Este es el episodio 54 llamado Almanzor y la supremacía de al-Ándalus y en este episodio aprenderás:
- El Reino de León y condado de Castilla bajo ataque
- El Reino de Pamplona, entre la sumisión y la resistencia
- La ruptura entre Subh y Almanzor
- El dominio amirí sobre el Magreb
- La campaña de Santiago de Compostela del 997
- La batalla de Cervera, cuando Almanzor casi perdió
- Última campaña y muerte de Almanzor
- El Veredicto: El legado de Almanzor
- Avance y outro
- Fuentes
El Reino de León y condado de Castilla bajo ataque
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La oportunidad para vengarse más vino poco después, ya que Sancho García, el único hijo varón del conde García Fernández de Castilla y Álava, se rebeló contra su padre en junio del 991. Que Almanzor incitara esta revuelta solo son conjeturas que provienen de algunos cantares de gesta de siglos después, con lo que es difícil saber cuánto hay de verdad y cuánto hay de leyenda, pero si el háyib estuvo detrás entonces sería un ejemplo perfecto de ojo por ojo. A finales del 991 el rey Bermudo II de León se casó con Elvira, hija del conde castellano y sobrina del rey pamplonés. Este matrimonio es probable que ocurriera por iniciativa de García Fernández, conde siempre leal a Bermudo que de este modo buscaba fortalecer su posición mientras su hijo controlaba partes del condado de Castilla.
Esto también le venía bien a Bermudo, fuera para reforzar su posición o fuera para evitar perder a un aliado poderoso como García Fernández. Por eso Bermudo II estuvo dispuesto a repudiar a su esposa Velasquita, que probablemente pertenecía a la familia de magnates gallegos de los Menéndez. Sin embargo, es posible que esto lo usara de pretexto el conde de Astorga y algún otro notable leonés para rebelarse. La motivación en realidad fue puramente económica, porque se hicieron con parte del tesoro real, y en el proceso expulsaron a Bermudo de León a mediados del 992. Otra vez Bermudo tenía que refugiarse en Galicia, y no lo he contado, pero ya debía ser como la tercera o cuarta vez que Bermudo se vio obligado a abandonar la sede regia.
Afortunadamente para el rey, su suegro García Fernández lo ayudó a recuperar León antes del 993. Expulsó a los rebeldes y los perdonó, eso sí, sufriendo la pérdida de algunas propiedades que fueron repartidas entre fieles del rey. También parece que en esta época se produjo la revuelta de un magnate en Asturias, que terminó igualmente con la confiscación de propiedades. Mientras esto ocurría en los territorios centrales del Reino asturleonés, por suerte para el conde castellano la revuelta de su hijo tuvo un alcance limitado y en el 992 Sancho García tuvo que dirigirse a Córdoba en busca de la ayuda de Muhammad ibn Abi Amir.
Al año siguiente Almanzor atacó San Esteban de Gormaz, la plaza castellana más avanzada después de que los andalusíes conquistasen Sepúlveda y Osma. Pero por mucho que las fuentes árabes lo disimulen, esta campaña fue un fracaso para el háyib, que fue incapaz de tomar San Esteban. No está claro si para el 993 o el año siguiente Sancho seguía colaborando con Almanzor, o si por el contrario cerró filas para defender el condado que estaba llamado a heredar, porque no había ningún otro hijo varón que pudiera reclamar la herencia. El hecho de que Almanzor no hiciera campaña contra el condado de Castilla durante los primeros cinco años de gobierno de Sancho García parece indicar que el conde mantuvo una actitud amistosa y sumisa en relación con Córdoba durante esos años y ya desde antes de la muerte de su padre.
Pero si la campaña del 993 fue un fiasco, en verano del 994 Almanzor no falló y conquistó Clunia y San Estaban de Gormaz, ciudades que fueron guarnecidas por los musulmanes y ocupadas durante unos quince años hasta la fitna del Califato de Córdoba. En esta campaña no fue atacada Pamplona contrariamente a lo que se suele decir, y en cambio fue ocupada pero no conquistada de forma permanente Barbadillo del Mercado, según se deduce de algunos poemas que alaban a Almanzor y a su hijo al-Muzaffar. Pero el año 994 aún iba a ser más fructífero para las armas islámicas.
El rey Bermudo no estaba pagando tributo y había dado refugio a Abd Allah Piedra Seca, un omeya de una rama menor que participó en la conspiración del hijo de Almanzor para derrocarle. Como respuesta, Ibn Abi Amir fue a por León, ciudad que ya había ocupado en otras ocasiones y cuyas murallas no estaban en su mejor estado. Quizás por eso el ejército amirí se encontró León desierta. Sus ciudadanos se habían refugiado en torres y montañas de difícil acceso, pero aun así los atacantes capturaron algunos cautivos. Parece que el rey esta vez se había refugiado en Astorga, que por el momento los musulmanes no lograron tomar.
Sin embargo, Astorga fue atacada de nuevo en el 995, sus murallas sufrieron el ataque de las catapultas andalusíes, y la ciudad fue saqueada. En estas campañas contra León y Astorga participó el tío del patriarca de los Banu Gómez, al que el rey le confiscó sus propiedades y lo expulsó del reino por su traición. Tras estas campañas tan devastadoras para los territorios donde la monarquía asturleonesa tenía más control y patrimonio, Bermudo II de León se vio obligado a entregar a Abd Allah Piedra Seca y a pagar la jizya, el impuesto de los cristianos sometidos al dominio islámico.
Estas fueron las condiciones para la paz, y no tenemos fuentes primarias próximas a los hechos que afirmen que Bermudo entregase a su hija Teresa para el harén de Almanzor. Teresa era hija del segundo matrimonio de Bermudo, por lo que es prácticamente imposible que fuera entregada a Almanzor cuando solo era una niña de menos de diez años. Esta noticia viene de una referencia tardía cristiana y además no hablaba de Almanzor sino de que fue entregada a un rey de Toledo, lo que podría implicar que se casara con uno de los primeros reyes de la taifa toledana. Eso como mínimo tendría más sentido por la cronología.
