Este es el episodio 53 llamado Almanzor, el azote de los cristianos y en este episodio aprenderás:
- Bermudo II contra Ramiro III de León
- La campaña de Barcelona del 985
- Nueva revuelta idrisí en el Magreb omeya
- Ocupaciones amiríes del Reino asturleonés y la usurpación de García Gómez
- La conspiración de Abd Allah, hijo de Almanzor
- Almanzor y la reforma del ejército
- El Veredicto: ¿Admirar o demonizar a Almanzor?
- Avance y outro
- Fuentes
Bermudo II contra Ramiro III de León
En verano del 982 Almanzor realizó la conocida como campaña de las tres naciones, pues atacó los condados catalanes y Navarra, apoyada ésta última seguramente por el conde García Fernández de Castilla y Álava. En esta expedición devastó el territorio de Gerona a través de la Cataluña central y ocupó plazas del sur del Reino de Pamplona como Carcastillo, lo que forzó a Sancho Garcés II a pedir la paz y a entregar a una hija suya, conocida en las fuentes árabes como Abda, para el harén de Almanzor. De esta unión nació al cabo de poco Abd al-Rahman Sanchuelo, quien tuvo un papel fundamental en la crisis del régimen amirí y del Califato de Córdoba.
Este trato permitió que el Reino de Pamplona evitase durante casi diez años ataques en sus dominios. Pero más interesante es qué pasaba en el Reino asturleonés en esos momentos. En diciembre del 981 Bermudo, hijo del efectivo rey Ordoño III de León, se rebeló para reclamar el trono ostentado por el rey Ramiro III. Esto ocurrió en el norte de Portugal bajo el amparo del conde Gonzalo Menéndez, una región con amplia autonomía política por cierto. Para octubre del 982 Bermudo II fue consagrado rey en Santiago de Compostela, con el apoyo de gran parte de los magnates, obispos y abades del occidente del reino.
Esto ocurrió mientras se estaba produciendo la primera campaña del dictador amirí contra la ciudad de León. En esta expedición Muhammad ibn Abi Amir ocupó Toro, en Zamora, y devastó los arrabales de León. El padre de Ramiro, Sancho el Gordo, tampoco había tejido una red de fieles en Galicia y el norte de Portugal. La falta de autoridad continuó con Ramiro III, y más al haber sido incapaz Ramiro como rey-niño de proteger Galicia de ataques vikingos y por haberse mostrado como alguien con pésimo liderazgo militar en la batalla de Gormaz del 975. Mientras tanto, el conde de Castilla y Álava García Fernández sí siguió reconociendo a Ramiro.
A los pocos meses de la coronación de Bermudo, su primo Ramiro marchó con sus huestes hasta las comarcas de Lugo, donde se enfrentaron Bermudo y Ramiro para decidir quién sería el único rey. Sin embargo, la batalla no fue decisiva, cesaron las hostilidades y la situación de fractura del Reino asturleonés se mantuvo hasta el 985. Quien se aprovechó de esta coyuntura fue Almanzor. El objetivo último que perseguía el háyib de al-Ándalus era convertir al Reino de León en un estado satélite y tributario, tener una gran influencia política sobre todo lo que pasase en la península ibérica, y sembrar la discordia para usar algunos de los territorios cristianos como fuente de esclavos.
El háyib probablemente intencionadamente favoreció con sus acciones a Bermudo al hacer varias campañas contra los territorios leales a Ramiro III de León. En verano del 983 Almanzor ocupó Simancas y destruyó sus murallas. Los musulmanes mataron a muchos hombres que defendían la ciudad, entre ellos a alguien tan relevante como el mayordomo de palacio y mano derecha de Ramiro III, y se llevaron a miles de cautivos a Córdoba. Ramiro intentó pagar un rescate, pero le llegaron noticias de que los prisioneros, al menos los hombres, habían sido ejecutados.
En septiembre Almanzor hizo campaña contra Salamanca, y esta vez ocupó los arrabales por la fuerza y consiguió la capitulación de la ciudad amurallada. Aún en noviembre Ibn Abi Amir hizo campaña contra Sacramenia, Segovia, parte del condado de Monzón asociado a la reina viuda Teresa Ansúrez y a su hijo Ramiro III. Los musulmanes conquistaron Sacramenia y mataron a todos los hombres. En marzo del 984 Almanzor atacó las aldeas de Zamora, pero no conquistó la ciudad, y sus habitantes, desprotegidos por la discordia interna en el Reino de León, decidieron pactar para que el ejército amirí se fuera a cambio de entregar cuantiosos bienes.
En verano de ese año el ejército califal atacó Sepúlveda, la plaza segoviana situada al extremo sur del condado de Castilla. Sepúlveda fue conquistada con maquinaria de asedio y los musulmanes destruyeron la ciudad. La pérdida de Sepúlveda desechó las ganancias territoriales conseguidas entre el Duero y el sistema Central, y las siguientes luchas entre castellanos y andalusíes volvieron a estar en los márgenes del Duero. Otro ejército andalusí paralelamente se dirigió a Barcelona para producir devastaciones y quizás explorar el territorio en previsión de la destructiva campaña del año siguiente.
