“Me parecen bien los medios que propone para extirpar esta mala raza de gentes, odiosa a Dios y perniciosa a los hombres… Grande obsequio hará el rey a Dios nuestro señor si lograse extinguir esta gente.” Así respondía el jesuita y confesor del rey Fernando VI a la propuesta para exterminar al pueblo gitano. Soy David Cot, presentador de Memorias Hispánicas, y hoy te explicaré una historia que no es leyenda negra, sino historia negra de España. Historia silenciada que no se explica en las escuelas y que es frecuentemente ignorada en la historia escrita por los payos. Eso, sin embargo, no hace que el genocidio de los gitanos fuera menos real. Quédate conmigo hasta el final para honrar a las víctimas de la más salvaje persecución de gitanos de la historia de España.

Migración y persecución del pueblo gitano en la España moderna

Migración de los gitanos en kiloaños desde su salida de la India hace 1500 años, por Giacomo Ena et al.
Migración de los gitanos en kiloaños desde su salida de la India hace 1500 años, por Giacomo Ena et al.

Antes de hablar de la gran redada de gitanos de 1749, es importante entender cómo fueron percibidos y tratados anteriormente, porque no se puede pasar de convivir a querer exterminar a una minoría de la noche a la mañana. Los gitanos, originarios del noroeste de la India, llegaron a Europa a través de migraciones que moldearon su identidad. En España, arribaron por primera vez en 1425 y fueron inicialmente tolerados, pero a partir de 1499 y hasta 1783 se decretaron más de 250 leyes con la intención de expulsarlos o de eliminar sus elementos culturales diferenciales.

Las principales diferencias que distinguían a los gitanos en la Edad Moderna eran su estilo de vida nómada, vestimenta y lengua. Tras siglos de convivencia y políticas represivas, los gitanos ya para mediados del siglo XVIII tenían en su mayoría residencia fija y habían abandonado su lengua. Lo que mantenían como señas de identidad eran sus vestimentas y fuertes lazos familiares y de solidaridad. La persecución no se basaba en razones políticas, económicas o religiosas como en el caso de judíos y moriscos, y por lo general no fue por un racismo por el color de su piel, porque a veces era y es difícil distinguir a un gitano por su apariencia.

La marcha de los gitanos (1621), por Jacques Callot
La marcha de los gitanos (1621), por Jacques Callot

Lo que provocaba más rechazo era su modo de vida nómada y los robos que algunos gitanos cometían, cosa que les ha valido una mala imagen por toda Europa. Para los gitanos había presunción de culpabilidad. En la Edad Moderna se les catalogaba como falsos pobres, aquellos malvados y vagos que vivían de la caridad o de cometer delitos. Sin embargo, este tópico no se correspondía con la realidad y en el siglo XVIII muchos gitanos eran herreros, esquiladores, adiestradores de caballos, o comerciantes de ganado. El problema es que literalmente les prohibieron por ley toda actividad económica excepto la labranza del campo.

Acorde a la pragmática de 1717 y ya a leyes anteriores, los hombres gitanos eran sentenciados a remar en galeras si ejercían cualquier oficio que no fuera el de campesino, trataban con ganado, acudían a ferias o mercados, usaban el traje gitano o su forma de hablar. Por estos mismos hechos las mujeres gitanas eran condenadas a pena de azotes y a ser expulsadas del reino. La revisión de 1745 hasta permitía matar a gitanos, aunque no llevasen armas, si no se encontraban en el lugar de residencia asignado de los 75 municipios de España donde se les permitía vivir. Sobre el papel solo se permitía una familia gitana por cada cien habitantes, para así mantenerlos vigilados, forzar su asimilación, y romper los lazos familiares y de solidaridades entre gitanos.

El problema es que había una clara contradicción en las políticas de asimilación forzosa de los gitanos. ¿Cómo puedes tratar de integrar a los gitanos y que se conviertan en súbditos productivos españoles sin señas de identidad propia, al mismo tiempo que les impides ejercer la mayoría de oficios o les prohíbes ya no solo viajar a América, sino incluso salir del pueblo donde debían asentarse? Si no les facilitas el acceso a la propiedad de la tierra, y les prohíbes los oficios que les dan de comer, lo que haces es obligarles a situarse en la ilegalidad y marginalidad.

No hay que presentar a los gitanos siempre como víctimas, porque es verdad que algunos gitanos delinquían no por necesidad, sino como forma de vivir sin dar palo al agua a costa de los demás. Pero 1. No se puede poner en la misma balanza como si estuvieran en condiciones de igualdad a unos delincuentes y la violencia institucional del estado y 2. No se puede generalizar y tratar a todos los gitanos como delincuentes, como se hacía y algunos siguen haciendo. Al final, esto era un pez que se mordía la cola, un proceso que se retroalimentaba: la exclusión social de los gitanos y discriminación legal mantenía a los gitanos en los márgenes de la sociedad y los inducía a actividades delictivas y comportamientos antisociales, lo que a su vez alimentaba la mala imagen que tenían los gitanos y las medidas represivas.

La planificación de un genocidio

El Consejo de Castilla, máximo órgano de gobierno de la España del siglo XVIII, reconocía que aumentaron los gitanos avecinados y que se habían equivocado al solo permitir que los gitanos trabajasen la tierra. Sin embargo, seguían afirmando que los gitanos cometían delitos y que ni dándoles tierras en propiedad abandonarían sus vicios. Esto contradice la realidad, porque ya había familias gitanas propietarias de tierras que las trabajaban honradamente. Con la convicción de que los entre 11.000 y 12.000 gitanos del Reino de España eran incorregibles y unos parásitos sociales, se buscó una solución final: su exterminio.