En los años 994 y 995 pringó todo dios en el Reino asturleonés. Almanzor ocupó Aguilar de Sousa en la actual Portugal, y más importante aún, atacó los dominios de sus antiguos aliados, los Banu Gómez situados en la provincia de Palencia entre el condado de Castilla y el territorio leonés. El conde García Gómez de Saldaña, Carrión y Liébana ya no aspiraba al trono leonés como en el año 990, cuando por unos meses ocupó León con apoyo de Almanzor, pero al háyib no le hizo ninguna gracia esto de perder la cuña con la que poder atizar al rey de León y al conde de Castilla. El ejército andalusí pudo adentrarse profundamente por los dominios de los Banu Gómez.
Atacaron San Román de Entrepeñas, donde se encontraba un monasterio ligado a los Banu Gómez, y devastaron el centro del poder de esta familia, Carrión de los Condes. La campaña hubiera podido ser celebrada por todo lo alto si no fuera porque hubo problemas logísticos para conseguir agua y eso provocó la muerte de unos setecientos musulmanes. La devastación fue lo suficientemente grande como para que García Gómez negociase con Almanzor al año siguiente y se reconciliase con él. Pero más grave fue lo que ocurrió en mayo del 995 en el vecino condado de Castilla. Unos jinetes andalusíes hicieron una incursión por la frontera y por casualidad capturaron al conde García Fernández, que estaba con algunos acompañantes inspeccionando sus tierras en un afluente del Duero.
Los musulmanes intentaron curarle en Medinaceli, pero murió el 29 de julio por las graves heridas que recibió en el cráneo con una lanza. Su cabeza fue enviada a Córdoba como trofeo de guerra y terminó enterrada en una iglesia mozárabe mientras su cuerpo se enterró en Medinaceli, pero años más tarde todos los restos fueron devueltos a su hijo para ser enterrados dignamente en el monasterio de San Pedro de Cardeña. Pese a las pérdidas territoriales en la frontera andalusí del Duero, García Fernández había conseguido dejar en herencia un condado de Castilla ampliado con el condado de Monzón y resistió bastante bien los feroces ataques de al-Hakam II y Almanzor.
El Reino de Pamplona, entre la sumisión y la resistencia
En tiempos de Almanzor el Reino de Pamplona gozó de bastante más paz que el Reino asturleonés. Esto era debido a que el rey Sancho Garcés II cumplió con el pago de tributo durante años y entregó a una hija en matrimonio, Abda en las fuentes árabes, la madre de Abd al-Rahman Sanchuelo. Sin embargo, en el 991 se rompió el acuerdo de no agresión y hubo ataques sobre La Rioja bajo dominio navarro, incluyendo en Nájera y en la ciudad de Cantabria, importante centro urbano antes de que tomara su testigo Logroño en sus proximidades. En la primavera del año siguiente Almanzor se apoderó de varios castillos de Navarra hasta que Sancho II Garcés pidió el amán o perdón para terminar las hostilidades.
Almanzor obligó a su suegro a proporcionarle guías y auxilio para llevar sus tropas hasta las Galias, donde combatió al duque Guillermo Sánchez de Gascuña. Esta es una noticia frecuentemente ignorada, pero confirmada por fuentes árabes y francas coetáneas, por lo que el ejército califal llegó a combatir más allá de la península ibérica y el Magreb. Además, Almanzor hizo prometer a Sancho que iría a Córdoba a rendirle pleitesía y que le llevaría tributos y más de cincuenta rehenes. Esto lo cumplió en septiembre del 992, cuando el rey pamplonés se desplazó personalmente a Córdoba y se encontró con un recibimiento muy exuberante para causar impresión y servir para la propaganda del régimen amirí.
En aquella ocasión también pudo encontrarse por primera vez con su nieto Abd al-Rahman Sanchuelo. El rey de Pamplona se arrodilló y besó el pie y la mano de su nieto y del háyib, de modo similar a cómo en ocasiones anteriores reyes cristianos habían hecho lo mismo con los califas omeyas. Cuando quedaron a solas, Ibn Abi Amir riñó a su suegro por su actitud desobediente. El poeta Ibn Darray decía: “Y he aquí que el gran jefe de los fetichistas ha venido para someterse y te ha tendido las manos para que tú lo juzgues.” Lo de fetichista era como sinónimo de politeísta por la adoración de imágenes de los cristianos, no por preferencias sexuales extrañas.
Muerto Sancho II Garcés, lo sucedió su hijo García II Sánchez en el 994. Este se negaba a pagar tributo a Córdoba, por lo que de nuevo Almanzor atacó y saqueó la ciudad riojana de Cantabria. Algunos caballeros navarros atacaron Calatayud y mataron a un miembro de la dinastía tuyibí de la Marca Superior. En represalia, Almanzor ordenó ejecutar a cincuenta rehenes entregados por Pamplona, incluidos algunos miembros de la familia real de los Jimena. Uno de estos fue ejecutado por Abd al-Rahman Sanchuelo, que tendría unos doce años, para demostrar que las relaciones de parentesco no impedirían a los amiríes ser implacables con aquellos cristianos que se alzaran contra el islam.
El rey García Sánchez II aceptó someterse y pagar tributo. Tenemos noticia de un enviado de Almanzor que visitó el Reino de Pamplona tras la campaña de Santiago de Compostela y en una iglesia se encontró a una anciana musulmana esclava. Esta le reprochó su indiferencia y pidió que el temible háyib la rescatara. Al enterarse de esto Almanzor preparó una campaña de castigo. El rey García II Sánchez desconocía que aún hubiera esclavos musulmanes en sus dominios. Mandó hacer averiguaciones y entregó a la anciana y a otros dos musulmanes que se encontró al investigar. Además, mandó demoler la iglesia, y con esto Almanzor quedó satisfecho y canceló la expedición.
Sin embargo, la paz no duró mucho. En el 999 Ibn Abi Amir atacó Pamplona, el Sobrarbe, y el condado de Aragón, todas ellas parte de la monarquía pamplonesa. Esta vez Pamplona fue ocupada y sometida a saqueos, y el rey García Sánchez II murió ese mismo año. Tenemos noticia de que hubo muchos monjes hispanos, buena parte presumiblemente de Pamplona, que en la última década del siglo X buscaron refugio en abadías al norte de los Pirineos. Fue una época desoladora para muchos cristianos no sometidos al dominio político islámico.