Estos ataques sobre plazas fronterizas importantes del Reino de León debilitaron a Ramiro, hasta el punto de que en la primavera del 984 Bermudo II consiguió hacerse con la sede regia, León. Ramiro buscó refugio en Astorga y murió en una aldea cercana en junio del 985. Por eso Ramiro III de León no fue enterrado en el panteón familiar de la dinastía asturleonesa. Teresa Ansúrez, madre de Ramiro, buscó la intercesión de Almanzor para que reconociera como rey de León a un hijo de Ramiro sobre el que actuaría su abuela como regente, pero Almanzor no apoyó sus pretensiones y reconoció al candidato que ya había salido ganador de la disputa dinástica.
Bermudo II de León consiguió que Almanzor lo reconociera, y a cambio tuvo que pagar un tributo anual y el háyib le proporcionó un ejército musulmán para reducir a opositores. Estos soldados musulmanes permanecieron en el Reino de León hasta que Bermudo los expulsó menos de un año después de hacerse con la sede regia por los altercados que provocaban, cosa que como veremos provocó una respuesta desde Córdoba. Tras la muerte de Ramiro, los magnates en general reconocieron a Bermudo II, pero este rey siguió enfrentándose a numerosas revueltas locales e intentos de destronarle a lo largo de su reinado.
La campaña de Barcelona del 985
Almanzor ya había hecho algunas expediciones contra los condados catalanes, pero la campaña de Barcelona del 985 fue la más devastadora y una de las aceifas más reseñables de Almanzor junto a la de Santiago de Compostela del 997 que veremos en el próximo episodio. Aprovecho para recordarte que te suscribas al canal de YouTube y dos pódcasts La Historia de España-Memorias Hispánicas para más historias y te animo a apoyarme en Patreon, tienes los enlaces en la descripción. El cronista Ibn Jaldún dice que la razia se hizo cuando ya era evidente que la gente de Barcelona se había desligado del rey de Ifranja, es decir, del rey de Francia occidental. Así el 5 o 6 de mayo del 985 Almanzor partió de Córdoba en dirección a Barcelona, pasando por Elvira, Baza y Murcia.
No hubo ninguna flota de apoyo en la operación, menciono esto porque es un invento historiográfico bastante extendido. El ejército califal pasó más de una semana en la ciudad de Murcia por el trato hospitalario que recibieron del patriarca de los Banu al-Jattab, aquel rico linaje árabe sirio por parte paterna y visigodo por parte materna que se hizo con muchas de las propiedades del duque Teodomiro. Como recompensa, el háyib mandó reducir los impuestos de las fincas del terrateniente murciano y que el gobernador de Tudmir se encargase de contentar sus peticiones. Además, en algún momento posterior el hijo del patriarca de los Banu al-Jattab fue nombrado cadí de Valencia, Tortosa, y las islas Baleares, y quizás esta hospitalidad mostrada hacia Almanzor tuvo algo que ver.
Por Valencia y Tortosa probablemente se unieron más soldados a la expedición, y Muhammad ibn Abi Amir pudo superar sin aparentes dificultades la barrera defensiva condal de castillos y torres construidas entre Tarragona y Barcelona. Que un documento del año 990 nos hable de obras de construcción del castillo de Olérdola y el obispo consagrase una iglesia para el castillo dos años después podría sugerir que fue destruido por Almanzor y necesitó reconstruirse. Antes del asalto a Barcelona un ejército dirigido por el conde Borrell II fue derrotado, y según un cronista árabe los musulmanes consiguieron defenderse bien de las temidas espadas francas gracias a que los soldados estaban equipados con protectores de acero en los antebrazos, una innovación traída de la India.
Tras su derrota, no se sabe si el conde Borrell lideró la defensa de Barcelona o si esta tarea estuvo a cargo del vizconde Udalardo, porque de otro modo resulta extraño que Borrell no estuviera entre los muertos o hechos cautivos. El historiador Gaspar Feliu sugirió que, si asumimos que el conde se encontraba en la ciudad, quizás algunos tomaron refugio en las torres de las murallas, que los musulmanes podrían haber evitado atacar para no incurrir en bajas innecesarias en una expedición de saqueo. Lo que sí sabemos es que Borrell hizo un llamamiento a sus fieles de los condados de Barcelona, Gerona, Osona y Urgel para que fueran a defender Barcelona.
Sin embargo, la velocidad del ataque musulmán impidió que la movilización general se produjera. Las murallas de origen romano de Barcelona aguantaron seis días los ataques andalusíes. El 6 de julio la caballería ligera musulmana entraba en la ciudad condal, ya fuera por una brecha en las murallas o por haber destrozado una puerta. Los barceloneses no presentaron la capitulación, con lo que según las leyes de la guerra islámica los atacantes podían saquear, hacer cautivos e incendiar casas sin miramientos. Muchos defensores terminaron muertos o hechos cautivos, incluidos los de la comunidad judía de Barcelona, y muchos documentos de propiedad y libros se perdieron.
En la rica documentación catalana altomedieval se encuentran consecuencias de todo tipo para los cautivos: familias enteras muertas, desaparecidos de los que nunca más se supo, cautivos que fueron regresando hasta el año 1002, cautivos que al regresar tuvieron que entrar en litigios para reclamar patrimonio apropiado por parientes suyos en su ausencia, o embargos por deudas impagadas a causa del cautiverio. Figuras importantes como el vizconde Udalardo de Barcelona, un hermano del vizconde de Gerona, o el archidiácono y futuro obispo de Vic fueron hechos cautivos de los que obtendrían los andalusíes un buen rescate. Otros no tuvieron tanta suerte y nunca regresaron a su tierra, y cientos de esclavos conseguidos en el condado de Barcelona fueron empleados en las obras de ampliación de la mezquita aljama de Córdoba.