Familias gitanas domiciliadas, 1749, por Antonio Gómez Alfaro
Familias gitanas domiciliadas, 1749, por Antonio Gómez Alfaro

Sobre quién fue el autor intelectual del genocidio hay algunas discrepancias. Unos señalan al marqués de la Ensenada, que actuaba en la práctica de primer ministro del rey Fernando VI, y otros apuntan a Gaspar Vázquez Tablada, gobernador del Consejo de Castilla y obispo de Oviedo. No he podido consultar la fuente primaria que apuntaría al marqués de la Ensenada, por lo que me voy a inclinar por el obispo, pero realmente tampoco es una cuestión que importe tanto porque ambos colaboraron estrechamente en este plan de exterminio. Vázquez Tablada convirtió el resolver el llamado problema gitano en su misión personal.

Nada más convertirse en gobernador del Consejo de Castilla en 1746 recordó a las administraciones locales la necesidad de aplicar rigurosamente las pragmáticas, porque achacaba a su permisibilidad la ineficacia de las leyes antigitanas. A mediados de 1747 elevó una consulta al rey Fernando VI para terminar de una vez con el problema gitano y o bien expulsarles o bien encerrarles. Un obstáculo en el plan era que los gitanos solían emplear el derecho al asilo en lugares sagrados para evitar ser arrestados, así que el gobierno negoció con la Santa Sede hasta conseguir en 1748 que el papa autorizase que las autoridades españolas pudieran sacar a los gitanos de iglesias y conventos.

Con este obstáculo fuera, se podía proceder a planificar el genocidio. Una junta deliberó sobre si lo más adecuado no sería simplemente expulsarlos y enviarlos a América. Sin embargo, consultaron al embajador portugués porque Portugal había hecho eso en 1745 y este les dijo que algunos ya habían regresado y que en Brasil solo ocasionaron problemas. Así se optó por una medida más radical: arrestar a todos los gitanos del reino sin importar la edad o el sexo y recluir a los hombres y mujeres por separado para evitar su reproducción y que, con el tiempo, no quedase ningún gitano.

Antes de que algún ignorante vaya a los comentarios y diga “eh, esto no es un genocidio”, voy a leer el artículo II de la convención antigenocida de Naciones Unidas aprobada en 1948: “En la presente Convención, se entiende por genocidio cualquiera de los actos mencionados a continuación, cometidos con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal: a) Matanza de miembros del grupo; b) Atentado grave contra la integridad física o mental de los miembros del grupo; c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física total o parcial; d) Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo; e) Traslado forzoso de niños del grupo a otro grupo.”

Como veremos, la gran redada de gitanos de 1749 cumple con los puntos b, c, d y e contra todo un colectivo étnico, con lo que es un genocidio de manual, como lo es que el que se está produciendo en Palestina. También es un error común pensar que solo se puede calificar de intento de genocidio si no se consigue matar a todos los miembros de ese colectivo, pero si fuera así, entonces prácticamente nunca sería posible hablar de genocidio. Por cierto, estas ideas genocidas contra los gitanos no eran nuevas. En 1596 ya se encuentra un informe que proponía separar a los gitanos y gitanas y quitarles sus hijos, y en 1616 un teólogo citaba un pasaje bíblico para justificar la matanza de los gitanos, incluyendo de los niños.

En 1749 Gaspar Vázquez Tablada presentaba su propuesta ante el Consejo de Castilla, y quiero que prestes especial atención a la deshumanización que hace de los gitanos como si fueran una enfermedad y todos unos delincuentes. “Sufrimos su impiedad, sus robos, sus engaños, sus sacrilegios, y el ser gente vagabunda: la utilidad pública en su extirpación se reconocerá advirtiendo que los gitanos no son como otros delincuentes, que con su vida acaban sus excesos, y son cuando más pecadores de por vida, sino delincuentes de raza, y así multiplican con ellos sus delitos, porque entre el marido y la mujer enseñan a ser como ellos, a sus hijos, pasando sus excesos y crímenes de generación en generación, pues es como no ha de ser virtud cortar el hilo a estas sucesivas maldades y extinguir en el reino tal casta de impiedad que se hereda de padres a hijos, y con su multiplicación oprimen los vasallos de S.M., viviendo casi siempre ofendiendo a Dios sin esperanza de enmienda.”

Zenón de Somodevilla y Bengoechea, marqués de la Ensenada (1750), por Jacopo Amigoni
Zenón de Somodevilla y Bengoechea, marqués de la Ensenada (1750), por Jacopo Amigoni

Aparte de conseguir con el tiempo su exterminio biológico por falta de procreación, el plan tenía una vertiente utilitarista para el estado para que tenerlos recluidos no ocasionase pérdidas económicas. La pena de galeras se había abolido pocos meses antes porque los remeros eran innecesarios con la tecnología naval del siglo XVIII. Pero Ensenada necesitaba mano de obra barata para construir muchos barcos para reforzar el poderío de la Armada española, y qué mejor mano de obra barata que aquella que es esclava y a la que solo hay que costearle la manutención.