Hay una pequeña localidad en el Sobrarbe llamada Almazorre, que podría hacer referencia a que por ahí, para su desgracia, pasó Almanzor. Después de pasar por Zaragoza y unirse al háyib su hijo al-Muzaffar, la razia continuó por el condado de Ribagorza, en las montañas y valles entre las actuales Aragón y Cataluña. Algunas evidencias apuntan a que en esta campaña también pudieron hacer razias por el pla de Bages en la Cataluña central. Será al-Muzaffar como háyib quien hará más campañas contra los condados catalanes y aragoneses.
La ruptura entre Subh y Almanzor
Recordemos del episodio 52 Almanzor, el usurpador del poder omeya que en el año 992 el háyib, contrariamente a lo que repetían muchos historiadores, sí tanteó la posibilidad de obtener el apoyo de los alfaquíes para sustituir oficialmente a la dinastía omeya y convertirse él mismo en califa. Desde el 994 Almanzor pasó a emplear su sello y no el de Hisham II en nombramientos y documentos oficiales, y los poetas a sueldo del Ibn Abi Amir ponían a su hijo Abd al-Malik al mismo nivel calificándolo de háyib. El poder amirí estaba bien consolidado y cada vez estaba más claro que Almanzor quería instaurar su propia dinastía.
Pero los partidarios de Hisham II o legitimistas omeyas en genérico eran más numerosos de lo que pudiera parecer ante la aparente solidez del régimen amirí. Quizás era por el miedo a los proomeyas que Almanzor sufría problemas de insomnio. La persona a la que Ibn Abi Amir más temía era Subh, la madre del califa y su antigua aliada a quien le debía su meteórico ascenso político. Subh era una mujer que había logrado exceder los límites impuestos por la sociedad patriarcal árabe y fue la figura que más marcaba el ritmo de la política del Califato de Córdoba entre los años de transición del califato de al-Hakam II en el 976 y el dominio absoluto de Almanzor en el 981.
Subh controlaba la administración situada en el alcázar omeya, pero Almanzor se encargó de quitarle funciones para reunir a la burocracia principalmente en su ciudad-palaciega de Madinat al-Zahira. La influencia de Subh era una sombra de lo que fue, pero la madre de Hisham II seguía en posesión de un arma muy poderosa: el tesoro del estado omeya y el tesoro privado de los califas. Subh no estaba contenta con la situación política, Hisham ya estaba en sus treinta y lo que quería su madre era preservar la herencia de su hijo y que pudiera ejercer de soberano. Por eso en el 996 los partidarios omeyas propagaron el rumor de que Muhammad ibn Abi Amir pretendía eliminar al califa.
Era lo que quería Subh: aumentar la confusión y poner contra Almanzor a tantos como pudiera. Subh quería repetir la jugada que había confirmado la sucesión de al-Hakam II en Hisham y llevado a Almanzor al poder, usando su control de las finanzas para comprar voluntades con dinero y distribuyendo generosos regalos. Subh fue sacando discretamente dinero del alcázar con la ayuda de su hermano, el hombre en quien más se pudo apoyar, y con sus maquinaciones y financiación para promover una sublevación consiguió atraerse para su causa a numerosos saqaliba, los soldados esclavos europeos, y a Ziri ibn Attiya, el gobernador de los territorios magrebíes fieles a los omeyas.
Como ya había ocurrido en otras ocasiones, la densa red de espías de Almanzor demostró ser infalible y no tardó en destapar la conspiración de Subh. Ibn Abi Amir inmediatamente convocó un consejo de visires y alfaquíes para que le permitieran transferir el tesoro estatal a Madinat al-Zahira, afirmando que Hisham, demasiado ocupado llevando una vida de devoción a Dios, no se había dado cuenta de que algunas mujeres del harén estaban metiendo mano en el tesoro estatal. No podía contar la verdad y decir que la madre del califa quería que Hisham asumiera las prerrogativas de gobierno que le correspondían por ley.
El consejo unánimemente dio luz verde a los deseos del háyib. Puede sorprender el apoyo de los alfaquíes, algunos de los cuales no temieron en frenar las aspiraciones de Almanzor en otras ocasiones, pero esto quizás es prueba de que los juristas en su mayoría conocían que Hisham sufría de discapacidades físicas y psíquicas y que por tanto no era apto para gobernar. Era mejor mantener el status quo, que estaba funcionando y mantenía la paz, que no arriesgarse a hacerlo saltar todo por los aires, como ocurriría unos años después.
Cuando estallaron los acontecimientos, Ibn Abi Amir se encontraba enfermo y tuvo que delegar la importantísima responsabilidad de cortar de raíz la conspiración en su hijo Abd al-Malik al-Muzaffar. La continuidad de la dinastía amirí reposaba en sus hombros. El 24 de mayo del 996 al-Muzaffar reunió a 2.000 soldados de lealtad incuestionable y se dirigió al alcázar califal, situado al lado de la mezquita aljama. Las tropas de Abd al-Malik pillaron in fraganti al hermano de Subh y a soldados saqaliba intentando trasladar 80.000 dinares en jarras ocultos al tener una densa capa de miel encima.
Abd al-Malik entró por la fuerza en el palacio y dijo que, al robar el tesoro del soberano, algunas personas estaban demostrando preferir la fitna, la guerra civil, a la paz. Se hizo un silencio en la sala, porque nada es peor que la guerra civil entre musulmanes, ya que según algunos hádices quien muera por su causa no irá al cielo. Abd al-Malik y los dignatarios que lo acompañaban hablaron de la situación al califa y Hisham II expresó que ignoraba lo que estaba pasando y condenaba a cualquier persona que conspirase contra Almanzor. Sin otra alternativa, Hisham aprobó el traslado del tesoro a Madinat al-Zahira.
