La historia de Palestina en el último siglo es una historia de lucha. Mientras Israel intenta borrar del mapa Palestina y eliminar la memoria y la misma existencia del pueblo palestino, hay una historia de palestinos que casi nadie recuerda. Estoy hablando de los comunistas árabes palestinos que vinieron a España a luchar contra el fascismo. Soy David Cot, presentador de Memorias Hispánicas, y hoy te explicaré la historia de tres palestinos que tuvieron un papel en la guerra civil española y ahondaré en las causas de por qué sufrieron rechazo y olvido tanto en Palestina como en la España republicana.

Árabes en las Brigadas Internacionales

Las Brigadas Internacionales, formadas por voluntarios extranjeros para luchar a favor de la República, no sobrepasaron los 40.000 combatientes. De estos, Abdul Latif Ben Salem estimó que unos 800 procedían de países árabes, mientras que Andreu Castells los cifraba en 716, casi 500 de estos de Argelia y unos 200 de Marruecos. Tales voluntarios no fueron organizados en su propio batallón, lo que podría deberse a una decisión deliberada por la desconfianza de los republicanos respecto a la lealtad de los norteafricanos, tema que exploraré más adelante.

Soldados británicos expulsado árabes de Jerusalén que participaron en la revuelta en 1938
Soldados británicos expulsando árabes de Jerusalén en 1938 que participaron en la revuelta de 1936-1939

La participación de combatientes de otros países árabes fue mucho más marginal. Hubo al menos tres tunecinos, dos iraquíes, tres egipcios, once sirios, un libanés y cuatro árabes de Arabia Saudí. De personas provenientes de Palestina hubo entre 125 y 160, pero la inmensa mayoría de estas eran judíos askenazis, no árabes palestinos, porque la inmensa mayoría de miembros del Partido Comunista de Palestina eran judíos. De combatientes árabes palestinos se han contado dos, y aparte vino un palestino que no participó como combatiente, sino como propagandista. El doctor militar Jorge Jarufe a veces ha sido contado como palestino, pero en realidad era de Perú de padres palestinos que habían emigrado en el siglo XIX.

Sobre Palestina, hay que recordar que estuvo gobernada por el Imperio otomano, hasta que los británicos la conquistaron y, amparados en la Sociedad de Naciones, establecieron el Mandato británico de Palestina. En 1917 el gobierno británico hizo pública la Declaración Balfour, apoyando las pretensiones de judíos sionistas para establecer a judíos en Palestina. Fue el primer paso que más tarde llevaría a la creación del Estado de Israel. Para 1936, un tercio de la población de Palestina era judía, principalmente proveniente de países del centro y este de Europa. Tales tensiones provocaron la revuelta árabe de 1936-1939, que coincidió con la guerra civil española y limitó así la cantidad de combatientes dispuestos a venir desde Palestina.

Dos combatientes árabes palestinos en España

Ali Abd al-Khalek y Fawzi Sabri Nabulsi son los únicos árabes palestinos de los que sabemos sin atisbo de duda que se unieron a las Brigadas Internacionales. Estos dos palestinos formaban parte de la Compañía Judía Naftali Botwin del batallón José Palafox, una compañía formada principalmente por judíos que hablaban yidis. Lo que se conoce sobre al-Khalek y Nabulsi proviene principalmente de memorias de compañeros judíos y de prensa hebrea. Fawzi Sabri Nabulsi es descrito como un árabe de piel clara y un hombre pelirrojo de baja estatura.

Voluntarios judíos de la Compañía Naftali Botwin en Extremadura, febrero de 1938. Quizás al-Khalek aparece en ella poco antes de su muerte
Voluntarios judíos de la Compañía Naftali Botwin en Extremadura, febrero de 1938. Quizás al-Khalek aparece en ella poco antes de su muerte

Ali Abd al-Khalek trabajaba en Jerusalén de panadero en un establecimiento de propietarios judíos, y por eso entró en contacto con socialistas y aprendió yidis. Después de ingresar en el Partido Comunista de Palestina en 1927, fue enviado a Moscú y formó parte del comité central del partido palestino. Camaradas judíos lo describieron en sus memorias como un orador persuasivo, un militante inteligente y capaz, que luchó contra el Mandato británico y contra el nacionalismo árabe y judío. Un hombre que luchaba por la amistad entre árabes y judíos de Palestina.