Sabemos que las devastaciones afectaron a los monasterios de Sant Cugat del Vallès, Sant Pau de Camp y Sant Pere de las Puelles. Seguramente los arrabales extramuros de Barcelona fueron los que más destrozos sufrieron, mientras que la entrada de los musulmanes en la ciudad fue rápida y seguramente ya la abandonaron el mismo 6 de julio. Es posible que Almanzor aún planease más destrucción en Cataluña, pero una nueva revuelta idrisí en el Magreb obligó al háyib a ir a Algeciras, desde donde un ejército salió para África. La arqueología demostró que la destrucción de Barcelona fue exagerada por cronistas catalanes posteriores, que afirmaban que aquel día Barcelona murió.
Esta afirmación venía dada por la intencionalidad política de ver el ataque de Almanzor del 985 como el momento fundacional de Cataluña y de la independencia de los condados. Según este mito fundacional, los condes al sur de los Pirineos dejaban de ser condes por decisión de un rey distante a condes por sucesión, por voluntad divina y porque el rey franco no cumplió con su obligación de defender a sus vasallos. De las cenizas de Barcelona nacía una nueva nación. Sin embargo, ya desde época de Wifredo el Velloso a finales del siglo IX los condes habían dejado de ser dependientes de un monarca y eran en la práctica independientes, así que solo se puso eso más en evidencia.
Desde hacía tiempo que las autoridades laicas y eclesiásticas buscaban más la legitimidad en el papa de Roma que en los reyes francos. Tampoco nació una nueva nación en el 985, y la identidad catalana tardó más de un siglo en emerger. A principios del 986 el abad de Sant Cugat fue a ver al rey franco Lotario para que reconociera los dominios del cenobio, ya que parte de la documentación se había perdido por el ataque de Almanzor. El precepto que recibió fue el último dado por un rey franco para los condados al sur de los Pirineos, y el abad también actuó de embajador de Borrell II para traer un mensaje. En este el conde pedía auxilio militar a Lotario para proteger sus dominios, pero ni él ni su hijo dieron respuesta porque murieron al cabo de poco y tenían otros problemas.
Muerto el último rey de la estirpe carolingia, el duque Hugo de París de la dinastía capeta quedó elevado a rey. Hugo de París sí contestó a una nueva petición de ayuda de Borrell II en el año 988, pero le recriminó que en otras ocasiones hubiera rendido vasallaje al califa de Córdoba y exigió que fuera a Aquitania a rendirle vasallaje personalmente para estar seguro de su fidelidad. El conde no le hizo ni caso, entre otros motivos porque Almanzor estaba centrado en campañas contra el Reino asturleonés y Hugo Capeto tuvo que suprimir una insurrección carolingia, por lo que ni aunque hubiera querido hubiera podido ayudar al conde de Barcelona.
En vez de una ruptura violenta, esto reflejaba que el rey y el conde se ignoraban mutuamente y ni uno ni otro veían beneficios prácticos en entablar relaciones de vasallaje, y más teniendo en cuenta que Hugo Capeto controlaba solo una pequeña parte de Francia. El año 988 fue diferente al 897, cuando los hijos de Wifredo el Velloso lo sucedieron pero siguieron legitimándose en los carolingios. Ahora Borrell II tomaba la decisión consciente de no seguir con la ficción de mantener unos vínculos con el rey de Francia. Desde hacía tiempo los condes de Barcelona usaban títulos como princeps o duque de Gotia, Hispania, o Iberia, y esto siguió después del 988 al presentarse como señores hegemónicos en el espacio nororiental peninsular.
Las consecuencias socioeconómicas de la campaña de Barcelona del 985 también son muy relevantes. Hubo unas notables pérdidas humanas y materiales, pero paradójicamente el ataque amirí y las posteriores negociaciones para rescatar a cautivos llevó a una intensificación de las relaciones comerciales entre el Califato de Córdoba y los condados catalanes. Se produjo un gran aumento en la circulación y empleo de oro en transacciones en los condados catalanes, así como de la importación de bienes manufacturados y libros de al-Ándalus. Los pagos de rescates forzaron a muchos a vender sus bienes, generalmente a instituciones religiosas que habían prestado dinero a personas que querían rescatar a familiares o a conocidos suyos. Las consecuencias del ataque a Barcelona del 985 permitieron aumentar más las desigualdades socioeconómicas y supusieron un salto adelante en el proceso de feudalización o señorialización de la sociedad barcelonesa.
Nueva revuelta idrisí en el Magreb omeya
En el episodio 52 Almanzor, el usurpador del poder omeya dejamos la situación del Magreb bajo un protectorado omeya con una ofensiva de la dinastía zirí de Ifriqiya, representantes de los califas fatimíes con sede en Egipto, después de que leales omeyas se hicieran por primera vez con la ciudad caravanera de Siyilmasa, clave en el comercio de oro subsahariano. El Califato de Córdoba recuperó el territorio perdido para el 985. Eso permitió cesar la producción de dinares de poca calidad como en época de Abd al-Rahman III, y multiplicar las acuñaciones de monedas de oro y plata entre el 984 y 1009 como consecuencia de un control andalusí más firme sobre el Magreb occidental y central.