Al quedar a solas, se dice que Hisham se limitó a suspirar, permaneció en silencio, y luego recitó: “¿No es asombroso que a alguien como yo se le prive de lo más insignificante y aunque el mundo entero sea gobernado en su nombre, carezca de todo poder? Todo el dinero se reúne en su nombre, pero se le niega lo que para él se recauda.” Durante tres días Abd al-Malik se llevó los 5.780.000 dinares del tesoro público para Madinat al-Zahira, despojando así a Subh de la última arma que le quedaba para seguir teniendo un papel político relevante. También quería quitarle su tesoro privado, pero la madre del califa entró en cólera y con un odio implacable en sus ojos lanzó maldiciones contra Almanzor y toda su descendencia.
La voz de Subh fue tan imponente y seguía provocando tanto respeto que ha seguido resonando en la historia hasta nuestros días. Abd al-Malik se quedó allí callado aguantando el chaparrón. Sin embargo, las maldiciones no podían cambiar el hecho de que Almanzor era el amo absoluto del Califato de Córdoba desde hacía años y que Subh no tenía su capacidad para movilizar un apoyo militar y jurídico-religioso por el hecho de ser mujer y no poder actuar más allá de los restrictivos límites del alcázar. La ruptura política entre Subh y Almanzor fue más grave de lo que dan a entender las fuentes escritas.
Esto se puede comprobar por la ausencia de campañas militares contra los cristianos en el 996 tras diecinueve años ininterrumpidos de yihad y porque las referencias a Ibn Abi Amir desaparecieron brevemente de las acuñaciones califales. Unos rebeldes saqaliba organizaron una revuelta de suficiente magnitud como para que al-Muzaffar reuniese tropas y plantaran batalla en Cabra, cerca de la capital, donde los rebeldes leales a Subh y a Hisham II fueron derrotados. En al-Ándalus el enfrentamiento militar no parece que fuera mucho más allá, pero en el Magreb la cosa se puso bastante más seria como veremos en la siguiente sección.
Subh había sido derrotada, y el califa Hisham II siguió recluido y sin poder. Al superarse esta crisis, Almanzor adoptó el título de sayyid, señor, para que se dirigieran a él de forma más respetuosa. El nombre del háyib también se mencionaba a partir de entonces en las oraciones de los viernes en todas las mezquitas bajo dominio omeya, como si el amirí estuviera al mismo nivel que el califa. En el 997 Subh estaba entre los presentes en una procesión de Almanzor, al-Muzaffar y el califa Hisham, que en ese entonces tenía 32 años y salió públicamente por las calles cordobesas después de tantos años sin poder hacerlo.
Eso sí, iba con un tocado del que colgaba un velo para que la gente no viera la discapacidad física y mental que sufría el califa Hisham. En todo caso, sirvió además para acallar las dudas de que el califa llevase tiempo muerto, para júbilo de los cordobeses. Se dirigían a Madinat al-Zahira después de que el califa asistiera a la oración del viernes en la mezquita aljama. En el centro de poder amirí el califa recibió juramentos renovados de fidelidad a cambio de delegar el gobierno en Almanzor y sus sucesores. La declaración formal se divulgó por todo el Califato de Córdoba.
Se simbolizaba el fin de la ruptura entre Subh y Almanzor y la legalidad del régimen amirí. El papel de Subh y Hisham en esta ceremonia era el de confirmar públicamente la pérdida de protagonismo político de los omeyas. La madre del califa murió en el 998, y así el califa se quedó aún más solo en este mundo. El califa Hisham II tuvo que abandonar el alcázar y quedar recluido en Madinat al-Zahira para permanecer aún más bajo control de Ibn Abi Amir. El cronista Ibn Idhari escribió: “El califa, desde el día en que la sede del poder se trasladó de su palacio al de al-Zahira, se quedó aislado y eclipsado.
Se habló cada vez menos de él, su puerta permaneció cerrada y ya no se le vio aparecer en público; ya no se tuvo que temer el menor mal por su parte, ni esperar tampoco el menor beneficio; ya no le quedaron otras atribuciones soberanas que el derecho a tener su nombre inscrito en las monedas y a dirigir la oración de los viernes, además de ostentar el título de califa.” Almanzor marchó descalzo en el cortejo fúnebre de Subh, rezó las oraciones, y ofreció una muy generosa limosna de 500.000 dinares ante su tumba. No hay constancia de que Hisham pudiera asistir al entierro de su querida madre. Esto me lleva a la pregunta secreta del episodio: ¿cómo valoras el papel político de Subh? Deja tu respuesta en los comentarios, y acuérdate de estar suscrito al canal o pódcast para más historia de España.
El dominio amirí sobre el Magreb
En el 988 Ziri ibn Attiya se convirtió en jefe de los bereberes magrawa, los aliados bereberes más importantes en el Magreb omeya. Recibió un salario mensual y el título de visir en Córdoba, que le pareció poca cosa porque no necesitaba que nadie de Córdoba le diera un título para tener autoridad. En el 991 Ziri seguía leal a Córdoba porque actuar bajo las banderas omeyas le permitía eliminar a rivales y extender su autoridad. El emir zanata de los Banu Ifran, Yaddu ibn Ya’la, situado en el área de Salé en la costa suroeste de Marruecos, había rechazado someterse a Almanzor, y en sus razias atacó los dominios de Ziri en torno a Tremecén y ocupó parte de Fez.
El gobernador del Magreb omeya y Ziri unieron sus ejércitos para combatir a Yaddu ibn Ya’la en abril del 991, pero los leales a Almanzor fueron aplastados y el gobernador sufrió unas heridas que le provocaron la muerte unos días después. Ante un revés tan serio, Ibn Abi Amir encomendó por primera vez a un bereber como Ziri ibn Attiya el gobierno del Magreb occidental y central y le ordenó que marchase hacia Fez con todas las fuerzas que pudiera reunir para reocuparla. Un aliado inesperado apareció, Abu l-Bahar. Era hijo del antiguo emir de la dinastía zirí de Ifriqiya, Ziri ibn Manad, y abandonó el bando fatimí por el omeya al sublevarse contra el nuevo emir.
Abu l-Bahar independizó de Kairuán buena parte del Magreb central, incluyendo Orán y Tahert hasta el valle del M’Zab al sur. Abu l-Bahar mandó emisarios a Córdoba que fueron colmados de regalos y dinero para que el zirí rebelde apoyase al jefe de los magrawa contra Yaddu ibn Ya’la. Pero Abu l-Bahar se negó a atacar a su sobrino y gobernador de Tahert que volvió a la obediencia fatimí. Ziri ibn Attiya en cambio no tuvo problemas en ir a por él y matarlo, y en el 992 Ziri provocó una masacre entre los Banu Ifran. Su jefe Yaddu huyó por el Sáhara y murió poco después.
