Hace 50 años, el 20 de noviembre de 1975, murió el dictador Francisco Franco. Pero pudo haber muerto mucho antes por batallas, accidentes e intentos de asesinato del Caudillo por parte de anarquistas, republicanos y hasta falangistas. Te explico todas esas historias en este episodio.

Franco, herido de gravedad en Marruecos

La primera vez en la que el de Ferrol se enfrentó a la muerte fue el 29 de junio de 1916, en la toma de El Biutz frente a la resistencia rifeña. Durante el asalto, Franco recibió un tiro en el abdomen, lo que en aquella época solía ser sinónimo de muerte segura. Algunos han especulado que el entonces capitán incluso perdió un huevo por el disparo o el tratamiento. Durante dos semanas los médicos decidieron no moverlo al hospital militar de Ceuta, porque creían que no podría sobrevivir un traslado, pero finalmente consiguió recuperarse.

Atentado anarquista antes del golpe de Estado de 1936

Pasando a atentados contra su vida por motivaciones políticas, no sabemos con exactitud cuántos hubo, pero ciertamente fueron más de una decena. Los que más intentos de magnicidio acumularon fueron los anarquistas, lo que no es de extrañar dado el largo historial de magnicidios del movimiento libertario internacional. El primer intento conocido y el que más cerca estuvo de tener éxito se produjo solo unos días antes del golpe de Estado planificado para el 18 de julio de 1936.

Encuentro de Las Raíces, clave en la conspiración golpista en Canarias. 17 de junio de 1936
Encuentro de Las Raíces, clave en la conspiración golpista en Canarias. 17 de junio de 1936

Los protagonistas fueron un hombre de Tenerife llamado Antonio Tejera y dos catalanes establecidos en la isla, Martí Serarols y Antoni Vidal. Se trataba de tres anarquistas muy comprometidos y con vasta experiencia en grupos de acción. Prepararon el intento de asesinato después de que el Comité de la CNT de Canarias y la FAI recibieran el soplo de que el general Franco, entonces comandante del archipiélago, se había sumado al golpe de Estado que llevaba tiempo rumoreándose.

Según Tejera, Antoni Vidal fue el que ideó el plan. Para conseguir armas, primero tanteó al gobernador civil de Tenerife, Manuel Vázquez Moro de Izquierda Republicana, pero este se opuso al plan de matar a un general teóricamente leal a la República y tuvieron que hacerlo por su cuenta. Una pieza indispensable en la operación era otra catalana, llamada Maria Culí, que era propietaria de un restaurante y regentaba la cantina de la Comandancia Militar de la plaza Weyler de Santa Cruz de Tenerife.

La noche del 14 de julio, el comando anarquista accedió al edificio donde residía Franco a través de una trampilla de la cantina que conectaba con las dependencias militares. Llegaron a una azotea y pasaron por un corredor, burlando a los guardias de alrededor, hasta plantarse frente a la puerta del dormitorio de Franco con la intención de disparar y marcharse. Sin embargo, se encontraron la puerta cerrada con llave y los intentos de forzarla fracasaron.

El general se dio cuenta y empezó a gritar pidiendo socorro y alertando sobre la presencia de pistoleros. Los soldados empezaron a disparar, pero los anarquistas lograron huir. El primo de Franco escribió que desde junio empezó a recibir muchas informaciones anónimas alertando de que la vida del general corría peligro. Por eso creó una escolta personal con personas de máxima confianza.

En julio reforzaron la seguridad ante la inminencia del golpe, y es posible que estuviera extra reforzada por el asesinato de José Calvo Sotelo. ¿Fue el gobernador civil de Tenerife uno de los que alertó a Franco? Es probable, pero si fue así, fue una decisión trágica, porque Manuel Vázquez fue fusilado por los golpistas.

El primo de Franco anotó este incidente, que por el contexto se deduce que lo fecha el 12 o 13 de julio: “Un atardecer, varios soldados que estaban de servicio notaron que alguien se movía y resguardaba por los árboles que estaban junto a la tapia del edificio. Dispararon rápidamente haciendo huir a varios individuos. […] Eran tres y se internaron por calles recién abiertas que había en aquel sector. Franco, que estaba ya acostado, se enteró de lo sucedido, pero no le dio importancia y siguió descansando; sin duda estaba seguro de que su vida estaba protegida con el máximo interés.”