Se acuñaron monedas de oro y plata en Córdoba, Madinat al-Zahra, Tarifa, Siyilmasa, y Fez, o sea que se observó una descentralización de las emisiones monetarias durante el período amirí. Sin embargo, en el 985 el príncipe idrisí que se resistió a someterse a los omeyas unos años atrás regresó a Marruecos e intentó recuperar sus dominios, con el apoyo financiero del Califato fatimí. Tras la campaña de Barcelona, Almanzor envió a su primo Askalaya con un ejército para lidiar con él. El príncipe idrisí ocupó Fez, pero vio que no tenía suficientes seguidores como para tener éxito, así que pidió el amán y Askalaya le concedió ese perdón.
No obstante, Almanzor se negó a ratificar el acuerdo de capitulación y mandó a unos hombres para que acabasen con la vida del idrisí. Al enterarse del asesinato, Askalaya se enfadó mucho porque el dictador amirí no respetó las promesas hechas por su primo al rebelde. Almanzor no toleró estas críticas, destituyó a su primo del mando del ejército en el Magreb, y cuando Askalaya fue a Córdoba a rendir cuentas Almanzor lo mandó ejecutar. No mostró ningún miramiento por su primo.
Con oro y poderío militar, Almanzor siguió ganando fieles en el Magreb, incluso entre los bereberes sanhaya, tradicionalmente aliados con los fatimíes. Así en el 991 el tío del gobernador zirí de Ifriqiya se pasó al bando omeya junto a amplios territorios del Magreb central. Pero los bereberes magrawa siguieron siendo el principal sostén del dominio omeya en el Magreb. Desde el 988 estaban liderados por Ziri ibn Atiyya, al que el háyib le concedió oro, el título de visir y el gobierno del Magreb omeya cuando visitó Córdoba. En el próximo episodio veremos que las relaciones entre Almanzor y Ziri ibn Atiyya se complicaron y amenazaron el dominio omeya-amirí sobre el Magreb.
Ocupaciones amiríes del Reino asturleonés y la usurpación de García Gómez
Regresemos al Reino de León, porque las intervenciones militares e interferencias políticas desde Córdoba no dejaron de aumentar. En estos eventos tuvo un papel destacado la familia de los Banu Gómez, que gobernaba los condados de Saldaña, Carrión y Liébana, esa franja situada entre las tierras leonesas y el condado de Castilla. El obispo de León denunció en noviembre del 985 al entonces patriarca de los Banu Gómez por haber supuestamente usurpado 35 villas que pertenecían a la diócesis. El expansionismo de los Banu Gómez hay que vincularlo al aprovechamiento de la situación política inestable, quizás por instigación de Almanzor, y a que la familia condal castellana, rivales de los Banu Gómez, se anexó el condado de Monzón en algún momento entre el 985 y 990.
Así el conde García Fernández gobernó unos dominios que abarcaban toda Cantabria excepto el Liébana, las provincias de Burgos, Álava, y Vizcaya, partes de Soria, y casi todo el río Pisuerga excepto por la zona de Valladolid. El caso es que el háyib Muhammad ibn Abi Amir estaba enfadado porque Bermudo había echado de su reino a los soldados musulmanes que había acuartelado allí. Así que en verano del 986 se produjo la llamada campaña de las ciudades, en la que Almanzor conquistó Salamanca, Alba de Tormes y León, y los habitantes de Zamora presentaron de nueva una capitulación. Cuando hablo de conquistas con las campañas de Almanzor quiero decir ocupaciones temporales, a menos que especifique lo contrario.
Pero bueno, la situación no dejaba de ser muy grave y como el háyib ocupó León el rey Bermudo II optó por refugiarse en las más seguras tierras de Galicia, donde permaneció hasta marzo del 987. Por otro lado, en una aceifa menor de septiembre de ese mismo año los ejércitos andalusíes conquistaron e incendiaron Condeixa, y lo mismo hicieron con otros poblados de Coímbra. En junio del 987 la ciudad portuguesa de Coímbra, situada sobre el río Mondego, fue conquistada tras tres días de lucha. Devastaron la ciudad, esclavizaron a la población cristiana, y poblaron la ciudad con musulmanes. Coímbra no regresó a manos cristianas hasta el 1064, y es que el área portuguesa y la frontera soriana con Castilla sí fueron zonas que los andalusíes reconquistaron y poblaron con musulmanes y guarniciones.
En invierno del 990 por ejemplo hubo una nueva expedición en el área de Coímbra y Almanzor conquistó Montemor-o-Velho y Viseu, sin que parezca que las poblara con musulmanes. Más o menos al mismo tiempo en que se producía la conquista de Coímbra, un conde del área de Lugo se alzó porque el rey había otorgado una mandación al monasterio de Celanova. Recuerdo del episodio 48 Sociedad, poder y economía del Reino asturleonés. Parte 1 que una mandación era el reconocimiento del dominio territorial de una persona o de una institución. El rebelde se hizo con algunos castillos, hasta que leales al rey Bermudo destruyeron casi todos sus castillos y pusieron fin a la insubordinación.