A finales de año Ziri marchó contra Abu l-Bahar y lo derrotó. El rebelde huyó a Ceuta y quiso ir a Córdoba para pedir el perdón a Almanzor, pero se lo pensó dos veces. El háyib del Califato de Córdoba confirmó el gobierno sobre todo el Magreb omeya a Ziri ibn Attiya y ordenó que combatiese al traidor Abu l-Bahar. Ante el avance enemigo, Abu l-Bahar se reconcilió con su familia y se refugió en Kairuán, mientras el jefe magrawa conquistó Tremecén. Ziri fundó en el 994 la ciudad de Oujda al noreste de Marruecos para gobernar el Magreb omeya desde ahí en vez de hacerlo desde Fez, que consideraba que estaba demasiado lejos de al-Ándalus y los territorios del Magreb central.
Ziri ibn Attiya recibió dinero de Subh para sublevarse y ayudarla a derrocar a Almanzor, y el bereber aceptó y empezó a acuñar monedas con su nombre inscrito en la ceca de Fez. Al destaparse la conspiración en Córdoba, Ziri ibn Attiya se rebeló abiertamente contra el háyib, pero a favor del califa Hisham. El magrawa denunciaba el hecho de que Almanzor no dejase al califa ejercer el poder que le correspondía, y Ibn Abi Amir respondió al desafío quitándole el cargo de visir y enviando un ejército a África para combatirlo. Las fuerzas de la expedición estaban dirigidas por el saqaliba Wadih, gobernador de la Marca Media igual que en su día lo era el también esclavo europeo Galib.
Sin embargo, Wadih no llegaba al nivel de genio militar de Galib, y el general no lograba derrotar a Ziri. Hubo escaramuzas entre los que gritaban “por Almanzor” y los leales a Ziri que gritaban “por Hisham”, al considerar ilegítimo el poder de Ibn Abi Amir. Wadih fue derrotado y tuvo que refugiarse en Tánger a la espera de refuerzos, mientras la flota califal fue movilizada y ocupó Arcila y Nekor. Almanzor tuvo que enviar refuerzos liderados por su hijo predilecto y sucesor, Abd al-Malik al-Muzaffar. Al anunciarse la llegada del hijo de Almanzor, algunos bereberes del bando de Ziri ya se sometieron.
Juntos Wadih y al-Muzaffar marcharon contra Ziri ibn Attiya, quien se escondía en una zona montañosa. En esta encarnizada batalla de octubre del 998 Ziri terminó gravemente herido y huyó, y los leales a Almanzor se apropiaron de las riquezas del campamento enemigo. Wadih lo persiguió y le asentó una segunda derrota, consiguiendo además que muchos de sus seguidores se pasasen al bando amirí. Viendo que estaba todo perdido, Ziri fue a recoger a sus mujeres e hijos en Fez y tomó refugio en el inhóspito desierto del Sáhara.
Abd al-Malik entró triunfante en Fez, ciudad que rechazó acoger al rebelde tras su derrota. Al tener noticias de la victoria, el háyib se puso muy contento, distribuyó abundantes limosnas y liberó a 1.500 esclavos eunucos y saqaliba y 300 mujeres. Nombró a su hijo Abd al-Malik gobernador del Magreb, posición desde la que mandó hacer algunos trabajos de construcción en Fez, cambió algunos gobernadores en ciudades clave como Siyilmasa, y reguló mejor el sistema fiscal. En definitiva, se llevaba a cabo un proceso de centralización y de implantación más sólida del estado.
Las acuñaciones de monedas alcanzaron su pico entre los años 996 y 1002, lo que se puede tomar como una evidencia de que ese período fue el punto álgido del control andalusí sobre el Magreb occidental y central y con ello de las rutas transaharianas que traían oro del África occidental. El dominio amirí sobre el Magreb también estimuló la llegada de marfil africano y la manufactura en al-Ándalus de productos derivados. Al-Muzaffar solo estuvo unos meses en el puesto y lo relevó Wadih. En el 999 Wadih atacó a los herejes de la confederación bargawata del suroeste de Marruecos, y tras sus victoriosas campañas regresó a su puesto de gobernador de la Marca Media desde Medinaceli y lo sustituyó un sobrino de Almanzor.
Antes de eso, Wadih había recibido una carta de Ziri ibn Attiya en que informaba que quería obtener el perdón y someterse de nuevo a Almanzor. Ziri había reagrupado a los magrawa y logrado victorias contra la dinastía zirí de Ifriqiya, aprovechando la guerra civil por la sucesión. El líder magrawa logró atraerse al bando leal al califa Hisham y a Almanzor a su antiguo enemigo Abu l-Bahar y a Zawi ibn Ziri, el que sería el fundador de la Taifa de Granada a la que le dediqué un episodio extra. Los bereberes sinhaya fueron derrotados por Ziri ibn Attiya y los proomeyas pudieron conquistar Tremecén, M’Sila y Tahert, entre otras ciudades de Argelia. Abu l-Bahar no fue perdonado por su rebeldía anterior, pero otros bereberes sinhaya sí pudieron unirse al ejército del Califato de Córdoba. Ziri ibn Attiya murió en 1001 y lo sucedió su hijo, que sirvió lealmente a Córdoba.
La campaña de Santiago de Compostela del 997
Como he resaltado, la crisis política del 996 fue más importante de lo que pueda parecer, y sus consecuencias se sintieron también en el norte cristiano. El rey Bermudo II de León dejó de pagar tributo, pensando que se podría escaquear por la inestabilidad en al-Ándalus y el Magreb. Ese ya habría sido motivo suficiente para hacer una campaña de castigo, pero realmente el principal motivo de la famosa campaña del 997 contra Santiago de Compostela era que Almanzor necesitaba reafirmar su poder. Almanzor debía demostrar por qué era el mejor hombre para gobernar el Califato de Córdoba, y qué mejor forma que atacando el que ya era el centro de peregrinación cristiana más importante de la península ibérica.