Hace referencia al mismo suceso, pero la historia es notablemente distinta. ¿Lograron los anarquistas plantarse frente a la habitación donde se encontraba Franco? ¿De verdad Franco se mostró impasible y sereno, o su primo se estaba tirando flores a sí mismo al ser él quien organizó su guardia? Está claro que alguien miente.

Algunos han culpado a un supuesto traidor que habría dado el chivatazo sobre la conspiración, pero el fracaso me parece que se debe simplemente a las medidas de seguridad tomadas por el entorno de Franco ante amenazas poco concretas. Si realmente hubiera habido un chivato o infiltrado, hubieran conocido los nombres de los responsables y los hubieran detenido por intento de asesinato, cosa que nunca pasó.

Pero, si bien no los pillaron por eso, a tres de ellos los cogieron por su militancia libertaria y pagaron las consecuencias. Maria Culí fue condenada a dieciséis años de prisión y no se sabe si sobrevivió, mientras que Martí Serarols fue fusilado en 1937. Este, tras sufrir torturas y sabiendo que la detención significaba la muerte, se autoinculpó de muchos sucesos de los primeros días del golpe. A Antonio Tejera le cayeron treinta años y sufrió tortura y exilio, pero sobrevivió para contar su historia.

Antoni Vidal, que era marmolista, se escondió en una tumba que él mismo había preparado como refugio por si las cosas se torcían. Tras unos días pudo abandonar la isla en un velero facilitado por un antiguo miembro del Partido Radical de Lerroux. Durante la guerra fue un espía para la República. Al terminar la guerra se refugió con su esposa y seis hijos en Francia, pero al invadir los alemanes su familia regresó a España y él no vio más salida que irse a Estados Unidos bajo otra identidad. Allí formó otra familia, aunque permaneció en contacto con la que había dejado en España y siguió mandándoles dinero.

Atentados republicanos

Dos días después, Franco supuestamente sufrió un nuevo intento de asesinato. Al producirse la más que sospechosa muerte del general Amado Balmes, probablemente por orden del propio Franco, el gallego pudo usar como excusa para ir a Gran Canaria la asistencia a su funeral. En el barco detuvieron a un hombre acusado de querer asesinar al general por orden del Frente Popular. Otros tres republicanos fueron después acusados de querer volar por los aires el hotel Madrid de Las Palmas, donde se hospedó el futuro dictador.

Los cuatro acusados fueron fusilados. El mismo 18 de julio, cuando Francisco Franco se iba a marchar de Gran Canaria para tomar el mando del Ejército de África, un grupo de republicanos armados esperaban para emboscarle en el túnel de La Laja, pero el general cogió un barco en vez de ir por carretera. Esa es la acusación a la que se enfrentó Juan García Suárez, condenado a muerte por garrote vil en 1959.

Llegada del general Francisco Franco a Ceuta el 18 de julio de 1936
Llegada del general Francisco Franco a Ceuta el 18 de julio de 1936

En Ceuta, el 17 de julio el teniente coronel Juan Yagüe liberó de las cárceles a falangistas, y estos, junto a legionarios, empezaron a liarla por las calles y proclamaron el estado de guerra. Cuatro cabos republicanos idearon esa noche una conspiración para matar a Franco a la que llegase a Ceuta. Contaban con la participación de otros soldados, pero uno de ellos los delató y una treintena de soldados y suboficiales terminaron encarcelados. Algunos de ellos fueron ejecutados por falangistas sin ni siquiera una pantomima de juicio.

Durante la guerra, hubo espías como el anarcosindicalista Ramón Rufat que mantuvieron una estrecha vigilancia sobre Francisco Franco con la idea de matarlo si era posible. Una de esas oportunidades se presentó al morir el general Mola en un accidente de avión en junio de 1937. El Caudillo asistió al funeral y los republicanos querían cargarse a Franco y a varios generales más para provocar una crisis entre los sublevados y frenar la ofensiva del norte.

Pretendían usar bombarderos para atacar el funeral, pero pese a contar con buena información la aviación republicana no se movilizó como debía. Cuando se produjo la batalla del Ebro, espías del bando republicano pasaron información sobre los movimientos del dictador, pero no se llevó a cabo una acción decisiva. Los servicios de espionaje franquistas recibieron a su vez noticias de más de una docena de planes de magnicidio durante la guerra.