Así los hombres gitanos y niños mayores de siete años pasaron a engrosar las filas de mano de obra forzada como los esclavos turcos y norteafricanos, vagabundos, y delincuentes. No había ningún gran plan para hacer a las mujeres gitanas útiles. En su desprecio por las mujeres, Ensenada las vio como un estorbo y solo quería mantenerlas encerradas en hospicios, casas de misericordia o castillos, haciendo lo que llamaban tareas mujeriles como manufacturar tejidos para costear su manutención. A la que alcanzaban los siete años, los niños varones eran separados de sus madres y llevados a los arsenales.

La gran redada de gitanos de 1749

El marqués de la Ensenada fue el encargado de hacer los preparativos militares y logísticos de la operación. La redada debía hacerse simultáneamente en todos los municipios donde constase que vivían gitanos para evitar la huida y dispersión de algunos. Por los censos el Consejo de Castilla tenía conocimiento del paradero de al menos 881 familias gitanas en 54 municipios, es decir, aquellos gitanos que cumplieron con las leyes de sedentarización forzosa fueron la presa más fácil de capturar. Daba igual lo integrados que estuvieran, que su destino estaba a la merced de lo que se decidiera en un despacho de Madrid.

El marqués de Ensenada envió órdenes secretas a los mandos militares, corregidores, y órganos de justicia locales para llevar a cabo la gran redada de gitanos. Estas instrucciones iban precedidas de este preámbulo para justificar una medida tan extrema: “No habiendo llegado el deseado católico fin de S. M. todas las disposiciones y órdenes que se han dado para contener el vago y dañino pueblo que infecta a España de gitanos, a su cumplimiento continuado en sus feos delitos y perturbando el sosiego del país. Siendo preciso remedio que debáis curar tan grave enfermedad, es el único, exterminarlos de una vez.”

gran redada de gitanos de 1749 genocidio de gitanos
Gran redada de gitanos de 1749

La operación se llevó a cabo durante la madrugada del 31 de julio de 1749. Partidas de militares procedieron a rodear viviendas de gitanos con domicilio conocido, los sacaron de sus hogares y los separaron por sexo, hasta conducirlos a lugares de detención provisional. Cualquiera que se refugiase en un lugar sagrado podía ser desalojado, y cualquiera que lograse huir debía ser perseguido hasta su captura, con el objetivo de que no quedara en libertad ningún gitano o gitana en España. Los bienes de los gitanos fueron confiscados y subastados para paliar los costes de la redada, pero como los gitanos eran de media más pobres que los españoles payos, sus bienes no fueron ni por asomo suficientes.

Según recogió el historiador Manuel Martínez del Archivo General de Simancas, 7.760 gitanos fueron arrestados entre el 31 de julio y 4 de octubre. A estos hay que sumarles los que fallecieron o huyeron antes de ser computados y aquellos capturados en municipios no incluidos en la orden inicial de julio. Así, se estima que la cifra real de gitanos ascendió a 9.000 personas en toda España, cantidad que coincide con la que dio el fiscal Campomanes en su día. Estas 9.000 personas fueron detenidas sin ningún procedimiento judicial por el gran delito de ser gitanos. No verás a Ferrer-Dalmau pintar sobre esto, no sea que se manche la épica historia de España. En Murcia entre los arrestados estaba un gitano adinerado que había proveído al ejército de miles de caballos y hospedado en sus posadas a soldados, pero eso dio igual porque era gitano y no hubo trato de favor.

Captura de gitanos y gitanas entre el 30 de julio y 4 de octubre de 1749, por Manuel Martínez
Captura de gitanos y gitanas entre el 30 de julio y 4 de octubre de 1749, por Manuel Martínez

Si desglosamos las cifras por regiones, Andalucía ha sido siempre la región más poblada de gitanos y ahí se capturaron a casi 5.000, más de la mitad del total. La sigue Cataluña con 686, Murcia con 640, y Comunidad Valenciana con 599. En País Vasco y Navarra no se hicieron capturas porque tenían leyes estrictas que prohibían la entrada y residencia de gitanos, si bien conocemos a algunas pocas familias gitanas que sí vivieron allí integradas entre la población local. En Extremadura fueron arrestadas menos de 200 personas, porque muchos pudieron refugiarse en Portugal y burlar la justicia, pese a que ahí su presencia también estaba prohibida.

La ejecución de la redada no estuvo exenta de problemas. En Málaga, Cádiz, Almería o Cataluña la orden de arresto de los gitanos no llegó hasta la segunda mitad de agosto, por lo que no se pudo coordinar bien la acción. El corregidor de Almería informó de que, al enterarse de lo que había ocurrido a otros gitanos, los gitanos de Almería vendieron sus animales y otros bienes a precios ínfimos para que no les pudieran confiscar nada de valor. Por toda España hubo gitanos que lograron huir del cerco militar en sus poblaciones y se dispersaron, u otros que seguían viviendo una vida nómada, en contra de la pragmática, y el hecho de vivir al margen de la ley les benefició.

Algunos se refugiaron en pueblos remotos y simularon ser mendigos, y otros formaron cuadrillas que vagaban de pueblo en pueblo y acampaban a las afueras para poder reaccionar rápidamente ante cualquier intento de captura. En Triana, Sevilla, un coronel escribió que dos gitanos que intentaron huir a caballo fueron disparados y muertos, otro terminó herido, y uno murió ahogado en el Guadalquivir frente a su mujer e hijos. Pero lo cierto es que, por lo general, no hubo resistencia al arresto.

