El Califato de Córdoba se desmoronó por las guerras civiles, y al-Ándalus quedó dividida en decenas de estados en el siglo XI, conocidos en la historiografía como reinos de taifas. Soy David Cot, presentador de La Historia de España, y en el episodio 57 te explicaré la otra cara de la moneda del episodio anterior, dedicado a la fitna del Califato de Córdoba. Te recomiendo escuchártelo primero si no lo hiciste ya. Si en ese episodio me centré en el conflicto por el poder califal, en esta ocasión me centraré en lo que sucedía de forma paralela, el surgimiento de los reinos de taifas entre el 1010 y la década del 1030. Quédate conmigo para aprender su origen, historia temprana, y los hechos de las taifas más importantes.

Este es el episodio 57 llamado El surgimiento de los reinos de taifas y en este episodio aprenderás:

El problemático periodo de los primeros reinos de taifas

Mapa político de la península ibérica, año 1032, por David Cot
Mapa político de la península ibérica, año 1032, por David Cot

Antes de adentrarnos en los reinos de taifas en este y futuros episodios, vale la pena esclarecer varias cosas. Aquí estamos hablando de las primeras taifas, las del siglo XI, pero hubo un segundo y tercer periodo de taifas al desmoronarse el Imperio almorávide y el Califato almohade, que por su brevedad se suelen olvidar. La denominación reinos de taifas viene de la expresión árabe muluk al-tawa’if, que se puede traducir como reyes de facciones o como poderes o soberanías fragmentadas.

Ya este nombre denotaba la ilegitimidad de su poder, y esta cuestión de la legitimidad la trataré en profundidad en un futuro episodio. De lo que los autores árabes llamaban con nostalgia tiempos de la comunidad, cuando existía un califa legítimo y había unidad política, se pasó a un tiempo de desunión entre musulmanes andalusíes. La época de los reinos de taifas es la época de la división, algo muy negativo para los musulmanes, pues el Corán decía que cuando grupos de creyentes pelean, los musulmanes deben ayudar a reconciliarlos.

Otro tema relevante es que algunos soberanos de taifa adoptaron el título de malik, el equivalente a rey en árabe, pero la mayoría emplearon otros títulos como háyib, arráez, señor, emir, o sultán. También empleaban un honorífico reinal, tomando como ejemplos los amiríes de al-Ándalus o los buyídas de Iraq e Irán, y los más pretenciosos tomando honoríficos propios de los califas abasíes. Esto era motivo de escarnio por parte de los andalusíes, que decían que eran gatos pretendiendo ser leones.

En el siglo XI, el término malik ya no tenía una carga negativa como en el siglo VIII, porque la figura del califa había ido poco a poco perdiendo su sacralidad, pero aun así era visto como un poder de hecho y no tanto un poder de derecho. Las fuentes árabes no ponen el foco en los reinos de taifas como estados con un territorio determinado, sino que se centraban en los soberanos. Este es un matiz significativo, porque denota que las fronteras de las taifas eran poco estables y que lo importante era un soberano con un poder prácticamente absoluto.

Por otra parte, hay que decir que el periodo mejor estudiado de al-Ándalus es sin duda el omeya, seguido por la Granada nazarí, mientras que los reinos de taifas y la al-Ándalus almorávide y almohade no han estado tan bien estudiados. Esto es debido a una mezcla de un menor interés por parte de historiadores y de objetiva dificultad y peor calidad de las fuentes escritas para estudiar la historia andalusí entre el siglo XI y XIII. El mejor cronista de la historia de al-Ándalus, Ibn Hayyan, escribió muchos volúmenes sobre la época amirí, la fitna y los reinos de taifas.

Pero, mientras que se conservó buena parte de su Muqtabis, en el que compilaba informaciones de cronistas anteriores, su obra original para este periodo, el Matin, se ha perdido. Todas las crónicas árabes que dan información sobre el siglo XI beben del Matin, y lo que se ha conservado de la obra cumbre de Ibn Hayyan ha sido a través de extractos recogidos por Ibn Bassam, Ibn Idari o Ibn al-Jatib. No se conserva, si es que alguna vez existió, ninguna crónica salida de una taifa, ni siquiera para aquellas grandes como Sevilla o Zaragoza.

Lo más similar que tenemos a eso son las memorias de Abd Allah, el último emir de la Taifa de Granada, que pese a su partidismo son un documento extraordinario al ser una mezcla de crónica de su taifa y autobiografía. De taifas pequeñas, a veces solo conocemos el nombre de sus gobernantes y cuándo fueron absorbidas por otra taifa. Por tanto, tenemos lagunas importantes sobre la historia política de los reinos de taifas y cronologías poco claras de algunos hechos.

Es cierto que la numismática, el estudio de las monedas, ha ayudado a esclarecer secuencias de reinados, ambiciones, y cuestiones de legitimidad y propaganda política. También hay obras literarias, geográficas, de ciencias, y diccionarios biográficos que nos aportan información sobre el periodo. Pero de al-Ándalus tenemos el gran problema de que prácticamente no se conserva ningún documento estatal ni particular, una situación opuesta al mundo cristiano medieval donde monasterios y otras instituciones preservaban tales documentos. Esto evita que podamos hacer determinados estudios locales, temáticos, o acercarnos mejor a la sociedad andalusí y su vida cotidiana. Estas son las limitaciones que hay que tener en cuenta al estudiar la al-Ándalus de las primeras taifas.

El origen de las taifas

Las formas en la que aparecieron las taifas fueron diversas. Unas emergieron por la toma del poder violenta desde el exterior, otras de personajes externos que gobernaban mediante un acuerdo con sus habitantes, en unas ocasiones por designación de un califa, y finalmente por simple continuación en el gobierno de familias con arraigo local, que quedaron independizados por el asedio de Córdoba y la quiebra de la autoridad central. Eso sí, lo que todos los gobernantes de taifas tenían en común es que de algún modo estaban vinculados con la administración califal.

Unos estaban en la burocracia central, otros en la provincial o en la local, unos servían en el ejército, y otros eran cadíes, los jueces de una ciudad. Además, la mayoría de reyes de taifas tenían lazos de clientela con la dinastía amirí de Almanzor, que al colapsar el poder central se espabilaron para asegurar su futuro en el nuevo panorama político de al-Ándalus. Las coras, el equivalente a unas provincias o distritos, fueron las bases territoriales sobre las que se organizaron los reinos de taifas, aunque por supuesto hubo cambios en las fronteras.

Reinos de taifas en el 1031, por Daniel López
Reinos de taifas en el 1031, por Daniel López

Hubo taifas de muy distinto tamaño. Algunas eran grandes y abarcaban numerosas provincias actuales, como la Taifa de Badajoz, Toledo y Zaragoza, que aproximadamente heredaron la administración de las marcas fronterizas y no estaban densamente pobladas, mientras que otras no eran más que ciudades-estado dominando un pequeño territorio, sobre todo en el más poblado y próspero sur peninsular. Por cierto, en este episodio no hablaré de la Taifa de Sevilla y Córdoba ni del Califato hammudí que controlaba Málaga, Algeciras y Ceuta, porque ya hablé lo que tocaba de sus primeros tiempos en el episodio anterior.

Las primeras taifas emergieron en los primeros años de fitna del Califato, entre el 1010 y 1013, en el Sharq al-Ándalus, es decir, el Levante peninsular desde Murcia hasta Tortosa. Estas primeras taifas estaban lideradas por saqaliba, la élite estatal de burócratas y militares que eran esclavos y libertos europeos. En distintas olas migratorias salieron de Córdoba, y parece que se dirigieron al Levante porque ya antes de la guerra civil dominaban los resortes del estado del Sharq al-Ándalus. David Wasserstein calculó que al producirse la fitna los saqaliba serían unos 15.000, cifra inferior a la de los guerreros bereberes nuevos que vinieron a al-Ándalus acompañados de sus familias.