En el 988 hubo dos campañas amiríes relevantes. En la primera Almanzor asedió Zamora y la atacó con almajaneques, las catapultas medievales. Los andalusíes conquistaron Zamora a la fuerza, consiguieron un buen botín en forma de bienes y esclavos, y esta vez sí se quedaron con la ciudad que desde tiempos de Alfonso III de Asturias había sido una de las principales ciudades para la monarquía asturleonesa. También conquistaron y establecieron una guarnición en Toro. En la otra campaña del 988 Almanzor conquistó Astorga, otra ciudad importante del Reino de León y situada cerca de la sede regia.
El háyib de Córdoba realmente estaba poniendo contra las cuerdas al rey Bermudo II de León. El foco de las campañas de Almanzor hasta entonces fueron las tierras del Duero medio, el área propiamente leonesa. Esto significaba hacer el mayor daño en las tierras donde la dinastía asturleonesa tenía un mayor control y más patrimonio, con lo que de este modo hacía tambalear la fortaleza del rey y facilitaba Almanzor las revueltas locales y regionales de magnates cristianos. En la aceifa también atacó los monasterios de San Pedro de Eslonza y Sahagún, este último el más importante del área leonesa por las donaciones que había recibido de los reyes asturleoneses.
El abad de Eslonza escribió que los musulmanes “lo saquearon, lo destrozaron, le prendieron fuego, y nosotros los monjes nos quedamos sin nada, ni un buey, ni una oveja, ni un caballo, ni un asno, ni bebida ni comida con que alimentarnos.» En estas campañas amiríes muy probablemente colaboró ya el conde García Gómez de Saldaña, Carrión y Liébana, porque vemos que estos dos monasterios lo reconocieron como rey. Y es que, con el apoyo de Almanzor, el patriarca de los Banu Gómez pretendió usurpar el trono leonés. Ese mismo año un tal Conancio fue arrestado por esparcir la noticia falsa de que el rey Bermudo había muerto y por inducir a la gente del distrito de León a sublevarse.
Esto hay que conectarlo con los movimientos de García Gómez para ocupar León con el apoyo de Almanzor. Conancio juró fidelidad al rey y fue perdonado, a condición de que, si volvía a actuar contra el rey, perdería todos sus bienes. Lo que es poco conocido es que sí, durante unos meses, al menos entre febrero y marzo del 990, García Gómez de la familia de los Banu Gómez estaba gobernando como rey en León. Aparece en un juicio junto al sahib al-shurta o jefe de la policía Ibn Abu-l-Hawz, que se estableció en Toro, Zamora. Por la fórmula reinante empleada en la documentación parece que se formó un cogobierno entre García Gómez y Ibn Abu-l-Hawz, hombre de la dinastía tuyibí que actuaba en nombre de Almanzor.
Con la decisiva intervención del Califato de Córdoba, la rebelión y usurpación del trono de García Gómez fue la más peligrosa del convulso reinado de Bermudo II, y por supuesto a la que ocupó León Bermudo tuvo que huir de nuevo a Galicia, la tierra donde tenía más fieles. Sin embargo, para finales de junio del 990 Bermudo ya había reocupado León, como da cuenta un documento donde castiga a Conancio con la confiscación de todos sus bienes por su repetida infidelidad. Podemos suponer que la dinastía asturleonesa recuperó también el control sobre Zamora y Toro, ocupadas por los musulmanes desde el 988. En julio García Gómez se encontraba en su condado de Liébana, y fechaba el documento reconociendo como rey a Bermudo II.
Así pues, de alguna manera llegaron a un entendimiento y García Gómez pudo seguir gobernando sus dominios sin aparentes consecuencias, e incluso en el 996 el patriarca de los Banu Gómez estaba entre el séquito del rey. No tenemos detalles de cómo se desarrollaron los hechos, pero se puede especular que la horrible hambruna del 989 al 991 y la conspiración del hijo del háyib pudieron influir en la falta de acción por parte de Almanzor a favor de su aliado García Gómez. Lo que sí está claro es que las campañas de Ibn Abi Amir desestabilizaron profundamente el Reino de León, y sus interferencias y la falta de expansión territorial cristiana provocaron que la competencia se volviera feroz entre las élites del país por más patrimonio y poder político.
Por eso las revueltas se multiplicaron en esta época, y con la ley visigoda en la mano, el rey Bermudo II de León aprovechó para confiscar las propiedades de aquellos a los que pudo echar el guante. Las dinámicas de rebeldía, confiscación y redistribución del patrimonio entre fieles podían haber incentivado, paradójicamente, el estallido de más revueltas. En la cuenca del Cea el principal soporte de la monarquía había sido el monasterio de Sahagún, pero al ponerse del bando de García Gómez durante algunos años, el rey concedió propiedades confiscadas a élites laicas para ganar aliados en la zona. En cambio, en Galicia donó más a instituciones eclesiásticas porque estas se mantuvieron fieles y ya eran el principal sostén de la monarquía. Las revueltas, tuvieran éxito o no, eran una oportunidad para que algunos ganasen y otros perdiesen.