Atentados de potencias extranjeras

Además de planes republicanos, también hubo potencias extranjeras que barajaron asesinar al Caudillo. Stalin trató de hacerlo a través de Kim Philby, un espía británico que trabajaba para la Unión Soviética. Oficialmente llegó como periodista freelance, pero tenía la misión de informar sobre los arreglos de seguridad de Franco y en última instancia de asesinar al dictador.

En sus artículos hablaba bien del Caudillo y de los fascistas para ganarse su confianza y poder acercarse al dictador. Se fraguó un plan para organizar una falsa entrevista a Franco en la que el fotógrafo sería en realidad un asesino a sueldo que ocultaría su pistola en la cámara. Sin embargo, unos apuntan a que a Philby le faltaba coraje para llevar a cabo la misión, y otros a que fue abortada al desaparecer el superior que lo había reclutado. Philby permaneció en España durante la guerra como corresponsal de The Times.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Reino Unido consideró la posibilidad de invadir las islas Canarias y apoyar una sublevación de generales monárquicos opuestos a Franco, como vimos en el episodio sobre los sobornos británicos a importantes figuras del régimen. Sin embargo, esa fue siempre una última opción por si el Caudillo decidía unirse formalmente a la guerra del lado del Eje.

Entre 1945 y 1947, fue Estados Unidos el que se planteó la posibilidad de librarse de Franco, pero al hablarlo con los británicos estos descartaron tal acción por considerar que se generaría una inestabilidad imprevisible que podrían aprovechar los soviéticos para poner en el gobierno de España al Partido Comunista.

Cuando falangistas pensaron en matar al Caudillo

Hubo incluso deliberaciones falangistas para matar a Franco. Un grupo de fascistas consideraban a Franco un usurpador del partido de José Antonio Primo de Rivera que traicionó sus principios, lo que, dicho sea de paso, es verdad. Estaban encabezados por Emilio Rodríguez Tarduchy, fundador de la Unión Militar Española que fue clave en planificar el golpe, y por Patricio González de Canales, secretario de la clandestina Falange Española Auténtica fundada en 1939. Estos ya habían pensado antes en matar a su cuñado Ramón Serrano Suñer.

En casa de Tarduchy se produjo una reunión entre él y cuatro notables falangistas más para discutir sobre la necesidad o no de matar a Franco en la visita del jefe del Estado al Teatro Español prevista para el 1 de abril de 1941. Cuatro votaron no matarlo y uno se abstuvo, tras sopesar las posibles consecuencias desastrosas que tal acción podría tener, como una invasión nazi, el exterminio de la Falange Auténtica o que se echara a perder el Estado español de los vencedores de la guerra.

Además, creían que estaban siendo espiados, y eso seguramente era correcto, porque uno de ellos, Juan Bautista Pérez de Cabo, fue arrestado acusado de estraperlo y fusilado. Sirvió así de chivo expiatorio por la corrupción del régimen y como un aviso a navegantes para los disidentes falangistas.

Atentados anarquistas de los años 40

Por la decepción de la no intervención aliada para eliminar al régimen franquista y la intensificación de la represión de la oposición, se produjeron más intentonas anarquistas para matar a Franco. Los atentados personales tienen más repercusiones políticas cuanto más concentrado esté el poder en una persona, por eso se consideraba una acción efectiva para provocar el derrumbamiento de la dictadura, en especial cuando no existía ningún heredero claro que permitiera su continuidad.

Según Enrique Marco Nadal, secretario general de la CNT en la clandestinidad entre 1946 y 1947, hubo contactos con aristócratas que querían emplear a los anarquistas para librarse del dictador y recuperar la monarquía en España. Marco Nadal y otros compañeros consiguieron en Francia unos 100 kilos de explosivos que pensaban colocar en el subsuelo del edificio del Ministerio de Gobernación y del Congreso de los Diputados, entonces las Cortes franquistas. Ya habían localizado el lugar, pero quedó abortada porque el dirigente cenetista fue detenido y condenado a muerte por sus actividades sindicales, pena que fue conmutada por otra de veinte años.

En 1947, al conocer que Franco iba a viajar por Cataluña y visitar las minas de Sallent, los anarquistas organizaron una guerrilla de cincuenta hombres, guiados a través de los bosques por Ramon Vila ‘Caracremada’ y financiados por las actividades del libertario Laureano Cerrada. Cerrada fue un gran falsificador de monedas, billetes y documentos, un traficante de armas y mercancías de estraperlo, y además dio un gran atraco en París en 1944 para financiar la resistencia contra los nazis.