Buena parte de las taifas del sur, entre las que destacaba Granada, estuvieron gobernadas por esa élite extranjera de bereberes no andalusíes, que fueron incorporados al ejército sobre todo con Almanzor. Pero, en gran parte de al-Ándalus, y más a medida que avanzaron las décadas, las taifas estuvieron en manos de andalusíes, es decir, fueron gobernadas por personajes de origen árabe, bereber o hispano, arabizados e islamizados y perfectamente integrados en la sociedad.

Del Estado omeya se heredó la predominancia de la aristocracia árabe frente a andalusíes de origen bereber o autóctono. Para más prestigio familiar siempre se miró a Oriente, y por eso no es extraño que algunas familias maquillasen sus orígenes. Así, los Banu Qasim de Alpuente, los Banu Di-l-Nun de Santaver y Toledo, y los Banu l-Aftas de Badajoz se intentaron hacer pasar por árabes, pero todos ellos fueron de origen bereber. En cualquier caso, como ya adelanté en el episodio anterior, dividir las taifas según la etnia de sus gobernantes deja entrever que eso influyó mucho en sus instituciones políticas y alianzas y eso no fue así.

Muyahid y las conquistas marítimas de la Taifa de Denia

De la taifa que voy a hablar más largo y tendido en este episodio es la Taifa de Denia, la que tuvo más personalidad en los primeros años de las taifas. Pero antes de eso, acuérdate de estar suscrito a La Historia de España-Memorias Hispánicas en YouTube o los dos pódcasts, y puedes convertirte en mecenas en Patreon. Denia, en la actual provincia de Alicante, fue una ciudad poco importante en el periodo omeya. Solo ganó un poco de relevancia con la construcción de un astillero bajo el califa Abd al-Rahman III, pero no era ni de lejos de los más importantes del país.

Expansión de la Taifa de Denia
Expansión de la Taifa de Denia

De forma natural, Denia era prácticamente una isla, por sus malas comunicaciones terrestres, y además no tenía cerca acceso a materias primas necesarias para la industria naval. Eso ya propició que la Taifa de Denia fuera un estado con vocación hacia el mar. El que se convirtió en primer soberano de Denia fue Abu l-Yays Muyahid al-Amirí, un hombre que, como su nombre indica, era un liberto saqaliba de la dinastía amirí que recibió el nombre de Padre del Ejército y Guerrero de la Guerra Santa. Era por tanto un general del ejército califal, uno de los saqaliba más importantes en el momento de la fitna y por tanto alguien capaz de movilizar a miles de seguidores.

Tenemos informaciones contradictorias sobre cómo Muyahid terminó en Denia, pero lo que parece más probable es que abandonó Córdoba acompañado de muchos hombres, después del asesinato del califa Muhammad II al-Mahdi y el comienzo del asedio de Córdoba en verano de 1010. Entonces se apoderó primero de Tortosa y Valencia, donde quizás ya había tenido previamente alguna autoridad, pero terminó abandonándolas, no está claro si por acuerdo con otros saqaliba o si porque lo echaron de forma más violenta.

Lo que sí es seguro es que para el año 1013 Muyahid estaba gobernando Denia. Además, fue el primer gobernante taifa en acuñar moneda, en 1011, por la necesidad de pagar a las tropas, más que por proclamar una independencia en esos tiempos tan fluidos de la historia. Se trataba de dírhams de plata, no dinares de oro, con la inscripción de una ceca local en vez de poner que era de Córdoba o del genérico al-Ándalus, lo cual fue una innovación. Muyahid dio cobertura legal a su gobierno proclamando califa a un omeya de una rama menor y nombrándose a él mismo háyib en diciembre de 1014.

Tener a su propio califa, sin pretensiones aparentes de que ocupara Córdoba, servía para marcar distancias respecto a otros saqaliba, especialmente Jayrán, que se había hecho con Murcia y Almería. Como solo el califa podía declarar la yihad, Muyahid creía que necesitaba a alguien que diera legitimidad a sus conquistas y ataques corsarios. Muyahid de Denia fue muy ambicioso, y el proclamar a un califa solo fue el primer paso de un gran plan para construir un estado mediterráneo talasocrático que expandiese las fronteras del islam y dominase las rutas marítimas del Mediterráneo occidental.

Muyahid seguramente se vio fuertemente influido por la yihad de su antiguo amo, Almanzor, y emuló sus campañas para enriquecerse y legitimarse, solo que a través del mar porque no tenía ninguna frontera terrestre adyacente a los cristianos. El segundo paso de su plan fue anexarse las islas Baleares en mayo o junio de 1015. Las Baleares, llamadas islas Orientales por los andalusíes, eran vistas como un territorio periférico del Califato de Córdoba donde mandar a desterrados, y la administración central tenía un control poco efectivo de estas islas incorporadas al régimen omeya solo desde principios del siglo X.

Un cliente amirí gobernaba las Baleares hasta el 1013. Muyahid quizás se aprovechó del vacío de poder, si solo gobernaba alguien de forma interina ante la imposibilidad de un nombramiento desde la arruinada Córdoba. Muyahid se presentó en Mallorca en compañía de su califa títere y recibió el juramento de fidelidad de sus habitantes. No se encontró con resistencia militar alguna. Es probable que entonces tomase la medida de expropiar para el Estado caballos a cambio de una compensación irrisoria.

Tal control de la cría y el comercio de caballos atacaba una fuente principal de riqueza privada para las élites de la isla, pero seguramente lo hizo con el objetivo principal de requisar caballos para su próxima expedición. Además, al anexarse las islas Orientales Muyahid puso en marcha un sistema fiscal nuevo para cobrar rigurosamente los impuestos. La abundancia de monedas de la Taifa de Denia frente a los pocos hallazgos califales confirma que el control estatal y tributario sobre las Baleares fue mucho mayor bajo al Taifa de Denia, ayudado por el hecho de que Denia estaba solo a un día de navegación de las islas. Todo esto disgustó a los notables isleños, y fue motivo de oposición después.

Occidente mediterráneo medieval, por Maribel Fierro et al.
Occidente mediterráneo medieval, por Maribel Fierro et al.

El tercer paso del gran plan de Muyahid de Denia fue la conquista de Cerdeña. Cerdeña era una isla interesante por su situación cercana a Italia y el dominio de las rutas comerciales, su cercanía a Túnez y Sicilia, que estaban bajo dominio musulmán, y sus recursos naturales, destacando su minería de plata y sus bosques de donde extraer madera con los que podría construir una flota aún mayor. La expedición de guerra santa contra tierras del infiel partió en agosto o septiembre del 1015, solo unos meses después de anexarse Baleares. Su flota de 120 barcos, la mayor que se conoce del periodo taifa, transportó a 1.000 jinetes.

Muyahid de Denia se apoderó rápidamente de la mayor parte de la isla de Cerdeña e impuso la jizya, el tributo de los cristianos, a los cuatro reyezuelos que se dividían la isla, los llamados guidice o jueces, y de hecho a uno de ellos, el juez de Cagliari, lo mató. El cronista Ibn al-Jatib escribió que, después de la invasión de Cerdeña, el mercado quedó tan saturado de esclavos sardos que era imposible sacarles un buen precio. A Muyahid le dio tiempo de construir fortalezas, una ciudad con mano de obra esclava, y un palacio donde trasladó a su familia.

Esto revelaba que probablemente la idea de Muyahid no era mantener Denia como capital, sino establecerse en Cerdeña y de allí quizás embarcarse en más conquistas en la Italia continental. También apunta en esta dirección el hecho de que formó una cabeza de playa al conquistar Luni, localidad situada entre Génova y Pisa. Con Denia, las Baleares y Cerdeña, Muyahid controlaba buena parte de las rutas marítimas del Mediterráneo occidental, y disponía de buenas bases desde donde atacar Italia, ya fuera para campañas de conquista o para capturar esclavos.