La conspiración de Abd Allah, hijo de Almanzor
Las disensiones internas no solo ocurrían entre los cristianos, también en al-Ándalus. El hijo de Almanzor Abd Allah estaba molesto porque él era el primogénito y, sin embargo, su padre mantenía como hijo predilecto y sucesor a Abd al-Malik al-Muzaffar. En el año 989 Abd Allah se encontraba en Zaragoza, y el señor de la ciudad y jefe del clan árabe de los Banu Tuyib, Abd al-Rahman ibn Mutarrif, alimentó el odio hacia su padre en Abd Allah y lo instigó a rebelarse, porque el tuyibí temía sufrir el mismo destino que otros jefes árabes. Abd al-Rahman ibn Mutarrif y Abd Allah llegaron a un acuerdo para repartirse zonas de gobierno cuando eliminasen a Almanzor, quedándose Abd Allah con Córdoba y el tuyibí con la frontera.
En esta conspiración estuvo también involucrado un omeya descendiente del emir al-Hakam I, Abd Allah Piedra seca, gobernador de Toledo, además de otros funcionarios importantes y cabecillas del ejército. Pero Almanzor tenía a muchos leales y una extensa red de informadores, por lo que se enteró de la conspiración. El háyib decidió convocar una expedición contra Castilla y pidió la participación de los señores de la frontera, incluyendo el señor de Zaragoza. En Guadalajara Almanzor incitó a los soldados de la frontera a acusar a Abd al-Rahman ibn Mutarrif de apropiarse indebidamente de sus soldadas. Con esta acusación, el señor de al-Ándalus destituyó al patriarca tuyibí. Lo sustituyó en el gobierno de Zaragoza el sobrino de Abd al-Rahman ibn Mutarrif para intentar aplacar el enfado de los tuyibíes.
Almanzor hizo llamar a su campamento a su hijo Abd Allah, pero este ya sabía cómo se las gastaba su padre y Abd Allah aprovechó un ataque contra San Esteban de Gormaz para huir y ponerse bajo la protección del conde García Fernández de Castilla y Álava. Los musulmanes no tuvieron éxito en tomar San Esteban de Gormaz, y fueron a por Portillo, plaza situada más al sur de Castilla que ya había ocupado el háyib alguna vez. Esta vez Ibn Abi Amir obligó a los habitantes del castillo a abandonarlo y lo destruyó para poder regresar a Córdoba con algo con lo que presentar como una victoria. Además, en Madinat al-Zahira Abd al-Rahman ibn Mutarrif fue encarcelado y ejecutado poco después.
En verano del 990 la furia de Almanzor se desató en Castilla y los andalusíes conquistaron y poblaron Osma, como plaza más avanzada que Gormaz para nuevas ofensivas musulmanas. Como la desolación causada por los andalusíes era muy grande y ocuparon partes del territorio condal, el conde castellano no tuvo más remedio que rendirse ante Almanzor y aceptar entregar a Abd Allah a su padre. En septiembre del 990 Almanzor envió a unos hombres que decapitaron a su propio hijo de 23 años. De nuevo, Almanzor demostraba ser implacable con cualquier opositor, incluso de su propia sangre, por mucho que en conversaciones posteriores Almanzor pusiera en duda que realmente Abd Allah fuera hijo suyo para aplacar las críticas que recibió por su crueldad.
En cuanto a Abd Allah Piedra Seca, el gobernador de Toledo se refugió en León bajo el amparo del rey Bermudo II. Almanzor le exigió que dejase de dar asilo a Piedra seca, pero al negarse los ejércitos califales marcharon contra Astorga y León en el 994 y las conquistaron. El rey asturleonés tuvo que solicitar la paz a cambio de un tributo anual y de entregar a Piedra seca. El príncipe omeya fue encarcelado y condenado a muerte, pero finalmente Almanzor decidió escuchar las súplicas y no lo mató, quizás para no enfurecer a los omeyas, que ya suficientemente rabiosos estaban por no ostentar el poder real. Piedra seca solo fue liberado de la cárcel tras morir Almanzor y sirvió al háyib al-Muzaffar en su campaña del 1003 contra los condados catalanes, donde murió.
Almanzor y la reforma del ejército
Ya dejo de lado la historia política en este episodio, porque hay que hablar largo y tendido de los cambios introducidos por Almanzor en el plano militar y de quiénes eran las élites políticas. Para consolidar el régimen amirí que gobernaba en nombre del califa omeya Hisham II y aumentar la potencia militar del Califato de Córdoba, Almanzor introdujo importantes cambios en el ejército, que tendrían una grandísima repercusión en el futuro de al-Ándalus. Básicamente, Almanzor eliminó definitivamente el sistema de yunds árabes sirios y lo sustituyó por grupos militares profesionales de origen extranjero.
Recordemos de anteriores episodios que los yunds estaban compuestos por árabes que la mayor parte del año se dedicaban a tareas agrícolas, pero que podían ser llamados para movilizarse en una campaña en verano. Los árabes sirios cobraban los impuestos de su distrito y se quedaban con un tercio a cambio de sus servicios militares y obtenían también mejores pagas que otros soldados. Este sistema evitó las tensiones de repartir tierras en propiedad cuando los yunds árabes llegaron en al-Ándalus en la década del 740, aunque no tardaron numerosos árabes sirios en acceder a la propiedad de la tierra por compras, donaciones y matrimonios con las élites hispanogodas.