Hubo gitanos que habían evitado ser capturados el día de la operación, pero que en los días siguientes fueron presentándose ante las autoridades voluntariamente. En muchas poblaciones donde no llegó la orden, las familias gitanas se quedaron donde residían porque pensaban que el arresto solo iba a afectar a los que no cumplían con las normas de asentamiento. En Vélez-Málaga, los gitanos no esperaron a ser capturados y se dirigieron voluntariamente a la cárcel, para sorpresa de los soldados. Claro que solo eran así de dóciles porque no sabían ni se podían imaginar que el plan era encarcelarlos de por vida y separarlos de sus familias sin haber cometido otro delito que ser gitanos.

A propósito de esto, surgieron dudas de a quiénes tenían que arrestar los soldados, porque había quienes poseían el estatus de castellanos y cristianos viejos y gente en matrimonios mixtos. Por la mentalidad patriarcal imperante, se decidió no perseguir a mujeres gitanas y su descendencia en matrimonios con un marido no gitano, pero sí a hombres gitanos casadas con mujeres payas. Algunos arrestados decían ser en realidad mulatos, mestizos, negros, o simplemente españoles que por tener profesiones mal vistas eran clasificados como gitanos. También hubo quienes aprovecharon la persecución y su posición política para incluir en la lista de gitanos a enemigos personales.

Pero antes de terminar de hablar de la redada en sí, quiero mencionar ejemplos de payos que protegieron a gitanos cuando se produjo esta locura de operación. El arzobispo de Sevilla se quejó de que hubieran sacado a gitanos que se refugiaron en un convento y exigió que los gitanos no recibieran penas corporales ni fueran mandados a arsenales, minas, o a presidios y guarniciones del norte de África. En el pueblo valenciano de Jarafuel el párroco rehusó entregar a una pareja gitana que se refugió en la iglesia, y los soldados tuvieron que entrar a la fuerza. Un sacerdote de Puente de Don Gonzalo, Córdoba, escondió a un sirviente gitano sin entregarlo, y según un denunciante también había un médico hijo de gitano que había que investigar, para que veas que también ejercían profesiones de prestigio.

El ayuntamiento de Málaga apoyó la petición de herreros gitanos afincados en la ciudad para ser eximidos del arresto, lo que demuestra por otra parte su integración social e importancia en la economía local. En Cogolludo, Guadalajara, un ejército de Madrid llegó en agosto y solicitó ayuda al alcalde para atrapar a los gitanos que hubiera. Sin embargo, el alcalde discretamente hizo que uno de los suyos alertase a una pareja gitana muy conocida en el pueblo para ponerlos a salvo. Estos casos no quitan que el antigitanismo estaba muy extendido en España, pero son una demostración de que había quienes no veían a los gitanos como unos parásitos sociales e infrahumanos.

La reculada de septiembre-octubre de 1749

La operación militar y policial de la gran redada de gitanos tuvo un éxito razonable, pero lo que vino después fue un caos. El secretismo del plan hizo que no se pensase sobre dónde podrían albergar a miles de personas que debían ser vigiladas y alimentadas, y las autoridades locales quedaron desbordadas con la gestión logística y el coste de mantener a tantas personas. Los 9.000 detenidos fueron concentrados en depósitos provisionales antes de decidirse su destino final. Tocó improvisar y unos terminaron en cárceles, otros en castillos ruinosos, o incluso usaron casas baratas en barrios periféricos y hicieron una especie de arresto domiciliario para algunas mujeres y niños.

Algunos hombres reclusos ya fueron inmediatamente enviados al arsenal de La Carraca en Cádiz y al de Cartagena, para ponerlos a trabajar como quería el marqués de la Ensenada. Pero el mes de agosto fue un caos y las protestas de los gitanos recluidos, de autoridades encargas de lidiar con ellos, o de vecinos payos que pedían su liberación se fueron amontonando. El asunto se convirtió en un desastre político, y como alguien tenía que pagar el pato, el rey cesó al ideólogo de la redada y gobernador del Consejo de Castilla, Gaspar Vázquez Tablada. Debían recular en su proyecto de exterminio y repensar qué hacer con los gitanos.

Fernando VI de España, por Louis-Michel van Loo
Fernando VI de España, por Louis-Michel van Loo

Francisco Rávago, el confesor del rey, escribió esto a finales de septiembre para exonerar a Fernando VI: “El estado que hoy tiene este expediente es fatalísimo por haberse errado enormemente en la providencia, y mucho más en las ejecuciones contra la intención del rey. Porque S.M. no mandó que se prendiesen y maltratasen aquellos que solo tenían el nombre de gitanos porque lo fueron sus padres o abuelos, pero ya ellos habían dejado ese ejercicio y vivían quietos como otros vecinos en sus oficios o labranzas.

Porque ésta sería una injusticia solemne, contra la fe pública, y contra los intereses de S.M. solamente fue su real intención que se prendiesen los gitanos malhechores, vagabundos, viciosos, sin oficio o ejercicio con qué ganar la vida. Ésta fue la intención del rey, ni pudo jamás tener otra, y ésta fue la orden que mandó dar a las justicias, ofreciéndoles el auxilio de la tropa para la más segura ejecución. Pero el efecto ha sido no solo contrario, sino el más injusto, habiendo preso y atropellado muchos buenos vasallos, solo por tener nombre de gitanos, mezclándose en esto mil atropellamientos y venganzas particulares, y disipándoles sus bienes injustamente.”