Ilustración del documental 'al-Mariya Puerta del Levante' de un barco dirigiéndose a Almería, en época de taifas

Ilustración del documental ‘al-Mariya Puerta del Levante’ de un barco dirigiéndose a Almería, en época de taifas

Todo esto puso en máxima alerta a los estados italianos. Ante el peligro de invasión, el papa Benedicto VIII logró una tregua del conflicto que tenía con otros poderes de Italia y organizó una expedición cristiana para expulsar a los andalusíes de Cerdeña. Génova y Pisa aún no eran repúblicas ni tenían una gran flota a principios del siglo XI, pero pusieron su flota mercante al servicio de la causa cristiana para transportar a las tropas, a cambio de concesiones territoriales y comerciales en Córcega y Cerdeña.

No está claro si en el bando de Muyahid hubo discrepancias sobre si anexarse Cerdeña y se vio obligado a ir a buscar nuevas tropas, o si dispersó a sus soldados demasiado, pero el caso es que el ejército de Muyahid estaba dividido cuando el contraataque italiano ocurrió en abril de 1016. Las tropas cristianas reconquistaron gran parte de la isla, y al navegar Muyahid con su flota fondeó en una bahía inadecuada, en contra del criterio de su almirante. No hubo ninguna batalla naval entre la Taifa de Denia y Génova y Pisa, sino que una fuerte tormenta hizo que la mayoría de los barcos andalusíes se hundieran o fueran empujados hacia la costa, donde los cristianos los esperaban y los capturaron o mataron con facilidad.

Según un combatiente superviviente, Muyahid lloraba, frustrado, al ver que no se podía hacer nada contra la fuerza de la naturaleza. Las grandes pérdidas humanas, más que por una batalla, murieron por el temporal y la masacre infligida por los cristianos. De su flota de 120 barcos solo quedaron nueve. El desastre fue total y su sueño de ampliar las fronteras del islam se hizo añicos. Los pisanos y genoveses se hicieron con un gran botín de guerra, y en Pisa exhibieron tales trofeos de guerra con orgullo integrados en la arquitectura de sus iglesias.

Grifo de Pisa, manufacturado en al-Ándalus en los siglos X o XI
Grifo de Pisa, manufacturado en al-Ándalus en los siglos X o XI

Muyahid logró huir, pero sus mujeres, hijas, y su hijo Ali fueron hechos cautivos y los pisanos los presentaron ante el emperador Enrique II del Sacro Imperio Romano Germánico. La madre de Ali no fue rescatada porque, siendo cristiana, prefirió vivir entre gente de su religión. Posiblemente se mantuvo del lado de su hijo Ali. Ali vivió ni más ni menos que quince años en cautividad, seguramente como garantía para evitar ataques de Denia contra Pisa. Muyahid fue costeando el sustento de Ali y eso ayudó a que lo tratasen muy bien.

Ali vivió con el magnate mercader Ildeberto Albizo, la familia posteriormente conocida como Casapieri, una de las más destacadas de Pisa. Él y sus descendientes se convirtieron como en familia para Muyahid y Ali y eso ayudó en el desarrollo de unas lucrativas relaciones comerciales entre Pisa y la Taifa de Denia. Es muy curiosa su historia porque, al ser un niño de siete años, fue más fácil de influenciar y Ali ibn Muyahid se convirtió el cristianismo, con Ildeberto Albizo actuando de padrino.

Al regresar a su tierra volvió a hacerse musulmán por sugerencia de su padre, se circuncidó, y tuvo que esforzarse en hablar bien árabe, además de dejar de usar la lengua y ropas de sus captores. Durante la cautividad de Ali, Muyahid tuvo otro hijo al que nombró sucesor, pero al juzgar que tenía mejor carácter para gobernar Ali, lo designó como heredero. Su larga estancia en Pisa también influyó mucho en Ali en su interés por el comercio por encima de la guerra.

Pero aún hay más en esta historia de cautividad. Según ha propuesto de forma plausible el historiador David Romney, Ali fue devuelto a Denia en 1031 como consecuencia de un acuerdo de alianza militar entre la Taifa de Denia, Pisa y la dinastía bereber de los hamadíes de Argelia, una rama de la dinastía zirí que se independizó. Era una alianza precisamente en contra del Emirato zirí de Ifriqiya, por parte de Denia y Pisa por ser rivales en el dominio de las rutas comerciales, y por parte de los hamadíes para preservar su autonomía.

Comercio de cerámicas controlado por la Taifa de Denia, por Rafael Azuar Ruiz
Comercio de cerámicas controlado por la Taifa de Denia, por Rafael Azuar Ruiz

Así se explicarían los ataques de Pisa centrados en Ifriqiya y concretamente en plazas del oeste que pasaron a manos hamadíes, la intervención hamadí en la liberación de Ali, los ataques de Denia contra las costas de Génova, y las estrechas relaciones comerciales que la Taifa de Denia mantuvo con Pisa y los hamadíes de Argelia. De la alianza Pisa ganaba la garantía de no recibir ataques de la Taifa de Denia y mejor acceso al mercado andalusí y al islámico en su conjunto, lo que permitió a los mercaderes pisanos ir ganando conocimientos y contactos claves en su ascenso económico.

Tal alianza habría terminado oscurecida en la historia, porque la identidad histórica de Pisa se forjó contra el islam y no era conveniente hablar de esta alianza que haría que su narrativa se viniera abajo, igual que ha ocurrido con los reinos cristianos peninsulares. Además, Pisa era gobernada por una asamblea de los oligarcas de la ciudad, con lo que el grado de formalidad de la alianza no debió ser muy grande. Pero regresemos a 1016 tras la expulsión de los andalusíes de Cerdeña. Muyahid había dejado a su califa omeya títere gobernando las Baleares. Sin embargo, tras el desastre militar de Muyahid y debido a los anteriores abusos que sufrieron los isleños el califa se mostró desafiante, creyendo que podría librarse del general saqaliba.

Pero aún el poder y prestigio de Muyahid eran lo suficientemente grandes como para deponer y desterrar al omeya, que ya no tenía ninguna utilidad. Dice bastante de su moderación que no optara por asesinarlo, como habrían hecho muchos otros soberanos de taifas. Con los notables de Mallorca y sus dependencias no fue tan magnánimo, y según el cronista Ibn al-Jatib: “La gente de las islas quiso hacerle desaparecer; en consecuencia, los trató con brutalidad, cortó muchas cabezas e infundió en sus corazones el miedo, todo ello por el temor que tenía él a su reino.”

Viendo que por estas aventuras militares pudo haber perdido el poder, por no hablar de los familiares en cautividad y de los hombres que había perdido, Muyahid dejó de jugársela así y fue bastante menos ambicioso en otras guerras. Aun así, la yihad por mar no terminó. Más que cualquier otro puerto de la península o del norte de África, Denia fue en el siglo XI la ciudad donde se construían y reposaban los barcos empleados en la mayoría de las acciones de piratería islámica de la época.

Los Anales pisanos hablan de ataques piratas en 1012, 1019, 1021 y 1028. Una gran expedición, también fallida, atacó Narbona en 1018, y unos aventureros normandos dirigidos por Rogelio I de Tosny defendieron el condado de Barcelona en algún momento entre 1018 y 1023 frente a ataques de Denia y sus demandas de tributo. Hubo ataques en la Costa Brava en los años 30 también. La piratería fue una actividad central de la Taifa de Denia y estaba amparada y directamente patrocinada por sus gobernantes.