Laureano Cerrada
Laureano Cerrada (derecha)

Tuvo una vida todavía llena de misterios, pero muy interesante y que valdría explorar en un episodio aparte, así que si quieres que lo haga dímelo en los comentarios y de paso dale a me gusta y suscríbete al canal si no lo hiciste ya. En la operación de Sallent, los libertarios querían poner minas en el camino donde iba a pasar la comitiva de Franco y atacar con ametralladoras y morteros, tácticas similares a las empleadas en la resistencia francesa.

El plan fracasó porque uno de los integrantes, Domènec Ibars, por la niebla confundió a compañeros suyos con guardias civiles y empezó a disparar. Por el ruido provocado, los franquistas se pusieron en alerta y cancelaron el paseo. Días después, Domènec Ibars, sintiéndose culpable, participó en otro plan anarquista para matar al dictador, en un desfile de Barcelona. Iban preparados con bombas, pistolas y metralletas, pero como había una multitud de niños desistieron en un plan que habría provocado la muerte de muchas personas inocentes.

Por cierto, en octubre de 1940 Domènec Ibars y un compañero se toparon por casualidad con las comitivas de Franco y Hitler en su famoso encuentro de Hendaya. Se les presentaba una oportunidad de oro para matar a dos dictadores fascistas y cambiar por completo el curso de la Segunda Guerra Mundial. Pudieron eludir tres controles de seguridad, pero el cordón de seguridad de la estación de tren era impenetrable y resultó imposible lanzar bombas con posibilidades de éxito.

El 12 de septiembre de 1948 Laureano Cerrada usó su fortuna para comprar una avioneta, poniéndola a nombre de George Fontenis, secretario de la Federación Anarquista francesa. Tres compañeros de su máxima confianza iban a llevar a cabo la acción sobre el terreno, incluido Antonio Ortiz Ramírez, que destacó al frente de una columna anarcosindicalista durante la guerra civil y en la lucha contra los nazis. Tenían la intención de lanzar bombas robadas a los nazis sobre una lancha en la que se encontraba el Caudillo, desde donde presidía una competición de regatas en San Sebastián.

En otros años pasaban más avionetas sobre las regatas durante la competición, así que esperaban que la suya pasase inadvertida. Despegaron desde el País Vasco francés y llegaron hasta la playa. Sin embargo, aparte de haber dos torpederos en el mar, seis cazas del Ejército del Aire aparecieron sin que volasen más avionetas con las que poder pasar desapercibidos. Habían sido localizados con un radar.

Atentado de 1948 en San Sebastián. Del documental 'Asesinar a Franco: la resistencia contra un dictador' (2016)
Atentado de 1948 en San Sebastián. Del documental ‘Asesinar a Franco: la resistencia contra un dictador’ (2016)

El piloto planteó la posibilidad de ascender al máximo y lanzar desde allí las bombas, pero nadie podía saber dónde caerían exactamente. Finalmente, el comando optó por perder de vista a los cazas y rápidamente volvieron a entrar en el espacio aéreo francés. Si los cazas no derribaron la avioneta fue porque a los anarquistas no les dio tiempo de ocultar la matrícula y bandera, como en realidad Laureano había querido.

Algunos fantasearon con un chivatazo para explicar el fracaso, pero documentación del Estado confirma que los franquistas no tuvieron ni idea de la intención de la avioneta francesa que violó el espacio aéreo español. De hecho, especularon con que habían sido nacionalistas vascos ensayando maniobras. Como seguían conservando parte del material explosivo y no querían que el esfuerzo se echase a perder, hubo un segundo intento de bombardeo el día siguiente.

La idea era bombardear durante la noche el palacio veraniego de Franco que otros anarquistas atacarían en 1962, como veremos después, pero la lluvia torrencial impidió el despegue porque las ruedas de la avioneta estaban hundidas en el barro y toda la pista estaba empantanada. La operación se canceló definitivamente. En 1949 el grupo de acción anarquista conocido como Los Maños buscó venganza, ya que muchos de ellos eran huérfanos de represaliados por el franquismo.

Uno de sus miembros colocó una bomba en la catedral de Barcelona que el Caudillo iba a visitar, pero por la mala mar su llegada se retrasó mucho y la bomba explotó antes. En ese mismo año, atracaron con éxito una sede madrileña del Banco Popular para poder pagar las 200.000 pesetas que pedía un militar para entregar los planos del palacio de El Pardo. Sin embargo, el militar nunca apareció en el lugar acordado. Tiempo más tarde, un infiltrado de la policía desarticuló la banda y provocó la detención o muerte de la mayoría de sus miembros.