Toda esta declaración de Rávago no es creíble, para empezar porque él mismo se mostró de acuerdo con el genocidio de los gitanos como ya he mostrado con una cita suya al abrir el episodio. De hecho, en las instrucciones secretas de julio fue tachada a posteriori la palabra “todos” cuando se decía que el rey había decidido arrestar a todos los gitanos avecindados y vagantes del reino, sin excepción de sexo, estado o edad. Quizás luego pudo tener remordimientos morales o pudo ver que todo el operativo fue un desastre político, pero el rey Fernando VI no puede fingir ignorancia de lo que autorizó y esto era un intento de limpiar su imagen dañada por la redada. O sea, que tuvo tanta o más culpa que cualquier otro.

El marqués de la Ensenada culpó a las autoridades locales por no haber entendido bien las órdenes, un burdo intento de limpiarse las manos de la operación que él mismo dirigió. El caso es que el 7 de septiembre se reunió una junta de personajes que no estuvieron involucrados con el proyecto original para deliberar qué hacer con los gitanos. Se rechazó de nuevo la idea de trasladarlos a las Indias para evitar que transmitieran malas costumbres a los indígenas y que participasen en el comercio de contrabando con potencias extranjeras.

En su real orden del 28 de octubre, la junta dispuso que todo aquel casado legítimamente por la iglesia, que poseyera el estatus de castellanía o que pudiera demostrar que vivía asentado siguiendo la regla de una familia gitana por cada cien vecinos, sería liberado y recibiría sus bienes de vuelta. Los gitanos indultados debían ser informados de cómo vivir de forma recta y se les prohibía identificarse a sí mismos como gitanos para que tal nombre se extinguiese. Debían empadronarse y pagar impuestos, y se les seguía prohibiendo abandonar el municipio donde residían.

Los hombres que no cumplieran los requisitos debían trabajar en arsenales y obras públicas, y las mujeres y niñas en casas de misericordia. A los gitanos no capturados se les daba un plazo de un mes para presentarse ante las autoridades y recibir el indulto, siempre y cuando no tuvieran otras cuentas pendientes con la justicia. Del castigo colectivo por ser gitanos se pasó a individualizar más la culpabilidad. Con esta orden de octubre se diluyó el proyecto de genocidio, porque volvieron a la calle gitanos y gitanas y pudieron procrear y hacer más gitanitos y gitanitas. Pero la rectificación no fue completa y siguieron manteniendo a miles de gitanos recluidos y separados de sus familiares, quizás para no reconocer el terrible crimen y error político que habían cometido.

Gitanos y gitanas que seguían recluidos en marzo de 1750, por Manuel Martínez
Gitanos y gitanas que seguían recluidos en marzo de 1750, por Manuel Martínez

4.402 personas habían sido liberadas para marzo de 1750, y 3.268 seguían recluidas. A partir de ahí las liberaciones prácticamente dejaron de producirse. Los gitanos seguían teniendo una presunción de culpabilidad y no hubo juicio alguno donde fuera el estado el que tuviera que demostrar que los recluidos no vivían asentados y con un trabajo. Como era previsible, la liberación parcial de gitanos estuvo llena de arbitrariedades, hecho incluso denunciado por algunos oficiales encargados de vigilar a los gitanos o gitanas. Esto hizo que no fuera extraño que un marido saliese, pero no así su esposa e hijos, o viceversa.

El ser liberado dependía principalmente de dos variables. Una, tener contactos o que los notables locales, vecinos y ayuntamientos tuvieran una actitud amigable hacia los gitanos y les escribieran un informe favorable para acogerse al indulto. Así se explica por ejemplo que el alcalde de Orihuela consiguiera la liberación de todos los gitanos de su ciudad. El corregidor de Toledo comentó a Ensenada lo sorprendido que estaba de que hubiera valedores de los gitanos por todas partes y sobre todo en Andalucía, donde eran más numerosos y estaban más integrados.

Muchos gitanos en cautividad creían que no eran liberados porque sus autoridades locales no querían devolverles sus bienes confiscados, que por lo general ya habían sido subastados. La otra variable que permitía conseguir el indulto era tener medios económicos para costear los trámites burocráticos o hacer sobornos para que hablasen bien de ellos. Los más pobres y marginados sociales a los que nadie echaba en falta fueron los que fueron doblemente castigados por ser gitanos y por ser pobres, y permanecieron recluidos.

El destino de los hombres

A las más de 3.200 personas que aún estaban recluidas en marzo de 1750 les iban a quedar años por delante de trabajos forzados y olvido, hasta el indulto de 1765. Los hombres y niños de más de siete años fueron en su mayoría enviados a los arsenales de Cartagena, La Carraca, y Ferrol, mientras que algunos en Cataluña fueron empleados en otro tipo de obras públicas. La presencia de gitanos en los arsenales como mano de obra forzada no era una novedad, e incluso hubo redadas a mucho menor escala en 1571 y 1639 para tener remeros en las galeras.

La idea recordemos que era explotarlos como esclavos en sustitución de peones libres asalariados para construir barcos para la Armada española, que estaba en proceso de modernización y rearme bajo el marqués de la Ensenada. Casi 1.200 gitanos fueron enviados al arsenal gaditano de La Carraca, pero más de 500 fueron liberados por el indulto de octubre. El intendente del arsenal advirtió a Ensenada de la degradación física y mental de los gitanos, esto solo cuando había pasado medio año de encierro.