Incluso las conquistas terrestres de Baeza y las montañas cercanas a Cuenca podrían responder a una lógica de buscar un mejor acceso a madera para construir barcos. El botín de guerra, principalmente en forma de esclavos, y el cobro de tasas portuarias fueron las fuentes de ingresos principales para las arcas de la Taifa de Denia hasta mediados del siglo XI, cuando los cristianos empezaron a dominar más los mares. Mediante la yihad por mar y el control de la ruta entre la península y las Baleares, Muyahid convirtió rápidamente Denia en una ciudad relevante con unas bases económicas fuertes.

Ibn Hayyan, pese a odiar a los reyes de taifas, dijo de Muyahid que era un gobernante valiente, patrón de literatos y hombres de religión, un experto en lengua árabe, y un excelente jinete y perfecto caballero. Ningún rey de taifa se le podía comparar en conocimiento ni nadie reunió tantos libros como él. También lo presentó como alguien un poco bipolar, que unas veces podía ser un asceta alejado de la vanidad y otras se dejaba llevar por la diversión y la bebida. Aunque fracasó en anexionarse Cerdeña, los musulmanes alabaron a Muyahid por sus acciones de expansión del islam por mar. Sin duda fue uno de los más notables reyes de taifas.

Los ziríes y la fundación de Granada

La segunda taifa más interesante en esos primeros años fue la Taifa de Granada, a la que por cierto ya le dediqué un episodio hace unos años. Los ziríes fueron los fundadores de esta taifa, y estos eran bereberes que formaban parte de la confederación sanhaya y tenían sus raíces en Argelia. Descendían de Ziri ibn Manad, un jefe tribal al servicio del Califato fatimí que luchó contra los bereberes zanata, tradicionales aliados de los omeyas en el Magreb.

En el contexto de unas luchas por el trono del Emirato zirí de Ifriqiya, una rama de la dinastía que vio imposible tomar el poder allí y temía por su vida decidió emigrar y se puso al servicio del Califato de Córdoba, ya fuera en los últimos años de Almanzor o al gobernar su hijo al-Muzaffar. Pronto, los ziríes liderados por Zawi ibn Ziri destacaron por ser los mejores jinetes de al-Ándalus.

Evolución de la ciudad de Granada desde el siglo VIII al XI, por Bilal Sarr
Evolución de la ciudad de Granada desde el siglo VIII al XI, por Bilal Sarr

Sobre el asentamiento de los ziríes en la provincia de Granada, tenemos relatos diferentes que pueden ser complementarios. Por un lado, está el hecho de que en 1013 el califa Sulayman al-Musta’in asignó a sus leales contingentes bereberes tierras para gobernar y de donde extraer recursos para sustentarse. Por el otro, está el relato que ofrece el último emir zirí en sus memorias, según el cual su legitimidad no derivaba del poder delegado de un califa, sino de una petición de los propios habitantes de Elvira.

“La ciudad de Elvira, situada en una llanura, se hallaba poblada por gentes que no podían sufrirse unas a otras, hasta el punto de que había persona que se hacía construir delante de su casa un oratorio y unos baños para no tropezarse con su vecino. Por un lado, no querían someterse a nadie ni aceptar las decisiones de un gobernador; pero, de otra parte, eran las gentes más cobardes del mundo, y temían por la suerte de su ciudad, ya que eran incapaces de hacer la guerra a nadie, aunque fuese a las moscas, de no ser asistidos por milicias [extranjeras] que los protegieran y defendieran.

Viendo los conflictos que habían surgido entre los principados de al-Ándalus, así como el fuego que los devoraba, y temiendo ser víctimas de algún golpe de mano, enviaron al mencionado Zawi mensajeros que le expusiesen la crítica situación en que se hallaban con estos términos: «Si antes de hoy vinisteis para hacer la guerra santa, nunca tendréis mejor ocasión que esta de ahora, pues no os faltan almas que devolver a la vida, casas que defender y honra que ganar. Dispuestos estamos a asociarnos a vosotros con nuestras personas y bienes, de tal suerte, que nosotros pondremos el dinero y la residencia, a cambio de que nos protejáis y defendáis».”

Según el emir Abd Allah, los ziríes se repartieron a suertes el territorio y Elvira tocó a Zawi ibn Ziri, mientras que su sobrino Habus ibn Maksan recibió Jaén e Iznájar, en la provincia de Córdoba. Como la sociedad andalusí se había desmilitarizado, los habitantes de la región no podían protegerse por sí mismos y tenía sentido que recibieran bien la protección de los bereberes más prestigiosos del ejército. Aun así, el relato del emir Abd Allah dulcifica mucho la situación para defender a su dinastía, y la amenaza de la fuerza de las armas estaba allí para tomar la provincia.

Por no hablar de que hay claros paralelismos entre cómo la gente de Elvira supuestamente ofreció el poder y reconoció la autoridad de los ziríes, y el pacto entre los musulmanes seguidores de Muhammad y la ciudad de Medina, que dio origen al primer estado islámico. Incluso es probable que los ziríes estuvieran entre el grupo de bereberes que, mientras se producía el asedio de Córdoba, atacaba otras regiones andalusíes. En estos ataques quedó arruinada la ciudad de Elvira, capital de su provincia y una de las ciudades andalusíes más prósperas económica y culturalmente.

Ciudad de Granada bajo la taifa zirí en el 1080, por Bilal Sarr
Ciudad de Granada bajo la taifa zirí en el 1080, por Bilal Sarr

Por eso, y por su localización en una llanura fácil de atacar, Zawi ibn Ziri propuso a los ciudadanos de Elvira cambiar la capital regional por un lugar que combinase defensas naturales en altura con un fácil control de los valles fértiles y ríos de la zona. Por tanto, los habitantes eligieron como nueva capital Granada, que hasta entonces había sido una fortaleza destacada de la región y poblada por árabes, construida sobre una antigua ciudad ibera y romana. Granada empezó como fortaleza militar como Madrid, pero igual que esta, ya tenía una cierta población civil antes de transformarse y alcanzar la categoría de medina. Con la colaboración entre los ziríes y las gentes de Elvira pudieron fundar Granada como una ciudad, con unos trabajos de construcción y fortificación que se produjeron entre 1013 y 1019.

Esto lo sabemos porque, poco antes de terminarse las obras de fundación de la nueva urbe, los partidarios del califa omeya Abd al-Rahman IV al-Murtada atacaron la Taifa de Granada, ya que los ziríes reconocían al califa hammudí. La gran victoria zirí, más como consecuencia de la traición de Jayrán de Almería y Mundir de Zaragoza que por mérito de los ziríes, permitió legitimar y afianzar el poder de la dinastía en la Taifa de Granada. Tras haber hecho algo tan importante como fundar Granada y defender el nuevo emirato, Zawi ibn Ziri abandonó al-Ándalus en 1019 o 1020.

Zawi estaba cansado de la hostilidad de los andalusíes contra los bereberes, y con la muerte del emir zirí de Ifriqiya y la sucesión de un menor de edad se abrió una oportunidad para tomar el trono. Zawi dejó a un lugarteniente de confianza gobernando la Taifa de Granada, probablemente con la intención de crear un estado transmediterráneo entre el norte de África y la península ibérica. Sin embargo, los ministros de Ifriqiya no deseaban compartir el poder con Zawi y lo envenenaron.

Los jeques tribales de Granada no esperaron ni siquiera que Zawi se hubiera marchado de al-Ándalus para enviar cartas a su sobrino Habus ibn Maksan, calificando la decisión de Zawi de estúpida e invitándole a tomar el gobierno de la Taifa de Granada. Habus se apresuró a ir a la capital, y por cómo llegó al poder tuvo que repartir más las responsabilidades de gobierno a nivel territorial.

