Este es el episodio 55 llamado Al-Muzaffar, el continuador del régimen amirí y en este episodio aprenderás:
- La toma del poder de Abd al-Malik al-Muzaffar
- Las conspiraciones contra al-Muzaffar
- La batalla de Albesa y la campaña de Montmagastre
- La batalla de Torá, la derrota de al-Muzaffar
- Campañas contra el Reino de León
- La campaña de San Martín
- La muerte de al-Muzaffar
- El Veredicto: Valoración del gobierno de al-Muzaffar
- Anuncios, avance y outro
- Fuentes
La toma del poder de Abd al-Malik al-Muzaffar
El 10 de agosto del 1002 murió el todopoderoso Muhammad ibn Abi Amir, más conocido como Almanzor, el hombre al que le dediqué tres episodios y que gobernó de facto el Califato de Córdoba tras haber convertido en irrelevante al califa omeya Hisham II. En su lecho de muerte en Medinaceli, tras haber hecho una campaña por Castilla, se hallaban sus hijos Abd al-Malik al-Muzaffar y Abd al-Rahman Sanchuelo. Según transmitió el cronista Ibn Hayyan, el moribundo Almanzor quiso hablar con su hijo predilecto y sucesor para darle algunos consejos. Lo más importante era que le insistió en que dejase las tropas de la expedición al mando de su hermano Abd al-Rahman y se dirigiese inmediatamente a Córdoba.
Se trataba de evitar que corriese la noticia de la muerte de Almanzor antes de que llegase Abd al-Malik y que así se pudiera producir un intento de derrocar el régimen de la dinastía amirí. Almanzor sabía que los amiríes eran odiados por muchos en Córdoba por su gobierno despótico y usurpación del poder de los omeyas y por traer a miles de bereberes a al-Ándalus. Al-Muzaffar lloraba y se encontraba abatido, pero Almanzor le daba una reprimenda y decía que sus lloros eran un signo de debilidad. Al-Muzaffar, de solo veintisiete años, tenía que ser fuerte porque ya no tendría a su padre para velar por él.
Decidido, Abd al-Malik se apresuró para llegar a Córdoba, y allí le comunicó al califa que su padre había muerto. Ya vimos en el episodio 54 Almanzor y la supremacía de al-Ándalus que en el 996 hubo una grave crisis política, que terminó resuelta a favor de la dinastía amirí al verse obligado el califa Hisham II a confirmar que delegaba el gobierno en Almanzor y sus sucesores. Por tanto, en principio la sucesión debía ser fluida y sin contratiempos. Hisham no quería problemas y reconoció a Abd al-Malik como el nuevo háyib. Pero entre la población cordobesa y las tropas sí hubo agitación en el momento de la sucesión.
Algunos ciudadanos se dirigieron a la ciudad palaciega de Madinat al-Zahira para pedirle al califa que gobernarse él sin un amirí. Unos setecientos hombres habían desertado de la última campaña de Almanzor y Abd al-Malik pidió a su hermano que regresase a Córdoba con los soldados de inmediato. Al-Muzaffar necesitaba hacer una gran demostración de fuerza para calmar los ánimos y evitar una revuelta y que los enemigos de los amiríes se movilizasen. Con la amenaza de garrotazos los revoltosos se dispersaron, y algunos eunucos que mostraron oposición a al-Muzaffar fueron desterrados a Ceuta.
Así que el traspaso de poder se hizo con algunos desafíos, pero nada incontrolable. Eso sí, por culpa de la necesidad de afianzar su control en al-Ándalus, al-Muzaffar no pudo responder inmediatamente a los ataques de los condes catalanes sobre la frontera. Al quedar investido háyib, es decir, como un primer ministro, al-Muzaffar quiso ganarse rápidamente el favor del pueblo reduciendo los impuestos y, más importante aún, condonando impuestos impagados. Esto debió beneficiar a mucha gente, teniendo en cuenta cómo aumentó la presión fiscal con Almanzor hasta el punto de reducir los ingresos de Hacienda.
En el Magreb de obediencia omeya las cosas estuvieron calmadas durante el gobierno de al-Muzaffar, primero con oficiales de al-Ándalus que pasaban pocos meses gobernando y desde el 1006 con el hijo de Ziri ibn Attiya gobernando los territorios magrebíes excepto Siyilmasa, que estuvo bajo el gobierno del hijo del bereber magrawa que conquistó la ciudad para los omeyas. Al principio de su gobierno, al-Muzaffar autorizó la migración de Zawi ibn Ziri y sus seguidores, que fundarían poco después la Taifa de Granada. Se percibe un fuerte descenso en las acuñaciones de oro y plata durante el gobierno de al-Muzaffar, lo que podría ser indicativo de problemas económicos en al-Ándalus o de problemas en el suministro de oro y plata de África.