Tenían pocas ropas de abrigo para el invierno, con lo que el riesgo a que enfermasen era elevado, y había cundido el desánimo ante la injusticia que sufrían. Se quejaba de que no tenía dinero para alimentarlos a todos, ni espacio para acomodarlos, ni suficientes hombres para vigilarlos. Con sus repetidas quejas consiguió que en enero de 1752 la mayor parte de los gitanos que quedaban en su arsenal, 543 gitanos, fueran trasladados al arsenal gallego de Ferrol, recién fundado. Sin embargo, para añadir más tragedia a la historia, más de 200 gitanos murieron en la travesía por una epidemia.

Era fácil que las enfermedades se extendieran entre los gitanos esclavizados, porque tenían que dormir en condiciones insalubres. Entre 1753 y 1757, tres cuartas partes de los gitanos pasaron al menos una vez por el hospital, con un tiempo medio de hospitalización de 103 días. En el arsenal de Cartagena Manuel Martínez calculó que murieron aproximadamente el 20% de los gitanos recluidos. Para paliar las carencias materiales, el gobernador de Alicante llegó a permitir en verano de 1751 que cinco gitanos bajaran del castillo a la ciudad para pedir limosna en nombre de todos, y muchos alicantinos pusieron de su parte para ayudarlos.

Gitanos con cadenas y grilletes haciendo trabajos forzados, 1980, por Arturo Arnau
Gitanos con cadenas y grilletes haciendo trabajos forzados, 1980, por Arturo Arnau

El estado solo los veía como infrahumanos a los que exprimir, pero la gente suele reaccionar con humanidad cuando les pones la injusticia y miseria frente a sus ojos. En cuanto a las condiciones de trabajo, salvo algunas contadas excepciones, los varones gitanos estaban permanentemente encadenados con cadenas y grilletes en brazos y piernas. Esto hacía imposible que hicieran determinadas tareas que requirieran disponer de una movilidad completa, y por supuesto hacía que su existencia fuese muy miserable.

Los gitanos no aceptaron de buen grado la pérdida de su libertad, y demostraron su resistencia de varias maneras. Vagueando en el trabajo, fingiendo ignorancia, con malos gestos, robos y sabotajes, pasando más tiempo del necesario en el hospital, y sobre todo con fugas. En 1749 lograron huir del arsenal de Cartagena y su hospital 12 gitanos. En julio de 1750 16 gitanos hicieron un intento de fuga cuando iban a ser encadenados a las galeras antes de dormir. El instigador de la fuga expresó que no podía aguantar más las miserables condiciones del arsenal y la pena por estar siempre pensando en su mujer e hijos y en poder reunirse con ellos.

Al no poder acreditar que cumplían con los requisitos estipulados en octubre para ser indultados, los gitanos abiertamente manifestaban que habían perdido toda esperanza de recuperar su libertad. Hay que pensar que en ningún momento se les comunicó que querían extinguirlos y que dejasen de procrear. Ensenada, en un raro momento de humanidad por su parte, le comunicó al intendente de Cartagena que retirase la ración de vino a los que intentaron la fuga y que la pena de muerte se debía reservar solamente a los amotinados. Esta indulgencia hizo que aumentasen los intentos de fuga al ver que tenían poco que perder y mucho que ganar.

Entre 1752 y 1765 se produjeron 335 fugas de hombres y muchachos gitanos, un 85% de ellas exitosas por la falta de vigilancia. En vista a los datos de fugas, muertes, y hospitalizaciones, es dudoso que se rentabilizara la explotación laboral de los gitanos. Rendían poco por la apatía y rebeldía que mostraban al ver que estaban ahí encerrados de forma totalmente injusta y sin ninguna fecha prevista de salir de ese infierno. Además, hay que tener en cuenta que la mayoría de los hombres gitanos ya tenía un trabajo honrado, no se dedicaban a delinquir, así que incluso solo tomando una fría perspectiva económica la sociedad se estaba perdiendo ese valor que ya aportaban.

El destino de las mujeres y menores de siete años

Mientras que la rentabilidad de explotar a los varones gitanos es dudosa, las mujeres, muchachas y niños menores de siete años está claro que ocasionaron pérdidas. Esto era principalmente porque Ensenada nunca les prestó mucha atención y solo existía una vaga idea de explotarlas en manufacturas textiles. Sin embargo, esto no se hizo realidad por diversos problemas logísticos, falta de ganas de los oficiales para organizarlo, y por la resistencia de las mujeres. En los primeros meses estuvieron principalmente encerradas en la alcazaba de Málaga y los castillos de Valencia y Denia, pero las que no fueron indultadas terminaron todas en la Casa de Misericordia de Zaragoza.

Gitana (1859-1904), por José Cebrián García
Gitana (1859-1904), por José Cebrián García

En total, hubo más de 850 mujeres, muchachas y niños de menos de siete años que fueron enviados a Zaragoza. Esto se hizo contra la voluntad de la junta rectora, a la que le fueron colando nuevas llegadas de gitanas ocultándoles el número, y se vieron obligados a construir dos nuevos recintos para albergar a una población tan grande. Allí fueron empleadas en el hilado de lana y cáñamo para costear su manutención y ganar una miseria inferior incluso a lo que ganaban otras pobres no gitanas de la Casa de Misericordia. En esta institución incluso separaron a las madres de sus hijas porque creían que les influían para mal.

La falta de medios para atenderlas correctamente fue una constante. Para desahogar su conciencia el alcaide de la cárcel de Almagro en Ciudad Real se vio obligado a detallar las pésimas condiciones de las presas a su cargo y que por lo pequeña que era la cárcel se transmitieron enfermedades y no tenían medios para curarlas. Las gitanas que seguían encarceladas allí en 1753 solicitaron su libertad y protestaron por padecer trabajos, desnudeces y enfermedades. Estaban tan desesperadas que aceptarían cualquier destino, incluso que les quitaran la vida, porque ya estaban cansadas de este sufrimiento y de la persecución que siempre habían sufrido por ser gitanas.