Debía hacer valer su título de al-Mansur, el Victorioso. Almanzor, a sus 59 años, salió de Córdoba el 3 de julio acompañado solo de caballería para viajar rápido y llegar a Compostela en poco más de un mes. Pasó primero por Coria y luego en Viseo se le unieron numerosos condes cristianos, sobre todo del norte de Portugal, que con sus mesnadas se iban a unir a la expedición. Se unieron a la caballería los soldados de infantería en Oporto, que habían sido transportados en barco desde Alcácer do Sal junto a víveres, provisiones y armas. Se notaba que esta expedición tuvo una buena planificación logística.
En Oporto, ciudad bañada por el Duero, la flota remontó las aguas del río hasta el punto escogido por Almanzor para trasladar a las tropas, haciendo un puente con los barcos. Durante la campaña Almanzor sospechó que los mercenarios del Reino de León le traicionaran. Temía que se negaran a atacar Compostela. Almanzor envió a uno de sus hombres a vigilar un camino y le pidió que detuviera a cualquiera que pasara por ahí. Por el camino pasó un anciano montado en un burro, y al preguntarle el soldado a dónde iba, el viejo le dijo que iba a cortar leña en el bosque. El soldado dudó en si detenerlo y al principio lo dejó ir, pero se lo repensó y lo llevó ante Almanzor por si acaso.
Los soldados saqaliba registraron al anciano, y en los aparejos del burro encontraron una carta en la que algunos soldados leoneses que servían a Ibn Abi Amir informaban a sus correligionarios de los puntos débiles del campamento andalusí. Esta es una información muy valiosa porque normalmente no tenemos detalles en época altomedieval sobre los guías, exploradores y espías que tan importantes eran en el desarrollo de las campañas militares. Claro, que esto que es bueno para los historiadores fue malo para el anciano y los soldados cristianos que firmaron la carta, pues fueron decapitados. El resto de los soldados del Reino de León no se atrevió a ponerse en contacto con sus correligionarios.
Volviendo al desarrollo de la campaña, desde Oporto las tropas musulmanas y cristianas tuvieron que atravesar ríos y montañas abruptas a las que no estaban acostumbradas para poder adentrarse en las tierras gallegas. Atravesado el Miño, los musulmanes saquearon una fortaleza y se dirigieron a una isla en el mar para hacer cautivos entre los refugiados que había huido allí. También pasaron por los montes de Morrazo, cerca de Vigo, y se apoderaron de botín. Atravesaron el río Umia y llegaron a llanuras con buenos cultivos, perfectos para saquear y sustentar a las tropas.
Después de ya haber destruido un oratorio consagrado a Santiago en Iria Flavia, acamparon el 11 de agosto frente a Santiago de Compostela. Todos los habitantes habían huido de la ciudad, así que los soldados de la expedición pudieron saquear cuanto quisieron y en los siguientes días demolieron las murallas, la basílica construida en tiempos de Alfonso III de Asturias que guardaba el sepulcro, e incendiaron las iglesias y edificios de la ciudad. Eso sí, Almanzor ordenó expresamente el respeto y protección del supuesto sepulcro del apóstol Santiago el Mayor, quizás por miedo a ser castigado por Dios o a provocar la furia de sus aliados cristianos.
Junto a la tumba Almanzor se encontró un monje sentado, que decía estar allí para honrar a Santiago, e Ibn Abi Amir dio órdenes para que tampoco le hicieran daño. Desde Compostela las tropas ocuparon las comarcas vecinas hasta llegar a una península. Se ha identificado con la parroquia de San Cosme de Mayanca, en La Coruña, bastante al norte de Galicia. Los cronistas árabes decían que ningún musulmán había llegado a un punto tan extremo, sin duda para ensalzar la figura de Almanzor, porque en realidad ya lo hicieron en tiempos de la conquista musulmana.
Almanzor inició el regreso el camino de regreso tras pasar una semana destruyendo Santiago de Compostela. Devastó el territorio regio vinculado al rey Bermudo, pero cesó los ataques al llegar a las tierras de los magnates cristianos que se habían unido a la campaña. En Lamego despidió a todos los condes y los hizo desfilar según su importancia para distribuir entre ellos y sus soldados vestimentas. Repartió 2.285 piezas de seda del tiraz, las manufacturas oficiales andalusíes, además de otras ropas y textiles de lujo fabricados en Córdoba.
No consta en las fuentes árabes contemporáneas que Almanzor hiciese que cautivos cristianos llevasen las campanas de Santiago de Compostela a Córdoba para refundirlas y colgarlas como lámparas en la mezquita aljama. Tampoco consta que se llevasen las puertas de la basílica para emplearlas en el techo de la mezquita, por lo que esto podrían ser invenciones cristianas de la segunda mitad del siglo XII por la ideología de Reconquista. En cualquier caso, los propagandistas andalusíes presentaron la destrucción de Santiago de Compostela como una victoria musulmana sobre toda la cristiandad.
La campaña de Compostela seguramente es la más famosa de Almanzor por su alto valor simbólico, inmerecidamente en mi opinión porque ya hemos visto que fue un paseo sin ninguna resistencia armada más allá de a nivel local. Es posible que esta campaña influyera en el califa fatimí, que legitimó su papel de califa cuando en 1009 ordenó la destrucción del Santo Sepulcro de Jerusalén. Esto a su vez avivó el antagonismo entre cristianos y musulmanes en Europa, y fue un antecedente importante para el desarrollo de la ideología de las cruzadas.
La batalla de Cervera, cuando Almanzor casi perdió
Hubo dos batallas trascendentales en la carrera de Almanzor que casi cambiaron por completo la historia: la batalla final contra Galib en el 981 y la batalla de Cervera del año 1000. La batalla de Cervera estuvo a punto de ser la perdición para el dictador de al-Ándalus, un encuentro en que los reyes y condes cristianos desde Pamplona hasta Astorga se coaligaron para hacer frente a Almanzor. Al mando de esta coalición estaba el conde Sancho García de Castilla y Álava, porque los reyes García II Sánchez de Pamplona y Bermudo II de León ya habían pasado a mejor vida.