Entre otras cosas, su bisnieto Abd Allah decía de Habus ibn Maksan esto: “Delegó en los cadíes de sus tierras la misión de dictar sus sentencias, y él apenas intervenía en nada, guardándose muy bien de cometer ningún acto prohibido por la religión ni de sacar dinero a sus súbditos. […] Amaba también este príncipe a sus parientes y a los sanhaya de su tribu, y nunca reivindicó para sí nada de lo que les pertenecía: antes bien, dividió su territorio entre ellos en circunscripciones militares, ordenando a cada caíd que reclutara un cierto número de soldados, proporcionado a la importancia del territorio recibido.

Cada uno de los contríbulos de Habus era un señor del territorio que le había sido asignado, ya que de él gozaba por entero y ejercía el mando exclusivo de sus tropas. Habus no tomaba ninguna decisión sin contar con ellos ni formaba ningún plan sin consultarlos.” Es decir, se trataba de una forma de gobierno en la que Habus no era superior a los otros cabecillas tribales ziríes y cada uno de estos gobernaba de forma bastante autónoma su territorio y se quedaba con buena parte de lo recaudado en su distrito. Este es uno de los pocos ejemplos que tenemos donde la etnia de la clase gobernante realmente importó en la forma de gobernar.

A Habus ibn Maksan se le atribuye la construcción de la alcazaba de Granada. Este emir conquistó la cora de Cabra en Córdoba y recuperó Jaén en 1028 o 1029. La verdad es que lo que pasó en la provincia de Jaén en las décadas de 1010 y 1020 es muy confuso, porque cambió de manos en muchas ocasiones entre los ziríes, los Banu Ifran que luego gobernaron Ronda, un nieto de Almanzor, los califas hammudíes y la Taifa de Almería de Jayrán y Zuhayr. Los éxitos militares de la Taifa de Granada se siguieron sucediendo, por ejemplo el 30 de agosto de 1036 cuando una coalición entre las taifas de Granada, Almería y Carmona atacó Sevilla, se apoderó de varias aldeas como Aznalcázar y Tocina, y quemó la alquería de Triana. Proclamaron califa al hammudí Idris ibn Ali, hermano de Yahya. Habus ibn Maksan murió a mediados de 1038 de muerte natural.

Los saqaliba de la Taifa de Almería

La Taifa de Almería fue de las primeras en surgir allá en el 1010, porque ya el califa al-Mahdi expulsó a algunos saqaliba de Córdoba. Uno de ellos, llamado Aflah, tomó el poder en Almería y compartió responsabilidades con el que ya ejercía de gobernador. Sin embargo, pronto se produjo una disputa abierta entre ambos, y el perdedor en la lucha fue el antiguo gobernador, que fue asesinado en la vecina localidad de Pechina. Tras eso, Aflah compartió el gobierno con otro, pero también se lo cargó.

Reconstrucción virtual 3D de la ciudad de Almería en el siglo XI, por el documetnal al-Mariya Puerta del Levante
Reconstrucción virtual 3D de la ciudad de Almería en el siglo XI, por el documetnal al-Mariya Puerta del Levante

En el 1011 o 1012, durante el gobierno de Aflah, la población de Pechina abandonó mayoritariamente esa ciudad que había sido la más importante de la región en el siglo IX, y se trasladaron a una ciudad amurallada como Almería, que ya se había convertido en capital regional en el 955 gracias a sus atarazanas, que eran las más importantes del país. Al descomponerse el Califato de Córdoba, la Taifa de Almería heredó buena parte de la flota mercante y de guerra califal, aunque, curiosamente, no tenemos constancia de grandes expediciones navales como las de la Taifa de Denia.

Aflah gobernó dos años en solitario, pero luego vino Jayrán y le aguó la fiesta. Jayrán era uno de los saqaliba más importantes de la dinastía amirí, y tras la caída de Córdoba en 1013 tomó Orihuela, luego toda la región de Murcia, de la que expulsó a los soldados bereberes, y finalmente, en julio de 1014, atacó Almería. Allí asesinó a Aflah y a sus dos hijos y arrojó sus cuerpos al mar. Jayrán y su sucesor, también saqaliba, Zuhayr, no se proclamaron reyes, sino que se intitulaban señores de Almería.

Jayrán gobernó de forma continuada las provincias de Almería y Murcia, pero a veces gobernó Jaén hacia el oeste, y Játiva hacia el este. Tuvo numerosos enfrentamientos armados con Muyahid de Denia, y en una de esas ocasiones se dice que sufrió una derrota naval. Jayrán destacó por su ambición de repetir la jugada de Almanzor y pretendió hacerse amo de al-Ándalus con un califa títere, pero fracasó en sus intentos. Jayrán murió de forma natural en verano de 1028, y eligió sucesor a Zuhayr. Pese a eso, la sucesión no fue tranquila y Zuhayr tuvo que asediar Orihuela durante seis meses porque el gobernador de allí quería disputarle el poder, y el nuevo señor de Almería tuvo que ceder Játiva al nieto de Almanzor que gobernaba la Taifa de Valencia.

En el gobierno de Murcia Zuhayr dejó a un aristócrata árabe llamado Muhammad ibn Tahir, pero la familia árabe más arraigada y rica de la región, los Banu Jattab que emparentaron con el linaje godo de Teodomiro, le disputaron el gobierno con el apoyo de Muyahid de Denia. Capturaron al gobernador y lo sustituyeron por uno de los Banu Jattab, y Zuhayr tuvo que pagar un elevado rescate para reponer en el cargo al antiguo gobernador. Bajo Jayrán y Zuhayr, se llevaron a cabo obras de construcción en Almería para ampliar la mezquita aljama y las murallas de la creciente urbe, así como obras hidráulicas para traer agua y almacenarla.

La Taifa de Zaragoza y el Sharq al-Ándalus

La historia de las taifas de Zaragoza, Tortosa, Lérida y Valencia está muy interrelacionada, así que lo hablaré todo junto aquí. El linaje árabe de los tuyibíes, hegemónico en la Marca Superior, consolidó aún más su poder durante la fitna. El primer rey de la Taifa de Zaragoza fue Mundir I, que pertenecía a una rama secundaria de la familia que había gobernado Daroca. Solo gracias a sus destacados servicios en el ejército logró ser nombrado gobernador de Zaragoza, y pudo hacerse el patriarca del clan mediante el uso de la fuerza y la traición a todos los califas de su tiempo.

Dinastías saqaliba surgidas al descomponerse el Califato de Córdoba, además de estados con los que colaboraron alguna vez (rojo claro), por AbdurRahman AbdulMoneim.
Dinastías saqaliba surgidas al descomponerse el Califato de Córdoba, además de estados con los que colaboraron alguna vez (rojo claro), por AbdurRahman AbdulMoneim.

En Valencia gobernó por un tiempo Muyahid de Denia, pero ya fuera por expulsión o por consenso desde el 1010 gobernaron dos eunucos, Mubarak y Muzaffar. Anteriormente ejercían de zabacequias, la autoridad en el reparto del agua de riego, la vigilancia de la red de acequias, y la imposición de multas y resolución de disputas. Ejercieron el poder conjuntamente, y hasta vivían en la misma residencia, y tenían sus propios harenes pese a ser saqaliba castrados.

Sobre el gobierno de estos dos saqaliba sobre Valencia, el cronista Ibn al-Jatib escribió: “A Mubarak se le daba preferencia a la hora de exponerle las formalidades del gobierno, por ser más enérgico e inteligente, cualidades ambas que escaseaban en Muzaffar, más apacible y por debajo de su amigo en todo, aparte de adornarse con una cultura elemental y poseer el arte ecuestre. Fueron extremados en adquirir armas, objetos regios, caballos extraordinarios, ricas joyas y trajes, y en levantar alcázares, criterio este que se contagió a todos sus amigos y a los visires y secretarios que junto a ellos habían acudido.”