En la alcazaba de Málaga entre diciembre de 1750 y el mismo mes de 1751 murieron 146 personas, la mayoría ancianas, niños y niñas por ser los más vulnerables a condiciones insalubres. Las mujeres gitanas optaron por rebelarse más abiertamente que los hombres, porque sabían que los castigos eran menos graves. Eran frecuentes las insubordinaciones, agresiones a guardias y motines, para hacer insufrible y costosa para las autoridades su reclusión y como forma de presionar para recuperar su libertad.

En la Casa de Misericordia de Zaragoza prácticamente cada semana había incidentes por destrozos de infraestructuras del centro. Era recurrente que se destrozasen la ropa y fueran prácticamente desnudas para demostrar su descontento y provocar pérdidas a los que las mantenían recluidas. Las mujeres actuaban en solidaridad para tener más capacidad de plantear exigencias y evitar abusos. Y a pesar de que había algunos soldados vigilándolas, se produjeron fugas, la más importante en 1753 cuando 52 gitanas abrieron un boquete en la pared y huyeron sin ser vistas, si bien la mayor parte fueron capturadas en los días siguientes.

El largo camino hacia la libertad

Ya hemos visto pues en qué condiciones vivieron los gitanos y gitanas que siguieron con su libertad privada, ¿pero cómo se llegó finalmente a su liberación? En 1754 el duque de Caylus, capitán general de Valencia, ya sugirió liberarlos a todos o, en su defecto, enviarlos a América. El duque de Caylus era un hombre que participó en la redada y estaba lleno de prejuicios contra los gitanos, pero con los años al irlos conociendo personalmente cambió su forma de verlos. Sin embargo, el marqués de la Ensenada seguía obsesionado con reprimir a los gitanos y no permitió liberar a las mujeres gitanas que Caylus tenía a su cargo.

Al caer en desgracia Ensenada a mediados de 1754, la cuestión de los gitanos presos quedó olvidada hasta la llega al trono de Carlos III cinco años después. Entre 1752 y 1765 solo fueron liberados 14 gitanos del arsenal de Cartagena, pese a sus quejas de no haber sido condenados en juicio alguno y a no tener definido el período de su pena. En 1757 el gobernador de La Carraca pidió al Consejo de Castilla autorización para liberar a los pocos gitanos que seguían ahí recluidos, para los que además contaba con documentos que daban fe de su buen carácter, pero el Consejo rechazó la petición.

La respuesta fue tajante, ya que comunicaron que no se admitiera recurso alguno sobre la liberación de los gitanos, por estar resuelta su permanencia allí hasta que fallecieran. En la Casa de la Misericordia de Zaragoza tuvieron más suerte y liberaron a casi 200 mujeres entre 1759 y 1760 por la reclamación de familiares que respondían por ellas, y para 1763 solo quedaron 45 que fueron liberadas al anunciarse el indulto de Carlos III. Como consecuencia de la gran redada, en 1762 quedaban 79 gitanos en el arsenal de Ferrol, 85 en el de Cartagena y solo uno en el de La Carraca, o sea que un total de 165 gitanos seguían en los arsenales.

Tres de los de Cartagena habían conseguido autorización para que sus esposas vivieran en Cartagena, otros habían conseguido que residieran en poblaciones cercanas, igual que tres del arsenal de Ferrol. Esto parece indicar que a partir de cierto momento se permitieron visitas conyugales. Entre esto y el hecho de que la mayoría de los gitanos españoles ya estaban en libertad hacía que fuera un despropósito y careciera de sentido mantener a algunos gitanos recluidos solo por ser gitanos, cuando el plan original era exterminar a los gitanos por medio de no permitir que se reprodujeran. Es que era en plan, ¿qué estamos haciendo aquí?

El caso más sangrante era el de los 41 gitanos del Puerto de Santa María de Cádiz, que fueron capturados en una redada de 1745 y fueron forzados a trabajar en las peligrosas minas de Almadén durante cuatro años. Pero como su año de liberación coincidió con la gran redada, no fueron liberados y algunos permanecieron casi 20 años sin libertad por ser gitanos. Voy a leer el testimonio desolador de unos jóvenes gitanos andaluces a los que les robaron la infancia, porque detrás de los números y las explicaciones que doy hay que recordar que había personas sufriendo.

“A los pies de V.E. con la más humilde y respetuosa veneración, representan los 24 gitanos que residen en el presidio del Arsenal de La Graña exponiendo a la piadosa consideración de V.E., cómo estos infelices permanecen sin alivio de esperanza alguna de gozar libertad, por hallarse huérfanos y sin quién para este fin haga la menor solicitud, como la han hecho todos los que de esta clase presentaron justificación de sus conductas de las justicias de sus domicilios; y hallándose los suplicantes descubiertos en esta parte por muerte de sus padres, parientes, y que por la tierna edad en que fueron aprehendidos no conocen justicia ni persona con quién practicar esta diligencia, bastará exponer al piadoso corazón de V.E., cómo estos infelices padecen inocentes por haber sido aprehendidos casi sin uso de razón, cuya circunstancia y la consideración de su desamparo y destituidos de todo remedio le es tan sensible, que ahora más que nunca, sienten la penosa mortificación de una esclavitud de 15 años, en tanto grado, que será motivo suficiente de dar bando con la vida a tan justo sentimiento, por lo que siendo V.E. de un corazón tan benigno acompañado de cristiano celo, rendidamente se acogen bajo el poderoso amparo de V.E., y le suplican les mire con ojos de misericordia, atendiendo a que estos infelices padecen indebidamente, y que con nada se le satisface más que con la libertad con que nacieron.”