El 28 de julio de 1949, después de que el ayuntamiento de Ponferrada concediera una medalla al dictador, se produjo el atentado que más cerca estuvo de matarle desde el acontecido antes del golpe del 18 de julio. Un grupo de guerrilleros no identificado abrió fuego contra la comitiva en los montes del Bierzo e hirió a varios de los escoltas, pero los tiros no alcanzaron a Franco porque iba en un Mercedes-Benz blindado que le había regalado Adolf Hitler.

Resultaba muy difícil asesinar a Franco, porque temía mucho por su vida y era muy precavido, como es habitual en dictadores con muchos muertos a sus espaldas. En sus apariciones públicas siempre movilizaba a miles de hombres que ejecutaban minuciosos planes de seguridad. Lo protegían por tierra, mar y aire. El exilio y la represión franquista de la oposición, con eficaces infiltraciones policiales, y el reconocimiento internacional del régimen hicieron que los años 50 fueran un desierto en cuanto a planes de magnicidio contra Franco.

El accidente de caza de la Nochebuena de 1961

En una ocasión el propio Franco puso en peligro su vida. El 24 de diciembre de 1961 Franco se fue a cazar palomas en los montes de El Pardo. Pero la escopeta le explotó e hirió de gravedad, sobre todo la mano izquierda, donde sufrió fracturas y la pérdida de buena parte del tejido nervioso y muscular. La prensa oficial presentó el asunto como algo menor, pero lo cierto es que quedó incapacitado por el dolor durante unos meses en los que apenas podía dormir ni aún con analgésicos.

Le quitaron la escayola en abril de 1962 y hasta otoño no recuperó la movilidad normal de la mano izquierda. Aunque algunos creen que pudo ser un acto de sabotaje, la investigación concluyó que un cartucho de un calibre más pequeño había ido a parar al bolsillo de Franco. Lo cargó y quedó dentro del cañón sin detonar, y al hacer el siguiente tiro la escopeta explotó.

A pesar del accidente, eso no evitó que todos los fines de semana los pasara cazando, porque lo cierto es que trabajar trabajaba lo justo como dictador. El incidente y las huelgas del norte de España que se produjeron en la primavera del 62 socavaron el aura de invencibilidad e inmortalidad del régimen y de su Caudillo y avivaron las discusiones sobre la sucesión.

Atentado de 1962 de Defensa Interior en San Sebastián

En 1961 el Movimiento Libertario Español, del que formaban parte la CNT, la FAI y las Juventudes Libertarias, aprobó la creación de Defensa Interior para reavivar la lucha armada antifranquista y abrir la caja de Pandora de la cuestión española a nivel internacional. Surgió principalmente por la presión de jóvenes emigrantes o hijos de exiliados hartos del inmovilismo y pesimismo de la oposición antifranquista, y se formó pese a las legítimas preocupaciones de poner en peligro la legalidad de las organizaciones libertarias en Francia.

Octavio Alberola, hijo de anarcosindicalistas exiliados en México, ejerció una fuerte influencia entre la juventud por la inspiración que generó la lucha armada de Fidel Castro y el éxito en derrocar a Batista, así como los movimientos izquierdistas estudiantiles que se estaban produciendo en Europa y Estados Unidos. Uno de los principales objetivos de Defensa Interior fue asesinar a Franco. Reunieron fondos y estudiaron bien los itinerarios del dictador para elegir el mejor lugar donde atentar.

Prepararon un atentado con bombas en las inmediaciones del palacio de Ayete, en San Sebastián, donde el dictador pasaba unas semanas de vacaciones a imitación de algunos antiguos reyes. El comando anarquista se hizo pasar por un grupo de amigos excursionistas que pasaban el verano en la zona. Desde Francia traían un aparato de detonación, y los explosivos de contrabando los obtuvieron de una organización terrorista recién formada: ETA. Dos anarquistas franceses plantaron el dispositivo en el camino del palacio.