Al-Khalek pasó varios años en la prisión de Acre por esparcir propaganda comunista, y durante mucho tiempo estuvo en huelga de hambre y prefirió estar desnudo antes que llevar el mono de los presos. La policía británica aprovechó la revuelta árabe contra los británicos y sionistas para arrestar a unos 200 miembros del Partido Comunista de Palestina. Es posible que en este contexto al-Khalek y Nabulsi fueran arrestados y deportados, y así decidieron ir a España a luchar contra el fascismo.

Al-Khalek y Nabulsi entraron en España a través de la frontera francesa el 17 de octubre de 1936, junto a numerosos voluntarios judíos palestinos. El israelí de origen polaco Michal Bron los describió así: “Fawzi era joven, vivaz y lleno de vida, mientras que el camarada Ali era un hombre alto, de mediana edad, con una profunda conciencia política propia de un líder comunista. […] La personalidad radiante de Ali, su rostro sonriente y su voz agradable atraían a muchos a su alrededor mientras solía cantar canciones árabes, yidis y rusas.” Nabulsi empleaba una ametralladora, y fue herido en la batalla de Lérida en marzo de 1938.

Fue trasladado a París para su recuperación y terminó en el campo de refugiados francés de Gurs, que albergó a muchos brigadistas al terminar la guerra. El sionista israelí Yeshayahu Sakli acusó a Nabulsi en un artículo de 1986 de ser un hombre solitario que sacó un cuchillo e intentó apuñalar a un sionista al discutir sobre la situación de Palestina. Decía que se había hecho amigo suyo por haber compartido habitación de hospital durante un mes, pero que tras morir descubrió que Fawzi Sabri Nabulsi era un terrorista fundamentalista que mató a muchos judíos entre 1936 y 1938.

Por eso tituló su artículo ‘Mi amigo el terrorista’. Pero Amos Levin, camarada judío de Nabulsi en la Compañía Naftali Botwin, acusó a Sakli de mentir. Decía que Nabulsi no fue ningún terrorista, sino un luchador antifascista que luchó del lado de la República y luego de la resistencia francesa contra la ocupación alemana. Habría muerto en 1948 por padecer tuberculosis. Esta información venía confirmada por la pareja de Nabulsi, la judía Sarah Schnitzer, que dio a luz a la única hija del palestino en 1941.

Lápida funeraria de Ali Abd al-Khalek en el cementerio de Albacete, pagada por Hussein Yassin
Lápida funeraria de Ali Abd al-Khalek en el cementerio de Albacete, pagada por Hussein Yassin

En cuanto a Ali Abd al-Khalek, el 16 de febrero de 1938 su compañía se encontraba en las montañas de Sierra Quemada, en Extremadura, cuando de repente los atacaron los sublevados. Al-Khalek fue de los primeros en atacar a los fascistas, pero lo hirieron. El palestino fue trasladado a un hospital de Albacete, pero murió dos días después en presencia de una enfermera voluntaria judía. El periodista y novelista palestino Hussein Yassin, al conocer la historia de al-Khalek, aprovechó su jubilación en 2012 para localizar el lugar de enterramiento del combatiente palestino.

Viajó a Albacete y, tras numerosos intentos, obtuvo la documentación que revelaba dónde estaban sus restos. Su tumba estaba abandonada y sin marcar, así que Yassin pagó de su propio bolsillo la construcción de una lápida funeraria dedicada a al-Khalek con la inscripción en árabe que decía “Ali, la historia de un hombre honesto” y en español se lee “en memoria de un brigada palestino.” Hussein Yassin luego escribió una novela histórica basada en la vida de al-Khalek, que fue también traducida en español.

Muhammad Najati Sidqi, un comunista palestino en la guerra de España

Dejando a los dos luchadores palestinos, el otro palestino que sabemos que vino a España fue Muhammad Najati Sidqi. De él tenemos bastante información porque escribió unas memorias. Nacido en Jerusalén de un padre turco y una madre palestina, Najati Sidqi empezó a trabajar en los años 20 en la compañía de correos y telégrafos de Palestina, y allí entró en contacto con judíos socialistas. Entre 1924 y 1929 estudió en la Universidad Comunista para los Trabajadores de Oriente, dedicada a formar cuadros comunistas para Asia Central y los países árabes.