Carlos III de España (1765), por Anton Raphael Mengs
Carlos III de España (1765), por Anton Raphael Mengs

Nada más tomar el trono, el rey Carlos III expresó su voluntad de liberar a los gitanos que quedasen y pidió la opinión de capitanes generales del reino, que se mostraron reacios. Sin embargo, la voluntad del rey era firme por moralidad, por el hecho de que el objetivo de exterminio se había perdido desde el mismo año en que se llevó a cabo la redada, y también para evitar los gastos de manutención de los gitanos. En junio de 1763 Carlos III aprobó el indulto general, inspirado en la propuesta del duque de Caylus, pero la liberación de los gitanos recluidos no se produjo realmente hasta 1765, por retrasos burocráticos para encontrar un lugar donde asentarlos.

Fueron muy rápidos para encerrarlos, pero para devolverles la liberad que nunca les deberían haber quitado fueron con mucha calma eh. El 6 de julio de 1765 fueron liberados los 75 gitanos que quedaban en el arsenal de Cartagena, mientras que dos gitanos que eran capataces de caminos de Guadarrama y que habían quedado olvidados fueron los últimos en conseguir su libertad en marzo de 1767. Así terminó uno de los episodios más negros de la historia de España, pero igual que las ideas genocidas no nacen de un día para otro, tampoco se van de un día para otro.

El conde de Aranda propuso en 1771 no ya separar a los menores de siete años de sus madres, sino directamente separarlos desde su nacimiento. El conde de Campomanes quería enviar a los gitanos a las colonias americanas y seguir segregándoles por sexo para extinguirles. Lo paradójico es que en su informe Campomanes reconocía que la exclusión de los gitanos en muchas profesiones, la falta de acceso a la propiedad de la tierra, y la falta de educación para los niños y niñas gitanos los había empujado a la marginalidad y a actividades delictivas. Los debates sobre qué hacer con los gitanos culminaron en la pragmática de 1783. Con esta ley se pretendió asimilar a los gitanos en la sociedad española.

Declaraba que todo trabajo era honrado y que los gitanos podían ejercer cualquier oficio, así como residir en cualquier parte del reino, excepto en Madrid. La condición para no meterse en problemas era que los gitanos debían abandonar la vida itinerante, su lengua y traje. Era una ley que tendía la mano a los gitanos productivos, pero que al mismo tiempo mantenía medidas represivas contra los rasgos culturales más propios de los gitanos. En la pragmática Carlos III declaraba: “que los que llaman y se dicen gitanos no lo son por origen ni por naturaleza, ni provienen de raíz infecta alguna.” Por lo menos ya dejaban la retórica genocida de hablar de los gitanos como si fueran una enfermedad que debía ser extirpada de España.

Consecuencias del genocidio gitano

Las consecuencias de la gran redada de gitanos de 1749 no fueron pocas. La brecha, desconfianza y odios entre gitanos y payos se acrecentaron mucho debido a la gravísima injusticia que se cometió. Los esfuerzos de la inmensa mayoría de los gitanos para vivir de una manera sedentaria e integrada en su comunidad quedaron deshechos, y las familias gitanas quedaron más marginadas y pobres como consecuencia del genocidio y la pérdida de bienes que sufrieron. En algunos casos pudieron recuperar su patrimonio, pero en general no fueron restituidos completamente y en algunos casos no recuperaron nada.

Ese fue el abuso que sufrieron más de setenta gitanas liberadas en Málaga, que cuando pidieron que les devolvieran sus bienes las autoridades las amenazaron con volver a encerrarlas y así callaron por temor. A 9.000 hombres, mujeres, niños y niñas gitanos les quitaron la libertad por lo menos durante unos meses solo por el hecho de ser gitanos y sin ningún tipo de juicio ni posibilidad de defenderse. A varios miles de gitanos les quitaron la libertad durante más años, y a algunos centenares de gitanos les robaron más de quince años de vida. Cientos de gitanos no nacieron por la separación de hombres y mujeres.

Ningún historiador ha contabilizado hasta la fecha cuántas muertes se produjeron, pero así con los datos dispersos que he reunido puedo asegurar que fueron más de 500 y estoy prácticamente seguro de que se produjeron más de 1.000 muertes evitables y en condiciones penosas. Y sobre todo la gran redada causó un gran sufrimiento y un sentimiento de agravio, aunque eso no se pueda contabilizar en una estadística.

Si te quedas con algo de esta historia, que sea esto: los genocidios no se pueden llevar a cabo sin que haya una deshumanización previa del colectivo afectado. Gaspar Vázquez Tablada, el marqués de la Ensenada, y el rey Fernando VI no hubieran podido llevar a cabo su plan de exterminio de los gitanos si no fuera porque había muchos otros colaboradores civiles, militares y eclesiásticos y muchos españoles que pensaban igual que él. Ese pensamiento fue el resultado de siglos de discriminación y deshumanización de los gitanos, que antecedieron al genocidio y que también continuaron siglos después. No te quedes callado cuando veas que se dan pasos peligrosos en los discursos de odio a un colectivo.

Outro

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Fuentes

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