciencias, pero eso no eran más que maneras de justificar sus acciones y lavar su imagen. Juan March Ordinas fue sin duda uno de los hombres más listos, ambiciosos, amorales y más importantes de la España del siglo XX.
Juan March y la legitimidad de las herencias
El testamento de Juan March declaraba heredero único a su hijo mayor Juan March Servera. Este se quedó en pleno dominio con el 60% de los bienes, y el usufructo del 40% restante para dos nietos del patriarca familiar. En cambio, excluyó de la herencia y solo dejó la legítima que le correspondía a su hijo menor Bartolomé.
Juan apenas se relacionó con este hijo, que las malas lenguas decían que ni era hijo suyo, y en cambio fue el mimado de su madre Eleonor y recibió todos sus bienes en herencia. Bartolomé era un mecenas y coleccionista, un vividor alejado del espíritu capitalista de su padre. Quizás por eso Juan March lo repudiaba y no quiso fragmentar el patrimonio familiar.
Pero esto no es lo importante. Lo importante es preguntarse qué legitimidad tiene la herencia de Juan March y que hoy los March sigan siendo una de las familias más ricas de España. La memoria histórica sobre la Segunda República, guerra civil y dictadura franquista sigue siendo un campo de batalla ideológico muy importante porque los beneficiarios del franquismo saben que el reconocimiento de la ilegitimidad del franquismo y de todas sus acciones criminales es solo un primer paso que luego puede derivar en la exigencia de políticas de reparación económica y devolución del patrimonio robado, como se hizo en Alemania a las víctimas del nazismo.
En el caso de los March, no es solo que se lucrasen en la dictadura franquista, sino que sus chanchullos ya venían de antes. Hemos visto a lo largo de la serie de episodios sobre Juan March que la riqueza de los March se formó a base de la corrupción, el contrabando, el tráfico de armas, la especulación inmobiliaria, las actividades bancarias, los monopolios ilegales, la exportación de alimentos mientras se provocaba hambre en España, los asesinatos y la financiación de los golpistas en la guerra civil, aparte de por supuesto las relaciones laborales propias del capitalismo.
Desde mi posicionamiento anarquista, la propiedad privada es en sí misma ilegítima, porque se basa en desigualdades y las reproduce, en términos tanto de poder como de riqueza material. No es aceptable que la riqueza, que es el resultado de esfuerzos colectivos acumulados durante siglos, sea monopolizada por unos pocos y que estos vivan del trabajo de otros. Pero incluso si no cuestionas la legitimidad de la propiedad privada y con ella las herencias, creo que si tienes un mínimo de moralidad verás que no puede justificarse la concentración y perpetuación de la riqueza en una familia que cometió tantas actividades ilegales y muchas de ellas en contra de la mayoría de españoles.
El sistema de leyes y gobiernos protege a los grandes ladrones como Juan March, mientras que cae todo el peso de la ley sobre los que cometen pequeños hurtos. ¿Cómo se puede defender esta injusticia? ¿Cómo alguien puede decir sin que se le caiga la cara de vergüenza que no, que Juan March fue un gran empresario y que su familia está donde está gracias a que era un genio y trabajó más que nadie, y que si eres pobre será porque eres un vago? ¿Cómo alguien aún puede caer en el discurso meritocrático del capitalismo?
Es indecente que no se aplicase la Ley de Memoria Democrática a la Fundación Juan March, que lleva el nombre del principal, y más indispensable, financiador del golpe y de los sublevados en la guerra civil. Pero claro, es más fácil atacar a las élites políticas y militares que ya no están en el poder que a las élites económicas beneficiarias del franquismo, que siguen perpetuándose hoy en día.
La abolición del capitalismo y propiedad privada creo que es la forma más simple de hacer tabula rasa, porque además pueden haberse cometido todo clase de atropellos en la formación de la riqueza familiar de cada uno de nosotros, pero ahora te pregunto a ti qué opinas sobre el debate de la legitimidad de la herencia de Juan March y blanqueamiento de su figura a través de su fundación, y sobre el debate de las herencias en general. Espero tus reflexiones en los comentarios.
Outro
En cualquier caso, espero que si te has visto la serie completa sobre Juan March Ordinas hayas aprendido mucho sobre este personaje tan importante de la historia de España y del que se habla poco para no enfadar a los March, y espero que te lleve a reflexiones más profundas sobre el sistema en que vivimos que recompensa a tipos sin escrúpulos como Juan March. Si es así, por favor dale a me gusta y compártelo para ayudar en su difusión, y suscríbete al programa si eres nuevo.
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Hacer esta serie ha sido gratificante por todo lo aprendido, pero también me ha recordado por qué ya no hacía series, por el compromiso de dedicación y tiempo que suponen. Lo próximo de Memorias Hispánicas quizás serán ya entrevistas a historiadores, que tengo muchas ganas de hacer, así que permanece atento por ello y mantén las notificaciones activadas o sigue el Discord o canal de WhatsApp. ¡Gracias por escucharme y hasta la próxima!
Fuentes
Cabrera Calvo-Sotelo, Mercedes. Juan March (1880-1962). Marcial Pons Historia, 2013.
Ferrer Guasp, Pere. Juan March: El hombre más misterioso del mundo. B DE BOLSILLO, 2022.
Sánchez Soler, Mariano. Los ricos de Franco: Grandes magnates de la dictadura, altos financieros de la democracia. Roca Editorial, 2020.
Sesma, Nicolás. Ni una, ni grande, ni libre. La dictadura franquista. Crítica, 2024.
Viñas, Ángel. Sobornos: De cómo Churchill y March compraron a los generales de Franco. Editorial Crítica, 2016.
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