Los cronistas dicen que este dúo impuso unas cargas impositivas muy grandes a sus súbditos. Ibn Hayyan ofrece unas cifras difíciles de creer: 70.000 dinares mensuales extraídos de Valencia, y 50.000 de Játiva. Tan intolerable se volvió la situación que muchos pequeños campesinos propietarios abandonaron sus tierras y buscaron mejor suerte en la ciudad o en otras partes de al-Ándalus. Esto no disgustó a Mubarak y Muzaffar y a sus secuaces cercanos al poder, que se apropiaron de las propiedades rurales abandonadas.

Más tarde, algunos de sus antiguos propietarios volvieron, pero esta vez convertidos en jornaleros desposeídos de tierras. Las élites habían ganado en este proceso de concentración de la riqueza inducido a través del control del estado, una tendencia de crecimiento económico unido a un crecimiento de la desigualdad del que ya hablé en el episodio 45, Economía de al-Ándalus. Riqueza, poder y sector primario. Por la situación de guerra e inestabilidad en Córdoba y el sur de al-Ándalus en general, muchos andalusíes emigraron al Sharq al-Ándalus, pese a los onerosos tributos.

En Tortosa un saqaliba llamado Labib sustituyó a Muyahid, pero sus bases de poder siempre fueron débiles y necesitó frecuentemente recurrir al socorro militar de otras taifas o a mercenarios catalanes, tanto para hacer frente a agresiones como para reprimir revueltas ciudadanas contra los impuestos que imponía Labib. En 1016, Mundir de Zaragoza se lanzó a la conquista de Tortosa para expandir su dominio sobre el valle del Ebro hasta el Mediterráneo. Los tuyibíes ocuparon por un tiempo Tortosa, pero Labib fue repuesto con la ayuda de los saqaliba de Valencia. Las ambiciones de la Taifa de Zaragoza por ganar acceso al mar fueron una constante en la historia de esta taifa.

Taifa de Lérida, por Flocel Sabaté
Taifa de Lérida, por Flocel Sabaté

Por otra parte, es bastante difícil esclarecer los hechos sobre el origen de la Taifa de Lérida. Al producirse la fitna, Sulayman ibn Hud gobernaba sobre Tudela como lugarteniente de Mundir de Zaragoza. Mantuvo buenas relaciones con él hasta 1018, cuando Mundir traicionó al califa omeya Abd al-Rahman IV y lo abandonó en batalla, cosa que fue recriminada por Sulayman. Tras eso, Sulayman ibn Hud mató al gobernador tuyibí de Lérida y Monzón y se apoderó de estos distritos. Nominalmente volvió a la obediencia del soberano de Zaragoza antes del 1028, pero en la práctica actuó de forma independiente. Sulayman decía descender de árabes, pero podría ser uno de esos casos de clientes de familias árabes que mintieron acerca de sus orígenes.

Volviendo a la Taifa de Valencia, en 1018 Mubarak se murió en un accidente a caballo, y los valencianos, rencorosos por sufrir sus demandas fiscales, se rebelaron y tomaron el alcázar exigiendo la supresión de unos impuestos. Como Muzaffar no cedió, lo mataron. Entonces los saqaliba de Valencia ofrecieron el gobierno a Labib de Tortosa para unir sus territorios. Se ha propuesto que en aquellos primeros años de fitna existiera un consejo de saqaliba en Játiva para coordinar acciones y solventar disputas entre saqalibas exiliados. Así se podría entender que Muyahid y Labib acordasen finalmente cogobernar la taifa valenciana.

La verdad es que las relaciones entre saqaliba fueron bastante confusas, y en los primeros años de fitna hay que imaginarse que se mantendría una cierta jerarquización entre ellos, heredada del Califato, pero estos lazos pronto se deshicieron. Pero ya fuera por piques con Muyahid o porque lo expulsaron los valencianos, Labib abandonó el cogobierno en 1021. Muyahid siguió al frente de Valencia unos meses más, pero los saqaliba de Játiva ofrecieron el puesto primero a Sulayman ibn Hud de Lérida, que no pudo hacerse con el poder porque se enfrentó a la Taifa de Tortosa.

Finalmente propusieron a Mundir de Zaragoza que gobernase la taifa Abd al-Aziz, el hijo de Abd al-Rahman Sanchuelo y nieto de Almanzor que estaba refugiado en la corte zaragozana. A Mundir le gustó el trato, porque de esta manera evitaba que creciera el poder del desobediente Sulayman ibn Hud, dejaba a Tortosa y Lérida sin aliados, y ganó mejor acceso al Mediterráneo gracias a su buena relación con el nuevo soberano de la Taifa de Valencia. No se sabe si la salida de Muyahid de Valencia fue violenta o acordada, quizás con compensaciones territoriales en un momento en que pudo estar en guerra con Jayrán por el norte de Murcia y los valles del Segura y Vinalopó.

Quizás Abd al-Aziz pensaba que los soberanos de taifas saqaliba se someterían a su autoridad, por los teóricos vínculos de clientela que mantenían con la dinastía amirí, pero ni Labib de Tortosa, ni Muyahid de Denia, ni Jayrán de Almería lo reconocieron. Jayrán por ejemplo dio durante un tiempo el gobierno de Murcia y Orihuela a un primo de Abd al-Aziz, con el que luego entró en guerra y terminó refugiado en la Taifa de Denia. Ni el matrimonio de una hija de Muyahid con el emir de Valencia pudo asegurar unas relaciones amistosas entre ambos soberanos.

Pese a eso, Abd al-Aziz consolidó Valencia como un poder regional, fortificó la ciudad, y bajo su mandato se desarrollaron los arrabales extramuros por la inmigración. Además, reformó el alcázar y edificó una almunia, un palacio con jardines y explotaciones agrarias. En cuanto a la Taifa de Zaragoza bajo los tuyibíes, Mundir I de Zaragoza amplió la mezquita aljama de la capital, construyó unos nuevos baños, y formó una ostentosa corte con cantoras, concubinas, refugiados notables, y poetas, como Ibn Darray, el más famoso poeta de su tiempo que había sido panegirista de Almanzor.

Dinar de Zaragoza acuñado en 1020-1021
Dinar de Zaragoza acuñado en 1020-1021

Mundir fue el primer rey de taifa en acuñar monedas de oro. Tenemos el primer ejemplar fechado en 1020, y además los tuyibíes las acuñaron de forma regular cuando la mayoría de taifas no lo hicieron hasta casi mediados del siglo XI. No está claro si Mundir I murió en 1022 o 1026, y tampoco se ha podido construir un relato congruente entre fuentes escritas y numismáticas sobre cuándo murió su heredero Yahya ibn Mundir, si en 1029 o en 1035-1036, siendo sucedido por Mundir II.

La Taifa de Toledo hasta la llegada de los Banu Di-l-Nun

Toledo, en época emiral, era una ciudad de frontera que, cada dos por tres, desacataba la autoridad del emir omeya de Córdoba para autogobernarse, a veces incluso aliándose con el rey de Oviedo y yendo a la guerra contra los territorios andalusíes leales a los omeyas. Abd al-Rahman III sometió la ciudad y estuvo tranquila durante las décadas del califato. Cuando estalló la fitna, Toledo era gobernada por el general saqaliba Wadih, que tenía su sede en Medinaceli. El califa Muhammad II al-Mahdi se refugió en Toledo en los últimos días de 1009.

Plano del Toledo islámico, por José María Monsalvo Antón
Plano del Toledo islámico, por José María Monsalvo Antón

Recordemos que los toledanos y otros andalusíes de ciudades fronterizas rechazaron acatar la autoridad del califa Sulayman al-Musta’in, más que por lealtad a al-Mahdi es probable que fuera por deseos de autonomía política. Al ser asesinado al-Mahdi en julio de 1010, un hijo adolescente de al-Mahdi tomó refugio en Toledo y la gobernó, pero el patriarca de los Banu Tuyib de Zaragoza lo capturó en una expedición y lo entregó a Wadih en Córdoba, donde fue ejecutado. Después, es posible que hubiera cuatro o más gobernadores, algunos de los cuales conocemos por su nombre y otros que nos son desconocidos.