Las conspiraciones contra al-Muzaffar
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Al-Muzaffar de momento no lo arrestó y acordó encontrarse con el líder de los soldados esclavos europeos en Zaragoza, en el transcurso de la expedición contra los condados catalanes del 1003. De camino, al-Muzaffar ordenó a su secretario que regresase a Córdoba con la excusa de que debía recoger algo de dinero para la campaña, pero cuando llegó a la capital fue arrestado en Madinat al-Zahira y asesinado en la cárcel. Cuando el conspirador saqaliba se presentó ante Abd al-Malik en Zaragoza, fue arrestado y se lo llevaron hacia la costa montado en un burro. Fue desterrado a las islas Baleares y éste también fue asesinado en prisión.
El ministro Ibn al-Qatta, que odiaba al cadí o juez supremo de Córdoba Ibn Dakwan porque le canceló la compra de unas propiedades de una persona con discapacidad mental, acusó al cadí de estar metido en esta conspiración. Esta acusación sin base alguna hizo que al-Muzaffar destituyera a Ibn Dakwan de su cargo durante un año. Una vez desactivada esta conspiración, el amirí fortaleció su relación con su visir Ibn al-Qatta y le ofreció la mano de una hermana suya para casarla con uno de sus hijos. Este ministro logró obtener un gran poder, porque el háyib le delegó muchos asuntos de gobierno.
Esto fue así porque al-Muzaffar era un soldado de cabo a rabo. No tenía una formación de letras y leyes como su padre y no le interesaba la administración, la política o la poesía y ciencias, a pesar de que siguió teniendo muchos poetas a su servicio porque era lo que se esperaba de su posición. Mantuvo buenas relaciones con los ulemas y alfaquíes, los hombres de religión y leyes en el islam, aunque el joven amirí tenía mala reputación por beber demasiado alcohol y ser algo vago. Seguramente era más hedonista que su padre, eso explicaría que se conserven numerosos objetos manufacturados de lujo, como cajas de marfil, con su nombre inscrito.
Pero el punto principal que trataba de hacer es que durante la mayor parte de sus seis años de gobierno delegó mucho todo lo que no tuviera que ver con la guerra contra los infieles. Al-Muzaffar empleó de forma extensiva a saqaliba o esclavos europeos en la administración, pasando de los seis eunucos mayores de su padre a veintiséis, entre los que se encontraban Jayrán y Muyahid, que luego se convirtieron en los reyes de las taifas de Almería y Denia respectivamente. Su madre al-Dalfa tuvo un papel destacado durante su gobierno, ayudada por las riquezas y propiedades que había heredado de Almanzor.
Pero en quien más delegó el gobierno del día a día fue en su ministro Ibn al-Qatta. Al-Dalfa, que tenía un agudo sentido político, vio que Ibn al-Qatta estaba haciendo que al-Muzaffar se pusiera contra su esposa para casarla con otra mujer sobre la que el visir tenía influencia. A través de ella, Ibn al-Qatta pretendía ejercer aún más influencia sobre el háyib. Al-Dalfa se pronunció abiertamente contra el ministro, y quizás eso hizo que entrase en pánico y pasase a intentar derrocar a al-Muzaffar. Al principio Abd al-Malik no hizo mucho caso a los rumores de que Ibn al-Qatta pretendía asesinarle, pero su madre e informaciones más concretas le hicieron abrir los ojos.
Ibn al-Qatta lideraba una conspiración de apariencia legitimista omeya, porque pretendía destronar al califa títere Hisham II y acabar con el régimen amirí, para restaurar el califato en un nieto de Abd al-Rahman III. En realidad, Ibn al-Qatta quería ser un háyib que gobernase de facto el Califato de Córdoba o casi con el mismo poder que Almanzor o al-Muzaffar. Esto sucedió en el año 1006, con lo que quizás haya que relacionarlo con el desgaste político que sufrió al-Muzaffar y la legitimidad del régimen amirí tras sufrir una derrota en la batalla de Torá, como veremos más adelante.
El plan era invitar a al-Muzaffar, Sanchuelo y otros personajes relevantes fieles a los amiríes en una fiesta en la almunia de Ibn al-Qatta, y allí unos soldados los asesinarían al entrar. Después planeaba dirigirse a Madinat al-Zahira junto al pretendiente omeya para proclamarlo nuevo califa y exponer los problemas físicos y mentales de Hisham II que lo incapacitaban para gobernar. El plan llegó a oídos de Abd al-Malik, y así mandó asesinar a Ibn al-Qatta. El pretendiente omeya fue detenido tres días después y de nuevo, oh casualidad, fue asesinado en la cárcel. Los bienes de Ibn al-Qatta, sus hijos, secretarios y clientes fueron incautados, por la traición y quizás por los rumores de que el ministro había aprovechado su poder para sacar tajada de la recaudación de cada provincia.