Un cable la conectaba a un detonador y a un receptor, y la instalación debía hacerse poco antes de que llegase el Caudillo porque el aparato tenía una batería que duraba siete días. El dictador retrasó su llegada, probablemente por las fuertes lluvias que sucedieron esos días, y eso hizo que fracasaran. Como la batería se acababa, por seguridad detonaron los veinte kilos de explosivos cuando nadie pasaba por allí el 19 de agosto de 1962. El suertudo de Franco llegó al palacio dos días después.

Fue de los atentados mejor preparados y que más probabilidades tuvo de tener éxito si los tiempos hubieran ido bien, porque además la policía no estaba enterada de la operación. Incluso unos días antes habían hecho estallar una bomba en el Valle de los Caídos para servir de distracción de su operación más ambiciosa, y lanzaron octavillas que rezaban “Franco, ni en tu tumba podrás descansar tranquilo.”

Tras un ataque contra la sede de la temida Dirección General de Seguridad, un nuevo intento de asesinar a Franco en Madrid quedó abortado al producirse la requisa del material explosivo y muchas detenciones. Entre los detenidos estaban Francisco Granado y Joaquín Delgado, que fueron ejecutados por garrote vil por el atentado de la DGS en el que en realidad no participaron.

Es casi seguro que Jacinto Guerrero ‘el Peque’, colaborador de Defensa Interior, fue un infiltrado de la policía que informó sobre los movimientos de los cenetistas. Octavio Alberola, que nos dejó hace unos meses, habló en muchas ocasiones sobre los atentados en los que participó, y por eso quizás ha sido la cara más visible de los intentos de magnicidio. Pero, como dije, no fue el que más cerca estuvo de matarle.

Stuart Christie, el anarquista escocés que quiso matar a Franco

A nivel internacional, el atentado que se hizo más famoso fue el que involucró a un joven anarquista escocés llamado Stuart Christie que, inspirado por las historias de vecinos que combatieron en las Brigadas Internacionales y la ejecución de Granado y Delgado, quiso poner su granito de arena en acabar con una dictadura fascista que tanto mal había causado.

A diferencia del plan del palacio de Ayete de 1962, la ejecución de este intento fue una chapuza desde el principio. Christie se desplazó a París para contactar con españoles de Defensa Interior como Cipriano Mera y Octavio Alberola, y tras recoger los explosivos y detonadores cruzó los Pirineos. El plan original consistía en detonar una bomba en el lugar donde iba a aparcar la comitiva de Franco durante la Copa del Generalísimo celebrada en el estadio Santiago Bernabéu el 5 de julio de 1964.

Sin embargo, a Christie le hicieron venir en agosto, seguramente porque lo que les importaba era mover los explosivos a un punto seguro de España y luego ya pensar en la siguiente ocasión donde planificar un atentado. Nada de eso se produjo, porque cuando el escocés fue a recoger una carta con instrucciones para entregar al que cometería el magnicidio, fue detenido por la Brigada Político-Social cerca de su sede de la Puerta del Sol.

Detención de Christie y Carballo. La Vanguardia, 16 de agosto de 1964
Detención de Christie y Carballo. La Vanguardia, 16 de agosto de 1964

La Gestapo española ya estaba enterada, porque los cuerpos policiales de Reino Unido y Francia habían seguido los pasos de Christie y pasaron la información al Estado franquista, tal y como le confesó el director de la DGS Eduardo Blanco durante el interrogatorio. Daba igual una democracia parlamentaria que una dictadura, porque compartían la defensa del orden capitalista. Además, la policía franquista contaba con infiltrados y confidentes en las juventudes libertarias, lo que resultaba fácil dada la naturaleza abierta y honesta de sus organizaciones.

Quizás lo que más lo delató y puso las autoridades en alerta fue que el ingenuo joven escocés cometió la gran estupidez de participar unos días antes en un programa de televisión de la BBC que reunió a anarquistas, y donde se le escapó que España haría bien de librarse de Franco. El presentador resultaba ser un integrista católico e informante del MI6.

Cuatro días después de su detención, lo llevaron como señuelo en el punto donde tenía que encontrarse con su contacto español, Fernando Carballo Blanco. Por ser extranjero a Stuart Christie no lo torturaron físicamente, pero sí tuvo que ver cómo torturaban a Carballo. Este fue condenado a treinta años de cárcel, mientras que Stuart Christie fue condenado a veinte, pero por la presión internacional cumplió solo tres. Este fue el último plan anarquista para terminar con la vida del dictador.