El primero de estos se llamaba Abd al-Rahman ibn Matyuh, que había sido un cliente amirí y militar que sirvió a Sulayman al-Musta’in, pero que a la muerte de al-Mahdi se cambió de bando. Después del asesinato de Wadih, este Ibn Matyuh llegó a ser el gobernador de Córdoba y hombre fuerte de Hisham II durante el asedio a la capital omeya. Cuando, hacia mediados de 1012, le trasladó a Hisham que la situación era insostenible y que no podían ganar, al no poder alcanzarse un pacto de paz, Ibn Matyuh optó por huir de Córdoba y tomó refugio en Badajoz por un tiempo. Tras eso, durante unos meses debió gobernar Toledo. Fue asesinado por un esclavo suyo que se defendió; quizás haya que interpretar eso como defensa ante un intento de violación, y lo sucedió su hijo, con un gobierno también muy breve que terminó de forma violenta.

Uno de esos que gobernó la antigua capital visigoda en alguna fecha posterior a 1013 era el cadí de Toledo, Ya’ish, ya que, como en otros casos en al-Ándalus y otras partes del mundo islámico en esos momentos de crisis, los ciudadanos a veces confiaban el poder político al líder jurídico y religioso local, alguien respetado socialmente. El gobierno de Ya’ish empezó como un gobierno colegiado con varios asociados, como ocurrió en Sevilla o Córdoba, pero parece que poco después ordenó el asesinato de uno de los cogobernantes. Las fuentes presentan a Ya’ish como un buen gobernante modesto y conservador, hasta que el poder lo corrompió.

Se contentó siendo un alfaquí sin adoptar títulos asociados a la realeza, pero sí que dio el título de príncipe a su hijo. Eso hizo que los toledanos lo expulsaran en 1026, y en el proceso mataron a su hijo. Ya’ish murió poco después en Calatayud, ciudad gobernada por los tuyibíes. Tras estos hechos, los toledanos pidieron a los Banu Di-l-Nun que los gobernasen y protegiesen frente a ataques de otras taifas o de cristianos. El patriarca de los Banu Di-l-Nun gobernaba la cora de Santaver, esa provincia de Cuenca ampliada, y este envió a su hijo Isma’il ibn Abd al-Rahman al-Zafir para gobernar Toledo y sus vastos territorios.

Según estudió David Wasserstein, esto ocurrió no más tarde de 1026 o 1027, y no entre 1032 y 1034, como se solía situar el inicio del gobierno de esta dinastía bereber andalusí. Por cierto, dos años antes un hombre falsamente dijo ser el hijo de al-Mahdi que había sido ejecutado quince años atrás y se sublevó en Madrid, pero fue asesinado. Es interesante que tantos años después el nombre de califa al-Mahdi aún tuviera cierta popularidad, pese a ser uno de los máximos responsables de la guerra civil. Isma’il al-Zafir tuvo que imponer su autoridad sobre un gobernante independiente en Medinaceli y otro en Calatrava, y, al morir su padre, incorporó Santaver en sus dominios.

Su hagiógrafo decía de al-Zafir que era un hombre hábil en la política y diplomacia, de cultura refinada árabe, y un poeta decente. Supo gestionar bien las finanzas de su taifa, y eso le valió que algunos cortesanos lo tachasen de ávaro. La Taifa de Toledo fue la más grande en extensión, pero es engañoso porque buena parte de las tierras estaban poco pobladas. La Taifa de Toledo abarcaba aproximadamente las provincias de Toledo, Madrid, Cuenca, Guadalajara, y Ciudad Real. En sus fronteras incluía Medinaceli y Atienza por el norte, y por el oeste Talavera, Vascos y Trujillo, mientras que Coria ya formaba parte de la Taifa de Badajoz.

Taifa de Toledo, por Bárbara Boloix
Taifa de Toledo, por Bárbara Boloix

Sabur y los aftasíes de la Taifa de Badajoz

El saqaliba Sabur gobernó Badajoz y sus distritos de la Marca Inferior antes de que tomasen el poder los Banu l-Aftas, una dinastía bereber andalusí. Sabur mantuvo buenas relaciones con los Ibn Matyuh que gobernaron brevemente en Toledo, y se le describe como un valiente militar que, sin embargo, no tenía buenas dotes de gobierno. Para eso se apoyó mucho en Abd Allah ibn Muhammad ibn Maslama, un hombre que no era de linaje noble, pero era astuto. De forma natural sucedió a Sabur al frente del gobierno cuando este murió en 1022.

Empezó como regente en nombre de los dos hijos de Sabur, pero el primer rey aftasí de Badajoz decidió ignorar sus derechos dinásticos y los expulsó de la ciudad. Estos terminaron asentándose en Lisboa, donde gobernaron de forma independiente y derrotaron a un ejército de Abd Allah. Por su culpa, ya tuve que corregir el mapa que hice en el episodio pasado de la península en 1032, porque no fue hasta 1034, después de morir el hijo más capaz de Sabur, que los notables de Lisboa le ofrecieron al soberano de Badajoz tomar el control de la ciudad, al ver que el otro hijo no valía para el puesto. Con unas tropas comandadas por uno de sus hijos, Abd Allah derrocó al hijo de su antiguo jefe, que tomó refugio en Córdoba y allí murió.

Las taifas pequeñas del este y sur

Hubo muchas taifas pequeñas que eran poco más que ciudades-estado, principalmente en el sur y suroeste y entre las taifas de Toledo, Zaragoza y Valencia. Hubo taifas efímeras que ni se suelen recordar en Medinaceli y Lisboa, y también en periodos más tardíos, ya en época del Cid, hubo pequeñas taifas en Molina de Aragón, Sagunto y Jérica. Pero también pequeñas fueron las taifas más longevas, las de Alpuente y Albarracín, que, junto a Zaragoza, tuvieron una existencia de más de noventa años.

Taifa de Alpuente (1010-1092)
Taifa de Alpuente (1010-1092)

Los Banu Qasim, no confundir con los Banu Qasi que fueron notables muladíes del siglo IX, gobernaron la inaccesible Taifa de Alpuente. Decían ser árabes fihríes, es decir, del mismo linaje que Yusuf al-Fihrí que gobernó el Emirato de Córdoba antes de la llegada del omeya Abd al-Rahman I, pero según Ibn Hazm eran de origen bereber y solo tuvieron lazos de clientela con los fihríes. Eran otra familia con arraigo local, cerca de Albarracín. Fueron notables por acoger a los omeyas Abd al-Rahman IV y Hisham III antes de proclamarse califas.

Los Banu Razin eran una dinastía andalusí que no ocultaba sus orígenes bereberes y que llevaba siglos asentada en lo que hoy es la provincia de Teruel. Sabemos que en el siglo X los varones de esta familia se repartían los dominios de forma colectiva y solidaria, sin que existiera el principio de primogenitura en la herencia. Esta situación cambió al producirse la fitna, cuando un miembro de los Banu Razin consiguió ponerse por encima de los demás y establecer una sucesión. Este fue Hudayl ibn Jalaf, y la rama de su familia la conocieron los árabes como Banu l-Asla, los hijos del Calvo.

Taifa de Albarracín
Taifa de Albarracín

Dejó de obedecer y pagar tributo a Córdoba en 1012 o 1013, mientras la capital estaba asediada, y recibió el juramento de fidelidad de su comunidad para confirmar su soberanía. Gobernó hasta su muerte en 1044. Un año después de tomar el poder, Hudayl ibn Jalaf reconstruyó Santa María de Oriente, o Albarracín como se conoce ahora en honor a este linaje, que transformó de una fortaleza en una pequeña ciudad. La Taifa de Albarracín era una ciudad-estado que sobrevivió de manera independiente gracias a su topografía escarpada y las habilidades políticas de sus soberanos. Fue próspera gracias a que por allí pasaban rutas terrestres que comunicaban el centro y este peninsular.