Tras esto, al-Muzaffar dejó de delegar tantas funciones de gobierno y tomó más firmemente el control del estado andalusí. Podía no gustarle tener que administrar los asuntos del día a día, pero era necesario hacerlo si no quería que un personaje ambicioso le quitara el poder. Al fin y al cabo, eso mismo es lo que había hecho su padre. Se dice que en sus últimos dos años de gobierno dejó la bebida y enderezó más su vida. También volvió a confiar en Ibn Dakwan y le devolvió la posición de cadí y lo convirtió en un fiel consejero.
La batalla de Albesa y la campaña de Montmagastre
Al difundirse la noticia de la muerte del implacable Almanzor, los cristianos del norte recuperaron la esperanza de librarse de las destructivas campañas andalusíes y del tributo impuesto desde Córdoba. En el Reino de León hubo algo de reticencias a seguir obedientes, así que Abd al-Malik ordenó a un ejército de frontera atacar la región leonesa. También movilizó dos columnas contra los territorios portugueses entre el Mondego y el Duero, que en teoría Almanzor había reincorporado a al-Ándalus. Al final el rey de León, el conde de Castilla y el de Saldaña renovaron su sumisión a Córdoba con un compromiso a pagar tributo anual y proporcionar auxilio militar en sus campañas si así lo pedía.
A Abd al-Malik le llegaron noticias desagradables desde la frontera catalana por ataques cristianos, pero el sucesor de Ibn Abi Amir tuvo que renunciar a castigarlos inmediatamente para consolidar su poder en la capital. Los condes de la actual Cataluña se coordinaron para ampliar sus fronteras y atacar posesiones musulmanas, creyendo que con la muerte de Almanzor el Califato de Córdoba podía estar debilitado. Participaron en las incursiones los condes de Barcelona y Urgel, y probablemente los de Cerdaña, Besalú y Ribagorza.
Así se entendería la noticia de que el conde Isarno de Ribagorza murió en Monzón, bastante dentro de la frontera musulmana. Su muerte provocó una crisis sucesoria al morir sin descendencia. Su hermana Toda pasó a gobernar el condado hasta el año 1010, y tras la destructiva campaña del 1006 se casó por conveniencia con su primo segundo Suniario, conde de Pallars, que ya se había apropiado de algunos territorios del este de Ribagorza aprovechándose de la inestabilidad que sufrió el condado. La coalición condal fue frenada en Albesa, a unos pocos kilómetros al norte de Lérida.
La batalla de Albesa se produjo el 25 de febrero del 1003. Esta fecha la conocemos porque un diccionario biográfico menciona que un ulema que hacía la ribat en la frontera de Lérida murió en esta batalla. También murió en ella el obispo de Elna, hermano del abad Oliba, y si participó hasta alguien del Rosellón podemos imaginar que la campaña fue importante. La batalla fue de resultados inciertos, pero al romper la paz Abd al-Malik tuvo que organizar su primera campaña como háyib para castigar a los condados en verano del 1003.
Según se deduce del reparto de pertrechos, le acompañaban unos 5.000 norteafricanos y saqaliba y unos contingentes castellanos de Sancho García y leoneses de García Gómez de Saldaña o del rey Alfonso V que tuvieron que unirse a la expedición en Medinaceli para cumplir con lo estipulado en su sumisión. El háyib iba acompañado del general saqaliba Wadih y las fuerzas de la expedición pasaron por Zaragoza y Lérida antes de atacar el condado de Urgel. Al-Muzaffar envió al liberto Wadih con sus hombres para tomar por sorpresa la fortaleza de Meyá en los primeros momentos del alba.
El háyib ya se dirigía a tomar Montmagastre cuando recibió noticias de Wadih que había tomado en pocas horas Meyá. Montmagastre era un castillo situado en una colina de buen valor estratégico y que a principios del siglo X estaba en manos de los Banu Qasi. Sin embargo, había pasado a manos urgelesas quizás solo unos meses antes de la campaña de represalia amirí. Si en el siglo X la frontera catalana-andalusí seguía siendo difusa y había tierra de nadie que los condados pudieron incorporar, la situación en el año 1000 ya era muy distinta y la frontera era más clara y dura.