En septiembre del 999 falleció Bermudo y lo sucedió su hijo menor de edad Alfonso V. Una asamblea de magnates de todos los rincones del reino se reunió y acordaron elevarlo al trono para evitar una guerra civil. Alfonso V estuvo bajo la tutela de su madre Elvira y del conde gallego Menendo González, para disgusto del conde de Castilla. En Pamplona reinó el también menor Sancho III Garcés, quien luego será conocido como el Mayor y se convertiría en el más glorioso monarca de la dinastía Jimena. Sancho sucedió a su padre, pero bajo las regencias de su tío, Sancho Ramírez, hijo del rey o señor de Viguera Ramiro.
El motivo de la campaña era que el conde Sancho García había dejado su actitud amistosa y sumisa hacia Córdoba y habría dejado de pagar tributo y animado a otros magnates del Reino asturleonés a hacerlo. El háyib se vio en la necesidad de castigarle, así que marchó confiado hacia las tierras burgalesas. Lo que no esperaba era encontrarse al conde Sancho frente a un ejército muy numeroso compuesto por castellanos, navarros y leoneses y con el campamento en la peña de Cervera, un lugar bastante inaccesible en la frontera castellana-andalusí cerca de Clunia. Almanzor estaba alarmado y sin saber cómo hacer frente a un ejército tan numeroso situado en una posición ventajosa para atacar, defenderse y para observar todos los movimientos del ejército califal.
Parece que en esta ocasión los servicios de espionaje de Almanzor habían fallado y no valoraron correctamente la magnitud del ejército enemigo. Por el contrario, parece que el conde castellano tenía buena información sobre por dónde iba a pasar el háyib y así poder concentrar sus fuerzas en el lugar más idóneo. El háyib convocó una reunión de jefes militares, pero no conseguían ponerse de acuerdo en el mejor modo de hacer frente a esta situación. Por sorpresa, el 29 de julio del año 1000 Sancho se lanzó al ataque cuando los musulmanes aún no estaban preparados.
La caballería cristiana atacó simultáneamente las alas derecha e izquierda de los musulmanes. Los ánimos aflojaron entre los soldados islámicos al ver que las líneas de defensa, sobre todo el ala derecha, estaban en una posición crítica y sufriendo muchas bajas. Algunos soldados no dudaron en huir de la batalla o en salirse de su posición. Según transmitió Ibn Hayyan en base a lo que le contó su padre, que combatió en la batalla de Cervera, nunca Muhammad ibn Abi Amir había librado una lucha más intensa y difícil. Durante un buen rato, Almanzor solo estuvo rezando a Dios mientras veía desde su caballo en un montículo lo que sucedía en la batalla.
Todo por lo que trabajó tantos años para construir se estaba desmoronando frente a sus ojos. Se puso a reposar en su litera para tranquilizar a los suyos, pero no podía engañar a nadie, porque temblaba al ver que la derrota se veía segura. Entonces, a Almanzor se le ocurrió una idea de salvaría a los musulmanes. Ibn Abi Amir dispuso que se levantara rápidamente el campamento de su ejército para instalarlo en el promontorio en el que él se encontraba. Lanzó amenazas contra todo aquel que no cumpliera con toda celeridad las órdenes. Cuando los enemigos vieron a Almanzor y que detrás suyo se estaba produciendo movimiento, pensaron erróneamente que llegaron tropas frescas de refuerzo y comenzaron a replegarse.
Menuda cara se le debió poner a Sancho García cuando tiempos después se enteró de que aquellos hombres solo eran sirvientes, cocineros, bufones, y otros no combatientes. El curso de la batalla cambió por este engaño, y los hijos de Almanzor, al-Muzaffar y Sanchuelo, aprovecharon la confusión y dirigieron a los mejores guerreros, sobre todo los bravos jinetes bereberes, para alzarse con la victoria. Un jefe bereber destacó al cortarle la cabeza a un hermano del conde García de los Banu Gómez. Ante el cambio de tornas, cundió el pánico y se produjo una desbandada entre los cristianos.
Los cristianos, que se habían confiado en salir victoriosos, habían transportado al frente de batalla cuerdas usadas para capturar enemigos, pero ahora esas cuerdas las estaban usando los musulmanes contra ellos. En la huida los musulmanes mataron y capturaron a muchos cristianos y las armas, ganado y otras riquezas que tenían en su campamento. De haber ganado los cristianos la batalla de Cervera, la historia de al-Ándalus y por extensión de toda la península ibérica hubiera podido ser muy diferente. Quizás el régimen amirí habría caído y hubieran vuelto a gobernar de verdad los omeyas, o el caos de la fitna ya hubiera empezado.
Pero eso al final es historia alternativa. Igual que había ocurrido en su combate final contra Galib, parecía que la suerte seguía del lado del háyib. Los musulmanes habían sufrido unas pérdidas elevadas, de más de setecientos hombres. Seguramente por eso el ejército de Almanzor no se adentró mucho por Castilla y nunca atacó Burgos, como sí había hecho con otras ciudades del norte cristiano. Los soldados del califato reposaron un tiempo en Zaragoza por el ramadán, y para regresar a la capital con algo con lo que presentar como una victoria atacaron el Reino de Pamplona, sin que esté claro si el ataque se produjo en La Rioja o en Navarra. Almanzor regresó a Córdoba a principios de octubre, tras una campaña larga que casi terminó en desastre para los andalusíes.
Última campaña y muerte de Almanzor
La última campaña de Almanzor se produjo en el año 1002. La salud de Ibn Abi Amir ya estaba deteriorada por la artritis gotosa en manos y pies, tanto que un individuo esparció rumores en Córdoba sobre el fallecimiento de Almanzor, igual que ya vimos en el episodio anterior a uno esparciendo falsos rumores sobre la muerte de Bermudo II de León. Para desgracia de este propagandista, Almanzor estaba bien vivo y mandó que le cortaran la lengua y fuera ejecutado y crucificado. El pueblo cordobés tenía que seguir aterrado del experimentado háyib.