Pese a lo pequeña que fue la Taifa de Albarracín, su reyezuelo tuvo una corte opulenta. Esta es una de las pocas noticias históricas que tenemos sobre la taifa, según transmitió Ibn Hayyan: «[Hudayl] sobrepasaba a los [demás] reyes [en] la preocupación relativa a la adquisición de instrumentos musicales y a la posesión de esclavas cantoras. Compró la joven esclava del médico Abu Abd Allah al-Kinani por [la suma] de tres mil dinares. […] Su conjunto músico-vocal fue el más excelente de los conjuntos músico-vocales de los reyes de al-Ándalus.»

Había una competencia por prestigio cortesano entre las taifas a través de la ostentación, y esta vanidad de los soberanos la pagaban los andalusíes trabajadores con elevados impuestos. Pese a eso, sobre el gobierno de Hudayl ibn Jalaf el cronista Ibn Hayyan dijo que todos sus años de mandato transcurrieron con calma y seguridad para su gente, algo que se agradecía en un periodo tan convulso. Hudayl reconoció nominalmente al califa Sulayman al-Musta’in y este le confirmó en el gobierno, por su incapacidad de actuar contra él.

Mundir de Zaragoza envió un mensaje en que reconocía a Hudayl en el gobierno de Albarracín y su distrito, pero el soberano de esta pequeña taifa rechazó someterse a su autoridad, amparado en la protección de la geografía, y además se alió con los saqaliba enemigos de Mundir para preservar su independencia. Ibn Idari escribió: “[Hudayl] mantuvo alejada su carrera de los fugitivos y no se alzó con ninguno de los emires, pese al pago de soborno, ni lograron los emires de la sedición [nada] de él, salvo una proclamación de reconocimiento, únicamente, sin la ayuda de un dirham a ellos, ni auxilio de un caballero… No dejó de hacerse el sordo a cualquier llamamiento hasta que murió.» El soberano de Albarracín fue listo en no involucrarse en guerras de otras taifas para evitar ser anexado.

Yéndonos a las taifas pequeñas del sur, la más importante de estas fue la Taifa de Carmona, gobernada por el clan de los Banu Birzal, unos bereberes de migración reciente. Los Banu Birzal no eran musulmanes sunníes, sino que seguían una rama del islam ibadí. Recordemos que en la crisis sucesoria que llevó al niño Hisham II al califato, los Banu Birzal actuaron con 700 guerreros del lado de Almanzor para desactivar intrigas palaciegas de saqaliba.

Carmona, ciudad y fortaleza entre Sevilla y Córdoba, ya estaba en manos de un birzalí por nombramiento de Almanzor, o sea que solo continuó una situación anterior a la fitna. Seguramente ampliaron su territorio, porque la Taifa de Carmona incluía Écija, Osuna y el castillo de Almodóvar. Muhammad ibn Abd Allah ibn Ishaq fue el soberano más notable de esta taifa, que gobernó entre 1023 y 1043, y se dice de él que fue un excelente jinete y un hombre valiente y generoso. Dejó una Taifa de Carmona con un ejército poderoso y buenas reservas en el tesoro, a pesar de lo pequeño que era su dominio y de los enfrentamientos con la Taifa de Sevilla.

Otro clan bereber reciente que seguía el islam ibadí fueron los Banu Dammar, provenientes de la región de Túnez, que se beneficiaron de las concesiones territoriales del califa Sulayman al-Musta’in. Recibieron el municipio sevillano de Morón de la Frontera y sus alrededores. La comarca de Morón tiene llanuras fáciles de atravesar, pero también algunas montañas de difícil acceso, y contaba con buenas fortalezas, lo que facilitó que la pequeña taifa independiente perdurase así durante unos cincuenta años.

El castillo de Morón fue ampliado y se creó una ciudadela en época taifa. La Taifa de Morón destacaba por su agricultura con abundantes olivos y árboles frutales y contaba con una extensión de cerca de 900 kilómetros cuadrados, un 7% de la actual provincia de Sevilla. Se puede decir que fue una pequeña, pero próspera taifa, como también se ha documentado arqueológicamente.

La dinastía bereber de los Banu Ifran ocupó la cora de Takurunna, que ya había estado muy poblada por bereberes desde la conquista musulmana, y constituyó la Taifa de Ronda. Los Banu Ifran reconocieron a los califas hammudíes, que tenían sede en la cercana ciudad de Málaga, y no acuñaron monedas ni adoptaron títulos honoríficos. Fue una taifa muy modesta por su extensión y por no tener más que unos pocos cientos de soldados, y terminó absorbida por la Taifa de Sevilla en la década de 1060.

Al oeste de Ronda y Algeciras se encontraba la Taifa de Arcos, de la que es muy fan uno de los seguidores del programa que está en Discord, pero, por desgracia, no puedo decir mucho sobre ella porque es de esas taifas de las que apenas tenemos información. Los Banu Jizrun se apoderaron de la hoy desaparecida ciudad de Calsena, Arcos, Jerez de la Frontera y Cádiz, y da la sensación de que lo único que hizo el califa Sulayman al-Musta’in fue confirmar esta situación de hecho. Su primer emir era calificado de hombre sin escrúpulos y asesino, hasta que murió en 1029 y lo sucedió su hijo, al que los cronistas calificaron de afeminado y carente de virtudes.

Las pequeñas taifas del suroeste fueron Mértola, Niebla, Huelva, Silves y Santa María del Algarve, hoy Faro. Ninguna acuñó moneda y todas estas taifas terminaron siendo anexadas por Sevilla. Eso es prácticamente lo único que sabemos de ellas en cuanto a historia política. Sus gobernantes eran andalusíes con arraigo local, que simplemente gobernaron de forma independiente territorios sobre los que ya tenían autoridad.

Por decir algo más, sobre la Taifa de Niebla, que emergió en el 1023 en Niebla y Gibraleón, los cronistas escribieron que su primer rey se preocupó por la prosperidad de sus súbditos y sus días de gobierno fueron de paz. La vecina Taifa de Huelva, que era menos importante entonces que Niebla, explotaba la riqueza mineral y marítima de la isla de Saltés, que fue brevemente sede del gobierno al conquistar los sevillanos Huelva. La Taifa de Mértola tenía como capital una ciudad bañada por el Guadiana y bien conectada a los circuitos comerciales internacionales. Además, contaba con buena producción manufacturera y tenía asentamientos rurales autosuficientes.

El Veredicto: Historia-ficción sobre la Taifa de Denia

En El Veredicto de hoy quiero hacer algunas reflexiones sobre la yihad por mar de Muyahid de Denia. Hay que ponerla en el contexto del siglo XI de las luchas entre cristianos y musulmanes por dominar las rutas marítimas, porque territorializar unas aguas para proteger unos intereses económicos cobró importancia. La campaña de conquista de Cerdeña y los ataques piratas de la Taifa de Denia hay que verlas como los últimos coletazos de hegemonía islámica sobre el Mediterráneo.

Pero, si su ambición no se hubiera frustrado, ¿podría haber desarrollado un estado taifa que dominase el Mediterráneo occidental? ¿Qué hubiera cambiado en los equilibrios de poder en al-Ándalus? ¿Hubiera podido Muyahid atraerse nuevos seguidores de haber tenido éxito, hasta el punto de aupar a un califa títere reconocido por otros? ¿Y qué hubiera significado para el desarrollo de las repúblicas italianas mercantiles de Génova y Pisa? Te animo a responder a estas preguntas hipotéticas en los comentarios. Y con eso, El Veredicto termina.

Avance y outro

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