Los soldados musulmanes tomaron posiciones para asediar y capturar Montmagastre mientras se escuchaban gritos de que Dios es el más grande y los tambores del ejército no paraban de sonar para acobardar al enemigo. Con la fortaleza rodeada, los cristianos decidieron presentar batalla fuera de la muralla, pero con los embistes musulmanes se vieron obligados a entrar en el castillo. Los musulmanes ya habían abierto algunas brechas en las murallas cuando cayó la noche. A la mañana siguiente se reprendió la lucha encarnizada hasta que se rompieron filas y los musulmanes pudieron entrar en la fortaleza y capturar mujeres y niños para el botín. Todos los hombres defensores fueron muertos.
Al-Muzaffar ordenó a sus hombres que no destruyeran ningún edificio de Montmagastre porque quería poblarla con musulmanes. A cualquiera que se instalara en Montmagastre le ofreció tierras, una vivienda y un puesto de soldado profesional por dos dinares al mes. Esto permitía crear una primera línea de defensa para Balaguer, que al mismo tiempo era una línea de defensa para Lérida. Numerosos soldados tomaron la oferta, pero la continuidad de la ocupación dependía principalmente de que pudiese seguir llegando dinero desde Córdoba. A la que estalló la fitna, parece que los musulmanes abandonaron Montmagastre y esta importante fortaleza cambió varias veces de manos hasta la conquista cristiana definitiva hacia el 1018.
A continuación, el ejército amirí atacó la frontera del condado de Barcelona. Destruyeron la ciudad de Manresa y provocaron incendios, devastaciones de campos y se hicieron con botín por la Cataluña central y la comarca del Bajo Llobregat. A principios de agosto hicieron el camino de regreso a la capital. El háyib le ordenó a su secretario que escribiese un parte para enviarlo a Córdoba informando de la victoria, incluyendo la conquista de seis castillos, la desocupación y destrucción de ochenta y cinco castillos, y la captura de 5.570 personas.
La persona más importante que capturaron fue el conde Ermengol I de Urgel, ese fue uno de los motivos por los que el conde Ramón Borrell de Barcelona no tardó en enviar una embajada para negociar la paz y el pago del rescate de su hermano. La embajada fue recibida con todos los honores y la pudieron presenciar incluso comerciantes iraquíes y egipcios que estaban en Córdoba vendiendo productos traídos de la India y otros países lejanos. Eran los felices días de gloria de Córdoba, pero eso estaba a punto de llegar a su fin, y este fue el último recibimiento pomposo de cristianos sometidos que recibió Córdoba.
La batalla de Torá, la derrota de al-Muzaffar
En contraste con su primera aceifa, la campaña de verano del 1006 fue muy agridulce para los musulmanes. Las cosas fueron bien cuando penetraron la comarca aragonesa del Sobrare, bajo dominio pamplonés, y el condado de Ribagorza a mediados de julio. Los habitantes del sur del condado huyeron despavoridos hacia donde pudieron, y con este ataque ocuparon la sede episcopal de Roda de Isábena, capturaron a su obispo y destruyeron su iglesia. De los grandes destrozos que sufrieron, la sede tardó dos décadas en recuperarse y no fue hasta el 1030 en que se construyó una nueva catedral dedicada a San Vicente.
En el monasterio de Obarra había trece monjes en el 1003, pero solo cinco en el 1007, lo que concuerda con las informaciones de movimientos migratorios de refugiados religiosos en Francia para escapar de la muerte y destrucción islámica. Un diploma del hoy despoblado de Raluy decía que habían arrasado su iglesia y no quedaba gente por el miedo a los sarracenos, mientras que un diploma de 1010 del monasterio de Santa María de Alaón decía: “Estamos en una grave opresión y vivimos bajo el yugo de los paganos, obligados a pagar enormes tributos, y ya no podemos soportar las cargas que se nos echan encima año tras año, si no es vendiendo nuestras tierras a hombres buenos.”
Esto de hombres buenos, boni homines, hacía referencia a terratenientes, que tenían la capacidad económica para aprovecharse de las desgracias provocadas por los musulmanes y comprar más propiedades, por lo que a largo plazo iban reforzando su poder y la desigualdad. Los musulmanes conquistaron y mantuvieron bajo su control durante unos pocos años la baja Ribagorza, y como comentaba el diploma, soportaron unos impuestos elevados. Hasta aquí la expedición fue bien para el ejército califal. Pero después de las devastaciones hechas en el Sobrarbe y Ribagorza, al-Muzaffar bajó el río Cinca y Segre hasta encontrarse con otro ejército de diversos condes catalanes en la llanura del castillo de Torá, un territorio disputado por el condado de Urgel entre Solsona y Guisona.