Muhammad Najati Sidqi en los años 30
Muhammad Najati Sidqi en los años 30

Regresó a Palestina cuando se estaban produciendo disturbios en Jerusalén que dejaron a más de 200 muertos entre árabes y judíos. Tras eso, el Partido Comunista de Palestina dejó de estar tan dominado por los judíos y Najati Sidqi entró en el comité central del partido, igual que lo hizo al-Khalek, como vimos antes. Tras un viaje a Moscú, Muhammad fue arrestado por las autoridades coloniales británicas y pasó dos años en prisión. Después estuvo involucrado en Francia en la publicación de una revista árabe comunista para fomentar movimientos independentistas en los países de cultura árabe.

Sidqi se encontraba visitando Moscú cuando estalló la guerra civil española. Uno de los principales dirigentes de la Internacional Comunista propuso enviar al palestino a ayudar al Partido Comunista de España para fomentar la deserción de tropas marroquíes del bando enemigo y provocar una sublevación independentista en Marruecos que abriera un nuevo frente para los sediciosos y los llevara a su derrota. A sus 31 años y con un pasaporte falso, Najati Sidqi fue a París en agosto de 1936 y de allí, con la ayuda de militantes comunistas franceses, cruzó la frontera por Portbou.

Muhammad Najati Sidqi no vino como combatiente, pero estaba entusiasmado y convencido de la importancia de su misión propagandística que, de tener éxito, podría cambiar el curso de la guerra. Su breve estancia en la Barcelona revolucionaria no hizo más que contagiarle esa energía positiva, pero también allí se enfrentó a los prejuicios que serían responsables del fracaso de su misión. Describía así lo que vivió en Barcelona: “De repente, me encontré con un grupo de milicianos. Su jefe, creyéndome español, se acercó a mí y hablándome en español, me dijo:

—¿Por qué no te unes a nosotros?

Sonriendo, le respondí en francés con todo el entusiasmo de la juventud:

—Soy un voluntario árabe y he venido para defender a Damasco en Guadalajara, a Jerusalén en Córdoba, a Bagdad en Toledo, a El Cairo en Cádiz y a Tetuán en Burgos.

En su rostro aparecieron señales de asombro y de alegría, y, en un mal francés, me dijo: -¿De verdad eres árabe? ¿Eres moro? Eso es imposible. Los marroquíes están con los fascistas asesinos, atacan nuestras ciudades, saquean nuestras casas y fuerzan a nuestras mujeres -.

[…] No soy el único árabe aquí. En las Brigadas Internacionales hay árabes ya, y otros están en camino.”

En Madrid se reunió con dirigentes comunistas como José Díaz, Dolores Ibárruri, y Vicente Uribe, y rápidamente se puso a trabajar. Desde septiembre, usando el nombre de Mustafá ibnu Jala por sonar marroquí, escribía artículos en Mundo Obrero y otras publicaciones, que luego eran difundidos al ser leídos con altavoz en el frente. Su principal actividad era la de hacer transmisiones de radio, escribir octavillas en árabe que luego eran arrojadas desde aviones, y arengar a los marroquíes desde las trincheras con un megáfono, todo para animarlos a desertar. También participaba en interrogatorios de prisioneros marroquíes.

Artículo de Najati Sidqi hablando de la formación de un batallón marroquí. Mundo obrero, 6 de octubre de 1936
Artículo de Najati Sidqi hablando de la formación de un batallón marroquí. Mundo obrero, 6 de octubre de 1936

Cuando el 25 de septiembre se encontraba en el frente de Córdoba junto a brigadistas internacionales, al ver a soldados marroquíes preparándose para el combate, Najati Sidqi cogió el megáfono y les dijo: “¡Escuchad, hermanos! Soy árabe como vosotros. He venido de un país árabe lejano y os aconsejo que desertéis de las filas de vuestros generales que os maltratan en vuestro propio país. Os vamos a recibir bien, pagaremos a cada uno su jornal, y al que no quiera combatir, le conduciremos de vuelta junto a los suyos, a su tierra y a su trabajo. ¡Viva el Frente Popular! ¡Viva la República! ¡Viva el presidente Azaña! ¡Viva Marruecos!”