Para finales del siglo X podemos imaginar que este sistema ya estaba bastante erosionado en comparación con su concepción inicial a mediados del siglo VIII, y es que los emires y califas omeyas ya se habían encargado de reducir el poder de los yunds. A principios del siglo IX el emir al-Hakam I creó una guardia personal de saqaliba compuesta por europeos esclavos. Al no tener lazos con la comunidad, los saqaliba podían servir eficazmente como una herramienta de represión interna y tenían una relación con el soberano de dependencia y lealtad más fuerte que los árabes. Los bereberes nuevos en tiempos de Almanzor cumplirían también esta misma función.
El califa Abd al-Rahman III hizo reformas en el ejército para relegar a un papel secundario a los voluntarios andalusíes en las campañas y a los yunds árabes sirios. Con Abd al-Rahman los yunds dejaron de tener autonomía propia para escoger a sus propios jefes y cada vez más ejércitos estuvieron liderados por libertos vinculados a los omeyas en vez de por árabes. Su hijo al-Hakam II incorporó a mercenarios bereberes recién traídos del Magreb, aunque aún en números pequeños. Fue Almanzor quien llevó este proceso de creación de una casta militar extranjera, sin vínculos con los andalusíes, y solo leal a él un paso más allá.
La reforma del ejército por parte de Almanzor fue un proceso, pero como tal debió producirse durante la década del 980, una vez el háyib se hizo amo indiscutible del Califato de Córdoba después de derrotar a Galib, como vimos en el episodio anterior. Según el cronista al-Maqqari, el primer paso consistió en quebrar la cohesión y solidaridad que unía a los árabes de los yunds por lazos familiares e introducir gente nueva. Los árabes inscritos en los yunds terminaron perdieron su empleo y paga. El sistema de soldados semiprofesionales que solo eran movilizados a veces en verano se sustituyó por un sistema de soldados profesionales a tiempo completo.
Almanzor organizó una fuerza militar compuesta por bereberes nuevos recién llegados del Magreb, mercenarios cristianos, esclavos africanos subsaharianos, y los saqaliba o europeos esclavos, muchos de ellos por cierto esclavizados en las propias campañas de Almanzor. Almanzor intencionadamente hizo que el ejército fuera una mezcla heterogénea de etnias diferentes, para evitar que ninguna facción supusiera un peligro para el régimen amirí, ya que si unos se rebelaban podía usar al resto para reducirlos. Para el año 991, el número de soldados bereberes recientes ya superaba al número de soldados andalusíes, así que la berberización del ejército y reducción del poder de los árabes que perseguía Almanzor tuvo éxito.
¿Cuántos soldados reunió el Califato de Córdoba bajo Almanzor? No hay una respuesta definitiva a eso, pero tenemos algunas cifras para aproximarnos a la fuerza militar que permitió a Almanzor salir victorioso en casi todas sus campañas. En una aceifa se cita la cifra de 26.000 infantes y 46.000 jinetes, de los cuales 600 se encargaban de la guardia y transporte, 130 tocaban tambores de guerra, y 200 eran exploradores y guías. Me cuesta creer para el siglo X una movilización tan grande por los quebraderos logísticos que supondría, pero sí es una información que revela que la caballería era más importante que la infantería, algo que parece que fue así por la lección aprendida en la derrota del 939, como estudié en el episodio 42 Ramiro II y la batalla de Simancas-Alhándega.
Almanzor alistó a tres mil jinetes bereberes y dos mil infantes negros solo para su guardia personal, incluyendo aquellos situados en la ciudad-palaciega amirí de Madinat al-Zahira. El geógrafo del siglo XIV al-Tigani afirmaba que, en una fecha desconocida, el ejército amirí tenía 12.100 caballeros inscritos, mientras que Almanzor al quejarse de su salud en su última campaña del 1002 habló de que en su campaña participaban 20.000 soldados, pero habría más en otras partes de al-Ándalus. Según Ibn Idari, había 10.500 jinetes trabajando a tiempo completo acuartelados en Córdoba y alrededores, y otros tantos servían en las fronteras.
Por lo tanto, creo que podemos decir con bastante seguridad que el califato tenía a sueldo a un ejército profesional de 20.000 jinetes y varios miles de infantes a tiempo completo, y un número mayor podía ser movilizado con mercenarios y voluntarios en aceifas. Como referencia, Pedro Chalmeta estima una población de entre 4’5 y 5 millones de habitantes en al-Ándalus hacia el año 1000, aunque admite que, al no tenerse en cuenta en sus cálculos la población que no pagase impuestos, la cifra real podría llegar hasta un máximo de 7’5 millones de habitantes. Recordemos que entre 250 y 315.000 habitarían Córdoba a finales del siglo X, por lo que en torno al 6% de la población andalusí viviría en la capital.
Hay otras cifras relevantes en el gasto militar en época de Almanzor. El estado andalusí omeya compraba anualmente unos 8.000 caballos y 8.000 mulas para emplear con fines militares. Las armerías andalusíes producían 12.000 arcos al año, con lo que la cifra de flechas debía de ser de cientos de miles al año, y se producían 3.000 tiendas para los soldados y 30.000 escudos. Esta producción armamentística, digna de una economía de guerra, junto a la gran cantidad de soldados que reunió el háyib amirí, hace creíble que al-Ándalus gastase con Almanzor más de un tercio de los ingresos en la guerra.