Participaron en la batalla de Torá Ramón Borrell de Barcelona, Ermengol I de Urgel, Wifredo II de Cerdaña, y Bernardo de Besalú, que según el relato del monje André de Fleury formaban un único ejército y tomaban las decisiones en igualdad de condiciones. Los cristianos se refugiaron en el castillo de Torá cuando un vigía alertó de la llegada de 20.000 combatientes califales. El conde Bernardo de Besalú, apodado Tallaferro, es decir cortahierro, hizo una arenga para levantar los ánimos de los guerreros reunidos. Preguntaba por qué debían temer a los musulmanes y recordaba que con la protección de Dios podían vencer. Los animó a tomar las armas diciéndoles que los enemigos caerían en manos de la Virgen, san Miguel y san Pedro.
Después de este discurso, al-Muzaffar atacó su posición con sus mejores 3.000 jinetes. André de Fleury dice que los condes solo tenían 500 hombres, pero tal cifra se hace imposible de creer y se ha propuesto que al menos hubiera 2.000 hombres, con cada conde aportando 500. También podría ser que lo de 500 fuera solo el número de jinetes de caballería pesada. Fueran cuales fueran las cifras, el ejército condal estaba en una desventaja numérica, pero primera vez atacaron con caballería pesada y pudieron desbaratar la formación de la vanguarda andalusí y el resto de soldados se dispersó en medio de la confusión de la batalla. El predominio de la caballería para luchar y no solo para transportarse era una novedad entre los cristianos medievales hacia el año 1000, en una época en que se desarrollaban los milites como clase social diferenciada y especializada en la guerra.
La coalición de condes catalanes consiguió botín, cautivos, fortalezas como Moiá y Montmagastre, y sobre todo una victoria que levantaba la moral al haber sido capaces las huestes condales de derrotar al ejército califal. De forma algo impropia en las fuentes árabes, estas silenciaron la batalla de Torá. Solo hablan de que hubo una granizada y truenos que atemorizaron a los musulmanes y que el pueblo cordobés habló despectivamente de la campaña. Por la falta de esclavos de la campaña, un traficante exclamó “Ha muerto el importador de esclavos”, en referencia a Almanzor. Las comparaciones son odiosas, y para al-Muzaffar era difícil igualar la grandeza de su padre. Por eso Abd al-Malik tuvo que dar su versión de las razones del fracaso en el parte de guerra.
Campañas contra el Reino de León
En el Reino de León la reina viuda Elvira actuó al principio de regente al morir Bermudo II en septiembre del 999, pero pronto el alférez del rey o armiger regis, el responsable de dirigir la guardia personal del rey, asumió la regencia. Este no era ni más ni menos que el conde gallego Menendo González. La reina viuda Elvira dejaba de confirmar documentos junto a su hijo en el 1003, así que quizás fue apartada de la política en contra de su voluntad. Si fuera así, se entendería más que el conde de Castilla Sancho García pidiese mediación a al-Muzaffar para disputarle la regencia a Menendo González, no solo por ambiciones personales sino también para actuar a favor de su hermana Elvira.
La disputa se produjo en el 1004, cuando Alfonso V tenía diez años. Abd al-Malik envió al juez de los cristianos de Córdoba para realizar el arbitraje, y su resolución fue favorable a Menendo González. Esto enfureció a Sancho y lo llevó a romper la paz con los musulmanes, aunque la campaña amirí contra Castilla en represalia logró rápidamente conseguir que Sancho García renovase su sumisión. Mientras tanto, García Gómez, conde de Saldaña, Carrión y Liébana de la familia de los Banu Gómez, seguía gobernando sus territorios y apareciendo en la corte de Alfonso V. En el 1005 los Banu Gómez extendieron su autoridad hasta el Cea, al norte del monasterio de Sahagún.
En julio de ese mismo año al-Muzaffar atacó los territorios que según el cronista Ibn Idari eran gobernados conjuntamente por los Banu Gómez y la dinastía asturleonesa, lo que podría ser indicativo del gran poder efectivo del conde García Gómez en ese momento, igual que el conde de Castilla era muy poderoso y autónomo. De esta campaña conocemos que Wadih comandó una vanguardia de 5.000 jinetes y llegó hasta Zamora, ciudad en estado ruinoso por la ocupación de Almanzor. Sin embargo, había algunos defensores que fueron muertos y sus mujeres y niños fueron hechos cautivos. La región zamorana fue sometida a saqueos, y las fuentes hablan de que hicieron unos 2.000 cautivos en esta campaña.