Cuando sus palabras fueron traducidas al comandante español, este ordenó disparar y, si no fuera porque un republicano tiró de él, habrían matado al palestino. No sabemos si alguna de las arengas y octavillas del árabe palestino tuvieron éxito en conseguir deserciones, pero en todo caso muy pocos marroquíes se pasaron a las filas republicanas durante la guerra. Los motivos del fracaso de la misión de Najati Sidqi estaban fuera de su control.

El fracaso de la misión de Najati Sidqi

Y es que rápidamente el comunista palestino se percató del racismo desatado contra los marroquíes en la zona republicana. La prensa republicana presentaba a los marroquíes como invasores y bárbaros sanguinarios, frecuentemente representados con el blackface, y les atribuía los peores crímenes de guerra para proyectar el odio hacia todo el bando sublevado a través de los moros. La alta probabilidad de ejecución de soldados marroquíes capturados, sobre todo al inicio de la guerra, demostraba lo mucho que había calado la propaganda maurófoba, sumándose al discurso antimoro que ya venía de muy atrás.

Sátira homófoba y racista de Franco del brazo con un moro-negro. La Traca, 14 de abril de 1937
Sátira homófoba y racista de Franco del brazo con un moro-negro. La Traca, 14 de abril de 1937

Este trato también se debía a que, según denunciaban algunos soldados, había marroquíes que falsamente hacían como que se rendían y que querían cambiar de bando diciendo ser rojos, solo para atacar cuando se acercaba un republicano. Por su parte, los marroquíes sabían que era probable que fueran ejecutados si eran capturados, y eso hacía que mostrasen poca clemencia y que pocos desertasen o se rindieran. Era un proceso que retroalimentaba el odio y la desconfianza y hacía imposible tender puentes, como deseaba hacer Najati Sidqi. Su conciencia no le permitía hacer falsas promesas de repatriación y buen trato a marroquíes del bando sublevado sin tener garantías para cumplir con su palabra.

El 3 de octubre Najati Sidqi fundó la Agrupación Antifascista Hispano-Marroquí, junto a algunos marroquíes y españoles anticolonialistas, con el objetivo de incitar las deserciones de marroquíes y de convencer a los republicanos de que los moros solo se habían unido a los sublevados por engaños, coacciones, y la pobreza causada por el colonialismo español. A través de tal organización, Sidqi intentó organizar un batallón compuesto por marroquíes desertores y prisioneros de guerra. Sin embargo, el gobierno del Frente Popular y miembros del Partido Comunista de España no apoyaron su proyecto. Escribió esto en sus memorias:

“Yo realizaba este trabajo completamente convencido de su interés, pero cuando la noticia llegó a los periódicos, los camaradas españoles me lo reprocharon diciéndome que recelaban de la existencia de una asociación de ese género. […] Recuerdo que los camaradas españoles mantenían cara a los marroquíes y a la cuestión marroquí una postura más teórica que práctica. Notaba en ellos, y especialmente en Vicente Uribe, una absoluta falta de confianza hacia cualquier marroquí. Más de una vez les hice reparar en las ejecuciones de soldados marroquíes prisioneros, y yo sentía en el fondo del corazón que mi misión estaba fracasando.”

El 31 de octubre Sidqi firmó un artículo en Mundo Obrero en el que denunciaba que el Tribunal Popular condenó a cadena perpetua a tres marroquíes del ejército regular por prestar su ayuda a la rebelión fascista, mientras que a un español lo absolvieron por supuestamente haber dado su apoyo de forma inconsciente. Está claro que ahí hubo un trato discriminatorio hacia los marroquíes. Najati Sidqi afirmaba que la mayoría de marroquíes del bando traidor participaban por la fuerza y el engaño, y escribió:

“Nosotros hemos dicho muchas veces, y lo sostenemos, que es posible salvar a los soldados marroquíes de las garras de los fascistas rebeldes, si nuestro gobierno de la República diera órdenes para que se cambiase el trato hacia los moros prisioneros y desertores, es decir, tratarlos, por lo menos, lo mismo que a los soldados españoles engañados por los fascistas y pasados a las filas de las Milicias de la República. Si los soldados marroquíes vieran que el gobierno republicano respetaba las vidas de los soldados marroquíes hermanos suyos prisioneros y desertores que se encuentran en nuestras filas, no tardarían ni un momento en venir a nuestro lado.” Este artículo debió disgustar a bastantes dirigentes del Madrid republicano.