Este tercio del gasto público era la media habitual en la historia andalusí, y ya vimos en el episodio extra 13 Auge y declive militar de al-Ándalus que ese menor gasto militar en términos relativos fue el principal motivo por lo que los cristianos pudieron conquistar al-Ándalus, según defiende Josep Suñé. Pero claro, mantener un ejército profesional durante todo el año suponía un gran gasto que pesaba sobre los hombros de los productores andalusíes, y el aumento de los impuestos generó descontento entre la población. Abu Bakr al-Turtusi, el alfaquí andalusí más respetado de finales del siglo XI, fue muy crítico con la decisión de Almanzor.
Acusaba a Almanzor de haber seguido una estrategia que era pan para hoy y hambre para mañana, por la presión fiscal que impuso en sus súbditos que provocó que algunos campos dejasen de cultivarse y disminuyesen los ingresos del fisco. Esta visión andalusí y proomeya es muy diferente a la perspectiva que presentó en sus memorias Abd Allah ibn Buluggin, último rey de la taifa zirí de Granada y por tanto descendiente de los linajes bereberes beneficiados por las políticas de Almanzor. Después de hablar de cómo el háyib quiso tener un ejército heterogéneo y de hacer un llamamiento a los bereberes para la guerra santa, el zirí dice en sus memorias: “Fue de esta suerte como Ibn Abī ‘Āmir llevó a cabo su reforma militar, realzó el prestigio del Califato, subyugó a los politeístas y exhortó a todos los musulmanes a participar en sus campañas.
Los súbditos de las tierras de al-Ándalus se declararon, sin embargo, incapaces de participar en ellas, haciendo valer ante Ibn Abī ‘Āmir que no se hallaban preparados para combatir y, por otra parte, que su participación en las campañas les impediría cultivar la tierra. No eran, en efecto, gente de guerra, y, en vista de ello, Ibn Abī ‘Āmir los dejó emplearse en la explotación del suelo, a cambio de que todos los años, previo acuerdo y a satisfacción de todos ellos, le entregasen de sus bienes los subsidios necesarios para equipar tropas mercenarias que los sustituyesen. Les fijó, pues, tributos, ingresó en las cajas del Tesoro aquellas sumas que le entregaban las gentes, y les sacó [todo el dinero que podían darle], con lo cual equipó su ejército.”
Esto de que los andalusíes no eran gentes de guerra y no querían ser militares sabemos que es una falsedad, pero ese es el relato con el que se justificaba que existiera una casta militar magrebí. La reforma militar de Almanzor fue la culminación de la desmilitarización de la sociedad andalusí, que tanto daño causó y dificultó que los andalusíes pudieran ser soberanos sin depender de soldados extranjeros. El resultado de este proceso fue que se formó una amplia grieta que dividía con claridad la población gobernante de la gobernada. Esto tuvo una incidencia en la creciente berberofobia visceral entre la población llana y la aristocracia árabe de al-Ándalus.
Entre los bereberes nuevos pocos hablaban árabe, iban vestidos con un turbante, y no estaban acostumbrados a la vida urbana, por lo que su presencia se sentía fuera de lugar en Córdoba. Los esclavos europeos y negros también se sentían como elementos extraños, así se entiende que la xenofobia creciera. Además, los bereberes no eran reclutados individualmente, sino que venían en grupos tribales con sus propios líderes, lo que contrasta con la falta de respeto por la autonomía de los yunds árabes sirios. Esta cohesión de grupo de los magrebíes recién llegados facilitó la aparición de taifas gobernadas por dinastías bereberes.
El Veredicto: ¿Admirar o demonizar a Almanzor?
En El Veredicto de hoy quiero señalar cómo de diferente se habla de Almanzor en las fuentes cristianas y en las musulmanas. Algunas fuentes cristianas hablan de Almanzor como un instrumento del demonio y otras veces de Dios para castigar a los cristianos por sus pecados, pero es curioso que por lo general aquellas fuentes próximas a los hechos hablen poco de Almanzor como individuo. Fue más al pasar los siglos que por las conquistas cristianas Almanzor se personificó como el enemigo musulmán y tirano, aunque eso no evitaba que también recibiera elogios de los cristianos por sus cualidades guerreras. Los musulmanes suscitaban temor y fascinación por partes iguales, así que no hubo una radicalización cristiana contra los musulmanes en torno al año 1000 como consecuencia de las campañas de Almanzor, y me equivoqué en episodios anteriores cuando sugerí lo contrario.
Las fuentes árabes presentar por lo general una visión muy favorable de Almanzor por su exitosa yihad y humillación de los cristianos y por mantener la paz y bienestar en al-Ándalus. Igual que ocurrió con el califa Abd al-Rahman III, los cronistas árabes recriminaban a Almanzor su excesiva crueldad, con asesinatos políticos y ejecuciones a veces por motivos muy banales, que solo servían para que Ibn Abi Amir infundiese un terror confundido con respeto. Pero también hubo voces andalusíes que criticaban que hubiera usurpado el poder califal de los omeyas y responsabilizaban a Almanzor de la caída del califato por traer a miles de bereberes y cambiar el sistema militar. Así que ahora te pregunto a ti, ¿hay que admirar o demonizar a Almanzor? ¿Hay cualidades que admirar en alguien que provocó tanta devastación y esclavizó a miles de personas? Espero tu respuesta en los comentarios, y con eso, El Veredicto termina.
Avance y outro
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