Aprovechando la muerte del obispo de León, García Gómez volvió a rebelarse con apoyo musulmán en el 1007. Esta vez no parece que el patriarca de los Banu Gómez intentase usurpar el trono leonés, pero sí se intitulaba conde en León, así que quizás ocupó la ciudad. Su primo gobernaba Astorga y El Bierzo, y un familiar gobernaba partes del territorio galaicoportugués, por lo que la casa de Saldaña tenía una amplia influencia en el Reino de León. Si de los territorios de los Banu Gómez hubiera salido un reino como ocurrió luego con Castilla, la casa de Saldaña liderada por García Gómez sería tan recordada y afamada como la castellana.
En ese mismo año, en verano del 1007, Abd al-Malik lideró su campaña más gloriosa contra Castilla. El conde castellano había vuelto a romper la paz, quizás al conocer la derrota que sufrieron los musulmanes en Torá. Conocemos pocos detalles de esta campaña, pero sabemos que Abd al-Malik infligió una derrota contundente a los cristianos liderados por Sancho García en una batalla campal. La batalla pudo haber sido de una gran magnitud como la de Cervera, porque las fuentes árabes sugieren que Sancho reunió cristianos de más allá de Castilla, con lo que se pudieron haber reunido leoneses, gallegos y navarros.
En Córdoba hubo mucha preocupación y pesimismo por la unión de los cristianos, pero el pueblo se llenó de alegría al recibir noticias de la victoria. La batalla se debió producir en las inmediaciones de Clunia, fortaleza tomada por Almanzor y guarnecida con musulmanes en el 994, pero que es posible que fuera recuperada brevemente por los castellanos. Como curiosidad, en el transcurso de la campaña al-Muzaffar recibió en Medinaceli a un embajador del emperador bizantino Basilio II, que trajo a algunos marineros andalusíes capturados en Cerdeña y Córcega, porque un grupo de piratas atacó Pisa y la región de Calabria, bajo dominio bizantino, en el 1004.
Quizás esta misión diplomática quería hacer un intercambio de cautivos, o quizás quería pedirle al háyib que tomase medidas contra la piratería andalusí. Que sepamos, esta fue la última embajada del Imperio bizantino a al-Ándalus. Fue tras esta campaña que Abd al-Malik tomó el título honorífico de al-Muzaffar, que significa el triunfador, y esta fue una victoria propagandística importante para recuperar el prestigio perdido el año anterior. Su hijo Muhammad ibn Abd al-Malik recibió el título de doble visir, poniéndolo por encima de otros ministros e indicando que planeaba que fuera su sucesor.
Muhammad ibn Abd al-Malik estuvo protegido por su abuela al-Dalfa y más tarde terminó gobernando la taifa de Jaén. Tras la victoria en Clunia, quizás hubo nuevas negociaciones para resolver la disputa por la regencia de León, porque la reina viuda Elvira reaparece en la corte desde el año 1007. En octubre del 1008 Menendo González, que se intitulaba duque de Galicia, fue asesinado en circunstancias inciertas, y a partir de ahí Alfonso V ya pudo reinar por sí mismo.
La campaña de San Martín
La única campaña de invierno de al-Muzaffar se produjo en noviembre del 1007 contra el castillo de San Martín. Me sumo a la opinión bien argumentada de Salvador Repiso de rechazar la identificación del objetivo de la campaña con San Martín de Rubiales, en la provincia de Burgos entre Roa y Peñafiel. Esto venía de un historiador nacionalista español que en el año 1941 especuló que el castillo de San Martín debería encontrarse en Castilla por ser este condado el que oponía una resistencia más tenaz a los musulmanes. El prestigioso historiador francés Lévi-Provençal tomó como probable la sugerencia, y a partir de ahí los historiadores han ido repitiendo esta hipótesis como si fuera una certeza.
En realidad, el objetivo principal de la campaña es más creíble que fuera São Martinho de Mouros, un importante castillo portugués situado a diez kilómetros de Lamego. San Martín de Rubiales solo era una pequeña aldea situada cerca del castillo de Rubiales, así que no tenía sentido mencionarla como referencia si hubieran atacado Rubiales. En cambio, las tierras entre el Mondego y el Duero habían sido incorporadas al Califato de Córdoba con Almanzor, pero su soberanía no era aceptada por todos. Por eso ya al principio de su gobierno Abd al-Malik tuvo que enviar una expedición contra el distrito de Coímbra.
Abd al-Malik sometió la plaza a un duro asedio de nueve días, hasta que los defensores no pudieron aguantar más los embistes musulmanes y la falta de agua y pidieron el perdón a cambio de entregar la fortaleza. Cuando los cristianos abrieron las puertas, el háyib hizo entrar a su hermano Abd al-Rahman Sanchuelo y a su eunuco principal y les ordenó que sacaran a los habitantes a la explanada de fuera de los muros.