El 4 de noviembre del 36, después de un bombardeo fascista sobre Getafe y la Ciudad Universitaria de Madrid, se produjo un incidente que empeoró las relaciones entre el árabe y los dirigentes comunistas españoles. “Durante la aproximación de los marroquíes a Madrid, el Comité Central se dispuso a celebrar una reunión de urgencia. Casualmente me encontraba entre ellos, y los camaradas consideraron que mi presencia allí sería algo inoportuna, así que me pidieron con franqueza que abandonara la habitación, ya que no era miembro del Comité. Vicente Uribe hizo un guiño al ordenanza Ortega y éste, tomándome del brazo amablemente, me condujo fuera de la sala. Luego me dijo: «Camarada Mustafá, tu grupo ha llegado a las puertas de Madrid»” No lo veían como un compañero.

Sátira anticlerical de un moro representado como negro y una monja. La Traca, 2 de diciembre de 1936
Sátira anticlerical de un moro representado como negro y una monja. La Traca, 2 de diciembre de 1936

Por parte de sus supuestos camaradas españoles, Muhammad Najati Sidqi fue tratado con desconfianza y desdén por el hecho de ser árabe. La moral optimista con la que vino este palestino a España la perdió rápidamente y lo que vivió puso en cuestionamiento sus convicciones internacionalistas. Las desconfianzas, el racismo antiárabe, y la falta de sensibilidad y apoyo de socialistas y comunistas españoles a la independencia de Marruecos llevó a Sidqi a abandonar España en diciembre. La historia de Sidqi es una historia trágica.

Pese al trato que recibió, quería seguir ayudando, y se propuso establecer una emisora de radio secreta en Argelia para animar a los marroquíes a evitar el reclutamiento, pero no pudo llevar a cabo esta misión. Pasó unos meses en París, hasta que desde Moscú se encargaron de repatriarlo al Líbano. Unos años más tarde sería expulsado del Partido Comunista de Palestina, por haberse rehusado a volver a España y por su postura firmemente proindependentista del mundo árabe que chocaba con la mentalidad colonial de algunos comunistas españoles y franceses, pero tuvo una buena carrera de escritor, traductor de libros y locutor de radio, hasta que falleció en Atenas en 1979.

Los árabes palestinos, entre dos fuegos

Esta es la historia de los tres árabes palestinos que vinieron a España y participaron en la guerra civil apoyando a la República, unos con las armas y otros con la pluma. Pero ¿por qué fueron rechazados en su tiempo tanto en España como en Palestina y olvidados por la historiografía y la memoria colectiva? Los pocos árabes palestinos o en general los árabes de las Brigadas Internacionales se enfrentaron a una doble marginación. Por un lado, por el racismo y la desconfianza que sufrieron por parte de republicanos y comunistas españoles al englobarlos en la categoría de moros.

Por otro lado, eran rechazados por la mayoría social de sus países de origen, en especial por conservadores musulmanes y nacionalistas, por su rechazo del ateísmo, el comunismo, el internacionalismo, o las ideas progresistas respecto a la igualdad entre hombre y mujer. Es decir, los palestinos y árabes en general no eran aceptados ni de donde vinieron ni adonde fueron a combatir el fascismo. En el Mandato británico de Palestina, las ideas universalistas de los comunistas y la solidaridad y hermandad entre árabes y judíos eran vistos como actos de traición tanto por sionistas como por nacionalistas árabes.

Es más, tanto Najati Sidqi como Nabulsi mantuvieron relaciones amorosas con comunistas judías, y eso también los convertía en heterodoxos fuera de la normalidad de las tensas relaciones entre árabes y judíos. Había árabes antifascistas como Najati Sidqi que pensaban que la caída de los regímenes fascistas favorecería la liberación de los pueblos árabes. Pero ese no era el pensamiento mayoritario en el mundo árabe.