Almanzor ya era incapaz de montar a caballo y solo pudo unirse a la campaña siendo llevado sobre un palanquín por dos esclavos negros. Si parecía tan desesperado por participar era porque sabía que la yihad era una fuente de legitimidad fundamental para el régimen amirí que usurpó el poder de los omeyas. La última expedición del incansable Almanzor consistió en una incursión en la frontera castellana, sin conseguir nada muy reseñable más que el típico saqueo y captura de personas, y de allí avanzó hasta el importante monasterio de San Millán de la Cogolla, situado muy cerca del territorio castellano pero que estaba ya en La Rioja bajo soberanía pamplonesa.
San Millán era el santo más venerado de La Rioja y patrono de Castilla, por lo que el ataque contra este monasterio era una afrenta a la cristiandad, solo que de menor envergadura que la realizada en Compostela. Los arqueólogos confirmaron un incendio en torno al año 1000, por lo que se corresponde con esta destrucción provocada por Almanzor. Llegado ahí, Almanzor se encontraba ya muy mal e hizo que le colocaran en la litera y emprendieran el camino de regreso. Almanzor murió con 64 años la noche del 9 de agosto del 1002 en el alcázar de Medinaceli, la ciudad que arrebató en su día a su suegro Galib.
Fue enterrado en el patio del alcázar, y en su tumba la inscripción rezaba: “sus hazañas te informarán sobre él, como si con tus propios ojos lo estuvieran viendo. ¡Por Dios!, nunca volverá a dar el mundo nadie como él ni defenderá las fronteras otro que se le pueda comparar.” La Crónica Silense tenía menos palabras bonitas para el amirí y decía que el demonio que había habitado dentro de él le arrebató la vida y se lo llevó a los infiernos. Le sucedió en el cargo de háyib su hijo Abd al-Malik al-Muzaffar, quien continuó la labor de su padre y sus campañas contra los cristianos durante seis años más, pero esto lo veremos en el próximo episodio.
Fue el obispo Lucas de Tuy quien, más de doscientos años después de la muerte de Almanzor, se inventó la batalla de Calatañazor, la supuesta última batalla de Almanzor en la que habría perdido la vida contra el rey Bermudo y el conde García Fernández, cuando en realidad estos ya habían muerto para cuando falleció el háyib. Alfonso X en la Primera Crónica General recogió el relato de la batalla de Calatañazor, y de ahí la historiografía española la asumió como verdadera durante siglos hasta que la historiografía moderna lo desmintió. El mensaje era que la vida del victorioso Almanzor terminó con una derrota contra los cristianos unidos contra un enemigo común. Este relato probablemente venía de una versión distorsionada de la batalla de Cervera, que casi ganaron los cristianos.
El Veredicto: El legado de Almanzor
En El Veredicto de hoy quiero hacer un poco de balance del gobierno de Almanzor y su legado. Si Almanzor es recordado por algo es por ser un hábil líder político y militar que logró grandes victorias sobre los cristianos y provocó mucha destrucción. Almanzor tuvo éxito en convertirse en el verdadero señor del Califato de Córdoba y en venderse como el hombre capaz de devolver a los musulmanes a su época de gloria militar y de someter y humillar a los cristianos. De forma más clara que con el califato tardío de Abd al-Rahman III y el de su hijo al-Hakam II, Almanzor consiguió que Córdoba consolidase su poder como árbitro de la política en la península ibérica.
La supremacía de al-Ándalus era clara. Almanzor consiguió no solo frenar los avances territoriales cristianos, sino deshacer algunos y reconquistar plazas para los musulmanes, como Coímbra, Osma o San Esteban de Gormaz. Ninguna campaña amirí alcanzó Asturias, Cantabria, y las costas vasconas, pero Almanzor saqueó prácticamente todas las ciudades relevantes del norte cristiano, algunas en repetidas ocasiones. El territorio más castigado por las aceifas de Almanzor fue sin duda la zona propiamente leonesa, en León, Astorga, Zamora y Salamanca, porque eran las tierras donde el rey tenía más patrimonio y apoyos.
Almanzor consiguió que los reyes de León y Pamplona y muchos condes cristianos pagasen tributo y se sometieran a su voluntad. Sin embargo, los éxitos militares de Ibn Abi Amir no fueron tan espectaculares una vez los examinas con más atención. Igual que había ocurrido con emires y califas omeyas, las sumisiones de los reinos y condados cristianos siempre fueron efímeras y no tardaban en recomponerse. En este sentido, es notaria la resiliencia de los cristianos. La falta de más conquistas territoriales permanentes a pesar de la cantidad de soldados que lograba movilizar Almanzor demuestra una vez más que la capacidad militar del Califato de Córdoba era más limitada de la que pudiera aparentar.
Recordemos del episodio 45 Economía de al-Ándalus. Riqueza, poder y sector primario que la valoración económica del gobierno de Almanzor fue negativa en su conjunto, y consiguió recaudar menos por subir demasiado los impuestos. Sus campañas militares solo beneficiaron a unos pocos: a él mismo, a sus seguidores, los bereberes, cristianos y otros soldados que participaban en sus campañas, y los esclavistas. Para el resto de la población andalusí, el gobierno de Almanzor más bien fue perjudicial, y además Almanzor fomentó la fragmentación social y odio racial en al-Ándalus por la llegada de miles de bereberes para servir en sus filas. Como dijo el sabio Abu Bakr al-Turtusi, las políticas de Muhammad ibn Abi Amir fueron pan para hoy y hambre para mañana, todo para satisfacer su propia ambición personal de poder. Y con eso, El Veredicto termina.
Avance y outro
Aquí termina la trilogía de episodios dedicada a Almanzor, sin duda uno de los personajes más importantes de la historia de al-Ándalus. Si te gusta como explico la historia, por favor suscríbete al canal de YouTube o dos pódcasts La Historia de España-Memorias Hispánicas y apóyame monetariamente en Patreon a cambio de beneficios como acceso anticipado a todo mi contenido o merchandising exclusivo. Tienes enlaces a Patreon, las redes sociales y página web del programa en la descripción. En el siguiente episodio de la serie cronológica cubriré el gobierno de Abd al-Malik al Muzaffar entre el 1002 y 1008, justo antes de la guerra civil que terminó con el Califato de Córdoba. ¡Sígueme para no perdértelo y hasta la próxima!
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