Allí al-Muzaffar ordenó separar a los hombres de las mujeres y niños. Pensaban los defensores que rindiéndose al-Muzaffar les perdonaría la vida y se los llevarían como cautivos, pero en vez de eso el háyib ordenó matar a todos los hombres. Las mujeres y niños fueron repartidos entre los soldados fronterizos y jinetes bereberes que participaron en la campaña. Al-Muzaffar tomó esta decisión inmisericorde, a pesar de que el mercado de esclavos cordobés no estaba en su mejor momento. Quizás esto se explique como un aviso a navegantes para evitar que más gentes del norte de Portugal se rebelasen contra Córdoba.
La muerte de al-Muzaffar
Así describió Ibn Hayyan la llamada expedición de la enfermedad: “La más grave enfermedad de Abd al-Malik, que fue una desdicha para el islam y como el anuncio de los males que azotaron más tarde esta religión en el país, fue la que le acometió cuando partía en 398 [1008] hacia Medinaceli, con el fin de atacar al enemigo de Dios, Sancho, hijo de García, hijo de Fernando. Ella le impidió ir a su encuentro con las tropas musulmanas y le llevó a un estado crítico durante cierto tiempo, durante el cual la mayor parte de los voluntarios le abandonaron. Ello fue una calamidad para el islam, que se vio así privado de la fuerza de su apoyo y de su celo asiduo. Su deseo hubiera sido lanzarse contra los enemigos del islam a pesar de su debilidad, hasta llevar a cabo su campaña.”
En verano del 1008, después de parar varios días en Medinaceli por su delicado estado de salud, al-Muzaffar no pudo hacer una incursión por Castilla como había planeado. La mayoría de los soldados voluntarios desertaron, y el háyib tuvo que regresar a Córdoba a mediados de septiembre. Como hombre aficionado a la guerra y conocedor de que la legitimidad del régimen amirí provenía principalmente del éxito en la yihad contra los cristianos, Abd al-Malik se dispuso a organizar otra campaña contra Castilla poco después de regresar a la capital, a pesar de no estar recuperado del todo.
Ya en el alba del 19 de octubre, cuando partía de Córdoba, sintió los síntomas de su dolencia, pero decidió seguir con la campaña y montó a caballo con la esperanza de que el mal disminuyera. Pero el trote de ese día acabó con sus fuerzas y el dolor no hacía más que aumentar. Se sintió atacado por una angina y le costaba respirar a ratos. Ordenó hacer un alto y acampar, lo que descontentó a las tropas. Al día siguiente el cadí de Córdoba Ibn Dakwan recibió noticias del estado de salud de al-Muzaffar y aconsejó llevarle en una litera a la ciudad palaciega amirí de Madinat al-Zahira. Se canceló la expedición y cada uno regresó a su casa.
Pero mientras sus sirvientes lo transportaban en litera, el háyib Abd al-Malik al-Muzaffar murió el 20 de octubre del 1008 con solo 33 años en las cercanías de un monasterio cordobés. Pronto corrió el rumor entre el pueblo cordobés de que su hermano Abd al-Rahman Sanchuelo lo había envenenado con una bebida ofrecida por uno de sus servidores. Estas habladurías eran porque fue la persona que más sacó partido de su muerte al heredar su cargo, y porque no tardó en convertirse en un personaje muy odiado. Sin embargo, no hay motivos para dar crédito a estos rumores.
Ibn Idari explicó que al-Muzaffar se vio aquejado por su larga enfermedad ya en febrero del 1008, lo que podría indicar que se trataba de un problema crónico que no era la primera vez que afectaba al háyib. Si ya estaba enfermo, no tenía mucho sentido envenenarle, y tampoco se observó una enemistad entre los dos hermanos en vida de al-Muzaffar. Pero la madre del joven fallecido, al-Dalfa, sí que actuó de forma vengativa como si creyese de verdad que Sanchuelo había estado detrás de la muerte de Abd al-Malik. A veces no importa tanto lo que de verdad ha pasado, sino qué piensa la gente que ocurrió.
El Veredicto: Valoración del gobierno de al-Muzaffar
En El Veredicto de hoy quiero hacer una valoración del gobierno de Abd al-Malik al-Muzaffar, un poco como ya hice en el episodio anterior con su padre Almanzor. Almanzor legó a Abd al-Malik un estado omeya parasitado por el carisma y prestigio personal de Muhammad ibn Abi Amir. Un régimen de legitimidad cuestionable con unas bases por lo tanto bastante débiles. El gobierno de seis años de al-Muzaffar fueron unos años de repetición de las mismas fórmulas que había usado su padre con éxito: yihad contra los reinos y condados cristianos, intervención en su política interna, y el mantener al califa encerrado, pero sin usurpar formalmente su título, al mismo tiempo que reprimir cualquier oposición legitimista omeya.