Tras numerosos fracasos, Defensa Interior fue disuelta dejando un saldo de un muerto y treinta y cinco heridos por sus atentados con bombas. La falta de medios, las infiltraciones y las represiones policiales en España y Francia, la falta de actividad y la burocratización del Movimiento Libertario Español en el exilio francés, y la colaboración de los dirigentes inmovilistas con las demandas del Gobierno francés llevaron al fin de la vía armada.

El nacionalista vasco que se quemó a lo bonzo

La última historia que tengo reservada teóricamente no debería entrar en este episodio según las palabras de su autor, pero sigue siendo interesante de explicar. El protagonista de la historia es Joseba Elosegi, un militante del PNV que había sido capitán de gudaris y luego oficial del ejército republicano en Cataluña que había contemplado en primera persona el bombardeo de Guernica. Durante toda su vida no pudo olvidarse de lo visto allí.

Un joven Joseba Elosegi, en las ruinas de Guernica tras el bombardeo alemán
Un joven Joseba Elosegi, en las ruinas de Guernica tras el bombardeo alemán

Así que, muchos años después, en 1970, Elosegi decidió quemarse a lo bonzo en un campeonato de pelota vasca en San Sebastián al grito de “Gora Euskadi askatuta”, Viva Euskadi libre. El problema con el que se encontró es que había reservado asiento para estar en las gradas inferiores donde se iba a sentar el dictador, pero no le dejaron estar allí. La distancia era considerable y tenía que arrojarse desde la tribuna de arriba para acercarse al Caudillo.

Entre eso y la fuerte seguridad que rodeaba siempre a Franco, la acción estaba abocada al fracaso, pero el nacionalista vasco roció sus ropas con alcohol y tiró p’alante. Unos policías pudieron interceptarle y sofocar el incendio antes de que pudiera alcanzar al dictador. El militante del PNV sobrevivió y fue condenado a siete años de cárcel. Escribió en su diario que no pretendía matar a Franco, pero sí que sintiera en su propio cuerpo el fuego que destruyó Guernica.

Outro

Estos son los principales planes de atentado contra la vida de Francisco Franco, aunque hubo muchos más que se habrán perdido en los anales de la historia. Muchos pagaron cara su participación en los magnicidios fallidos o su militancia izquierdista, y dieron su vida o libertad para una noble causa mayor, la de devolver libertades a los españoles. A Franco no lo consiguieron eliminar, pero ETA sí se cargó a su mano derecha y sucesor, el almirante Luis Carrero Blanco. Así, Francisco Franco vio cómo su dictadura y legado sería difícil que continuasen tras su muerte.

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Fuentes

Batista, Antoni. Matar a Franco: los atentados contra el dictador. Debate, 2015.

Bayo, Eliseo. Los atentados contra Franco. Plaza & Janés, 1976.

Christie, Stuart. Franco me hizo terrorista. Memorias del anarquista que intentó matar al dictador. Traducido por Jorge Barriuso, Temas de Hoy, 2005.

Comotto, Agustín. The Weight of the Stars: The Life of Anarchist Octavio Alberola. AK Press, 2022.

Fernández Soldevilla, Gaizka. “Víctimas de Defensa Interior. La violencia anarquista contra la dictadura y sus consecuencias (1962-1965).” Hispania 81.269 (2021): 827-853.

Franco Salgado-Araujo, Francisco. Mi vida junto a Franco. Planeta, 1977.

Guthmann, Daniel, y Joachim Palutzki, directores. Asesinar a Franco: la resistencia contra un dictador. ZDFinfo, 2016.

Mateos, Gonzalo, director. En la Brecha. Anarquistas contra Franco. PEWMAFILMS, 2018.

Herrerín López, Ángel. La CNT durante el franquismo: clandestinidad y exilio (1939-1975). Siglo XXI, 2004.

Oliva, Llúcia, e Ignacio Sánchez, directores. Objetivo: Matar a Franco. TVE, 1993.

Preston, Paul. Franco: Caudillo de España. Debate, 2015.

Téllez Sola, Antonio. Historia de un atentado aéreo contra el general Franco. Virus, 1993.

Viana, Israel. “Las increíbles dos vidas del anarquista que casi mata a Franco cuatro días antes de la Guerra Civil.” ABC, 3 de diciembre de 2020, https://www.abc.es/historia/abci-vidas-anarquista-punto-estuvo-matar-franco-cuatro-dias-antes-guerra-civil-202012031859_noticia.html. Accedido el 4 de noviembre de 2025.

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