La corriente predominante era la profascista, por eso de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo, ya que hay que recordar que los países árabes estaban sometidos al dominio colonial de Reino Unido y Francia, que presumían de ser países democráticos. Los musulmanes eran muy hostiles hacia el comunismo y la Unión Soviética por su ateísmo y destrucción del orden social tradicional y patriarcal. La prensa y opinión pública árabe palestina se identificaba con los sublevados, mientras que los republicanos eran tildados de herejes comunistas.

Además, y como también hacía a veces la propaganda franquista, el sentimiento antijudío se canalizaba culpando a los judíos del bolchevismo y de fomentar una guerra en España. Por eso en su país los árabes palestinos se convertían en doblemente pecadores y traidores, al luchar al servicio de los infieles de la Internacional Comunista soviética y al lado de voluntarios sionistas, franceses y británicos, los colonizadores enemigos de los árabes. Por no hablar de que abandonaron Palestina para luchar en un país extranjero, cuando en esos momentos los árabes palestinos estaban luchando contra el imperialismo británico y el sionismo.

A diferencia de veteranos de las potencias aliadas de la Segunda Guerra Mundial, que fueron reconocidos como héroes de guerra en su país y fuera de sus fronteras, los brigadistas internacionales fueron celebrados solo en países comunistas y tardaron mucho más en recibir reconocimiento en los países occidentales. Los judíos comunistas de la guerra civil española empezaron a ser incorporados en la narrativa histórica sionista a partir de los años 70, para enlazar la lucha contra el fascismo en España con la resistencia contra los nazis.

En cambio, en la narrativa nacional palestina, la participación de árabes palestinos en la guerra civil española al lado de judíos no tiene cabida. Una historia de colaboración no tiene utilidad para su liberación nacional cuando son desplazados y exterminados por los judíos sionistas. Y en España, la historia de los árabes que lucharon por la República se deja en un cajón para no sacar a relucir un pasado profundamente racista contra los marroquíes, que casa muy mal con las ideas anticolonialistas e internacionalistas de la izquierda. La recuperación de la memoria de Najati Sidqi, al-Kahlek y Nabulsi nos recuerda que un camino de hermandad universalista es posible, por mucho que resurjan trágicamente los discursos nacionalistas y que muy particularmente en Palestina se haya visto lo peor de la humanidad.

Outro

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Fuentes

Al Tuma, Ali. Guns, Culture and Moors: Racial Perceptions, Cultural Impact and the Moroccan Participation in the Spanish Civil War (1936-1939). Routledge, 2018.

Alcolea Escribano, Josefa. «¿Moro invasor o hermano revolucionario.? Las imágenes de los marroquíes durante la guerra civil en el diario cenetista de Valencia Fragua Social » Cahiers de civilisation espagnole contemporaine Especial 1 (2012).

Ben Salem, Abdelatif. «Nayati Sidqi, un internacional palestino en el Madrid de la guerra.» De Mayrit a Madrid: Madrid y los árabes, del siglo IX al siglo XXI, editado por Daniel Gil-Benumeya Flores, Casa Árabe, 2011, pág. 136-145.

Bofarull, Salvador. “Brigadistas árabes en la Guerra de España.” Nación Árabe 52 (2004): 121-134.

De Madariaga, Maria Rosa. Los moros que trajo Franco. Alianza Editorial, 2015.

Elmaleh, Omri. «“Fighting Other People’s War”: Arab Palestinian Volunteers in the Spanish Civil War.» Untold Stories of the Spanish Civil War, editado por Raanan Rein, Routledge, 2023, pág. 61-85.

Gil-Benumeya, Daniel. «España y lo moro: Ambigüedades coloniales y políticas.» Viento Sur 160 (2018): 45-56.

Paradela, Nieves. “Nayati Sidqi. Recuerdos de un comunista palestino en la guerra de España.” Nación Árabe 52 (2004): 137-152.

Rein, Raanan. «Las repercusiones de la Guerra Civil española en Palestina: sionistas, comunistas, judíos y árabes.» Historia Contemporánea 38 (2009): 89-112.

Sidqi, Najati. Mudhakkirat Najati Sidqi. Institute for Palestine Studies, 1979.

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