El principio del gobierno de al-Muzaffar parecía augurar un buen futuro y la continuidad de los éxitos del islam como hasta entonces. Abd al-Malik era un soldado competente que había participado en numerosas campañas de su padre. En apariencia el régimen amirí continuó bien con al-Muzaffar, pero algunas grietas de este edificio político empezaron a resquebrajarse. Se desinterés por la política casi le costó el cargo y la vida, y la sombra de Almanzor era larga, y al-Muzaffar simplemente no pudo emular las resonantes victorias políticas y militares de su padre.
Ya no había ataques contra las ciudades cristianas más relevantes como León, Astorga, Santiago de Compostela, Pamplona o Barcelona, sino que ahora se destacaban campañas contra Montmagastre, Clunia o São Martinho de Mouros, fortalezas de segunda categoría. Las señales de agotamiento eran claras, y de hecho hasta se podría decir que se empezaron a percibir a finales del gobierno de Almanzor, por como fue casi derrotado en la batalla de Cervera. Si Almanzor fue el fundador, Abd al-Malik fue el continuador, y Sanchuelo fue el destructor de la herencia. La muerte de al-Muzaffar fue un punto de inflexión en la historia de al-Ándalus y así se terminó la era de la hegemonía de los musulmanes en la península ibérica. Se terminaban los días felices y de gloria para el islam andalusí. Y con eso, El Veredicto termina.
Anuncios, avance y outro
Bien, como he dicho al principio tengo varios anuncios que hacer. Primero de todo, dos buenas noticias. Tras casi un año de trabajo, me he rehecho los primeros 35 episodios de La Historia de España y con eso, al menos de momento, doy por finalizado lo de rehacer episodios. Podría rehacer aún en un futuro los episodios 36 hasta el 43, que en formato podcast los he resubido con el volumen más alto, pero por el momento ya está y así podré centrar mi tiempo en crear nuevo contenido para Memorias Hispánicas. La segunda buena noticia es que he activado en YouTube una tienda para dar visibilidad a las camisetas, tazas, cojines o sudaderas del programa.
El servicio que uso es en inglés y todavía no da opción de traducir al español lo que es el proceso de compra, siento ese inconveniente, pero al menos es una opción más para comprar los productos aparte de por la página web lahistoriaespana.com. Ahora, la noticia menos positiva para los oyentes es que el próximo mes no habrá nuevo episodio. Aprovecharé la pausa para crear bastante nuevo contenido para Memorias Hispánicas, y también tendría que ponerme a crear nuevos diseños de productos para la tienda.
Además, quiero planificar bien cómo cubriré el siglo XI, y ya aviso que calculo que me pasaré unos dos años con el siglo XI, porque aparte de la historia política de una península ibérica muy fragmentada habrá episodios dedicados al feudalismo, las lenguas romances, el románico, la literatura andalusí, o el camino de Santiago. Me he pasado varios días haciéndome una lista de fuentes y clasificándolas para los episodios del siglo XI, tengo más de 500 fuentes recopiladas, o sea que será un trabajazo hacer la investigación de calidad como a mí me gusta.
Eso sí, hay algún libro al que no tengo acceso, así que a todo aquel que aprecie mi trabajo por favor le pido que ayude con una donación. El objetivo es llegar a los 100€ para libros. La petición sería mucho más elevada si no hubiera sido por la ayuda inestimable de Raúl Malumbes, así que muchas gracias Raúl, y a los demás recordad que se puede hacer una donación con un superthanks en YouTube, en lahistoriaespana.com/dona, o por PayPal o Ko-Fi, dejo enlaces en la descripción.
Ahora sí ya termina el episodio, acuérdate de estar suscrito y darle a la campanita de notificaciones si estás en YouTube para no perderte nada y espero tus comentarios abajo. Puedes apoyar de forma recurrente mi trabajo con una membresía en YouTube o Spotify o convirtiéndote en mecenas en patreon.com/lahistoriaespana con beneficios como acceso anticipado a todo mi contenido, votar temas de Memorias Hispánicas, o aparecer en los créditos. En el próximo episodio pretendo cubrir toda la fitna o guerra civil del Califato de Córdoba, que provocó la emergencia de reinos de taifas y la disputa por el califato entre omeyas y hammudíes. ¡Gracias por escucharme y hasta la próxima!
Fuentes
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